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Flying away- YunJae. por Mimi Shim

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Notas del fanfic:

Fanfic realizado bajo los términos del reto  mensual que organiza Crónicas del YunJae.

https://www.facebook.com/cronicasyj/?fref=ts 

 

Notas del capitulo:

Esto fue un verdadero reto ya que no suelo escribir fantasía, pero era el reto mensual.

Hay pistas de algunos libros conocidos y personajes de éstos. Cabe recalcar que ninguno de ellos me pretenece, lo hago sin fines de lucro y por diversión.

Él había nacido de un suspiro de invierno cuando la luna llena se alzaba reinante en lo silente de la noche. Una cascada de hilos de plata salpicó con destellos suaves en el capullo que le envolvía protectoramente. La oscuridad acogió su cuerpo en un manto lleno de estrellas titilantes, mientras en una red de telarañas purpurinas reposaba su pequeño cuerpo, suave, frágil, delicado y perfecto. Encogido e indefenso dormitaba sin saber nada del mundo al que había llegado.


Poco a poco se fue removiendo de su cálido lugar, estirando sus extremidades y observando todo con sorpresa, sus ojos se movieron de un lado a otro, la profundidad de las orbes que adornaban su rostro parecía infinita, sus pestañas se movían como hierba al viento a cada parpadeo, su cabello era como el ónix de las profundidades terrestres, largo, sedoso y liso, como cortinas espesas que ondeaban con la fría briza susurrante. Todo en él era bello, su piel inmaculada de un blanco puro, tan puro como los espirales de la vía láctea, sus labios tomaron el color de las peonias sembradas en campos de juventud eterna.


Todo dormía en calma como si nadie advirtiera su llegada. Se movía lentamente, despertando de un letargo que pareció eterno, se aproximó a la cascada aledaña y entre gotas heladas bañó su cuerpo, sus alas se estremecieron, la piel se erizó y el vaho que salió de su boca voló en volutas diminutas.


Pronto sintió algo cálido envolviendo su cuerpo, una mano le tomó el rostro y le besó la frente; era su madre, la naturaleza que le sonreía tiernamente mientras le tomaba de la mano y lo elevaba tan alto que creyó poder rozar con sus dedos la gran perla que se imponía en el negro súbito. Ella cortó un trozo de universo y lo puso sobre sus hombros desnudos, la larga túnica zafiro le cubrió de la ventisca y entretejiendo los copos de nieve que danzaban felices al sentir su aura se formó una larga estola que caía de su hombro derecho. Su creadora le dejó un brazalete entre sus manos con el sello de las ninfas de Núbil.


Lo llamó JaeJoong, un nombre hermoso, para la más hermosa hada que las madrugadas en el infinito podrían tener.


Esa noche lo guío por el amplio bosque, mostrándole las maravillas de la vida, su misión, lo que debía hacer y lo que tendría que evitar a toda costa. Cuando el momento llegó y el color del cielo cambiaba, se dejó llevar por un sueño tierno entre los brazos de aquella hada de piel terza, él era el protegido de la luna, sus territorios siempre estarían cubiertos de una bruma oscura cuando el sol callera, y de entre todos sus poderes encontraba fascinante aquel que le permitía ayudar a dar serenidad a las criaturas nocturnas, a consolarlas en momentos de agonía, y a brindarles un descanso a veces profundo, otras veces efímero hasta que el astro rey les iluminara la cara y decidieran que era hora de continuar con el ciclo de la vida.


Pasaron muchos inviernos y su rutina continuaba igual, cuando los rayos de sol se desvanecían en las primeras horas de la tarde, él despertaba, bebía agua fresca del manantial que estaba a las puertas del viejo árbol que fungía como hogar, su perfume eran las gotas de rocío que recolectaba en las mañanas antes de ir a dormir, movió sus alas para despertarlas y se ajustó la túnica, esa noche el instinto le decía que algo pasaría, quizá algún animalillo estaba por regalar su último suspiro a la vida, probablemente hoy nacerían nuevas crías de los habitantes de aquel lugar, cualquier milagro que pudiera ocurrir esa noche él debía presenciarlo, era su obligación y más allá de eso era a lo que dedicaba su vida, no había más en su mundo que eso. Presenciar las maravillas que le eran ofrecidas.


Pronto los rayos del sol bañarían cada espacio de tierra que el conociera y su hora de entregarse a un sueño reparador se acercaba con premura. Pero algo lo retuvo, los colores nacarados del amanecer hipnotizó como nunca antes, sabía que la luna se vería también aunque el sol estuviese alto, y de alguna forma no sintió la debilidad apoderarse de él cuando lo primeros rayos rojos iluminaron su sensible vista.


