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I Have Found You por Sly_D_Cooper

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Notas del fanfic:

La imagen vinculada a este fanfic es esta de aquí:

 

http://67.media.tumblr.com/tumblr_m0u13xbD191rp62yio1_1280.jpg

La principal música que he usado para esta pequeña historia de un solo capítulo, se llama I Wish You Were Here, de Avril Lavigne. Luego, cuando Yugi aparece en el Mundo del Corazón, he usado la banda sonora de la 12ª película de Pokémon: Arceus y la Joya de la Vida. Los soundtrack han sido estos:

 

1. Legend Hikari's/Dawn's Picture.

2. Sheena The Protector.

3. Awakening.

4. Beyond The Continuum.

5. 16 Plates.

 

Advierto que los personajes que aparecen aquí, a excepción de Ast, son de la autoría de Kazuki Takahashi. El escrito va sin ánimo de lucro, su único objetivo es divertir y entretener al público.

Notas del capitulo:

Tiene 32 páginas y 13.546 palabras. Mi recomendación es que su lectura se haga tranquila y a un ritmo adecuado para que sea entendido.


 


En este one-shot (historia de 1 capítulo), Atem y Yugi son personas que viven juntas pero siendo independientes unas de otras. Atem no se encuentra como un espíritu dentro del Rompecabezas del Milenio, si no que es alguien tan normal como Yugi, alguien de carne y hueso.


Algo más que quiero recordar es que los personajes (a excepción de Ast), son de la autoría de Kazuki Takahashi. Esta pequeña historia sólo tiene la intención de divertir y entretener al público, va sin ánimo de lucro.

Había pasado un pequeño tiempo desde que Yugi y compañía regresaron de su viaje a Egipto. Desde entonces, los cambios en el faraón Atem fueron notándose cada vez más. El egipcio había recuperado casi todas sus memorias, y a su manera, trataba de analizar, de entender y sobretodo: de ordenar sus sentimientos. Pero lo que sí fue visible, era la distancia que se creó entre ambos. A Yugi le entristecía enormemente… Él siempre pensó que el faraón, una vez recuperase sus recuerdos, sería aquella persona que fue en el pasado, que volvería a ser quien era y que ya no tendría por lo que preocuparse.


Porque incluso en Egipto, cuando estuvieron en las ruinas de la que fue su casa, su palacio en la antigua Tebas… Descubrieron muchas cosas, incluso: que Yugi era la reencarnación de Heba, el hermano menor del egipcio y éste, le llegó a contar muchas anécdotas o detalles. Pero no se lo explicó todo. Había sucesos que Atem le ocultaba y Yugi lo sabía perfectamente. Con todo lo que pasaba ahora entre ellos… El más joven tenía la impresión de que… El vínculo que los unía se vio afectado precisamente por las memorias del faraón, y aunque trató muchas veces de acercarse a su persona… Parecía imposible.


Ni siquiera le dejaba dormir a su lado…


Es como si Atem hubiera vuelto a ser esa persona cerrada que conoció en el Rompecabezas del Milenio, aquél chico desconfiado y que actuaba a la defensiva, que era violento… No es que Atem hiciera daño a nadie pero… Solía molestarse con bastante más frecuencia que antes. Y muchas veces, Yugi lloraba… Por frustración, por no entender qué sucedía, por no saber cómo ayudar al faraón, porque éste se alejaba, marcaba una dolorosa distancia… Un muro de hielo que los separaba. Y sentía miedo… Miedo de lo que podría llegar a pasar con Atem si continuaba apartándose de los demás… Miedo de perderlo. Ahora que podía comprender que su vínculo tan fuerte era debido a que fueron hermanos, a que lo eran… ¿No debería sentirse el faraón feliz por ello?


En un principio creyó que sí lo estaba pero, con el paso de los días… Cada vez dudaba más. Por algún motivo… Había ocasiones en las que el mayor parecía molesto con él, le exigía que no se le acercase, e incluso le decía que no quería tan siquiera hablar con su persona. Era… Tan frío, tan indiferente… Que Yugi no podía evitar pensar que es como si se le clavaran montones de espinas en el corazón. Pero sabía que no podía darse por vencido… Porque recordaba las palabras de Ast acerca de que las memorias crearían una brecha que, abierta, traerían consigo las cadenas del abismo que atarían las alas… Las alas de Atem, tal vez. Si lo analizaba en relación al faraón cobraba sentido.


Atem fue el único que le habló de pájaros… Del cielo, el único de entre todos sus seres queridos en quedárselo mirando de esa manera tan única, como si fuera capaz de ver ese mundo que muchas veces le contaba… Y que ya no hacía, porque apenas le dirigía la palabra. Puede que tuviera el derecho de enfadarse con el faraón, por supuesto, las discusiones no faltaron entre ellos… Pero siempre terminaban perdonándose. Lo que sí tenía preocupado a Yugi eran los cambios de humor de Atem… A veces él le sorprendía con un abrazo, sin decirle nada, simplemente llegaba y le abrazaba… E intuía su temor. Atem sufría y le costaba más que nunca liberarse de esas emociones…


Todo porque se empeñaba en reprimirlas… En aguantarlo por sí mismo. Era un necio.


Yugi simplemente… Era paciente, porque no le quedaba de otra. Ahora era cuando empezaba una etapa dura para Atem y el muchacho lo sabía mejor que nadie… El faraón debía de ordenar sus memorias, poner en orden sus sentimientos, analizar aquello, esto, lo otro… Y no era una tarea sencilla. Por eso Yugi le daba su espacio, y aunque dejarle solo no le gustaba, era lo que debía de hacer. El faraón a veces no soportaba su presencia… Y en infinidad de ocasiones, Yugi llegaba a pensar que es como si el egipcio estuviera odiándole a más no poder… Sí, lo quería también pero… No paraba de pensar que es como si tuviera algo en su contra, sólo porque era la reencarnación de Heba.


Le dolía tanto esa distancia… Esa frialdad… Es como si Atem no fuera Atem.


Y cuando transcurrió un poco más de tiempo, Yugi más cuenta se daba que había una profunda oscuridad en el faraón, que su corazón se había cerrado… Y lo peor es que con el paso de los días, por alguna razón, Atem colapsaba, perdía el conocimiento así por las buenas y siempre se asustaba, por no comprender el motivo del por qué le pasaba. Y por esa misma razón, Yugi permaneció más pendiente del egipcio. Debía cuidarle, procurar que no le ocurriera nada malo… Y que cuando se quedaba inconsciente, no fuera cuando se hallase en soledad. Al joven le angustiaba que la salud del faraón comenzara a debilitarse, especialmente por las fiebres altas que sufría.


Era doloroso verlo, porque ahora más que nunca dependía de él. Atem dependía de Yugi.


El muchacho sabía que, a su manera, el faraón intentaba buscar su ayuda, su cariño… Porque intentaba luchar consigo mismo. Y Yugi siempre estaba ahí, apoyándole, especialmente cuando Atem entraba en pánico por recordar cosas realmente desagradables que nunca superó en el pasado. Se refugiaba en Muto, buscando huir de su temor. A veces… Yugi no evitaba asustarse, de otras era incapaz de aguantar las ganas de llorar… Por eso salía a pasear en solitario aprovechando cuando Atem quería permanecer solo. Incluso, el egipcio faltaba bastante a clase porque mentalmente estaba hecho un desastre y decidía no acudir al instituto porque no quería perder el tiempo al no poder concentrarse en nada…


Sus memorias habían ocupado un tiempo importante. Yugi intentaba hacer que el mayor hablara de ello y difícilmente lo conseguía, sólo porque Atem era incapaz de afrontar ciertos temas, entre ellos… Lo que le pasó a Yugi en el pasado, cuando era Heba, su hermano menor. O lo que ocurrió con Mahad, que lo obligó a dejar de ser médico… O especialmente cuando su mundo se derrumbó por la muerte de su hermano pequeño… Esas cosas que le impedían alzar la cabeza… Que le forzaban a seguir con temor porque no podía enfrentarse a eso. Yugi sabía de sobras que… Un miedo sólo se superaba viéndolo de frente… Y Atem se empeñaba en huir de ello, en dar la espalda.


Puede que eso fuera de cobardes pero, a ojos de Muto… El faraón había sufrido demasiado y aún así, por los recuerdos que veía del mayor a través de los sueños de éste… Veía que a pesar de todo, Atem se mantenía firme, aunque por dentro estuviera destrozado, aunque le rompieran el corazón, aunque le ofendieran… Atem luchaba sin mostrarse débil, puede que en muchos momentos llorase, claro, era y seguía siendo una persona a fin de cuentas pero… Todo lo que tuvo que soportar… Le hacía darse cuenta que en realidad, el faraón era más fuerte de lo que pensaba pero que por culpa de sus miedos y de haberse cerrado en sí mismo, era por lo que no se percataba de ello. Ese era el principal problema… Atem era muy reservado, se reprimía, no mostraba tanto sus emociones y se cerraba ante los demás…


Y era frustrante. A Muto se le acababan las ideas para que el faraón abriera su corazón. Parecía… Una misión imposible. Aunque las palabras de Ast y ella se comunicaba con su persona, diciéndole que no se rindiera, Atem le necesitaba más que nunca, sólo debía encontrar la manera de llegar hasta su corazón y liberarlo. ¿Pero… Liberarlo de qué? Yugi cada vez lo comprendía menos… Descubrieron que Ast en el pasado, separó su espíritu en dos partes, una de ellas se encontró siempre en el interior del faraón para poderlo guiar y ayudar, y la otra… En él, dentro del propio Yugi. 


Cuando lo supo, Yugi se sorprendió muchísimo y comprendió entonces cómo Ast era capaz de comunicarse con ellos dos, entender por qué no era un simple recuerdo… Y que Atem estuvo en lo cierto cuando le contó hacía ya mucho, que guardaría relación con la magia que usaban en su época. Era lógico verle el sentido pensando de esa manera… Por más difícil que fuera aceptarlo. La magia existía. Y la prueba estaba en que Atem podía usarla… Y Bakura también, el espíritu maligno que residía en la Sortija del Milenio de Ryou.


