Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Trata de quererme por Shieru Fantomuhaivu

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡DIABLOS! Realmente es desesperante cuando tienes una idea general, pero los detalles no te vienen la mente. ;A;

Muchas gracias por leer. Ojalá no se me crucifique por haberme tardado, lol.

¿Han escuchado "To Be With You", de The Honey Trees? Damn, pero khé ermozah kansión.

Un abrazo,

Ciel です!

Desde hace dos meses Mae se preparaba, como podía, para ir a la escuela en la mañana. Su fuerte nunca fue el despertarse a tiempo, pero hacía sus esfuerzos.

Cada día, con una pequeña pizca de curiosidad, esperaba encontrar a su vecina. No tenía la más mínima idea de a qué hora se levantaba, ni mucho menos la hora en la que regresaba a casa. El hecho de que asistieran a la misma escuela pero no se dirigieran una palabra, generaba un pequeño conflicto en Mae. Claro, no demasiado importante.

Ya en la universidad, Mae se distraía con deberes o compañeros. Se sentaba todos los días, a la hora de comer, en la misma mesa de la cafetería. Conforme pasaban los minutos, las personas se acercaban a hacerle compañía.

Por supuesto, no se puede pensar en dejar sola a una alumna tan llamativa. Es cierto que ella era muy bella, su piel bastante clara es lo que llama la atenció hoy en día, con todos esos productos aclarantes de piel y demás.

Satsuki seguía siendo su amiga. Cada vez le agradaba más, y se daba cuenta que ella ofrecía su amistad a quienes considera “humanos” (una manera no muy específica para seleccionar amigos). Justamente se encontraba con ella, comiendo con unos cuantos amigos sentados, rodeando casi por completo una mesa entera.

Era viernes, y sus amigos habían planeado ir a cenar a un buen restaurante. Mae se había decidido a acompañarlos, mas no comer nada, ya que el dinero no le rendiría si quería seguir comprando sus caprichos por la ciudad.

 

               

Como se dijo, habían acordado a reunirse a una hora exacta en el lugar. Como Mae no sabía el camino, Satsuki la acompañaría.

–¿Mei? –escuchó a su amiga desde la sala de estar, esperando a que diera la hora para irse.

–¿Hmm?

–¿Has oído lo que las chicas dicen acerca de ti?

–¿Las chicas? No realmente –respondió con indiferencia, sentándose frente a Satsuki.

–Creo… Creo que no es de mucha importancia. Las he escuchado en el baño. En realidad no las conozco, pero se quejaban mucho de ti. Cosas como que no solamente haces “caer” a los chicos, sino que algunas alumnas también mueren por ti… Aunque sea un poco. Y, aunque fueron comentarios tontos, me molestó la forma en cómo los decían. Ellas no te conocen, pero se quejan mucho de ti –terminó diciendo.

–Ya. Pero no veo cuál es el problema. Es decir, sí, creo que exageraron un poco, pero, Satsu, no siempre tendremos que agradarles a todos. Ellas podrán decir todo eso, pero la única que sabrá si es verdad o no, soy yo. En lo personal, yo no les daría la más mínima importancia. Preferio quejarme primero de mí misma y después prestar atención a los demás… De acuerdo, eso suena algo egocéntrico, pero es la verdad para mí.

Las dos quedaron segundos en silencio, sentadas y mirando a la nada como analizando hasta dónde había llegado un simple comentario. Satsuki, al final, miró a Mae con ojos alegres, dando a entender un orgullo hacia su amiga.

–Me parece que ahora entiendo por qué hasta las chicas piensan que eres atractiva –espetó con una risilla.

–¿Es lo que tienes que decir?

–Míralo de este modo: como hombre serías el príncipe de la escuela. Claro, no lo eres, así que, de alguna manera, se han conformado con la imagen de una pequeña perfección, como en las series, de alguien con diferentes rasgos, inteligente, amable y popular.

–Sí, entiendo tu punto, pero sigo defendiendo el mío, y preferiría preocuparme por diferentes cosas… Además, la gente es la que hace popular a alguien. Yo sólo llegué.

