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"Labios Rojos" por Zusuki Misaki96

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Notas del fanfic:

Kuroko no Basket pertenece a Tadatoshi Fujimaki, yo sólo escribí este one-shot.

Notas del capitulo:

Mucho gusto, no soy nueva en el fandom  pero es la primera vez que hago una historia de Kuroko no basket, de verdad espero que les guste. El tema a escoger para este algo largo one-shot  es el “Crossdressing” o básicamente el travestismo de algún personaje. La historia se centrará en un tiempo actual ligado a un poco de cultura japonesa, lo que serán las geishas. Sin mucho drama en particular porque si no la historia se volvería más extensa.  Usaré palabras japonesas pero no se preocupen,  les pondré lo que significa justo al lado (aunque no deba ser así, pero al menos yo, no bajaría o subiría para checar traducciones y por eso lo pongo de esta forma para su comodidad).

 

 Por cierto, en el transcurso de la lectura habrán links que les transportaran a unos dibujos hechos por mí, si gustan pueden darle click y verlos. De verdad se los agradecería bastante. 

Labios Rojos

Capítulo único: Beautiful stranger

 

Puedes sentir el viento aun sin saber de dónde viene o hacia dónde va. Así fue como lo conocí, como el fresco pasar por mis poros, sin saber su verdadera identidad pero si su existir, fue en ese momento cuando lo decidí; que al contrario del viento pasajero, no lo dejaría ir.

 

 

No contuvo su frustración, cerró con fuerza la puerta de su departamento y no es de esperarse, cuando salió de casa se encontraba bastante irritado. Cuánta flojera tenía de salir solo para ir al teatro, sin contar que obviamente aquello era en contra de su voluntad.

Todo comenzó debido a que hace algunos meses su mejor amigo: Himuro Tatsuya, tuvo la amabilidad de comunicarle que regresaría a Japón sin decirle cuándo o por qué.

Ahora, ese mismo sujeto está aprovechándose de su “reciente” cambio de estadía al que se sometió, mudándose  a Kioto desde Akita por razones de trabajo. Le cae como si nada obligándolo a que le acompañase a sus paseos por la cuidad, no es como si tuviese una buena razón para negarse y ese era el problema, ese desgraciado le había pillado en un día libre de trabajo. Justo cuando se quedaría en casa durmiendo hasta tarde o comiendo dulces sin hastiarse.

Así era él, Murasakibara Atsushi.  Altísimo joven adulto un par de años graduado de la facultad de gastronomía, contando con veinticuatro años para ser precisos, junto a esa particular cabellera simulando sus ojos violáceos.

Este chico no mantenía oscuros pasados ni mucho menos secretos, si de alguna manera te relacionas con él es cien por ciento seguro detectar que no hay nada más importante en su vida que los dulces y/o botanas. Sin contar lo suertudo que era al  no engordar a pesar de comerse tanta comida chatarra – esperemos que siga de esa forma hasta ser un anciano – además que mantenía un trabajo estable de repostero en la cocina de un hotel, cosa que desde su punto de vista se encontraba bien. Claro, si estás buscando estabilidad económica, con ese sueldo le alcanzaba para poder subsistir y rentar un pequeño departamento de soltero. Muchas personas se dejan engañar debido infantil manera de expresarse en varias ocasiones, haciéndole que no aparente lo maduro que se ha vuelto, Atsushi era bastante consciente de que puede avanzar poco a poco y aprovechar las oportunidades que le ofrece la vida.

Bueno, cerrando lo anterior, aquel día es domingo por la mañana con todos sus planes tirados por el desagüe. Como se esperaba, mientras caminaba iba maldiciendo entre murmullos al culpable de su miseria hasta el antepuesto punto de reunión.      

–“Estúpido Muro-chin, de tantos lugares por visitar se le ocurre ver geishas” – pensaba fastidiado.  A él nunca le había llamado la atención ir a verlas porque sencillamente no le interesaban, como a muchos jóvenes.  

