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Noche de Luna por Kuroyami Mirai

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Notas del capitulo:

GOMEN!!!!!! Lo siento mucho en verdad, he estado muy, repito, MUY ocupada y… bueno, son solo excusas, lo siento. Además de que esta parte de la novela apenas la recordaba. Se preguntarán, bueno y por qué no la buscas. Pero es que yo la tenía en mi librero y estaba segura que ahí estaba y... y… recordé que se la presté a una amiga que conocí en Otaku Fest y nunca me la devolvió ¬¬… Por eso tengo que hacerlo de memoria, en verdad lo siento. Me seguiré esforzando para no tardar otra vez, pero es muy difícil. Espero que a pesar de la tardanza puedan disfrutar del capítulo y darme su opinión.

Pasen a leer…

 

 

La tímida luz del sol encontró a un imponente lobo dormido, con un pequeño felino protegido entre sus musculosas patas. Estirándose lentamente, Naruto resintió el dolor en sus músculos por toda la actividad que tuvo con el lobo gruñón la noche anterior. Levantando la cabecita peluda, se encontró a sí mismo envuelto por la presencia de su amante, que aún dormía en su forma animal. La hermosa criatura de pelaje azabache, gritaba a los cuatro vientos sin la necesidad de estar despierto, que ese gatito era suyo. Como si solo su imponencia dijera por sí sola: ¡ES MÍO!

Una profunda tristeza invadió el pequeño corazón del felino, que ahora bajo la luz del nuevo amanecer, podía distinguir en dónde estaban. En menos de un día ya estarían pisando la frontera que dividía las manadas de los gatos y los lobos. Unas pocas horas y todo acabaría como si de un sueño se tratase, uno muy dulce, sin dudas inolvidable.

Quedándose tranquilo, esta vez no refunfuñó cuando el lobo despertó y le lamió desde el lomo hasta la peluda cabecita, metiéndose entre sus puntiagudas orejas bergamota. Recordando que los gatitos valientes no lloraban, se tragó sus propias lágrimas y se mantuvo fuerte, firme ante su propia desgracia. Cerrando los ojos, fingió que aún dormía, robándole tiempo al destino.

El enorme can sabía que su gatito estaba despierto, pero lo dejó ser, entendiendo un poco a qué se debía su apesadumbrado comportamiento. En tan pocos días, se sentía tan conectado al felino como sabía que no lo estaría con nadie más. Sin dejar de lamer el suave pelaje del rubio, comenzó a soñar despierto con lo que podía haber sido.

Si tan solo Naruto fuera un lobo, entonces podría reclamarlo como su pareja, pero siendo de una especie diferente, sería deshonrar su lugar como hijo del Alfa. Si reclamaba al gatito como su pareja, estaba seguro que no podrían tener hijos y eso sería el mayor deshonor para su prestigiosa familia. Además de que – estaba completamente seguro – Naruto terminaría sufriendo por esto. Si en verdad lo amaba, debía dejarlo libre, para que encontrara a su verdadera pareja destinada y fuese feliz al lado de los de su propia especie.

Permaneciendo en su forma animal, caminaron uno junto al otro el resto del camino, ya que sería muy incómodo en sus formas humanas al no tener nada que decirse. Sasuke cazó dos ardillas y un par de conejos para que su minino se alimentara. Era increíble como un cuerpo tan pequeño podía comer tanto sin ponerse redondo como una pelota. Luego del prolongado desayuno, volvieron al camino que los llevaría de vuelta a sus hogares.

Cruzaron un pequeño riachuelo donde bebieron agua, el día era muy caluroso y aún bajo la sombra de los árboles, el sol les golpeaba bruscamente en la piel. Alzando la nariz al viento, el lobo comenzó a olfatear, buscando las marcas de olor que advertían los límites de los territorios de las manadas. No estaban muy lejos de su destino.

Con cada paso que daban, el corazón de Naruto se sentía más pesado, las orejas estaban gachas y la siempre vivaz colita, ahora estaba hacia abajo, tiesa y alicaída. Los olores que le alertaban sobre su hogar, estaban cada vez más cerca, comunicándose con su nariz para obligarlo a agachar la cabeza con un notable desánimo.

