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Si aún no es muy tarde por KiwiSonata

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Notas del capitulo:

Había olvidado actualizar aquí... :c

El silencio reinaba en la oscuridad de la habitación de Guren. Por suerte el pelinegro tenía una cama suficientemente grande como para compartirla. Realmente no le molestaba dormir junto a Shinya, lo habían hecho desde que eran niños y usualmente lanzaba a Shinya hacia el suelo en algún punto de la noche.

Eran las 5:20 cuando el rubio por fin pudo caer dormido, pero Guren no fue capaz de cerrar los ojos a pesar de que había estado ansiando hacerlo desde que leyó el primer mensaje de su amigo. Sabía que en realidad prefería que fuera así, prefería perder el sueño una noche en lugar de añadir una más a las noches de insomnio de Shinya.

El reloj marcó las 5:57 y Shinya abrió los ojos abruptamente, su frente perlada de sudor frío y su respiración ligeramente agitada. Guren, que había estado observándolo desde el otro extremo de la cama, se sobresaltó.

Una sonrisa asomó en los labios del rubio y soltó una risa ligera.

-¿Qué tan malo fue? -preguntó el pelinegro. Usualmente hacía esa pregunta, porque sabía que era la única manera de que Shinya dejara de lado aquella sonrisa tan estúpida en su rostro que intentaba engañarlo como un "no fue nada".

-No lo sé -su voz apenas era un susurro, como Guren había previsto, la sonrisa en el rostro del rubio desapareció.

-Del uno al diez -insistió Guren.

-¿Diez es muy malo? -preguntó Shinya, elevando la vista, como pensativo.

-Y uno es casi nada -completó Guren. Ambos asintieron.

-Ocho.

-¿Ocho? ¿Hace cuanto no duermes bien? -preguntó suspirando.

-Desde el sábado, cuando recogí a Mika -respondió Shinya.

-¡Eso fue hace dos semanas, Shinya!

-No, son doce días -corrigió el otro con una sonrisa-. Estoy bien.

-¿Cuánto has dormido en estas dos semanas?

-Doce días -le recordó el rubio-. He dormido casi 16 horas, han sido buenos días, pero hoy...

-¿Pasó algo hoy?

-Déjame terminar, Guren -rió Shinya, envolviéndose completamente con las sábanas, solo sus ojos estaban descubiertos, para poder observar a su amigo. Guren se quedó callado.

-¡Habla!

-Solo tuve una pesadilla -un suspiro acompañó sus palabras-. Esa que tengo cada medio siglo.

-¿Un recuerdo? -inquirió el pelinegro. Su mejor amigo se encogió de hombros, acto que era apenas notorio con su cuerpo envuelto en sabanas.

-No podría decirlo, mi memoria está muy borrosa sobre eso... Ya no sé qué es real -Shinya se encogió de hombros una vez más y luego quitó las sábanas de la parte superior de su cuerpo, las dejó solamente cubriendo de su cintura hacia abajo.

-¿Quieres contarme?

-Tengo cinco años y mi casa está incendiándose -murmuró-. Sé que esa parte es real. Mi padre me saca de ahí, pero sé que eso es falso.

-¿Ves a tu madre? Dijiste que había algo que no sabías si era real o no... ¿Tiene que ver con ella?

-Esta vez no. ¿Sabes? quizá sea siete y no ocho -sonrió y suspiró-. Ah, es tu culpa que me equivoque con los números, por ser tan atento y amable conmigo cuando es así de temprano...

-Idiota -gruñó Guren-. Estarás bien. Intenta dormir más.

Shinya rió y luego se giró para quedar bocabajo, el pelinegro se quedó en silencio por un largo tiempo. El rubio estaba intentando dormir nuevamente, aunque sabía que difícilmente lograría cerrar los ojos por más de diez minutos.

