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Epsilon por Nien

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Notas del capitulo:

¡Hola a todo el mundo! Estoy subiendo esta historia al grupo de Facebook Aokaga 5x10 y decidí abrirme una cuenta aquí ya que la forma de edición que me daba Fb no me gustaba. La historia, de momento, consta de dos capítulos que ya están subidos en el grupo anterior mencionado, así que en cuanto pueda subiré aquí el segundo^^.

Soy una novata en cuanto a todo lo relacionado con los Fic´s, pero gracias al apoyo de personas del grupo superé ese miedo a publicar historias sobre esta hermosa pareja.

La historia es larga, y se centra en bastantes aspectos. Sé que no es algo para todo el mundo, pero espero me den sus opiniones que responderé encantada.

Los personajes de Kuroko no Basket no me pertenecen, ojalá ( de ser así seria una serie hard yaoi xD). Tan sólo algunos originales son de mi creación.

Como últimas aclaraciones diré que la historia tiene mucho, muchísimo Ooc, ya que es mi primera vez escribiendo y no controlo del todo bien las personalidades de los personajes. Los párrafos en cursiva serán recuerdos del pasado en si mayoría, pero en caso de no ser así lo advertiré en las notas ^^.

Sin más dejo el primer capítulo de la historia, que sé que me enrrollo más que las persianas x). Disfruten de la lectura.

La habitación estaba sumida en la más profunda oscuridad, tan sólo el suave fulgor del reloj digital de la mesilla de noche daba un leve rescoldo de una mortecina luz amarillenta, cosa que no afectaba en lo más mínimo al hombre que se encontraba profundamente dormido en su cama, su respiración acompasada y profunda. El tiempo pasó inexorablemente hasta que la paz y quietud de la estancia se vio interrumpida por el ensordecedor sonido de la alarma del despertador. El hombre se revolvió en la cama, sus piernas enredándose en las sábanas mientras con su mano apagaba el dichoso aparato.

-Abrir persianas.- dijo con voz ronca, sintiendo la garganta seca, incorporándose lentamente, pasando una de sus manos por su revuelto pelo corto en un intento por espabilarse más rápido. Poco a poco la luz natural fue iluminando la habitación, de una decoración sobria, flemática y en cierto modo casi aséptica, impersonal, tal y como era él. Sin más se levantó con movimientos ágiles, casi felinos, de camino al cuarto de baño, donde el protocolo diario de la Terminal de Ayuda Doméstica, el TAD, ya había calentado el agua a su temperatura favorita. Se metió en el plato de ducha y dejó que las gotas de agua recorriesen su cuerpo. Casi con parsimonia empezó a limpiar su cuerpo, enjabonando meticulosamente cada centímetro de su cuerpo, como si de aquella manera pudiera borrar todas esas marcas blanquecinas que adornaban cada brazo, cada pierna, casi cada músculo de su anatomía.

 

Brazos recorrían su espalda con tacto delicado, casi de pluma, tejiendo intrincados e invisibles diseños en su desnuda piel. El ir y venir de aquellos dedos juguetones no hizo más que avivar aún más el fogoso sentimiento que ya se gestaba en su interior. Se dio la vuelta, encarando al contrario, sintiendo sus miradas chocar en un golpe casi eléctrico; se miraban con hambre. Sus labios no tardaron en juntarse en un contacto violento, ardiente, dominante. Porque los dos lo eran, y ninguno iba a dejar de intentar demostrar su supremacía en ningún momento. Sus lenguas danzando en un baile hipnótico, vehemente y por sobre todo afectuoso.

-Te amo tanto, demasiado, no podría vivir sin ti.- le susurró el contrario al oído, bajito, muy bajito, un susurro de voz ronca que hizo que su corazón saltara de emoción.

-I-idota.- contestó azorado.- ¿Qué tonterías andas diciendo ahora?¿Acaso te volviste sentimental?- dijo en tono burlesco, intentando, de esa manera, enmascarar el enorme sonrojo que le habían provocado esas palabras.

-Sólo contigo Little Tiger.- y los brazos a su alrededor se estrecharon con posesividad sobre su cuerpo, en un contacto anhelante.- Sólo contigo.

 

 

Se quedó varios minutos sintiendo cómo sus músculos se relajaban gracias al golpeteo de las cálidas gotas de agua, dejando que las memorias inundaran su cabeza. Pero no podía dilatarlo más. Salió rápidamente dejando un rastro de agua tras de sí, que los robots de limpieza se encargarían de limpiar más tarde. No tardó ni cinco minutos en vestirse con su uniforme y peinar un poco su pelo cuando el timbre llamó su atención.

