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Códigos rotos. por G-tzii

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Notas del capitulo:

Les va a gustar. 

Tengo esa sensación, y espero que así sea. Espero que lo disfruten, muchas gracias por tan lindos comentarios y por todo el amor y apoyo al fic. 

Capítulo 1

 

 

A primera vista fue.

 

 

 

Decidió recostarse en el pasto bajo el árbol a esperar al menor hasta que saliera de clases. Él había salido hace unos minutos y todavía quedaba por lo menos una hora hasta que el menor saliera.

 

Seguramente, si hubiera sido otro, se habría ido a su casa y hubiera esperado hasta que su mejor amigo llegara allá. Pero no, él no era otro, era su mejor amigo y lo iba a esperar para irse juntos. Era una manía, quizás. Al igual que pasar por el todos los días en la mañana. O estar al pendiente de él a cada momento, preguntarle al menos dos veces al día cómo estaba, evitar que alguien le molestara, hacerlo reír constantemente, preocuparse de que no fuera a enfermar, ayudarlo en cualquier cosa, por estúpida que sea. Sí, era una manía. Una manía que le encantaba. ¿Por qué no decirlo? Él ya había asumido hace mucho tiempo que estaba enamorado de su mejor amigo. Como un idiota. De esos que se le quedan mirando de manera embobada mientras el otro habla, que le podrá hacer hasta el favor más inútil o que va a decirle cualquier estupidez con tal de hablar con él. A ese extremo.

 

¿Hace cuánto tiempo? Desde que lo conoció. Claro que sí. Si desde que lo vio ese día en la casa de campo cuando sus papás lo llevaron el chico le había llamado la atención. Claro que como un niño de 8 años pensó que le llamaba la atención por la forma tan peculiar de vestirse aquel día. Con esos shorts cortos de color naranja y esa camiseta azul que no combinaba para nada, pero que él llamaba moda. Se rió en voz alta recordando aquello. Desde el primer momento había tenido ojos sólo para él.

 

Era como si él hubiera captado todos sus sentidos. Nunca le había gustado alguien más. Nunca se sintió enamorado de alguien o tuvo tantas ganas de salir con alguien que no fuera él. Y aunque sabía que era casi un amor platónico, no quería dejarlo. Él lo veía como su mejor amigo, le contaba sus problemas, pasaban la mayor parte del día juntos y él no quería estropear esa linda amistad que llevaba diez años y un poco más. Si él lo miraba como su mejor amigo, entonces sería el mejor amigo que podría tener.

 

Había vivido más de la mitad de su vida enamorado de él y quizás él ni siquiera se daba cuenta de ello. No se percató de cómo sus manos temblaban el día en que le besó mientras jugaban y bebían con los demás en su casa. No se percató de que ni siquiera supo que decir cuando Ha Na le dio ese “castigo” sobre besarle. No se dio cuenta de todo lo que golpeteaba su corazón en su pecho cuando tuvo que dormir con él luego de aquello, ni la decepción en su voz cuando quiso decirle que le quería y él simplemente le dijo que no hablarían de lo sucedido nunca. Simplemente no se daba cuenta de la manera tan cariñosa con que acariciaba su cabello, ni la preocupación que sentía cuando él no estaba de buen humor. No era consciente de ello.

 

Él no tenía ni idea de todos los años que llevaba mirándole, incluso desde que era un pequeño niño problemático.

 

Se había echado a sí mismo la culpa de muchas travesuras que Tae Hee había hecho, había recibido varios castigos e incluso, le había dado dulces cuando él estaba castigado. A veces se le hacía difícil sentir que el menor era tan inalcanzable para él, pero el sólo hecho de estar a su lado, aunque sea como su mejor amigo, para él era algo maravilloso.

 

-¿Estás durmiendo?

 

Abrió los ojos y levantó su mirada. Tae Hee le miraba risueño.

 

-Estaba pensando.

 

-Siento interrumpir tus pensamientos –dijo riéndose. -¿Pensabas en tu partido del Martes?

 

-No, pensaba en ti.

 

El menor le miró fijamente y luego le dio un golpe en el brazo riendo levemente. Bajó su mirada y luego miró hacia otro lado.

