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Un juego entre dos sinsajos por ErickDraven666

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Capítulo

__ 17 __

Uno a uno los meses fueron pasando en Panem, donde el arduo trabajo del nuevo gobernador del distrito doce, les demostró a cada uno de los ciudadanos que su voto había sido certero, ya que la mina había logrado empezar con sus labores y los mineros más capacitados comenzaron a trabajarla lentamente mientras seguían las tareas de restructuración y mantenimiento.

A pesar de todo el dolor y la pérdida de cordura del joven Mellark luego de lo ocurrido en el alumbramiento de Katniss y los últimos acontecimientos que suscitaron a ese, tanto Haymitch como Effie e incluso Katniss, pusieron su granito de arena para que Peeta lograra salir de aquel hoyo negro donde su mente deseaba perderse, trayéndolo de vuelta a la realidad, una realidad que aunque le consumiera internamente, tenía sus momentos gratos, como el que estaba disfrutando justo ahora con Galpeet.

—Di papá, Galpeet… pa… pá… —Trató Peeta de enseñarle al pequeño de tan solo cuatro meses de nacido.

—Está muy pequeño aún, Peeta —le notificó Katniss, recostada de un enorme árbol de cedro, el cual se encontraba muy cerca del lago, donde la chica le daba filo a una de sus flechas—. Lo único que sabe es balbucear. —Siguió dándole filo a la punta, observando como Peeta mantuvo a Galpeet en alzas, mientras el joven gobernador se encontraba recostado en el pasto.

—Ayer lo escuché decir mamá. —Katniss negó con la cabeza, sonriendo ante aquello—. Si sabe decir mamá, pues puede decir papá. —La chica enfocó sus ojos sobre el arma, soplándola para limpiarla.

—Solo balbuceó algo intendible que tú escuchaste como mamá… ni siquiera se puede sostener solo al estar sentado. —Peeta incorporó su torso del suelo, tomando asiento rápidamente, colocando al infante frente a él, tratando de que el niño se mantuviera sentado pero el pequeñín se iba de lado a penas el chico le soltaba, teniendo que atraparle, antes de que este se golpeara la cabeza en contra del suelo.

—¿Cuándo crees que pueda sentarse solo?... —preguntó Peeta, volteando a ver a la chica, la cual se puso de pie, respondiendo a su pregunta, al mismo tiempo que tomaba su arco.

—Mamá dice que entre los siete u ocho meses más o menos, depende de su desarrollo óseo. —Katniss colocó la flecha en el arco, estirando la cuerda a todo lo que daba, apuntando a la distancia, al percatarse de la presencia de unos cuantos pavos salvajes, soltando rápidamente la cuerda, la cual arrojó la flecha tan rápido, que Peeta no se dio cuenta de dónde había caído hasta que no vio el acelerado corretear de los pavos, siendo uno solo el que quedara muerto sobre el suelo.

—No está mal —alegó Peeta, enfocado sus ojos en el pequeño, mientras Katniss giró lentamente su cabeza con un gesto irónico en su cara, contemplándole con desdén.

—¿Qué no está mal? —Peeta sonrió, volteando a ver a Katniss, colocando a Galpeet en su regazo.

—Bueno, Katniss, para estar tanto tiempo sin ejercicio estuvo genial que le atinaras por lo menos a uno. —La chica no pudo creer lo que sus oídos escuchaban, acercándose a Peeta.

—Pues deja de jugar con el niño y ven a demostrarme que fue lo que aprendiste junto a Gale, a parte de fornicar. —Peeta, levantó el rostro mirándole completamente serio, bajando de nuevo la mirada—. ¡Oh, vamos!... no te hagas el dolido, tú empiezas a molestar y luego cuando yo te salgo con una de las mías pones esa cara, tratando de hacerme sentir mal.

Desde que Gale se había ido del distrito doce, Katniss y Peeta mantenían una relación hostil; se llevaban bien siempre y cuando no hablaran del capitán, pero cuando alguno de los dos rompía el trato que habían hecho entre ambos por el bien del niño y de la salud mental de Peeta, terminaban discutiendo o enemistados.

—Bueno, Kats… —alegó Peeta incorporándose del suelo con el niño en brazos—. A parte de aprender a chuparla, también aprendí a cazar. —Katniss no pudo creer aquella respuesta de su parte, observando como el muchacho se acercó a ella, entregándole al niño, el cual se encontraba absorto de toda aquella conversación, enfocando toda su atención en una simple hoja seca que había logrado tomar del suelo—. Sostén al niño —le exigió, entregándole a Galpeet a su madre, arrebatándole el arco al tener las manos desocupadas.

—No puedo creer que dijeras algo así delante del niño. —Peeta puso los ojos en blanco.

—¡Oh, vamos!... Galpeet no sabe ni decir papá o mamá, según tú, ¿crees que sabe lo que es chupar o fornicar?... además… tú empezaste. —Se apartó de la ceñuda muchacha, después de tomar una de las flechas del carcaj que reposaba en el suelo, posicionándole en el arco, apuntando a la distancia, tomándose su tiempo para disparar.

Katniss miró a la distancia sin poder dar con la presa que Peeta pretendía cazar, volteando el rostro para ver al concentrado muchacho, quien al fin soltó la cuerda, donde ambos enfocaron raudos sus ojos al final del trayecto de la flecha, la cual terminó incrustada en uno de los árboles más delgados del lugar.

—¡Oh… Wow!... Le has atinado a un árbol, qué gran proeza, por lo menos no te sacaste un ojo —alegó, Katniss en un tono de voz irónico, sonriendo con socarronería.

—Mi intención no era darle al árbol, sino al escarabajo sobre la corteza. —Katniss frunció el ceño, mirando el árbol a la distancia y luego a Peeta, soltando una risotada.

—Sí, claro… ajá… —soltó ella sin poder creer en sus palabras—. Y soy tan estúpida que… —Peeta se acercó a ella, interrumpiendo su malhumorada y precipitada alocución, quitándole al niño.