Durante los próximos días la cosa no cambió mucho. De vez en cuando, Atem acudía al instituto, siendo interrogado por Tea y compañía debido a que ellos notaron su ausencia en las clases y que Yugi les contaba que no gozaba de buena salud durante este último tiempo. A la hora de explicarse, Atem fue muy breve. No quería dar detalles, para no tener que preocupar a los chicos. Joey era el primero en apoyar siempre a Yugi, imaginando lo mal que lo pasaba y trataba de animarle. Tea, por su lado, intentaba darle esperanza al muchacho y Tristán de hacerle sentir confianza. Ellos le decían que el faraón sólo estaba en una etapa difícil pero que cuando todo regresara a la normalidad, volvería a ser el mismo que fue…


Volvería a ser el Atem que ellos conocieron. Ese buen amigo siempre dispuesto a todo para ayudarles.


Yugi rezaba con que fuera así y que sus amigos tuvieran razón. Por lo menos, ahora Atem le permitía dormir a su lado e incluso a veces era él quien se lo pedía y Yugi no se negaba, así como tampoco le decía que no a un abrazo o a estar un rato a su lado, aunque fuera en silencio, en la mayoría de esas veces, Atem siempre se quedaba dormido en cuanto permanecía unos minutos apoyado en su hombro. Yugi solía contemplarle mientras descansaba, acordándose del aspecto del egipcio cuando éste era un niño tan mono y… Tan adorablemente llorón. No se olvidaba de ver esos recuerdos dentro de los sueños del mayor… Cuando era un crío con una mirada realmente muy solitaria pero que siempre lucía indefenso.


Pero Muto también reflexionaba sobre sus cosas cuando estaba solo… Acerca de qué es lo que sentía, independientemente de que fueran dos chicos, independientemente de que intentara ayudar al faraón… Sabía que Ast sólo le había dado una pista: llegar a su corazón y liberarlo. La cuestión era cómo hacerlo. No era sencillo y menos cuando sus sentimientos estaban tan… Ni siquiera sabía cómo explicarlo, o describirlo. Simplemente sus emociones ahí yacían, en su interior, dirigidos hacia el faraón… Él era la persona más importante en su vida. Claro que también quería a su abuelo y a sus amigos pero… El vínculo que compartía con Atem era tan intenso, tan inmensamente especial…


Y ahora parecían como dos extraños que poco a poco volvían a acercarse el uno al otro. Al menos, Yugi era capaz de ver que Atem a pesar de las dificultades, luchaba consigo mismo para mejorar las cosas, aunque siempre cometiese errores… Pero lo intentaba. Le pedía perdón, le contaba alguna que otra cosilla, le costaba muchísimo explicar muchas cosas… Y Yugi no lo culpaba. Después de todo, se trataban de las memorias de toda la vida del faraón, quien poco a poco comenzaba a recordarlo todo… Incluso cuándo, cómo, por qué y de qué manera terminó sellado en el Rompecabezas. En esos momentos Yugi tuvo que tranquilizarlo al verle en un espantoso estado de pánico… Y poco a poco, Muto sospechaba de algo…


¿Y si Atem era… Claustrofóbico? Que la sangre no fuera su único temor.


Llegó la noche, cenó, puesto que Atem no tenía apetito. Y se fue a dormir, al lado del egipcio, quien ya parecía profundamente dormido. Le estuvo mirando con calma hasta que sus ojos cedieron al sueño y su mente desconectó de la realidad. Poco a poco fue sintiendo algo extraño y cuando los abrió… Estaba en un sitio completamente distinto. Mirase donde mirase… Lo único que veía era una inmensa y densa oscuridad, ni un ápice de luz y color…


- ¿Pero en dónde…? – Preguntó, viendo de un lado a otro. - ¿Dónde demonios estoy…?


- Bienvenido, te estaba esperando.


Una voz llamó su atención al llegar hasta sus oídos. Se giró y vio a una chica morena, seguramente de su edad. De ojos verdes, muy alegres y expresivos. La muchacha era de pelo largo y castaño, de prendas egipcias. Y un pequeño báculo en su mano. Seguro… Ella debía de ser Mana. La había visto en los recuerdos del faraón.


- Tú…


- ¿Eres Yugi cierto? Gusto en conocerte, soy Mana. – Se presentó.


Justo como pensó. Era la amiga de la infancia de Atem.


- Sí, soy Yugi. – Asintió Muto. – Esto… Era el hermano menor del faraón.


- Lo sé, tu aspecto sigue siendo el mismo. – Rió. – Me alegra volver a verte entonces, ¿Podría llamarte Heba? Es más fácil que ese nombre raro que tienes ahora.


- Eh… Sí claro, como gustes Mana.


- Gracias.


- Dijiste que… Me esperabas. 


- Sí, así es. Por eso estoy aquí.


- ¿Tú sabes cuál es este lugar? – Vio que la chica afirmaba con su cabeza. - ¿Y puedo saberlo?


- Creí que te habrías dado cuenta pero supongo que tú de magia no sabes gran cosa salvo lo que Atem te haya contado. – Dijo ella. – Estás en lo que nosotros conocemos como el Mundo del Corazón.


- ¿Mundo del… Corazón? – Repitió, arqueando una ceja y paseó sus ojos por el entorno. - ¿Y qué significa eso?


- Significa que te encuentras dentro del corazón de alguien.


Eso lo dejó literalmente mudo. Yugi observó más sorprendido que nunca a Mana, quien lucía igual de tranquila. La cuestión ahora… Era cómo había llegado hasta aquí. Al parecer, los egipcios tenían muchos más conocimientos de los que tan siquiera imaginó.


- Tu alma fue enviada aquí con un propósito. – Escuchó a la egipcia. – Supongo que eres tú quien debe liberar este corazón y el espíritu que yace en él.


- ¿No me digas que…? ¿Este corazón es de Atem?


- Sí, es el suyo. – Yugi se impactó al oírla. – Pero tu tarea no es fácil. Como ves… - Alzó su mano para hacer referencia al lugar. – Este sitio está oscuro y sólo estamos en la parte más exterior.


- ¿Atem lo ha dividido en distintos sectores?


- Algo así. Él en el pasado cerró su corazón, todo lo bueno yace en la parte más escondida y todo lo malo se fragmenta por zonas. Cada una es igual o más peligrosa que la anterior. La más densa yace justo encima de la luz que alberga y la cual yace oculta. – Explicaba. – Aquí no estás a salvo, deberás luchar si quieres seguir adelante.


- Ast me contó acerca de que debía liberar el corazón de Atem pero no me dijo cómo.


- Ella no te puede dar una respuesta. Fue vuestra madre, sólo puede guiaros. El corazón de Atem no es un sitio pacífico, como puedes ver por ti mismo, es hostil y oscuro porque se halla cerrado y con sentimientos negativos muy reprimidos.


- Sabía sobre eso… Pero no me imaginé este panorama. Es horrible…


- ¿Sí, verdad? – La expresión de Mana cambió. 


- ¿Cómo puedo avanzar? – Preguntó. - ¿Dónde puedo encontrar a Atem?


- Aquí no encontrarás a Atem, sólo una parte de él.


- ¿Eh? – Se mostró confundido. - ¿Una parte de él?


- Parte del interior del faraón, está su corazón encadenado y protegido por cadenas realmente agresivas. 


- ¿Cadenas existiendo en este sitio…? Esto cada vez tiene menos sentido.


- No le busques el sentido donde no lo hay.


- Ah, claro… - Sonrió con torpeza. – Explícame eso de las cadenas...


Mana asintió y procedió. Le contó que las cadenas eran como las guardianas que mantenían prisionero el corazón del faraón, aquello que le retenía. Las cadenas, al mismo tiempo, representaban la hostilidad y el resentimiento de su anfitrión, debido a que éste se había cerrado de caras al mundo por aquello que no fue capaz de superar, por lo que sufrió y soportó durante tanto tiempo. La soledad, el dolor emocional, los traumas, el odio y la sed de venganza formaban parte de esa oscuridad y de las guardianas. Yugi pensaba que a lo mejor, destruyéndolas podría ir arreglando el asunto pero, desafortunadamente Mana no trajo buenas noticias.


A continuación, la muchacha le explicó que esas cadenas no podían ser derrotadas. Le especificó a Yugi que ellas, procedían desde los sentimientos más negativos del faraón, y que era inútil intentar nada contra estas cadenas porque sería como atacar lejos del punto clave, el origen, desde donde éstas resurgían. Mana tuvo que recordarle a Yugi que no se encontraba en el mundo real pero que no por eso era menos peligroso. Le advirtió que su espíritu podría ser engullido por la oscuridad del rey de Egipto y que tenía que ir con muchísimo cuidado. El corazón del faraón era muy hostil y caótico, las sorpresas iban y venían y siempre ocurría algo inesperado.


Un paso en falso… Y estaría acabado.


Yugi no evitó sentir miedo. Quien le iría a decir a él que Atem sería tan y tan complejo… Es cierto que el Rompecabezas mostraba siempre esos cientos de miles de laberintos y que Shadi llegó a contarle que el puzle milenario era el espejo del corazón del faraón, que le mostraba su complicada mente, por eso uno nunca podía predecirle, ni saber qué pensaba o qué sentía. Atem era un mundo en sí mismo. Un mundo complicado de entender. El chico no tenía una idea de cómo podría avanzar… Si no podía destruir esas cadenas sería casi imposible seguir adelante…


Y eso significaba que no llegaría hasta el origen donde debía de liberar el corazón del faraón.


- Heba. – Mana llamó a Yugi. – Tranquilo, ¿Vale? – Sonrió. – Yo estoy aquí con la misión de protegerte.


- ¿No corres tú el mismo peligro que yo?


- Más o menos. – Respondió. – Te recuerdo que estamos en la parte más externa de su corazón, cuanto más dentro vayas, más peligro vas a correr.


- Espera, ¿Cómo que “vayas”? – Repitió. - ¿No se supone que tú ibas a venir conmigo?


- Sólo puedo acompañarte hasta las tres zonas siguientes. A partir de ahí nos tendremos que separar.


- ¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo me voy a proteger? 


- Te dejaré mi bastón. – Dijo. – Aunque no sepas usarlo, podrá defenderte en mi lugar, quizá yo no esté a tu lado pero sí la Maga Oscura.


- Oh… - Hizo más aliviado. - ¿Pero por qué tendremos que separarnos?


- Cuando Atem cerró su corazón, me apartó de muchas cosas y todas ellas están en las capas superiores. Yo no tengo acceso a ellas porque Atem no me permitió formar parte. – Contó. – Atem, al cerrarse, digamos que… Su corazón clasificó a las personas por jerarquías. Desde las menos importantes hasta los que más lo eran. Yo sólo puedo acompañarte hasta un límite.


- Me doy cuenta entonces que el faraón es más difícil de lo que creí. – Se apenó Yugi. - ¿Yo también estoy en alguna jerarquía?