 

-Idiota.

 

Quiso evitar sentirse otro poquito decepcionado por la respuesta, así que se echó a reír y le revolvió el cabello. Como siempre.

 

-¡Pensaba en que debías aprender matemáticas!

 

-¡Odio las matemáticas!

 

-Y yo odio biología, pero estudio de todas maneras.

 

-A ti te va bien en todo, Rui –el menor rodó los ojos.

 

-No –le miró fijamente y luego suspiró. –No me va bien en todo.

 

-¿Hay algo que no te sale bien? ¡No puede ser!

 

-Hay algo que no me sale bien –dijo y entonces comenzó a caminar mientras metía las manos a sus bolsillos. –Pero uno debe intentarlo.

 

-Si no se te da, ¿para qué intentarlo? –Rui asintió despacio mordiendo su labio inferior. –No se me dan las matemáticas, y ya casi tengo asumido que papá me castigará por dos meses cuando vea las calificaciones.

 

-Qué optimista –ambos se echaron a reír mientras salían por el portón de la escuela.

 

Siguieron el camino relajadamente. La escuela no quedaba mucho hasta la casa del mayor así que podían ir caminando perfectamente.

 

-Así que juegas el martes, ¿estás preparado?

 

-He entrenado toda la semana –sonrió sintiéndose orgulloso. –Estoy ansioso. ¿Irás, cierto?

 

-¿Y ser parte de tu club de admiradoras? Olvídalo –el menor se echó a reír.

 

-Rompes mi corazón, Tae. Yo fui a verte cuando tenías que recoger la basura.

 

-¡Ese era un castigo! –Se quejó. –No sé ni para qué fuiste. Sólo a burlarte.

 

-¡Estuve recogiendo basura contigo toda la tarde!

 

-No te lo pedí –ambos se rieron. –Iré al partido, tonto. No me los pierdo.

 

-Tendrás que llevar un pancarta gigante con mi nombre.

 

-¿Y gritar cuando toques la pelota?

 

-Claro.

 

-Si ganas te invito la comida luego.

 

-Hecho –se dieron la mano para cerrar el trato. Entonces giraron y Rui sacó las llaves de su casa de su pantalón.

 

Abrió la puerta de su casa y entraron tranquilamente. A Tae Hee le encantaba ir a su casa, era grande y bonita. La de él era más grande y también muy ordenada, pero no podía tocar nada casi, porque su padre tenía muchos muebles, y sillas, y cuadros y si algo luego no estaba en su lugar o tenía alguna mancha era un problema gigante. Era castigo asegurado. Pero la casa de Rui era más tranquila, no tenía que preocuparse por no tocar nada. Además que no tenía a alguien diciéndole: “¿hiciste tu habitación?” “¿Hiciste tus tareas?” “¿Has estudiado?”. A Rui también le pasaba lo mismo, siempre prefería ir a la casa de Tae porque no tenía a nadie dándole tareas que hacer.

 

-¿Tío Daesung?

 

-En el trabajo, ya sabes, un cantante tiene sus agendas llenas. Mamá está en la oficina.

 

-¿Y Hae Ra?

 

-En la escuela, sale en unas horas –su hermana tenía 7, estaba en segundo de primeria. ¿Quieres comer algo?

 

-No, ya comí demasiado a la hora de almuerzo –dijo tocándose el estómago y caminando directamente por las escaleras.

 

Rui le miró riéndose. Tae Hee pasaba como si fuera su casa, y eso le agradaba, ya que no tenía que indicarle nada. Cuando subió tras él y entró a su habitación lo encontró encendiendo la consola.

 

-Ni lo pienses.

 

-Ay, no seas odioso, Rui.

 

-¡Tienes que hacer tus deberes de matemáticas! –Apagó la consola de nuevo. –Además, deberías tenerme un poco de respeto.

 

-Lo siento, Hyung –rodó los ojos y sacó su cuaderno de manera aburrida.