Se sintió maravillado, la gama de colores era tan intensa que creyó quedarse ciego de un momento a otro, la luna de día respaldaba su pequeña aventura. Admiró como era permanecer despierto de día, lo diferente que lucía todo, el comportamiento de los seres cuando el cenit los cubría con rayos dorados. El bosque era tremendamente distinto, creyó perderse si no prestaba la atención suficiente, las copas de los árboles simulaban cientos de estrellas en el pasto cuando la luz se infiltraba entre sus hojas, olía a fresco y a esa esencia de rocío que tanto amaba. Los animales le reconocieron y pronto le saludaron con algo de extrañeza en sus facciones, ellos sabían tan bien como él que aunque no era una regla inviolable no era común que alguien que era protegido de la gran esfera blanca saliera cuando el día era claro y no cubierto de distintos tonos de negro.


Ni el cansancio por no dormir tenía un efecto en él, se sentía contento y feliz, había visto tanto en tan pocas horas que seguramente no podría esperar a que otra luna así se repitiera y lo acompañara en otra de sus visitas al mundo de la luz. Quizá hasta la energía de aquel astro se quedaría en su ser justo como ahora que juraba podría con todos sus deberes sin sentir que las alas se le acalambraban.


Iba tarareando la melodía del sueño, un canto viejo que Morfeo le había mostrado aquella vez inviernos atrás cuando lo visitó para que este le entregara otro don. Pronto algo zumbó en cerca de sus puntiagudas orejas y creyó que de nuevo una lechuza intentaba cazarlo por error. Justo cuando iba a regañarla por su descuido, se dio cuenta de que no era una lechuza sino una libélula de colores tornasol que sobrevolaba cerca de su cabeza como si estuviera herida. Pudo distinguir entre tanto que una de las delicadas alas estaba torcida y que era aquello lo que la descontrolaba. Sin pensarlo dos veces sacó el hilo de titanio que sostenía su cabello en un moño alto, lo agitó y cuando logró lazar a la criatura hizo uso de toda su fuerza para ayudarla a bajar. Pegó su frente para transmitirle paz y evaluar los posibles daños sufridos además de la evidente ala rota.


Ella se durmió poco después del contacto y pudo apreciar con sorpresa que justo arriba del insecto se hallaba un cuerpo, sin duda sería un hada del día, quizá una que se había perdido cuando el sol se ocultó, probablemente era de las que se encargaban de ayudar a las flores, o de las que cuidaban del bosque en los pinos más altos. Voló acercándose un poco más y no pudo saber si el jinete de aquella criatura se encontraba sumido en la inconsciencia o si algo más grave le había ocurrido.


Haciendo fuerza logró zafarlo de la silla de montar y cuando lo aferró a su cuerpo sintió el calor que éste irradiaba, todo lo contrario a él que siempre simulaba ser un viento fresco; sus manos frías soltaron el casco hecho con una enorme bellota que por suerte protegió a su dueño como debía.


Lo miró con detenimiento, su piel era tan distinta a la suya, tenía el color de la corteza recién nacida de un árbol pero suave como el musgo verde, el cabello estaba revuelto amarrado con un lazo tierno de hierba, cobrizos eran los mechones y rojizos los reflejos. Con cuidado de no dañarlo, apartó las gruesas hebras del pequeño rostro y recorrió con sus curiosos ojos cada detalle del ser que descansaba en su regazo. Labios finos y rosados, orejas en pequeñas puntas ostentaban pendientes de oro que simulaban una llama.


Su cuerpo era firme y denotaba las incontables horas que habría pasado bajo el abrasador calor del día. Olía tan distinto, como si fuera una combinación perfecta de gotas de sol con pino y tierra mojada, olía a amanecer, a cenit, a flores y algo que no supo definir.


Poco a poco el cuerpo se iba enfriando y suponía que no podría ser algo bueno, así como él se sintió un poco sofocado con el calor del día, el frío de la noche probablemente no le sentaba bien a quien a esas horas debía estar metido en algún capullo caliente rodeado de polen para dormitar esperando la salida de su astro regente. Por fortuna para él cerca se encontraba una madriguera donde seguramente los tibios conejos podrían darle el calor necesario para pasar la noche.


Su idea no iba mal, no hasta que los deberes le llamaran y tuviera que partir para atenderlos, no sin antes asegurarse de que su protegido estuviera bien y que no se encontrara en peligro. Dejó un suave rose del sus labios con los contrarios antes de irse, y a su lado dejó una gota de agua que seguramente aquella hada bebería en cuanto se despertara de su letargo.


