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[]+[]+ El camino de un destino. +[]+[] por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Espero subir el capítulo seis pronto, si es posible esta misma semana. Gracias a los que leen y si es de su voluntad regalarme algún review con alguna crítica o sugerencias, sientanse libres de hacerlo, su opinión para mi es importante y me ayuda a mejorar para que sigan disfrutanto de mis humildes historias. Un abrazo.

Capítulo V.    

Damien había aceptado la propuesta de Milo, no porque la idea lo emocionara —se moría de los nervios—, sino más bien porque fue Camus quien había aceptado por él. Sin darle tiempo a refutar algo o escapar de lo que parecía inevitable. Llevaba un par de minutos caminando junto con el griego y estaba seguro que aun podía escuchar la voz de su traicionero amigo francés…

—¡Damien acepta ir contigo, Milo! —había dejado escapar el galo de pronto.

—¡¿Qué!? ¡Camus! —reclamó el italiano sorprendido.

—¿En verdad, Damien? —Milo se encontraba emocionado.

—Y-yo…

—Si, ¿por qué no? Además es una buena forma de matar el tiempo hasta la clase de Julián. Vayan y conversen mientras yo voy al baño. ¡Nos vemos!

Camus había salido prácticamente corriendo al destino que tenía planeado antes de encontrárselos a ellos. Por ello, Milo sonrió con calidez y simpatía al canceriano, logrando que con ese gesto Damien se sonrojara.

—¿Entonces, vamos por ese café?

Damien titubeantemente respondió:

—E-está bien… vamos…

Consideraba que Camus no pudo recurrir a algo mejor para deshacerse de él y de Milo que mandarlos juntos a tomar un café. ¡Pero por qué tenía que ser con el chico que le ocasionó esa llegada tarde! Fue por Milo que se despertó —o más bien Manigoldo lo despertó— después de la hora programada, porque él se encontraba en sus pensamientos antes de dormir y entre sus sueños que le ocasionaban despertar cada hora provocando que se tardara en volver a conciliar el sueño. Estaba tan cansado físicamente y ahora también emocionalmente, las cosas no habían sido como se las había imaginado cuando se despidió de su hermano al salir de casa.

Milo no estaba mejor, el griego estaba interiormente feliz de estar cerca de su amado recuerdo, ahora tan vivo pero los nervios se lo comían vivo. Se moría por decirle muchas cosas, contarle otras tantas pero no lo creía prudente ya que al ver al menor notaba seriedad en su bello rostro, sus azules ojos miraban al frente de modo indescifrable para el más alto, de modo que Milo decidió que ya habría un momento adecuado para hacer y decir pero por ahora no quería hacer sentir incomodo al italiano. La oportunidad que Camus le había dado de estar ahora a su lado no sería desperdiciada. Ahora lo que importaba era que los dos recordaran aquella promesa que surgió fugaz como cometa hace cinco años atrás con el enrejado del viejo instituto como único y mudo testigo.  

Algunos minutos habían pasado desde que se habían alejado del salón de Pandora y ya llegaban a la zona verde del campus de su edificio, ambos se encaminaron hacia una mesa cercana a uno de los muchos cafetines que ahí comercializaban alimentos y bebidas varias.

En el momento en que ambos tomaron asiento, Milo se dirigió a su compañero.

—¿Qué te gustaría tomar?

—Milo, no tienes que esforzarte tanto por mí, yo puedo acompañarte a buscar las bebidas… —Damien había respondido con un sentimiento de pena, Milo era un chico muy caballeroso. Se sentía indefenso ante ese trato y aquello le gustaba, pero también le asustaba.

Milo al escuchar las palabras del de Cáncer, tomó con suavidad la mano derecha de él y le dijo con una voz cargada de dulzura:

—Damien, deseo que te sientas cómodo conmigo, quiero tratarte como tú te lo mereces… —le sonrió con un amor que en sus ojos brilló como dos luceros.

Damien se perdió en la fuerza de ese mirar tan intenso y cálido a la vez. Y un calor inmenso se apoderó del interior de su ser, había olvidado ese sentimiento; el sentir que algo vibra, que salta, que le hace sentirse vivo.

—Milo…

El griego y el italiano no fueron consientes del momento en que se fueron acercando, tanto que hasta podían sentir el aroma de la colonia que cada uno estaba usando.

Milo olía realmente bien, y el aroma de Damien era dulce y discreto pero indiscutiblemente hechizante. La brisa jugueteó con la cabellera del helénico, haciéndole cosquillas al menor en las mejillas y parte descubierta de sus brazos. Estaban tan cerca, deliciosamente cerca… Pero no todo puede ir a prisa, Damien sonrojado hasta la punta del cabello se separó velozmente de Milo, y con una sonrisa nerviosa desvió la mirada.

—G-gracias, Milo… Te lo agradezco en verdad —cerró sus ojos y bajó el rostro aun sonriendo.