Guren se quedó dormido. Solo quedaba una hora para que tuviera que despertar e ir a la escuela... Shinya también debía ir, aunque no lo obligaría si él quería quedarse a dormir un poco más. No iban a la misma escuela, si no, el pelinegro probablemente sabría exactamente cuánto llevaba su amigo así. Aunque usualmente el rubio lo acosaba por teléfono, le contaba hasta el más mínimo detalle de su día... Pero nunca... No había mencionado esto desde aquél sábado, ¿sería su culpa?

¿Era Guren un mal amigo? ¿Shinya no confiaba en él? Con esas preguntas en la cabeza, Guren durmió hasta las 6:30 a.m., y despertó para encontrar la cama vacía.

• • •

La noche estaba alargándose más y más. Shinya, enredado en sábanas azul pálido, observaba a Guren durmiendo. Su rostro se veía tan relajado, parecía estar lleno de paz.

La luz de la luna alumbraba por un hueco entre la cortina y el marco de la ventana, era apenas un delgado haz de luz, pero daba en el rostro de Guren, que yacía bocarriba.

Shinya se acostó de lado, para poder observar a su amigo. Paseó la vista por su frente, que esta vez no estaba deformada por fruncir el ceño, luego su nariz, delgada, sus labios, su barbilla... Los dedos del rubio trazaron un camino desde su cien hasta la linea de la mandíbula, acarició lenta y suavemente aquel recorrido y suspiró.

Mentirle a Guren se sentía mal. Muy, muy mal, pero no quería preocuparlo demasiado, él ya tenía muchas cosas en las que pensar como para cargar con el hecho de que Shinya era incapaz de dormir. El rubio sabía que estaba mal, que algo así no debía dejarse pasar tan simplemente, pero tenía miedo.

-Quizá fueron ocho horas, Guren... -le contó mientras en el reloj marcaban las 6:20 a.m.- No digas que no te dije.

"Eres tú quien está dormido y no escuchó" pensó mientras volvía a acariciar la mejilla de su amigo.

Como si el tacto le quemara, alejó la mano, como si se diera cuenta repentinamente de lo que hacía. A Guren no le gustaba que lo tocaran demasiado... A menos que se tratara de Mahiru.

Mahiru. Era tan irreal su nombre, que ella estuviera en esa situación en la vida de ambos.

Pocas veces habían salido los tres juntos, usualmente eso sucedía cuando Shinya apenas le presentó a su prometida. Ella se ganó rápidamente el camino hacia la confianza del pelinegro. Decir que Shinya no sintió nada similar a los celos, sería mentir. Y la mentira sería realmente enorme. Pero se acostumbró, también se acostumbró a que su mejor amigo de repente hablara o preguntara sobre Mahiru, aunque eso era algo inusual, Guren era muy reservado.

Recordó entonces el día en que Mahiru le dijo a Guren que estaba prometida en matrimonio a Shinya. El pelinegro reaccionó de una manera muy chistosa, según le había contado su hermana-prometida, pero la verdad es que a Shinya le había tocado ver algo muy distinto. Ese mismo día había ido Guren a buscar a Shinya al trabajo.

"Perdón" se había repetido unas cinco veces en los labios de Guren. Shinya ni siquiera sabía a qué se refería, luego llegó la parte mala. Algo sobre la confianza y que eran mejores amigos

"Me obligarán a casarme, ni siquiera me llevo bien con ella" había dicho Shinya con una sonrisa, intentando calmar a Guren, que seguía hablando. Sus palabras primero iban llenas de culpa, luego comenzó a convertirse en enojo, hasta que llegó la ira.

No hablaron por cerca de tres días.

Fue la primera vez que dejaron de hablar por tanto tiempo. Al término del tercer día, Guren le llamó al rubio, invitándolo a jugar un nuevo videojuego. No hablaron más del tema, ambos estaban arrepentidos de algo. Hicieron una promesa silenciosa de no dejar que Mahiru o cualquier otra chica los separara.