–Vamos, vamos, no es para adoptar un pensamiento renegado. Simplemente acepta la cosa como es. No creo que puedas hacer mucho. Y, siendo tan atenta con todos, es difícil que esta “fiebre” pase rápido –volvió a soltar una pequeña risa antes de seguir hablando–. Bueno, en fin, creo que es hora de irnos. Iré por Kita-chan y nos vamos –señaló Satsuki la puerta de la entrada, haciendo ademán de encaminarse.

–¿Kitagawa-san? ¿Crees que aceptará ir?

–Bueno, si me ayudas un poco, creo que las dos podremos convencerle.

Las dos salieron del departamento y, por casi un minuto, quedaron paradas frente a la puerta de su vecina, esperanzadas a que, por obra divina, Kitagawa Shizuku saliera, dispuesta a acompañarlas.

–¿Vas a timbrar? –Mae rompió el silencio, provocando presión en su amiga, que no se veía tan segura como unos momentos atrás.

Satsuki, un poco dudosa, tocó. A su respuesta, se asomó ligeramente un rostro pequeño con cabello arremolinado cubriendo gran parte de la frente. Era Shizuku.

–¡Ho-Holaaa, Kita-chan! –balbuceó Satsuki, evidentemente incómoda.

Viniendo de ella, a Mae le pareció un poco extraña la forma en la que se había dirigido a su vecina. La última vez que las vio conversar todo era normal. Una Satsuki enérgica y siempre dispuesta a hablar, y lo que le dio la impresión de una Kitagawa Shizuku callada e indiferente con las personas.

–Kitagawa-san, ¿estás ocupada? –terminó preguntando Mae en lugar de su amiga, que se veía lo suficientemente nerviosa.

–¿Ocupada? No realmente… ¿Por qué la pregunta? –respondió, advirtiendo la presencia de Mae.

–¡Perfecto! Satsuki y yo nos preguntábamos si te gustaría acompañarnos a comer algo. Hemos quedado con amigos. Sería bueno que-

–Ya. No, gracias –cortó sin inmutarse un solo momento.

–¿Eh? ¿Por qué, Kita-chan? –intervino, por fin, Satsuki, aún nerviosa sin razón aparente– ¿Acaso… es por-

–No. Tomoka, no. Ahora, por favor, no se detengan y vayan a cenar –dicho esto, dio un portazo sin dedicar una última mirada a las dos amigas.

–¿Qué ha pasado, Satsu?

–Venga, vamos, que se nos hace más tarde –pronunció en un tono bajo de voz.

Sin cuestionar, Mae se limitó a seguir a su amiga. Estaba claro que la situación fue más tensa de lo que imaginó. Suponiendo que lo ocurrido entre ellas fuese de tiempo atrás, la chica decidió darle a su amiga un poco de comprensión y silencio.

A paso normal, se encaminaron al lugar donde se reunirían con los demás. Satsuki, si bien no tenía postura decaída ni mucho menos, desprendía una sensación de pequeña penumbra. Su rostro demostraba una especie de preocupación… O, más bien, culpabilidad.

–No debería comentarlo, pero creo que a ti sí que puedo contarte secretos, Mei-chan –acabó por delcarar Satsuki, volteando a ver a su amiga.

–Te escucho.

–Bien… Tú no conces a Kitagawa-san. Supongo que te has dado cuenta de que es algo, eh, seria. En realidad siempre ha sido así, desde que la conozco… Pero, hace una semana decidí ir a comprar comida chatarra después de clases, a una tienda de conveniencia cerca del campus; encontré a Kita-chan en el mismo combini. Ella estaba saliendo. Entonces, para alcanzarle, compré lo primero que vi y me acerqué a pagar.

“La seguí unos metros, cuando me di cuenta que ella empezó a hablar con una mujer. Asumí que habían quedado allí, o algo por el estilo, así que me acerqué un poco más… Pero, unos minutos después, me di cuenta que no se estaban saludando. La mujer y ella parecían molestas e incómodas. No lo sé.

