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Ninphedemious - Asesino personal por JennyYiNa

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Notas del capitulo:

Perdon por la larga espera, tuve unos contratiempos pero ya estoy de vuelta con los siguientes capitulos que no he podido subir. A leer!!

 


Sin ti... amigo.


Entro apresurado al hospital en donde tenían internado a Alois, le valía si chocaba con alguien, solo quería llegar a donde estaba su amigo. El medico encargado estaba esperándolo en frente de las puertas que conducían al quirófano. Ciel se detuvo y miro al hombre vestido de azul, no tenía una cara que mostrara algo de emoción.


   -¿Cómo está el? ¿Vivirá?-. Eran sus preguntas hacia el médico.


El doctor agacho un poco la cabeza y negó. –Lo lamento, el paciente llego muy grave, pudimos salvarlo pero, su cuerpo.


    -¡Vaya al grano!-. Protesto Ciel cansado de tanta palabra.


El doctor comprendió que era mejor hablar de una vez. –El joven no volverá a utilizar su pierna derecha de nuevo, además de que está en coma.


Esa noticia no se la esperaba, su amigo no volvería a caminar como antes, es más, tal vez ni siquiera iba a caminar nunca más. Estaba en coma sin saber hasta cuando despertaría. El doctor, como vio que Ciel no reaccionaba continuo.


   -Tememos que el chico no vuelva a despertar nunca o su pierna tenga alguna complicación. Está delicado por ahora, solo el tiempo dirá como le irá.


Ciel se quedó atónito. No tenía nada que decir, no sabía qué hacer. Llorar no estaba en sus opciones pero sus lágrimas salieron sin aviso. Eran lágrimas cargadas de ira y tristeza, sentía rencor puro por Jonathan. En un ataque de frustración pateo y golpeo cada cosa que se ponía enfrente, el doctor y las enfermeras trataron de calmarlo con un sedante. Sebastian llego justo cuando sujetaban a Ciel frenético y le inyectaban el medicamento en uno de sus hombros.


   -¡Suéltenme! ¡Ya me tiene harto! ¡Voy a matarlo!-. Gritaba restándole importancia a la presencia de Sebastian.


Una chica rubia se acercó corriendo a él y le dio un fuerte golpe en una de sus mejillas.


   -¡Ya cálmate Ciel!-. Grito Elizabeth componiendo su postura firme y fuerte. –Así no solucionaras nada. Basta por favor.


El peli azul no le dirigió la mirada, dejo de forcejear contra los agarres del equipo médico. Lo soltaron dejando que su cuerpo cayera exhausto al suelo. Se escuchaban pequeños sonidos y balbuceos de la boca de Ciel.


   -Ya no aguanto-. Dijo bajo. –Ya no lo soporto, ¿Por qué tiene que pagar la gente a mi lado? ¿Por qué tanta insistencia suya en querer dañarme?


Elizabeth y Sebastian escuchaban las palabras del otro. Ellos también estaban hartos de esa situación que solo causaba derramamiento de sangre.


    -¡Su problema es conmigo! ¡¿Por qué no viene y me enfrenta a mí?!-. Se levantó y saco su celular.


Sebastian lo miraba expectante. Ciel se detuvo en medio del lugar un poco alejado de los demás para que no lo escucharan. El celular del otro lado sonaba sin ser atendido, el peliblanco harto del incesante sonido del aparato decidió responder de mala gana.


   -¿Qué quieres?-. Pregunto sin importarle quien llamaba.


   -Escúchame bien lo que te voy a decir.


Esa voz hizo que su expresión cambiara a una sonrisa. –Ciel, es un gusto escucharte, vivo. Pensé que había quedado claro que te quería muerto. Por tu forma de dirigirte a mi creo que ya recibiste mi oscuro mensaje.


Ciel frunció el cejo. -¿todo lo que estás haciendo te causa risa? Tus manías me tienen hasta el límite. Ganas no me faltan de ir y cortarte en trozos. ¡¿Por qué metes a gente que no te ha hecho nada a este patético juego?! ¡Tú problema  es conmigo! Deja de ocultarte y de mandar a tus perros a hacer el trabajo sucio por ti y sal a enfrentarme cara a cara, no te tengo miedo, no más-. Decidido hablaba el joven peli azul que ya no podía contener sus ganas de gritar mil y un maldiciones a ese hombre.


