-¿Qué haremos hoy, Jave?- pregunto un niño de 12 años intentando contener su notable entusiasmo, al chico unos años mayor que él. En su mirada además de alegría y emoción, se notaba un brillo poco común en los ojos de los niños de su edad: un inocente amor.
-Pues hoy... ¡Te enseñare matemáticas!- el joven castaño no pudo evitar reír al ver la extraña mueca que se había formado en el pequeño azabache, a los pocos segundos contuvo su risa y poniendo una voz exageradamente seria y grave le respondió- ¡Mentira! Hoy jugaremos futbol, he visto que eres muy rápido, serias perfecto como running back-.
-¿Eso qué es?- dijo confuso el niño, volviendo a poner una mueca extraña, haciendo reír nuevamente a Jave, ganándose una mirada fulminante por parte del pequeño- ¡No te rías! Mejor explícame que es-.
-Perdón Zyel, pero eres demasiado adorable- el mayor se puso de rodillas y le robo un pequeño beso al niño, quien sonrió y lo jalo un poco para el también besarle.
-Tú me quieres mucho ¿Verdad?- pregunto el niño, pese a su corta edad, sabía que el amaba mucho a Jave, pero sus inseguridades a veces lo perturbaban un poco, ambos eran hombres, y tenían 7 años de diferencia de edad.
-Te amo, eres la persona más importante de mi vida, pequeño Zyel- afirmo mientras le robaba un pequeño beso otra vez.
-¡JAVE! ¡¿QUÉ DEMONIOS SIGNIFICA ESTO?!- se escucho una voz a sus espaldas. Un escalofrió recorrió el cuerpo de Jave sabiendo de quien era esa voz. Era de su madre.
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-Cariño, ya despierta, el avión esta justo por aterrizar, tenemos que prepararnos para llegar rápido al hotel- exclamo una voz melodiosa mientras movía un poco a Jave.
El mencionado parpadeo varias veces por el repentino cambio de escenario; ya no se encontraba en aquel vecindario con él, no, ahora se encontraba con Danielle, su novia, en el avión que lo llevaría al lugar donde habitaban los recuerdos más hermosos y desagradables que vivió. Negó con la cabeza con una leve sonrisa, no debía de perturbarse por un simple recuerdo, una simple pesadilla.
Pero por una u otra razón, los recuerdos de ese niño venían a su mente. De ese hermoso niño de que había estado enamorado... no, del que estaba enamorado.
Pero jamás lo volvería a ver, y esperaba que así fuera. Su familia no lo aceptaría si supieran que era gay, y que además, había sido un pedófilo prácticamente al estar relacionado sentimentalmente con un niño de apenas 12 años.
Ya no tenía sentido pensar en ello, pronto se casaría y tendría hijos. Tendría que olvidarse de sus sueños de adolescente y pensar como adulto. Aunque esto le implicara olvidarse para siempre de Zyel, y de todos los recuerdos que habían tenido juntos.
-Pronto será nuestra boda Danielle, espero que seamos muy felices juntos… no espero para ser marido y mujer- exclamo tomando su barbilla de su novia y fundiéndose en un beso con ella, imaginándose que su azabache estaba ahí junto a él.