-Se trata del señorito Kuroko.- dijo la voz mecánica del TAD.

-Hazlo pasar.- dijo mientras se ponía su gabardina y se colocaba sus accesorios diarios.

-Buenos días teniente.- dijo un muchacho bastante más bajo que él, de piel nívea y ojos y pelo celestes. Vestía el típico uniforme de la resistencia; pantalones militares completamente negros, con el chaleco multiusos y la inseparable arma de fuego reglamentaria colgada en la espalda.

-Ya te he dicho que no me digas así Tetsu.- dijo volteándose para mirarle. El otro sólo le devolvió una mirada inexpresiva, mientras le tendía un termo con café.- Gracias, justo lo que necesitaba.- dijo bebiendo, alegrándose cuando el sabor amargo de la bebida entró en contacto con sus papilas gustativas.

-Pesadillas de nuevo.- dijo Kuroko con voz monocorde, no era una pregunta, tan sólo era la constatación de las hechos. Él tan sólo asintió suspirando.

-Vamos.- dijo escuetamente camino a la salida, su suboficial siguiéndole como su fiel sombra a través de los pasillos de la edificación.

-Sigma, Tau y Xi están en buenas condiciones, pero las comunicaciones con Lambda han comenzado a fallar.- dijo el de menor estatura mientras caminaban por los enormes pasillos de la edificación.

-Llama de inmediato a Kosuke y que se ponga de inmediato con ello, no podemos permitirnos perder otra base más.- respondió escuetamente. Kuroko sólo asintió y acató la orden inmediatamente.

Su rutina habitual habría sido ir a su despacho y, desde ahí, dirigir a todo su equipo. Pero aquel día se sentía extraño, inquieto, algo en su interior lo hacía revolverse incómodo. Por ello pasó de largo la puerta de su despacho y siguió el paso hasta el centro de mando, bajo la atenta y sorprendida mirada de su subalterno. Cuando entró en la enorme y ajetreada sala, ésta se quedó en silencio durante unos segundos, un montón de ojos sobre su persona. Tan sólo hizo caso omiso de ello y se adentró hasta el que era el sillón desde donde se presidía toda actividad del lugar. Hacía tantos años que no sentía el tacto de aquel cuero negro, no desde que él desapareció… Miró a su alrededor, Kuroko se había desvanecido cual fantasma y los demás empleados, ya repuestos del shock inicial de verlo ahí, habían retomado sus rutinas diarias. Con un suspiro, miró por el enorme ventanal que había a su izquierda.

La vista habría sido hermosa hacía unos años, más no ahora. Sólo el gris, el negro y el ocre adornaban todo. Ante él se erigía el bastión más inexpugnable que la humanidad había sido capaz de construir: Omicron. Todas las construcciones estaban hechas de las aleaciones más resistentes y útiles; el hormigón y el cristal conformaban intrincados diseños arquitectónicos, elevando las edificaciones a otro nivel, casi desafiando las leyes físicas. El hombre sólo suspiró. ¿De qué servía tanta belleza, tanta pulcritud? ¿De que servían aquellos estanques de aguas cristalinas y los parques con las pocas especies vegetales que quedaban sobre la faz de la tierra si, detrás de las enormes murallas que se divisaban a lo lejos no había más que devastación, dolor, hambruna y muerte?

