Cáp. VI
Miedo a perderte
_Bien, entonces hasta el lunes. Se despidió Andri
_ ¿Vas a visitar a tu amigo? ¿No es cierto? Preguntó Derian mirando hacia otro lado, recargado en un muro y cruzado de brazos, intentando fingir indiferencia.
_Debo ir a llevarle algo de dinero, además prometí que lo vería el primer domingo que tuviera libre ¿Te gustaría acompañarme?
_Eh… este n- no tal vez en otra ocasión. Respondió algo nervioso el chico por aquella invitación _Tengo que terminar un retrato que dejé inconcluso, todavía le faltan algunos detalles.
_Como prefieras. Contestó el moreno con una sonrisa encantadora y encogiéndose de hombros, al tiempo que abandonaba su habitación.
Había pasado ya una semana desde que Keith había ofrecido su ayuda a cambio de la amistad de su protegido, quien al parecer no se encontraba tan disgustado con esta idea; al menos no como quería aparentar, esto facilitaba mucho las cosas entre ambos jóvenes, sin embargo aún eran cotidianas las peleas y los encontronazos debido al pésimo carácter del menor.
Cuando el joven Ferretti se quedó solo en su recámara se acercó a mirar por la ventana, vio a lo lejos al ojiverde cruzar el portón que daba al exterior de la mansión, alejándose de ella poco a poco. *Al menos por hoy dejará de vigilarme* se dijo. Aunque la verdad es que desde ese mismo instante se sentía realmente abandonado.
Eran ya más de las diez de la mañana cuando Keith Andri arribó al ghetto, bajó del taxi que abordaba y se dirigió a pie hacia el viejo cuartucho de azotea. El chico no pudo evitar notar las miradas que se posaban sobre él; en una esquina Minerva, la griega y otras prostitutas hacían provocativos movimientos para llamar su atención; Gabriele quién arrastraba a un ebrio fuera de su taberna le miró receloso.
_Hey! Gabriele ¿Que hay? Saludó sonriente el recién llegado
Sin embargo el tabernero no le respondió, ninguno de sus viejos conocidos le devolvió el saludo, lo veían como un extraño, la verdad es que todos en secreto envidiaban su buena suerte.
Desconcertado llegó Andri al que antes fue su hogar, sin hacer ruido descorrió la cortina de la entrada y vio a Maurice como siempre bebiendo café en la mesa, frente a algunos frascos de medicamento; quizás se le notaba algo más flaco y se veía bastante triste.
_! Mauri estoy de vuelta! Exclamó el muchacho con alegría haciendo dar un salto a su amigo que no había notado su presencia.
_ ¡Que susto me has dado! Respondió el de ojos negros poniéndose de pie para correr a abrazarlo. _ ¡Mírate! Luces mejor que nunca, pareces un príncipe ¡Te extrañaba tanto! Expresó afectuosamente el visitado.
Después de la comida que había preparado Maurice pasaron algunas horas en la sobremesa, contándose todas aquellas cosas que habían vivido desde que se habían separado, la conversación fue muy emotiva, ya que ambos se habían echado mucho de menos, sin embargo Mau ya no veía igual a su viejo amigo; ahora le parecía mucho más distante, parecía que algo en particular ocupaba sus pensamientos.
De pronto Mauri se puso de pie y con suavidad tomó la mano de Keith invitándolo a levantarse, lo estrechó fuertemente
_Tengo mucho miedo de perderte susurró
En ese instante Andri permaneció inmóvil, aquella escena le pareció tan familiar; fue entonces cuando recordó el primer contacto físico que había tenido con el precioso Derian. De momento sus pensamientos fueron interrumpidos por su amigo quién levantó la cara y le envió una mirada suplicante.
_ ¡Tómame! Imploró el más joven _ ¡Hazme el amor como la última vez! ¡Aunque no me quieras! Me basta con eso ¡Tómame! Insistió sollozando con arrebato.
El ojiverde se quedó mudo ante la impresión, *En verdad que ese mauri es persistente* pensó y acalló sus lamentos con un suave beso en los labios que el chico respondió ansiosamente.
Este roce se convirtió de pronto en un intenso acercamiento colmado de apasionadas caricias y besos uno de los cuales dejo una evidente marca roja en el cuello del moreno. La pasión casi se desbordaba por completo y los gemidos de los jóvenes se escuchaban por toda la habitación
Todo parecía perfecto para Mauri, al menos eso creía el, quien se sentía realmente enamorado
_ Ti amo. Pronunció entre jadeos el ojinegro
_ Anche ti amo Derian! Exclamó extasiado el otro quien evidentemente estaba imaginando como sería desnudar con sus propias manos el cuerpo del joven de los ojos azules. Sin darse cuenta del daño que había causado en su amigo. Quien medio desnudo se levantó a prisa; profundamente herido en sus sentimientos, dándole completamente la espalda a Andri
_Y-yo… intentó disculparse éste último
_Esta bien asintió el chico fingiendo con tristeza una sonrisa _ Debí haberlo imaginado, por doquier se oye que el hijo de los Ferretti posee un atractivo sin igual y créeme que me encantaría poder conocerlo un día.
_P-pero Maurice. Tartamudeó avergonzado el muchacho _ No- no es eso que tú crees
_ ¿Podrías al menos presentármelo alguna vez? Insistió Mau haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para no romper en llanto a lo que Andri solo asintió desconcertado por aquella extraña petición
_Tengo tu palabra
_Si… Bueno. Titubeó _ Posiblemente me acompañe el domingo que viene, lo traeré si eso es lo que en verdad quieres. P-pero…
_Entonces vete a casa, ya es tarde y sabes que este lugar es peligroso
_En verdad lo lamento Mauri, no quería que…
_Hasta el domingo entonces… Dijo el menor al tiempo que se apartaba de la entrada para dejar ir al que le había dejado el corazón hecho pedazos.
Ya en su soledad Maurice se desmoronó por completo y lloró con una amargura inimaginable *Esta me la vas a pagar Derian Ferretti, no creas que me rindo tan fácil* dijo para sus adentros rechinando los dientes con rabia; sentía que le habían arrancado el alma de un solo golpe, ya nada le importaba, NADA, con tal de conseguir el amor que Andri le negaba.
Ya en la residencia de los Ferretti todos dormían, excepto uno: Derian no podía conciliar el sueño, sentía que algo le hacía falta, había sido un día pésimo y deseaba con ansia que comenzara el siguiente. De pronto escuchó sigilosos pasos atravesar su habitación; sospechando de quien se trataba el chiquillo apretó los ojos fingiéndose profundamente dormido. Keith lo observó cariñosamente durante un segundo *te ves tan encantador cuando duermes pequeño * pensó a la vez que dejaba caer una suave caricia sobre el rostro del joven.
Exhalando un hondo suspiro el guardia abandonó la alcoba sin hacer ruido y se dirigió a dormir.
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