Justo cuando llegaron a un arenisco cruce donde los caminos se separaban, el siempre impulsivo rubio tomó una decisión. Muchos cambia-formas vivían años enteros buscando lo que él había encontrado entre los brazos de ese lobo altanero, no lo perdería. Evocando su piel humana, se irguió en sus dos piernas con la decisión reflejada en las cerúleas pupilas. La luz del sol acariciaba su desnudez en un estampado de hojas, sus cejas unidas en una oda de resurrección, desafiaron al lobo frente suyo.

Sasuke se levantó en su forma humana, el cuerpo flexible y musculoso del moreno se hizo imponente dentro de su tersa y pálida piel; mechones de cabello bruno cayeron a los lados de sus mejillas y delante de sus ojos plateados, haciéndolo ver más severo que de costumbre.

-Aquí es donde nos separamos- Sasuke fue el primero en hablar, apretando los puños para obligarse a sí mismo a no arrepentirse de su propia decisión. Su rostro no mostraba nada, era un espejo impertérrito lleno de matices turbios que Naruto no pudo identificar- regresaremos a la rutina. Yo trato de morderte y tú me arañas- trató bromear, fallando miserablemente; aunque la voz sonaba firme, el brillo acuoso de sus ojos desmentían sus palabras.

-No tiene por qué ser de ese modo- Naruto dio un paso al frente, extendiéndole al lobo una mano segura- podemos luchar. Si me lo pides, yo me iría contigo… a dónde quieras- su voz salió quebrada con la última línea, su resolución tambaleando ante la duda reflejada en la mirada de Sasuke.

Por lo que dura un latido, Sasuke dudó, incluso estiró su mano, pero justo antes de que los dedos se tocaran, sacudió la cabeza, recuperando su sentido común- No. Es imposible- habló fuerte, su voz más dura y gruesa, gruñéndose a sí mismo por flaquear. Dio un paso atrás con los puños apretados. Sabiendo que sus palabras serían hirientes, las escogió antes de darle falsas esperanzas al áureo minino- Regresa con los tuyos, Naruto.

Naruto negó en ademán, erráticamente meneó la cabeza, rehusándose a escuchar las escusas que Sasuke le daría. Aun así, el moreno continuó hablando.

-La noche de luna fue maravillosa, la recordaré por el resto de mi vida como una de mis mejores folladas… Pero hay cosas que están destinadas a no pasar de una simple noche.

Las palabras dieron justo en el blanco, solo que el impacto del golpe fue mucho mayor que el que Sasuke calculó en un comienzo. Se había imaginado que el gatito le gritaría, lo enviaría a la mierda por el camino más amplio, o tal vez, hasta le diera unos buenos arañazos; estaba dispuesto a pagar ese precio…, pero nada lo había preparado para la mirada rota que vio reflejada en esos dulces ojos añiles. Ahora podía afirmar que había visto el momento justo en que un corazón se rompía en pedazos.

Tratando de mitigar el daño hecho, Sasuke hizo el intento de tomar la mano de Naruto, de decirle algo… cualquier cosa para que la luz juguetona en los cerúleos ojos volviera a su lugar, pero era demasiado tarde.

El joven felino llamó a su forma animal, corriendo como si el mismo Lucifer lo persiguiera, se dirigió a su casa sin decir nada. Allí, tal vez podría encontrar consuelo en el regazo de su madre, o con las discusiones que tenía con sus hermanos, incluso los reñidos de su padre estaban bien. Cualquier cosa con tal de olvidar esas duras palabras y volver a la realidad a la cual pertenecía.

 

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Tres semanas después…

 

-¡Mamá!- se escuchó la voz de una fémina en la residencia de los felinos- ¿dónde mierda se metió Naruto?

-¡Naruko!- regañó Kushina desde la cocina, alzando un cucharón al aire con molestia- ¿cuántas veces te he dicho que cuides tu lengua?

-Lo haré después de que encuentre a mi hermano. Ese gato cabeza hueca se ha vuelto a esconder- se quejó la rubia de largas coletas a los lados de la cabeza mientras arrastraba una caja por el corredor.