- Sí, es lo más probable. Eres la reencarnación de Heba así que puedes ir hasta el origen de toda su oscuridad. Deberías tener un poco de cuidado aquí dentro porque te encontrarás con su ira.


- Ya me lo imaginaba. – Suspiró. – En un poema que Ast escribió, ella me advertía de la furia del faraón… ¿Tú sabes si Atem sigue enfurecido por algo?


- En el Mundo del Corazón, las emociones son las puertas. Cada emoción te lleva a un sitio nuevo, cuanto más avances, más te costará y antes irás notando el enojo que hay en el faraón.


- Su ira… ¿Es peligrosa?


- Con decirte que puede matarte es suficiente advertencia. – Mana se puso seria. – Ella y la soledad siempre han sido las grandes enemigas de Atem.


- ¿De verdad? ¿Por qué?


- Atem siempre ha tenido una magia muy fuerte, demasiado. Se le descontroló algunas veces y llegó a herir a muchas personas, a ti entre todas ellas. También mató a un consejero de manera accidental. Y como esos sucesos siguieron ocurriendo cada cierto tiempo, Mahad decidió sellarle ese poder.


- Oh… - Yugi no podía estar más que sorprendido. - ¿Atem… Me hizo daño?


- Sí, quedaste bastante grave pero pudiste seguir adelante. Él no tuvo la intención de lastimarte. Por eso, cuando ocurrió ese primer incidente, Atem empezó a tener miedo de sí mismo. Más cada vez que se enfadaba, su magia reaccionaba y causaba un desastre.


- Y por eso Mahad trató de poner un límite… - Siguió el joven. - ¿Era tu maestro?


- Y el de Atem también.


- ¿Sellar la magia es peligroso?


- Depende del conjuro y también de la intención del sellador, pero era Mahad así que no ocurrió nada malo. Lo que él hizo fue anular las grandes reservas de magia de Atem y dejarle una mínima porción, eso le causó problemas a la hora de curar a la gente, necesitaba más cantidad de poder y al tener gran parte de éste sellado, su cuerpo sufría las consecuencias.


- Entiendo. – Suspiró. – Bien, tú dirás cómo puedo avanzar… Si no se pueden destruir esas cadenas no imagino pues cómo seguir adelante…


- La manera de hacerlo está en tu interior. – Dijo. – Si te enfrentas a una emoción peligrosa, la tuya tiene que ser más fuerte. Tómalo con un duelo, pero en lugar de cartas y monstruos, es de corazones y sentimientos. Sólo el más fuerte prevalece.


- ¡Oh, en ese caso puede ser sencillo!


- ¿Seguro? – Yugi frunció el ceño. – Te vuelvo a recordar que estás en el corazón del faraón, y es un sitio hostil y peligroso. Debes mantenerte alerta y estar concentrado. No subestimes lo que hay aquí.


Eso lo puso muy nervioso, pero Muto admitía que Mana tenía razón. Había que tener muy presente que este era territorio de los sentimientos de Atem… Aquí… Se encontraban sus demonios, esos enemigos que estuvieron atemorizándole, atenazándole… Y que tuvo que convivir con ellos. Ni siquiera se podía llegar a imaginar cómo tuvo que ser para el egipcio el soportar todo lo que había aquí dentro, sintiéndolo y siendo víctima de ello… Porque aunque sonase extraño, Yugi era capaz de sentir el dolor que había en este lugar…


El dolor del faraón.


Con decisión pero con calma, Muto comenzó a caminar hacia adelante. Al principio no había nada, todo parecía tranquilo y era algo que a ninguno de ambos presentes les hacía mucha gracia. No había nada peor que estar en un terreno desconocido lleno de peligros y no saber por dónde empezarían a aparecer… Ni cuándo los encontrarían. Pero si de algo estaba seguro Yugi, es que ahora que se hallaba aquí, no podía echarse hacia atrás. Atem le necesitaba, si era capaz de permanecer en este sitio, era porque el alma de Atem clamaba por su ayuda, porque la voluntad del faraón yacía anulada debido a su propia oscuridad. Ahogado en sus tinieblas.


Mana observaba de un lado a otro, sujetando con fuerza su báculo. Le decía a Muto que mantuviera la tranquilidad, si se alteraba podría ser peor. Ante todo: ellos mismos debían mantener a raya sus propias emociones, al menos, las negativas, ¿Y por qué? Para afectar lo menos posible la oscuridad del faraón. Delante de ellos, se alzaba una pared oscura creada a partir de innumerables cadenas grises. Mana y Yugi intercambiaron miradas e hicieron un sutil movimiento con la cabeza, afirmando que seguirían adelante. Se acercaron y se hizo un hueco entre esa increíble cantidad de cadenas que se perdía desde la distancia de extremo a extremo. Pasaron a la siguiente zona y pudieron apreciar restos de pilares rotos, escombros de un lado a otro e incluso trozos de cadenas en ese suelo transparente, que cuando caminabas parecías andar sobre el agua.


- Esto es espantoso… - Susurró Muto.


- Pues todavía te queda por ver. – Dijo Mana. – Estamos sólo a la segunda capa, nos quedan muchas más.


- ¿Sabes cuántas son?


- Me temo que no. Atem se cerró en banda conmigo, así que en este lugar tengo acceso a muy pocas cosas.


- Ya veo… - Suspiró. – Debe ser frustrante para ti.


- Pues un poco sí, la verdad. Pero no le culpo. Atem no tuvo una vida fácil, de hecho, siempre pensaba que si yo hubiera sido él, a lo mejor habría acabado suicidándome por no poder aguantar tanto. Atem aprendió a ser fuerte a la fuerza.


- Entiendo… Realmente este sitio me asusta. – Yugi observaba de un lado a otro. - ¿Qué se supone que representan todas estas ruinas?


- Seguramente será su tristeza hacia su hogar, el palacio en el que se crió en Tebas, la que ahora vosotros llamáis Luxor.


- ¿Atem estaba triste?


- Vuestro padre: el anterior faraón Aknamkanon, le prohibió a Atem salir a la aldea cuando cumplió los ocho años a causa de que un bandido casi lo mataba. Hasta que Atem no se convirtió en faraón, nunca tuvo contacto con el exterior. – Explicó. – Todos le consideramos la golondrina enjaulada.


- Veo que entonces me fue sincero con eso… Me contó que su padre le impidió salir de palacio. A decir verdad… Atem casi nunca me ha hablado de su progenitor. Él habla más de su madre, a simple vista es notable lo mucho que la quiere pero con su padre…


- Con decirte que Atem apenas tuvo relación con Aknamkanon creo que es suficiente para que te hagas una idea y más si te digo que no se llevaban bien. Su padre no aceptaba su manera de pensar y la creía errónea y hasta una completa barbaridad. Pero era debido al miedo de que Atem fuera tan diferente.


- Me doy cuenta. Supongo que las ideas del faraón eran una novedad.


- Pues sí, quizá por eso era especial. Atem veía cosas que muchos no podían y una de ellas era ese mundo en el cielo, de hecho tú empezaste con esa visión y se la transmitiste a Atem.


- ¿Yo lo empecé todo?


- Sinceramente… Sí. Esas cosas tuyas marcaron mucho a Atem y él comenzó con la obsesión de volar, se tiraba por todas partes queriendo ser un pajarito. Y odiaba compadecerme de él porque sus alas siempre estuvieron encadenadas.


- Cuando Atem me explicaba esas cosas del cielo, de los pájaros y sobre volar… Admito que a veces pensaba que debía estar bromeando o incluso soñando con cosas imposibles aunque muy bonitas. Me gustó conocer esa faceta suya.


- Atem siempre ha creído que una persona puede volar con el corazón. Que las alas se encuentran en el corazón, no en la espalda, que era el lugar donde éstas se representaban. Yo cuando estaba a su lado siempre me empeñaba en ver ese mundo que sus ojos podían apreciar pero era incapaz, ¿Y por qué? Porque comprendí que no compartía esos sentimientos ni esas ansias de libertad…


- Así que… Alas en el corazón. – Repitió Yugi, con una sonrisa. – Vaya… Atem es muy profundo y… Me entusiasma saber cosas como estas, porque sé que son importantes para él y realmente creo que… Es estupendo un pensamiento así, unos sentimientos de esa clase.


Mana asintió y decidieron seguir avanzando. Cuando hablaban, era el momento en el cual, se rompía el silencio. Pronto vieron otro muro creado a partir de cadenas. Pero se detuvieron al ver pequeñas criaturas oscuras y deformes. Eso a Yugi le horrorizó pero Mana supo apoyarle, recordándole que no debía dejarse dominar por sus emociones o podría afectar al corazón del faraón, a su equilibrio. Y si eso pasaba era muy probable que llegara a ser nefasto… Debían evitarlo a toda costa.


Se hallaban en un territorio hostil y peligroso, al cual no eran bienvenidos. Ambos sabían perfectamente que a pesar de ello, su deber era seguir adelante. Era imprescindible, para Yugi, el único capaz de alcanzar el final, poder liberar a Atem… Liberar su corazón, su espíritu. Tenía que disipar la oscuridad y encontrar aquello que Mana acababa de decirle: el Gran Portal. Según la chica, el Gran Portal era algo parecido como la fina línea que separaba el mar del cielo, una línea llamada horizonte, hallada en el mundo real. En el Mundo del Corazón era lo mismo. Era aquello que separaba la oscuridad de la luz del faraón, unas puertas enormes que impedían el paso de las tinieblas a los sentimientos puros del rey de Egipto. Era la zona más profunda de todas una vez superada la capa más peligrosa, la que Mana conocía como El Abismo.


Mana le contó a Yugi que El Abismo, era la zona donde los sentimientos más oscuros del faraón se concentraban. Probablemente, su corazón encadenado se encontraría allí. Más acceder era lo más complicado teniendo en cuenta que en el Mundo del Corazón existían demonios y otras criaturas no menos hostiles y no tan agradables. Puede que sus palabras asustaran a Muto, pero la muchacha estaba con el deber de hacérselo saber para que no avanzara siendo un ignorante. Si quería realmente salvar a Atem, tenía que armarse de valor y valentía… 


Porque una vez saliera de este sitio, lo más seguro es que no pudiera volver… Era su primera y única oportunidad. Si no lo lograba, ya nada serviría. Sólo podría ayudar al faraón desde el exterior y eso, era una tarea aún más complicada… Porque Atem no era capaz de enfrentar a su propia oscuridad al ser ésta demasiado grande en su interior.


