Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Good Enough to my madness - Suficientemente bueno para mi locura. por Bokutosama

[Reviews - 90]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hey Hey Hey! Capitulo 28
"Todo lo malo que la vida puede dar"

El hospital entero era un desastre, en una semana todo se había sumido en el caos.

Me senté de nuevo junto a la camilla donde reposaba durmiendo tranquilo como si nada hubiese pasado, sus pestañas rubias, largas y encrespadas parecían resguardar su ser de todo lo malo que la vida nos brindaba cada día.

¿Cuantos años han pasado? Me pregunté sin dejar de admirarlo.

Pasaron quizá más de dos horas y yo seguía en la misma posición, con las manos sobre el colchón delgado y frio, admirando su rostro tranquilo que en millones de formas me trasportaba lejos de las blancas paredes desinfectadas del pabellón médico.

Tsukki seguía inconsciente, ya no recordaba cuantos días habían pasado desde el ataque de Kageyama, no me había atrevido a salir de la habitación, en cierta forma me sentía culpable,  tampoco podía ver a Hinata a los ojos.

—Yamaguchi-kun —la voz de Takeda me llegó por la espalda, levanté la cabeza, voltee a verlo sin decir nada, el pelirrojo con cara de loco que se hacía llamar a si mismo oficial de policía venía detrás de él con la sonrisa enfermiza y los ojos desorbitados que siempre mantenía como una expresión facial normal.

—Ven conmigo —añadió acercándose a la camilla.

Voltee de nuevo a ver a Tsukki, respiraba tranquilo, daba gracias que la presencia del oficial de policía que había llegado el día en que Kageyama destruyó el comedor, no lo perturbara, después de todo era el mismo tipo que lo había llevado a la comisaria, el día de su último ataque antes de que lo trasladaran al hospital o eso era lo que Takeda había dicho.

Era joven, no tenía la misma edad que nosotros, pero no pasaba de los 30, cuando llegó se mostró callado pero muy al pendiente de todo lo que sucedía, al día siguiente dejó salir su personalidad ruidosa y perturbadora, su expresión de locura iba más lejos de lo que nosotros mismos podíamos exteriorizar normalmente.

Quizá para la sociedad allá afuera, estábamos más locos nosotros por intentar ocultarlo que el tipejo frente a mí que apretaba los dientes en una sonrisa torcida esperando que saliera de la habitación quien sin duda alguna no tenía problema con demostrar su “singularidad”.

—Yamaguchi —Volvió a llamarme Takeda.

Tuvo que pasar un brazo bajo el mío para levantarme de la silla y sacarme de la habitación, no opuse resistencia pero tampoco me moví por voluntad propia.

Por suerte el oficial no se quedó a solas con Tsukki, Takeda me dejó fuera de la habitación y entró con él, me quede de pie mirando la puerta hasta que por fin salieron.

—Muy bien, ahora hay que ir con el otro —soltó el pelirrojo rascándose la cabeza con ansiedad.

—¿Que le hicieron a Tsukki?

—Kageyama Tobio era su nombre ¿verdad? — el pelirrojo me ignoró pero Takeda si se quedó viéndome, esbozó una sonrisa débil y cansada, las ojeras bajo el marco de sus lentes demostraba lo exhausto que estaba de dar explicaciones y atender al par de dementes que habían hecho del edificio Karasuno todo un desastre, llevaba días sin dormir, desde ese día el hospital fue invadido de oficiales de policía, los catatónicos y Asahi fueron movidos a Nekoma temporalmente, Suga-san fue internado como paciente, el peligris ya no era un practicante, Nishinoya-san quedó a cargo de él mientras se calmaban las cosas, por lo que él y Daichi fueron movidos a Fukurodani, “temporalmente”, En Karasuno solo quedábamos nosotros dos, Hinata y Kageyama.

La guerra con Hinata también fue otro episodio caótico y deprimente.

Recordar como lloraba rogando por la vida de Kageyama y luego por su estancia a su lado logro quebrarme desde adentro.