—Puedes ir a ver, Katniss… —Señaló Peeta el árbol en cuestión—. Corrobóralo por ti misma. —La chica comenzó a caminar rápidamente hacia el lugar, mientras Peeta empezó a hablarle cariñosamente al niño, tratando de que el infante no se llevara la hoja a la boca.

Katniss llegó al fin al árbol que tenía la fecha incrustada, arrancándola con fuerza, percatándose de que, en efecto, un escarabajo había quedado atrapado en el filo de la punta, segregando sus fluidos internos.

—No puede ser… —Volteó a ver a Peeta, quien le hablaba al pequeño, exigiéndole nuevamente que dijera papá, pero el niño simplemente le manoteó la cara, riendo por demás divertido ante las graciosas caras de su padre adoptivo—. Cretino. —Se acercó al pavo salvaje que había cazado, tomando la presa por las patas, caminando hacia donde se encontraba Peeta, entregándole la flecha que él había disparado—. Uno come lo que caza… ¿no? —Peeta asintió sonriendo de medio lado—. Pues allí tienes tu cena. —El sonriente muchacho tomó la flecha, observando como Katniss comenzó a recoger las cosas, mientras Peeta contemplaba el escarabajo incrustado en la flecha.

—Mira, Galpeet… papá cazó un rico y jugoso escarabajo. —El niño intentó tomar el insecto, consiguiendo que Peeta apartara la flecha del infante, comenzando a caminar de vuelta a la civilización, dejando que Katniss recogiera el bolso y todas las armas de caza—. Lo aderezaré con el conejo que cacé ayer y la pierna de venado que aún queda en la heladera. —Peeta enfocó los ojos en la madre del niño, tratando de ver su reacción—. Ya que uno come lo que caza, y no le daremos a mami del venado ni del conejo y mucho menos de este delicioso y crujiente invertebrado.

El niño rió y balbuceo cosas intendibles como si supiera de lo que Peeta le estaba hablando, mientras Katniss comenzó a caminar junto a él, tratando de permanecer seria, aunque el comportamiento infantil del joven Mellark le causaba gracia.

—Por mí te puedes comer la heladera entera, Peeta. —Rebasó al sonriente muchacho, el cual contempló la socarrona sonrisa que ella trataba de ocultar.

—¡Oh, Galpeet!... mamá nos ha dejado toda la heladera para nosotros solos… ¡Yupi!... —Katniss deseó girarse y espetarle que madurara, pero prefirió ignorar sus palabras, siguiendo su camino, sin intención alguna de responderle, mientras Peeta sacó una de las galletas que había horneado en la mañana, introduciendo un pequeño trozo al niño en la boca, engullendo rápidamente el resto, sacudiendo enérgicamente la flecha para que el escarabajo cayera al suelo, alegando a continuación—. Mmm… sí que está rico este bicho… ¿No, Galp?

Katniss volteó para ver hacia atrás, percatándose de que tanto el niño como Peeta masticaban algo que crujía en sus bocas, soltando rápidamente el bolso y las armas, acercándose velozmente a ambos, revisándole la boca al niño, después de corroborar que el insecto no estaba en la flecha, espetándole al sonriente muchacho.

—¿Le has dado de comer el escarabajo al niño? —Peeta no respondió, simplemente observó el pálido rostro de Katniss, la cual sacó de la boca del niño los trozos de galleta baboseadas, mirando fijamente a la chica.

—Sé que estoy loco, Katniss, y cada día intento poner de mi parte para mejorar, pero jamás, jamás lastimaría al bebé, y tú muy bien lo sabes. —Comenzó a caminar, dejando a Katniss de pie en aquel lugar, cuestionándose su mal proceder para con el muchacho, a sabiendas de que lo que realmente Peeta necesitaba era apoyo y un poco de fe en él.

—Lo siento —se disculpó, comenzando a seguirle—. Aún recuerdo el día que te encontré en el patio recolectando insectos. —Peeta no dijo nada, tratando de recordar aquel incidente, pero al parecer, tanto las terapias como el tiempo le habían hecho olvidar aquello, o simplemente que aquel acto lo había ejecutado sin estar consciente en sus cinco sentidos.

—No tienes que estarme recodando eso a cada tanto, Kats. —La chica al fin pudo alcanzarle después de recoger nuevamente las cosas, caminando a su lado—. Solo tratemos de olvidar lo que pasó. —En ese momento un aleteo de aves sobresaltó a ambos jóvenes, quienes voltearon a ver hacia su izquierda, percatándose de que tan solo eran unos cuantos sinsajos que salieron despavoridos de uno de los árboles, donde de seguro debía estar una serpiente.

Tanto Katniss como Peeta enfocaron sus ojos más allá de la maleza, donde las ruinas se mostraban entre los árboles, sin deseo alguno de dejar que el paso del tiempo, la lluvia y el abandono causaran estragos en sus fachadas.

—¡Vaya!... esas cosas siguen en pie… —Peeta apartó sus ojos de aquel lugar, comenzando a sentirse incómodo.

—No por mucho tiempo —concluyó el chico, sin deseo alguno de detener su andar, acomodando mejor a Galpeet entre sus brazos, mientras Katniss le seguía, percatándose de su cambio de humor.

—Allí era donde ustedes se veían… ¿No? —Peeta no deseaba responder a su pregunta, apresurando su caminar—. Justo donde Gale y yo nos escondíamos de todos cuando veníamos a cazar. —Peeta se detuvo, fulminándole con la mirada.

—Basta… —Katniss le miró a los ojos sin temor alguno en su rostro—. Ese lugar dejará de existir, no quiero…

—Nada que te recuerde a él… —concluyó la chica—. ¿Y qué harás cuando Gale decida regresar? —Peeta retomó su andar, tratando de zanjar aquella conversación.