- Mana, ¿Puedes sentirlo? – Habló Yugi, deteniéndose. – Ese aire denso venir desde alguna parte, es suave pero tiene la clara intención de empujarnos hacia atrás. – Dijo. - ¿Tú sabes qué es?


- No pero deduzco que nos estamos acercando a su soledad. – Contestó. – Cuanto más avancemos, más lo sentiremos y no será lo único. Podrás percibir como si otro aire más cálido te alcanzase y tendrás la sensación de que es como si te cortara y te tratara con violencia.


- ¿Enserio? – La vio asentir. - ¿Por qué?


- Es su ira. El corazón del faraón, al hallarse encadenado en El Abismo, además de permanecer resguardado por cadenas y criaturas, está rodeado de dos campos: su soledad, el exterior y su ira, el interior y más concentrado. 


- Este lugar es una completa locura… Parece una peli de miedo.


- Más vale que te dejes de bromas y te centres. – Le regañó. – Tienes que guardar un respeto, señorito. Estás en el interior del que fue tu hermano mayor.


- Atem es mi hermano mayor.


- Lo fue, biológicamente no os une na…


- Me da igual, para mí  lo sigue siendo. – La interrumpió. – Aunque claro, ni me deja llamarlo hermanito ni tampoco me he atrevido… - Bajó la cabeza.


- No te deja por la sencilla razón de que te odia.


- ¿Qué…? – Miró impactado a la chica. – Bueno… Algunas veces lo notaba… Me trataba como si realmente me despreciara…


- Atem en el pasado sufrió mucho por ti, de hecho, cuando te separaron de él le afectó… Y cuando se enteró seis años después que moriste en su noveno cumpleaños, su mundo se vino abajo y nunca volvió a ser el mismo. De hecho, debió ser en ese momento cuando su corazón… Empezó a tener esta forma. – Volvió a alzar sutilmente las manos para dar referencia al lugar en el que se encontraban. – Atem entró en depresión y no lo superó, no superó tu muerte. Y la primera señal de su oscuridad es que para él dejó de existir su cumpleaños.


- ¡Oh! ¡El cumpleaños del faraón! ¡Todavía es una fecha que no me ha dicho!


- Ya te la contará. – Dijo Mana. – Poco a poco su corazón fue tomando mayor oscuridad conforme más sufría… Así que tomó la decisión de odiarte. Y te odió, más que a cualquier otra cosa.


- Hm… - Yugi se entristeció. – Así que… Sí me desprecia…


- Sí, pero Atem hizo eso sólo para protegerse. – Al oírla, Muto suspiró. – Y proteger también su amor hacia ti. – Más eso lo sorprendió.


- ¿Su… Amor hacia mí?


- Como hermano mayor, Atem te tuvo siempre un amor incondicional, no tenía límites a la hora de amarte de una manera tan enorme. Lo significabas todo para él. No había nadie por encima de ti. Se desvivía por ti. – Contaba. – Atem te quería tanto que sus enemigos usaron esos sentimientos en su contra. Aprovecharon tu imagen y los recuerdos que compartisteis en su contra. Te usaron en contra de Atem.


- ¿Qué? ¿Realmente pasó eso?


- Sí. – Asintió. – Y en cólera, en medio de tanto cansancio, Atem tomó la decisión de odiarte para que nadie más te pudiera hacer eso, para que nadie intoxicara ni las memorias ni los sentimientos. Siempre habías sido su debilidad. Su talón de Aquiles. Inconscientemente, Atem lo hizo sabiendo que sería otra manera de defenderte y velar por ti. Aún cuando moriste y tu alma esperó y viajó hasta cinco mil años después… Atem siempre estuvo pendiente de ti, se preocupaba por tu descanso eterno y vigilaba que nadie profanara tu tumba bajo ningún concepto. Por eso decidió sepultarse junto a ti, su deseo era estar eternamente contigo en el Más Allá y seguir cumpliendo la promesa que os hicisteis. 


- La de estar siempre juntos…


- Exacto. Atem te quería más que a sí mismo. Renunció a una parte de él para que nadie pudiera usarte de nuevo, lo consideró como una gran falta de respeto y un grave ataque inhumano. Los dioses incluso penalizaban el uso de usar las memorias de un muerto contra algún ser querido de éste.


- Ahora lo comprendo todo… Dios, no pensé tan siquiera en esa posibilidad… Me siento tan abrumado… Es esa sensación de que Atem tenía mucho cariño y afecto por darme y que no pudo hacer porque me apartaron de su lado y acabaron conmigo en el pasado… El hecho de que ese amor quedara tan estancado, sin salida alguna… Debió ser insoportable para él. Siento que he sido una carga muy pesada para Atem.


- No, no fuiste una carga. Atem hizo lo que hizo, siempre pensando en ti. Creyendo firmemente en que era su deber como tu hermano mayor. Estoy segura que… Si tú hubieras seguido viviendo en nuestra época, si hubieras regresado a su lado… Atem habría sido una persona distinta, habría seguido siendo ese niño pequeño que él enterró en su corazón. Independientemente de su objetivo como faraón, su deseo como persona humilde era estar a tu lado… Algo tan simple era lo más importante para él.


- Aunque he visto sus memorias… Imagino el dolor que debió de sentir cuando perdí la vida.


- Descuida, Heba. – Mana llamó su atención. – Ese dolor lo experimentarás tarde o temprano por tu cuenta conforme sigas avanzando. – Señaló. – Ese dolor se encuentra en las capas superiores. Aquí lo podrás sentir todo: su ira, su enojo, su soledad, su tristeza, su desesperación… Absolutamente todo. La pregunta es… ¿Lo resistirás?


Ante esa pregunta Yugi sólo pudo sentir temor. Mana tenía razón al preguntárselo… ¿Sería capaz de aguantar todas esas emociones tan negativas? No estaba muy seguro pero no podía echarse hacia atrás. Atem necesitaba desesperadamente su ayuda, si no, no se explicaba entonces por qué apareció aquí, en el interior de su corazón… Pero enterarse de tantas cosas del faraón le ayudaban a entenderle, a saber el motivo detrás de sus acciones y palabras, sus porqués. Pero, de todas las veces que Yugi imaginó cómo sería el corazón del egipcio… Jamás pensó que sería un lugar así… Por su cabeza no pasó la idea de que habría una oscuridad de semejante dimensión. Ver este lugar era… Aterrador.


Siguieron avanzando por la segunda capa, viendo restos del que posiblemente fue el hogar de Atem, lo cual no representaba otra cosa más que su tristeza. Yugi observaba el alrededor, con cierta seriedad. Este sitio era espantoso… Y lo más escalofriante es que el faraón estuvo así durante mucho, mucho tiempo. Podía llegar a comprender por qué estaba como estaba. Mana se detuvo así que Muto hizo lo mismo. Al mirar hacia adelante, se dio cuenta de la presencia de unas criaturas de tamaño medio que no parecían haberse percatado de ellos, lo cual para ambos era un alivio momentáneo.


- Dime que podemos vencer a esas cosas…


- Son como las cadenas, así que no hay remedio. 


- ¿Por qué diantres parecemos dos idiotas sin poder hacer nada aquí?


- Porque no podemos tocar aquello que afecte al equilibrio del faraón, debes llegar hasta el núcleo y arreglarlo todo desde allí. Si lo logras, las cadenas y esas criaturas desaparecerán de cuajo. Pero si no se hace de esa manera… Sería como atacar a algo que aparecerá como si nada.


- Me recuerda a uno de esos monstruos indestructibles que usó Marik en una de sus batallas contra nosotros…


- Creo que es justamente lo mismo.


- Ah… - Suspiró. – Siento que mis ánimos se van al garete… Y yo que pensé que a pesar de todo, las cosas aquí se solucionarían rápidamente…


- No es cuestión de hacerlo rápido, Heba. – Dijo Mana. – Aquí debes ir paso a paso, poco a poco. No puedes cometer ningún error, ¿Entiendes? Estás en un territorio enemigo.


- Si se supone que soy el hermano de Atem, ¿No debería poder con todo sin correr mucho peligro?


- No. Eso no tiene sentido aquí. – La chica le miró directamente. – En el Mundo del Corazón no se mide por quién eres o cómo eres, si no por los sentimientos que el anfitrión tenga hacia ti. Y dado que sigues siendo Heba… Me temo que tú eres el que más en riesgo está de los dos.


- ¡¿Qué?! ¡Debes estar bromeando! ¡Es decir…! ¡¿Por qué?!


- Recuerda que el faraón decidió encerrar sus buenos sentimientos hacia ti en la parte más profunda de su ser dentro del Gran Portal, allí sus emociones más puras se encuentran a salvo, y El Abismo, el lado opuesto a ellas, es la capa que se encarga de proteger ese lugar. Lo que quiero decirte es que deberás vencer esa capa de odio que el faraón creó para proteger su amor hacia ti. Él te odió porque te amaba y como sus enemigos usaban eso en su contra, entonces renunció a ello para evitar que ese amor se volviera un veneno demasiado tóxico.


- Qué complicado es todo…


- Sí, no por algo Atem es un faraón. El Gran Portal se creó cuando él decidió dejar de lado su corazón. Lo único que estamos haciendo ahora, es avanzar por las capas de su lado más oscuro porque estamos buscando su corazón encadenado, pero no es lo único que tienes que encontrar aquí y liberar.


- ¿No? ¿Qué más hay?


- Su espíritu. No lo sé con exactitud pero… Conociendo al faraón, lo más probable es que sólo puedas hallarlo dentro del Gran Portal.


- Ósea que sí o sí, debo llegar al final.


- Felicidades, ¿Qué es lo que llevo diciéndote todo este tiempo? – Mana usó un tono sarcástico. – Estamos en la segunda capa, nada más. A partir de la tercera te recuerdo que deberás seguir tú solo.


- Eso no me hace tanta gracia… Estar solo aquí no es muy… - Miraba a todas partes. – Seguro.


- Lo sé, créeme que lo sé. A lo mejor y con un poco de suerte Ast podrá aparecer y ayudarte pero no confíes mucho en esa idea, no es probable que suceda. 


- A lo mejor ella se encontrará en lo más profundo también.


- Seguramente.


- Y dime una cosa… ¿Cómo se supone que… Pasaremos con esas criaturas ahí?


- Teniendo en cuenta que ellas han surgido a partir de las negativas emociones del faraón, con que te mantengas en calma y no te alteres, será suficiente. Por supuesto, pueden oler el miedo y la inseguridad, así que te recomiendo que te mantengas firme y seguro.