Ante el rápido movimiento del peli-corto, Milo reaccionó parpadeando un par de veces extrañado, luego miró a su acompañante con algo de asombro pero pronto recuperó su dulce sonrisa y su mirada volvió a adoptar ese tinte de felicidad y cariño.

—No Damien, gracias a ti por estar aquí conmigo ahora.

Ambos chicos se sonrieron. Death había sido frío y arisco con cualquiera que intentara algo romántico con él, pero con Milo era completamente diferente sentía paz estando con el griego y aunque no lo admitiera abiertamente, sentía mucha alegría.

 

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—Pensé que volverías pronto, amor —reprochó su compañero de mesa.

—Lo siento, cariño. Apenas salí de aquí cuando Milo y Damien me retuvieron.

—¿Ah? —se extrañó— ¿Cómo es eso, donde están esos dos?

—Afuera, los dos llegaron tarde y al verme me pidieron ayuda para poder entrar pero la verdad, es mejor que esperen hasta la clase de Julián. Por eso les dije que fueran a matar el rato a algún lugar, entonces Milo le dijo a Damien que si le aceptaba un café en el campus.

—¿Y Death aceptó? —se sorprendió.

Camus sonrió con algo de malicia.

—No fue por voluntad propia, se puede decir que le di un pequeño empujón a él y a Milo. Aunque creo que cuando Damien me vea va a matarme, pero vale la pena —rió levemente.

—Camus, te amo pero tus intenciones suicidas me asustan.

—Todo es por la felicidad de mis amigos, Saga, y deseo en el alma que puedan sentir esto tan maravilloso que sentimos tú y yo.

—Lo harán, mi vida, ya verás que si… —Saga dejó un beso tierno sobre la frente del galo, pronto los dos jóvenes se enfocaron en las clases de la docente alemana, tomados de la mano.

 

 

♋♏♋♏♋♏

 

 

Death y Milo tomaban una malteada de café con chocolate mientras conversaban como tanto tiempo habían esperado con hacerlo.

—Supe que te habías marchado de Grecia.

—Si, en ese momento no sabía que más hacer así que simplemente salí huyendo… fui un cobarde al irme así en lugar de enfrentar mis problemas.

—No Damien, en realidad fuiste más valiente que cualquiera. Porque otro en tu lugar habría hecho un escandalo y eso hubiera sido peor.

—¿En verdad lo crees así, Milo?

—Estoy seguro… Dime, ¿cómo te fue mientras estuviste en Italia? Apuesto a que es un país hermoso —sonrió.

—Lo es, espero alguna vez mostrártelo y llevarte a mi lugar favorito.

—Eso sería estupendo.

Death sonrió complacido.

—Sabes, terminé el bachillerato con buenas calificaciones.

—Te creo, por ello somos compañeros, te aceptaron aunque el ciclo ya había comenzado, eres un joven admirable.

El italiano agrandó sus ojos ante el cumplido de Milo, sintió sus pómulos calentarse. Estaba seguro de que se había sonrojado nuevamente, esa mañana le estaba sucediendo con demasiada frecuencia.

—Gracias por creer en mí, Milo. Nunca perdí la esperanza de verte de nuevo…

Ahora el sorprendido era el peli-largo.

—¿En verdad querías volver a verme?

El más joven asintió.

—Si… aunque fuera por poco tiempo, tu presencia significó mucho para mi en aquel momento de crisis. Si no hubieras estado no sé que habría hecho presa del dolor de ser traicionado.

—Me alegra haber estado ahí, me alegra haberte conocido, Damien —Milo tomó la mano del otro y con delicadeza la besó. Death sonrió con gratitud, sin duda ese escorpión se había quedado con su corazón desde que se había ido.

 

 

♋♏♋♏♋♏

 

 

En otra área de la universidad se podía encontrar a Kanon perdido mirando hacia el exterior de la ventana que se encontraba a centímetros de distancia, las largas y elegantes falanges de la mano derecha jugueteaban con el lápiz amarillo #2 que hasta hace poco hacía vagas anotaciones de la clase de contabilidad. Su cuerpo parecía estar ahí junto con los demás estudiantes pero su mente estaba en un punto en el pasado, en un momento justo en el que él no midió las consecuencias de sus actos y palabras.

Recordaba el momento en que había conocido a Death y a Aioria, sobre todo al segundo, ese tipo al que sólo le había atraído por su apariencia física, muy por el contrario de Death quien lo había querido por su manera de ser y sus sentimientos.

Ese día fue el primer día de clases hace siete años en el instituto donde todo había pasado, a pesar de ser dos años mayor se había inscrito en el primer año técnico, Saga estaba en el segundo y él hubiera sido compañero de su hermano de no ser porque tenía que hacer el primer año antes. Kanon un año atrás había tenido que salir de Grecia junto con su madre por cuestiones del trabajo de ella y él se había ofrecido a hacerle compañía al su padre estar ocupado y Saga estudiando, alegando que al volver retomaría sus estudios y así fue pero Kanon estaba un año debajo de lo que debía.