—Lo que he estado intentando hacer todo este tiempo. —Katniss preguntó a qué se refería, siguiéndole a paso rápido para alcanzarle—. Ignorar su existencia, hacer de cuenta que jamás entró en mi vida. —La chica consiguió alcanzarlo una vez más, argumentando a las palabras del serio gobernante.

—Pues bienvenido al club de los que no consiguen olvidar a Gale. —Peeta rodó los ojos de mala gana, entregándole la flecha a Katniss y así poder cambiar el peso del pequeño hacia el otro brazo, sintiendo que con el que le sostenía se le estaba encalambrando.

—No me apartes membresía, él saldrá de mi vida tarde o temprano. —Siguió caminando notificándole a la chica que se apresurara, ya que el día de hoy, la presidenta Paylor arribaría al distrito doce para corroborar por ella misma los avances y el progreso del distrito.

—Pues suerte con eso, señor gobernador… —Aquello por supuesto iba dirigido al intento de Peeta de pretender sacar a Gale tanto de su corazón como de su vida, alegando a continuación—. Estando en la política se te hará bastante difícil no toparte con él. —A lo que Peeta respondió, saliendo al fin de los límites entre el bosque y la civilización, ayudando a Katniss a pasar del otro lado sin caerse.

—Pues como ya lo he dicho, con ignorarlo tengo. —Katniss sonrió, comentándole con cierta incredulidad en sus palabras.

—Suerte con eso.

 

Gale se paseó de un lado al otro frente al aerodeslizador que esperaba tanto a la presidenta como al jefe de gabinete, quienes llegarían escoltados por los hombres del escuadrón del capitán Hawthorne, el cual se encontraba realmente angustiado.

—¡Oh mira!... —Señaló Johanna los pies de Gale, consiguiendo que el capitán dejara su agitado andar, observando al suelo—. Ya no tenemos que mandar a hacer una canal para el desagüe del agua, has pasado tanto por el mismo lugar que has creado uno sin mucho esfuerzo. —El soldado le fulminó con la mirada, deseando despotricar a los cuatro vientos lo molesto que estaba ante sus ironías—. Ya bájale dos a los nervios… Tú sabías que tarde o temprano regresarías al distrito doce.

—No pensé que fuese tan pronto. —Johanna alzó una ceja en un gesto irónico.

—¿Tan pronto?... han pasado cuatro meses, Gale, cuatros largos y tormentosos meses a tu lado soportando tu jodido mal humor. —El capitán Hawthorne le miró de mala gana—. Te quiero, en serio… pero te has vuelto el ser más amargado del mundo y crees que todos están en tu contra, que todos hablan mal de ti a tus espaldas, estás perseguido y no es así. —El asombrado soldado miró a Johanna, sin poder creer lo que la chica le confesaba—. Si tanto crees que tus hombres critican tu homosexualidad, ¿por qué demonios decidiste salir a la luz pública? —Gale bajó la mirada.

—Porque ya no podía soportarlo más. —Se acercó a Johanna, la cual se encontraba recostada de uno de los bordes laterales de la rampa de abordar—. No podía seguir con esta careta… —La oficial Mason asintió.

—Entonces no te quejes, nadie ha estado hablando de ti… sí, es cierto que ellos sienten curiosidad, los muchachos jamás han conocido a alguien con gustos sexuales diferentes y les causa intriga, pero nadie te ha abandonado y tus hombres sigue leales a ti. —Gale asintió, escuchando el arribo del auto de la presidenta, exigiéndole a Johanna que entrara a la nave y le notificara a Callahan que podía encender los motores, mientras él se encargaba de recibir a los mandatarios.

Johanna asintió a regañadientes, subiendo con desgano por la rampa de abordar, mientras Gale se acercó al auto, abriendo raudo la puerta, extendiendo amablemente su mano hacia la presidenta para que esta bajara del carro, pero la mujer ignoró su cortesía, descendiendo del vehículo, notificándole al soldado.

—Ahórrate las cortesías para Peeta, Gale… —El avergonzado soldado se apartó del auto, observando el sonriente rostro de Plutarch, quien descendió por el otro lado del vehículo—. Te di la oportunidad de escoltarle en el viaje al distrito siete y te rehusaste, también te ordené que fueras al doce hace más o menos un mes para la apertura de la mina y alegaste que en el distrito trece necesitaban a tu escuadrón y que cualquier otro podría ir a cubrir el evento. —Gale no dijo nada, mirando al suelo—. Y no conforme con eso, he enviado a tu escuadrón a repartir la comida y has enviado a la oficial Mason con tus hombres, negándote a ir.

—Es que no creí que fuese el momento, señora presidenta. —El auto arrancó después de que dos soldados de su grupo descendieran del vehículo, mientras que los otros dos bajaban de sus motodeslizadores, haciéndole la venia a su superior—. Peeta…

—Peeta debió de haberse cansado de esperar a que volvieras y le dieras las explicaciones que él necesitaba escuchar. —Así era, la presidenta se había enterado de todo, ya que Gale le había dado permiso a Plutarch para que se lo notificara, al pedir varios días de permiso en el Capitolio, al no sentirse psicológica y físicamente acto para su cargo—. Y no cuando tú se las quisiste dar y él no las escucharía. —Gale bajó nuevamente la mirada—. Cuatro meses son más que suficiente para demostrarle que no le importabas.

—Pero no es así —alegó Gale a su favor—. Solo le di tiempo para que sanaran sus heridas. —Paylor comenzó a caminar hacia la nave, seguida del capitán y del sonriente y por demás divertido jefe de gabinete.

—Cuatro meses fue demasiado tiempo para que sanaran unas heridas, capitán… —Gale miró a Plutarch, quien simplemente se encogió de hombros, haciéndose el desentendido—. A lo mejor un mes o tal vez dos. —Paylor se detuvo de golpe, consiguiendo que ambos hombres detuvieran su apresurado andar tras de ella—. ¡Dígame algo, capitán! —El consternado soldado asintió, esperando su pregunta—. Si yo fuera su pareja y me fuera por cuatro meses sin ni siquiera llamarle, ni enviar una carta o por lo menos dejar un mensaje en el holográfono sin tener la más mínima decencia o mejor dicho, el coraje de preguntar por la salud de mi hijo… ¿Qué pensaría usted de mí? —Gale miró fijamente a la presidenta y luego a Plutarch, bajando por tercera vez la mirada, completamente avergonzado.