Una mujer pelirroja salió de la cocina y se paró frente a la gatita con los brazos cruzados. Resoplando, se acomodó un mechón pelirrojo que se le había escapado de detrás de la oreja para después encogerse de hombros cansinamente- déjalo solo- suspiró, disculpando a su retoño con una voz dulce- tú sabes tan bien como yo que desde que regresó de su accidente en el río… no ha sido el mismo.

La chica resopló, rodando los ojos, no se molestó en ocultar que ya estaba harta de todo ese teatro- Mira madre- empujó un poco la caja en el porche y se irguió con los brazos en jarra, mandando una mirada de reproche a la felina mayor- sabes muy bien que él está así por culpa de nuestro padre. Lo tiene vuelto loco al pobre con toda esa cantaleta de la llegada del Alfa de los coyotes.

Kushina se dejó caer en una de las sillas de la habitación, los pliegues de su falda de algodón se mecían por la brisa vespertina que movía las ramas de los árboles cercanos- Ya hablé con tu hermano- se encogió de hombros, sintiéndose más vieja de repente. Kushina confiaba en su única hija para que la ayudase a cuidar de sus otros dos revoltosos, por eso siempre hablaban de todo- por más que le suplico porque me diga, que me cuente lo que le pasa, se encierra en sí mismo y me rehúye. Ciertamente… estoy preocupada.

Naruko dejó su ceño fruncido, cambiando su expresión a una más preocupada- ¿crees que durante la luna llena algún macho lo encontró y lo lastimó?- no pudo evitar hacer la pregunta, un escalofrío le recorrió la espalda de solo imaginarlo. Sentándose en el suelo con las piernas cruzadas, estudió las angustiadas facciones de su madre- piensas igual que yo- no había sido una pregunta.

Kushina llevó una mano a su frente, acariciando con la punta de sus dedos para mitigar el dolor de cabeza- eso fue lo primero que le pregunté. Pero él simplemente lo negó- su otra mano viajo hacia el pecho, apretando en un puño su blusa de cachemira- me dijo que nadie lo obligó a hacer nada que no quisiera.

Naruko se puso de pie, abrazando a su madre para consolarla- no me gusta esto- refunfuñó con molestia, jugando un poco con el botón de su camisa de seda blanca para distraer su enojo- ¿sabes? Desde que llegó, se pasa todas las noches sentado en el techo del establo, escuchando en la lejanía a los lobos aullarle a la luna- enterró la cara en el hombro de la pelirroja, esforzándose por verse fuerte- está sufriendo, madre… y no quiere que nadie lo ayude.

Kushina correspondió el abrazo, sintiendo que su pequeña lo necesitaba mucho más que ella. Sabía que Naruko adoraba a su hermano gemelo, que se preocupaba por él y lo necesitaba a su lado. Pero Naruto se rehusaba a acercarse, distanciándose por su cuenta de todo y de todos. Nadie sabía lo que le pasaba, pero Kushina estaba segura de algo. Naruto se hundía en un mar de desesperanza día a día y eso tenía alertados a todos los miembros de la familia Alfa de los gatos monteses.

 

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Naruto estaba escondido en su forma animal, acostado sobre la rama de un manzano cerca de dónde su madre y su hermana cuchicheaban sobre su miserable vida. Estar en ese sitio tan alto, le recordaba a la primera vez que había visto al pulgoso altanero. Sacando las garras, rasguñó a la pobre rama hasta que sació toda esa furia que tenía, una cólera resguardada contra el chucho idiota que le había roto el corazón. Solo imaginarse de como estaría riendo en esos momentos, burlándose del ingenuo gatito que le había dado el culo para que se desfogara en la luna llena, era suficiente para que quisiera degollarlo vivo.

