Pensemos… ¿qué diablos fue lo que salió mal?.
Dejé mi vaso sobre la pequeña mesa a mi izquierda para analizar la situación por un momento, ¿qué diablos salió mal?, de acuerdo, quizás fue eso de elegir una sudadera negra de fondo ese día… alcé la vista y allí seguía, sin decir nada, mi cara de pocker no podía ser mejor emulador de la suya, enserio.
¿Qué diablos salió mal?.
Es que no le subestimé aquella noche, yo sabía que la explosión no podía matarle, pensé que le haría daño pero no podía saberlo a ciencia cierta, ¿habrá sido aquello de llevar la chaqueta cerrada?... Él no se estaba yendo, soy el hombre que todo lo sabe, no me tomaría más tiempo darme cuenta, venga, la tercera es la vencida, vamos otra vez, suspiré como si estuviese haciendo un esfuerzo sobrehumano por concentrarme observando el suelo con la primera expresión facial del día: fruncir el ceño.
¿Qué diablos salió mal?
… Bien, ya no tenía una idea… Es que, todos estaban equivocados.
Me alteré físicamente por un segundo, ¿sería el miedo?, qué asco decirlo de aquella forma, pero, ya me encontraba calmado de nuevo, ah, es que seguro requería replantear la pregunta, bien, vamos de nuevo.
¿Qué diablos dirían los demás que salió mal?
¡No puedes levantarte, has perdido tu independencia!, ¿qué harás ahora?, ¿por qué?, tenías que provocar todo eso, tenías que hacerle daño a lo que iba bien, tenías que catalizar lo que iba mal, tenías que dar cabida a tus delirios de bla blah blah… qué tortuoso pensar en los demás.. Pero, ¿quiénes.. quiénes demás?.
Volví a alzar la vista, esta vez perdido, esta vez tragando en seco, esta vez respirando un poco más pesadamente, es que, estábamos sólos, ¿desde qué momento?, sonreí, ah ese dolor en el pecho, recordaba dilatarse mi locura en aquella ocasión, recordaba a la suya contaminarse de mí, recordaba casi corromperlo, recordaba amarlo por un momento, amar el borde de la vida, el caos que podía brindar, cómo por esa ocasión parecía servir como otro elemento para mi escenario de los humanos, ah, cómo me dolía el pecho, lo tomé con mi mano izquierda, apreté mi prenda superior y sonreí con ironía, cómo ardía, cómo ardía tan intensamente, es que sus ojos no podían desaparecer de mi cabeza, aquello que tanto amé.
Me reí. El rubio pareció no inmutarse.
Los desastres de esa noche, flotar por los aires sin mi voluntad como intermediaria, verme envuelto por emociones tan ajenas a mí, ¡demonios!, es que lo disfruté, disfruté el intento de corromper al monstruo, sus golpes, los míos, el dolor.
Me reí.
Disfruté tanto como disfruto a los humanos, pequé, merecía ser linchado, ¿era esa la razón por la que no podía levantarme?, ¿ por la que estaba confinado a esa silla?, ¿karma?.
Reí y apreté aún más creyendo que era mi vida lo que aferraba contra mi pecho.
Reí tanto y más
¡Estaba todo tan mal!, algo se estaba acumulando, no, algo estaba intentando ahogarme atorándose en mi garganta, ¿otra vez?, mis piernas temblaban, es que lloré aquella vez, por emoción, por locura, por deseo, por estar tan cerca, por amor, por… por… por miedo. ¿Quería llorar?.
Paré.
Me detuve de aquello, observando mis piernas temblar con manchas de lágrimas sobre mis rodillas. La única razón por la que no podía moverme era por miedo.
¿Qué diablos salió mal?... pasos, podía escucharle acercarse y empezaba a perderme de nuevo, como aquella noche, cuando al límite de vivir o morir, de amar locamente a la bestia dorada y simultáneamente sobrevivir por terror a la misma figura, me estaba perdiendo de la misma forma, cuando osó, una criatura inmunda, arrebatar mi existencia como sólo aquella bestia podía permitirse a pesar de no ser digna tampoco… es que me traicioné, sí.
Yo…
Desprecié a un humano.
Esa mujer rubia paró mi intento, paró mi fuerza y paró mi horror, paró mi efecto en el potenciador de mis actos, paró al rubio y me paró a mí, ofreciéndose a asesinarme como si ella fuese alguien, deteniendo todo por lo que luché, en aquel momento… Consideré suicidarme.
¿Qué…?, no, ya no quería preguntarme, es que hizo demasiado, como en aquel momento, la consternación inmobilizó otro pedazo de mí, esta vez, quizás también se hizo con mi conciencia de forma permanente, esta vez quizás fue más que demasiado, reviví todo, me golpeó demasiado, no, me iba, me iba de mí, esta vez estuve de acuerdo con perderme, no serían sólo mis piernas o mi córdura como esa vez… era todo yo, y parecía que él también, tenía esa expresión en su rostro, igual que la mía sorprendido, pero no tan inherte, decía algo, parecía hablarme aterrado, pero yo…
Es que ya no estaba.
—Orihara— un chirrido sordo me sacó de control, me cegó, llevé mis manos a mi cabeza y cerré los ojos, me estaba destruyendo.
¡¿Qué diablos salió mal?!.
Grité por dolor y, oh no, caí hacia el frente y abrí los ojos sin poder mover nada más, el me tenía entre sus brazos y jamás sentí tanta calma como entonces, podría jurar, que no ocupas estrechar a alguien por la cadera para evitar que se caiga.
Me colocó de nuevo en mi silla y me observó a los ojos unos segundos.
—Lo siento, no volveré a verte, mantente alejado.
Me derumbó.