—Que me ha abandonado. —Dejó escapar el aire en sus pulmones.

—No solo eso, capitán… Pensaría que es un cretino hijo de perra que ni siquiera le importó el pequeño. —Gale se dio cuenta al fin que el dejar que pasara el tiempo había sido el peor error de su vida, cerrando pesadamente los ojos, sintiendo que no podría ver la cara de ninguno en el distrito doce y mucho menos la de Peeta, quien debía estar odiándole con todas sus fuerzas.

—Entonces estoy perdido —notificó Gale completamente derrotado.

—No si me tiene a mí, capitán —alegó Plutarch, palmeándole el hombro—. Usted solo debe hacer lo que yo le diga. —Gale asintió—. Haymitch y Effie nos apoyan, solo hágame un favor. —El soldado le contempló, a la espera de sus exigencias—. Por nada del mundo le dé aliento a Katniss, aquí su única prioridad es recobrar tanto a Peeta como al niño. —El capitán asintió—. Ahora andando, que se nos hace tarde.

Los tres subieron al aerodeslizador, escoltados por los dos oficiales que venían con la presidenta en el auto, Jackson y Stuart, quienes se miraron a los ojos, sonriéndose por demás entretenidos siendo Stuart quien alegara en voz baja.

—Comienza la función. —Jackson chocó los cinco con el sonriente oficial, el cual trató de permanecer serio, pero el simple hecho de saber que vería a su superior en acción, intentando conquistar a Peeta a cualquier precio, era algo que le causaba curiosidad.

 

La mayoría de los ciudadanos del distrito doce se apostaron en la plaza central a la espera de la presidenta Paylor, ya que muchos de ellos se encontraban enfermos, recluidos en el nuevo hospital, el cual había comenzado a funcionar a pesar de no estar completamente terminado.

Otros trabajan arduamente en la mina, mientras que como siempre, Sae la Grasienta cocinaba para los menos afortunados, aunque el número de marginados cada vez se hacía más pequeño, al estar unos en el hospital, recibiendo apoyo ante la desnutrición, mientras que otros simplemente habían comenzado a ejercer sus labores, empezando a salir lentamente de la miseria.

—¿Acaso esta vieja nos piensa tener todo el santo día parados aquí como estatuas esperando por ella? —preguntó Haymitch quitándose la boina que traía puesta, comenzando a abanicarse con ella—. El calor que hace hoy no es normal, me sudan hasta los huevos. —Tanto Katniss como Hazelle miraron de mala gana al soez hombre, mientras que Peeta, junto a los hermanos de Gale, rieron ante sus vulgares palabras, recibiendo de Effie un manotazo en el hombro.

—¿Puedes controlarte, Haymitch querido?... hay niños… —Haymitch bufó por la nariz, colocándose nuevamente la boina sobre la cabeza, observando al bebé, el cual se encontraba en brazos de Hazelle.

—Este enano ni siquiera entiende de lo que hablo. —Miró a los dos hijos de Hazelle, Vick y Rory, a quienes les espelucó el cabello mientras decía—. Y este par tiene huevos como yo. —Peeta apretó los labios para no reír, pero Katniss ya se había percatado de cómo el chico le reía sus impertinencias al ex mentor, golpeándole en el hombro para que no lo hiciera—. Y Posy… pues… —Miró a la niña, la cual jugueteaba con sus coletas, mientras todos le fulminaban con la mirada, rogando porque no dijera nada impropio—… Es una princesita que juega a la cocina… ¿No?... ella sabe que los huevos… pues… sudan… en, en la cocina… ya saben… jeje…

Hazelle miró con desdén a Haymitch, tratando de mantener al niño en las sombras del pequeño paraguas que sostenía Katniss sobre él, a la espera de la presidenta, mientras el ex mentor palmeó la cabeza de la sonriente niña, la cual no supo si le estaban tomando el pelo o Haymitch simplemente había enloquecido con aquello de los huevos sudados que su inocente mente infantil no entendió.

—Allí vienen —gritó un hombre entre la muchedumbre, señalando al cielo—. El aerodeslizador se acerca. —Los agentes de la paz que permanecieron en el distrito doce resguardando la ley y el orden, trataron de mantener a los ciudadanos detrás de la línea de seguridad, mientras el gobernador Mellark, junto a su familia esperaban cerca de la pista de aterrizaje, observando el descenso de la nave.

—Este es el mejor momento para hablar con Paylor sobre tu perdón —alegó Peeta en voz baja, al oído de Katniss, la cual le sonrió, asintiendo a sus palabras.

—Espero que también sea el momento de zanjar viejas rencillas —comentó Haymitch, acercándose a ambos, quienes se percataron de que no habían sido lo suficientemente discretos en su conversación.

—¿A qué te refieres? —preguntó Peeta, mirando al sonriente hombre.

—A nada… solo que así como se les está presentando esta oportunidad a Katniss, a lo mejor… Mmm… ¿Quién sabe?... ¿No?... —Haymitch se encogió de hombros, observando como el aerodeslizador aterrizó sin problema alguno en la zona libre de ciudadanos, quienes esperaban atentos a que la plataforma de descenso se abriera, mientras Katniss y Peeta se miraron a las caras.

Rápidamente los diez hombres del escuadrón 561 se desplegaron por toda la zona, ante las órdenes de un imponente capitán Hawthorne que descendió a paso lento del aerodeslizador, señalando aquí y allá los puntos estratégicos para custodiar a la presidenta, mientras que, tanto Katniss como Peeta quedaron petrificados al verle en el distrito doce, organizando a sus oficiales como si el tiempo no hubiese pasado y el joven Mellark, jamás lo hubiese doblegado como lo había hecho hacía cuatro meses atrás, humillándole.

