Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Good Enough to my madness - Suficientemente bueno para mi locura. por Bokutosama

[Reviews - 90]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Han pasado 840 años...

Sip ya no son suficientes 84 años xD, hey! como están? apuesto a que pensaron que iba a dejar el fic asi como asi en su mejor parte, pues no! 

hahaha lo siento, se que algunas estaban esperando ansiosas la conti y las defraudé ?) 

Bueno por donde empiezo,  mi vida ahora es como la de Tsukki no se que carajos esta pasando, ni pa donde ir, ni que hacer, tengo mi kokoro herido, la inspiración no me ha abandonado pero si las ganas, bueno aveces. 

Bueno sin mas excusas baratas de cajón les dejo el capitulo 29! disfrutenlo ~

Cuando era niño tendía a ser muy ingenuo, aunque no expresara mis dudas y mis pensamientos sobre cada cosa nueva que descubría, siempre sostenía en mi cabeza millones de pensamientos que iban y venían, se torcían y cambiaban. Uno de ellos surgió una noche mientras veía la luna desde el patio de la casa, estaba sentado en el andén viendo como mi hermano terminaba de desinflar la piscina inflable que papa había comprado para ambos ese verano.

Había luna, era cuarto menguante, o cuarto creciente no logro recordarlo bien, el cielo estaba despejado, la luz que se expandía sobre el césped y las plantas era amarillenta y débil pero brillaba lo suficientemente fuerte como para iluminar sin necesidad de la bombilla eléctrica.

Esa noche me pregunté qué poder místico determinaba cuando salía la luna y cuando el sol, cuando se dejaban ver solo un poco y que tanta cantidad de luz podíamos tener.

Yo quería tener un poder así.

De niño fui muy ingenuo, pero ahora de grande creo que aún lo soy, el doble.

Nunca podría llegar a controlar a la luna o al sol, ni siquiera puedo aspirar a tener el control de mis propios dedos.

Las lágrimas en las mejillas de Yamaguchi estaban secas, pero oscurecían su piel haciéndolas visibles, sus labios estaban rosados al igual que la punta de su nariz, había estado llorando.

No conectaba su mirada a la mía, me esquivaba, la mano en su cuello, bajo sus dedos, se veian manchas moradas.

¿Qué le sucede?

Hinata también estuvo llorando.

¿Qué sucedió?

—Creo que debería regresar — La voz de Hinata se oyó congestionada, Yamaguchi me dirigió la mirada por más de dos segundos por primera vez desde que entré a la habitación, el pecoso le sonrío a Hinata despeinándole los rizos naranjas asintiendo con la cabeza.

Su mano seguía sobre su cuello, me quede en silencio con la reminiscencia de un mal sabor trabada en la boca, de pronto fui consciente de no tener idea de cómo había llegado hasta ahí, ¿De dónde saqué dos bandejas con comida?

Sentí mi cuerpo extraño, como si se moviera poseído por una inercia ajena a mí y a mis pensamientos, mi pesimista naturaleza se convirtió en un escalofrió que me viajo por la columna hasta morir en mi nuca.

—¿Que sucedió? — pregunté, las manos comenzaron a temblarme.

—¿Eh? ¿Tsukki? ¿Qué pasa? — la respiración se me agitó de golpe, sentí las piernas pesadas, lo mire de arriba abajo, Yamaguchi ocultaba algo.

Mi propio organismo me quería ocultar algo.

Hacía calor, era una mañana a mitad del verano, sentí cada poro de mi piel sudoroso y congestionado.

Me eché un paso hacia atrás mirándome las manos, el pánico empezaba a apoderarse de mí y no tenía idea del porqué.

Yamaguchi se levantó de un tirón de la cama, se acercó a mi tomándome de los brazos, justo antes de que me fuera de espaldas al piso, alcanzó a retenerme para que al menos no me golpeara, quedé sentado mirándome los brazos, sentía las corneas ardiendo y la garganta seca.

—¿Tsukki? Tsukki respóndeme! ¿E… estás bien? —su voz fue demandante aun con el sollozo que casi le impide terminar de hablar.

Levanté la cara y lo mire a los ojos, sus marcas en el cuello ahora fueron completamente visibles para mí, tenía largas marcas rojizas y moradas extendiéndose hasta su nuca, como si alguien hubiese intentado asfixiarlo.