¿Qué es en realidad lo que irán a ver?

En Kioto, las geishas no eran una rareza pero tampoco algo muy común, al ser las únicas que han fomentado la típica cultura japonesa, la prefectura siempre ha optado por mantener esa tradición y por consecuente las festividades que la acompañaban.

Durante el mes de abril, Kioto celebraba la llegada de la primavera no sólo con los preciosos cerezos llenos de flores y la multitud de hanami, sino especialmente con el Miyako Odori o popularmente conocido como: “los bailes de primavera de las geishas de Kioto”. Este festival se organiza anualmente cada primavera durante todo el mes de abril en el kaburenjo o teatro del distrito de Gion Kobu, por lo que muchos turistas lo consideraban como una oportunidad única para ver a un gran número de maikos  (aprendices de geisha) y geikos (en general se les llama de esta manera a las geishas formales sólo de Kioto). Todas juntas danzando en el escenario.  Aquí, las geishas más experimentadas deleitan al público tocando el típico instrumento de cuerda llamado shamisen, mientras las más jóvenes en su formación bailan preciosos bailes tradicionales, llamados kyomai  (danza estilo Kioto). Ese día es el último para tener la oportunidad de ver tan espectacular acto, de lo contrario se debía esperar hasta el próximo año o en su defecto, soportar el tiempo para estar presente en el festival de otoño.  

Sin embargo, como ya dicho con anterioridad, todo eso no le importaba a nuestro querido Atsushi, no por inculto porque sabía la existencia de dicho festejo, sino sencillamente no le interesaba presentarse y por obviedad no iba a ninguno de los eventos.

Ahora, si evitamos todo lo demás y nos concentramos en él, simplemente camina aparentemente calmado y sin prestar mucha atención a su rededor. No es extraño que sea ajeno con su típica personalidad y no por ello se salvaba de lo que le ocurriría ese día.

Podría llamársele ingenuo en ese momento, mofarse por ello y a este no le interesaría. En serio no tenía ni las mínima idea que con el sólo hecho de salir de su casa ocasionaría un giro inesperado en su cotidianidad; encontrándose con un tesoro en el lugar menos pensó.

– Estúpido Muro-chin me las pagará, voy a […] –

 

 

 

 

¿Qué fue eso?

 

 

 

 

De reojo le vio cruzar y rápidamente debía confirmar que no era una ilusión. Su enfado voló e inevitablemente volteo hacia el lado opuesto por donde venía. Su mente se olvidó hasta de su propio nombre. En aquel instante y por primera vez, agradecía a Himuro por haberle obligado a salir, si él no lo hubiese invitado nunca en su vida se hubiera topado con esa geiko.

Quizás fue el destino el que le hizo caminar por esa zona en especial, probablemente fue simple casualidad, nunca lo sabría y aun así no le importaba por ahora. Imitando a una cámara lenta todo ocurrió tan despacio desde su perspectiva, sus ojos se dilataron y su cuerpo se erizó, ese color tan llamativo capturó su mirada al pasar a su lado.

Pequeña y deslumbrante.

Meneándose tan majestuosa por las calles, capturando las miradas de muchos pero nadie obtenía el suficiente valor para acercársele ante lo imponente que se veía, era como pensar  “esa persona está fuera mi alcance” antes de intervenir.  Maldición, de dónde había salido como para no verle de frente, ahora nunca vería su cara.

Por lo contrario, probablemente por suerte, aquella pequeña criatura pelirroja se percató de que su presencia era el objetivo del mirar de aquel enorme chico. Quien por cierto no disimulaba lo maravillado que se encontraba con su apariencia. Giró para fijar su vista en él y de forma coqueta sonreírle antes de seguir con su camino.

Murasakibara se sonrojó tenuemente, impactado y sin saber cómo hallarle explicación a esa extraña sensación, no supo cómo definirla hasta percibir el estremecer de su cuerpo, le parecía la persona más bonita con la que pudo haberse cruzado en la gran ciudad.