Dejó de pensar en el pasado y se concentró en el presente. Se concentró en la paz reinante en la habitación, en la respiración suave y acompasada de su acompañante. En las largas pestañas que adornaban un par de ojos dormidos. En la pálida piel del chico recostado a su lado. Shinya se descubrió a si mismo deseando ser capaz de verlo así toda su vida, deseando esconderlo y que nadie mas que él tuviera este privilegio.

Debía estar volviéndose loco.

El rubio rió sin saber la razón, tan solo sintió que debía hacerlo. Un momento más de contemplar a su amigo durmiendo y luego sacudió la cabeza. Sabía que Guren se levantaba a las 6:30, eso era en cinco minutos.

Shinya se levantó y se fue a la cocina, donde comenzó a preparar café. A Guren le gustaba tomar café todo el tiempo. Al ojiazul no le gustaba, pero hoy iba a tomar un poco, sentía que lo necesitaba.

Conocía la cocina como si fuera suya, podría preparar lo que sea hasta con los ojos cerrados. Quizá tendría que abrirlos para encontrar la sal, porque Guren siempre la cambiaba de lugar. Encendió la cafetera y fue a buscar las tazas. Sabía que estaban limpias, pero aún así las lavó y las dejó junto al aparato que comenzaba a soltar vapor y liberar un aroma amargo y embriagante.

Shinya disfrutaba el olor del café, pero su paladar estaba hecho para dulces.

-Ah, sabía que no tenía tanta suerte -la voz de Guren sonaba rasposa, claramente tenía la garganta seca-. Sigues aquí, ¿eh?

Definitivamente al pelinegro no le molestaba en absoluto la presencia de su amigo, de hecho, siempre era mejor tenerlo revoloteando por las mañanas, porque le recordaba que debía mantenerse despierto y no volver a dormir y faltar a clases.

-Ah, eres peor por las mañanas, ¿no? -sonrió Shinya. Guren se dejó caer sobre una silla, mientras el rubio le servía su taza de café, luego se sirvió a si mismo y se sentó frente a su mejor amigo.

-Tengo leche con chocolate en... -ofreció Guren, pero Shinya negó y dio un trago a su taza de café negro.

La bebida quemó su lengua y luego todo el camino bajando por su garganta. Era amargo, muy, muy amargo. Vio a Guren observarlo, pero no dijo ni hizo nada.

-Idiota, hasta yo le pongo azúcar -comentó el pelinegro al ver la mueca en el rostro contrario, sus orbes púrpura estaban inundadas en un sentimiento que Shinya no había visto jamás. No lo identificó y no quiso hacerlo, tampoco.

El rubio le dedicó una sonrisa muy débil y entonces dio otro sorbo, esta vez sin mueca alguna y con su mirada fija en la de Guren.

Definitivamente el día iba a ser largo. No porque el tener a Shinya solo en su casa le desagradara, sino por todo lo contrario. Los ojos de Shinya intentaban brillar como siempre, pero su brillo estaba algo apagado por las ojeras debajo de sus ojos. Obviamente estaba cansado. Guren no podía evitar sentirse preocupado por el rubio; después de todo, eran mejores amigos.

No iba a mentir, pudo relajarse y distraerse mientras estaba en la escuela, pero cada cierto tiempo volvía a su mente la imagen de Shinya por la madrugada, la mirada de la que fue testigo cuando aquellos ojos azul cielo se abrieron después de la pesadilla que tuvo.

El terror puro había invadido el par azul, desmesuradamente abiertos, bañados en urgencia por buscar un lugar seguro. Pero como tiene como costumbre, Shinya había escondido aquello. Antes Guren solía pensar que los malos ratos eran solo fugaces en su amigo, que se desvanecían al 100% justo después de aparecer y hacerle pensar un momento. Pero no, ahora sabía que solo los suprimía, los escondía de todos.

