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OUR DECISION (KAISOO) por AnnaKIM

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Notas del fanfic:

Sólo un pequeño fic cuya existencia era necesaria.

Por si no la conocen TELL ME WHAT IS LOVE

Nota: Si veo los suficientes reviwes lo continuo.

Notas del capitulo:

Emmm... Sólo lean ㅠ.ㅠ

 

 

El café estaba caliente.

Aquella estancia sombría y solitaria estaba envuelta en una triste atmósfera que resultaba bastante asfixiante, pero allí estaba, apoyando la espalda en la dura superficie de aquella banca plástica ubicada justo al centro de esa sofocante prisión. El imponente vacío de lugar parecía contemplarlo desde el lado opuesto del cuarto, esperando el momento justo para saltarle encima. Darle el golpe final.

Cómo hubiera deseado que ocurriera.

Sus pulmones luchaban arduamente por llevarle algo de aire a sus células, pero cualquier intento por hacerle correr la sangre y por tanto el oxígeno por las venas pasaba como una proeza de una naturaleza sobrehumana que rebasaba por mucho su capacidad de seguir existiendo, todo quedaba en una patética nada inhóspita como el interior de su ser.

Todo su cuerpo parecía arder espontáneamente al igual que su mundo, aquella horrible sensación seguía aferrándose a su pequeño pecho, mientras este subía y bajaba agitadamente al fatídico ritmo de su moribundo corazón.

Dio un sorbo al recipiente frente a él, frunciendo el ceño al sentir su legua adormecerse por la temperatura y por el sabor amargo de las lágrimas que habían caído dentro.

-¿Pasa algo?- preguntó

-No.- negó con la cabeza y sonrió con tristeza.- Sólo está demasiado caliente.

 

 

***

 

Se levantó muy temprano por la mañana. Aún no sonaba el despertador.

Sus párpados se sentían pesados, había dormido algo en la noche, pero no pudo descansar un segundo. No en ese momento. No esa noche.

Encaminó sus pasos hacía el baño para maquillar las enormes y azuladas ojeras que eran el inevitable resultado de haber dormido, cuando mucho, unas cuatro horas en tres días. Se regaló a sí mismo una sonrisa cansina, al tiempo en que repetía para sus adentros la misma frase, como un mantra.

-Hoy me siento magnífico.

Sin darle demasiado tiempo a su parte racional para responderle que esa afirmación le sentaba como la mierda, apurado como un jodido, salió de la habitación sin preocuparse por despertar a nadie y se dirigió con parsimonia a la cocina.

La luz dorada del sol pareció saludarle con su resplandor alegre, intentando animarle un poco. Él sonrió levemente ante la prosopopeyica idea de que el Sol quisiera verlo sonreír. Ante perspectiva de que a alguien le importaba.

Algo en su interior pareció retorcerse

-Esto se pondrá aún mejor.- susurró.

Sus manos trabajaron mecánicamente, moviéndose confiadamente por toda la estancia, con movimientos escalofriantemente precisos, tan diferente a su ligera torpeza habitual. Colocó la cantidad pertinente de platos sobre la mesa, para después proseguir a preparase un café cargadísimo con la esperanza de que pudiera mantenerle en pie… al menos unas cuantas horas antes de colapsar.

La flama de la hornilla comenzó bailar frente a sus ojos de un lado a otro y una sensación fría de vértigo le invadió repentinamente. Como pudo se aferró a la barra de la cocina y se colocó dos dedos sobre el entrecejo, dándose un suave masaje, esperando que aquello pasara pronto. A los dos minutos el mareo empezó a disminuir, permitiéndole abrir los ojos y enfocar un poco mejor su entorno.

-Despertaste temprano de nuevo.- habló una voz somnolienta desde el marco de la puerta. El otro suspiró y trató de darle una mirada alegre que acabó pareciendo una demacrada expresión de cansancio francamente deprimente.- No te sientas así.- dijo al tiempo en que sobaba dulcemente la zona bajo los ojos del otro chico, quedándose un poco de maquillaje en las yemas.- Esas ojeras se ven muy mal.- le acarició de nuevo.- Necesitas descansar.

-Lo sé.- musitó quedamente.

-Es por eso otra vez ¿Cierto?- inquirió. El otro se apartó y negó con la cabeza como un niño pequeño.

-No digas tonterías, sólo fue una mala noche.- dijo con más firmeza, recuperando repentinamente la fuerza para levantar nuevamente la dura coraza que le apartaba del mundo.

-Hyung~ yo…

-Buenos días.- interrumpió un tercero, ganándose la mirada de ambos chicos. La sala entera respiraba una tensión tan evidente como dolorosa. Los tres perdidos, dos de ellos mirándose fijamente y el tercero mirando al suelo.

Tan incómodo.

-Buenos días.- habló el mayor de todos acabando medianamente con aquella tensión y haciéndose con la atención de los otros dos.- El desayuno está listo.- musitó al tiempo en que se dirigía a paso lento a la barra para tomar su taza de café y arrastrar los pies de vuelta hasta su lugar habitual a la mesa.

-¿Quieres azúcar?- preguntó el recién llegado, tendiéndole el azucarero.

El otro negó suavemente, mientras que el otro chico ponía un par de ramitas de canela dentro de la taza del otro chico, sin preguntarle siquiera si lo deseaba.

-Gracias.- dijo sonriendo levemente.

El tercero los miró confundido.

-El café no le gusta con azúcar, sólo con canela.- respondió el otro como si fuese algo que debería haber sabido.

Y tal vez fuera así.

-Disculpa hyung~- habló el tercero obteniendo difícilmente la atención del mayor.

-¿Sí?- respondió con cansancio, lo cual cohibió un poco al otro chico, pero no lo suficiente para detenerle.

-¿Quisiera saber su tú…

-¡Buenos días retoños!- interrumpió un alegre y pequeño castaño, ganándose la mirada de rencor del chico que antes deseó hablar.

-Buen día Baekkie.- respondió el menor con un ligero entusiasmo.

-¡Qué caras!- exclamó divertido, mientras sus ojos viajaban espontáneamente por cada uno de los rostros de sus compañeros con un aire escrutador, pasándoles la mano frente a los ojos buscando alguna clase de reacción.- Si no responden tendré que hacer que Channie se vuelva ruidoso por todo el departamento para ver si así mínimo reaccionan para decirle que se calle.

-¿Qué yo haga qué?- irrumpió el orejón, sentándose junto al castaño y empezando una conversación completamente distante al tema inicial.

<<Sólo por unos minutos.>> pensó y dio un sorbo a su café.

El resto de los chico aparecieron por la puerta uno a uno, sentándose a la mesa y conversando animadamente unos con otros con deslumbrante alegría. Sanándose unos a otros.

Prontamente empezó a sentirse fuera de lugar, por lo que apuró por su garganta el resto de su café y se apresuró a excusarse de la mesa, dejando su taza y su plato prácticamente lleno sobre la barra, junto al lavavajillas.

-¡Espera hyung~! – dijo el menor, al tiempo en que se rellenaba la boca con todo lo que podía caberle dentro. Tragó ruidosamente- ¿Irás al estudio de la empresa? - preguntó directamente.

El mayor asintió.

-Aún no hemos terminado de escribir la letra del sencillo.- dijo mirándole sólo a él.

-¿Puedo ir?- preguntó infantilmente inflando las mejillas.

<< ¿Y se supone que diga que no?>>

-Tienes quince minutos.- señaló el reloj de pared.- Si tardas un minuto más, no esperaré por ti.- dijo el pelinegro.

El menor asintió y pasó a su lado rápidamente con dirección a su alcoba.

El mayor sonrió sincera y suavemente, antes de desearles a todos un buen día y desaparecer por el pasillo sin prestar atención a la fija mirada que le cosquilleaba en la nuca.

 

 

***

-Ahora córrela de nuevo.- habló el hombre mayor.

El chico de la cabina asintió desde detrás del cristal y dejó correr el audio.

El otro hombre escuchó atentamente la grabación, mientras movía la cabeza aparentando deleitarse con la suavidad y melancolía de la melodía. Repentinamente sus ojos se abrieron en frustración apuró con señas al otro chico para que cortara la reproducción.