 

Tae Hee se sentó en el escritorio con su cuaderno y los lápices. El mayor no tardó en llegar a su lado y comenzar a explicarle todo. Le gustaba explicarle, porque le gustaba ser el centro de la atención del menor. Sentir que le miraba y escuchaba todo lo que le decía de manera atenta, no había nadie más a quien mirar, sólo a él.

 

El menor intentó hacer los ejercicios y de vez en cuando simplemente refunfuñaba y dejaba el lápiz encima, y ahí iba a de nuevo Rui a explicarle todo desde 0. Podría estarle explicando el día entero el mismo punto y no le importaría con tan de tener más tiempo con él. Para Rui, nunca era demasiado el tiempo que pasaba al lado de él.

 

-Basta, me rindo.

 

Dejó todo encima y se cruzó de brazos.

 

-¿Quieres que te lo explique de nuevo?

 

-No, de verdad no consigo tenerlo.

 

-Por Dios, Tae.

 

Rui tomó el lápiz y comenzó a resolver los problemas tranquilamente. El menor le miró fijamente todo ese tiempo, atento a la forma en que movía el lápiz. El mayor por su parte sabía que lo estaba mirando y no evitaba sonreír ante aquello.

 

-No tienes por qué hacer mi tarea…

 

-Si la haces tendrás un punto en el examen.

 

-Aún así…

 

-Shh –le miró fijamente y luego le sonrió. -¿Te han dicho que hablas demasiado?

 

Tae Hee hizo un puchero y luego acarició el cabello del mayor de manera cariñosa.

 

Rui dejó de mover el lápiz y inspiró profundo sintiendo los dedos delgados enredarse en su cabello y luego sonrió levemente y volvió su vista al cuaderno para terminar el último ejercicio.

 

-Ya está –dijo cerrando el cuaderno. –Al menor tendrás un punto, ¿no?

 

-¿Te he dicho que eres el mejor?

 

-La verdad no –negó divertido.

 

-¡Mientes!

 

-¡Entonces para qué preguntas!

 

-Tonto –se rió y le entonces le regaló un abrazo.

 

Rui se quedó estático y luego de unos segundos respondió el abrazó y acarició su espalda mientras inspiraba el aroma de su perfume.

 

-Gracias por tenerme tanta paciencia.

 

-Si no te la tengo yo, ¿entonces quién?

 

-¿Quieres morir?

 

-¡Rui, estoy en casa!

 

Ambos voltearon a la puerta y entonces se pusieron de pie para salir de la habitación.   Bajaron las escaleras relajadamente y entonces sonrieron cuando vieron al padre de Rui en la sala.

 

-¡Eh, papá!

 

-¡Hola tigre! ¿Cómo estás? –Él solía llamarlo de esa manera que según Tae Hee era vergonzosa, pero al mayor le encantaba.

 

-Hola tío, Daesung.

 

-Hay, Tae, ¿cómo estás? –Le saludó en un abrazo. -¿Cómo están tus padres?

 

-Bien, ¿no los ha visto?

 

-Claro, hoy los vi.

 

-¿Y por qué preguntas por ellos, papá?

 

-Pues, es lo que generalmente se pregunta, ¿no? –Los tres se echaron a reír. –Quedé con tus padres para cenar pasado mañana junto con los chicos. Supongo que vas, Rui.

 

-Claro –asintió sin siquiera pensarlo.

 

-Pasas metido en mi casa –el menor le miró divertido.

 

-¿No quieres que vaya más? ¡Si no quieres no voy!

 

-¡Es broma!

 

-Ya, papá iré a dejar a Tae.

 

-Vale, vuelve pronto tu mamá está por llegar. No se queden jugando.

 

-¡Vale!

 

Salieron de la casa tranquilamente, la noche ya caía.

 

-¿Sabes que vivo a dos calles, no?

 

-Sip.

 

-¿Y sabes que me puedo ir solo?

 

-No, es de noche.

 

-No soy una chica.

 

-Nadie ha dicho que lo seas.

 

-¿Entonces por qué me vienes a dejar a casa?

 

-Pues, para que no te pase nada en estas dos calles.

 

El menor se echó a reír. ¿Qué demonios le iba a pasar? Rui simplemente metió las manos a sus bolsillos.