Como si alguien…

Me mire de nuevo las manos y sus ojos alternadamente.

Yamaguchi empezó a llorar de nuevo, me miraba con el aturdimiento de alguien que no sabía qué hacer.

—¿Cómo te hiciste esas marcas?! —le grité, en mi cabeza se reprodujo la mirada de Hinata llena de preocupación antes de dejar la habitación, el momento en que Yamaguchi se encogió tapándose el cuello con la mano.

—¿Quién te hizo daño!? —Lo tomé de los hombros, lo estrujé yéndome sobre él, yo tenía la respuesta y estaba aterrado, el pensamiento no lograba completarse en mi mente sumida en el pánico, pero a pesar de eso, tenía que escucharlo de él.

Era un masoquista.

Pero tenía que hacerlo.

—Tsukki m… me las… lastimas

Ahí estaba. Su respuesta corta y concisa que bien podría no tener nada que ver con nada, desencadenó en mi cuerpo un torrente de angustia, desesperación y odio.

Me odiaba a mí mismo, lo había lastimado.

—Fui yo —susurré palpando la cruel realidad entre mis labios, entre mis dientes, como un veneno dulce y ponzoñoso que actuaba rápido.

Sentí sus manos aferrándose a mis hombros.

—No es cierto! Tsukki, no fuiste tú —Si, lo había escuchado pero mi mente no podía entender que significaban esos sonidos que pronunciaba, no pude descifrar sus palabras, fueron solo sonidos sin sentido que se desvanecieron mientras poco a poco todo se oscurecía.

A mi alrededor no había nada, yo mismo lo había destruido todo.

Cuando abrí los ojos de nuevo estaba en asilamiento.

En esas cuatro paredes que me confinaban con una rabia silenciosa, atado a esa camisa de fuerza que me lastimaba todo el cuerpo, con el pecho adolorido sin aire, acalorado, sudoroso y perdido.

Mire con pereza hacia la puerta, no lograba percibir ningún sonido proveniente de afuera, la única banda sonora que lograba distinguir era el resoplido agitado del aire tratando de entrar a mi cuerpo, del mismo saliendo con furia.

Volvía a sentir la laguna mental de la mañana, no tenía idea de cómo ni porque había llegado hasta ahí, pero por el bienestar de Yamaguchi era lo mejor.

¿Dónde estaba? ¿Lo terminé lastimando de nuevo?

Ya no sentía las manos, mucho menos podía moverlas, agradecí por primera vez ese sentimiento de impotencia, al menos así no podría hacerle ningún daño.

Recordé la mirada de mi madre cuando yo enfermaba, esa dulzura con la que lograba convencerme de que todo estaría bien de nuevo, ¿Cuando había dejado de pensar en ella?, ahora, en ese momento cada recuerdo junto a Yamaguchi se reprodujo lentamente en mi cabeza, cerré los ojos sintiendo el ardor más seco que había sentido.

La primera vez que vi sus ojos, la primera vez que sentí su piel, los impulsos eléctricos viajando por mis células, el recuerdo que guardaba mi cuerpo de su existencia.

Quería tenerlo entre mis brazos aunque eso pudiera matarlo.

Las ganas de vomitar me hicieron ahogar una horcada mientras me empecé a retorcer de malestar sobre la fría y apretada camilla, ese solo pensamiento me hacía sentir enfermo, los engranajes de metal y las uniones de los tubos hicieron ruido ante mis bruscos movimientos, la camisa cedió lo suficiente para apretar más mis muñecas.

¿Cuantas veces más tendría que desear estar muerto para por fin estarlo?

Escuché el sonido de la puerta abriéndose, sentí una mano cálida en mi nuca, ejerciendo un poco de presión.

—Tranquilo chico

Esa voz me heló la sangre, aun con todo el calor que abrazaba mi cuerpo, pero el punzón en mi cuello me detuvo, no dolió, pero fui plenamente consciente de como el líquido ardiendo se colaba en mis venas mientras me paralizaba el sistema nervioso, ya no sentía nada, ni el dolor en mis brazos, deje salir un largo suspiro hasta quedarme completamente quieto, sentí un par de lágrimas acumuladas por fin escapar de mis ojos y rodar por mis mejillas, cerré los parpados pero no hubo oscuridad.

