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Vcfk Od Wmm por LovelyDarkness

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Cap. 2

Dipper regresa a la cabaña cuando la luna está en el punto más alto del cielo. Camina sin mirar nada con la cabeza gacha y su mente vuelta una maraña de pensamientos al azar. Sube los pequeños escalones y abre la puerta como un autómata.

Un cuerpo golpea contra el suyo y los delgados brazos que reconoce de inmediato como los de su hermana se envuelven en su cuello.

—¡Dipper! Estábamos preocupados por ti, ¿dónde estabas? —Pregunta de corrido. Dipper evita una mueca al verse manchado de pintura fresca por todas partes.

—Estoy cansado Mabel, hablamos mañana —dice y pasa a su lado. Ella lo mira confundida y lo sigue.

Dipper sube las escaleras, ignora a Mabel que, luego de cinco segundos de pesado silencio, parlotea sobre Pato comiéndose quien sabe que purpurina y que papel y como tuvo que luchar de manera exagerada para que no se comiera las invitaciones para su cumpleaños.

Su cumpleaños.

Dipper suspira, sintiéndose mucho mayor que 12 casi 13 años. ¿En qué momento se hizo tan viejo? Al menos en la forma de sentir su cuerpo, pesado, envejecido. Antes quería ser mayor para gustarle a Wendy y poder ser tomado en cuenta por sus padres; ahora se percata de que tal vez esto último no se debía a su edad sino, posiblemente, a su hermana mayor por cinco minutos.

Suspira de nuevo y entra en la habitación. El olor a pintura le hace detenerse y alza la vista. Abre la boca y no sabe si gritar, jadear o llorar. Su cuerpo tiembla con una nueva furia. Mabel, a su espalda, pasa saliva y se devuelve corriendo por las escaleras.

Dipper mira toda la habitación. Por alguna fortuna su cama sigue intacta, pero toda su ropa está en el suelo, manchada de purpurina y pintura. Se gira y corre escaleras abajo.

—¡Mabel Ariel Pines! —grita al llegar abajo y camina pisando fuerte a la sala. Frunce los labios y aprieta sus manos, la sangre que se había secado en sus nudillos se desliza de nuevo al hacer presión.

Mabel le mira desde detrás del sofá donde Stan mira el televisor. Su tío gruñe y lo mira mal, no se le escapa el encogimiento por parte de ella, pero les deja discutir y centra su vista en la televisión nuevamente.

—Mabel, ¿en que estabas pensando? ¡Mi ropa no es un lienzo!

—Pero Dipper…

—¡Pero nada Mabel!

—Hey, chicos, calma, Dipper, ¿qué pasa? —Stan le mira, resignado a dejar pasar su programa de televisión.

—Mabel arruinó toda mi ropa con pintura —dice molesto el niño.

—Sólo quería poner aún mejor las invitaciones para nuestro cumpleaños. Grenda me llamó y dijo que la invitación que le hicieron fue cancelada y Candy logró salvarse del campamento así que si se hará la fiesta —dice Mabel de corrido y mira a Stan con los ojos aguados, abrazándole.

—Dipper no veo porque el escándalo.

Dipper aprieta más sus manos. ¿Qué no veía el problema? ¿Su tío se había vuelto loco?

—¡No tengo ropa tío Stan! ¡Y es por culpa de Mabel! —alza sus brazos exasperado, sus manos tiemblan por la furia a penas contenida. ¿Cómo tanta ira y tanta furia podía caber en un cuerpo como el suyo? No lo entiende, pero a cada momento parece crecer y crecer.

—¡Yo solo quería que nuestra fiesta fuera lo mejor! —Mabel se abraza más a su tío llorando, por un segundo el corazón de Dipper se estruja y la culpabilidad se clava en su pecho—. Es nuestro primer cumpleaños fuera de casa y el último día de nuestro tiempo aquí, quiero que sea impresionante. Yo… Yo es…. Estaba buscando algo en tu maleta y la ropa se cayó y pues… Pato estaba manchado de pintura y terminó caminando sobre toda ella y…

—¿Estuviste revisando mis cosas? —el asunto de la ropa queda en un segundo plano para Dipper. —¡Mabel! —la indignación plasma sus facciones.