   -Cariño, yo te estoy esperando, solo te provoco para que decidas venir. Sabes que tu imprudencia me ha hecho enojar y no tuve más opción que matar a tu amigo para que aprendieras la lección pero, veo que entre más daños cause más te vas a poner terco en seguir adelante.


    -Qué bueno que pienses así porque voy a buscarte hasta debajo de las piedras, no descansare ni hasta en sueños de buscarte, te encontrare y cuando lo haga te matare, te hare pedir piedad hasta que ya no tengas voz para hacerlo.


   -Tus amenazas no me asustan, solo son palabras. Estas son amenazas, yo te estoy viendo en cada momento, sigo tus pasos a donde sea como una sombra, en cualquier momento puedo tronar los dedos y tu estarás muerto, me importe o no si es frente a Sebastian. Hare que cada  segundo de tu miserable vida sea un tormento hasta que ya no puedas más y decidas matarte por ti mismo. ¿Qué te parce eso?-. Se empezó a reír como loco.


Ciel apretó el celular en sus manos. Tenía que aguantarse o Sebastian se daría cuenta. –Te matare, juro que lo hare.


   -Tu solo-. Dijo Jonathan.


   -¿Qué?


   -Búscame tu solo sin ayuda de nadie y veamos que tal eres. Aquí te espero. Es más, te hare  una promesa. Juro no tocar a nadie, ni a Sebastian. Ven solo, has el trabajo solo.


   -¿Qué es lo que quieres decir…?-. Se quedó callado pues la llamada se cortó en ese instante.


Sebastian miraba sospechoso a Ciel, sabía que algo andaba pasando con el chico. -¿Todo está bien Ciel?-. Llamo para atraer de nuevo la atención.


Ciel ignoro el celular en sus manos. –S-sí, estoy bien. Solo llamaba para asegurarme de algo.


Camino a una dirección opuesta a donde estaban Elizabeth y Sebastian, tenía planeado ir a tomar algo de aire en la azotea.


   -Me sorprende que Jonathan no haya tocado a Ciel-. Dijo Elizabeth mirando a su amigo marcharse.


   -¿Qué?-. Dijo Sebastian guiando su atención a la rubia.


   -Jonathan, nunca le haría daño a Ciel, jamás. Para él es su preciado conejo, aunque claro, lo lastima mentalmente. Físicamente nunca lo hace.


   -Pero el intento matarlo cuando le disparo.


   -Sí, ¿pero sabes porque? Él te quiere provocar, sabe perfectamente que si hiere un pelo de Ciel todos iremos a matarlo, a pesar de que le duela lastimarlo lo hace para completar su plan. Recuerda, somos piezas de ajedrez que protegen a su rey y reina. Jonathan lleva la ventaja porque ha alejado a uno de los caballeros, pronto lo hará con los demás, uno a uno. Al final quedara el rey protegiendo a la reina. Debemos estar atentos.


Después de esa charla, Elizabeth se retiró para dejar a solas a Sebastian. El pelinegro procesaba las palabras de la chica. Tenía razón en todo, eran piezas de ajedrez que tenían que estar en constante movimiento y pensar perfectamente sus ataques o serian derrumbados, él el rey, Ciel la reina. Siempre es la reina la que debe proteger al rey en un juego pero esta vez era diferente.


Las horas pasaron, Sebastian se había ido dejando a Ciel solo en el hospital. El peli azul no quería dejar a su amigo solo, quería velar el sueño de Alois.


Estaba sentado en un sillón al lado de la camilla donde reposaba el cuerpo del rubio. Se veía tranquilo, las maquinas conectadas a su cuerpo y los vendajes le quitaban esa imagen de paz en ciertas ocasiones. A Ciel le dolía verlo en ese estado.


    -Siempre fuiste el más sobresaliente del grupo, eras el positivo, el más impaciente-. Suspiro. – Ahora solo estas callado.


El silencio en esa blanca habitación era  demasiado pesado. Los sonidos que las maquinas causaban era lo único que acompañaban a Ciel esa noche.


