Kim Myung Soo esperaba paciente. Su enorme y blanca sonrisa delataba su felicidad. No era para menos, pues estaba a punto de ver a esa persona, como solía llamarle “su persona especial”.
En su calendario de escritorio estaba marcada aquella fecha donde justamente se harían cinco años desde que un sí quiero, había salido de sus labios.
Nunca había sido del tipo expresivo, más bien durante gran parte de su vida, se había considerado bastante modesto y hermitaño, no fue hasta que esa persona llegó a su vida que drásticos cambios comenzaron a llegar.
Cerró los ojos y respiró tranquilo, aquella canción clavándose en sus oídos lo transportaba a aquel momento donde años atrás había creído todo perdido.
~I like you… i like you…~
La lluvia cubría su cuerpo, más no sentía frío, no sentía nada.
Aquella imagen en la calle de enfrente le había simplemente asesinado. Su mano apretaba con violencia su pecho como si tuviera toda la intención de matar aquello que latía en él. Esas manos, esos labios siendo profanados, su objeto de deseo, el motivo de sus desvelos y profundos suspíros. Todo tenía que ser una mentira, una broma de mal gusto, pues aquella mujer lo sabía todo y no podía creer a hasta donde había podido llegar con tal de destruírle. Porque si ese era su objetivo, lo había logrado.
No quiso mirar atrás, apretó los ojos queriendo evitar con esto que su llanto siguiera escapándose pero todo era en vano. Era la segunda vez que experimentaba esa clase de dolor. La primera ante el fallecimiento de su abuela y esa noche de octubre, era la segunda.
-Debe ser realmente amor… -Balbuceo golpeándose una y otra vez con la mano el corazón. –Detente, porfavor… detente.
Lejos de la gente y el bullicio, donde sólo el caer de la lluvia se confundía con sus lamentos, permaneció quieto.
~I like you… i like you…~
Pisadas.
O eso parecían ser. Pasos caminando sobre los charcos a su alrededor, comenzaba a escuchar. El gorro empapado de su chaqueta le impedía la visibilidad hasta que esas botas estuvieron lo suficientemente cerca.
Unas manos grandes y delicadas tomaban su rostro como si fuera un objeto muy frágil y sus labios casi morados debido al frío eran cobijados por unos más delgados y más vivos.
Entreabría los ojos intentando reaccionar pero estaba sumergido en lo que parecía una alucinación provocada por la alta temperatura de su cuerpo. Una débil sonrisa se aparcó en su boca e inmediato a eso, perdió el conocimiento.
Cuando abrió los ojos, junto a la cama había unas flores azules y justo sobre su regazo sintió el peso de aquel cuerpo. Se acomodó despacio y con cuidado le acarició los cabellos cobrizos. Tenía tantas preguntas y sabía que obtendría un sin fín de respuestas pero no quería escuchar nada más. No quería preguntar porques ni obtener excusas, no quería más drama, su corazón no podría soportarlo.
-Me gustas Kim Sunggyu
Su confesión a voz baja había brotado de sus adentros impidiendo volver a su origen.
-Me gustas, me gustas tanto…
Los pequeños ojos del aún recostado, se abrieron apaciblemente dejando ver una sonrisa transparente. Le miró hacia arriba por unos instantes hasta que rompió el silencio.
-Hay una enorme diferencia entre tu “Me gustas” y mi “Te amo” Myungsoo.
Ambos chicos permanecieron mirándose como si ese fuera el último día de sus vidas y no pudieran hacer otra cosa más que contemplarse. El día anterior la ciudad se había cubierto de agua y nubes negras, ese nuevo día estaba repleto de cálidos rayos solares que secaban todo rastro de húmedad existente, incluso en los corazones lastimados.
~I like you… i like you…~
-¡Hoi! -Sunggyu ladeó su cabeza a la altura de la posición del otro que seguía esperando por él en aquella estación de metro. –Feliz quinto aniversario mi amor… -Extendió un ramo de rosas rojas hacia MyungSoo quien bastante sorprendido se lanzó a sus brazos.
-Tan cursi, jamás dejes de ser así. –Myungsoo respondió comenzando a caminar abrazado del hombre de su vida y en la otra mano portando orgulloso su ramo de flores.
Afortunadamente en Corea del Sur habían avalado la ley del matrimonio gay en todo el país haciendo descansar el alma de miles de hombres y mujeres que durante toda su vida habían permanecido en la oscuridad.