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Flying away- YunJae. por Mimi Shim

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo :3 

Él era el protegido de la Reina Mab, contrario a todo lo que se pudiera pensar de ella, la gran hada era tan amable y cálida como un sol de primavera en lo alto del cielo. YunHo era por excelencia el encargado de recorrer el amplio bosque cuidando de las flores y de los árboles, supervisando que cada una de las especies que vivían en él fueran felices. Solía cuidar de pequeños venados y subir a lo alto de las copas a charlar con las aves. Amaba su vida, amaba el calor de los días y sobre todas las cosas adoraba la vida misma. Era un hada llena de cualidades, era amable, hacendoso, bondadoso y apasionado.

Encontraba un placer apabullante en sus deberes, la perfección no sólo dependía de lo bien que desempeñara su trabajo, sino del amor que podía imprimirle a cada acción que a diario se eforzaba por realizar.

Su rutina era variable dependiendo de la estación, él como muchas hadas más recurrían a los ciclos de la vida para regir un calendario imaginario donde estaban al pendiente de las necesidades de todo ser viviente.

Mab le había dicho que un buen día mientras recolectaba flores cerca de un campo colorido había hallado un capullo cerrado, y que de entre todos ostentaba un color especial; dorado, un reluciente dorado que podría competir con el Sol mismo, ella no dudó ni por un segundo en acogerlo y cuidar de él aquellos días donde un circulo coronaba lo alto del astro Rey. Le contó que después de contemplar durante días enteros aquella hermosa flor, poco a poco ésta comenzaba a florecer, dejando a la vista el cuerpo de un hada; "Un hada que parecía adornada con el color de los amaneceres más hermosos" YunHo sabía que probablemente ella se había deslumbrado un poco, pero no era quién para hablarle de su ensoñación con respecto a su persona. Ella le había mostrado el camino de la vida, sus deberes, sus obligaciones y también le hablo de los placeres,  de lo bello y de los límites que regían el reino.

Por mucho tiempo nada le importaba más que poder disfrutar de lo vívido que el paisaje resultaba a sus ojos, su piel a diario se bañaba con rayos tibios y aquellos seres que conocía y amaba le llenaban de alegría.

Hoy no recordaba qué estaba haciendo exactamente la noche pasada fuera de sus horas de sueño, tampoco qué era lo que le había ocurrido a Destello, su fiel compañera de vuelo. YunHo sólo recordaba un duro golpe en su casco-bellota y después de eso nada... Nada salvo un despertar confuso la mañana siguiente en los brazos de lo que hasta ahora podía definir como la criatura más bella no sólo de ése bosque, sino del mundo entero, del universo y de todo lo existente en esa realidad.

Jamás había visto algo tan distinto a él.

 

Generalmente las hadas del diurnas, eran similares unas a otras, con pieles bronceadas por la experiencia y cabelleras castañas, rojizas en incluso caobas. Los ojos dorados eran comunes, las ropas estaban hechas de pétalos frescos y de hierbas finas.

Sin embargo; él sabía que la existencia de las hadas protectoras de la noche eran escasas, que cada cierto tiempo llegaban a nacer de algún milagro que parecía inesperado en la naturaleza. Una nevada, una tormenta, una estrella que caía, eran fenómenos poco usuales que daban origen a una criatura casi extinta y única. Ahora él se sentía afortunado de haber estado entre los brazos de un ser que consideraba un mito.

Una conexión inexplicable se había formado entre sus ojos y las orbes del contrario, era nuevo para él sentirse de esa forma, como si un lazo hubiera acordonado su corazón y ya no le perteneciera. No había visto nada más hermoso y atrayente que ese ser de cabellos color noche, su piel era como un refrescante río platinado, fresca, revitalizante y brillante. Había escuchado largas historias sobre "algo" llamado amor, sobre como eso que desconocía se filtraba en las vidas de todos los seres para brindarles felicidad y estabilidad casi eterna. Y ahora entendía el concepto que por mucho tiempo creyó era un estado de atontamiento cuando la primavera llegaba y los calores subían a los cuerpos de los animales.

Por un momento creyó que realmente el accidente que le había ocurrido por motivos desconocidos había traído como consecuencia la muerte, pensó que estaba entre los brazos del creador de la vida, del padre tiempo o de cualquier entidad que le comunicara que su vida había llegado a su fin después de más de treinta primaveras. Sin embargo no fue así.

Una suave mano rozaba sus cabellos, una mirada profunda escaneaba su rostro y un alivio inundaba su alma. Quería conocer todo de ese ser, sobre su vida, sobre todo lo que le incluía a su persona.

-¿En qué podría estar pensado una criatura tan hermosa para olvidar que hay alguien agonizando en sus brazos?- Seguro estaba muriendo, seguro Mab había enviado a una criatura a recoger su esencia. Sus labios no pudieron retener sus palabras y el asombro que surcó las facciones contrarias le enterneció hasta la raíz de sus alas.