—Tranquilo niño —interviene su tío y masajea sus sienes—. Hagamos algo, te compraré ropa nueva mañana, pero tienes que trabajar en la cabaña de nuevo como el chico-lobo.

Dipper aprieta su mandíbula y asiente con reticencia.

—Aunque pensándolo bien —Stan alza la vista y mira a la nada—. Mejor no, comprar ropa nueva saldría muy caro. La enviaremos a la lavandería, dejemos el acto del chico-lobo para otro día. Ahora ve a cenar y luego directo a dormir.

—Sí tío Stan —dice entre dientes y va a la cocina arrastrando los pies.

Al entrar se encuentra con Ford, sentado en la mesa con una taza de té en las manos. El hombre le mira y sonríe suave. Dipper le mira, sus ojos se endurecen y sigue de largo a la nevera. Busca dentro y saca una lata de soda y un par de sándwiches que obviamente fueron guardados para él.

Deja el plato en la mesa y se sienta. Abre la lata y toma un trago corto antes de morder uno de los sándwiches.

—Y, ¿dónde estabas? —dice Ford, rasca su nuca y carraspea algo incómodo.

Dipper se encoje de hombros y sigue comiendo. No quiere ni preguntar porque su tío decidió que era mejor dejarlo de lado, porque dejarlo solo por el deseo de Mabel.

—Dipper, escucha…

—No tío Ford —le corta y deja la lata a un lado—. Tú mismo me dijiste que me separara de Mabel, que… que era mejor quedarme contigo, pensar en mi futuro. Y ahora me sales con esto. No lo entiendo.

—Le prometí a Stan que no los pondría en peligro a ninguno de los dos. Tenerte como mi aprendiz es hacer precisamente eso.

—Pero tío…

—Además —le para y lo mira, deja a un lado la taza y suspira con pesadez—. Me di cuenta que, tal vez, aún no estás listo para esto, que no eres… tan maduro como había pensado.

Dipper siente sus ojos humedecerse pero no deja correr ninguna lágrima. Aprieta sus labios y se pone en pie lentamente, el poco apetito que tenia se fuga dejando su estómago con un vacío intangible.

—Buenas noches tío Ford —dice con los dientes apretados. Da media vuelta y sale de la cocina. Ignora a Stan y a Mabel, incluso a Soos que aún estaba en la casa. Sube las escaleras con lentitud, con desgana. Entra a la habitación y se deja caer en su cama, se cubre hasta la coronilla y cierra los ojos.

El cansancio que no sabía había estado acumulado en todo el día y ahora hace presión en todo su cuerpo por lo que se queda dormido de inmediato.

–––––––––––––––––––––––

Dipper despierta en medio de la noche, sudado y con los ojos terrosos por el poco sueño. Todo su cuerpo duele y, en ese momento en que su mente decide entre despertarse o volver a apagarse, nota todo el entumecimiento y el verdadero daño provocado en su cuerpo durante el día, eso y que su estómago parece querer desatar una batalla campal dentro de él. Con sumo cuidado se sienta en la cama y pasa una mano por su sudado cabello. Restriega sus ojos para tratar de quitar la sensación molesta y mira al frente, a la cama de Mabel.

Su hermana duerme pacíficamente, en su propio mundo, ajena a la tormenta que se desata en el interior de Dipper con simplemente verla. Hace una mueca y se levanta de la cama. A tientas revisa la mesa junto a la cama. Toma su libreta y un bolígrafo, piensa por un segundo llevarse la caja de los bolígrafos de pensador pero niega; eso despertaría a Mabel y lo último que quiere en ese momento es hablar con ella.

Con cuidado sale de la habitación y baja las escaleras, trata de no pisar esos tablones que están en severo mal estado o aquellos que sabe que inevitablemente rechinarán. Suspira al llegar abajo y con la misma cautela sale fuera. Se sienta en el pórtico y mira las estrellas. De manera instintiva lleva sus ojos a la Osa Mayor mientras suspira.

Su cabeza vuelve a llenarse de las ideas, recuerdos y pensamientos de la tarde. En su mente se repasa el trato de Bill. Pero allí sentado, con la frescura de la brisa nocturna, con un corto descanso y sin la influencia del apabullante enojo, se pregunta si es una buena idea.