—¿Tú sabías que él vendría? —preguntó Katniss a su ex mentor, después de exigirle a Hazelle que le entregara al niño, tomándole entre sus brazos, pasándole el paraguas a la mujer.

—No tenía la certeza, solo me lo supuse —respondió Haymitch con una amplia sonrisa dibujada en sus labios, dándole un dulce beso a Effie, la cual por supuesto se hizo la desentendida, ya que, aunque ella también lo sabía, no quería que los muchachos la vieran como estaban viendo a su pareja, con total desprecio.

—Bueno… era de esperarse… ¿No?... —alegó Effie, tratando de sonar lo más convincente posible—. Siendo la escolta de Paylor, no era de extrañarse que Gale viniera con ella. —Effie al ver descender de la nave, tanto a la presidenta como al jefe de gabinete, comenzó su trabajo protocolar como anfitriona, acercándose rápidamente a ambos, sonriéndoles amablemente—. Presidenta Paylor, bienvenida. —Le dio dos sonoros besos a la seria mujer, la cual simplemente dejó que ella la saludara, sin tan siquiera inmutarse—. Plutarch cariño, tanto tiempo sin verte. —El aludido sonrió, ya que ambos se habían visto hacía tan solo una semana atrás, donde todos estaban en complot, ante el regreso de Gale al distrito doce.

—Effie hermosa, tan amable como siempre. —Ambos se sonrieron y se besaron en las mejillas, mientras Haymitch se acercó a los recién llegados, dándole una mirada de soslayo a Gale, el cual cruzó sus ojos con los del sonriente ex mentor, quien señaló a sus espaldas hacia donde se encontraba Peeta, aún petrificado en su puesto.

—¡Plutarch!… —le saludó Haymitch haciéndose el desentendido, enfocándose en la presidenta, a la cual le regaló una cortés reverencia—. Un gusto tenerla con nosotros. —Paylor le saludó del mismo modo, enfocando sus inexpresivos ojos en Peeta, el cual parecía no querer moverse de su puesto, siendo Katniss quien lo sacara de su estado de shock.

—Aún me queda una membresía. —Peeta parpadeó varias veces, mirándole a la cara—. Del club… aún me queda una membresía… ¿La quieres?... —Ella sonrió con malicia, mientras Hazelle no sabía de qué demonios hablaba la chica, observando a su hijo a cada tanto, al ver como saludaba a sus hermanos menores, aquellos que salieron a las carreras hacia donde se encontraba su hermano mayor.

—No… no la necesito, gracias. —Katniss se encogió de hombros, meciendo al infante entre sus brazos, el cual, comenzó a quedarse dormido a causa del calor—. Con permiso. —Se apartó de ambas mujeres, caminando con firmeza hacia la presidenta, pero a cada paso que daba su corazón parecía estar a punto de salirse de su pecho, observando por medio de su visión periférica como Gale giró raudo el rostro hacia él, mirándole pasar a paso acelerado hacia el aerodeslizador. “No te desmayes justo ahora, por favor”, se dio aliento él mismo, tratando de controlarse.

“Allí estás”, pensó el capitán Hawthorne sin poder quitarle los ojos de encima a Peeta, el cual se detuvo delante de la presidenta Paylor, tratando de controlar sus temblores y el enorme deseo de voltear a ver a Gale, extendiendo su mano hacia la seria e imperturbable mujer.

—Presidenta Paylor —saludó el joven gobernador, extendiendo su temblorosa y sudorosa mano hacia ella—. Me alegra mucho su visita.

—No lo parece. —Tanto Peeta como Effie miraron bastante asombrados a la presidenta, la cual miró su reloj de pulso, argumentando a continuación—. Casi diez minutos después de mi arribo, decide acercarse a saludar. —Peeta se ruborizó un poco, disculpándose con la mujer—. No lo dije para que se disculpara, lo digo porque el deber ser es que hubiese sido el gobernador quien me recibiera y no Effie. —El chico asintió.

—Tiene razón y lo lamento —se disculpó una vez más, bajando la mirada—. No he estado muy bien de salud… yo… —Paylor le interrumpió.

—Al parecer la misma enfermedad que le atacó a usted, le atacó al capitán Hawthorne. —Peeta levantó raudo la mirada, observando como Effie cubrió su boca, mientras que tanto Haymitch como Plutarch sonrieron con socarronería ante las impertinentes palabra de Paylor.

—No… no sé a qué se refiera, presidenta.

—Usted sabe muy bien a lo que yo me refiero, gobernador… pero como no tengo tiempo para niñerías, será mejor que comencemos con el recorrido… ¿Le parece? —Peeta quedó sin saber qué responder, tragando con cierta dificultad la saliva que se había acumulado en su boca, ante la inercia que había padecido de repente.

La mujer se acercó a la línea de seguridad, saludando a los ciudadanos del distrito doce, quienes le habían aplaudido enérgicamente ante su llegado, repitiendo el gesto ante la amable sonrisa de Paylor, mostrándose como una gobernante amable y sencilla, aunque muchos sabían que ella ya no lo era como en el principio.

—Bien… —alegó la presidenta después de saludar a su gente, volteando el rostro para ver a Peeta—. ¿Por dónde comenzamos? —El chico se acercó a la impertérrita mujer, señalando un camino libre hacia su izquierda, notificándole que lo primero que deseaba mostrarle era la mina—. Perfecto… —Paylor alzó su mentón en busca de Gale, llamándole en voz alta—. ¿Capitán Hawthorne? —El aludido dejó de juguetear con sus hermanos, exigiéndoles compostura delante de la presidenta, colocándose firme ante el llamado—. Iremos a las minas… necesito que nos escolten. —Peeta cerró sus ojos pesadamente, deseando que Gale se negara, mirando de soslayo a Katniss, la cual paseaba de un lado a otro al bebé, sin quitarle los ojos de encima al soldado.