 

 

 

IMAGEN 1

 

 

 

Le atraía.

– Que linda… – las ropas de fémina engañaron sus ojos sin que este lo sepa: Kimono carmín, obi extravagante, cabello aparentemente recogido, maquillaje blanco en el rostro y por sobre todo, labios rojos.

Adicionando, gracias a que ella se detuvo, una característica en su fisionomía que por cuenta propia jamás  hubiese obtenido. Eran que esos cabellos rojizos lleno de vistosos adornos igualaban a sus ojos.

– Una cereza – susurró al ver partir la menuda figura, esa descripción fue lo primero que se le vino a la cabeza, aquel primor parecía un tierno dulce Cherry.  Trató de ir tras “ella” y lo hubiera logrado de no ser por la voz de Himuro que le encontró.

Adiós al poco agradecimiento que le guardaba.

– Atsushi, te encuentro justo a tiempo ¿dónde andabas? – no llegó ni al punto de reunión por hipnotizarse con tan poco sutil figura que desapareció entre el mar de gente, era una persona pequeña comparada con su solemne estatura.

–Muro-chin~ – gira para verlo y su modo titán se activa, de forma un tanto cómica podía verse la oscuridad saliendo tras él – te aplastaré – siempre fue algo rencoroso, lo dijo tan serio que daba miedo.

– ¿Eh, por qué? –

–No es necesario que lo sepas – su voz no cambia, Himuro debe hacer algo antes de correr peligro.

–Siento mucho haberte sacado de tu cueva pero quería que te distrajeras un poco. Sabes, me encontré con una tienda de dulces muy cerca de aquí. – dijo sonriendo, intentando desviar la aparente crítica situación. 

–Iré a darle un vistazo –Atsushi volvió a su monótono tono de voz, o Himuro es increíble por lograr contrarrestar el enojo de Atsushi o este es muy fácil convencer.

–De verdad que contigo no se puede, Atsushi – suspiro – Debemos darnos prisa, dentro de poco comenzará el evento.  Tengo las entradas ¡Apúrate! – Murasakibara nunca había entendido la razón por el cual su amigo se aficionó tanto por aquellas mujeres de tan coloridos trajes, no al menos hasta que fuese cautivado con tan provocador par de rubís. – Esto va a ser emocionante, es la primera vez que tengo la oportunidad de venir al Miyako Odori, sabías que […] – lo siguiente no pudo escucharlo tan claro porque sencillamente no le prestó atención, Atsushi quería ir tras  la “Cerecita”, sin embargo, esta ya estaba completamente perdida de su campo de visión.

Qué lástima, quizás  no podría volver a verla de nuevo y sin ninguna objeción siguió a Himuro.

 

 

 

[…]

 

 

 

Por otro lado estaba Akashi Seijuro, hermoso joven adulto un año mayor que Atsushi, altura promedio quizás un poco pequeño, piel nívea destacándole su tono rojizo en cabello y ojos. Impresionantemente a su edad lleva tres años como maestro de aspirantes geishas a pesar de ser  un  hokan (geisha masculino) oficial.

La razón del movimiento de ese día tan importante era que dentro del teatro se realizaban las preparaciones para el  último baile del mes. La presencia de Seijuro resaltaba más al darle uso a sus conocimientos y haber ayudado con las prácticas, o mejor dicho, coordinar completamente  lo que sería su primer Miyako Odori al mando.

La historia de nuestro Seijuro no es tan común como muchos pensarían y no por ello dejaba de ser difícil, inclusive triste; al ser hijo único de un padre viudo, fue desprestigiado desde la escuela media por no cumplir con las altas expectativas de asumir el cargo de la administración general de la compañía de su familia: la gran y respetada Corporación Akashi.  