El pelinaranja no quería irse, aun si la vida se le iba en ello. Takeda tampoco consideraba conveniente el separarlo de Kageyama quien aún estaba en estado crítico, pero la policía no pensaba lo mismo, al final la estadía del oficial como un habitante más en nuestro mal fabricado “hogar” le consiguió a Hinata el permiso para quedarse, aunque fuese bajo un millón de condiciones; ninguna tan molesta como la constante vigilancia del pelirrojo.

—Ve a descansar un poco, todo estará bien — me puso una mano sobre el hombro mientras empezaba a caminar con parsimonia alejándose hacia cuidados intensivos, la misma sala de cirugía donde le había extraído un trozo de vidrio de al menos 15 centímetros a Kageyama, que se había logrado incrustar en el abdomen, yo vi la escena, en medio de su violento ataque terminó auto apuñalándose sin siquiera darse cuenta, fue tan rápido que nadie lo notó hasta que su resistencia cedió y el sangrado prominente lo hicieron más obvio.

Dejé salir un largo suspiro, el pelirrojo no me quitaba la mirada de encima, me hacía sentir asqueroso.

—Tendou-san sígame por aquí —Takeda logró llamar su atención alejándolo de la puerta, se perdieron por el pasillo, me tome un par de minutos más antes de volver la mirada a la habitación.

—Yamaguchi —Voltee de golpe, pero no había nadie.

—¿Qué crees que estás haciendo?

Sé más inteligente, ¿Qué crees que quiere ese oficial aquí?

—Yamaguchi aléjate de el

Mis alarmas se dispararon, pero ya llevaban así varios días, sin Tsukki despierto mis voces volvieron con más naturalidad de lo que me gustaría aceptar, no habían sido violentas, ni perturbadoras, sin embargo ahí estaban.

—¿Cuantas veces hasta hoy has lidiado con esos cerdos de la policía?

—Despierta Por favor susurré soltando todo el aire contenido en mis pulmones, cansado y estresado, recosté la frente contra la madera de la puerta mientras veía de reojo como su figura seguía apacible acostada en la cama sin mostrar ningún indicio de movimiento.

Verlo así me hacía sentir escalofríos.

Es como si estuviese muerto y yo viviera una alucinación donde aún respira, carente de algún tipo de movimiento pero vivo.

La distorsión entre la realidad y las visiones en mi mente me afectaban, no podía controlarlas no podía convencerme a mí mismo que esto o lo otro era o no real.

—Tadashi ya ríndete

—El no volverá

—Nada tuvo sentido desde un principio

—No te quedes ahí parado idiota! Huye!

Logré sobrevivir una noche más, abrí los ojos apenas tratándome de defender de la luz del sol que me daba en la cara directamente, ya entrado el verano podían ser las 8 de la mañana y ya hacia el calor suficiente para que sintieras las gotas de sudor acumularse en tu frente.

Logre enfocar bien la vista en la ventana frente a mí, abierta de par en par, la cortina no estaba, los barrotes que formaban cuadros de sombras sobre la cama vacía me alteraron.

La cama estaba vacía.

Me levanté de golpe girando sobre mi talón derecho hacia la puerta cuando mi frente golpeo con algo, levanté la mirada bruscamente para encontrarme con su estoico gesto facial… tan cerca de mí.

Yamaguchi pronunció con la voz algo ronca.

Estaba de pie, con sus ojos abiertos, sosteniéndose sobre sus propias piernas, mirándome como solía hacerlo siempre.

—Tadashi huye! —

—No! no dejes que nos descubra, vete Tadashi! corre! — fueron gritos, literalmente, gritos furiosos y aterrados azotaron mis oídos, mis perturbadas voces se salieron de control gritándome infinidad de cosas haciéndose un molesto zumbido que me hería los tímpanos, tuve que llevarme ambas manos a los oídos y agacharme, me mordí los labios hasta que sentí el sabor metálico de mi sangre viajando por mi dentadura.

Todo había sido tan repentino como el calor de sus manos sobre mis hombros.