—La oficial Mason y el cadete Jackson le escoltaran… —Pero justo cuando Gale pretendió llamar a ambos soldados, la presidenta le notificó en un tono de voz firme y autoritario.

—No le estoy pidiendo que nos consiga escolta, capitán… le estoy dando una orden directa de que es usted y la oficial Mason quienes nos escoltaran. —Peeta no deseaba voltear el rostro y enlazar miradas con Gale, lo que menos necesitaba justo ahora era perder total autocontrol de sí mismo y demostrarle a Paylor y a todos los ciudadanos que él no estaba capacitado mentalmente para manejar el distrito.

—Como usted ordene, presidenta —notificó Gale completamente derrotado, llamando a Johanna y a Jackson para que le apoyaran, exigiéndoles a sus hermanos que volvieran con su madre, la cual parecía no tener la más mínima intención de acercarse a su hijo mayor para saludarle, ya que Gale, ni siquiera se había contactado con ella en los últimos cuatro meses después de su partida.

Johanna empujó a Jackson para que le siguiera, justo cuando Peeta se apartó de la presidenta, disculpándose con ella unos minutos, acercándose a paso rápido a Katniss y a Hazelle, exigiéndoles a ambas.

—Será mejor que regresen a la aldea. —Katniss lo miró un poco extrañada—. Vamos a hacer un recorrido y el niño…

—El niño está dormido, Peeta y me juraste que entre los dos le pediríamos mi indulto. —Peeta asintió.

—Y prometo hacerlo, Katniss, pero no creo…

—¿No crees qué, Peeta?... —espetó la molesta muchacha mirándole con prepotencia, mientras los demás esperaban ansiosos a que el joven Mellark regresara.—. ¿Que Gale deba ver a Galpeet?... —El joven gobernante miró a Hazelle, la cual simplemente se limitó a abanicar al dormido infante para que el calor no lo sofocara—. Pues aunque sea tu hijo adoptivo, Gale es su padre biológico. —Aquello consiguió que el poco raciocinio de Peeta se fuese al demonio, aferrándole con fuerza del brazo, espetándole de mala gana.

—No me interesa que él sea su padre biológico y creas que dejándole ver al niño él va a regresar contigo. —Katniss se sacudió violentamente la mano de Peeta, zafándose de su agarré, mientras Hazelle les exigía a ambos que se calmaran.

—¡Oh no!... te equivocas… —espetó Katniss, acomodando mejor al inconsciente infante entre sus brazos, siseándole para que permaneciera dormido a pesar de sus movimientos—. Estoy cansada de decirte que yo ya no quiero nada con Gale, y aunque sé que no se merece conocer a Galpeet ante su abandono, me ha quedado más que claro que su decisión de huir y no volver es por tu culpa. —Hazelle cubrió su rostro ante las duras palabras de Katniss, lo que consiguió que Peeta se encolerizará a tal punto de espetarle en voz alta a la chica.

—Sea mi culpa o no… no vas a acercar a mi hijo a Gale, es mi última palabra, Katniss… retírate. —Le dio la espalda a la molesta chica, encaminándose a paso rápido hacia la presidenta, la cual miró impaciente su reloj de pulso, mientras Peeta trataba de ignorar las penetrantes miradas de todos los soldados, intentando sonreír amablemente—. ¿Comenzamos? —preguntó el chico, conteniendo en su interior la rabia que le precedía, señalando hacia el camino que los agentes de  la paz habían abierto entre la muchedumbre, para que ambos mandatarios y sus escoltas caminaran hasta las minas.

—¿Todo está bien? —preguntó Paylor comenzando a caminar junto a Peeta, siendo Johanna y Jackson quienes presidieron el paseo, seguidos de ambos mandatarios, mientras que Haymitch, Effie y Plutarch, les seguían muy de cerca, siendo Gale el último de la comitiva, tratando de permanecer calmo, aunque el darse cuenta de cómo Peeta le ignoraba, era sin duda un duro golpe a su corazón.

—Estupendamente —respondió Peeta, mostrándole a la presidenta todo el distrito, las reparaciones y el nuevo sistema de iluminación, lo cual por supuesto era algo que cambiaría por completo la forma de vivir de los marginados—. En este terreno haremos la nueva escuela —comentó Peeta, señalando a su izquierda—. Y aunque ya le había dicho que no quería una casa de gobierno, pues será en aquel terreno donde la ubiquen por órdenes suyas. —La mujer asintió viendo todo el lugar.

—Prometo que no será nada ostentoso —alegó Paylor—. Sé de sobra que no deseas mostrarte como un gobernante pomposo y adinerado. —Peeta asintió, hablándole a la presidenta de todo lo que se estaba organizando en el distrito para la agricultura, mientras Gale no pudo dejar de mirar la espalda de Peeta, pensando en que a lo mejor, Paylor tenía razón y el haber dejado pasar tanto tiempo, había sido contraproducente para sus pretensiones con el muchacho.

—Eres un completo malnacido. —Las inesperadas y por demás groseras palabras de Katniss, sobresaltaron a Gale, dándose cuenta que no había estado atento a su entorno, al percatarse ya tarde de la presencia de la chica a su lado—. Llegas y ni siquiera tienes el tupé de acercarte al niño. —Gale enfocó rápidamente sus ojos en el inconsciente infante, el cual descansaba entre sus brazos—. Sino que vas corriendo tras de Peeta a que te vuelva a patear las pelotas. —El asombrado soldado miró el molesto rostro de Katniss, quien intentaba lidiar con el paraguas y el bebé al mismo tiempo.

—Tienes razón, Catnip… —La aludida lo fulminó con la mirada, contemplando su odiosa e irónica sonrisa—. Soy un completo malnacido. —Gale siguió caminando tras la comitiva, percatándose de que tanto Effie como Haymitch se habían dado cuenta de la presencia de Katniss entre ellos—. No me acerqué, ya que tanto tú como mi madre parecían no querer dirigirme la palabra.