“–Créeme que no estoy aquí para encontrarme contigo –algo así dijo Kita-chan. La mujer  contestó algo parecido a “No me interesa tu obsesión. Entiende que no quiero tener nada que ver contigo o tu supuesta vida”. Entonces Kita-chan mencionó algo que no pude escuchar, y la mujer la abofeteó con brusquedad…

“Al final, Kita-chan se dio cuenta de que todo el timepo estuve parada allí. Sólo se fue. No me dijo nada, y tampoco me volvió a hablar en la escuela.

Satsuki, con tristeza, miró hacia el suelo. Las dos chicas se habían detenido un momento, y estaban paradas cerca a una tienda de artículos para mascotas, iluminadas solamente por las dos bombillas casi extintas. Mae se limitó a colocar suavemente su mano sobre el hombro de su amiga. Sabía que se sentía de alguna manera culpable, pero martirizarse así no produciría que, mágicamente, Kitagawa Shizuku volviera a hablar con ella.

–Y, ¿pensabas hacer algo al respecto, Satsu?

–N-No. No creo que me corresponda…

–Exactamente –complementó Mae, haciendo que Satsuki volteara la mirada de nuevo hacia ella–. No puedes hacer nada porque esta situación no nos incumbe a nadie. Es solamente de Kitagawa-san. Si ella quiere ayuda, sabe que, por lo menos, te tiene a ti, que estás un poco más consciente de lo que vive por el momento. Venga, ahora sí que se nos hará tarde.

–Pero no quiero que ella piense que lo divulgaré –insistió Satsuki, emprendiendo también el camino.

–No creo que piense así. Además, se daría cuenta si lo hubieses divulgado. No te sientas culpable, solamente fuiste testigo de problemas diarios de una persona. Todos los tenemos de vez en cuando.

–De acuerdo… Gracias, Mei. Si con alguien debería hablar Kita-chan, es contigo –mencionó, tomando ligeramente la mano a su amiga.

–Dudo que tenga ganas de relacionarse conmigo –responde Mae, con una queda risilla, que poco a poco dio paso a sólo el ruido de las pisadas de los zapatos de las dos, sobre concreto húmedo. Casi llegaban al lugar.

 

 

 

Terminaron pasándola bastante agradable. El tema de Kitagawa Shizuku no parecía pasar por la mente de Satsuki mientas cenaban, sin embargo, Mae se tomó un momento para pensar bien sobre ello.

Es cierto que su vecina era muy callada, pero, en los meses que ha vivido a su lado, no la había visto con alguien, ya sea hombre o mujer.

Además, analizándola, ella siempre cargaba con una mirada de poco interés. Es bueno enfocarse en uno mismo, pero la actitud de Shizuku iba más allá. Eso sí, en muchas ocasiones la había sorprendido llegar a su respectivo departamento con una bolsa llena de helado o pequeños postres.

Era hora de regresar. Cada quien había decidido ir por su cuenta. Mae había dicho a su amiga que no tendría muchos problemas para regresar, ya que el camino de regreso lo encontraba más sencillo.

Decidió, antes de llegar, pasar a una tienda a comprar lo que fuera para picar. Claro, con moderación.

Encontró muy monos unos helados de mochi sabor té verde, con ojos dibujados. Decidió comprar tres, para resistir en la semana que le quedaba sin dinero. Pagó y siguió su camino.

Los helados venían dentre de cajas parecidas a cualquier helado, pero cuadradas. Eran bastante curiosas. Tomó una de las cajas mientras subía las escaleras, pensando en lo lindo que habría de ser el helado por dentro. Echó un vistazo al departamente a su lado, y entró al suyo.

Hacía semanas que no se daba un pequeño gusto. Ese día se la había pasado bastante bien, exceptuando la pequeña historia que Satsuki le había relatado. Mae también tuvo problemas con sus padres. Ella asumió que la mujer que mencionó su amiga habría sido la madre que Kitagawa-san. Sin embargo, no planeaba hacer nada al respecto. Satsuki fue la espectadora, y Mae solamente escuchó lo que le contó. Honestamente, hasta pensó que sería de mal gusto sólo llegar y decirle qué hacer. Ni siquiera hay derecho a hacerlo.