Mierda, Shinya apenas había logrado dormir unos veinte minutos.

Su última clase del día terminó y Guren estuvo tentado a mandarle un mensaje de texto, pero inmediatamente imaginó a Shinya molestándolo por preocuparse y mejor se puso en camino hacia su casa.

"Gureeeen~ ¿te gustan las sorpresas?" Vaya, Shinya había leído su mente o algo así.

"¿Qué? ¿Me darás una?" Envió Guren.

"Quizá..."

"No me gustan. Pero está bien mientras no hayas incendiado mi casa" respondió el pelinegro.

La respuesta no llegó. No llegó en ese momento ni cinco minutos después, sino hasta quince minutos luego.

"Qué cruel." Fue lo que obtuvo.

Guren frunció el ceño. Quizá exageraba. Eran palabras que Shinya usaba todo el tiempo, pero juraría que el tono en el mensaje era más seco. Releyó los últimos mensajes y después suspiró sintiéndose culpable.

"Lo siento, no lo hice a propósito... Es algo que se dice en la televisión, ¿no?" Se disculpó.

"Supongo... Hehe~ Quizá derretí el cucharón de plástico... Pero esa no es la sorpresa~"

Realmente escaseaba su paciencia. No es que tuviera un cariño especial por la cuchara, pero vaya Dios a saber qué demonios se le había ocurrido a Shinya.

Cuando llegó a su casa, el olor a curry llegó hasta él en cuanto abrió la puerta. Esa era una buena sorpresa. Y sobre todo, valía la pena perder un cucharón de plástico por el curry de Shinya.

-Sorpresa -la voz de Shinya iba acercándose, pero aún no lo veía-. Tu comida favorita -mientras decía eso, cruzó el arco de la cocina hacia la sala y finalmente apareció en el recibidor, con una brillante sonrisa.

-Gracias -se limitó a decir, aunque estudió rápidamente el semblante del rubio. Parecía estar bien, aunque las ojeras bajo sus ojos seguían presentes.

-Ah, seré una buena esposa -dijo Shinya con orgullo, una sonrisa aún más brillante que antes y los ojos cerrados.

-Idiota -murmuró Guren, mientras se adelantaba hacia la cocina.

Shinya rió ligeramente y después lo siguió sin decir nada más.


. . .


El día en que Shinya preparó curry quedó cada vez más lejos al pasar el tiempo. Pronto había transcurrido una semana entera, luego la segunda y Guren había apenas recibido un par de mensajes diarios del rubio. Estaba algo preocupado, pero no lo suficiente como para ir a buscarlo. Había preguntado un par de veces cómo se encontraba y Shinya había dicho que había estado durmiendo muy bien desde aquella última noche en su casa.

La verdad era que no recordaba bien esa noche. O sea, sabía cómo había funcionado todo, habían comido el curry de Shinya, luego comenzaron a ver películas y ordenaron pizzas a eso de las 8:30 p.m. y Shinya apenas había probado una rebanada cuando se quedó dormido. Sentado. En su sofá. A su lado. Lentamente comenzó a deslizarse hasta que su cabeza quedó recostada sobre su regazo y no tuvo suficiente coraje como para apartarlo. Cuando comenzó a sentirse cansado, decidió levantarse y acomodarlo adecuadamente, pero en cuanto se puso de pié, Shinya se despertó. Con la televisión aún prendida, pero las luces apagadas, la piel de Shinya parecía emitir también su propia luz, relucía en medio de la noche. Guren pensó en cómo se veía bajo la luz de la luna, podía recordar algunas noches en las que salían juntos y caminaban a través de la noche para ir a la casa del pelinegro. La luna era gentil con el rubio, lo hacía lucir absolutamente increíble y el de orbes moradas había dejado de sentir culpa por pensar así.

