Había ido a ese lugar sabiendo las consecuencias. Sabía que iba a ser golpeado como lo estaba siendo ahora, y en cierto modo lo quería. No es que fuera un acto masoquista, solo se sentía culpable, y en cierto modo, creía que se merecía esto. Se lo merecía por no ser capaz de cumplir con el trato que había hecho con estos mafiosos y se lo merecía por no ser capaz de cumplir la promesa que le había hecho a su mejor amigo.
Pero también era cierto que tenía instinto de supervivencia como todos los animales y los humanos, como animales que eran. Por eso, en lo que fue un acto reflejo, su cuerpo se movió en cuanto vio la oportunidad de salir de allí. Corrió antes de que él fuese siquiera capaz de darse cuenta de que estaba escapando, y como él no pudo predecir este hecho, sus atacantes menos.
En medio de esos oscuros callejones tenía una vaga idea de dónde estaba, pero no conocía el lugar lo suficiente como para saber por dónde tenía que ir para salir de allí. Así que simplemente corrió, eventualmente llegaría a una salida, ¿no? Tragó saliva al pensar en la otra opción: también estaba la posibilidad de que simplemente llegara a un callejón sin salida y como estaba su suerte durante el último tiempo, la verdad no le sorprendería. Lo que más le preocupaba es que si se daba el caso de quedar acorralado, no la sacaría tan limpia, porque había intentado huir, lo que significaba que no quería pagar. Y no es que no quisiera, si no que no podía, pero razonar con esos tipos tampoco estaba dentro de lo posible.
Gracias al cielo, por lo menos era bueno en deportes, por lo que su resistencia le permitía correr por largo rato, aunque para su desgracia, los tipos que le seguían parecían tener habilidades similares. Trató de pensar y calcular más o menos donde estaba la avenida más cercana. Había doblado a la izquierda en el primer callejón, luego a la izquierda nuevamente y después a la derecha, ¿o había sido a la izquierda? No estaba dando vueltas para volver al principio, ¿cierto? Aunque a su parecer la distancia entre un callejón y otro no era la misma, así que creía que se estaba alejando cada vez más del lugar en el que empezó.
Dobló a la derecha nuevamente y vio una tenue luz en una calle a unos 100mts, pero parecía desierta, en lo que tardó en recorrer la distancia que lo separaba de esa calle no vio pasar ningún vehículo, mucho menos personas. Pero tal vez el universo no lo odiaba tanto ese día, porque en cuanto llegó a la intersección, un auto apareció, un auto que parecía brillar. ¿Es porque era lujoso? ¿Es porque estaba visiblemente limpio y encerado? ¿O solo es porque aparecía ahí, en medio de la nada, como caído del cielo?
Sin siquiera pensarlo, se plantó en medio de la calle. Si ese auto quería seguir su camino, tendría que detenerse... o pasarle por encima. Con las piernas levemente separadas para mantener el equilibrio, abrió los brazos y cerró los ojos, esperando la reacción del conductor. Escuchó como el auto patinaba levemente en su dirección, probablemente debido a que repentinamente los frenos fueron pisados. Cuando abrió los ojos vio que el auto se había detenido a menos de un metro de él, debido a las luces delanteras no pudo ver a quien conducía, pero apostaba a que estaba asustado, es decir, él lo estaría si de pronto alguien aparece de la nada y se planta en medio de su camino a riesgo de ser atropellado.
Rápidamente fue hasta el lado del copiloto y abrió la puerta para meterse dentro del auto y, sin atreverse a mirar a quien estaba a su lado, murmuró "sácame de aquí, por favor..." sus manos apretaban sus rodillas, seguro de que el extraño no lo había oído, pues incluso él, apenas se había escuchado. Pero para su sorpresa el extraño puso el auto en marcha velozmente y sin dudar, dejando a sus perseguidores atrás por poco.
Suspiró aliviado, pero su estado de alerta no disminuyó, después de todo estaba en un auto, con alguien que no conocía en un lugar que no tenía idea cuál era. Internamente se rio sin ganas al darse cuenta de su estúpido pensamiento, pues él era el loco que había detenido el auto para subirse en él. Aun así la ansiedad no desapareció. Sus manos parecían apretar sus rodillas cada vez más fuerte, no es que le doliera, solo necesitaba liberar la tensión de alguna manera y sabía que si se relajaba un poco, si respiraba profundo y contaba hasta tres, se largaría a llorar, porque si, estaba asustado, no por la extraña situación en que se encontraba en ese preciso momento, si no por lo que había pasado momentos atrás y lo que pasaría a partir de ahora, porque quizás había escapado en esta ocasión, pero no tendría tanta suerte la próxima vez. Además de la promesa a su amigo y su amigo mismo.
Apretó sus rodillas más fuerte, pues las lágrimas amenazaban con salir. En un intento de evitar el sentimentalismo, trató de volver a la realidad mirando por la ventana, y se sorprendió al descubrir que estaban en el centro de la ciudad. ¿Cuánto tiempo había estado sumido en sus pensamientos?
–Por favor, déjame aquí... –murmuró de nuevo.
El vehículo se estacionó en el primer lugar vacío que encontró y él bajó rápidamente. Fue azotado por una brisa de aire fresco que le permitió enfriar sus pensamientos y darse cuenta que ni siquiera había se había disculpado o agradecido con el conductor. Con una leve sonrisa, pensó en cómo su amigo lo regañaría si se enteraba, así que se giró en dirección al auto e hizo una reverencia de 90° que duró un par de segundos. Al terminar, simplemente dirigió sus pasos en la dirección por la que venían, sin siquiera mirar atrás.