-Ese verso no logra encajar.- gruñó algo fastidiado debido a las numerosas veces en que había tenido que reescribir justo esa línea.- ¡Oye!- exclamó, sacando al pequeño chico de su estado de ensimismamiento.

-Si hyung~- susurró el chico.

-Necesito que me ayudes con la letra chico.- dijo frunciendo un poco el ceño.- Mira, sé que estás cansado y que tus horarios son difíciles, pero en serio necesito que me ayudes en esto.- señaló la hoja sobre el escritorio.

El chico bajó la mirada lentamente y asintió con delicadeza.

-Lo siento hyung~, me esforzaré a partir de ahora.- bisbiseó acercándose hasta el escritorio para poder leer lo que ya llevaban escrito.

Sus ojos se cristalizaron un poco y los labios le temblaron, era tan triste… En qué diablos estaba pensando cuando aceptó componer una canción de esa índole.

¿Cómo fue que pensó que podría soportarlo?

Sin más remedio que atenerse a su profesionalidad, el pelinegro borró el verso problemático junto con los dos que le precedían. El mayor lo miró mal.

-¿Qué estás haciendo?- inquirió mientras el más joven garabateaba sobre el papel a gran velocidad.- Oye, contesta.- dijo calmadamente, pero con firmeza.

-Tranquilo hyung~.- dijo el menor, mientras le tendía la hoja con la letra.- Pruebe de este modo.- invitó.

El hombre lo miró con desconfianza, pero el hizo señas al chico de la cabina para que dejara correr la cinta y sin más comenzó a cantar.

  

Heeojil junbiga andwaesso, Wait a minute

Gidarimeun neomu gireunde, Has no limit

Dedab eobsneun neol jakku bulleodo

Meariman dorawa

Aún no estoy listo para que esto termine, espera un minuto

El camino por el que caminábamos mientras esperamos, no tiene límite

Aunque mis llamadas sin respuesta son un simple eco

Vuelve a mí

                                                                                                                                                                                                  

 El hombre volvió a cortar y sonrió con la satisfacción llenándole todo el rostro.

-¡Estupendo! Eso era justo lo que faltaba.- contempló la letra.- Es tan profundo… Suena como si de verdad lo sintieras.

<< Como no tiene una idea. >> pensó, pero se abstuvo de comentarlo en voz alta. Al menos en esa situación, su penosa sentimentalidad tenía un efecto útil de algún modo.

Repentinamente la puerta se vio abierta por un chico del personal de asistencia, quien asomó levemente la cabeza he hizo una seña con la mano, indicándoles que solos le s quedaban algunos minutos.

-¡Oh, qué molesto!- exclamó el hombre mayor.- De cualquier modo la letra está terminada.- sonrió satisfecho.- Vamos desde arriba una vez más y después te enviaré el horario para grabarla.

El más joven asintió y el otro hizo nuevamente una seña al chico detrás del cristal. A los escasos segundos de ello la suave música de la introducción empezó a sonar, mientras el pelinegro sentía que algo se removía dolorosamente sobre su pecho. Tan intenso.

-¿Listo?- preguntó el otro hombre, él sólo asintió.- pues comencemos.

Las melancólicas frases empezaron a cobrar vida a través de su pródiga garganta, proyectándose con una fuerza tan bella como estremecedora. Saliendo del alma.

 

Neoreul ilhodo saranganeun naega neomu siljiman

Eonjenganeun… ilhago baraenda

Oh, tell me what is love

Tell me what is love

Quiero seguir hacia adelante y vivir mi vida

Tarde o temprano voy a desaparecer

Oh, dime ¿Qué es el amor?

Dime ¿Qué es amor?

 

 

Sus dulces ojos se veían cristalizados y casi imperceptiblemente un pequeño temblor se había instalado en la parte de atrás de la garganta, haciéndole la voz temblar.

Aquella interpretación sonaba tan bien, sus sentimientos eran transmitidos a través de cada nota que pronunciaba, helándole los huesos a cualquier ser que pudiese escucharle. Su dolor a cada frase, la fuerza de aquel sentimiento. Apabullante.

El hombre mayor había dejado de cantar hacía poco y ahora sólo se dedicaba a contemplar al pequeño pelinegro mientras cantaba. Era tal su fuerza que incluso él se sentía conmovido por aquellos versos en su preciosa voz.

Cuando la canción terminó, el hombre más pequeño abrió los ojos dejando que una única y solitaria lágrima corriera hasta su mejilla, encontrándose con la incrédula mirada del hombre mayor y del chico joven que era su amigo al otro lado del cristal, ambos mirándolo sin comprender.

-Cuando grabemos interprétala justo como ahora y será un éxito rotundo.- apoyó su pesada palma en la parte de atrás de la espalda del muchacho, reconfortándolo.- Jamás es satisfactorio que te rompan el corazón, pero siempre queda la decisión propia de convalecer de él y olvidarlo o aprender.

El menor lo miró con sus cansados ojos llenos de dudas, sin acabar de comprenderle por completo.

El reloj de muñeca del hombre emitió un pequeño tintineo y este se apresuró a guardarse las partituras para dejar la sala en orden de nuevo.

-Hasta pronto.- asintió hacia ambos muchachos.- Sólo piénsalo chico.- dijo esta vez mirando únicamente al pelinegro. Este asintió una vez más y el mayor se retiró.

<<Sólo quiero hacer que se detenga. >>

-No llores más hyung~- se apresuró el menor a acariciar la suave piel sobre la que aquellas lágrimas hacían estragos. Sin poderlo evitar abrazó a su hyung pequeñito y este se dejó hacer, recargando la cabeza en la clavícula del más alto, sintiéndose un poco mejor al verse rodeado de un poco de comprensión.

Dolía tanto que quemaba.

 

 

***

 

Había dado ya demasiadas vueltas, girado tantas veces en tantas esquinas, pero todo seguía pareciéndole igual de confuso, el panorama permanecía inamovible a su paso.

Aquel claustrofóbico y frío lugar empezaba a cansarle. Se sentía presionado por aquella atmósfera cargada de impotencia y desesperanza, apurado, como si tuviera que correr hacía algo…

No sabía qué, pero no quería… perderlo            

Todo lucía del mismo modo, todas y cada una de las vertientes de ese maldito amasijo de piedras se veía exactamente igual que las anteriores. Tan obscuras y solitarias.

Confusas

¿Cómo sabría cuál era la correcta?

¿Cuál podría llevarlo de vuelta hasta aquel lugar?

Repentinamente llegó a un punto en el que ante sus ojos se abrían un par de caminos, opuestos uno frente al otro.

Se detuvo un momento frente a ambos sin decidir qué hacer, pero después de pensárselo un momento decidió que valdría la pena averiguar, por lo que caminó cercanamente a uno de ellos y se quedó justo a la entrada; de esta salió una brisa fresca y salada como si estuviese cerca del mar, aquella tenía algo que le invitaba a acercarse. Era agradable. Se encaminó al pasillo contario, de este salió a recibirlo uno olor glorioso, como el punto perfecto entre algo dulce y amargo, de este camino provenía un aura cálida y acogedora que instaba a permanecer allí por siempre.

Ambos parecían buenas opciones, con sus pros y contras, pero ahora le era prácticamente imposible decidirse.

Se masajeó el hueso de la nariz, tratando de pensar racionalmente.

Repentinamente una idea llegó a su cabeza, utilizando las lianas que se aferraban a al grisácea superficie de las paredes de roca, escaló hasta la superficie de una y observó desde arriba…

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, pero lo ignoró. Satisfecho bajó por las mismas lianas y se adentró por uno de los caminos, sin mirar atrás. Aquel escalofrío volvió a recorrerle, no sabía ciencia cierta por qué, sólo sabía que algo en aquella decisión se sentía definitivo.

Desde el momento en que puso un pie en aquel camino lo supo.

No habría vuelta atrás.

                                                

 

***

 

 

Estaba acostado sobre el suave edredón de su cama, solo en su enorme habitación.

Contempló una vez más aquella pequeña hoja escrita con esa letra tan familiar, una hora y un lugar. Era una cita.

Se sentía cansado y bastante frustrado por la naturaleza de toda aquella situación ¿Cuándo fue que todo se había complicado tanto?

Observó el reloj.