—¿Y te parece poco?... —preguntó Katniss, entregándole el paraguas a Gale, el cual lo tomó sin dejar de mantener su fusil con la otra mano, tratando de estar atento a todo lo que ocurría a su alrededor y no ser tomado nuevamente por sorpresa—. Después de todo lo que nos has hecho, vienes aquí y te presentas de lo más fresco con tu cara bien lavada y te haces el importante. —Gale observó como la chica trató de colocar al infante sobre su hombro izquierdo, dejándole bastante cerca de Gale para que le contemplara.

—No, Catnip, te equivocas. —La molesta mujer acarició la espalda del pequeño, tratando de controlar su rabia—. No me hago el importante, simplemente estoy tanteando terreno hostil. —Plutarch volteó a ver tanto a Gale como a Katniss ante la notificación de ambos ex mentores acerca del abordaje de la chica, rodando los ojos de mala gana, ya que lo primero que el jefe de gabinete le había exigido era lo que Gale estaba haciendo justo ahora—. Claro que he pensado en Galpeet.

—¡Oh vaya!... —exclamó ella, asombrada—. Por lo menos sabes el nombre de tu hijo. —Ambos se miraron al rostro, siendo Gale quien rompiera la conexión visual entre ambos, enfocando sus tristes ojos en el niño.

—Y no sé cómo has aceptado semejante nombre para él.

—Con cierta dificultad, créeme… —Gale sonrió un poco, al escuchar su irónica respuesta—. Fue uno de los locos arranques de depresión de Peeta y yo simplemente quise darle gusto por su bien. —El serio soldado miró nuevamente a Katniss, la cual siguió caminando junto a él, mientras que todos los demás hablaban entre sí, donde al parecer, tanto Paylor como Peeta no se percataban de la conversación a sus espaldas.

—Te agradezco que lo apoyes, Cat…

—Deja de llamarme Catnip, Gale… —exigió la chica, deteniéndose de golpe al ver como Gale se detuvo, percatándose de que los demás frente a él, también lo hicieron—. Yo ya no quiero ni tu amistad.

—Jamás fuimos amigos, Katniss. —Ella lo miró con desdén—. Te amé y tú te cagaste tanto en mis sentimientos como en los de Peeta.

—¿Y por eso se repartieron su amor entre ustedes? —Aquello lo soltó tan audible, que todos los presentes le escucharon con total claridad, girando sus asombrados rostros hacia atrás, donde al fin Peeta se percató de como Katniss no le había hecho el menor de los casos, ante la exigencia de que regresara a la Aldea de los Vencedores con el niño—. ¿Sabes qué?... Mejor no me respondas… no quiero escuchar nada de la relación que ustedes dos tuvieron. —A lo que Gale respondió, a sabiendas de que Peeta los observaba y escuchaba con atención.

—No hay nada que decir, Katniss… te diste cuenta ese día que corrí tras él, al igual que lo estoy haciendo ahora aunque me pateé nuevamente las pelotas. —Peeta no podía creer aquella respuesta de parte de Gale, el cual recibió un fuerte bofetón de parte de Katniss, la cual se retiró velozmente después de arrebatarle el paraguas, mientras Gale se quedó inerte en su puesto, tratando de controlar su molestia ante lo ocurrido, girando su ruborizado rostro contemplando cómo, al fin, Peeta le observaba.

Ambos se sostuvieron las miradas, los dos se contemplaron sin parpadear, mientras que el par de ex mentores y el jefe de gabinete se apartaron de su campo visual, a la espera de alguna reacción positiva o negativa de parte del joven Mellark, pero el chico simplemente le observó, volteándole de mala gana los ojos, enfocándose en la presidenta.

—Por aquí, por favor. —Gale dejó escapar pesadamente el aire que mantuvo acumulado en sus pulmones, deseando huir como el cobarde que era, pero era todo o nada, y Plutarch le había prometido su ayuda y el soldado agotaría hasta el último recurso disponible con tal de obtener, por lo menos, el perdón de Peeta.

Las ocho personas que recorrían el distrito doce ante los ojos de todos los ciudadanos que le seguían desde una distancia prudente, marcada por los agentes de la paz, comenzaron a hablar entre ellos, sacando sus propias conclusiones ante lo que habían presenciado, mientras Peeta parecía intentar enfocarse en la presidenta, pero el insistente golpeteo en su corazón, no le dejaba pensar con claridad, alegando a continuación, más para él que para la presidenta.

—Y así quiere un indulto. —Peeta negó una y otra vez con la cabeza—. Imagino para qué quiere el perdón. —Pensó en la posibilidad de que Katniss deseara ser libre y así poder perseguir a Gale por todo Panem, tal y como lo hizo justo ahora, aunque ella lo había hecho por el niño y no por lo que Peeta pensaba, que aún amaba a Gale—. Solo quieres seguirlo… ¿verdad?... —preguntó como si Katniss fuese la que estuviese a su lado y no Paylor—. Quieres rogarle su amor y tratar de… —Peeta se percató de cómo la presidenta le miraba, con un atisbo de asombro y cierta incredulidad en sus palabras, al ver lo realmente deschavetado que se encontraba el muchacho.

—¿Todo está bien? —preguntó ella, tratando de mantenerse calma.

—Sí, sí… todo bien… —Le sonrió—. Katniss quiere que usted le entregue el indulto por sus actos. —Negó con la cabeza—. Pero no creo que se lo merezca.

—¿Por qué no?... —preguntó Paylor.

—Sí, Peeta… ¿Por qué no? —acotó Haymitch, acercándose unos cuantos pasos hacia ellos, al escuchar de lo que ambos conversaban.

—Aamm… no sé… ella… —Miró al imperturbable ex mentor, el cual le había prometido a Katniss ayudarle a recibir el perdón de parte de la presidenta—. Pues, ya ve cómo se comporta, siempre está a la defensiva.