Tío Ford le había dicho que no confiase en Bill, que usaría mil y un trucos para jugar con su mente. Pero el tío Ford fue también quién le dijo que él no era tan maduro como pensó, que no iba a ser su aprendiz. Él mismo que dejó de lado su opinión por inclinarse por Mabel.

Aprieta sus manos, abre el cuaderno en una hoja cualquiera y empieza a garabatear cosas al azar. Bill tenía razón. El trato no era tan malo, ambos salían ganando,ambos obtenían algo que querían.

Bosteza sin notarlo, raya las hojas; en algún momento mordisquea la punta del bolígrafo mientras apoya la cabeza sobre sus rodillas.

¿Aceptar a Bill? ¿Mantenerlo lejos de su mente? ¿Traicionar la confianza de tío Ford? ¿De todos?

Pero tío Ford me traicionó primero, todos me traicionaron primero. Se dice a sí mismo. Bufa frustrado y vuelve a bostezar. Coloca su cuaderno en el suelo del pórtico y acomoda su cabeza ahí. Cierra los ojos unos segundos y suspira…tal vez mañana, se dice mientras el sueño vuelve a atraparlo de nuevo, con la cabeza clara pueda pensar.

––––––––––––––––––––

Dipper es arrastrado a la conciencia por algo húmedo y rasposo. Gruñe y se sacude a Pato; de manera inconsciente sabe que es el cerdo de Mabel. La risilla de su gemela y el sonido de una instantánea se lo confirman. Abre los ojos y los vuelve a cerrar por los fuertes rayos de sol que dan justo en sus ojos. Parpadea despacio hasta adaptarse y alza la vista, el rostro de Mabel y Pato entran en su campo de visión y una mueca de total desagrado toma posesión de sus labios.

—Ya es hora de desayunar Dipper, ¿qué haces acá afuera? —su hermana parece no darse cuenta de su molestia y en parte lo agradece, no quiere pensar en dar alguna explicación.

—Disfrutaba del aire libre —ironiza y se pone en pie. Toma su cuaderno y camina hacia la cabaña seguido de Mabel. El olor a waffles y café hace que su estómago se comprima y gruña, recordándole que no había comido nada decente desde el pequeño tentempié que él y tío Ford habían comido en el bosque.

Camina directo a la cocina, ignora el parloteo de Mabel, solo piensa en comer algo y encerrarse en el ático o ir al bosque a pensar.

—Buenos días niños —saluda su tío sirviendo el desayuno. —¿Qué tal durmieron?

—¡De maravilla! —dice Mabel, se sienta y empieza a comer, contándole al tío Stan un extraño sueño sobre unicornios y flores y sus chicos soñados.

Dipper, por otro lado, se sienta en silencio y come con algo de desgana a pesar del hambre que tiene. Mira a su tío Stan reír ante las tonterías de Mabel, revolverle el cabello, ser tan amable, tan dulce…

Golpea con algo de fuerza el plato con su tenedor y corta con agresividad el waffle de arriba. Aprieta sus dedos y respira hondo. Estaba tan molesto sin ninguna razón.

—Por cierto Dipper —alza la vista y mira a su tío con algo de intriga, disfraza su enojo con curiosidad—. No enviaremos tu ropa a la lavandería, es mucha y saldrá muy costoso, debes lavarla tú.

Su tenedor, que estaba al medio alzar cae con fuerza en el plato, pero el ruido es ahogado por los waffles que están en el medio. Toma un respiro y le cuesta mucho no hacer una mueca. Por todos los dioses, ¿por qué estaba tan enojado? Eso es normal ya con su tío Stan. Debe ser eso que llaman hormonas de la pubertad.

—Pero dijiste que la enviaríamos a la lavandería —dice entre dientes—. Y de cualquier forma, fue culpa de Mabel, ¿por qué no la lava ella?

—Porque es tu ropa Dipper —contesta sin más su tío.

—¡Pero fue culpa de Mabel! —se levanta golpeando la mesa, no recuerda haberse enojado tanto en su vida, o haberle alzado la voz a ningún adulto, ni siquiera a Stan cuando se enojaba con él.

—Bien, puedes no lavarla y quedarte sin ropa, y trabajar sin ropa —dice Stan sin alterarse aparentemente, pero muy sorprendido por la actitud de su sobrino.