Si quisiera llegar tendría que estar saliendo ahora, pero la gran interrogante era ¿Lo quería? No tenía una respuesta segura a aquella pregunta, una parte de sí mismo parecía animarle a quedarse allí, mientras que la otra, la más racional, le afirmaba que si bien no una tenía por qué ofrecer una disculpa, al menos se merecía una explicación. Estaba indeciso.

No tenía fuerzas para pensar con claridad, la cabeza de daba vueltas y no acababa de dudar.

Algo se removió en su interior.

Incluso podía recordar la expresión justa que tenía cuando le entregó aquella nota con la dirección.

 

 

-Si aún te sientes igual que antes y deseas que este en tú vida.- le tendió el papel, mirándolo a los ojos como si pudiera leerlo completamente.- En esta dirección, mañana a las seis cuarenta y cinco. No llegues tarde.

Él por su parte miraba aquel papel sin entenderlo del todo.

¿A qué se refería con estar en su vida?

Estuvo a punto de volverse para preguntarle a qué se refería, pero al levantar la mirada se halló sólo en aquel pasillo. Estando de cara con una de sus dudas más significativas.

¿Qué haría ahora?

 

 

El sonido de su celular pareció sacarlo de su ensimismamiento, movió ligeramente su mano hasta alcanzarlo y suspiró suavemente al leer el nombre que aparecía en la pantalla.

-¿Yeoboseyo?- habló al teléfono y se limitó a escuchar lo que la otra persona tenía que decirle.- De acuerdo.- confirmó justo al tiempo en que se levantaba de la cama, como si la llamada le hubiese dado el impulso que necesitaba para levantarse.

Sus ojos se pasearon por el lugar y se detuvieron de vuelta en el reloj.

Sí se daba prisa…

Tomó su chaqueta, su cartera, sus lentes obscuros y su móvil; dándole una última mirada a la solitaria habitación. Frunció levemente el ceño y suspiró una vez más antes de cerrar la puerta.

 

 

***

 

Sus zapatos repiqueteaban casi silenciosamente sobre la dureza del pavimento, sin saber por qué exactamente, miraba de un lado a otro de la calle, buscando algo sin saberlo, tratando de reconocer sus facciones en algún sitio, su figura, su presencia, algo.

No había nada.

Lo sabía.

Eran sólo sus ideas flipando por aquí y por allá, nada de lo que se le había figurado tenía base alguna, todos aquellos detalles, las sonrisas, las caricias, las miradas…  creía que eran ambos…

-Pero al final era sólo yo.- susurró y sonrió para sí. Levantó la vista del pavimento y se enfocó en lo que tenía delante. Había caminado sin mirar durante al menos unas diez calles. Sus tristes ojos se enfocaron con fatiga en un pequeño y adorable parque de juegos infantiles que estaba casi completamente vacío con excepción de un par de pequeños que jugaban a deslizarse por el tobogán.

Los contempló a ambos, tan alegres dulces e inocentes, que encontraban una inmensa felicidad en el cosquilleo que sentían en sus pequeñas barrigas a cada vez que se deslizaban por la empinada pendiente de plástico. Tan hermosos.

Una sonrisa discreta, pero sincera, se abrió paso por sus labios, al tiempo en que se preguntaba si realmente deslizarse por un tobogán podría conllevar tal dicha.

Los pequeños niños parecieron perder momentáneamente el interés por el brillante tobogán y corrieron en dirección opuesta aparentando estar ahora más atraídos por los juguetones vaivenes de los columpios.

Sus ojos brillaron y se dijo que esa era su oportunidad de probar si su teoría era acertada. Tímidamente se acercó a los pequeños escalones que le darían acceso a la parte más elevada de tobogán, enredándose un poco con sus piernas debido a que el juego no parecía estar diseñado para un cuerpo tan grande. Dificultosamente pasó ambas piernas al interior de tubo y se dejó deslizar, lamentándose su patetismo al sentir el pavimento bajo sus pies al medio segundo de haber empezado a descender.

Sin embargo volvió subir y descender por el tobogán una y otra vez, hasta que todo su cuerpo estaba tan fatigado que difícilmente podría moverse unos metros. Se quedó allí en medio de aquel parque, mirando al cielo con ojos vacíos y plagados de resignación.

Suspiró profundamente hasta llenarse los pulmones de aire.

Se sentía tan… ingenuo.

<< ¿Por qué siempre he de ser yo?>>

-¡Oye! No llores.- interrumpió un dulce vocecita justo a su frente.- Mi omma siempre dice que los niños que lloran se ven feos.- Justo en frente había un pequeño niño de no más de cinco años que le miraba fijamente sonriéndole alegre, extendiéndole su manita para ayudarle a levantarse.

Sonrío levemente y tomó la diminuta mano del infante para levantarse de allí.

-Eso es, más bonito cuando sonríes.- dijo el niño trabándose un poco al pronunciar. Esto último acabó por ablandarle por completo.

Así como siempre habrían personas que le hicieran daño, habrían personas que le harían sonreír con su belleza.

Como ese pequeño.

Y no como...

Su expresión alegre volvió a decaer, formando involuntariamente una clara manifestación de tristeza y resignación que le opacó todo el rostro.

-¡Oh, no te pongas triste de nuevo! - exclamó el pequeño niño.-Ven juega conmigo.- dijo tomándose de uno de sus dedos con su diminuta manita.

No tuvo siquiera tiempo para protestar, cuando el pequeño ser humano ya estaba arrastrándole por el patio de juegos hasta la figura plástica de un muñeco de nieve que estaba unos metros más allá.

-Jugaremos a las traes.- el chiquillo se posicionó detrás del muñeco.- Yo empiezo.- tocó rápidamente la manga del abrigo ajeno.- ahora las traes tú.- gritó y echó a correr unos metros lejos del otro jugador.- ¡Vamos alcánzame!

Se limitó a sonreír y correr detrás del pequeño infante, dejándole ventaja y parando de poco en poco para fingir que se cansaba.

-No me atrapas.- el niño se acercó y sacó su pequeña lengüita, burlándose de su contendiente, quién estiró el brazo casi pescando el pequeño abrigo. El menor corrió más lejos.

-¡Voy a atraparte!- le gritó persiguiéndole y sonriendo en conjunto con el pequeño que se deshacía en encantadoras carcajadas.

Sí, definitivamente habían mas razones para sonreír.

Repentinamente el pequeño se enredó con sus propios pies y tropezó sobre un montículo de tierra y pasto, ensuciando sus pantaloncitos y las mangas de su abrigo. Al ver esto el adulto corrió hasta el chiquillo que ya empezaba a dejar correr pequeñas gotas saladas sobre sus sonrojadas mejillas.

Tranquilamente incorporó al menor y sacudió sus pantalones y su pequeño abrigo y viendo el pequeño no dejada de llorar lo levantó en brazos mientras lo mecía suavemente y palmeaba su espaldita. El niño se aferró a su abrigo y lentamente fue dejando de llorar.

-¿Mejor?- preguntó.

El infante negó haciendo un adorable puchero.

-¿Estaría mejor si te compro un chocolate?

El pequeñito asintió y sonrió brillantemente, mientras se aproximaban hasta la tienda de conveniencia que se hallaba cruzando la avenida, en donde le dejó escoger el chocolate que quisiera y además compró una curita de Rilakkuma para cubrir un diminuto rasguño que se había hecho en la mejilla.

La cajera sonrió mientras les entregaba el ticket y la mercancía.

-Qué hermoso niño.- exclamó.

-Gracias noona~ bonita.- dijo el hombrecito, ganándose un cosquilleo en la barriga de parte de su acompañante, quien agradeció a la cajera y miró al infante en plan de "eres-incorregible."

<<Pero adorable. >> Entonces cayó en la cuenta de algo.

-Oye pequeño ¿Dónde está tu mamá?

El hombrecito se encogió de hombros y siguió comiendo su chocolate muy quitado de la pena. El adulto rodó los ojos y empezó a caminar por el inmenso parque buscando con la mirada a alguna mujer desesperada tirándose de los cabellos, mientras buscaba a su crío perdido.

A los pocos minutos de estar deambulando, una joven mujer castaña llegó por un lado de la jardinera que estaban rodeando y dio un suspiro de alivio al ver al torbellinito que ahora estaba dormido sobre su hombro.