Todo por la sencilla razón de que los sueños de en ese tiempo adolescente, ambicionaban por algo más artístico, estético e inclusive elegante. – “Como mi madre” – le había dicho a Masaomi antes de recibir un fuerte golpe en su blanca mejilla, además de insultos denigrantes hacia su persona por sus aspiraciones. Por si se lo preguntan sí, su madre en vida fue una gran geisha antes de enamorarse y casarse con Akashi Masaomi.

Con el pasar de los años, recordar todo lo ocurrido ya no le afectaba tanto, lo único que retumbaba en su cabeza fue esa palabra. Afeminado, se le había dicho su padre tras dejarle en la soledad de su habitación mientras se sujetaba el rostro tras recibir tal acto de violencia. No era afeminado, desde ese día le enfermaba que le creyeran de esa forma y aguantó la burla de sus compañeros de clase por mucho tiempo, nunca supo cómo se enteraron.

Ingenuos, él podía con lo que su padre le pedía, incluso más si se lo proponía.

En cambio, por primera vez quiso revelarse y le mostró un nuevo anhelo, sólo eso. Nadie manejaría su vida como lo hicieron con ella. Por lo tanto, casi finalizando la escuela media al par de iniciar su carrera universitaria comenzó a someterse al entrenamiento con el deseo de ser uno de los pocos hokan en la actualidad.  Fue una etapa difícil a pesar de ser siempre hábil con lo que le pusieran enfrente, consecuencia de la estricta filosofía de su padre al tener que ser el mejor en todo.

Al entrar en ese mundo no todo fue tan sencillo como se esperaba, por supuesto que con ayuda de una One-san experimentada y la ayuda económica de una Oka-san, aprendió desde tocar instrumentos tradicionales como el shamisen, el shakuhachi (flauta de bambú) y el taiko (tambor),  igualmente a tener noción en canciones tradicionales. Además de ganar experiencia en baile clásico japonés, ceremonia del té, ikebana, literatura, y poesía. Inclusive pudo aprender perfectamente cómo seguir con la compleja tradición de elegir y usar kimono y, obviamente el tratar con los clientes.

Todo lo anterior no era el problema, se podría decir que los conflictos iniciaron debido a que tanta perfección abrumaba a sus compañeras, quienes celosas de su carisma y habilidad trataron de hacerlo rendir. Cabe destacar que con una técnica muy cliché, estas féminas decidieron que Seijuro sería el punto para desencadenar su rabia mediante acosos y amenazas. Por supuesto, aquello sólo se llevó a cabo por un tiempo para asegurar evidencia suficiente, después el mismo Akashi puso un alto absoluto ¿Cómo? Eso no se sabrá.

Sinceramente a su parecer ese odio era casi irracional, es decir, las geishas mujeres eran fácilmente contratadas para asistir a fiestas, casas de té o tradicionales restaurantes japoneses. Por supuesto, el cliente llama a la asociación de geishas para administrar los horarios y citas de las señoritas. Por si acaso se aclara, la expectativa con respecto a la profesión de una geisha como sexo servidora rotunda solamente en el extranjero y uno que otro asunto en su historia;  los servicios de una geisha incluían coquetear, más nunca actividad sexual. Al menos en la actualidad, una geisha no es pagada por satisfacer a un hombre en ese aspecto – los servicios no son una exclusividad para el género masculino – aunque algunas pueden elegir tener sexo con algún cliente aun dentro de su rol como tal.

El trabajo de un hokan no incluía lo anterior en ningún sentido. Por supuesto que el distrito era pícaro en ese aspecto, más nunca ha trabajado en el distrito rojo y no le importaba no hacerlo, estaba consciente que la demanda de sus servicios era casi nula debido a la popularidad de sus compañeras, incluso podría decirse que un extranjero no sabría de su existencia sin estudiar un poco. Pero eso no era excusa para llegar a esas consecuencias. Lamentablemente eso no quitaba el hecho de que a pesar de ser el mejor en todo durante los entrenamientos, en el mundo laboral son otros sucesos, mismo motivo le hizo encontrar su verdadera vocación, ser maestro en la escuela Karyukai o más sencillo, formar dignas geishas a la imagen de su motivación.  Lo logró por supuesto.