Tsukishima Kei poseía una calidez extraña y especial, en su estado normal era frio, en términos literales, pero mi cuerpo lo percibía como un escalofrió en medio de una fuerte fiebre.

Sin embargo esta vez, el tacto de sus manos solo era cálido, como los rayos del sol que me arrebataron de los brazos de Morfeo.

Levanté la cabeza aun lidiando con el dolor de cabeza que ya se extendía a mi nuca, su mirada seguía siendo la misma, no llevaba sus lentes, inexpresivamente me miraba hincado en una rodilla posando sus manos suavemente sobre mis hombros.

Todo comenzó a agitarse, el dorado de sus ojos se oscureció, lentamente, al mismo tiempo que las esquinas de sus labios se levantaban suave y perturbadoramente en una sonrisa torcida, mostrando los dientes mirándome con la ceja izquierda levantada como si se burlara de mí.

Todo a mi alrededor se agitó, los ruegos y exigencias de mis voces eran cada vez menos entendibles, el terror corrió por mi cuerpo con una extraña sensación de familiaridad como si estuviese experimentando un deja vu.

Como si esa sonrisa aterradora la hubiese visto antes, el agarre en mis hombros se hizo más fuerte, instintivamente aferre mis dedos a sus antebrazos tratando de alejarlo, pero fue inútil, solo logre acentuar más su anormal diversión con mis patéticos y débiles movimientos.

—Huye!!

—Tadashi Huyee!! —por fin una voz sobre las otras logro despertar a mi aturdida mente, apreté el agarre en la piel de Tsukki cuando sentí que mis manos traspasaban su cuerpo, no me fui de bruces pero no pude tocarlo.

—Esto no es real

Abrí los ojos de golpe, estaba sentado en la misma silla frente a la camilla con los brazos caídos sobre los muslos, aún no amanecía, el ambiente estaba tranquilo y en silencio, Tsukki seguía durmiendo plácidamente, esta vez de lado hacia mí, con un brazo bajo la almohada apachurrando una mejilla contra la tela blanca.

La ansiedad aun no desaparecía de mis músculos, vibraban, era tan horrible el desasosiego que me producía no poder diferenciar entre la realidad y mi demente ser.

Me acerque a la camilla inconscientemente colando mis brazos bajo los de Tsukki, mirándolo de cerca, sintiendo la calidez de su aliento chocar contra mi cara.

Lo vi arrugar la nariz y fruncir el ceño, tenía su rostro a unos centímetros del mío, arrodillado en el suelo, luchando contra mis impulsos de hacer desaparecer la distancia entre nosotros.

Estaba asustado, lo quería de vuelta.

Lo necesitaba de vuelta, ahí, en ese mismo instante.

Rocé su mejilla con mi nariz lentamente, rogando internamente con lágrimas en los ojos que regresara, que volviera a mi lado.

Las imágenes de su cuerpo cayendo lentamente al suelo de aquella tarde desastrosa calaron en mi mente lenta y tortuosamente como una llovizna, de niño las cosas son muy aterradoras, le tienes miedo a lo desconocido porque eres un ser indefenso, siendo yo de niño pase por horrores que pocos en su vida logran enfrentar y salir vivos de ellos, toda esa retahíla de eventualidades desafortunadas y crueles me habían partido en millones de pedazos, de ahí derivaba mi naturaleza débil, cobarde, patética y de vez en cuando perturbadora.

Pero no había cosa más aterradora que hubiese aplastado mi razonamiento de tal manera como la de ver su vida en peligro.

Por salvaguardar la mía.

Mi vida no valía nada, en comparación la vida de Tsukki lo era todo para mí.

La encrucijada en la que me entramaba a diario por robarle su vida y su felicidad seguía siendo un constante remordimiento, pero en el fondo, egoístamente, lo quería solo para mí, para nadie más, que solo me viera a mí, que solo existiera por mí.

Que Tsukki fuera solo mío, perderlo significaría perder las pocas fuerzas que me permitían seguir vivo.