—Eres un… —la palabra se queda a medio decir, pero Stan ve la intención en sus ojos, puede adivinar lo que quiere decir en la manera en que los orbes castaños brillan. Es el mismo brillo que tiene Ford cuando discuten, es la misma manera en la que su padre lo miraba cuando se dignaba a quitarse las gafas.

No había duda alguna de que Dipper era un Pines de pies a cabeza, al menos de ese lado de la familia.

Sin mediar palabra, Dipper echa la silla hacia atrás, da media vuelta y sale de la cocina con rumbo a las escaleras. Sube los escalones de dos en dos y entra en la habitación. Su ropa, algo que no había notado en la madrugada cuando salió fuera, estaba recogida en una pequeña pila a los pies de su cama.

Bueno, eso facilita el trabajo piensa. Se agacha y la recoge con cuidado de no dejar caer nada. Con el mismo cuidado sale de la habitación y baja las escaleras. Ignora a Mabel que trata de llamar su atención y recorre el pasillo a la habitación que suelen utilizar para lavar.

La había usado antes así que para él no era nada del otro mundo. Salvo que nunca antes le había tocado hacerlo estando tan irritado. Abre la puerta de la lavadora con algo de brusquedad y busca el detergente. Cuando consigue la caja conecta el aparato, este se agita con violencia y chispas saltan.

–Pero que… —humo empieza a salir de la conexión y con cuidado y rapidez Dipper lo desconecta antes de que pase a algo mayor. Mira el humo subir y maldice.— ¡Tío Stan! ¡La lavadora se dañó! —grita asomándose por el pasillo.

—¡Ve a lavar tu ropa fuera! —responde su tío. Dipper vuelve a maldecir en voz baja y saca la ropa de la lavadora, para su fortuna aun no la había mojado, lo que agrade silenciosamente. Toma el detergente y recorre el pasillo nuevamente.

—¿Quieres ayuda Dip? —pregunta su hermana, parada cerca de la puerta de salida.

—No gracias, yo puedo solo —dice con voz forzada mientras abre la puerta equilibrando la ropa.

No nota la mirada triste de Mabel ni el encogimiento de hombros. Sale murmurando en voz baja, contra su tío y la lavadora conspiradora. Camina por el sendero de tierra hacia el bosque, no presta atención por donde va, se conoce el camino de memoria.

Solo se detiene cuando escucha el ruido del rio. Deja caer la ropa en la orilla, se quita los zapatos y se sienta junto al montón de ropa metiendo los pies en el agua, fría pero muy agradable. Suspira y cierra los ojos. La brisa juega con su cabello y poco a poco siente su cuerpo relajarse.

—Bueno, mira a quien tenemos aquí —la voz de Bill rompe la poca calma que ha logrado. Gruñe y abre los ojos, le lanza una mirada asesina al demonio—. Un Pino que decidió plantarse el mismo —sin esperar respuesta Bill deja escapar una carcajada—. Ríete un poco niño, ¿qué? ¿Te echaron ya de la cabaña?

—¿Qué quieres ahora Bill?

—Veo que tienes muchas cosas que hacer, ¿una manita? —Pregunta ignorando totalmente a propósito la pregunta del chico y flota hacia el montón de ropa—. Esto grita Estrella Fugaz por todas partes, ¿dejas que ella toque tus cosas así como así? No me sorprende que seas su mandilón.

Dipper rueda los ojos, irritado y decide ignorarle. Mueve suavemente sus pies en el río hace caso omiso al gruñido de su estómago. Bill, por un segundo, se siente molesto por la actitud del niño. Intentaba ser amable y el mocoso le respondía de esa forma. ¡Mal educado como sus tíos!

Desvía su ojo a la ropa y lo entrecierra un poco.

—¿Necesitas ayuda con eso niño? —Bill no espera a que Dipper le preste atención, chasquea sus dedos y la ropa desaparece. Dipper parece reaccionar ante esto y mira molesto a Bill, pero antes de que diga algo, su ropa cae en su regazo perfectamente doblada y totalmente limpia, incluso olía como a chicle pero para nada desagradable—. Listo, un problema menos —dice Bill sacudiendo sus manos con orgullo.