Inusualmente sus obligaciones terminaron rápidamente dándole un par de horas libres antes del alba, en la madriguera que había dejado a su protegido el día ya había dado inicio, los pequeños conejos estaban yendo de un lado a otro en busca de algo con qué alimentarse y por supuesto, las crías buscaban con qué entretenerse y jugaban entre sí. Miró de nuevo con preocupación al hada que tenía frete a él y aunque su temperatura era estable dentro de aquel cálido lugar, se encontraba preocupado ya que no había despertado y dentro de algunas horas el sol estaría en lo alto y él debía tomar un descanso de las horas que había perdido de su preciado sueño.


Estaba ensimismado pensando que no notó cuando la persona suavemente acomodada en sus piernas comenzaba a despertar lentamente. Mientras su mente divagaba sus manos se perdían entre las hebras cobrizas intentando inconscientemente hacerlo reaccionar con los suaves toques. Respingó con sorpresa cuando su mano fue retenida en la mejilla de un sorprendido rostro que lo miraba fijamente. El tacto lleno de calor lo distrajo por un momento antes de poder observar ese rostro pequeño mirarlo directamente. Un par de ojos caoba enfocaban curiosos, tenían un ligero resplandor dorado y eran pequeños, rasgados y llenos de algo que no supo definir.


Los delgados labios se movieron y un sonido grave salió de ellos, no pudo encontrar sentido en lo que los balbuceos intentaban decirle, se había perdido en la sonrisa blanca y alineada como si fueran cientos de estrellas en una húmeda cueva, esa cara bronceada y atrayente era todo un deleite que quería disfrutar con placer antes de tener que despedirlo. Su mano que reposaba en la mejilla contraria obtuvo un pequeño apretón que sin querer lo sacó de la contemplación de aquel ser que tanto lo atrapaba.


-¿En qué podría estar pensando una criatura tan hermosa para olvidar que hay alguien agonizando en sus brazos?- ¿Una criatura hermosa? ... ¿Él?


-¿Agonizando... De verdad estás muriendo?- Si bien era su deber permanecer junto a las criaturas que suspiraban su último aliento, algo dentro de él se removió incómodo, aquel ser de luz irradiaba vida, su cuerpo fuerte, su mirada destellante y esa sonrisa luminosa le gritaban que no se encontraba al borde de la muerte sino en la cumbre de su vida.- No parece que estés por morir, eres fuerte y se nota que eres un hada joven, además no puedo sentir que tu aliento se desvanezca con cada una de tus palabras, probablemente el accidente que has tenido ayer te ha dejado agotado, pero eso es todo, no corres peligro mortal, no ahora y no por lo menos en algunos ciclos más.


-Lamento contradecir tan precisas palabras, pero estoy por morir en este instante ya que parece que es la única forma en la que podría tener el privilegio de estar contemplando alguien tan bello como lo eres tú. Eres como una aurora que está cegando mis ojos, no lamento el accidente de ayer si es por eso que he terminado justo donde estoy, que Titania me castigue si estoy mintiendo.


-Lamento que el golpe nuble tu juicio, sin embargo no puedo permanecer más tiempo aquí, es necesario que regrese a mi hogar, cuando te encuentres mejor puedes dar las gracias a las criaturas que amablemente te han cuidado la noche pasada, sé que eres alguien regido por el sol y que justo ahora al amanecer recuperarás parte de la energía que perdiste en la noche. Espero no volver a encontrarte en una situación tan penosa y también espero que te recuperes pronto.


-¿Y no esperas volverme a ver? Porque es algo que yo espero con ansiedad... eres distinto jamás había estado tan deslumbrado por alguna presencia similar.- Esos ojos chisporreaban fuego líquido, él podía verse en el reflejo y notaba una pupilas anhelantes, casi suplicantes, estaba perdido en una vorágine de sensaciones que el tacto de su mano entrelazada con la del contrario fue una sensación única, la corriente de una energía desconocida invadió cada espacio de la piel que estaba en contacto. Era cálido, casi ardiente. Conocía le poder del fuego, y sabía cuán peligroso podía tornarse acercarse más de lo debido. Las viejas historias de las mariposas llenaron su mente de un temor casi sofocante, muchas de ellas habían volado demasiado cerca del sol y se habían quemado las alas queriendo llegar a esa única estrella que podía ser visible en un día azul. Era peligroso, y aun así tan tentado que le costó enfocar su mente en una respuesta creíble.