Apreté los ojos rogando con más fuerza, murmurando mis patéticos lloriqueos.

—Por favor, por favor, vuelve —La nariz se me congestiono rápidamente, mis lágrimas rebotaban en sus blancas mejillas, colé mis dedos entre su sedoso cabello y apreté con fuerza con ambos brazos rodeando su cabeza atrayéndolo hacia mí, llorando sobre su rostro.

Apegue su cara a mi cuello dispuesto a desanudar esa cuerda de nudos que había estado tragándome toda mi vida.

Una tormenta eléctrica, eso era, cada momento se torcía, se estiraba y se comprimía hasta explotar igual que un manojo de poderosos relámpagos, las consecuencias me aturdían como si fuesen ruidosos truenos cayendo a mí alrededor.

Superarlo, desahogarme, recuperarme.

Yo no sabía cómo hacer nada de ello.

Entonces su tacto cálido y frio volvió a aparecer en mi cuerpo, su tacto normal, no el que había sentido en mi alucinación, respondiendo a mis plegarias.

Era él, estaba despierto.

Sus dedos acariciaron gentilmente mi antebrazo subiendo hasta mi mejilla, me limpio las lágrimas mirándome sin mucha expresión en sus facciones, no parecía muy en la realidad, solo me miraba y me acariciaba la cara limpiando los restos de mi llanto.

No pronunciaba palabra, sus labios no se movían, los pelos de la nuca empezaron a erizarse lentamente.

—Tsukki —lloré su nombre, en un patético ruego más tratando de contener el flujo nasal.

Me miró, cerró los ojos lentamente y volvió a verme, paseó sus hermosos ojos dorados por todo mi rostro, su mano pasó de mi mejilla a mi cuello donde delineo mi mandíbula con sus dedos hasta levantar un poco mi mentón.

Recorrió el camino de lágrimas, que me corrían por el mentón desembocando en el cuello, con sus dedos fríos.

La rugosa yema de esos dedos pálidos me hizo erizar toda la piel.

Su mano acarició suavemente mi piel, pasando a mi nuca, el agarre se intensificó solo un poco, sin embargo mi alarmas comenzaron a vibrar, acomodó toda su enorme palma sobre mi cuello…

Y empezó a apretar con fuerza.

Tenía la mirada clavada en el techo, no pude bajarla para ver que expresión hacia Tsukki mientras comenzaba a impedir que el aire entrara a mi cuerpo, a mis pulmones y me permitiera seguir viviendo.

—No es él —susurró una de mis voces, demasiado débil para ser un grito, mas parecía la voz aterrada de quien no quiere ser descubierto, las lágrimas habían cesado, el pánico se apodero de cada una de mis células, lleve ambas manos a su muñeca, hice tanta presión como pude tratando de zafarme, la espalda me dolió en el esfuerzo de echarme para atrás, quería huir, apreté tan fuerte los ojos como me fue posible, si no podía verlo, no era real.

Recordé ese mismo episodio en la azotea del edificio, cuando Tsukki perdió la cordura por un momento y por poco me deja caer por el borde sosteniendo mi cuerpo solo con sus manos sobre mi cuello.

—No dejes que te lastime

—Todos quieren hacerte daño Tadashi

—Tienes que protegernos

El dolor se expandía por todo mi pecho, me quemaba los pulmones, que hacían su trabajo exigiéndome aire, enviándole pulsos de pánico a mi cerebro, apreté los dientes haciendo salir un doloroso chillido a lo que apretó con más fuerza, una sola de sus manos estaba por quebrarme el cuello.

Escuché un bufido ahogarse en su garganta, gutural, grave y sumamente aterrador.

—Tadashi-kun —me llamó dejando salir su respiración agitada en sonoros ruidos que opacaban mis débiles gemidos de dolor.

Sentí el hedor a sudor que desprendía el cuerpo de mi padre la primera vez que arremetió en la casa ebrio, con una botella de alguna bebida agria en la mano.