Mae decidió salir al pequeño balcón que daba al otro lado del edificio, a comer su helado. Hacía una noche cómoda, y, a su parecer, perfecta para comer un helado de mochi sabor a té verde… Entonces se percató que alguien la observaba desde el contiguo.

–¿Ki-Kitagawa-san? –cuestionó la figura que distinguía. Era más que evidente que era ella. Estaba en el balcón de su departamento, pero la sorpresa y ligera incomodidad obligaron a Mae a preguntar.

–Bueno, sí. Hola –respondió con un deje de irritabilidad.

–Hola… Lo lamento, no me di cuenta de que estuvieras allí.

–Es normal –siseó con pereza. Kitagawa Shizuku quedó en silencio por unos segundos, antes de volver a hablar, tratando de corregirse–. No, quiero decir… Es normal que no te hayas dado cuenta, ya que, bueno, estás comiendo… S-Sí.

Mae, antes de poder decir nada, soltó una risa divertida, pero moderada.

–Supongo… No, estoy bastante segura que Tomoka te contó lo que pasó. O, más bien, lo que presenció –soltó su vecina, después de quedar en silencio.

–Eh… Bueno, quiero aclarar que Satsuki no es ninguna chivata, o que pase contando lo que ve por todos lados-

–No te preocupes. Eso lo sé de sobra. Asumí que, como eres buena amiga suya, no tendría preocupación de contártelo. Y, está bien, la verdad no creo que lo hubieses divulgado –cortó a Mae.

–No, no lo diría. Como dije a ella, es una situación que solamente tú puedes arreglar.

–Pues, sí, así es…

Una vez más, quedaron en silencio. Este silencio fue más sepulcral, a Mae le pareció que podía escuchar cómo su corazón bombeaba la sangre a sus arterias.

–Y, dime, extraña –Kitagawa Shizuku rompió el silencio, mirando a Mae a los ojos–, ¿cómo se supone que puedo arreglar mi situación?

A la chica le sorprendió la pregunta, ya que no esperaba que justamente ella le pidiera una especie de consejo. Se limitó a devolverle la mirada, y sus labios enmarcaron una leve sonrisa.

–Creo que puedes empezar por apoyarte en las personas a las que les importas, Kitagawa-san.

–Ya. Entonces… ¿Dos o tres personas?

–No. Estoy segura que le importas a muchos. Y, si quieres, puedo ser una de ellos –declaró Mae, con tono irónico, pero sin borrar la sonrisa de sus labios.

Esta situación la sorprendió más que enterarse que el sushi se come con las manos, y de un bocado. Pensar que su vecina poco expresiva podría desenvolverse de la nada. Aunque haya sido un poco.

–Bueno, no tiene que ser ahora. Pero que te quede claro que estoy aquí, ¿de acuerdo? –acompletó Mae, ensanchando su sonrisa.

–Si eso dices…

Le costaría trabajo, pero estaba dispuesta a ayudar a Kitagawa-san. Se miraron fijamente, hasta que Mae se percató de no haberse presentado oficialmente.

–Por cierto, soy Mae Thomas.

–Sí, lo sé. Tomoka lo mencionó. Yo soy Kitagawa Shizuku.

–También lo sé.

Más silencio. El helado de Mae se derretía lentamente. Entonces pensó en algo y se incorporó.

–Espera –mencionó, antes de entrar corriendo al departamento, dejando a Kitagawa Shizuku un poco confusa y con la misma incomodidad.

Pasados segundos, Mae regresó con una de las cajas de sus helados, alzándolo hacia su vecina.

Ella, con gesto dudoso, lo aceptó. Dispuesta a abrirlo, tomó un pedazo pequeño de papel que yacía sobre la apertura.

–¿Esto viene en el empaque? –volteó a ver a Mae.

–Ése es el número de mi móvil.

–Ya veo… Y, ¿por qué quiero esto?

–Porque somos vecinas… Porque vamos a la misma universidad... Porque ahora somos amigas, ¿no, Shizu-chan?

–No me digas así –profirió, acompañado de un extraño gemido quedo. Daba la impresión de ser una risa ahogada.

Notas finales:

Thanks, gggg.

 

P.d: No se le puede poner sangría a esta wea. Me marca todo el párrafo. Srry D:


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).