 

Sin desviarnos mucho del tema, dejando su pasado y regresando un par de horas antes de encontrarse por primera vez con quien menos pensaba, debía concentrarse en el evento; era obvio que sería un día ajetreado, caminaba de un lado a otro ayudando a las geikos y maikos principalmente con sus atuendos, desde el kimono hasta los adornos en la cabeza, normalmente estas se maquillaba solas pero siempre necesitan ayuda en algún aspecto. Todo iba como lo planeado hasta que escuchó un estruendo anteponiendo malas noticias.  

 – ¡Discúlpeme, discúlpeme! – junto a compañía se aproximó hasta el sitio de dónde provino el fuerte sonido, encontrándose con una maiko de rodillas con la cabeza hasta el suelo pidiendo disculpas una y otra vez a una geiko un poco angustiada con un moretón en el pie y tobillo izquierdo.

– ¿Qué fue lo que ocurrió? –

–Akashi-Sensei – la arrepentida se desprendió del piso para verle estallando en llanto – yo no quería, fue un accidente…  – sus siguientes palabras no fueron descifrables, los hipidos no le dejaban hablar con claridad, mucho menos entenderle.

– No llores – se acerca y agacha a la altura de esta – explíquenme lo que ocurre – dijo mirándolas.

–Yo, estaba ayudando a ensayar el turno de Reiko nee-san  y […] – hipido.

–Ya no llores – interpuso la afectada – lo siento mucho Akashi-San, Mei-chan no está acostumbrada a usar los okobos (altísimos zuecos negros que sólo usan las maikos) pisó sin querer su kimono, perdió el equilibrio cayendo sobre mí y pisándome un pie al intentar levantarse, el desguince en el tobillo me lo hice al caer. Todo fue un accidente – por supuesto que fue un evento inesperado, lamentablemente no por ello dejaba de ser un problema. Suspiró con frustración, todas sabían las condiciones con las que trabajaba y el  silencio lo confirmaba.

–Entienden lo que está ocurriendo, ¿verdad? – nadie respondió, no querían enfrentarse por lo mismo. Akashi normalmente mantenía una actitud amable con todas, pero ello no quita el hecho de que debía ser un profesor estricto y como instructor lo es aún más, las miró con molestia por igual. En primera, no debían continuar dichos ensayos cuando las prácticas ya finalizaron; segundo, todo se estaba yendo al desastre, él no siempre puede estar viendo por todas, estas debían valerse por sí mismas en cuestiones de cuidarse por su cuenta y tercero, una de las actuaciones principales estaba a cargo de Reiko. Dónde encontraría a otra persona para cubrirlo, era casi imposible con el tiempo restante; el evento comenzaría dentro de poco y no contaba con alguien que supiese la actuación de esta chica o mínimo tuviera memoria flash para aprender los movimientos tan rápido.  

–Por lo pronto, Reiko-san debe ir a la enfermería y atender esa lesión lo antes posible “No se puede contar con un reemplazo tan pronto” –  si alguna vez te ha ocurrido una situación sin punto de retorno y por tu cabeza pasan soluciones imposibles, ese era el estado de Seijuro mientras ayudaba a la lesionada a levantarse y apoyarse con alguien del staff.

–Esto, Sensei y por qué no […] – en intervención entra Momoi, geiko con característico cabello rosa y kimono negro – […] usted  toma ese papel, sabe la rutina y sólo sería cuestión de maquillaje y ropa – eso fue todo lo que dijo, era cierto. Todas estaban de acuerdo, quién más sino el mismo maestro era la solución.

