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Asfódelo por Neshii

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Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de Eiichiro Oda.

Este fic es para el 2do. Concurso del 2016 de la página de Facebook «La zona fanficker»: Reto “Naturaleza muerta.”

Notas del capitulo:

ADVERTENCIA: Por Asuntos que nada tienen que ver con el fic no, NO, y repito, NO acepto reviews.

Comentario que me llegue, COMENTARIO QUE BORRARÉ, sin importar de quién sea. Así que ahorrémonos el tiempo tanto ustedes de comentar como yo de eliminar. Gracias.

—I—

 

El cráneo no soportó la fuerza del impacto, reventó dejando salir la masa encefálica ensuciando los cabellos negros, la piel del rostro y parte del pavimento. El sonido fue asqueroso: un crujir instantáneo con un ligero toque viscoso y apelmazado, parecido a un huevo estrellándose, un huevo mucho más grande y pesado. Alguien gritó, tal vez al ver salir disparado el ojo de su cuenca; un grito más, decenas de pares de zapatos se acercaron a observar tratando de no pisar el charco de sangre que se estaba formando alrededor. La quijada quedó en un ángulo imposible para alguien vivo, los dientes que segundos atrás eran blancos y perfectos ahora lucían rojos y estrellados. Si no fuera por esos pequeños detalles podía decirse que se trataba de un hombre guapo, joven y atlético; lástima de los litros de sangre que ya había perdido y su estado de cadáver. Algunos miraron hacia arriba, a la ventana abierta del quinceavo piso de donde cayó el pobre desgraciado. Las fotografías y videos no se hicieron esperar: una foto para el recuerdo, otra más para las redes sociales, una tercera porque el morbo era demasiado. Ese día la mala suerte lo acompañó y lo hizo perder el equilibrio cuando intentaba limpiar la ventana; quince pisos más abajo la muerte le extendió los brazos en un abrazo eterno.

La policía dictaminó que fue muerte accidental.

Portgas D. Ace estaba muerto.

 

—II—

 

El funeral fue una sucesión de golpecitos en el hombro y frases pre-fabricadas dichas de forma silenciosa como si quisieran que nadie los escuchara sólo el afectado. Trafalgar Law fruncía más el ceño cada vez que escuchaba un pésame dicho con voz tan baja. ¿Por qué lo hacían así? Parecía que todas esas palabras eran como la peste y entre más alto las pronunciaban más alta era la virulencia. ¿O es que ocultaban algo? ¿Qué podían ocultar? ¿Algún secreto que él no sabía? ¿El hecho que su pareja, Ace, estaba muerto? Para eso estaban todos reunidos ¿o no? Todos los sabían, para qué ocultarlo. Para qué minimizar la situación con susurros innecesarios y que más lucían como hipocresías.

¡Qué se vayan al demonio con todo y sus palabras virulentas! Qué todos ardan en el infierno… Mejor, que Law sea el único que muera para reencontrarse con Ace y vivir los dos felices entre las llamas del averno.

—Lo siento. —Un pésame más que atiborraba la cajita de normas de etiqueta en un funeral.

«¿Por qué habrías de lamentarlo si tú no vivías con Ace? ¡No lo amas cómo lo amo yo! No lo regañabas por lo imprudente que podía ser. No tuviste que reconocerlo en la morgue. ¿Qué lamentas si tu última imagen mental que tienes de Ace no fue una manera grotesca y malformada reconstrucción de su cara? ¿Qué putas lamentas?»

—Law, vamos afuera, es bueno que te dé el sol. —La tranquilizante voz de su padre lo detuvo de expresar su pensamientos en voz alta. Rocinante pudo verlo, las pequeñas señales que decían mucho más de su hijo que las pocas palabras que pudiera decir. La muerte de Ace fue un impacto, para todos; las circunstancias lo peor, las consecuencias apenas serían vistas; y bien sabía que en ese momento un poco de sol no ayudaría, un pésame no sería reconfortante, un abrazo la duda de saber si darlo o no. Pero su compañía siempre estaría ahí, no por nada era su padre.

Law se dejó hacer, le daba igual dónde estar: adentro o afuera de su casa, bajo el sol o a la sombra de un techo, árbol o la noche misma, con lluvia o con aire, completamente solo o con la compañía de su padre. Daba igual. A la vez que todo le fastidiaba. Qué importaba el lugar. Qué fastidiosa era la gente. Insoportable el silencio. Aberrante el ruido de fondo. Asquerosamente hipócritas los pésames. Todo daba igual. En ningún lugar deseaba estar.