No es que ahora aceptara con total tranquilidad el hecho de que sus pensamientos siempre lo llevaban al mismo lugar, era que ahora tenía otro blanco en su mente. Un blanco de ojos marrón rojizo, piel lechosa y largos cabellos cenizos.

Mahiru también era hermosa.

Y pensar que una mujer era hermosa, para un chico como Guren, estaba bien. Era lo esperado, ¿no? Estaba sano y además era heterosexual, ¿no? Entonces estaba bien pensar en Mahiru de esa manera. Incluso si pensaba que su prometido lo era también.

"Pero de una manera más pura, menos angelical, pero igual de embriagadora y mágica" pensaba algunas veces Guren. Es que Mahiru le parecía irreal, casi como su hubiera sido fabricada con el propósito de ser bella. Shinya era más natural, sus rasgos habían sido escogidos al azar.

Admitir la belleza de un hombre, aún siendo hombre, no le quitaba nada. Tenía derecho a apreciar la belleza en el mundo. Estaba firmemente convencido de eso... Algunas veces, pues en otras ocasiones, comenzaba a sentirse culpable.

Y a pesar de que una cosa había llevado a otra, a pesar de que, mientras Shinya dormía sobre sus piernas, en su mente se mantenía la imagen de Mahiru... ahora que tenía a Shinya mirándolo adormilado, con el labio inferior levemente abultado y con la apariencia de un inocente niño que había sido interrumpido en su siesta, su cabeza se llenó de garabatos. Hubiera sonreído de no ser porque él tenía un control especializado sobre sus sonrisas. Hubiera suspirado si no hubiese olvidado respirar. Hubiera llorado de no ser por la sonrisa burlona del rubio, que le hizo volver a la tierra de un golpe.

"¿No me miras mucho, Guren?" había canturreado el que acababa de despertar.

El aludido bufó y lo invitó a seguir durmiendo en su cama.

Después venía la parte borrosa, en su habitación. Había estado sumergido dentro de un silencio bastante ruidoso, Shinya tenía los ojos casi cerrados, respiraba tranquilo, parecía estar dormido, pero podía verlo sonreír de vez en cuando. Es que Guren seguía observándolo, es que él quería burlarse por ello, es que no estaba totalmente dormido. El pelinegro comenzó a preguntarse si él dormiría realmente hoy, si Shinya podría tener un sueño profundo.

Después se quedó dormido él mismo. Pasaron veinte minutos en el reloj de su habitación y despertó. Shinya estaba dormido, pero jadeaba. Su cuerpo estaba casi relajado, pero su rostro no. Él estaba inmóvil, pero sus lágrimas bajaban para encontrar la muerte cuando la piel de Shinya se terminaba.

Y lo abrazó.

Eso no fue lo único, Shinya correspondió ese abrazo. Lo abrazó con fuerza y comenzó a sollozar en sueños. Guren no fue capaz de dormir hasta que el llanto del rubio acabó, dejándolo totalmente relajado y con una leve sonrisa en su rostro. Era como si de repente estuviera teniendo un buen sueño.

Las cosas se ponen más confusas mientras Guren comienza a perder la consciencia y se hunde en un manto de oscuridad pesado y bien conocido. Ese que Shinya batallaba para encontrar.

"Guren..." escucha a Shinya balbucear, pero no puede estar seguro de que realmente lo haya dicho, tampoco sabe cuanto más dijo, y cuando sus cansados ojos se posan sobre el rostro de su amigo, se da cuenta de que está dormido. Él también está a un segundo de quedarse dormido, pero...

Shinya le ha llamado en sueños. ¿Eso qué significa?

Ni idea. No importa, tiene sueño y finalmente cae dormido. Era una suerte que no hiciera calor, de ser así, abrazar a Shinya hubiera sido el mismísimo infierno, pues el rubio se quedó enganchado a Guren por toda la noche.