Estaba harto de ese agudo dolor en su pecho, mordiendo su legua, evitó que su parte felina perdiera el control y comenzara a maullar como alma en pena, reclamando a su pareja. Algunos días después de la separación, descubrió que se había enlazado con el jodido pulgoso; ya no podía aparearse con ningún otro, porque – aunque no lo deseara – su cuerpo le pertenecía al macho que lo había reclamado durante su primera vez. Cuando uno de sus amigos quiso besarlo – más por juego que por otra cosa –, tuvo que correr al baño para devolver todo su desayuno. Si antes conservaba alguna esperanza de reponerse, pues ese día la había perdido. No lo quería, pero su cuerpo ya no podía asimilar la cercanía de otro macho.

Vigilando a las mujeres desde su escondite en el árbol, las vio entrar a la casa; ese era su momento para bajar y escabullirse sin ser visto. El cielo estaba azul, algunas nubes viajaban perezosamente; era casi divertido observar como la vida seguía su curso, las estaciones llegarían y se irían, en fin, todo continuaría con su flujo natural y él parecía ser el único que se encontraba congelado, observando desde la orilla del camino como todo continuaba avanzando.

Sin que nadie lo notara, le dio una vuelta a la casa y, sin hacer ni un ruido, se metió en su habitación. Cuando se era el menor de una familia de tres hijos, podías tener ventajas en cuanto a cuidados pasados desapercibidos.

No deseaba estar con nadie. Naruko no paraba de hacerle preguntas que no estaba dispuesto a responder, Menma – al no saber cómo proceder con él – lo ignoraba lo mejor que podía. Pero, definitivamente, lo que más le dolía era ver la mirada quebrada de su madre y el silencio de su padre. Desde que se opuso rotundamente a conocer al joven líder de la manada vecina, las cosas se habían vuelto bastante tensas.

Levantando la cabecita peluda, olfateó el aire estancado de su habitación, no había otro olor que no fuera el suyo y el de su hermana, ya que había estado entrando con frecuencia para visitarlo. Era la única que persistía en hablarle, puesto que el resto de la familia siempre estaba ocupada con la remodelación de la sala de estar, preparándose para la visita que llegaría en la próxima luna llena, su prometido.

Tendría que estar muerto si iba a permitir que otro hijo de puta le pusiera una pata encima o le metiera cualquier cosa en el culo. El amor dolía demasiado como para arriesgarse dos veces. Si las cosas no habían funcionado con Sasuke, ¿qué podía esperar de alguien más, un completo desconocido? Con el primero y el último que sería un gatito sumiso, sería con el lobo ingrato. Después de eso, no se lo pondría fácil a nadie.

Seguro de no ser visto, saltó por la ventana hacia una rama cercana. Deslizándose por el tronco con un ennoblecido sigilo, cayó en sus cuatro patas en la huerta que tenía su madre en el patio trasero de la casa. Corrió lo más rápido que pudo, cruzando la cerca de madera blanca de un salto para meterse en el bosque. Una vez lejos, suspiró lánguidamente, aspirando todo el aire que pudo para relajarse. Buscaría un tranquilo lugar para descansar y dormiría algunas horas para relajar su sobrecargada mente.

Caminando despacio en sus cuatro patitas, Naruto encontró el escondite que había perfeccionado para sus fugas improvisadas. Desde que regresó de su “accidente en el río”, ya no se sentía cómodo rodeado de tanta gente en su casa, era como no ser parte de nada; esa conclusión le daban tantas ganas de llorar como las últimas palabras del lobo ingrato.

La entrada a la cámara bajo el angosto árbol, era estrecha en el primer metro, pero una vez que lograba pasarlo, ésta se volvía más amplia, pasando a ser una pequeña cueva de tres metros de alto y cuatro de largo. Poco a poco había logrado sacar algunas cosas de casa sin que nadie lo notase, algunas mantas viejas, pero abrigadoras, que había encontrado en el ático, una almohada extra que tenía en el armario y demás cosas por el estilo que volvían la angostilla un lugar más acogedor.

Regresando a su forma humana, se acurrucó entre las mantas que ahora formaban su cómoda cama sobre el suelo de piedra. Colocando una almohada bajo su cabeza y agarrando otra para abrazar, quedó profundamente dormido.

Por lo general dormía bastante durante el día, al igual que sus familiares. Eso era algo así como la segunda regla para ser un gato. Ese comportamiento perezoso lo perseguía siempre. Pero en los últimos días, se había sentido tan deprimido por el abandono de su pareja, que ni siquiera quería abrir los ojos, solo deseaba dormir, dormir y seguir durmiendo.