—Pues por algo será… ¿No? —alegó Haymitch, mientras Plutarch y Effie se les acercaban, y los soldados mantuvieron una distancia considerable de todos ellos.

—Sí, bueno… —alegó Peeta derrotado—. Si la presidenta cree que Katniss debe recibir un indulto, pues…

—Aún lo estoy pensando, Peeta. —El aludido asintió—. Me parece que Katniss ya no es peligrosa. —Todos siguieron caminando, llegando al fin hasta las minas—. Si consiguen por lo menos el setenta y cinco por ciento de las firmas de los ciudadanos del distrito doce y una petición por escrito de tu parte, a lo mejor se podría agilizar mejor todo el trámite. —El joven volvió a asentir, dándole una mirada de refilón a Haymitch, el cual sonrió, palmeándole la espalda a Peeta, alentándolo a que consiguiera las firmas y cumpliera la promesa que le había hecho a Katniss, aunque pensara de ella lo peor.

—Bien… —soltó Peeta deteniéndose en la entrada de la mina, donde varios trabajadores, soldados e ingenieros, se encontraban en las afueras del lugar, donde hacía aún más calor y donde el ruido predominaba en todo el terreno encarbonado, teniendo que alzar la voz para hablar—. El ingeniero Mahony ha hecho un extraordinario trabajo en la zona y principalmente en la mina de carbón. —Paylor asintió tratando de agudizar su audición, aunque Peeta gritaba bastante alto.

—Buenas tardes, presidenta —saludó el ingeniero, acomodándose el casco de seguridad y los lentes, tomando la mano de Paylor, después de quitarse los guantes de carnaza—. Estamos a punto de conseguir llegar al sexto corredor de la mina, siendo este uno de los más importantes. —La mujer asintió—. Tenemos varios hombres dentro y rogamos porque no se presenten obstáculos. —Mientras el ingeniero y la presidenta conversaban, Peeta enfocó sus ojos en Johanna, la cual había estado ignorándole durante todo el paseo, concentrada en la ruta a seguir.

Johanna al fin enfocó los ojos en Peeta, quien no dejó de mirarle, saludándole al primer contacto visual, pero la oficial Mason simplemente le miró de arriba hacia abajo, negando con la cabeza de mala gana, volteándole el rostro al apesadumbrado muchacho, quien imaginó que Gale le había confesado a la chica lo que él había hecho en las ruinas, como venganza en contra de su capitán.

Gale se percató de aquel leve intercambio visual entre ambos, haciéndole un ademán a Johanna para que se comportara, pero la chica simplemente bufó por la nariz, poniendo los ojos en blanco.

—Todo me parece perfecto, ingeniero Mahony, pero si piensan hacer estallar dinamita dentro de las minas, lo mejor será que nos retiremos. —Todos asintieron ante las palabras de Paylor, dándole la razón a la gobernante, apartándose de aquel lugar, siendo Peeta quien se acercara al hombre encargado de todas las obras que se ejecutarían en el distrito doce, exigiéndole un momento a solas, apartándose de todos los presentes, comenzando a hablar en privado con el sonriente hombre, el cual asintió a cada tanto a las palabras de Peeta, quien señaló varias veces hacia el bosque, mientras el ingeniero sacaba un mapa y el joven Mellark le mostraba un punto específico en él, estrechando las manos, como si hubiesen cerrado un trato.

Peeta se apartó del sonriente hombre, pasándole a Gale por un lado como si no existiera, acercándose nuevamente a la presidenta, mientras el capitán Hawthorne se aproximó rápidamente al ingeniero, palmeándole el hombro para que el caballero se percatara de su presencia.

—¿Capitán?... —preguntó el asombrado hombre, saludándole amablemente, percatándose de su jerarquía militar por las estrellas en su uniforme, ya que ambos hombres no se conocían—. ¿En qué puedo ayudarle? —Gale le preguntó qué le había exigido el gobernador a última hora, a lo que Mahony respondió—. ¡Oh… sí!... —El hombre secó el sudor de su frente, acomodándose nuevamente el casco en la cabeza—. El gobernador nos exigió que derrumbáramos unas ruinas que hay en el bosque a unos cuantos kilómetros al oeste. —Gale sintió como un dolor agudo y punzante anidó en su pecho, sintiéndose devastado ante la petición de Peeta de destruir aquel lugar.

—¿Cuándo piensa ejecutar la orden? —preguntó Gale, tratando de no demostrar delante de aquel hombre lo mucho que aquello le había dolido.

—Pues hoy estamos bastante saturados, a lo mejor mañana en la mañana si hay tiempo… ¿Por qué? —Gale no respondió, simplemente agradeció la información, estrechando la mano del ingeniero, apartándose del extrañado hombre, el cual siguió su labor, ordenándole a sus hombres seguir con el trabajo acordado.

Todos comenzaron a caminar una vez más hacia las nuevas casas y el recién inaugurado hospital, mientras Gale elucubraba en todo aquel asunto de las ruinas, pensando que no serviría de nada ponerse a llorar y dejar que Peeta le lastimara como lo estaba haciendo.

“Así que la guerra es dura y despiadada… ¿No?”, pensó, acomodándose el fusil en el hombro, sin dejar de mirar la espalda de Peeta, quien no dejó de hablar con Paylor. “Pues jugaremos tu juego de guerra a tu modo, Peeta”. Suspiró, sin dejar de mirar aquel imperturbable joven que señala aquí y allá, como si nada le importara, salvo mostrarse delante de Paylor como el superado gobernador del distrito doce. “Te amo, Peeta… Pero tú también fallaste, y si no te das cuenta de ello, si aún no te percatas del mal que me hiciste, pues yo te lo mostraré”.

Todos siguieron caminando por el nuevo distrito doce, uno que parecía sumergir de las cenizas, pero lo único que al parecer, no deseaba renacer, era el amor que Gale y Peeta se habían entregado en el pasado, dejando que un irrefrenable odio los consumiera, dando paso a un peligroso juego.


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