Entonces el destino los juntó, al entrar al aula y colocarse frente a los demás alumnos sus esmeraldas se enfocaron en un par de verdes jades al frente que lo miraban embelesados. Era un chico en verdad atractivo y con un aire leonino muy atrayente que Kanon no pudo ignorar. Al lado de ese joven que había tomado su atención estaba otro mirándole con indiferencia y hasta aburrimiento. Era Damien, tenía unos hermosos ojos azul metálico y rebeldes cabellos añil, era muy lindo, en verdad que si y de hecho lo que más había notado Kanon de ese chico habían sido sus labios de apariencia carnosa, suave y dulce. Pero a diferencia del de ojos jade, el de ojos azules no tenía esa esencia salvaje y retadora, éste era más bien inocente y distante…

El gemelo menor se había adaptado muy bien al grupo y se había hecho amigo de muchos jóvenes de esa sección, entre ellos de Aioria y Damien a quien no solía hablarle mucho al principio hasta después de tener que hacer un trabajo juntos en la casa del pequeño italiano.

Y Kanon se había perdido de todo presente para viajar a esa pasado…

El timbre de la puerta había sonado, alejó su mano con calma de aquel interruptor y esperó a que la puerta se abriera. Miró el reloj de pulsera que le acompañaba en la mano izquierda apenas las 2:15pm, suspiró. El sonido de unos pasos al interior de la casa lo alertaron y la manija moviéndose no le dejó duda de que sería atendido, la puerta se abrió dejándole ver unos ojos de intenso azul y una maraña de cabellos del mismo color.

—Hola, Damien me alegra haber podido dar con tu casa —había dicho como saludo.

—Te dije que no estaba tan lejos, además no es complicado encontrarla —respondió abriendo del todo la puerta para invitarle a pasar.

—Comprendo… es una muy bella edificación.

Kanon ingresó a la casa, justo después el residente cerró la puerta.

—Tú no eres de hablar mucho, ¿verdad? —Kanon preguntó sin mucha importancia, Damien se encogió de hombros.

—En realidad no es que yo hable poco, es más bien lo que signifiques tú para mi…

—¿No me digas que sólo le hablas a tus amigos? Es un poco egoísta si lo piensas bien.

—Quizá, pero ya habrás notado que no soy Aioria para hablar con todo el mundo, no cuento con la misma facilidad que él para hablarle a las personas.

—¿Por qué…?

Damien se volteó y con sus intensos ojos azules puestos en él le respondió:

—Porque Aioria solamente habla con personas que posean un buen físico, ha sido así desde el segundo año de haberlo conocido. En cambio, yo prefiero entablar conversaciones y amistad con personas de buen corazón y cerebro trabajador…

—Buen corazón y cerebro trabajador… —susurró sin darse cuenta que alguien lo escuchaba de cerca.

—Sobre todo lo segundo, señor Géminis…

Kanon al escuchar esa voz se sobresaltó volviendo a la realidad de donde estaba, y ahí frente a él se encontraba el catedrático Abel con cara de pocos amigos, el gemelo sudó frío.

—Yo… yo lo siento, señor Abel…

—Oh no se disculpe, últimamente usted señor está muy distraído. Le aconsejo que ponga más atención en mi clase o de lo contrario dejará contabilidad este ciclo.

Sin más que agregar el hombre de cabellos azules volvió a su escritorio para dar los últimos apuntes a sus estudiantes, la clase terminaba y él estuvo perdido en sus recuerdos casi las dos horas.

La campana gentil del edificio se dejó escuchar anunciando que ya las dos primeras horas habían terminado. Los estudiantes de economía recogían presurosos sus cosas para salir de esa aula, el catedrático acababa de salir y el salón comenzaba a vaciarse. Mientras Kanon terminaba de cerrar su mochila, su amigo se acercó a él para saber que había pasado antes de que terminara la clase.

—Kanon.

El nombrado se volteó con una expresión de cansancio en el rostro.

—Shaka… —suspiró.

—¿Qué ocurrió, por qué el señor Abel vino a reñirte?

—Me perdí en mis pensamientos y no me di cuenta en qué momento se acercó…

—Kanon no puedes estar distrayéndote en su clase, mira… —Shaka abrió su mochila de donde extrajo uno de sus cuadernos— ten ahí está la clase de hoy, cópiala y estúdiala porque lo de hoy saldrá en el parcial de la otra semana. Si no comprendes algo dímelo y te lo explicaré.

Kanon volvió a suspirar en lo que tomaba el cuaderno de las manos del rubio.

—Te lo agradezco, Shaka.

—Alégrate amigo, ven vamos a buscar a Mu para ir a comer algo, ya nos a de estar esperando.

—Está bien, vamos a buscar a tu novio.

Los dos salieron del aula para ir al edificio de leyes a donde el ariano tomaba sus clases de ciencias jurídicas.

 

 

 

Notas finales:

Nos leemos muy pronto, bellezas. Sigan bellos ;)


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