Bien, quizá si podía recordarlo con algunos detalles. Pensándolo bien... Los recuerdos están bien grabados en su memoria, pero aún así siente una confusión enorme al recordarlo. Es que algo no cuadra, algo falta y a pesar de que los hechos parecen tener una cronología bastante lógica, algo le dice a Guren que no puede pensar que eso ha sido todo.

No puede ser así, no cuando parece que, últimamente, Shinya no quiere estar cerca.

-¿En qué piensas? -el dulce sonido de una femenina voz le llega a los oídos, como una canción. Lo despertó abruptamente de un sueño en vigilia. Mahiru está justo frente a él, su rostro a unos treinta centímetros le sonreía.

-En nada -respondió Guren.

"En Shinya" había respondido su mente.

-Sonreías y de repente estás tan serio... no me mientas -pidió la chica, mientras se sentaba a horcajadas sobre Guren, en el mismo sillón en el que hacía dos semanas había estado con Shinya durmiendo sobre su regazo.

-Definitivamente no sonreía -negó el pelinegro. Su novia hizo un puchero y besó sus labios por un segundo, como si intentara convencerlo de hablar, pero Guren no iba a decirle que había estado recordando a su hermano adoptivo y prometido.

"Aunque no tiene nada de malo, es mi mejor amigo" pensó.

Mahiru repartía besos sobre su rostro, dejando muchos sobre sus labios, hasta que finalmente se decidió a besarlo por más tiempo, profundizando el beso, acariciando su cabello. La lengua femenina delineaba con una exquisita lentitud el labio inferior de Guren. Sus suaves y pequeñas manos comenzaron a deshacerse de la trampa de los botones de la camisa de su amante.

Pero Guren la detuvo.

-¿Tienes hambre? -preguntó él, dejando a Mahiru con una confusión creciente en su interior.

• • •

Mantener la mente ocupada siempre es bueno. Está activa y puedes concentrarte en lo que tú prefieras, alejarte de lo que no te gusta y ver solo aquello que te hace feliz. O bueno, lo que no te hace sentir preocupado, incómodo, asustado o infeliz.

Incluso cuando prefería no decirlo en voz alta, Shinya estaba asustado. Asustado de Guren... O algo así. En realidad temía haber molestado a su mejor amigo, pues la última noche que pasó en su casa... Bueno, solo no quería ser una molestia.

Entonces, si, estaba evitando al pelinegro. Lo evitaba sutilmente, no había dejado de escribirle uno o dos mensajes al día, pero no hacía plática ni se pasaba por su casa para ver qué hacía. Lo evitaba por el miedo de cómo pudiera ser recibido cuando se vieran nuevamente, no quería que Guren pensara que abusaba de su hospitalidad. Además, estaba durmiendo excelente desde aquella noche, quizá por todo lo que había sucedido en la cama de Guren, que no es necesariamente algo erótico... El solo sentirse protegido, que alguien le quería y se preocupaba por él, le había hecho descansar así de bien hasta ahora.

Shinya se conocía a si mismo bastante bien y sabía que si simplemente se dedicaba a evadirlo, no funcionaría. Necesitaba algo que le distrajera y fue cuando Mahiru apareció.

Unos días después de que Shinya regresara a casa, su hermana-prometida lo había cazado en medio de la noche, en la sala. La conversación fue más bien corta y casi sin sentido. El rubio no sabía por qué había dicho algunas cosas y la chica no sabía cómo interpretar los silencios y sonrisas del ojiazul.

"No volviste a casa la otra noche, ¿dormiste con Guren?" La pregunta de Mahiru llevaba un sabor a inocencia que a Shinya le hizo sentir una punzada en el pecho. Repentinamente se sentía algo mal por haber pasado la noche en cama de Guren, incluso si era algo completamente habitual.

"Si... Lo siento" murmuró en respuesta.

"¿Por qué lo sientes?" La voz de la chica y después su risa quedaron flotando, sus palabras fueron arrastradas al abismo por un silencio que calaba.