Yugi asintió y empezó a andar junto a Mana. Ambos fueron acercándose hacia esas criaturas que no parecían notar la presencia de los invitados no muy bien recibidos. Estuvieron lo suficientemente cerca como para apreciar a esos seres deformes, que se movían tranquilos. Yugi tragó saliva y pronto, hallaron otro muro igual al anterior. Cruzaron y pronto sintieron una embestida que los tiró hacia atrás, obligándoles a poner los brazos por delante hasta volver a una posición normal cuando aquello terminó.


Yugi y Mana intercambiaron miradas, confirmando que se acercaban. Giraron sus rostros, para apreciar el aspecto de la tercera capa… Había montones de cadenas moviéndose de un lado a otro, cerca de ambos, sin rozarles. La hostilidad era más que perceptible en el ambiente y Yugi podía sentir con mayor facilidad el dolor que se expandía por todo el lugar. Y cada vez se repetía la misma pregunta que la egipcia le había formulado antes y que no respondió: ¿Sería capaz de resistir las emociones tan intensamente negativas del faraón? Era consciente que, en caso de no serlo… O sería engullido por la oscuridad de su corazón o sería expulsado de aquí. Y no podía permitir eso. Seguía recordándose que Atem necesitaba urgentemente su ayuda. Que si estaba aquí era porque era el único capaz de liberarlo de todo ese inmenso sufrimiento que pronto…


Pronto conocería.


Una criatura de mayor tamaño cruzó por delante de ellos sin tan siquiera mirarles. Yugi se quedó estático y por poco provocaba que ese demonio se detuviera y lo observara, por notar su temor. Mana logró evitarlo y lo regañó. Era un poco vergonzoso el hecho de que hubiera estado a punto de acobardarse pero… Esa criatura le había impresionado… Y se cuestionó acerca de si habrían otras de mayor tamaño, lo cual, Mana le contestó que era mucho más que seguro, sólo debía de pensar en la clase de lugar en el que se hallaba. Yugi le dio la razón. Siguieron avanzando, casi sin detenerse, buscando el muro que le llevaría a Muto a la cuarta capa, aunque ello supusiera despedirse de Mana momentáneamente, ya que ella no tenía acceso más allá que de aquí.


Tras un rato, hallaron aquél muro, pero justamente al lado había una criatura que se paseaba tan tranquila, como si la cosa no fuera con ella. Pero cuando se hizo un hueco entre esa cantidad de cadenas, por poco estuvo al borde de atacarlos. Mana le dio el bastón a Yugi y se quedó atrás, Muto, ahora, se hallaba completamente solo y en la cuarta capa. Empezó a caminar. Ahora sólo se valía de sí mismo.


- Espero que esto pueda ayudarme… - Habló Yugi mirando el báculo que la egipcia le entregó anteriormente.


Suspiró y decidió continuar. Tendría presente los consejos de Mana acerca de mantenerse en calma y evitar alterar el equilibrio del corazón del faraón. Sin embargo, mientras más caminaba, se daba cuenta de un detalle… Uno que le obligó a detenerse. Delante de él, se encontraba un lago enorme. Pero no era un lago de agua dulce si no… Un lago de sangre. Aquello le dejó estupefacto. Se hubiera esperado cualquier cosa pero… ¿Eso? 


Entonces, Yugi recordó el miedo de Atem hacia la sangre, una de sus más grandes fobias. También se acordó de las memorias que vio a través de sus sueños. Lo de aquél bandido tras un Atem de ocho años… Y luego la muerte de Mahad… Y lo peor es que tanto Seto como Aknamkanon, el faraón anterior usaron ese temor en contra del egipcio… Atem no tenía muchos recuerdos en los que al parecer hubiera sido feliz, en la mayoría estaba serio o solo… En el resto bien con su madre o discutiéndose con Mana, aunque bueno, eran ocasiones en las que Atem no parecía pasarlo mal.


Rápidamente, Muto supuso que ese lago representaba precisamente el miedo del faraón hacia la sangre. Era algo horrible de ver pero… La cosa es que estaba ahí, frente a sus narices. Tenía no sólo que liberarle, esta también era una oportunidad de ir entendiendo al mayor… De buscarle sus porqués, de encontrarle sus motivos… Cualquier detalle era importante. Miró de un lado a otro y vio seis cuerpos clavados en estacas a cierta altura. Eran los mismos que vio en el hogar de Atem, en la parte trasera del palacio… Esos cuerpos se hallaron ahí cubiertos por unas muy viejas capas de tela. Atem simplemente le explicó que eran enemigos y traidores al reino y que fueron puestos ahí como un castigo, que sus almas eran penalizadas por los dioses.


Pero Yugi siempre creyó que era por algo más… Y ahora, más aún reafirmaba que esas personas yacían así por un motivo muy especial. Si se hallaban incluso en este lugar significaba que guardaban relación con el faraón de alguna manera. Atem las odiaba y mucho, para que estuvieran en la cuarta capa donde la oscuridad parecía haberse vuelto más densa que antes. Caminó hasta quedar frente a esos cuerpos esqueléticos, preguntándose quiénes serían y qué habrían hecho para ganarse el desprecio del faraón, un desprecio tan profundo…


Una bestia enorme lo sorprendió de la nada y fue tal su rugido frente a su cara que Yugi cayó en el lago de sangre, saliendo de él y viendo a esa criatura delante de sus narices. ¿Cómo demonios pasaba esto? Quizá… ¿Su propia tristeza habría captado su atención? Recordó de nuevo las palabras de Mana acerca de que si se dejaba llevar por sus emociones negativas, éstas podrían afectar al equilibrio del corazón del faraón y atraer a esas criaturas hostiles… Justo como la de ahora, que por poco le arrancaba la cabeza de no ser porque Yugi se hundió en la sangre. Puede que no fuera agradable pero esa su única ayuda.


Volvió a salir de la sangre pero incluso él salió disparado por los aires cuando un viento violento lo embistió junto a esa criatura gigantesca. Fue un viento casi cortante… Y el golpe que se llevó al caer no fue suave. No entendía qué pasaba pero todo indicaba que era la furia del faraón y que ésa era su auténtica enemiga. Incluso Mana le advirtió que esa ira podría llegar a matarle. Aunque fuera un espíritu dentro del Mundo del Corazón, podría morir y eso significaba entonces que jamás regresaría al mundo real. Formaría a ser parte de la oscuridad del egipcio vete a saber por cuánto tiempo.


Se puso de pie y vio que esa criatura al parecer había huido. Todo indicaba que el enojo del faraón aterrorizaba incluso a los demonios que aquí existían y eso, era otra prueba más de que debía de andarse con un cuidado extremo. Incluso la propia Ast, en su poema, le advirtió sobre ello… Es como si ella hubiera sabido que llegaría hasta este sitio y tuviera que enfrentar estos problemas. Ahora mismo, Yugi no se arrepentía tanto de haber leído ese escrito…


La cuestión que se hacía en estos instantes era: si Ast también se encontraba en el corazón de Atem… ¿En qué lugar estaba, exactamente?


No tuvo ni tiempo a pensar en algo cuando una segunda embestida le hizo caer a unos buenos metros alejándolo del lago de sangre cuyo líquido se vio salpicado con fuerza. Cayó con violencia al suelo, quejándose por el tremendo batacazo. Ahora comprendía el por qué Mana le decía que controlara mejor sus propias emociones… Debía de hacerlo si quería afrontarse a los demonios de Atem y sus verdaderas enemigas: su soledad y esa problemática ira. Lo que vio a continuación fue la aparición de muchas cadenas. Y eso sí que no era una buena señal. Al parecer, por si no fuera ya más que suficiente… La ira del faraón atraía a esas “guardianas” al conflicto.


- Bien… Sólo quedan los zombies y ya tendremos la película del terror del año. - Murmuró, en un tono sarcástico. Miró el bastón de Mana, con duda. – Espero que tuviera razón y esto me ayude…


Volvió a ponerse en pie, mirando el entorno y calmándose. Entonces, poco a poco empezó a andar, vigilando los movimientos de esas cadenas y procurando que éstas no cambiaran su comportamiento aparentemente tranquilo. Esperaba no tener que tardar mucho en encontrar el próximo muro. Este lugar era horrible… Tan oscuro, tétrico, peligroso, hostil, duro, anormal… El hecho de tan sólo recordar que era el corazón encerrado de Atem, le daba desagradables escalofríos.


Comenzó a avanzar, incluso veía la aparición de muchas criaturas atacándose entre ellas. Era asqueroso ver eso… Era como estar en un campo de batalla de seres deformados que sólo conocían odio y dolor, que ni les importaba si eran o no de la misma “especie”, no parecían diferenciar entre nada. Todo aquello que vieran que se movía, era una presa. Menos mal que ahora, Yugi se había tranquilizado, de lo contrario, muy seguramente tendría más serios problemas, como los de antes. Y para su buena suerte, logró encontrar el siguiente muro y entró en la quinta capa.


Lo que vio fue montones y montones de demonios y criaturas, de cadenas… Por todas partes. ¿Acaso aquí era una zona donde se concentraban? Lo más probable es que esto fuera gran parte del resentimiento del faraón y se representara en esos seres… Algunos eran… Enormes, realmente enormes. Asustaban mucho y lo peor fue cuando Yugi se percató que captó toda la atención. Abrió sus ojos y comenzó a correr, con tan mala suerte que tropezó y cayó. Vio a uno de esos seres a punto de alcanzarlo de no ser porque surgió una luz y de ella, la Maga Oscura. Yugi se sorprendió, viendo que ella empezaba a protegerlo.


- ¡Deprisa! ¡Ponte en pie! – Le pidió. - ¡Debes continuar!


- ¿Pero… Cómo…?


- ¡Este no es el mejor momento para hacer preguntas! ¡Vamos!


Yugi asintió y se puso en pie, comenzando a correr de nuevo, siendo seguido de cerca por la Maga Oscura y tras ambos, esos demonios. Incluso las cadenas parecían alterarse, más con un poco de suerte no iban a por ellos. Yugi le dio esquinazo a una de esas criaturas, girando rápidamente y así unas cuantas veces más. La Maga Oscura, con sus poderes, las alejaba en cuanto se acercaban demasiado. Muto agradecía profundamente la intervención de la chica, dándose cuenta que Mana tenía razón cuando le dijo que su báculo le sería de ayuda. Al parecer en éste se hallaba la Maga Oscura y menos mal que había aparecido si no… A lo mejor ya se hubiera convertido en el banquete de esos demonios.