—¿Qué rayos hiciste? —Dipper reacciona por fin y revisa su ropa en busca de algo, cualquier cosa, tal vez algún tipo de hechizo –absurdo, lo sabe, él no podría ver ni sentir ningún hechizo– o broma o lo que fuera. De Bill puede esperar cualquier cosa.

—Lavarla, ¿no es obvio? —Bill rueda su ojo y golpea la cabeza del chico con su bastón—.Creo que ustedes humanos dicen algo que suena como gracias.

—¿Qué? No pienso darte las gracias —refunfuña el niño y deja, con sumo cuidado de no volver a ensuciarla, su ropa a un lado.

—De nada Pino, ahora, ¿Por qué esa cara de marioneta pisoteada?

Dipper pasa por alto el comentario y posa su vista en el rio. Bill empieza a volverse rojo, ser ignorado otra vez por el mocoso es un insulto que no piensa dejar en el aire. Alza el bastón para golpear la cabeza del distraído chico, pero el sonido del estómago de este le detiene justo a tiempo. Ve a Dipper sonrojarse y el sonido se repite, como si una bestia quisiera abrirse paso desde su interior.

Bill suspira, baja el bastón, chasquea los dedos nuevamente; un plato, con un pedazo de carne fresca, cruda y sangrante, cae en el regazo de Dipper, haciéndole sobresaltarse. El chico hace una pequeña mueca ante el olor metálico de la sangre y mira al triángulo.

—¿Qué es esto?

—Comida, ¿qué si no?

—¿Comida? Esto es carne cruda —pero a pesar del aparente desagrado, Dipper no empuja el plato como quisiera, ni lo echa a un lado. Simplemente mira a Bill con confusión y algo de molestia.

—Que observador Pino, al menos algo de ti sirve y son tus ojos —ironiza el triángulo, golpea suave la frente de Dipper con uno de sus dedos. —¿Y qué tiene que este cruda? No deja de ser comida y tú pareces tener un monstruo famélico viviendo dentro de ti.

—Sea comida o no —Dipper pone el plato a su lado, se levanta y limpia sus pantalones cuidando de no ensuciar la ropa ni dejar caer tierra en el plato de carne. —¿Pensaste en que, tal vez… no sé, de nada me sirve comer en el Plano Mental?

—¿Qué te hace pensar que estamos en el Plano Mental?

Dipper lo mira sorprendido, balbucea algo inentendible con los ojos muy abiertos. ¿Bill estaba… en el plano real?

—¿Pero… cómo? —Dipper agita su cabeza, suspira y aprieta sus manos, muy consciente, ahora, del poder de Bill. ¿Cuándo paso eso?

—No es algo que quieras saber chico. Ahora come, antes que se enfríe.

—¿De dónde la sacaste de todas formas? —niega—. No pienso comer eso, seguro lo envenenaste, ¿pretendes matarme verdad? —entrecierra los ojos y acepta el cambio de conversación, solo porque en ese instante no quiere pensar en el hecho de que Bill es mucho más poderoso de lo que creía.

—Niño, si quisiera matarte, hace tiempo que tus pulmones habrían dejado de recibir oxigeno —dice con simpleza, pero Dipper se atraganta. Bien, el demonio tiene un punto de su parte.

—De todas formas —por su bienestar mental desvía el tema—, no pienso comer eso crudo —camina y mira a su alrededor para buscar algunas ramas.

—¡¿Qué?! ¡No sabes de todas las proteínas que te pierdes niño! —Bill le sigue, no se pierde detalle de la manera en que el chico escoge las ramas, ni muy secas ni húmedas.

—¿Tú sabes que son proteínas? —lo mira incrédulo.

—Yo se muchas cosas Pino. Por ejemplo, en tres segundos te caerás y rasparas tu rodilla derecha de nuevo.

—¿Qué? Eso es absur… —efectivamente Dipper tropieza y cae, pero no por una piedra o por haberse enredado los pies, más bien por culpa de Bill, que en ese instante se ríe a carcajadas de Dipper.

El chico se levanta, gruñe por lo bajo y recoge las ramas secas. Decide no prestarle atención a Bill y concentrarse en preparar la carne.

Notas finales:

Respuestas a los comentarios

beck45: Me alegra te haya gustado, gracias

CrisMellyChanEmm gracias? supongo. Me alegra te haya gustado y gracias por comentar


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