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Viaje a Shingeki no Kyojin por Mariyamaukane

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Como cualquier vuelta a clases tras unas largas vacaciones de verano, los estudiantes llegaban temprano entusiasmados por ver a sus compañeros. María, una chica preadolescente, con ojos y cabello castaño, salió corriendo literalmente de su casa. Con una tostada en la boca y una mochila mal colocada, cerró la puerta de su casa.


–¡Mamá, hoy salgo antes! –gritó sin darse cuenta que había cerrado la puerta.


La chica corrió esquivando calles y personas hasta llegar a las puertas de su instituto donde esperaban sus amigas. María continuó corriendo hasta poder localizarlas. Al fondo del porche se podían distinguir tres animadas chicas. Una chica de algo más de metro sesenta, rubia con media melena y ojos color miel llamada Lucía. Elena, unos centímetros más de metro cincuenta y cinco, castaña con el pelo a la altura de los hombros y ojos de igual color que el cabello. Y por último, Yaiza: otra chica de aproximadamente metro sesenta, rubia con un pelo que llegaba a la mitad del húmero y ojos color verde militar. María se acercó al grupo con una amplia sonrisa mientras corría y gritaba.


–¡Chicas! –gritaba sin respuesta –¡Chicas! –seguía corriendo alegre con los ojos cerrados –¡Ay! –chocó contra un estudiante –Lo siento –seguía corriendo y sonriendo.


–¿Quien es esa lunática? –se le oyó al chico con quien había chocado.


Al final, María consiguió llegar sin volver a tropezar con un obstáculo. Una vez juntas, empezaron a hablar de las vacaciones de verano, lo normal.


Minutos más tarde sonó la campana que indicaban las clases. Como cada año se cambiaban las clases, los estudiantes iban a clases distintas con compañeros diferentes. Por suerte, Yaiza, Elena, Lucía y María solo se dividían en dos clases. Yaiza y Elena en 2º C y Lucía y María en 2º D.


–Ahora matemáticas. ¡Vaya petardo! –se quejaba Lucía.


–El profesor es muy aburrido –continuaba María.


A la mitad de la clase un compañero comenzó a tirarles bolitas de papel a Lucía y María.


–¡Pero será...! –dijo Lucía y contraatacó tirándole la misma bolita.


–¡Pelea de bolitas! –susurró María a Lucía y la ayudó lanzando cachitos de papel cogidos de la agenda escolar.


–¿Se puede saber qué estáis haciendo? –dijo el profesor enfadado –¡Lucía, María, es el primer día de clases y ya os vais a quedar hasta tarde limpiando los papeles que habéis tirado!


–Pero si no... –reclamaba Lucía indignada.


–¡¿Encima os atreveis a protestar?!


–Pero señor... –dijo María y junto con Lucía arrogaron una mirada asesina al chico que había empezado la pelea.


–Se acabó, fuera de clase.


Las dos salieron de clase sin dejar de mirar al chico con un aura más oscura que el propio color negro.


–Malditos hijos de su mamá... –se quejaba María.


Al final de la hora el profesor mandó al propio chico que había tirado la primera bolita a invitar a entrar a las dos a clase. Aún enfadas, Lucía y María tomaron asiento, pero pocos minutos después tuvieron que abandonarlo ya que era la hora del recreo.


–Hola chicas. –preguntaba Elena junto a Yaiza –¿Que tal el primer día de clase?


–Pues el retrasado de nuestra clase nos tiró una bolita de papel y nosotras intentamos vengarnos –comenzó hablando Lucía –. Al final el profesor de matemáticas se dio cuenta y nos castigaron esta tarde a recoger la clase.


–¡Que injusto! –respondió Yaiza enfadada.


–Pues yo creo que se lo tienen bien merecido  –dijo Elena –. Después de todo, ellas también lanzaron bolitas de papel.


–Si, pero esto no hubiese pasado si el estúpido del chico ese no hubiese empezado.


–En fin, quejarse no cambiará las cosas. Mejor hablemos de ¡Ataque de los Titanes! –gritó Lucía entusiasmada.


–¡No, por Dios! ¡Otra vez esa basura no! –se quejó Yaiza rondando los ojos.


–¡¿Basura?! –gritaron María y Lucía al unísono.


–Es verdad que estáis algo obsesionadas con esa serie, chicas –decía Elena –. A demás, tenéis unos gustos rarísimos. ¿Desde cuando es normal Levi por Eren?