—Mamá

Los ojos se me humedecieron a instante, más que en aquella vez.

Sumido en la oscuridad con los ojos bien apretados, sentí como se elevaba sobre mí, poniéndome contra la cama lentamente con cuidado sin deshacer el agarre en mi tráquea que reseca e inutilizada me empezaba a hormiguear, apenas podía mantener las manos sobre su muñeca, sentí sus muslos aplastando mi cadera, se sentó sobre mi empujando mi cabeza en la camilla.

Su cuerpo estaba ardiendo pero sus manos se sentían heladas.

—Papá basta

Mi vista opacada fue transportada a esos momentos en mi pasado, las voces en mi cabeza seguían torturándome, los toques de Tsukki sobre mi cuello eran los mismos que habían provenido de mi padre aquella noche.

—Solo es un viejo enfermo

—Vamos Tadashi, tú ya no eres un niño, defiéndete

La misma fuerza con que impedía que el oxígeno llegara a mi cuerpo para hacerme sentir débil, que estuviera indefenso, a merced de cualquier barbaridad que le diera el placer que buscaba.

—Mamá ya no esta

Estaba sumido en el pánico, cada fibra de mi cuerpo sucumbió bajo el pavor que nunca sentí esa noche, el hombre sobre mí no era mi padre, no podía agarrar el cuchillo de la cocina y asestárselo en la sien, no, no era tan fácil.

Porque la persona sobre mi sabía que no podía hacer en contra suya, porque él era Tsukishima Kei, ¿Que hubiese podido hacer?, él era lo único que le daba algo de sentido a mi vida.

Quizá lo mejor hubiese sido dejarlo asesinarme, las lágrimas no lograron fluir más, mi cuerpo entero estaba rendido y paralizado por el miedo, y la resignación, no me permitía abrir los ojos.

—Tú no puedes morir aun, derrotista!

No podía permitirme ver su expresión mientras exprimía mi último aliento de vida.

- Du… duele - alcance a musitar entre dientes.

Entonces su agarre disminuyó, escuché un quejido y la mano helada que me sostenía quedo sobre mi tráquea sin voluntad alguna, solo reposando en la misma posición, agradecí internamente, me sentí aliviado por un segundo, creí que Tsukki había vuelto, tosí un par de veces no podía moverme más que eso, mis manos recuperaron un poco de movilidad, valentía quizás? Intenté retirar sus manos de mí pero no retrocedió, su cuerpo se fue contra mi pecho. Tsukki se recostó sobre mí respirando agitado como si hubiese acabado de tener un orgasmo.

—Huye Tadashi

—Por favor! Por favor! Por favor! Huye Tadashi no dejes que nos descubra

—No abras los ojos

—Tadashi! Mueve el trasero, haz algo!

—¿Voy a morir?

Estaba tan aterrado que no había distinguido la enorme erección que empujaba sobre mi estómago.

—Tienes razón —habló contra mi odio.

—No soy el —los susurros aterrorizados de mis voces callaron al instante, no pude escuchar nada de ahí en adelante, ni siquiera mis propios pensamientos.

Todo mi cuerpo fue vaciado de cualquier sentimiento.

No hubo necesidad de despojarme de mi ropa, con el ligero pantalón que tenía puesto, le fue fácil bajarlo a mis muslos, voltearme contra la cama y penetrarme sin ninguna preparación, no hubo dolor, no hubieron lágrimas.

Al final cosas como esas ya me habían pasado, inclusive cuando mi cuerpo aún no se desarrollaba lo suficiente como para ser usado.

Ser violado por un extraño ya no representaba un evento traumático.

Y aunque fuesen sus manos, su calor, su piel, sus gotas de sudor corriendo por mi nuca, aunque ese aliento cálido chocando contra mi mejilla era el suyo.

Esa persona no era él.

Que su cuerpo haya sentido placer a costa mía no tenía el mismo significado de antes.