-¡JongMin! - exclamó la mujer despertando al pequeño niño que levantó su cabecita y miró a la castaña con ojos somnolientos antes de extender sus bracitos y decir:

- Mami.

La mujer se aproximó hasta su crío y lo recibió gustosa de entre los brazos ajenos.

-Muchas gracias por cuidar de mi hijo.- dijo meciendo al menor.

-No fue nada.- respondió.

-No, en serio estoy muy agradecida. Me gustaría invitarle algo.

-Oh, lo siento es muy tarde.- dijo mirando su reloj de pulsera que indicaba que eran pasadas las nueve.- Debo volver ahora.- sonrió brillante a la mujer.

-¿Tal vez en otra ocasión?- preguntó la castaña.

Asintió mientras acunaba una de las mejillas del pequeño.

-Adiós hombrecito.- hizo una reverencia dirigida a la mujer.- Hasta luego.

Caminó a paso rápido por el parque y volvió hasta el área de juegos en dónde volvió a toparse con el plástico hombre de nieve.

Estaba allí rodeado de la nada y sonriendo ampliamente con expresión perdida. Solo.

En parte podía comprender como se sentía. Sus situaciones eran parecidas, siempre rodeados de gente, pero solos finalmente.

No habría por qué ser tan patético.

Observó su aspecto y sin detenerse a pensarlo demasiado se desprendió de aquella prenda que había guardado celosamente como recuerdo de lo poco que habían compartido juntos.

<< ¿Juntos? Es que nunca fuimos sólo los dos>> se reprendió mentalmente y dejó en posesión del hombre de nieve aquel objeto.

Era momento de dejar ir.

Sus ojos viajaron hasta un muro de cemento unos metros más allá. Sabía que se trataba de un proyecto urbano que había iniciado hace poco y curiosamente iba con la situación.

Se aproximó hasta él e hizo lo pertinente para contribuir.

Sintiendo un peso menos encima suyo, se dispuso a abandonar el parque y echó a andar por la avenida.

Su mente divagaba por aquí y por allá hasta que el sonido familiar de una bocina le sacó de sus cavilaciones y un elegante auto negro se estacionó enfrente.

La ventanilla del conductor bajó revelando un rostro que no le hacía ilusión ver en aquel momento.

-¿Te llevo?

 

 

***

 

 

Había sido suficiente.

Aquella habitación fría e inhóspita estaba por demás, ya había sufrido más de lo necesario y no estaba dispuesto a seguir haciéndolo.

Las cuatro paredes que lo habían visto derramar un mar de lágrimas  le contemplaban con nostalgia, toda la sala parecía triste con su partida, pero en el fondo comprendían. No tenía a que quedarse.

Su viva calidez era lo que mantenía en pie todo, pero todo lo que empieza acaba y por ahora eso debía terminar.

Acarició el respaldo de la silla con los dedos como si ya no estuviera, observaba todo con añoranza y sentía un poco de culpa, pues todo se derrumbaría con su partida.

Toda la fantasía que debería ser de dos era sostenida por uno y ese uno estaba cansado de resistir. Tomaba demasiada energía mantener la esperanza por los dos.

Cuidadosamente se levantó y dejó sobre la mesa todo aquello que le ataba allí. Sus lágrimas, su tristeza y sus ilusiones. Todo allí.

Se perdió una vez más entre la blancura de las paredes y disfrutó los últimos instantes de protección que estas le brindarían.

Los recuerdos comenzaron a golpearle uno a uno, lo veía en todas partes, recargado en la barra con aquella sonrisa encantadora, acurrucado en el sofá con la respiración tranquila y sus hipnóticos ojos cerrados con las pestañas rozándole los pómulos, sentado en la silla frente a la suya mirándole a los ojos con ternura. Sintiéndose mutuamente.

-Aún tengo que irme.

Avanzó hasta la puerta cuando voz desesperada de alguien a su espalda lo detuvo.

-¡Espera!- gritó.- No te vayas, no me dejes.- suplicaba como un niño y temblaba levemente.

Le miró con ternura y se acercó hasta tenerle entre sus brazos, mientras acariciaba suavemente su espalda.

-No llores.- le susurró.

-No quiero que te vayas.- más lágrimas corrieron por sus mejillas.- No te olvides nunca de mí.

Le observó con una ligera sonrisa estampada en los labios, sintiéndose conmovido por su dulzura. Subió sus manos hasta su rostro, acariciando con los pulgares sus pómulos y llevándose las lágrimas consigo. Tuvo que ponerse en puntas de pie para alcanzar a cogerlo de la nuca y atraerlo hasta un suave beso manchado por las lágrimas de ambos. Saboreándose enteramente en ese exquisito roce de labios, pero también saboreando la tristeza de lo que era una inminente despedida.

Quería protegerlo, no quería verlo llorar.

-Jamás voy a olvidarme de ti.- le dijo a separarse mientras el chico se negaba a soltar la cintura contaría.- Siempre estarás aquí.- señaló su área del corazón y volvió a poner su mano donde estuvo antes para ponerse a hacer figuras abstractas sobre su nuca.- Siempre te voy a llevar conmigo.

Lentamente fue separándose con algo de resistencia por parte de su acompañante y caminó lentamente hasta la puerta.

-Estaré siempre que me necesites.- le gritó desde el centro de la habitación, haciéndole ver como un cachorro abandonado. Algo picó en su corazón, pero tenía que irse.

-Y tú recuerda que siempre te amaré.- le dijo en respuesta.

Entonces abrió la puerta y salió por el umbral rápidamente. Sintiendo que si tardaba un segundo más podría arrepentirse.

 

 

***

 

Se encontraba en medio de una cala, una preciosa cala cubierta de brillante arena blanca, el mar susurrante le acariciaba los pies descalzos, el brillante sol reflejaba sobre su piel, brindándole algo de su calor y la brisa fresca marina le cosquilleaba en la nariz. Todo tan bello.

Pero no era bueno.

No estaba allí…

<< ¿No estaba? ¿Qué… quién?>>

Observó todo el paraje con desconfianza, había algo en el que no parecía cuadrarle del todo. Había algo en él…

 No tendría por qué estar allí

La repentina brisa dejó de soplar siendo reemplazada por un silencio ensordecedor, la fresca agua de mar detuvo su movimiento y todo parecía quedarse muerto. Su corazón empezó a acelerarse y sus manos temblaron sin control.

No era allí, joder, no estaría allí.

Se había equivocado.

Sus pies no se movían, a pesar de que no quería permanecer allí un segundo más, tenía que correr.

La brisa volvió a soplar y el mar a mecerse como si nada hubiese ocurrido, dejándolo todo transcurrir en paz. Sus frenéticos ojos rastrillaron enteramente el lugar, buscando la salida.

¿Cuánto tiempo llevaba perdido allí?

Había una pequeña grieta allí, a lo lejos, de lo que antes había sido una amplia entrada sólo quedaba un pequeño espacio por el que difícilmente podría pasar una persona. Lo sabía aquel lugar no querría dejarlo ir. Quería atraparlo.

<< No pertenezco aquí. >>

Involuntariamente a ello sus ojos recorrieron una y otra vez el trayecto desde donde estaba parado hasta su pequeña escapatoria, calculando mentalmente las posibilidades que tendría de salir. Observó todo con desconfianza como si en cualquier momento algo pudiera saltarle encima y no se equivocaba.

Era el todo por el todo.

Sus piernas le impulsaron a cada paso tan rápido como pudieron, su ritmo cardiaco subió hasta casi romperle las costillas y apenas podía respirar. El arena bajo sus pies empezó a hacerse más y más densa dificultándole el correr sobre ella, la vegetación a su paso parecían ser manos sujetándole fallidamente por la ropa y abriendo surcos sobre su piel, la grieta estaba cada vez más lejos y sus pasos cada vez se hacían más cortos.

<< No vas a detenerme. >> pensó para sí mismo, obligando a su cuerpo a seguir corriendo.

-No me quedaré… Necesito… Lo necesito.- jadeó con cansancio justo en el momento en que alcanzó a colar medio cuerpo a través de la grieta que se estrechaba cada vez más. Las paredes le presionaban el cuerpo y al final del túnel veía una escaza luz. Estaba tan cerca.