Al despertar, notó que el sol había perdido un poco de su gobierno sobre el bosque. La dorada luz ahora era débil y un poco rojiza. Debían ser alrededor de las seis de la tarde. Sin poder evitarlo, sus instintos felinos tomaron el control, irguiéndose en sus cuatro patitas, comenzó a maullar a todo pulmón, allí, solo en la oscuridad, podía permitirse esas demostraciones de dolor.

Naruto estaba harto, cansado de esperar por algo que nunca llegaría. Cada día y cada noche, tenía que luchar contra su instinto felino que aruñaba por ir en busca de Sasuke y exigirle que asumiera la responsabilidad sin importarle si estaba de acuerdo o no. La parte animal no podía entender que el macho con el que se había apareado, ahora no quería ningún compromiso con un tonto que había confundido una simple follada con el amor.

Después de una descontrolada lucha interna, Naruto logró detener los maullidos de su lado felino, sentándose en el suelo, abrazó sus rodillas desnudas con fuerza. Respirando con dificultad, trató de dominar sus impulsos. Ya no sabía cuánto tiempo más podía retenerse antes de salir corriendo en busca del pulgoso malagradecido y hacer una estupidez como rogarle por otra oportunidad.

Apartando un mechón dorado que le había caído sobre los ojos, recordó que ya debía hacerse un corte de cabello, lo tenía largo hasta rosarle los hombros, pero ni de eso sentía ganas. Estaba convencido de que su vida se había vuelto una mierda y que la aventura que tuvo con el lobo, le traería consecuencias mayores que un simple corazón roto.

 

Decidido a seguir arrastrando su existencia hasta que en algún momento las cosas mejoraran, Naruto invocó a su forma animal para pasar de un modo más cómodo por la estrecha entrada de la cueva. Al salir, la luz del sol se había extinguido hasta ser solo una pequeña fogata en el horizonte. Su padre debía estar furioso con él, la regla de cenar todos juntos en el comedor de la casa era sagrada, a no ser que algo sumamente grave debiera ser atendido en la manada.

 

Evadiendo entrar por la puerta principal, subió por uno de los árboles que flanqueaban la casa familiar, con mucho cuidado se balanceó por la rama que estratégicamente quedaba muy cerca de la ventana de su habitación, la que tenía especial cuidado de dejar siempre abierta. Después de una ducha rápida se puso un viejo pantalón vaquero y una camiseta gris que había visto mejores días, sin preocuparse por mirarse en el espejo salió al pasillo.

 

-¡Valla! Te dignas a aparecer por fin- la voz de Naruko se escuchó desde sus espaldas, llena de reproche y molestia- creí que te tragó un buitre, hermanito.

 

El joven gato se dio la vuelta, su hermana estaba allí de pie en medio del pasillo, con las manos en jarra apoyadas en sus caderas. Si el tono de voz no había dejado suficientemente claro su molestia, las cejas que se encontraban justo en medio de su frente, daba algunas pistas de ello.

 

-Al menos no te estorbo- se encogió de hombros con indiferencia- no entiendo tu insistencia de tenerme siempre a tu alrededor como si aún fuésemos cachorros. Te recuerdo que ya he pasado mi segunda luna llena.

 

Para la total sorpresa de Naruto, su hermana se acercó y lo rodeó con sus finos brazos, obligándolo a descansar la cabeza en su frágil hombro femenino- Dime qué es lo que te pasa- casi sollozó, tratando por todos los medios de verse fuerte, acariciando con dulzura la rubia cabeza de su gemelo- Acaso…- tomó una pausa, aspirando aire y paciencia- ¿que estés así tiene que ver con que volvieras de tu accidente apestando a lobo?- Naruko apretó más el abrazo, olfateando el hombro de su hermano- de hecho… aún hueles a perro.