—Por favor! Por favor Takeda-san Por favor —varios ruegos y lamentos entre sollozos se escuchaban a lo lejos, manteniéndome consciente, con los ojos entreabiertos, fijos en la pared frente a mí.

—Ya basta Yamaguchi-kun

—Por favor no puede dejar que le haga daño, Tsukki no hizo nada malo!

—Será mejor que lo saque de aquí Takeda-san

Esa voz de nuevo, ya no podía reaccionar físicamente a ella pero mi mente disparó hasta la última alarma que pudiera poseer mi enloquecido ser, o eso creí por un momento antes de que la droga dejara de hacer efecto y mi cuerpo se removiera, furioso, de nuevo.

Caí al suelo acolchonado, mi espalda absorbió todo el impacto, me voltee con furia, la sangre me hervía.

Ahí estaba.

Su estúpida estatura se alzaba sobre mí con prepotencia, sus cabellos rojos y despeinados estaban echados hacia atrás, vi su mirada cínica y su falsa sonrisa que dejaba ver todos sus odiosos y blancos dientes.

—Sí que eres enérgico, ¿no es así? —sonrió de nuevo acomodándose un mechón rebelde con la jeringa entre sus dedos.

—¿Tsukishima-kun estas bien? —preguntó Takeda-san desde la puerta tras de él Yamaguchi era un mar de lágrimas que miraba expectante tratando de retener la imperiosa necesidad de entrar y lanzarse sobre mí.

Una sonrisa suave y perfectamente fingida se dibujó en mi rostro sin mi consentimiento.

—Si quiere ver que tan enérgico soy, le invito a soltarme la camisa de fuerza —mi tono de voz fue tranquilo y sereno todo lo contrario al movimiento errático de mis manos que se retorcían contra la tela quemándome en el intento de liberarme.

El abominable ser que me usó como su marioneta enferma no iba a aparecer de nuevo, menos cuando era responsable de varios de mis traumas.

Me miró, guardo silencio, se pasó la jeringa por los labios y soltó una carcajada.

—Te puse 25 ml, tengo que admitir que me sorprendes.

—La dosis debía ser de 8 ml máximo, Tendou-san usted es una oficial de policía eso lo tengo muy claro, pero en cuanto a la salud de mis pacientes, es totalmente mi jurisdicción, podría haberle causado muerte cerebral, ni siquiera sabemos que podría estar causando en estos momentos en su cuerpo.

La voz de Takeda-san sonó como nunca la había escuchado antes, demandante y enojado, había hablado el director del hospital Matsuzawa y ni yo no podía negarlo.

—Lo entiendo, lo entiendo, proceda como guste Doctor —se burló el pelirrojo echándose un par de paso atrás, Yamaguchi no logró retenerse más, ya lo tenía abrazado a mi pecho llorando desconsolado llamando mi nombre.

Miré por un momento al pelirrojo que se empezaba a retirar de la habitación hacia el pasillo, su mirada pasó lentamente de la burla al asco.

El tipo era un homofóbico de primera, ya había logrado torturarme en la cárcel y en las celdas de la penitenciaria donde estuve varios días recluso en más de una ocasión, las inclinaciones de Akiteru no ayudaron mucho, cuando lo conoció y se enteró por los registros familiares de la preferencia sexual de mi hermano había logrado colarse en una de las celdas una noche, incitando a un par de malandros que habían caído ahí conmigo a que me follaran como a una perra.

No lo lograron, siendo yo un loco descarriado, alto y fuerte había podido someterlos, pero el pelirrojo no paró ahí, desde ese día, no solo lo asignaron la tarea de mantener uno de sus obsesivos ojos sobre mí, como misión personal había decidido hacerme desear estar muerto.

Cuando lo perdí de vista pude destrabar la mandíbula, aprecie con lujo de detalle como el arrebol de dolor en mis muñecas me pasaba la cuenta de cobro.

Me incline por el dolor, Yamaguchi sollozó y me miró preocupado, Takeda se agachó y me halo del brazo poniendo a Yamaguchi entre los dos, con cuidado desató la camisa hasta dejarme libre.

—Tengo que revisarte de inmediato, por favor compórtate —fue lo único que dijo, ya no sonreía más.

—Por favor no deje que se acerque a Yamaguchi —la suplica lastimera que se escapó de mi garganta seca y carrasposa le devolvió algo del Takeda-san que yo conocía.

—No te preocupes por ello —sonrió débilmente mientras caminaba hacia el pasillo.