Abrí los ojos con todo el cansancio que había sentido en mi vida golpeándome cada célula, miré con flojera a la ventana que dejaba entrar apenas un par de rayos de luz, el resto eran escondidos por la cortina, bajé la mirada, sentía todo el cuerpo sudoroso y sucio, quería cerrar los ojos, seguir durmiendo hasta el fin de los tiempos pero la sensación de dolor apareciendo lentamente en mis partes íntimas y en mi cuello fue el derechazo a mi mandíbula de parte de la cruda realidad.

Esta no había sido una alucinación.

—¿Yamaguchi?, ¿Estas despierto? —una voz conocida me sacó de mi momento de revelación.

Hinata se subió a la cama enterrando sus dedos en mi cabello.

—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —Me preguntó con una sonrisa débil y las ojeras bien marcadas bajo sus ojos.

Me quedé callado viendo el color naranja ahora opaco de sus ojos, sentía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que vi su característico brillo.

—¿Dónde está Kageyama? —pregunté

—Eh? Ah bueno, el ya despertó… pero… es mejor que lo deje descansar —fingió una lastimera sonrisa que hasta a mí me dolió ver.

Si por esta llanura caía un diluvio por allá no escampaba, sus ojos bajaron a mi cuello y subieron de nuevo.

—Te duele?

Me asusté al instante, ¿Dónde estaba Tsukki?, ¿Habían descubierto lo que me hizo? Pero no fue su culpa. Mi mente se llenó de caos, las preguntas iban y venían, la incertidumbre en mitad de mi pecho ardía.

—Tranquilo… —habló Hinata sacando un largo suspiro —No le he dicho a nadie

Dejé escapar el aire retenido en mis pulmones y lo mire con los ojos inevitablemente aguados.

—Yamaguchi —llamó mi nombre con angustia, curvo sus delgados labios, su puchero le dio paso a las lágrimas que dibujaron un sollozo cálido que fue a morir en mi cuelo cuando su cuerpo se abrazó a mí con delicadeza apretando sus dedos en mi espalda.

Sentir su alma quebrándose al compás de la mía era una de las cosas más tristes que había sentido.

La tristeza como cosa singular es un sentimiento que te llena el cuerpo de vacíos y dolores inconclusos, sin lugar, sin espacio sin una cura médica, ni artesanal, la tristeza era una enfermedad terminal de la que huía con fervor.

—Ten…go miedo —susurraba mientras se apegaba más a mi pecho, rodee su cuerpo con mis brazos bajándolo suavemente, era pequeño y frágil, noté lo delgado de sus brazos, el cómo sobresalían los huesos de sus omoplatos, las costillas marcadas a cada costado.

Terminé con mis manos entre su cabello acariciándolo lentamente mientras se calmaba.

Hinata Lo llamé haciéndolo voltear hacia arriba.

—No le digas a nadie

— Pudo matarte!

—Por favor prométeme que no le dirás a nadie

— Lo intentará de nuevo Tadashi

Mis voces habían vuelto, rencorosas y cobardes.

Aunque me hiciera la cosa más cruel o inhumana, aunque mi vida fuera arrebatada por sus propias manos yo no estaba dispuesto a aceptarlo, fuese o no, él mismo.

Lo amaba demasiado.

—¿Estás seguro? — me preguntó con su carita cubierta de lágrimas.

Asentí con la cabeza tratando de parecer firme pero la expresión curvada de sus cejas me dejaba ver que no estaba siendo muy convincente.

—¿Esta bien? Es decir… está bien que la persona que amamos nos haga daño? —la duda y el temor que vi en sus ojos me helo la sangre.

¿Qué estaba pasando por la cabeza de Hinata?

—Kageyama… él, no quiere que me quede— me confesó en voz baja con vergüenza y un leve sonrojo en sus mejillas.

Con la escena de desesperación que había protagonizado rogando para que lo dejaran quedarse y ahora aceptar que la persona por quien había hecho todo ello no lo quería cerca, era quizá demasiado para su pequeño cuerpo.

—¿Lo odias por ello? —su cabeza negó con énfasis antes de que yo terminara de formular la pregunta.