Cuando abrió los ojos de nuevo estaba volteado sobre su espalda con el cuerpo descansando en el duro suelo, tenía el cuerpo lleno de moretones y rasguños y el paraje hasta la playa estaba un poco más allá totalmente bloqueado.

<< Corre, corre. Aún puedes… quizá si vas ahora… Tal vez. >>

Se levantó de suelo como pudo y arrancó a correr frenéticamente por el obscuro pasillo.

Aquella obscuridad parecía interminable y sus piernas se negaban a seguir soportándolo, todo el cuerpo le dolía y el cansancio mental que experimentaba lo estaba llevando al límite.

-Sólo un poco más.- se animó, pero sus fuerzas llegaron al límite derrumbándolo justo frente al entronque en que había decidido por primera vez.- Aún...- como pudo se arrastró hasta la entrada contraria.

El miedo paralizó sus músculos. Todo lucía más obscuro que la vez anterior, aquel exquisito aroma no estaba más, pero lo más alarmante es que aquella calidez que casi lo había seducido ya no estaba. Aquel pasillo estaba tan frío y solitario que casi parecía muerto.

<<No, tú no puedes… >>

No era capaz de completarlo siquiera.

<<Estaré allí. Sólo espera por mí. >>

 

 

***

 

Estaba sentado solo en la banca de aquel parque.

El clima era perfecto, era caluroso, pero no demasiado, el cielo no se veía nuboso y soplaba una brisa refrescante. Perfecto. Sin embargo él llevaba bufanda.

Buscó con la mirada por entre toda la gente sin hallar a quien buscaba. Hundió la nariz y la boca dentro del suave tejido e inspiró con profundidad un poco de aquel suave aroma. Olía tan bien.

Dios, no podía evitar empezar a sentirse culpable por borrar lentamente aquel olor con el propio, producto de usarla tanto.

-Hola.- susurró una voz junto a él. Sus obscuros ojos se fijaron en las pequeñas y finas manos que se retorcían una sobre la otra, tratando de controlar su nerviosismo.

-Hola.- respondió con suavidad y miró directamente a aquel pálido rostro.- ¿Querías verme?

Asintió.

-Sí…- se mordió suavemente el labio inferior antes de continuar.- Tengo algo que decirte.

Él asintió y se levantó, ofreciéndole la mano para levantarse. La tomó.

Ambos emprendieron el camino sin decir una palabra más, sin rozarse, sin mirarse, sólo caminando uno junto al otro como dos desconocidos. Sincronizadamente se detuvieron al llegar a la puerta de aquella pequeña cafetería. Él abrió la puerta.

Se sentaron en la mesa más alejada para no ser escuchados y después de que el camarero tomara la orden, ambos se miraron a los ojos por primera vez.

-Y bien…- comenzó.- ¿De qué querías hablar?

Los ojos contrarios volvieron a mirar sus manos que seguían retorciéndose.

-¿Por qué no te quitas esa bufanda?- preguntó suavemente, él frunció el ceño en respuesta.

-No puedo.- dijo cortante. Los rasgados ojos de su acompañante lo miraron con sorpresa.

-¿Acaso oculta algo que yo no deba ver?- preguntó con firmeza.

-No digas tonterías.- respondió. Iba a contestar cuando el mesero les interrumpió con el pedido, huyendo en cuanto pudo al notar la tensión en el ambiente.

-¿Qué es lo que querías decirme?- reiteró con voz fría, observando a su acompañante con fijeza.- Y por favor no evadas mi pregunta, hemos venido por esa razón.

La otra persona suspiró.

-Creo que nos hemos apresurado en esto…- bisbiseó, provocando que el otro tuviera que aguzar mucho el oído para entenderle.

-¿Qué has dicho?- preguntó sin entender del todo. Aquellos ojos rasgados abandonaron sus pequeñas manos y se fijaron en los obscuros contrarios.

-He dicho que quiero terminar.- dijo fuertemente.

El hombre a su frente pareció congelarse por un momento, pero después de unos instantes asintió con la cabeza.

-Lo comprendo.- dijo por lo bajo.- Realmente presionamos demasiado esto y no creo que dé para más.- afirmó recibiendo un cansado suspiro en respuesta.

-¿Estás de acuerdo entonces? En que todo termine ahora.- preguntó con algo de molestia.

 El otro asintió.

-Pues terminamos.- dijo con brusquedad antes de levantarse y salir rápidamente del local.

¿Tenía que ser así?

Con expresión cansada llamó al camarero y le indicó se llevara todo y le trajera la cuenta, el mozo asintió llevándose los platos para después regresar con el pequeño papel dentro de una charolita entre sus manos. El hombre dejó la charola sobre la mesa y el chico sentado a la mesa sacó desinteresadamente un billete lo suficientemente grande para cubrir la cuenta y una generosísima propina.

El camarero miró sorprendido el billete y cuando e otro chico se fue a retirar le detuvo por el hombro.

-¿Desea algo más? Va por cuenta de la casa claro.

El otro pareció pensárselo un poco, para finalmente sonreír con tristeza y decir.

-Un cappuccino sin azúcar y con canela, por favor.

 

 

 

Legó a su departamento más tarde que de costumbre y lo doble de cansado que esperaba. Pasaban de la media noche por lo que procuró no hacer ruido para no despertar a nadie, introdujo su llave lo más silenciosamente que le fue posible y abrió la puerta sorprendiéndose al encontrar a todos reunidos en la sala.

-¿Pasa algo?- preguntó un poco inseguro.

Fue un pequeño castaño el que se acercó a darle un suave abrazo e integrarlo al grupo de personas allí presentes. Fue entonces cuando notó que no estaban solamente sus compañeros de grupo, incluídos LuHan, Kris y Tao, sino también algunos otros pocos compañeros de su misma empresa, incluso las dos personas que tenían su cabeza dando vueltas.

BaekHyun le abrió sitio entre él y XiuMin.

-Siéntate.- invitó el castaño y él simplemente obedeció.

Se moría por preguntar exactamente qué sucedía, puesto que tanto misterio estaba matándole.

Repentinamente alguien se puso de pie, ese alguien que él consideró siempre su mejor amigo.

-Creo que todos estarán preguntándose porqué es que los he citado aquí, excepto por algunos que ya lo saben.- hizo una seña con su mano y la persona que menos se esperaba se puso de pie con él, sus manos se unieron cuando aún estaban un poco lejos, atrayéndose más cerca ambos. Lo suficiente para que aquel, ahora odioso hombre, pudiese rodear la breve cintura y apegarle a él- Como algunos ya saben.- sonrió en su dirección recibiendo una sonrisa en respuesta.- Somos pareja.- Su corazón pareció morir dolorosamente.- Y no, no les reunimos para darnos a conocer, sino para darles una noticia aún mejor.

Él miró el cuerpo pequeño parado junto a su ex -mejor amigo, rogándole con la mirada que no dijera lo que él esperaba.

Sus rosados labios se curvearon en una suave sonrisa.

-Nos mudaremos juntos.- soltó la bomba, mientras levantaba su delicada mano y se sujetaba del brazo del chico.

Fue como si no escuchara nada de lo que dijo después de eso. Su mente trataba de protegerse a sí misma y se encapsulaba tercamente en el silencio. Lo que sea que haya dicho... No quería escucharlo.

Habían sido sólo un par de meses...

El resto del grupo allí reunido se deshizo entre cumplidos y felicitaciones, mientras que él por su parte sólo trataba de retener las lágrimas y soportar aquel dolor sordo que sentía en el pecho.

-¿Estás bien?- preguntó aquel chico rubio, sentándose a su lado en el sofá.

Él asintió.

-¿Por qué no iba a estarlo?- respondió mordaz.

-No lo sé.- dijo con una sonrisa fría.- ¿Por qué le amas quizá?

El chico frunció el ceño, sintiendo una incontrolable rabia por todo su ser.

-¿Y qué sabrás tú?- ladró. El otro sonrió ladino.

-Nada, sólo que has perdido.

-¿He perdido qué?- bufó por lo bajo.

-La oportunidad de corresponder.- dijo con simpleza.