- ¡¿Sabes por qué nos persiguen esas cosas?! – Preguntaba Muto mientras corría. - ¡Se supone que mientras no me alterase no me harían nada!


- ¡No entiendes bien este lugar! ¡Conforme más capas avances, más en peligro estarás! ¡Ya no depende de si tus emociones se alteran! ¡Todo está en la ira del faraón!


- ¡¿Así que la furia de Atem guarda relación?!


- Es la que está detrás de todo esto. La que provoca que esas criaturas se asusten pero también que se vuelvan más agresivas, depende de la voluntad.


- ¿Cómo que de la voluntad? ¿Acaso Atem me quiere matar o qué?


- No. El espíritu del faraón es el que yace anulado por la oscuridad del corazón y al suceder eso, las tinieblas toman el control. La furia es la que controla este lugar, se puede decir que es la Voluntad del Mundo del Corazón al menos dentro del faraón. – Explicaba la Maga Oscura. – Es tan poderosa que debemos tener mucho cuidado. Ninguno de nosotros está a salvo mientras la tengamos de enemigas.


- ¿Quieres decir entonces que mientras el espíritu del faraón permanezca cerrado en el Gran Portal, todo esto seguirá así?


- Así es. Por eso debes llegar hasta El Abismo, liberar su corazón y podrás encontrar el Gran Portal. Una vez lo abras tendrás que buscar el espíritu y despertarlo de su letargo.


Siguieron avanzando y afortunadamente llegaron hasta la sexta capa. Al principio parecía una zona desértica, no había nada. Sin embargo lo que en ella se sentía era un inmenso dolor, tanto que el propio Yugi llevó su mano al pecho y la Maga Oscura se preocupó. Trató de ayudarle a no dejarse afectar por las emociones oscuras de Atem, que todavía les quedaba un trecho hasta llegar al final. Yugi logró tranquilizarse al cabo de unos largos minutos. Era impresionante el alcance de los sentimientos más oscuros del faraón… Muto no evitaba cuestionarse…


¿Cómo pudo soportarlo durante tanto tiempo? Y sobretodo… ¿Cómo lo aguantaba?


Soplaba un aire muy frío que parecía ser capaz de calarte hasta los huesos. Daba desagradables escalofríos. El ambiente empeoró con la aparición de una densa neblina blanca que hizo del paisaje más tétrico pero especialmente fantasmal. Por alguna razón, unas cadenas “colgaban” de un techo cuyo final no era visible de lo oscuro que estaba todo. Yugi permaneció quieto así como la Maga Oscura. Ambos pensaban que avanzar en estos momentos podría ser algo así como un suicidio… Porque cabía la posibilidad de que feroces criaturas deformadas pudieran esperarlos desde dentro, al acecho y dispuestas a destruirles. Pero… No podían quedarse ahí todo el tiempo. 


Siendo astuta y precavida, la Maga Oscura creó un campo protector alrededor de Yugi y ella, así que empezaron a avanzar nuevamente. Pero esta vez no eran criaturas que los atacaban… Eran cadenas. Y parecían extremadamente hostiles porque se estampaban contra el campo, incluso todo indicaba que los buscaban para someterlos a sus ataduras. Pero gracias al conjuro de la rubia, las cadenas no podían llegar hasta ellos.


- Creo que esta debe ser la soledad a la que Atem estuvo expuesto durante tanto tiempo. – Opinó Yugi.


- Estoy de acuerdo contigo. Viendo el panorama no debe ser otra cosa más que lo que acabas de decir.


- Con razón Ast me dijo que me cuidara de su soledad… No es para nada agradable.


- La soledad del faraón es quizá la más hostil de todas las que hayas o puedas llegar a ver. – Dijo la Maga Oscura. – Lleva años castigándole, debes llegar a la parte final cuanto antes. 


- Tienes razón. – Asintió Muto. – No quiero que Atem esté expuesto a todo esto por más tiempo. Démonos prisa. – Comentó más decididamente.


La Maga Oscura hizo un sutil afirmamiento con su cabeza y siguió al lado del muchacho. Aceleraron un poco el paso, buscando el siguiente muro que los llevara a la séptima capa. Durante todo el rato, fueron siendo atacados por las cadenas pero la rubia continuaba con el campo protector levantado. Así que por el momento, seguían protegidos. Algunas veces las cadenas cesaban y los dejaban en paz pero en pocos minutos volvían a la carga. Y siempre lograban asustarlos. Por si no fuera poco, esa fría brisa regresaba.


Yugi podía sentir la soledad del faraón y no sólo eso… Su dolor también. Es como si pudiera atravesarle… Nunca en toda su vida, había sido capaz de experimentar algo tan intenso y tan devastador y lo peor fue cuando logró llegar hasta la siguiente zona. Esas emociones fueron todavía a peor… Albergaba la sensación de que en cualquier momento podría derrumbarse, echarse a llorar y querer huir de todo. Y seguramente sería por lo que Atem debió de soportar en el pasado.


A pesar de ello, Muto estaba más decidido que nunca a no renunciar. Ayudaría al faraón, costase lo que le costase.


La séptima zona presentaba un aspecto lúgubre, muchos monstruos de la antigüedad en el suelo, inmóviles, como si estuvieran muertos. Pero lo más llamativo es que había dos sarcófagos… No muy lejos entre ellos. La Maga Oscura y él intercambiaron miradas y decidieron acercarse. Para Yugi no tenía sentido el hecho de que hubiera dos cuerpos en este lugar… Pero por el aspecto… Eran personas pertenecientes a la realeza que fueron sepultadas con honor. Y con cariño.


- Debe de haber una muy buena razón para que estos sarcófagos estén aquí. – Habló Yugi. - ¿Tú qué piensas, Maga Oscura?


- A lo mejor fueron personas cercanas al faraón. – Respondió la aludida.


- ¿Tú… Sabrías deducir quiénes son?


- No, pero lo sospecho. – Se acercó. – Una de ambas debe ser Aknamkanon, la otra… Podría tratarse de Mahad.


- ¿De Mahad? – Repitió. - ¿No fue el maestro de magia de Atem? – Vio asentir a la chica. - ¿Entonces? ¿Por qué su cuerpo se encontraría aquí? ¿Acaso le guarda algún resentimiento?


- Estamos en parte de su soledad, todavía. – Le recordó. – Aquí es donde abunda su dolor. – Dijo. – Mira. – Señaló. – Allí hay otro sarcófago. 


Yugi se giró y se dio cuenta que era verdad. Miró a su interlocutora y decidió acercarse allí. Lo estuvo observando, con detalle, intentando encontrar alguna pista. La Maga Oscura se aproximó. Aparentemente no había nada que demostrara de quién era excepto cuando Yugi encontró un cartucho con un nombre inscrito.


- Este sarcófago… - Muto tragó saliva. – Es… El de mi vida anterior… - Dijo. – Ahí dice mi antiguo nombre.


- Es verdad. – Se sorprendió la rubia. – Entonces, estás aquí dentro…


- ¡No! ¡Yo estoy aquí contigo! 


- Me refiero a tu antiguo yo. 


- Hm… - Bufó el más joven. - ¿Por qué demonios está esto aquí…? 


- Recuerda que todo lo que se halla en este mundo es parte del corazón del faraón, aquí todo tiene su motivo de existir. Le veas o no sentido, hay un por qué detrás. – Contó. – Teniendo en cuenta que aquí se concentra parte del dolor del faraón, lo más seguro es que aquello que más le dolió se halle representado ante nosotros. – Miró a Yugi. – Lo cual significa que estos tres sarcófagos fueron las personas que una vez estuvieron en la vida del rey de Egipto, más o menos queridas, pero hicieron huella en él.


- Mana me explicó que fui lo más importante para Atem… Y aunque Atem apenas me haya hablado de su padre, por las memorias que he visto en sus sueños… Sé que sólo era un hombre que quería hundirle y hacerle daño. Con Mahad… Parecía estar bastante unido.


- Mahad era otro ser querido del faraón. Él lo consideró parte de su familia.


- Enti…


- ¡Cuidado!


La Maga Oscura obligó a Yugi a agacharse y ambos se pusieron detrás del sarcófago cuando una violenta ráfaga de aire volvió a atizar. Pero esta vez era más potente. Sacudió todo el alrededor. La hostilidad con la que ocurrió esta vez, sorprendió muchísimo a Muto. Después de unos minutos, se levantaron y se miraron. 


- Estamos cerca. – Dijo la Maga Oscura. – Cuanto más violenta es la ira, es porque nos acercamos cada vez más.


- Será peor cuanto más avancemos, ¿Verdad?


- Creo que la respuesta la sabes perfectamente.


Yugi rió con torpeza. Una vez se aseguraron que era seguro seguir adelante, estuvieron un rato caminando, mirando el alrededor. Aparentemente no había nada… Y hallaron el muro de las cadenas, así que rápidamente pasaron a la octava zona. La oscuridad aquí era densa y hasta muy incómoda. Lo que ambos vieron fue muchas armas clavadas en todas partes… Espadas, lanzas, escudos, carros de batalla, flechas, arcos… ¿Por qué? Fue lo que Muto se preguntó al instante de ver todo eso. Era algo extraño, y la Maga Oscura no tenía una respuesta para ello. No sabían muy bien qué podría significar pero, ese era el menor de sus problemas.


Otras tantas criaturas se movían de un lado a otro, pero en cuanto los vieron, fueron a por ellos. Y las cadenas también. Comenzaron a correr, evitando por pura suerte a todos sus enemigos, a esas bestias… Estaban como la otra vez. La Maga Oscura con sus poderes, lograba derribarlos pero ella misma sabía que eso no sería suficiente. Y lo peor fue cuando la ira volvió a atizarles como una brisa violenta que los levantó a todos y los lanzó por los aires. Las cadenas se rompieron e incluso, algunos de los demonios presentes, quedaron despedazados. Yugi vio eso con horror y dándose cuenta que lógicamente, el resto de seres malignos huían, espantados por la furia de su anfitrión cada vez más poderosa.


Por esta vez habían tenido suerte. Y más porque no salieron heridos.


- Debemos seguir. – Habló la Maga Oscura. – Esto no es nada comparado con lo que nos espera.


- ¿Atem… Está cerca?


- Es posible que se encuentre en la décima zona. – Contestó. – Habrá que tener mucho más cuidado que antes.


Yugi asintió y continuaron. Abandonaron la octava capa y se abrieron paso hasta la novena. Rápidamente fueron embestidos igual que antes pero con la diferencia de que el aire iba con mayor potencia. Yugi habría salido despedido por los aires de no ser porque la Maga Oscura le cogió a tiempo y resistió gracias a que levantó un campo protector. Unas gruesas cadenas impactaron contra la defensa de la chica y la fuerza era abrumadora. Muto se preocupó por ella… No pensaba que fuera a resistir por mucho más.