 

Naruto se apartó de golpe, dando un par de pasos atrás para resguardarse.- Ye he repetido mil veces lo que pasó- gritó, perdiendo los estribos rápidamente- caí al río, un maldito lobo trató de sacarme y ambos caímos por la cascada, viajamos de nuevo hasta aquí… No hay misterio en ello. Si pasas tantos días durmiendo junto a alguien en pequeñas madrigueras, es obvio que su olor se te pegará.

 

La hermosa rubia de coletas, tan refinada como esas costosas muñecas de porcelana de colección, ahora lo miraba con los redondos ojos brillantes por las lágrimas retenidas- no me mientas- rogó despacio, tratando de no sollozar allí mismo- puedes mentirle a mamá y a papá, incluso al idiota de Menma. Pero a mí no.- Se llevó un puño a la cara para retirar un par de lágrimas- te conozco mejor que nadie, somos gemelos- dio un paso al frente, tocando la frente de Naruto con la punta de su dedo.- Algo pasa dentro de esta cabecita. Dime qué es.

 

Sabiendo que los gritos podrían alertar a los alfas de la manada – sus padres – que estaban sentados en la planta de abajo, tal vez esperándolos para empezar a comer junto con su hermano mayor, Naruto decidió hacer una especie de negociación con su melliza- no me pasa nada- recalcó con el ceño fruncido, bajando un poco su tono de voz- es solo que papá sigue con ese capricho de querer emparejarme con un desconocido. Me siento como un toro premiado al que hay que sacarle crías.

 

La risa sin humor de la felina de coletas puso de los nervios a Naruto, pero antes de que pudiese protestar por algo, la mano fina de la chica se levantó, exigiéndole silencio- ¿Es que no te has visto en el espejo?- insistió, tratando sin descanso de hacer entrar en razón al chico- Tienes ojeras, has perdido peso, apenas comes… y lo que es peor- su labio inferior tembló cuando confesó- te he escuchado maullar en la noche de una forma tan triste que me parte el corazón- le puso una mano en cada hombro y presionó, exigiendo una respuesta clara- te lo pregunto de nuevo, hermanito. ¿Qué demonios te pasa?

 

-¿Encontraste a tu hermano?- se escuchó la voz de Kushina desde la parte baja de las escaleras.

 

-Sí, enseguida bajamos- respondió la rubia sin dejar de mirar a los ojos azules. Cambiado su mirada cárdena a una de completa seriedad, agregó- Eres mi hermano y te amo. No te voy a perder sin luchar… Quiero que esté de vuelta.- hipó un poco- Mi alocado gemelo que siempre corría conmigo por el pueblo, ese que se unía a mis travesuras para enfadar a Menma y dejarlo en ridículo frente a sus ligues. Ese que se burlaba hasta de las piedras y bebía chocolate caliente conmigo todas las noches.- Lo sacudió de los hombros- Regrésame a mi hermano, ¡ahora!- finalmente… Naruko lloró.

 

Lo último había sido un preciso disparo que derribó la barrera impenetrable que Naruto construyó, esa que retenía todo el dolor que intentó disimular desde que volvió con su familia- Me despreció…- quebrado, Naruto se dejó caer sobre la alfombra del pasillo- me tomó a su antojo y después dijo que solo era manera efectiva de sacarse la calentura que le provocó la luna- cubriéndose el rostro con las manos, escondió su llanto para no sentirse tan vulnerable- …Yo hubiese huido con él si me lo hubiese pedido…

 

 

 

Continuará…

Notas finales:

Y aquí termina todo… no se asusten, hablo del capítulo ¬¬… A esta historia aún le queda para rato, advierto desde ahora. Ojalá les hubiese gustado a pesar de toda esta angustia que se desató de improvisto, pero qué se le va a hacer? La vida no es color rosa ni está llena de fresas y flores. Los contratiempos hacen los hechos y los hechos hacen a las personas. Si no hay dificultades, el amor muere de aburrimiento. (Que profundo de mi parte ¬¬U) Me gustaría saber lo que piensan en sus rews… nos leemos por ahí, tal vez en mi nueva novela n_n Jejeje…

 

PD: Para los lectores que siguen “Siempre a tu lado”. Ya subí el final, por si quieren pasarse por ahí y leerlo.


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