Toda la rabia que sentía se evaporó en un santiamén, siendo reemplazada por un aplastante arrepentimiento que casi logró asfixiarle.

¿De verdad estaba todo perdido?

- No fuiste ¿Cierto?- preguntó el rubio.

-¿A dónde? - respondió mientras masajeaba el puente de su nariz.

-A la cafetería aquel día que se citó contigo.- recriminó.

Allí estaba, su oportunidad perdida. Su mala decisión.

-Eso no te incumbe.- respondió osco.

-Claro que me incumbe.- respondió el otro más enervado.- Lloró durante días por eso.- le gruñó.- Y además tuviste el descaro de hacerlo público el mismo día... En aquella época pensaba que realmente no volvería a verlo sonreír de nuevo.

Una parte de él se quebró al escucharlo.

-No hasta que él llegó a su vida.

Su ira volvió a aflorar.

-¿¡Y que habrá hecho de bueno ese idiota!?

-Todo lo que tú nunca hiciste.- le respondió fríamente.- Le cuidó, le protegió y le amó como tú no pudiste.

-Vete a la mierda.- susurró entre dientes y se levantó precipitadamente del sofá.

-Por cierto dejó algo para ti aquel día.- le dijo provocador.

-¿Qué?

El rubio se levantó también y sonrió con suficiencia.

-¿Sabes lo que es "El muro de Platón"?- le miró con seriedad, mientras que por su parte el otro trató de procesar donde estaba el truco

-SeHunnie estoy cansado.- habló cierto ciervo castaño mientras se pegaba al cuerpo del rubio más alto y bostezaba como un pequeño niño.

-Ven aquí bebé.- le rodeó la cintura con suavidad.- Hoy dormirás conmigo.- prácticamente cargó al otro chico y se fue rápidamente por el pasillo.

Uno a uno el resto de los chicos regresaron a sus hogares, incluido el insufrible de su ex- mejor amigo, hasta que sólo unos pocos se quedaron allí en la sala.

Silenciosamente, se escurrió hasta el balcón y se precipitó a obtener algo que llevaba en la bolsa de la chaqueta y que no había necesitado hace demasiado tiempo para ser sincero.

Lo encendió e inhaló hasta que le quemaron los pulmones, sintiéndose un poco reconfortado por el dolor físico que sentía, esperaba que en al menos un poco opacara el dolor emocional que estaba carcomiéndolo.

-No deberías fumar.- afirmó aquella voz dulce y armoniosa.

Volteó repentinamente y se quedó allí de pie, contemplando con adoración la belleza de aquel ser.

-No importa en realidad.- susurró su respuesta.

-Claro que importa. Es tu salud, no debes tomarlo tan a la ligera.- se recargó junto el en la baranda del balcón.

-Eso sólo uno.-susurró y volteó a mirarlo. Sus brillantes ojos relucían y su pequeña boca rosada expresaba un gesto suave de relajación. Era precioso.

No pudo contenerse de acariciar sus pálidas y suaves mejillas, para después para la caricia sobre su barbilla, tocándole los labios con el pulgar.

Ninguno de los dos dijo nada en absoluto.

-¿Te sientes bien?- le preguntó finalmente, apartándose repentinamente de sus caricias. Él encogió su mano y formó un puño. Sí, definitivamente eso le había dolido.

-Lo siento.- bajó la mirada y sintió como lentamente comenzaba a hundirse.-Oye… ¿Podría… hacerte una pregunta?- balbuceó.

-Ya la has hecho, pero sí, puedes hacerla.- le dijo sonriente.

Dolía tanto saber que esa sonrisa no tenía nada que ver con él.

Una pequeña mueca que intentaba ser sonrisa, pero más parecía una expresión de dolor. Aquella pregunta se aferraba a su garganta, sabía la respuesta a ello, pero quería ya su vez no escuchar que aquellos preciosos labios contestaran.

-No te felicité por tu relación, lo siento… Así que felicidades.- dijo con la boca casi sangrándole por hablar entre dientes.

-¿Acaso hay una pregunta allí?- le sonrió como tantas veces lo había hecho, sólo que esta vez no hubieron abrazos o tiernas caricias de su parte. Todo era tan frío y joder le extrañaba tanto que se sentía incapaz de dar su siguiente respiro si no volvía a mirarle con ese amor de antes, como si fuera el centro de su mundo.- Pero si tu pregunta era sobre mi relación con TaeMinnie…- sonrió como si al recordarle sintiera una inmensa felicidad. Eso era una puñalada en su corazón.- Realmente le quiero, como pocas veces he querido a alguien.

<<No digas eso, no lo hagas por favor. >>

-¿Lo amas?- preguntó, sintiendo el repentino impulso de saltar por el balcón, cuando pareció asentir.

-Él fue el único capaz de sacarme de hoyo en el que estaba hasta el cuello.- sus dulces ojos parecieron perderse un momento.- Pero hizo mucho más que sacarme, me devolvió las esperanzas.

<< ¿Él hizo todo eso? ¿Es que yo lo único que pude hacer fue dañarte?>>

Quería morirse, sabía que aquel hoyo que le asfixiaba había sido él mismo.

La bufanda había empezado a ahogarle, por lo que metió los dedos entre ella y su cuello para aflojarla.

-No pensé que aún la usaras.- susurró envolviendo sus propios brazos alrededor de su breve cintura.

-¿No te lo esperabas? – sonó brusco.- Qué aún la use digo

- A decir verdad no pensé a volver a verla nunca.- bajó la mirada y la dejó clavada sobre la baldosa que sostenía la ahora pisoteada colilla del cigarro.- Recuerdas la historia de esa bufanda.- sonrió pero su sonrisa no llegó hasta sus ojos.

El alto asintió.

-Claro que la recuerdo.- afirmó, buscándole la mirada.- Temblabas de frío aquella noche después de grabar…

-Íbamos caminando por detrás de la empresa y tú me la ofreciste.- continuó.

-Te negaste a aceptarla, pero logré convencerte.- se volvió a mirarle, para verle asentir con la cabeza.

-Acabaste abrazándome todo el camino a casa porque yo no dejaba de temblar.- sonrió.- En ese momento realmente creía que eras mi ángel.- confesó con tristeza, antes de dejar escapar una risa incomoda.- Pero eso parece ser un gesto bastante común en ti.

Sí eso había dolido.

<< ¿Y en qué me he convertido ahora? ¿En un traidor? ¿Un mal recuerdo?>> se lamentó para sus adentros

Ninguno habló por varios minutos, mientras ambos disfrutaban de su mutua compañía que desde ahora sería limitada a hasta casi la nulidad.

-Es tarde.- observó su reloj de muñeca.- Deberíamos entrar, ya es momento de dormir.

<< Quisiera volver a ser tu ángel, demostrarte que también puedo cuidarte, protegerte y amarte. >>

-¡Espera!- gritó deteniéndole justo en el umbral de la puerta. Se volvió y lo miró con simpleza, provocando que el corazón se le acelerara.- ¿Tendremos alguna oportunidad?- preguntó, sin querer decir directamente…

¿Hay alguna posibilidad de que aún me ames?

Aquellos rosados labios volvieron a curvearse en una sonrisa que ya no podía leer.

-Las segundas oportunidades existen, pero siempre hay que saber discernir las causas perdidas.

 

 

 

Estaba echado sobre el sofá de la sala y cubierto con un ligero edredón, recargaba la cabeza sobre su brazo, mientras se removía incómodamente de un sitio a otro. Había acabado durmiendo en el sillón, puesto que cuando intentó irse a dormir se topó con Tao y Kris cómodamente acurrucados sobre su cama, aferrándose el uno al otro.

Una punzada le atravesó con fuerza.

<<Desearía poder hacer lo mismo. >>                 

Cambió de posición por quincuagésima vez y miró la hora en su celular.

3:10 am decía.

La madrugada y no podía dormir ¿Por qué?

Entonces algo le vino a la mente…

 

¿Sabes lo que es “el muro de Platón”?

 

-Espero que eso exista.- dijo mientras tecleaba “el muro de platón” en el buscador.

Le aparecieron imágenes de un sencillo muro de concreto completamente cubierto de graffiti, que en sí no se le habría hecho muy interesante. Estuvo a punto de salir del buscador de no ser porque el título de un artículo publicado en un blog llamó su atención.