   -Hable con Jonathan, él no sabe que estas vivo, si lo hace, podrá venir a matarte en cualquier momento. No le he dicho a nadie pero, pienso ir solo a donde esta y acabar con esta pesadilla de una vez por todas. ¿Qué te parece? ¿Les dirás a todos?


Su amigo no contestaba, eso lo deprimía un poco. Si Alois hubiera estado despierto le hubiera gritado y decirle que estaba loco de remate.


   -Tratare de venir a salvo. Me iré mañana en la noche a buscar a aquellos que te hicieron esto primero, después iré por Jonathan. Cuando despiertes estaré aquí recibiéndote con una sonrisa, viviremos en paz de nuevo como cuando éramos niños. Prometo regresar con vida.


Se levantó de su sillón y se acercó a la frente de su amigo, le dio un pequeño en ella y le alboroto un poco el cabello.


   -Nos vemos cuando despiertes.


Se fue dejando la habitación, ¿A dónde iría? Iría a buscar lo necesario para su misión.


 


Sebastian bajaba las escaleras con algo se flojera. No quería levantarse temprano en un sábado pero tenía que ir por Ciel al hospital, no había dormido pensando que el menor se había quedado solo en ese lugar. Meyrin llevaba un cesto de ropa recién lavada, al ver a su amo se inclinó para saludarlo.


   -Buenos días señor Sebastian. ¿Por qué esta levantado a esta hora? El desayuno aún no está listo.


   -Buenos Meyrin, iré a recoger a Ciel al hospital. Hoy desayunare afuera para que le avises a Barld.


   -Sí señor, pero ¿el joven Ciel realmente está en el hospital?-. Pregunto confundida.


Sebastian detuvo su andar y miro a la joven sirvienta.- ¿Por qué preguntas eso?


   -Bueno, en la madrugada lo vi salir de aquí. Pensé que le había avisado a usted, por eso no dije nada cuando lo vi.


    -¿No te dijo nada?


   -No, no le hable siquiera ya que el iba de salida.


   -Ya veo-. Dijo cerrando la charla. Se despidió de la sirvienta y partió en su auto hacia el hospital.


“¿Por qué Ciel habrá venido en la madrugada si dijo que se quedaría con Alois en el hospital?” se preguntaba mentalmente mientras conducía. Para despejar toda duda iría al hospital a revisar para aliviar su preocupación.


La puerta de la habitación se abrió revelando a Sebastian un poco inquieto. Ciel bajo el libro que leía para fijar su atención al imprudente.


   -¿Qué sucede? Parece como si hubieras corrido-. Hablo el peli azul con esa característica tranquilidad que lo representaba.


Sebastian solo se quedó limitado a mirar. Repuso su postura ya aliviado de saber que el chico aún seguía ahí. –Pensé que te habías ido a alguna parte. Meyrin me dijo que te había visto muy temprano salir de la casa.


   -Ah, eso. Si, fui a la casa por unos cambios de ropa y lo necesario para estar aquí.


   -¿Para estar aquí? ¿Acaso piensas quedarte hasta que el despierte?


   -Sí, ¿hay algún problema?-. Miro tranquilo a Sebastian. –Ya pedí permiso para estar aquí, el me necesita por ahora, soy lo más cercano que tiene a una familia.


   -Ciel, sé que Alois es muy importante para ti pero, no me siento tranquilo sabiendo que estarás aquí tu solo.


   -Es mejor estar aquí cuidando a alguien que esta indefenso. ¿Sabes que pasara si Jonathan se entera de que Alois sigue con vida? Vendrá a matarlo en cuanto tenga oportunidad. Soy un mercenario y hay mil y un formas de matar a alguien en un hospital.


No podía contra eso, tenía que respetar las decisiones del chico. Confiaba en que él podía cuidarse solo, pero simplemente no dejaba de estar preocupado.


   -Yo solo quiero que estés a salvo, no soportaría saber que un día me dijeran que estás muerto por su culpa (Jonathan).


   -Lo estaré, nunca me hará daño ese malnacido-. Bromeo volviendo a la lectura de su libro.


   -Bueno, creo que tendré que hacerte compañía por ahora-. Se sentó a un lado de Ciel observando la lectura.