- ¡Atem por favor detén esto! – Pidió Muto, hablando en voz alta.


Pero lo único que sintió fue otra onda expansiva procedente de la furia del faraón, la cual alejó esas cadenas e incluso destruyó a tres de ellas, pero en consecuencia surgieron seis. Aquello, a Yugi, le recordó a la Hidra, un monstruo mitológico de tres cabezas las cuales volvían a surgir en caso de no acabarse con todas al mismo tiempo. Incluso podrían multiplicarse.


- Es inútil intentar hablar con él. – Habló la Maga Oscura. – Estamos siendo escuchados sólo por sus enemigos. Él no puede oírnos.


- ¡¿Por qué no?!


- La única manera de llegar a Atem es alcanzando su espíritu y éste yace oculto.


- ¡Maldita sea!


- Estamos casi en lo más profundo, sólo un poco… Más… - Bajó la voz, viendo asustada algo.


Cuando Yugi se giró, se quedó literalmente mudo. Una criatura mucho más grande que todas las que vieron hasta ahora, acababa de aparecer ante ellos, como no, acompañada de peligrosas cadenas que parecían venir desde arriba. Muto observó esos ojos rojos de ese ser demoníaco. Miró de reojo a la Maga Oscura. Si no contaba con su ayuda tal vez… Estaría perdido. Los dos cerraron los ojos cuando esa criatura rugió fuertemente, enseñando su poderosa dentadura de afilados dientes. Lucía aterrador… Yugi creía que hasta podría morir en ese preciso momento.


Muto recordó entonces las palabras de Mana y decidió serenarse. Ese control sobre sus emociones pareció hacer una reacción en ese ser demoníaco, a deducir por su retroceso. La Maga Oscura dirigió sus ojos hacia el más joven, sorprendida por su actitud. Sin embargo, la embestida de la furia del faraón procedente desde la distancia, provocó que ese demonio empeorase y empezara a atacarlos y a perseguirlos una vez comenzaron a correr, huyendo de él. La Maga Oscura lo mantenía a distancia con sus conjuros y muchas veces le salvaba el trasero a Muto por la torpeza de éste.


- ¡¿No se te ocurre un plan mejor en lugar de salir por patas?! – Le preguntó su interlocutora.


- ¡Debemos encontrar el último muro o si no seremos la siguiente comida de esa bestia!


- ¡Bien! ¡Entonces piensa en dónde encontrarlo!


- ¡¿Cómo quieres que lo sepa en un lugar así y en una situación como esta?!


- ¡Eres el Yu-Gi-Oh de tu época! ¡Usa la cabeza!


- ¡Lo único que veo es que esa cosa nos quiere devorar y la opción que tenemos es llegar al muro de las cadenas!


- ¡Pues ya sabes qué hacer!


- ¡Oye que tú también vienes conmigo!


- ¡Soy la que te está protegiendo el trasero!


- ¡Vale, vale!


Siguió corriendo, evitando por pura chiripa los ataques de esa enorme bestia. La Maga Oscura era de gran ayuda, por supuesto y más cuando Yugi tropezaba y caía. Pero por más que tratara de seguir adelante, a veces tenía que retroceder porque esa criatura le cortaba el paso. No parecía tan estúpida y eso era lo más preocupante. Yugi, se quedó acorralado cuando aquella criatura golpeó brutalmente a la Maga Oscura y la dejó aturdida en el suelo.


La situación se había vuelto crítica.


Vio alzar la garra a ese demonio y Yugi cerró sus ojos esperando una muerte casi asegurada. Y casi porque… No sucedió nada. De repente, un viento caliente y otro frío colisionaron y destruyeron a esa criatura, y a todo el alrededor. Por suerte, ni la Maga Oscura ni él se vieron alcanzados. Pero cuando miraron, lo único que sus ojos apreciaron es que ese ser gigantesco ahora era un montón de trocitos de carne esparcidos por el área. Ambos respiraban agitados pero no evitaron sonreír.


A pesar de todo seguía habiendo esperanza.


Se alegraron de que no les hubiera ocurrido nada y siguieron adelante. Menos mal que encontraron el muro de las cadenas y finalmente, pasaron a la décima capa, la cual parecía ser la última. Era extremadamente oscura pero lo peor de todo… Fueron los sentimientos concentrados aquí y la inmensa presencia de cadenas por tooooodas partes. Yugi se horrorizó pero, lo más llamativo fue ver a alguien encadenado y protegido por dos campos: uno interno y otro externo. Recordó entonces las palabras de Mana y supo que… Este era El Abismo.


- Hemos llegado. – Habló Muto.


- ¿Tienes alguna idea de cómo acercarte allí? – Señaló la Maga Oscura.


- No pero… Quiero intentarlo.


Decidido, Yugi empezó a acercarse y eso sólo provocó una reacción de las cadenas que pronto fueron a por él. La Maga Oscura entonces le ayudaba, disparando rayos mágicos con su báculo para la mantener a esas cadenas alejadas pero eran demasiadas… Y todo empeoró cuando aquellos dos campos que cubrían al encadenado, comenzaban a enviar ondas expansivas lo suficientemente violentas para obligar a Muto a retroceder.


Incluso le hicieron volar por los aires, haciéndole caer.


Yugi se levantó del suelo, pasándose el brazo por el mentón. Una vez más, caminó hacia allí, contando con la cooperación de la Maga Oscura en quien confiaba plenamente. Si no fuera por ella, muy seguramente ni habría logrado llegar hasta aquí. Con razón Mana le entregó su báculo, porque se temió todo esto. A pesar de que las cadenas le obligaban a mantener la distancia, poco a poco Muto la iba acortando. Esta vez, la Maga Oscura era más rápida en sus ataques, con lo cual, le permitió al más joven aproximarse aún más a esos dos campos que seguían enviando ondas de choque cada vez más fuertes conforme Yugi más cerca se encontraba.


Intentaba no retroceder mucho. Esta era la situación más dura… Estaba en El Abismo, tenía que tener un extremo cuidado. Miraba de frente y reconoció que el encadenado que se hallaba prisionero era Atem o una representación de su corazón, y al parecer… No reaccionaba.


- ¡Sigue acercándote! – Escuchó a la Maga Oscura. - ¡Debes alcanzarlo!


El joven asintió y siguió adelante. Cada vez era más difícil. Su cuerpo se echaba para atrás debido a los empujones violentos procedentes de esos dos campos protectores que rodeaban por completo al faraón. De las cadenas se ocupaba la Maga Oscura. Quizá por eso no se preocupaba por esas “guardianas”. Muto extendió su brazo derecho, casi rozando el primer campo. Llegó a entrar en contacto con éste y tuvo una gran y desagradable sensación de frío. Cerró uno de sus ojos mientras soportaba las embestidas que se iban produciendo. Sólo un poco más… Sólo necesitaba resistir un poco más para llegar hasta él. Pero aún le quedaba traspasar la barrera de la furia y en cuanto la tocó, tuvo la impresión de que es como si su mano se hallara dentro de agua hirviendo… Como si quemara y cortara. Entró por completo en el primer campo y quedó protegido de las cadenas por estar en el interior de éste. Así que ahora, era la Maga Oscura quien se encargaba de defenderse ella solo.


Yugi abrió su mirada, viendo que el faraón seguía sin reaccionar. Lo veía con la cabeza bajada y la mirada oculta, especialmente por la densa oscuridad que aquí había y aunque pudiera sentir todos sus negativos sentimientos, el joven no pensaba rendirse. Llegó muy lejos para tirar la toalla. Retrocedió unos pasos de manera violenta por la embestida de la furia que parecía quererlo lejos de su anfitrión. Al menos las cadenas ya no podían llegar hasta su persona, ese era el único alivio que tenía por el momento… Debía de darse prisa porque tampoco sabía cuánto aguantaría la Maga Oscura, no podía permitir que ella fuera derrotada o probablemente sería engullida por una oscuridad de semejantes dimensiones.


Con un gran esfuerzo y un buen rato de no darse por vencido, poco a poco Yugi fue logrando aproximarse al encadenado, aguantando forzosamente las dolorosas embestidas de la furia de éste. Y justo cuando consiguió tocarlo… Una gran fuerza surgía para intentar expulsarlo pero al cabo de poco, una enorme luz apareció. Tras ella… Las cadenas se detuvieron. El encadenado y los campos desaparecieron. Yugi miró de un lado a otro, sin acabar de comprender las cosas… La Maga Oscura se acercó, agotada pero estaba bien, afortunadamente.


Al cabo de unos minutos, ante ellos se alzaban dos enormes puertas.


- Es el Gran Portal. – Habló la chica.


- ¿Y el corazón de Atem? Lo vi encadenado.


- Cuando desapareció debió ser porque lo liberaste. Ahora sólo queda la etapa final.


- Hm… - Suspiró, bajando la cabeza y al hacerlo… - Mira. – Dijo, acercándose y cogiendo lo que parecía ser una pluma negra. 


- ¿Una pluma en este lugar? – La Maga Oscura arqueó una ceja, sin entenderlo. - ¿Qué hace una pluma aquí?


- “No tiene sentido pero…” – pensaba Yugi y miraba el Gran Portal. – “¿Es posible qué…?” – pestañeó y entonces, se acercó, tocándolas.


En cuanto lo hizo, la pluma empezó a brillar. Tras ello… Las puertas del Gran Portal comenzaron a activarse. Yugi y la Maga Oscura lo estuvieron viendo todo, sorprendidos. Y entonces… Muto decidió empujar fuertemente. El Gran Portal cedió y las puertas se fueron abriendo poco a poco, iluminando la densa oscuridad que los rodeaba. Los rayos llegaron muy lejos mientras Muto y su acompañante cubrían sus ojos con las manos por la inmensa cantidad de luz. Decidieron pasar mientras el Gran Portal permanecía abierto. No notaron hostilidad. Ni nada negativo.


Sintieron entonces que este, era un lugar totalmente opuesto. Aquí, no corrían peligro.


Empezaron a caminar, con tranquilidad y buscando al espíritu del faraón que seguramente estaría en este sitio. Todo rebosaba de colores, de calidez… Había amor, bondad, nobleza, amabilidad, hospitalidad… Parecía un lugar tan amplio que no veían un límite. Pero se sentían bien. Este era el lugar donde las emociones puras del faraón estaban a salvo. Y por eso su espíritu se hallaría aquí, para protegerse a sí mismo y no volverse un ser maligno.