La explicación y la consecuente discusión fue una forma rápida de agitar su corazón como si fuera un tierno pajarillo en su primer vuelo. Quiso acercarse, tocarlo, tenerlo entre sus brazos y no soltarlo. Quizá la sensación hormigueante en sus labios era una ansiedad por probar un néctar completamente distinto al de las flores. Esos labios parecían un par de frutillas que seguramente al ser deglutidas podrían ser el elixir prohibido del que tanto hablaban los gnomos en sus cuevas, aquel que prometía hermosas piedras rojas, rojas como las peonias del norte, rojo como la boca que le llenaba sus oídos de excusas sobre el porqué ellos no podrían verse nunca.

-No creo que podamos volver a vernos, si no lo has notado yo soy un hada nocturna, y no suelo ser activo durante el día salvo contadas excepciones y aunque lo quisiera, no podría verte más.- Aquello fue como si el frío calara sus huesos y una sensación de pesar cubriera por completo esa alegría infinita que por un momento hizo vibrar el pedazo de sol que se alojaba en su pecho.

-Quiero volver a verte, te seguiría la noche entera con tal de hacerlo, podría cambiar mis alas por simplemente escuchar tu nombre.- Cambiaría todo lo que tenía, su naturaleza, sus dones, sus auroras y sus tiempo sobre la tierra con tal de volver a estar en presencia de aquel ser.

La negativa a algo tan simple como eso, se sintió como una espina clavada en el cuerpo de un tierno ruiseñor atrapado en un amor unilateral con las rosas blancas. No era una coincidencia, era el destino quien había movido los hilos a su alcance para reunirlos esa noche.

-Las coincidencias no existen en nuestro mundo, sólo existe el destino y si por algo nos hemos encontrado sería un desafío absurdo negar el lugar del otro en nuestras vidas a partir de ahora.- Más que un desafío sería una tortura estar lejos de esa presencia que irradiaba una energía tan distinta a la suya y tan necesaria desde este momento para continuar respirando.

-No hay nada que esperar de esto, todas las hadas tienen un papel que desempeñar en la tierra, tengo mis obligaciones y seguramente tú tienes las tuyas, distraernos no es una opción, mucho menos si es por curiosidad. Además nuestros medios son tan distintos que no podríamos coexistir uno junto al otro sin sufrir las repercusiones de nuestra naturaleza, eso deberías haberlo notado.-Sí podría ser una total locura aferrarse a un mundo que nada tenía para él eh sus haberes, y aun con el peligro de un daño irreversible estaba más que dispuesto a dejar caer sus alas si de eso dependía no quedarse con un hueco en el corazón.

-Lo hice desde que tus manos tocaron mi piel, eres claramente distinto a todo lo que he visto y simplemente eso es lo que me hace querer verte de nuevo, saber de ti y de lo que haces no sólo es curiosidad mundana, creo que tengo una clara necesidad de saberlo todo de ti porque me volvería loco pasado todos mis días pensando en tú rostro y en tu voz, hay algo en ella que me atrae como con tanta fuerza que es difícil de explicar, es como si fueras una flor en primavera y yo una abeja que ha sido atraída por su aroma. Es como si en mi inconsciencia te hubieras filtrado poco a poco, como la lluvia penetra las rocas más fuertes y las vuelve débiles.- Si Mab lo hubiera escuchado seguramente le habría dicho que estaba endulzado los oídos del contrario tal como Romeo había hecho con su Julieta. Sintió un escalofrío recorrerle cada terminación nerviosa al recordar el final de esa historia, sin duda eso era lo único que no quería en su futuro con JaeJoong (porque estaba seguro habría uno sin tragedias y lágrimas de por medio)

-Mi nombre es JaeJoong, nací hace treinta inviernos en la cascada de plata, me rige la luna, soy responsable de la parte norte del bosque. Si algún día quieres encontrarme...

JaeJoong, ese era el nombre del hada que al final no pudo negar el firme lazo que los unía de ahora de más. Quizá esta escurridiza criatura querría evitarlo, pero ciertamente su terquedad podría más que la actitud hostil y temerosa del ser de la cambiante esfera plateada.

-Siempre querré encontrarte...- Había dicho con sinceridad, siempre querría y siempre lo lograría.

-Yo también quiero encontrarte, pero...

-No, no me niegues lo que me has dado, la esperanza, eso es lo que quiero, y todo eso que tú me puedas dar, yo entregaría todos mis dones por poder volar cada noche siguiendo el rastro de tus alas.

- ¿Pero... Por qué?- Porque podía sentir que desde ya... Lo amaba.

-Eso es lo que debemos descubrir.- Lo que tú debes entender y lo que debes dejar que te muestre.

Cómo último acuerdo, se sellaron sus bocas, bebieron de ellas la pócima más codiciada por los mortales al otro lado del portal... El amor, un amor mutuo que se había ocultado por tantos y tantos ciclos vitales, un amor que sin duda era la unión de dos luces tan iguales y distintas como el cielo y la tierra.

Estaba encadenado a los cambios de un astro que no le pertenecía, pero no importaba, no cuando sintió una nueva flama en su pecho enardecer y arañarle con un fuego abrasador más candente que el mismo Sol.

 


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