Ciel agradecía la compañía de Sebastian pero, era un problema también. No podría irse así, tenía que partir esa noche o no lo lograría a tiempo. Debía buscar una forma de salir de ese lugar sin que se diera cuenta. Miro el closet que estaba en la habitación, ahí dentro se almacenaban sus armas.


 


Muelle de la ciudad, almacén abandonado al norte…


 


Golpeaban sin piedad y con fuerza al pelinegro. Así habían estado desde hacía ya dos días después del incidente.


Uno de los hombres que lo torturaban le dio una fuerte patada en el estómago sacándole sangre por la boca. -¡Te volveré a preguntar otra vez! ¿No te duele aun?


Claude no decía nada, no respondía a sus preguntas. Desde que había llegado ahí se había mantenido callado.


   -Parece que no dirá nada otra vez, creo que debes aumentar los golpes-. Dijo otro de los que estaban ahí.


El que lo golpeaba le dio ahora un fuerte golpe en la cara. Su cuerpo estaba fracturado y lleno  de moretones, su ropa maltratada y llena de sangre y mugre. Le dolía, todo le dolía, pero aguantaba lo que podía. Su sentido de la razón y conciencia se habían ido cuando vio a Alois morir frente a sus ojos. Los golpes se escuchaban al chocar con su piel. ¿Cuántas costillas eran ya?


   -Creo que este va a morir si le damos hasta el anochecer-. Hablo de nuevo el tipo. –Oye, si hacemos esto es porque nos pagan por hacerlo, nada personal.


Unos golpes más y su cuerpo caería, bueno, para que se preocupaba por eso, al fin y al cao sabía desde siempre que su muerte seria así. Nada comparada con la que Alois había sufrido.


    -Dejen a esa pobre alma en pena-. Una voz hablo.


Los hombres miraron a su alrededor pero no veían a nadie.


    -Yo les recomiendo dejarlo en paz si saben lo que les conviene.


   -¿Dónde está? ¡Búsquenlo!-. Grito el principal de todos.


Una figura se posó sobre ellos. Lao se acercaba tranquilo hacia el grupo. –Es interesante ver como torturan a alguien pero, se vuelve aburrido cuando solo usan las mismas técnicas una y otra vez. ¿Su jefe no quiere que lo maten o algo?


   -¿Quién eres? ¡Este lugar no es para cualquiera!-. Hablaron los hombres.


   -Digamos que soy solo alguien que cumple con su trabajo. ¿Sabían que los mercenarios somos conocidos por tener una impecable forma de eliminar a la gente?


Todos se miraron unos a los otros.


    -No nos interesa quien sea, acabaremos contigo. Somos más que tu-. Hablo uno del grupo.


    -Un montón de gorilas-. Susurro Lao tirando su cigarrillo al suelo. –Creo que tendremos dificultades pero saldremos de aquí. ¿Verdad Ran Mao?


La mujer apareció por detrás del grupo tronándose los dedos y mirando seria a todos.


   -Señor Claude-. Llamo Lao desde donde estaba. Claude levanto la mirada un poco. –Descuide, nosotros nos encargaremos de esto. Le prometemos que lo llevaremos sano y salvo con su bella durmiente, véanos como las hadas madrinas que ayudan al príncipe ¿sí?


Claude bajo de nuevo su cabeza, todo le daba vueltas, no podía mantenerse más despierto. Cerró sus ojos dejándose llevar por el sueño.


   -Bien, si van a atacarnos ¿Qué esperan?-. Hablo Lao haciendo señas con su mano.


Ninguno de los hombres dudo, enseguida se abalanzaron contra los dos asiáticos.


   -Esto se pondrá feo-. Dijo Ran Mao corriendo para ayudar a su compañero.


   -Lo mismo digo hermana-. Sonrió el otro esperando a los hombres.


 


 


 


 

Notas finales:

Hasta aqui el cap. Pronto sabremos como llegaron Lao y Ran Mao a ese lugar. Ahora le toca a Ciel hacer el trabajo. Proximos caps, veremos sangre derramar n.n ademas no fui tan cruel con respecto a Alois, creo, que este vivo es algo :v. Nos vemos en los siguientes capitulos n.n7!!

Pd: Gracias por los reviews enviados en el capitulo anterior, muchas gracias:D!! 


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