–Ignorantes... –susurró Lucía sin sabes que la oyó Yaiza –¡Ah! –gritó ya que Yaiza le dio en la espinilla.


–¡Te he oído, gilipoyas!


–Será mejor que nos alejemos de ellas... –sugirió María a lo que retrocedía unos cuantos pasos.


–Si –tartamudeo Elena con una sonrisa tímida.


–Oye, ¿podríais esperarnos hasta que terminemos de limpiar la clase? –preguntó María a Elena.


–Si, claro –sonrió Elena.


Unos minutos después de aquella respuesta, tras haber separado a Lucía y Yaiza, la campana que indicaba el fin del recreo sonó.


Las demás clases pasaron rápido, una pena, ya que eso decía que faltaba poco para cumplir el castigo. La última campana sonó.


–Señoritas, cojan las escobas del cuarto de limpieza –decía el profesor de matemáticas a Lucía y María –. Yo estaré en la sala de profesores. Cuando terminéis venir a verme.


–Si, señor –respondieron sin energía las dos al mismo tiempo.


Las dos recorrieron el pasillo hasta llegar al cuarto de limpieza donde cogieron dos escobas y un recogedor. Ya con el material, las dos regresaron a clase donde realizaron el castigo.


–Puto niño, putas bolitas, puto profesor... –susurraba Lucía cabreada.


–Hey Lucía, cálmate –tartamudeaba María.


–¡Es que es muy injusto! ¡Él es quien debería estar en nuestro lugar! –gritaba Lucía poniéndose cada vez más nerviosa.


–Ese mocoso de mierda nos las pagará –dijo María. Lucía suspiro agotada y continuó barriendo la sala.


Después de unos minutos terminaron de limpiarlo todo.


–Lucía, les dije a Elena y Yaiza que nos esperaran. ¿Podrías ir a llamarlas, por favor? –pidió María.


–Podríamos haberlas pedido ayuda y así hubiésemos acabado antes –dijo Lucía.


–Bueno, eso ya da igual.


–¡Ahora vuelvo! –gritó Lucía mientras desaparecía corriendo por los pasillos.


Mientras que Lucía iba a avisar a Yaiza y Elena, María fue a dejar las escobas en el cuarto de la limpieza. Entró aún sin encender la luz. María alargó la mano para llegar al interruptor y así encender la luz.


–¡Pero que...! –gritó tan fuerte como pudo –¡Chicas, venid! ¡Rápido!


–¿Esa es María? –preguntó Elena.


–Algo malo pasa. Rápido chicas –dijo Yaiza y comenzó a correr en dirección de donde había surgido el grito. Lucía y Elena la siguieron.


Cuando llegaron vieron una llave flotando y a María con los ojos como platos y el cuerpo inclinado.


–¿Que es esto? –dijo Yaiza –¿Desde cuando las llaves flotan?


–No se, pero deberíamos alejarnos, ¿no creéis? –tartamudeaba Elena. Segundos después de haber dicho esa frase, la llave cayó repentinamente al suelo y Lucía se acercó a recogerla.


–Podríamos preguntarle al profesor de matemáticas de que puerta es esta llave –sugirió Lucía –. Él aún esta en la sala de profesores.


–Si, claro –dijo María.


Las cuatro fueron andando hasta la sala de profesores donde se suponía que estaba el profesor de matemáticas, pero no había nadie.


–Que yo sepa la única puerta que necesita llave es la del sótano del instituto –dijo Yaiza –, probemos allí.


Las tres restantes asintieron y bajaron las escaleras que daban al sótano del instituto.


–¿Quien abre? –preguntó Elena.


–¡Yo, por favor! –pidió María ansiosa –Tengo que practicar a usar las llaves, en mi casa tardo una eternidad para abrir la puerta.


Yaiza le entregó la llave y con mucho cuidado María giró la cerradura.


–¿Por qué en mi casa no puede ser así de fácil? –dijo María para luego hacer presión en el pomo de la puerta y con eso abrirla –¡Chicas, ayuda! –gritó ya que estaba siendo arrastrada de cabeza por la puerta.


–¡María! –gritó Lucía para instantáneamente sujetarla del tobillo. Pero con eso no bastó, ya que Lucía fue arrastrada junto con María.


–¡Chicas! –gritaron Yaiza y Elena al mismo tiempo para tirarse a por ellas dónde habían desaparecido.


 
Notas finales:

En los primeros capítulos del fanfic nos centraremos en las cuatro chicas, pero en los demás haremos que pasen cosas suculentas entre algunos personajes.


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