– ¡No es necesario! – Desde una cierta distancia pudo escucharse el grito de Reiko ante su oposición, por orgullo más que nada, no quería ser reemplazada por un hombre – yo puedo hacerlo, es solo un pisotón – forcejea contra el tipo del staff y al querer caminar para demostrar su estado el resultado fue equivocado.  

–Reiko-san, por favor dejé que Akashi-Sensei haga el acto – Momoi era una geiko de la misma generación de Akashi y por tanto su amiga, sabe lo importante que es el evento para todos y no por un capricho dejaría pasar la oportunidad de poder proseguirlo.

–No, por favor… yo puedo  – por supuesto que no se rendiría tan fácil, la opción no le favorece, lamentablemente para ella debe ceder su acto.

–Entiendo lo importante que es este baile para usted Reiko-san pero, no debería lastimarse más, es por su bien y del Miyako Odori  – con lo dicho no hubo replicas que retuviesen el acuerdo, desde su punto de vista muchas de las chicas lo veían como un brillo extraño en los ojos, por donde se viese estaba acorralado.

Tanta pasión a su trabajo puede ocasionarle problemas.

 

***

 

–Qué curioso que tengas que lucir el símbolo de tu cuello como de geiko, que los adornos y el peinado sean de maiko a pesar de ser un hokan– Solos en el camerino, Momoi arreglaba a Seijuro con profesionalismo.

–A pesar de que tú lo sugeriste tienes el descaro de decirme eso hasta ahora, de todas formas no había otra opción, este acto es presentado por una geiko, no hay más vestuario, el tiempo corre, no quiero ir a comprar algo cuando sé que llegará tarde y por sobre todo no me serán útiles nuevamente–

– Sabes, pudiste dármelos como regalos – como siempre buscándole lo positivo mientras le muestra su sonrisa socarrona, se conocían de mucho tiempo por lo que no les importaba hablarse menos formal si no hay nadie alrededor.

A consecuencia de su cercanía, el cambio de imagen de Seijuro fue una exclusividad para Momoi. El maquillaje estaría completo con los últimos toques de los pinceles pasando por sus labios, dándole el característico color rojo y el negro contornando sus ojos, afilándolos.

Si no fuese un hokan sería considerado como un pervertido al vestir de esa forma y aunque ese nunca fuese su caso, no le molestaba o extrañaba. Era parte de su trabajo y aun sin ser un actor kabuki se dejó vestir como una hermosa e imponente cortesana.

– Por suerte encontramos la peluca con tu tono de cabello, Sei-chan – ciertamente no quedaba mucho del vestuario auxiliar de la escuela, por lo que Momoi le prestó uno de sus kimonos favoritos, el obi, los accesorios antiguos; absolutamente todo era de ella. Y quizás no fuesen tan cercanos como se creía, ello no quitaba el hecho de que Seijuro siempre fue el apoyo de Momoi cuando le pidió ayuda en los entrenamientos, además de que esta mujer fue su cómplice en muchas cosas, sin contar que eran compañeros de abuso, no por hacerlo, más bien por recibirlo. Ambos eran víctimas de maltrato por parte de las demás estudiantes por un tiempo antes del alto absoluto, la razón es obvia, Akashi por un ser hombre habilidoso y ella por su belleza natural de mujer.

– Te vez tan encantador que con sólo pensar en la cara de Reiko cuando te vea me hará reír – lo dijo con malicia, por más que estimara a sus colegas si estas no conocían el nombre de Akashi Seijuro, aún les faltaba camino por recorrer.

–No es como si lo hiciera a propósito, ellas son siempre responsables de su cuerpo, si se cuidaran mejor y me obedecieran, nada de esto hubiese pasado – a veces lo estricto se reflejaba en serio rostro.

–Cierto, al no ser el instructor de muchas de ellas sólo creen que no sabes lo que haces, no eres profesor  por nada –

–Diría que eso no me importa pero sería mentir, querer ser el mejor maestro cuando tus estudiantes no confían en ti como su asesor solo aumenta la complejidad con la que aceptaran mis observaciones–

–Pero estoy segura que con este acto se darán cuenta de lo “perfecto” que eres– bromea.