—Tsu… kki —susurró mirándome desde mi pecho, con los brazos libres pero inútilmente adoloridos no pude ni moverme, seguía a la merced de su abrazo, cálido, acogedor, reconfortante y aterrador.

Takeda-san regresó acompañado de Ukai-san, el rubio me miro con cansancio, me ayudó a levantarme hasta acomodarme en una silla de ruedas, la droga empezó a paralizarme poco a poco, me tenía pasmados hasta los pensamientos.

Lo siguiente que sucedió fue rápido, me terminaron llevando de nuevo al pabellón médico, Yamaguchi tomó mi mano y nunca la soltó ni siquiera mientras Takeda-san me examinaba, mi tensión estaba por las nubes, si lograba moverme rápido terminaba con la visión invadida de una estática grisácea parecida a la de un televisor sin señal.

— Vas… a… a estar bien— susurro Yamaguchi apretando sus dedos entrelazados a los míos, mis muñecas tenían marcas rojas y restos de sangre en ciertas cortadas pequeñas que había causado el roce persistente con la tela.

Lo miré a los ojos todo el tiempo, el color café en su iris tenia tonos verdosos y algunos claros, las lágrimas que se formaban a medias le daban más brillo, sus pestañas no eran muy largas pero si lisas y gruesas.

Todo era caóticamente agotador, ya no sabía ni cómo podía seguir manteniendo mi mente funcionando, por un momento mientras veía desvanecerse una lagrima por su mejilla pensé que sería mejor (de nuevo) terminar con todo aquello.

Desperté tres días después, exhausto y maltrecho, o al menos eso me dijeron después, lo primero que vi cuando abrí los ojos plenamente consciente, fue su pecoso rostro adormilado sobre el colchón junto a mi brazo, sus dedos entrelazados a los míos, hacia más calor de la que había sentido en los últimos días, sentía las gotas de sudor rodar desde mi frente bajando por mi sien hasta mis mejillas perdiéndose por mi nuca.

Era de noche pero todo era iluminado por una luz grisácea que le daba un aire espectral a todo.

Había luna llena.

Miré por la ventana, una de las cortinas estaba apilada y dejaba ver el paisaje nocturno, una rama de un árbol que alcanzaba a llegar hasta el vidrio formando una sombra tenebrosa sobre el resto de la delgada tela blanca, el cielo impecable, ni una nube, ni una estrella, solo ese farol enorme, iluminando mi cara y las facciones de Yamaguchi.

Juzgándome.

Era un cuerpo de luz resaltando la oscuridad que me invadía.

Sentí las manos temblar, incluso la sudorosa que sostenía el pecoso entre la suya, el miedo y la cobardía no son iguales, la ansiedad que me producía al ir ciego por los días sin tener un panorama claro de lo que sucedía en mi cabeza, el pánico al que se sometía mi sistema nervioso al sentirme impotente, sin duda yo padecía de ambas ¿No había nada realmente que pudiese hacer?

Yo alguna vez estuve sano, alguna vez fuimos niños normales, con una vida normal, íbamos a la escuela, aprendíamos cosas, conocíamos personas, comíamos nuestra comida favorita, soñábamos con dinosaurios y papas fritas.

¿Que habíamos hecho para merecer un destino tan chueco y doloroso?

Solté un suspiro, me sentía sucio y pesado, subí mi otro brazo para encontrar un catéter inyectado en mi dedo índice, me molestaba la sensación fría de la aguja, pero no quería perder el agarre de Yamaguchi si intentaba sacármelo.

Acerque mi mano aletargadamente hasta su mejilla derecha, la otra se le aplastaba bajo el peso de su cabeza contra el colchón; acaricie con la yema de los dedos su suave piel, trazando pequeñas líneas entre sus pecas.

Yamaguchi tenía constelaciones en el rostro.

Resignado a no masticar nada de nuestras situaciones al menos por el momento en que el siguiera dormido, sumido en un mundo diferente, (que yo deseaba con todas mis fuerzas fuera menos doloroso para él), me perdí en los tramos que podía formar con cada mancha de su piel.

Una de sus pequeñas pecas tenía la forma de un círculo perfecto, si trazaba un camino hacia la siguiente que era un poco más deforme podía llegar a una tercera más pequeña.