- ¿Atem? – Preguntó Yugi y escuchó que su propia voz se convertía en un eco que poco a poco se alejaba. – Soy Yugi. He venido a buscarte.


Esperó. Esperó y esperó. Pero no hubo una respuesta. Atem no apareció. Yugi miró a la Maga Oscura y ésta le indicó que no tenía ninguna idea sobre qué hacer. Lo único que se les ocurría… Era seguir adelante, como hasta ahora. Así que siguieron andando, alejándose de las puertas del Gran Portal. Se sorprendieron al ver a Ast y se acercaron a ella. La mujer les sonrió y acarició las mejillas del joven, que esbozó una sonrisa alegre, por verla en este lugar.


- Sabía que estarías aquí. – Le dijo Yugi. – Siempre has permanecido en la luz de Atem, por lo que veo.


- Alguien debía cuidar de su espíritu. – Contestó.


- ¿Sabes dónde…?


- Sí. Acompáñame. – Se adelantó.


No dudó tan siquiera unos segundos en hacerle caso. Era su madre en el pasado… Y si recordaba lo dicho por el egipcio… Ast nunca contaba una mentira. La Maga Oscura también iba a su lado. Los dos, sorprendidos de que, a pesar de la inmensa y densa oscuridad por la que pasaron, pudiera existir un sitio tan opuesto y quizá hasta más grande que lo que vieron antes de llegar aquí. Podían sentir una cálida brisa que era suave e incluso apreciar pequeñas bolitas de luz moverse de un lado a otro, como si fueran pequeñas luciérnagas. 


Entonces, Yugi y la Maga Oscura dejaron de caminar al ver que Ast se había detenido. Ella se giró para verles y alzó una mano, haciendo un ademán para que vieran lo que había justamente a unos metros más hacia adelante. Muto no pudo abrir más sorprendido sus ojos… Vio al espíritu del faraón encogido y con los ojos cerrados, pero lo más impresionante no era eso… Si no las enormes alas que había en su espalda, rodeadas de cadenas de oro. Eran las alas de una golondrina pero mucho más grandes. Era impactante e increíble apreciar algo así.


Ast comentó que las cadenas de oro era lo que usaba el espíritu para poderse proteger, como un método de mantener a raya la oscuridad y de resguardar la luz en este lugar y asegurarle una existencia estable. Yugi cuestionó cómo podría liberarlo pero su única respuesta fue que la llave se hallaba en su interior. Eso lo confundió lo suficiente para no comprenderlo pero aún así, tuvo que seguir adelante él solo. La Maga Oscura tuvo que quedarse junto a la mujer.


Ahora todo dependía de Yugi.


El muchacho se encontró enfrente al faraón, con la diferencia que éste yacía unos metros por encima de su cabeza. Estaba suspendido en el aire, sujeto por esas cadenas y todo indicaba que no parecía darse cuenta. No se movía. Yugi permaneció observándole, pensando en la forma de ayudarle…


- Atem. – Lo llamó. – Soy Yugi. He venido a por ti, a liberarte. – Dijo pero no hubo ninguna reacción. – Has estado así por mucho tiempo y es hora de que puedas descansar de esta tortura que has soportado durante tantos años. Por favor, escucha mi voz, sé que puedes oírla. Aunque tu voluntad esté anulada por la oscuridad, tu corazón se ha vuelto libre y ha regresado a ti… Despierta, Atem, tienes que despertar.


Sus palabras resonaban en el eco y parecían alejarse en éste. Sin embargo, la pulsera que se hallaba en su muñeca derecha comenzó a brillar. Al notarlo, Yugi la observó y entonces entendió que era una buena señal. El espíritu le escuchaba, aunque no hiciera nada. Volvió a mirarlo.


- He venido desde muy lejos, buscándote. – Volvió a comentar. – Aunque sea la reencarnación de tu hermano pequeño, sigo siendo Heba, a pesar de todo continuo siendo tu hermano y créeme… Puede que no tenga las memorias del pasado pero sí los sentimientos. – Llevó su mano al pecho. – Puedo saber cuánto has sufrido, he podido sentirlo conforme llegaba hasta aquí… También soy consciente de los sacrificios que has tenido que hacer sólo para protegerme a pesar de que fui asesinado. Pero no tienes que seguir odiándome sólo para proteger el amor que sientes, ahora puedes darle paso… Porque volvemos a estar juntos, ya no hay motivo para que bloquees más lo que sientes.


Poco a poco el brillo de la pulsera se hacía más fuerte y las cadenas también comenzaron a emitir luz. Ast y la Maga Oscura le observaban desde la distancia. Era visible que el cambio se iba notando. Yugi permaneció en silencio mientras veía al espíritu frente a él, alzado al aire en unos cuantos metros.


- Espíritu del faraón, ¡Yo te libero! – Alzó sus manos.


Entonces se creó una fuerte luz que provocó una pequeña onda expansiva que lo hizo retroceder ligeramente. La pulsera y las cadenas se iluminaron y éstas últimas, rápidamente adquirían ese brillo cegador hasta que desaparecieron. Tras ello, hubo un fuerte aire. Yugi y las dos presentes, vieron esas enormes alas abrirse y moverse, liberadas de sus ataduras. Muto entonces, pudo apreciar que dos manos se extendían hacia él, sólo para abrazarle. Correspondió de inmediato al gesto, reconociendo el aroma que envolvía a su dueño, a quien se aferró.


Pudo notar que era envuelto por esas alas durante unos minutos hasta que su propietario se separó para mirarle. Yugi adoró esa sonrisa tan inmensamente comprensiva y sincera y esos ojos llenos de calidez, como si vieran más allá en su interior.


- Por fin has despertado. – Habló Muto tras un ratito de silencio.


- Es gracias a ti. Has venido sólo para ayudarme, no sabes cuán agradecido estoy contigo. No tengo cómo pagártelo.


- No necesitas hacerlo. – Sonrió, cogiendo sus manos. – Era… Necesitabas ser liberado, por eso llegué hasta aquí. Te he encontrado. Finalmente te he encontrado, a tu verdadero yo. – Vio asentir al egipcio.


- Lamento lo mucho que has soportado por mi culpa. En ningún momento quise que…


- Lo sé, tranquilo. – Se adelantó. – No eres el responsable de nada, todos acumulamos una oscuridad aunque, hablando de ello… - Miró hacia atrás. – Liberé tu corazón pero el resto sigue igual… ¿Será que no he hecho algo bien?


- No, no tienes que hacer nada más. – Respondió Atem. – Eso es tarea mía.


- ¿Eh? ¿Tuya? – Volvió a observarle.


- Liberaste mi corazón, es cierto. Pero la oscuridad sólo puede limpiarla el espíritu. Ahora que estoy aquí, puedo hacerlo.


- Hm. – Sonrió Yugi. – Y no lo harás solo. – Apretó su agarre. 


Atem asintió y ambos fueron hacia Ast y la Maga Oscura, quienes recibieron alegres al faraón y éste, abrazó a su madre. Más tarde, fueron a la entrada del Gran Portal. Atem estuvo observando la oscuridad que separaba ambas zonas pero lucía tranquilo para el alivio de Yugi, quien vio que el egipcio, avanzaba así que fue con él. Atem cerró sus ojos y rápidamente, un aura dorada lo comenzó a rodear mientras Yugi no apartaba su vista de él y se impresionó cuando el egipcio abrió esas enormes alas, y con ello… La oscuridad comenzaba a disiparse rápidamente.


Las tinieblas se redujeron a grandes velocidades y con ellas, las cadenas y los seres demoníacos que antes existieron, así como los muros creados a partir de las primeras. Todo volvió a la normalidad en el corazón del faraón, quien finalmente miró a Yugi.


- Veo que es cierto cuando me contaste acerca de que las personas teníamos alas. – Habló el más joven.


- Así es. Pero es cuestión de cada quien aceptarlo o no y ser capaz de verlo. Tú fuiste el primero en entregarme ese pensamiento y luego pasó a ser uno mío. Siempre llevé tu legado conmigo, sin darme cuenta.


- ¿Crees que yo también podría…?


- Tú más que nadie eres capaz de hacer aquello que te propongas. Cuentas con todos tus seres queridos, cuentas con el apoyo y la protección de los dioses y también… - Hizo una pausa, acariciando sus mejillas. – Cuentas completamente conmigo para absolutamente todo.


- Atem… - Murmuró, sonrojándose. 


Que el faraón estuviera mirándole con unos ojos tan cálidos… Hacía que el más joven sintiera cierta vergüenza porque le daba la sensación de que el egipcio veía a través de él… Era algo extraño que sin embargo se le hacía agradable al mismo tiempo.


- Por más veces que llegues a reencarnar… Seguirás siendo quien eres. – Dijo Atem. – Los dioses te trajeron a este futuro porque sabían que yo también vendría a él, sólo para cumplir nuestra promesa. Allá donde vayas tú, ten por seguro que yo también iré.


- No me marcharé a ningún lugar lejos de ti y lo sabes. – Sonrió. – Yo creo que… Creo firmemente en que mi lugar… Está contigo.


- Es lo más probable, porque entonces no nos hubiéramos reencontrado tras cinco mil años después.


Yugi asintió pero, de repente, él comenzó a brillar y se miró a sí mismo. La Maga Oscura y Ast se acercaron, intercambiaron miradas con el faraón y los tres asintieron. Sabían perfectamente a qué se debía. Muto los observó desconcertado.


- El Mundo Real te llama. – Habló Atem. – Es hora de que regreses.


- ¡¿Eh?! ¡Pero…! ¡¿Y vosotros?! ¡¿Y tú Atem?!


- Descuida, pronto me reuniré contigo allí. – Sonrió el chico. – Este es mi corazón, el que tú has liberado. Debo poner en orden unas pocas cosas.


- Oh… - Se tranquilizó. – Entonces… ¿Nos veremos después?


- Sí, dentro de un rato. – Contestó. – Te prometo que para cuando despierte, te explicaré todo aquello que desees.


Yugi asintió y finalmente, desapareció de allí. Atem y las dos presentes, volvieron a intercambiar miradas y asintieron. Rápidamente se pusieron manos a la obra para acabar con aquellas pequeñas cosas pendientes.


THE END

Notas finales:

Espero que os haya gustado, quise no alargarme mucho pero al final salió largo, en fin... Me despido aquí hasta otro escrito. Nos veremos muy pronto :D

 

¡Hasta la vista!


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