 

EL MURO DE PLATÓN, REFUGIO DE LOS CORAZONES ROTOS

 

Su corazón casi frenó su marcha dentro de su pecho cuando dio click sobre la noticia.

 

El muro de platón es una pared de concreto que tiene medidas de 2 altura por 10 metros a lo ancho y se ubica en el lado norte del parque Seúl. Este muro en sí no tenía un propósito más allá que formar parte de una caseta jamás construida que haría de seguridad en el parque, que comenzó a construirse, pero al inicio del obraje el presupuesto fue recortado y la construcción se abandonó sin terminar, dejando un solitario muro que carecía de utilidad o propósito alguno.

No fue hasta principio de este año que las autoridades se propusieron derribarlo ya que lo consideraron un desperdicio de espacio y un detalle antiestético para la belleza tradicional del parque, se programó un equipo de obreros que tendrían que derribarlo, pero los visitante frecuentes del parque le habían tomado cariño al solitario muro y recolectaron firmas para detener la demolición impidiendo así que este fuera derribado.

No se sabe a ciencia cierta cuando fue exactamente que la gente tomó como proyecto urbano escribir el nombre de sus amores imposibles sobre la superficie de aquel muro, que fue nombrado “el muro de Platón” en remembranza al personaje en cuyo honor se creó el termino amor platónico. Ahora se conoce como una de las atracciones turísticas más famosas de la zona, puesto que muchas personas locales y extranjeras están ansiosas por dejar la huella de sus amores frustrados sobre el concreto.

La costumbre dicta que para formar parte del muro se debe escribir el nombre del platónico seguido por el propio nombre y debajo la fecha en desde la cual que se volvió un amor platónico junto a un guion y un espacio vacío. Los locales tienen la creencia de que el que regresa a escribir la fecha del término emocional de su amor unilateral dentro del espacio vacío conocerá pronto al que habrá de ser su amor de verdad.

El muro de platón, testigo de los amores imposibles.

 Adjunto al artículo habían una serie de fotos del famoso muro desde distintas perspectivas. Ahora viéndole con ojos distintos, aquel muro lleno de escritura no parecía tan ridículo e irrelevante, ahora más bien se perfilaba como la tristeza y esperanza juntas.

Pasaba las fotos sin detenerse por los detalles, cuando una letra inmensamente familiar hizo su aparición ante sus ojos, discreta a un costado de otros cientos de caligrafías, pero inconfundible para él.

JongIn & KyungSoo

Abril del 2012 – Marzo del 2016

 

Su respiración se aceleró y su corazón perforó su caja torácica.

En eso se había convertido…

En un amor que jamás tendría lugar.

Y no podría quejarse, él mismo había labrado su propia tumba al decidir ponerla a ella por sobre KyungSoo, por haberla escuchado hablando por teléfono aquel día y obedecerle sin más. Pala tras pala de tierra se abrió ante él al pensar que podría priorizar sus sentimientos de otra forma y que lo que fuera que tuviese junto a su bello mayor de ojos grandes no tenía un por qué ni un futuro.

Se equivocó.                                                       

No sabía si agradecerle o maldecir a SeHun, por habérselo dicho, su pecho en parte sentía una ligera cosquilla de felicidad al saber que su hyung lo amó alguna vez, pero el dolor se hacía más y más grande cada vez que recordaba que ya no le quería ahora.

Pasó algunos minutos odiando al maknae por habérselo dicho hasta ahora que ya era muy tarde para remediar algo y supo entonces que de haber tenido esa información antes, habría actuado de la misma manera… Cómo un perfectísimo imbécil.

Maldijo mil veces a SeHun por haber servido de intermediario entre él y el mayor y entregarle la nota donde el pequeño pelinegro pedía que se encontrasen, lo odiaba por no haberle advertido lo importante que era que asistiera al lugar, lo odiaba por decirle lo del maldito muro… lo odiaba por todo en absoluto.

Golpeó con fuerza el sofá haciéndose algo de daño en la muñeca.

Volvió a maldecir al maknae sin saber que debía agradecerle por la nota y la oportunidad que representaba, por la alegría de saber que su hyung~ lo amaba realmente, por asegurarse de que su pequeño de ojos grandes estaba bien durante las dos horas que esperó en el restaurante, las otras dos que pasó en aquel parque andando sin rumbo y por asegurarse de que llegara a casa sano y salvo aunque TaeMin le diera aventón…

Pero por sobre todo debía agradecerle por que había sido él quien le había devuelto aquel pequeño pedacito de su ángel que le había mantenido cuerdo todo ese tiempo en que tuvo que aferrase a la cordura sin tenerle.

Sí, había sido SeHun el que rescató la bufanda de aquel muñeco de nieve en el cual KyungSoo se había desprendido de ella después de guardarla durante tando y también fue SeHun quién la había amarrado a la manilla de la puerta del auto de JongIn. Él fue quién le devolvió su pedazo de cielo.

No veía nada...

¿Desde cuándo respirar era tan difícil?

Sentía que se ahogaba dentro de su dolor y que no habría forma jamás de dejar de sentirse miserable para volver sentir la dicha que sentía cuando ambos se miraban y se regalaban una sincera sonrisa, acariciándose con los ojos y disfrutándose mutuamente.

Lágrimas...

Todo eran lágrimas...

Nunca sonrisas...

Nunca tranquilidad...

Para este punto su llanto ya era incomparable, el chico lloraba tan desesperadamente que él mismo se habría asustado de poderse escuchar.

Decaído, bajó las piernas del sofá y acomodó los codos sobre las piernas para después hundir la cabeza entre sus manos, tratando de tragarse toda aquella tristeza que le consumía con rapidez.

<<Vuelve, vuelve mi Soo. >>

Repentinamente unas pequeñas manos frágiles se enredaron detrás de su nuca y acariciaron todo el camino hasta sus mejillas húmedas, llevándose sus lágrimas con ellas. Abrió los ojos sorprendido de que sus ruegos fuesen escuchados, su mirada topándose con las preciosas conreas obscuras que le miraban tiernamente como si intentasen apaciguar el tornado de emociones que se había desatado en su interior.

No llores. Leyó en sus rosados labios antes de que estos se encontraran suave y amorosamente con sus propios labios en un tibio beso lleno de sentimientos que calmó momentáneamente la inquietud suicida que despertaba en su interior.

El beso bajó en su intensidad de poco en poco hasta que finalmente se separaron tan lentamente que JongIn fue perfectamente capaz de discernir cada pequeño brillo en el iris de los preciosos ojos del mayor.

Entonces brilló...

Era el cielo, él volvía a regalarle aquella esponjosa sonrisa de corazón, llena de ilusiones que antes le daba a todas horas, haciéndole necesitarle tan intensamente que no el mismo se dio cuenta de cuando ocurrió. Joder, ahora mismo aquello le parecía tan irreal que estaba a punto de desmayarse.

-Siempre estaré para ti.- susurró.

Volvió a sonreírle.

Aun en contra de todos sus deseos, el cansancio fue haciéndole mella a su cuerpo mientras que los tiernos brazos de él abandonaban su cuerpo sobre el sofá, acurrucándole y cuidándole con cariño. Sus rosados labios besándole la frente antes de dejarlo sobre el sofá y acariciándole el cabello hasta dejarlo perderse en el sueño.

 

***

 

Con el cuerpo molido por las caídas y sangrante por las heridas, se detuvo a algunos pasos de la puerta de roble de aquella construcción y se inclinó sobre sus rodillas tratando de calmar su arrítmica respiración.

Estaba allí, al fin.

Tuvieron que pasar un par de minutos antes de que tuviera la suficiente fuerza para continuar y se armara de valor para girar la perilla e ingresara lo que probablemente se convertiría en su paraíso o el más duro de los infiernos.

Su mano temblaba sobre la perilla, pero aún tenía la fuerza de hacerla girar… Y lo hizo.

Al otro lado de la puerta había una sala con una distribución sencilla, pero elegante; saltaba a la vista que la derruida habitación había visto hace mucho sus mejores días, sólo quedaba un rastro de aquel olor glorioso que lo había cautivado en un principio y la sala sólo lograba conservar una ligera calidez comparada con la dulzura del calor que había antes.