—Orión —susurré notando como mi voz apenas salía raspada y más grave de lo normal rompiendo el cómodo silencio que era armonizado por su respiración.

Desde que una tarde cuando era pequeño mi hermano me enseñó lo que significaba esa constelación me termine obsesionando con cosas de mitología, astrología e historia, en mi niñez devore más libros sobre cosas antiguas y mágicas que comida, recuerdo que esa noche mencionó que esa constelación era una de las pocas que se podía ver en cualquier parte del mundo, me contó sobre su historia y las muchas versiones que tenían según las culturas que intentaron darle una explicación a esa formación de luces en el cielo nocturno que no parecía alterarse ni con el paso del tiempo.

Algo hermoso que está a la vista de todos, luminoso, que no se esconde, solo es un ser simple e inamovible.

Quizá inexplicable.

Rasque suavemente con la uña de mi dedo pulgar la punta de su nariz, luego de arrugarla y dar un largo bostezo abrió los ojos con cansancio, noté las bolsas que se formaban bajo sus ojos que me miraban sin alguna expresión, pasaron quizá un par de minutos, antes de que sus pupilas se dilataran y sus parpados se abrieran de golpe.

—Tsu… —puse un dedo sobre sus labios, no quería perturbar su simpleza.

Yamaguchi era algo hermoso y luminoso, que estaba ahí inamovible a mi lado.

Simple y quizá inexplicable.

Me acerque lentamente, sus mejillas se sonrojaron gradualmente a mi cercanía, roce su nariz con la mía, el aroma de Yamaguchi era el mismo, no cambiaba.

Sus reacciones frente a mí no cambiaban.

Yo podría ser una tormenta eléctrica, una nube cargada de lluvia, un meteorito en el firmamento rasgando la atmosfera, pero Yamaguchi no cambiaba.

Seguía ahí, a mi lado.

Lo había lastimado, lo abandoné, lo viole y lo maltraté, ignore lo que sentía y lo hice llorar muchas veces.

Besé sus labios cuarteados, sentí como su cuerpo se tensiono, enterré mi mano con el catéter en su nuca profundizando el contacto entre los dos.

Era como haber estado sediento durante una década vagando por un árido desierto y al fin encontrar un oasis, rebosante de fresca agua, pero que al final aun así se sentía como un espejismo.

Sentí el sudor aumentando, toda la piel de mi frente se sentía húmeda y pegajosa, tenía los ojos bien cerrados, ni la luz de la luna podía perturbar la oscuridad en la que me sumía guiado por la calidez de su saliva, de su calor, por la piel arrugada de sus labios, por la rugosidad de su lengua.

Sentí en todo mi cuerpo el deseo aumentando, entumeciendo todo aquello que podía agobiarme, ese carnívoro sentimiento de apego que me volvía loco, ese deseo mundano que me hacía más humano de lo que pudiese algún día admitir.

Eso que solo él lograba despertar.

—No eres el único que lo desea —

Algo en mi oscuro interior que solo Yamaguchi Tadashi podía despertar, él era un cuerpo inamovible que obtenía un brillo falso gracias a una luna llena enorme en el cielo, hurgaba en mi interior, dejando al descubierto mi lado más falto de luz, dándole vida a los instintos más sádicos que vivían en mi interior.

Notas finales:

Dicen que quienes tenemos el coraje de escribir algo es porque tenemos mucho dentro de nosotros que no expresamos, que nadie ve, esa frustración se convierte en inspiración.

Asi es normal que terminemos escribiendo sobre  nosotros mismos, sobre lo que sentimos, sobre lo que vemos, amamos u odiamos.

Tsukishima kei mi pobre poste de luz al que hago sufrir en este fic es un reflejo muy veridico de lo que soy yo realmente, puede que eso no les interese mucho pero bueno algo me dijo que escribiera esta pequeña explicacion de porque existe este amargo fic tristón.

En el proximo cap! (les prometo que no tardare tanto) por primera vez el director del hospital para enfermedades mentales Matsuzawa nos narrará la historia de nuestros hermosos niños desde su perspectiva va a ser uno de los caps mas largos que escriba.

Si les gustó, aqui abajito pueden dejarme un review, el otro dia estuve releyendolos y ay dios mio, ojala existieran mas personas como ustedes a mi alrededor, todo seria tan diferente.

Pero como no es asi espero sus reviews! 

Bokuto-sama fuera!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).