Como única respuesta, una sonrisa bastante extraña se posó en los labios de Shinya, al mismo tiempo en que su mirada viajó hacia su regazo. Pasaron unos cuantos segundos, pero fueron larguísimos para ambos, a pesar de que el minutero no cambió.

Shinya intentó reír, quitarle seriedad a un asunto del que no se había dado cuenta de que era grave. Ni siquiera podía afirmar lo que era, pero sabía que estaba ahí, lo sentía.

"Necesito que me ayudes con algo de mi tarea..." Repentinamente el tono de voz de ella había cambiado, sonaba hasta algo seco, era seria y la sonrisa, que quiso pasar como dulce, era más bien amarga.

Y así acabó en esta posición, leyendo el día entero y revisando reportes que su futura esposa debería entregar en los próximos días. En un principio, se suponía que eran solamente seis, pero luego vinieron las ediciones que había hecho Mahiru y luego reportes nuevos. Así se cubrieron dos semanas enteras revisando la tarea de la chica, cosa que le ayudó bastante a dejar de pensar en la noche que pasó con su mejor amigo y olvidar e ignorar el impulso de llamarlo.

Dos semanas. Dos largas semanas en las que, entre tarea y la ayuda que brindaba, no se había dado cuenta de lo angustiado que se sentía. Pero ahora, después de todo ese tiempo, después de terminar de revisar por última vez el último ensayo... Todo se le vino encima.

La angustia y la culpa anidaron en su pecho y no pudo alejarla por un rato, es que ni siquiera se movió. Tragó en seco, produciendo un sonido que pensó sería menos audible y luego sacudió la cabeza. No. Shinya Hiiragi no se desanimaba, no se angustiaba y nunca dejaba de sonreír. Tenía que mantenerse así.

"¿Por qué te sientes culpable?"

No dejó a su mente seguir ese camino, se levantó y decidió salir a caminar. Justo cuando iba a salir, la puerta se abrió, dejando ver a una muy enojada Mahiru, caminando con pesadez, azotando cada paso.

-¿Estás bien? -una pregunta bastante estúpida, era obvio que ella estaba molesta, quizá furiosa.

-Será mejor que hables con tu amigo, está siendo insoportable -fue lo único que dijo ella, antes de correr hacia su habitación.

¿Guren? Shinya se sintió extrañado, ellos nunca discutían, eran algo así como demasiado perfectos y aparentemente encajaban muy bien uno con el otro... Cosa que le causaba a Shinya una punzada en el pecho, quizá en el corazón. ¿Quién sabe? Después de esa noche, ya no estaba seguro de nada.

"¿Te sientes culpable por algo que no hiciste?" La voz en su mente amaba torturarlo con preguntas tontas. El rubio suspiró.

Tendría que ir a ver cómo se encontraba Guren, ¿no? Sabía lo irracional que podían ser ñas chicas, sobre todo Mahiru, que amaba tener todo en perfecto orden, seguramente el pelinegro habría modificado alguno de los planes de ella... Usualmente su mejor amigo dejaría todo por complacer a la chica, pero si algo se lo estaba impidiendo en este momento... ¿Estaría molesto? ¿Algo le había molestado? ¿Sería algo referente a aquella noche?

-Demonios -murmuró el ojiazul, no se había dado cuenta de que ya iba caminando por la acera, a unas cuadras de su casa.

Iría a ver a Guren, después de dos semanas de no verlo... Después de haberlo tenido tan cerca, tan vulnerable, pronunciando su nombre entre sueños... Compartiendo una mirada que era más sueño que otra cosa, estaba más dormido que despierto y eso le hacía a Shinya sentir culpa.

Dos semanas desde la revelación de algo que antes no tenía nombre.

Había sido tan íntimo, que el rubio no pudo evitar sonrojarse ante el recuerdo. Su estómago simplemente decidió revolverse y todo volvió a parecer desastroso.


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