-Vaya, eso fue rápido.- afirmó una voz espantosamente conocida. JongIn centró su vista sobre una única mesa que estaba justo en el centro de la habitación. La mesa tenía dos sillas, una de ellas ocupada  por algo que jamás esperó ver en su vida, la silla estaba ocupada por una visión de él mismo.

-¿Quién mierda eres?- preguntó a la defensiva. El otro le sonrió con suficiencia.

-Más bien la pregunta es ¿Qué quieres aquí?- señaló el entorno con las palmas.- Ya no hay nada en esta habitación que te pertenezca.

-¿A qué te refieres?- preguntó.

-Es patético ver que esta es toda la fuerza que puedes aportar al lugar.- admiró a su alrededor.- No hace demasiada diferencia del antes.

-¡Podrías responder a una sola y maldita pregunta!- le gritó ya harto de sus evasivas. El chico de la mesa le sonrió altanero, haciéndole preguntarse si él realmente era igual de odioso.

-Todo a su tiempo, pero de acuerdo, acepto responderte UNA pregunta.- dijo con simpleza.- Píensala muy bien, porque será la única.

Eso era fácil.

-¿Dónde está?- preguntó rápidamente.

-¿Dónde está qué?- sonrió ladino.

-¿Dónde está él?- respondió fastidiado. El otro señaló a una puerta cruzando la sala.

-Desapareció por allí segundos antes de que llegaras.

-¿¡Qué!? Maldita sea, debiste haberme dicho.- corrió como un energúmeno hasta la puerta al otro lado y golpeó contra ella con todas sus fuerza, intentando abrirla, pero sin moverla un ápice.- ¡KyungSoo! ¡KYUNGSOO!- gritaba desesperado, hasta que un breve y burlón suspiro lo sacó de su tarea, para fijar la mirada en el otro presente en la sala.

-No podrás abrirla.- condenó con frialdad, ganándose la mirada del otro chico moreno que había empezado al golpearse contra la puerta hasta el punto de casi romperse el brazo, el recién llegado le ignoró y siguió golpeando con toda su fuerza. El otro sonrió.- Aunque pudieras abrirla no lo encontrarías.

Eso sí que llamó su atención.

-¿Por qué?- dijo sintiendo como su fuerza de voluntad flaqueaba durante un momento.

-El tiempo aquí es relativo, lo que pare mí son segundos, puede que para ti sean meses… incluso para esta sala han pasado años.- señaló el lugar.- Sólo se mantiene en pie porque tú sigues aquí. Lo cual me sorprende, porque eres un debilucho.

-No lo soy.- bufó el moreno.

-Claro que lo eres ¿No te das cuenta?- señaló el entorno.- Esto es todo lo que puedes hacer para contribuir, dudosamente mantienes en pie una habitación como esta; no es ni la cuarta parte de lo que podía hacer él. Su mirada se suavizó al recordarse eso.

-¿Él? ¿KyungSoo?

El otro asintió.

-Era hermosísimo, tenía tanta vitalidad que era capaz de crear un mundo en una habitación.

- Me habría gustado verlo.- sonrió nostálgico dejándose caer por fin en la silla frente al otro chico.

-Pero no tuviste el valor de admitirlo.- verbalizó lo que él sólo pensaba, haciéndole otro gruñir.

-A todo esto ¿Tú quien o que cosa eres?

El chico sonrió ladino.

-Represento muchas cosas, pero mayoritariamente soy una parte de KyungSoo y parte tuya.

-¿A qué te refieres?- preguntó enervado.

-Es simple, represento la parte de ti que KyungSoo aún ama, así como también represento la parte de ti que aún ama a KyungSoo. Soy el conjunto de ambos, por eso pudiste sentir las caricias de KyungSoo a través de mí, por que ambos somos la misma persona… Al menos en partes, yo soy tus deseos y emociones y sobrevivo gracias que estas están compaginadas con KyungSoo, el día en que ambos se olviden desapareceré.

-Yo no quiero olvidarlo.

-Ni yo quiero que lo hagas, pero eso sólo depende de ti y de que tan fuerte es lo que sientes por él.

-¿Qué quieres decir?- preguntó sintiendo que algo andaba mal.

-Me refiero a que es tu momento de probar que puedes con esto sin KyungSoo, así como el ya probó ser lo suficientemente fuerte para estar sin ti.

Aquellas palabras le helaron el corazón.

-¡Pero yo no puedo, ni quiero estar sin él!- gritó horrorizado.

-Pues si no lo intentas, el laberinto jamás te dejará salir y buscarlo.- dijo con voz de ultratumba.- Sino te pruebas a ti mismo, jamás abrirás esa puerta y no podrás verlo nunca.

-Lo veré cuando este despierto, lo buscaré a cada oportunidad que tenga y lo convenceré de que sólo puede ser mío.

El otro chico lo miró con compasión.

-¿Qué sucede?- preguntó asustado.

-No podrás reunirte con él en esta vida sin haber pasado antes por el laberinto, si lo haces cada intento tuyo por acercarlo sólo lo alejará. Necesitas apaciguar el alma antes que el cuerpo, si no te centras en lo importante lo perderás para siempre.- dijo con temor de ver su reacción.

El chico moreno de derrumbó visiblemente y dejó caer lo hombros hacía atrás.

-¿Entonces lo he perdido?

-No del todo, quizá aún puedas tenerlo, sí es que tienes éxito.- advirtió.

-¿Y si no?

-Entonces se acabó, no volverás a verlo ni en esta dimensión ni en la otra y lo habrás perdido permanentemente… ¿Qué decides?- preguntó con cautela.

El inquirido sopesó las posibilidades, sabiendo que eso podría ser o no un simple sueño, que podría estar firmando su sentencia de muerte, pero valía la pena. Por estar con KyungSoo habría apostado lo que fuera.

-¿Qué debo hacer?- preguntó.

-Sólo has lo que te diga y recuerda lo que hemos hablado.

-De acuerdo.

-Entonces retrocede en una cuenta mental del doce al uno y a cada número que retrocedas ponle un recuerdo cada vez más cercano de KyungSoo, hasta los recuerdos de esta noche ¿Entendido?

-Entendido.-

-Entonces comienza…

-Doce… La cara ilusionada del pequeño el primer día que se vieron todos juntos como parte de un grupo nuevo.

-Once…KyungSoo cantando la primera vez que escuchó su melódica voz.

-Diez… El sonrojo en sus mejillas cuando les comunicaron que compartirían cuarto.

-Nueve… KyungSoo saliendo de copas con el resto del grupo la primera vez que ganaron un premio.

-Ocho… El vaivén de sus caderas mientras bailaba por la cocina, mientras cocinaba y suponía que nadie miraba

-Siete… La ternura con la que encogía su naricita cuando tenía frío.

-Seis… Los dos juntos aquella vez que le dio su bufanda y lo protegió del frío con su cuerpo.

Cinco…- La primera noche que se coló a la cama de KyungSoo y durmieron abrazados.

-Cuatro… Su primer pelea oficial como amigos.

-Tres… KyungSoo con el rostro decaído cuando lo vio por primera vez con Krystal.

-Dos… KyungSoo distanciándose de él cuando su relación se hizo pública.

Uno… “Las segundas oportunidades existen…”

 

Finalmente Kai colapsó sobre la mesa hundiéndose en un profundo sueño, su cabeza descansando la mejilla inconscientemente junto a aquel recipiente cuyo contenido de olor dulce y amargo a partes perfectas que tanto le había cautivado en un principio, el cual ahora reposaba en suaves ondas obscuras que a simple vista lucían acogedoras en su tibieza, pero al ser degustado más a fondo llevaba a la triste conclusión de que estaba ya bastante frío.

Notas finales:

Lamento el tema del fic, pero realmente necesitaba escribirlo, porque estaba vagando la idea en mi mente y no me dejaba en paz y en fin...

Me ha entrado un bloqueo de escritor masivo y supongo que unos cuantos reviews no me vendrían mal ^3^

PD: Para todas aquellas que leen mi otro fic, una disculpa del tamaño del culo de SeHun y les aviso que el cap ya está casi terminado, así que no se desesperen d84;


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