—Law, se está fresco aquí, ¿no te parece? —Rocinante le habló consciente de no esperar una respuesta. Trafalgar lo miró parado frente al barandal de la terraza; su padre no le diría las estupideces de toda la demás gente. Una suave brisa movía su flequillo  dorado, misma brisa que le acariciaba el rostro. Law salió de su enfurruñamiento fastidioso o jodedor ante la vida y los seres vivos en general para sentir el mismo aire. Sí, era fresco, calmaba un poco el inclemente calor del sol, podía decir que se llegaba a sentir bien, ¿era porque estaba frente a una ínfima y minúscula maravilla de la naturaleza o porque se trataba de algo que no tenía vida y por ello no entraba en su nuevo grupo de cosas que le jodían la existencia? Buena pregunta, pero demasiado trivial para ponerse a reflexionar con ello.

Law se acercó a su padre; por un momento odió ésa expresión  de ternura paternal que siempre le ponía cuando lo observaba, y se odió por odiar aquello que su padre le daba: una muestra de cariño sincero. Pero justo en ése momento le parecía que sólo estaba siendo condescendiente con él. Y Law volvió a odiarse al darse cuenta que poco a poco se estaba comportando como una víctima.

Antes de poder decir algo (algo venenoso de parte de Law, seguro) escucharon un fuerte llanto. Miraron hacia abajo, acababa de llegar el hermano pequeño de Ace junto a sus amigos. Lloraba como un crío: a todo pulmón, gritando el nombre de su hermano entre lágrimas y mocos. Dejaron la puerta abierta del automóvil en el que llegaron, posiblemente dentro estaba el tercer hermano, igual llorando con menos intensidad, pero con el mismo dolor; sólo él estuvo presente en la incineración, callado, tratando de soportar las lágrimas. El hermano pequeño no asistió; según le informaron a Law después, quedó en shock al recibir la noticia; mejor para él, así no tuvo que presenciar su rostro trasfigurado.

Más gritos, a Law empezaba a fastidiarle, ya ni la suave brisa lo distraía. ¿Por qué no se callaba? ¿Tan difícil era llorar en silencio? Apretó con fuerza los puños, el cosquilleo que sentía era la necesidad compulsiva de golpear algo o a alguien.

—¡Ace! ¡Ace! ¡Ace!

No dejaba de gritar, ¿por qué lo llamaba si era evidente que nada cambiaría? ¿Es que acaso pensaba que su hermano lo iba a escuchar en el más allá e iba a regresar? Lástima para ése chiquillo cuando se entere que el más allá, el cielo o el infierno no existen, de eso Law estaba seguro. No había nada, nada; ante la muerte todo se acaba. Ni llanto, gritos, súplicas o ruegos sirven cuando alguien fallece, se va en definitivo, para siempre.

Law sintió la mano de su padre sobre el hombro. Ah, su apoyo paternal, el consuelo… la condescendencia. Y la cólera regresó, todo se volvió negro, pesado; todo se convirtió en algo perfecto para mandarlo al carajo, empezando por el dolor mismo. Es mejor sentir rabia que dolor.

«Odio ése llanto.»

«Odio que intenten hacerse los fuertes.»

«Odio que traten de calmarme.»

«Odio la hipocresía.»

«Odio tu amabilidad, padre.»

«Te odio, Ace.»

«Odio que me dejaras.»

«Odio ya no verte.»

«Odio la última vez que te vi.»

«Odio tus cenizas.»

«Me odio porque no estoy contigo…»

El odio era más fácil de soportar, pero incontrolable.

—Law…

—¡Cállate! —gritó alejando con brusquedad la mano de su padre que trataba de reconfortarlo; sabía que estaba despreciando su amor de padre, el cariño y apoyo que constituía. Law no quería ése amor, no deseaba ser tranquilizado y mucho menos ser llamado de forma tan indulgente—. ¡Cállate!... Cállate...

Hablaba cada vez más bajo. Se odiaba por ser tan descarado y pusilánime a la vez, pero no lograba aceptar el amor de su padre.

Rocinante lo abrazó recargando la cabeza de su hijo en el hombro, llorando por él, para él, sufriendo, perdonándole todos sus malos tratos porque en esa situación nadie es villano, nadie tiene la culpa.

—Yo siempre estaré contigo —dijo tratando de entender lo solo que debía de sentirse su hijo.