 

-Mañana, entonces.

 

-Mañana, el partido, no lo olvido.

 

-No te quedes dormido.

 

-No me pidas demasiado –Rui se echó a reír. –Además, el partido puede empezar sin mí.

 

-Puede, pero ¿y qué hago yo sin mi amuleto de la suerte?

 

Le miró fijamente, el menor dejó de sonreír y miró hacia el suelo.

 

-¿Desde cuándo soy el amuleto de la suerte?

 

-Desde que te conocí, claramente.

 

-Desde que me conociste sólo aumentaron tus castillos, las travesuras e incluso los regaños.

 

-Y aumentaron las cosas buenas –dijo confiado. –Ha habido más cosas buenas que malas. Además, los campeonatos anteriores los he ganado y has estado ahí, así que eres el amuleto. 

 

Llegaron hasta la casa del menor y este se paró en la entrada.

 

-Sabes, la gente tiene objetos como amuletos.

 

-Y yo te tengo a ti –dijo sin siquiera parpadear.

 

El menor le miró fijamente y luego sonrió.

 

-Vale, pondré el despertador. Para que veas que eres importante me levantaré temprano.

 

La puerta de la casa se abrió y Tae Hee se giró entonces por el susto.

 

-¿Qué hacen en la entrada? Se van a resfriar ahí –su papá le miró atento.

 

-Hola tío, Seung –Rui saludó con una sonrisa.

 

-Hey, enano, ¿cómo andas? Se me hacía raro no verte hoy.

 

-Hemos estado estudiando matemáticas, ¿cierto, Tae?

 

-¿Le has enseñado algo? Ojalá que este año apruebe. Aunque ya hasta perdí las esperanzas.

 

-¡Papá! –El menor se cruzó de brazos.

 

-Podría haber un milagro –Rui se echó a reír.

 

-¿Quién es, cariño?

 

-Tae y Rui.

 

El padre de Ji le hizo espacio a su marido quien les miró y entonces sonrió.

 

-¡Al fin llegas! ¿No sabes para qué es el celular? Para que avises cuando llegues tarde. Qué bueno que Daesung me dice que estás en su casa.

 

-Lo siento, pa’. Lo olvidé.

 

-Como siempre. ¿Cómo estás, Rui?

 

-Bien, tío Ji Yong. Vine a dejarle a su hijo hasta la puerta de su casa.

 

-Gracias, sabes lo despistado que es.

 

-Ni me lo diga –Rui elevó los hombros.

 

-Estoy aquí –dijo rodando los ojos el menor.

 

-Pero entren.

 

-No se preocupe, yo me voy yendo ahora.

 

-Está bien, dile a tu padre que se acuerde que quedó de venir pasado mañana.

 

-Está bien. Nos vemos.

 

Los padres de Tae entraron nuevamente dejando la puerta abierta, entonces el menor se giró y le sonrió.

 

-Nos veremos mañana.

 

-En el estadio.

 

-Sí, sí, en el estadio gritando como loco.

 

-Así me gusta –volvió a acariciar su cabello entonces.

 

-Adiós.

 

-Nos vemos.

 

Entonces esperó a que Tae Hee entrara a su casa para poder irse a la suya. Aquella noche durmió tranquilo.

 

 

 

Para cuando les indicaron que era hora de salir a jugar todavía no veía a Tae. El menor siempre cuando le tocaba jugar le daba un golecito en el hombro y le diría que todo saldría bien, pero ahora no lo había visto. Él solía entrar como si fuera su casa al camarín y darle ánimo, pero esta vez no lo vio.

 

Salió y vio el estadio llenísimo. Algunos compañeros le hacían señas y otras chicas le gritaban cosas a las que no ponía atención. En un extremo vio a Su Ah, Yun y Seung Jo haciéndole señas. Sonrió devolviéndoles el saludo, más no vio a Tae y la sonrisa pronto comenzó a esfumarse.

 

 

Notas finales:

¿Qué creen? Esperaré sus comentarios! Mañana estaré respondiendo los reviews tan lindos porque salgo un poco más temprano. 

Espero que les haya gustado, gracias por leer1 <3


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