—No quiero que él me odie

— Si Kageyama me odiara, yo… Yama… gu… — la voz se le quedo a medias, los sollozos le ganaron y volvió a llorar a moco tendido tratando de taparse con ambas manos.

—¿Tan fuerte es lo que sientes por él?dejé salir una leve sonrisa, por lo intima que se ponía la conversación, el rostro de inocencia y vergüenza que ponía Hinata al tocar esos temas no tenía precio.

Asintió con la cabeza, aunque nuestra locura no era excusa para intentar lastimar a los otros, el formar un vínculo y mantenerlo por pequeño que fuese en nuestra posición tenía más prioridad que el respirar, hasta ese bastardo brusco y bravucón lo sabía perfectamente pero amaba tanto a su pelinaranja que tampoco soportaba el hecho de hacerle daño.

Para Kageyama, Hinata tenía que ser tan preciado como Tsukki lo era para mí, si Hinata le quisiera hacer daño seguramente él se lo permitiría, con lo sádico que era hasta podría pedírselo el mismo, para compensar todo lo malo que su obsesivo carácter le debía ya.

Para expiar las toneladas de culpa por arruinarle la vida, y el futuro prometedor al que Hinata ya no podía aspirar, para agradecerle por permitirle seguir viviendo con una razón. Con un motivo para abrir los ojos cada día.

El que Kageyama decidiera intentar alejarlo era lo más valiente que podía hacer cualquiera de nosotros, el mismo estaba rompiendo ese vínculo, para protegerlo de el mismo.

Por donde fuese que lo viera, Kageyama era admirable, porque tenía que estar destrozado ahora mismo. Incluso más que nosotros dos.

—Donde esta Tsukki? —pregunté aun en medio de mi pensamiento, no terminé de decir eso cuando el pomo de la puerta giró.

—Yamaguchi —ahí estaba con sus casi dos metros de alto, todo su cuerpo entrando por la puerta, el dorado de sus ojos justo como lo recordaba, mirándome como si todo fuese normal, como si todo hubiese sido en realidad solo un mal sueño.

Pero los dolores y las marcas en mi cuello que Hinata diviso al instante en que vio al rubio entrar para luego agachar la cabeza eran pruebas suficientes para recordarme que la realidad era cruel, era cruel y nula en su cabeza.

Porque mientras el no estuviera al mando de su cuerpo, no solo era inocente era también ignorante de la realidad.

Me lleve un mano al cuello tratando de disimular, sonreí con algo de tristeza, me mire las piernas y volví a verlo, traía una bandeja con comida, por un momento parecía que no sabía si entrar o no, quizá pensó que interrumpía algo, se sentó en el otro extremo de la camilla poniendo la comida sobre ella ignorando a Hinata.

—Tienes que comer algo — me dijo acercando más la comida, los ojos me picaron, quería llorar.

—Tsukki? — sus ojos me enfocaron, no hubo una sonrisa pero si un gesto tranquilo diciéndome “come, todo estará bien, yo estoy aquí” mi mente mi cuerpo y mi corazón fueron débiles, podía sentir la mirada de preocupación de Hinata pero no podía reprimir el sentimiento de alivio que sentí al verlo de vuelta.

La prueba más fehaciente de ese hecho era el completo silencio de mis voces, no hubieron advertencias, ni gritos, ni ruegos.

Era el.

Admiraba a Kageyama por amar puramente a Hinata y por ello proponerse protegerlo aunque fuese de sí mismo.

Pero mientras Tsukki siguiera vivo y yo fuera un maldito cobarde terminaría haciendo todo por mantenerlo a mi lado.

Aun si eso nos terminaba matando a ambos.

Notas finales:

Hey! me tarde siglos verdad? 

Por ahi lei unos comentarios de personitas que me leen hace rato y se sintio bonito, gracias aunque no dejen ningun review aprecio que lean toda esta locura que sale de mi cabeza.

Aqui abajito me puede dejar otro comentario si quieren, nos vemos la proxima! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).