—Hasta que mueras… o muera yo. Dejen de hacer estúpidas promesas que no pueden cumplir. Nadie estará para siempre con nadie. —Esas palabras le supieron dulcemente amargas. Por alguna razón se sentía bien rebatir cada deseo de felicidad que le era dedicado. No solo le estaba encontrando un malsano gusto a la cólera que le invadía también ansiaba pisotear los ánimos de los demás.

—Mientras eso pase, aquí estaré —Rocinante lo abrazó más fuerte.

No poder lograr su cometido enfureció a Law.

—¿Y para qué? ¡¿Para qué insistes en estar conmigo?! ¿Para que al rato, cuando mueras, me dejes cómo me dejó Ace? ¿Te vayas y yo me quede aquí? ¿Caigas de una ventana y te lleves toda mi felicidad? Te vas a ir y me vas a dejar solo… o yo me iré y tú vas a sufrir por ello…

Rocinante se alejó y tomó a su hijo de los hombros. La expresión de los dos era desesperación pura.

—¡No vuelvas a decir eso! ¡No te atrevas siquiera a pensarlo, Law! Tienes razón, si te vas… —la voz fuerte y desesperada de Rocinante al comenzar a hablar se quebró, y sus labios temblaron al continuar—: si tú te vas, no quiero ni imaginarlo. No quiero vivirlo, no quiero que sea una posibilidad. —Lo abrazó, más fuerte que antes— No estás solo, Ace no te dejó sin nada. Te dejó lleno de buenos recuerdos, de la felicidad que vivieron, del amor que se tenían y de los sueños que decidieron cumplir. Tienes muchos buenos recuerdos de Ace…

—No quiero recordar. Recordar duele… —interrumpió.

—No niegues a Ace. No niegues la vida que planearon juntos.

 

«—Quiero convertirme en fotógrafo de documentales —dijo Ace mientras juntaba los pies sobre el sillón. Law alzó una ceja mientras le daba un sorbo a su bebida y se debatía entre decirle que se sentara bien o que era un trabajo muy arriesgado para alguien con narcolepsia—. Sé que puede ser peligroso, pero quiero viajar, conocer el mundo entero. ¿Y tú, Law?

—Seré el director general del hospital de Grand Line —soltó como si fuera la cosa más fácil del mundo. Ace sólo sonrió, conocía a la perfección a  Law y estaba seguro que lo lograría—. Estaremos separados mucho tiempo…

—No —interrumpió—, siempre estaremos juntos —dijo como si no fuera una frase cursi y cliché.

Ace se puso de pie sobre el sillón y alzó su lata de cerveza.

—¡Salud por el próximo director en jefe del hospital de Grand Line y por las excelentes fotografías que voy a tomar!

Law soltó un suspiro y sonrió.

—Salud.»

 

Las lágrimas comenzaron a caer, una tras otra, sin dar tregua. Law se aferró a la espalda de su padre. Cómo le jodía el dolor de saber que tendría que cumplir todas las promesas que le hizo a Ace, sin él; era un dolor penetrante y desgarrador el hecho de volver a recordarlo. Las lágrimas siguieron cayendo, el llanto iba en aumento. Qué insípida le sabía la vida sin Ace, pero tal vez logrando los sueños que crearon juntos el dolor sería menos.

—Ace… Ace… Ace…

No supo cuántas veces lo llamó. Estaba seguro que nunca recibiría una respuesta a ése llamado porque después de la muerte no había nada. Pero al menos por ese día no quería llenarse de amargura y cólera sino de los recuerdos de ellos dos que en su mente perduraban. Dolía, mucho; pero por el amor que le tenía no pensaba negar a Ace.

Rocinante abrazó todo el tiempo que Law lloró. Le dolía ver a su hijo tan devastado, sin embargo era un alivio ver que ése día estaba superado; ya mañana comenzaría otra vez el mismo camino. Paso a paso podrían superarlo.

Notas finales:

Según tengo entendido el nombre de la flor «asfódelo» tiene varios significados, entre ellos: Pena, luto, amor perdido o sin esperanza. Así que creo que queda bien con el fic xD También está la creencia que en la antigua Grecia, los asfódelos se colocaban en la tumba de los muertos y se empleaban en las ceremonias fúnebres, ya que facilitaban el camino de los difuntos a los Campos Elíseos, que se creía tapizado de éstos.

 

Gracias por leer.


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