Año 2068, de los más de los diez mil millones de habitantes que había en el planeta, actualmente apenas pasaban a poco más del millón de personas. La población mundial había sido prácticamente arrasada, exterminada y diezmada por los propios humanos. En el año 2027 entre los tres bloques democráticos más influyentes del globo y las emergentes coaliciones orientales y musulmanas hubo demasiadas diferencias, lo cual desembocó en una inminente guerra a escala global. Los avances tecnológicos cada día eran más avanzados y la biomedicina estaba a la orden del día. Entre bombas, lluvias de balas y miles de muertos llegó, a los dos años del comienzo de la guerra, un arma de tal magnitud que no sólo cambiaría el transcurso de la contienda, si no, también, el destino de la humanidad: el gas Altaea. La emblemática ciudad de Johannesburgo fue la primera víctima de esta mortal arma, la primera de muchas. Fue una tarde calurosa de verano, el bloque oriental, el creador y desarrollador de Altaea, bombardeó la ciudad con aquel mortífero gas un viernes a las siete de la tarde, hora local. Los muertos no tardaron en aparecer y multiplicarse al pasar las horas, pero no fue si no hasta semanas siguientes cuando se pudo apreciar la magnitud devastadora de aquel éter de color purpúreo. No sólo la ciudad de Johannesburgo se vio reducida a casi las cenizas, también lo fueron las vecinas Pretoria, Randburg y Vereeniging. No quedó nada, ni plantas, ni animales, tan sólo se pudieron rescatar unos cientos de miles de cadáveres que nunca se pudieron identificar debido a su extremo estado de destrucción. Aquel fue el comienzo del Apocalipsis. El declive fue rápido, como la combustión de una mecha, como una ráfaga de aire y tan mortal como un disparo. Los bombardeos por parte de un bando y otro no dejaban de sucederse uno tras otro, día tras día; los muertos se contaban por decenas de millones, lo cadáveres se hacinaban en las destruidas aceras, los supervivientes se mataban entre sí por los pocos recursos que cada día iban diezmando con alarmante necesidad. No fue si no hasta unos meses después que los altos mandos no se dieron cuenta de su colosal error. El problema no eran los millones de damnificados, ni el número creciente de decesos que cada día iba en aumento, ni tan siquiera el problema de agua potable o comida, no. El problema estaba en aquellos que no morían, en aquellos que, de alguna manera, habían sobrevivido al Altaea. Aunque tal vez sobrevivir no era el término adecuado. Sus cuerpos habían resistido las toxinas de aquella arma química, sus organismos habían asimilado la ponzoña, y habían mutado. Las conversiones eran grotescas físicamente, pero devastadoras a nivel psicológico. Los afectados perdían poco a poco sus recuerdos, sumiéndose en un intenso dolor, abandonándose poco a poco en su instinto animal, dejándose llevar por el hambre. Y lo que ellos comían no eran otra cosa más que seres humanos.

-..or Kagami, Señor Kagami.- escuchó a su lado. Viró la cabeza, encontrándose con el jefe de comunicación, Hyuuga Junpei.

-¿Qué sucede Hyuuga?

-Verá.- el joven se mostraba inquieto, tal vez algo temeroso.- Estaba revisando los sectores tres y cuatro del cuadrante Omega y…- pero ningún sonido más salió de sus labios.

-Vamos, ve al grano.- dijo Kagami, demandante y algo cansado. Hace años nunca hubiera sido tan frío ni arisco con nadie. Pero él ya no era aquel joven enérgico, vivaz y alegre que fue antaño, ya no más.

-Teniente, hemos recibido señal de su localizador, está en Epsilon.

Kagami no necesitó oír más, todo su mundo se detuvo en ese mismo instante. Todo el papeleo, todas las voces, colores e incluso los olores quedaron congelados en el tiempo. Esa simple frase cambió su mundo dejándolo boca abajo. Pudo sentir la hiel subiendo camino a su boca y la adrenalina llenado sus músculos agazapados, listos para entrar en acción. Sus manos se volvieron puños y sintió el frío contacto de aquel aro de metal en uno de sus dedos. Bajó la vista hacia sus manos y dedicó a mirar unos segundos aquel metal plateado que rodeaba su anular. Al levantar la vista y fijarla en Hyuuga, éste se estremeció. Y Kagami sabía por qué. Sus ojos ardían cual brasas infernales, con llamas crueles en sus ojos escarlatas. Llevaba años esperando por aquella noticia.

Cumpliré mi promesa, pensó el pelirrojo mientras apretaba entre sus dedos aquel anillo que jamás se quitaba.

 

Año 2068, la humanidad estaba perdida. Él, Kagami Taiga, uno de los más jóvenes en llegar a los altos cargos del nuevo gobierno, el más aguerrido y fiero combatiente de todos los tiempos. Él era el responsable que lo poco que quedaba de la humanidad pudiera sobrevivir.

Año 2068, había estado esperando más de tres años y por fin había llegado el día.

Año 2068, aquel año sería el año en cual lo recuperaría, volvería a estrechar entre sus brazos al amor de su vida.

-Sólo espérame Daiki, resiste un poco más.

Notas finales:

Bueno, hasta ahí llegó el primer capítulo. ¿Qué les pareció?

Espero sus opiniones^^. Y disculpen por cualquier falta ortográfica que se me haya podido escapar.


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