-No creo que podamos volver a vernos, si no lo has notado yo soy un hada nocturna, y no suelo ser activo durante el día salvo contadas excepciones aunque lo quisiera, no podría verte más.- Sintió como su mano era sostenida con más fuerza cuando intentó soltar el agarre. De ninguna forma pintaba bien.


-Quiero volver a verte, te seguiría la noche entera con tal de hacerlo, podría cambiar mis alas por simplemente escuchar tu nombre.


- No vale la pena que sepas quién soy porque no vamos a volver a vernos, puedes vagar en las noches tratando de encontrarme pero lo cierto es que si no me dejo encontrar poco podrías hacer, así que es mejor que dejemos este encuentro casual como eso, una coincidencia que cruzó nuestros caminos por unos instantes.


Probablemente eran las palabras más crueles que se había obligado a decir en toda su vida, eran crueles no sólo para la persona a quien iban dirigidas, sino para él mismo. De alguna inexplicable forma quería volver a verlo, deslumbrarse con su presencia y tal vez descubrir todas esas diferencias que claramente volvían al contrario todo un espectáculo digno de presenciar.


-Las coincidencias no existen en nuestro mundo, sólo existe el destino y si por algo nos hemos encontrado sería un desafío absurdo negar el lugar del otro en nuestras vidas a partir de ahora.


-No hay nada que esperar de esto, todas las hadas tienen un papel que desempeñar en la tierra, tengo mis obligaciones y seguramente tú tienes las tuyas, distraernos no es una opción, mucho menos si es por curiosidad. Además nuestros medios son tan distintos que no podríamos coexistir uno junto al otro sin sufrir las repercusiones de nuestra naturaleza, eso deberías haberlo notado.


-Lo hice desde que tus manos tocaron mi piel, eres claramente distinto a todo lo que he visto y simplemente eso es lo que me hace querer verte de nuevo, saber de ti y de lo que haces no sólo es curiosidad mundana, creo que tengo una clara necesidad de saberlo todo de ti porque me volvería loco pensado todos mis días tú rostro y en tu voz, hay algo en ella que me atrae como con tanta fuerza que es difícil de explicar, es como si fueras una flor en primavera y yo una abeja que ha sido atraída por su aroma. Es como si en mi inconsciencia te hubieras filtrado poco a poco, como la lluvia penetra las rocas más fuertes y las vuelve débiles.


Él también se sentía débil y por un instante quiso echarse en cara su descuido al haber pasado un día bajo el sol y una noche de trabajo sin haber repuesto energías, sin embargo sabía que no era así, el palpitar de su corazón era cada vez más rápido, podría competir con el de un ave en pleno vuelo, podría salirse de su pecho, envolverlo en suspiros y regalárselo a quien en ese momento estaba bajo sus brazos expectante, esperando una señal para poder contraatacar con argumentos que tendrían tanta validez como él quisiera. Cientos de veces había visto como los insectos terminaban enredados en las preciosas telas de araña, habían sido atraídos por la belleza de su estructura, por lo maravilloso y raro del tejido hasta que finalmente se veían atrapados para ser devorados. No era una muerte bella, pero sí necesaria para la existencia del arácnido y podía compararse a sí mismo como un insecto deslumbrado por esa araña que intentaba comerse algo más que su voluntad de vivir una rutina que jamás le daría descanso alguno.


-Mi nombre es JaeJoong, nací hace treinta inviernos en la cascada de plata, me rige la luna, soy responsable de la parte norte del bosque. Si algún día quieres encontrarme...


-Siempre querré encontrarte...- Siempre era una palabra que ni ellos, los seres mágicos usaban, el padre tiempo era muy estricto con todos y no eran una excepción, siempre podría significar tanto y tan poco que no llegó a sentirse a salvo con aquella afirmación.


-Yo también quiero encontrarte, pero...


-No, no me niegues lo que me has dado, la esperanza, eso es lo que quiero, y todo eso que tú me puedas dar, yo entregaría todos mis dones por poder volar cada noche siguiendo el rastro de tus alas.


- ¿Pero... Por qué?- ¿Por qué alguien querría algo de él?


-Eso es lo que debemos descubrir.


Y toda charla murió en sus bocas cuando el despuntar del alba los iluminó, JaeJoong quería descubrir eso que le estaba atando las alas a alguien que ciertamente no podría tener, a quien tendría que convencer de cuán complejo era le deseo que no podría ser sólo saciado con espontáneas visitas del uno hacia el otro. Se dejó llevar bajo el abrasador sol que le regalaba otro tipo de energía que no sabía si podía soportar.


Estaba cegado por una hermosa luz que iluminaría su vida más allá de lo imaginable.

Notas finales:

Y saben me encanta leer sus comentarios. 

Muchos besos!


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