– Lamento robarles el protagónico – siguiendo la corriente.

–Aunque la verdad es que si fueras tú el que lo hiciera, no me importaría, Sei-chan – lo dijo tan segura que a Seijuro no le gustó.

–No, cada una de ustedes tiene su propio talento al igual que fueron dotadas con un bello rostro, sería una molestia acaparar toda la atención cuando ustedes también están esforzándose por una buena actuación, principalmente tu Satsuki –

–Gracias por el alago, lo siento Sei-chan sé que te desagrada la idea pero es cierto,  con maquillaje tu podrías superar la belleza de cualquiera, si no me crees mírate – haciéndose a un lado, Momoi le mostro su verdadera silueta en el espejo, comprendiendo el porqué de tanta adulación por parte de su amiga. No quería ser narcisista pero para su lamento era cierto: los accesorios, un peinado bien realizado, el maquillaje y el kimono.

Le hicieron viajar por su pasado y recordó esa vieja foto en el álbum que está en la casa de su padre, ser la copia de su difunta madre lo hacían precioso, baja la mirada con vergüenza, no quería hipnotizarse con esa imagen; la persona que se reflejaba no era él ni mucho menos su madre, ponía en duda su masculinidad y le daba miedo.

– ¿Lo ves?  Eres encantador – Seijuro no respondió y esta sonrió por percatarse de que el pelirrojo se hallaba un poco angustiado, Momoi sabía el largo y angustioso camino por el que ha caminado su amigo, por ello sólo se le ocurrió distraerlo un poco. – Aún queda algo de tiempo, qué te parece si al terminar de arreglarte damos un pequeño paseo para tomar aire –

–No suena tan mal… – Seijuro no le prestaba atención, respondió por inercia.

 

Por supuesto que tomaron ese paseo y luego se arrepintió tras haberse desconectado un rato; si de por si con su aspecto de hombre podía capturar miradas de las señoritas. Ahora con ese aspecto atraía por igual a ambos géneros, era mucho esfuerzo por soportar. Al pasar de los minutos optó por rendirse con querer pasar desapercibido, irguió la espalda, respiró hondo y manteniendo un buen porte soportaba caminar solo. Así es,  Momoi le jugó una pequeña broma al dejarlo a su libre albedrío con la mala excusa de acostumbrarse al ambiente. Estuvo preguntándose cómo no se opuso a tal sugerencia de paseo en su mente cuando de repente sintió esa presencia.

 

 

 

¿Eh?

 

 

 

 

Quizás no fue tan malo haberse quedado solo entre desconocidos, pudo ver como alguien caía prácticamente encantado por su figura travestida, sintió su ego alzarse hasta el cielo.  Alto y de buen ver, no le molestó hacerle una travesura al mostrarle una sonrisa con significado misterioso e irse dejándole con la incógnita, nunca esperó que ese pequeño pero significativo cruce comenzara a mostrarle una serie de confusos y extraños sentimientos.

 

 

 

[…]

 

 

 

En el tiempo actual un hermoso escenario estaba listo, repleto de turistas y originarios de la región quienes ansiosos esperaban a que el espectáculo diera comienzo. Una prueba de sonido y dentro de poco todo daría inicio.

Sin tardar más, el particular tono de las cuerdas del shamisen resuena por toda la sala, el retumbar del taiko y el silbido de shakuhachi;  juntos creaban armonía con la melodía que entonaban, adicionándose a las voces que cantaban al estilo tradicional, todo ello impregnando el silencio del público. Hermosas geikos maduras movían los dedos para generar una tradicional música de entrada. Comenzando con un baile en donde muchas de estas señoritas se contoneaban de un lado a otro su característico abanico con radiantes movimientos, una buena coreografía junto a la excelente coordinación. Seijuro tras escena se sintió realizado, sonreía por lo orgulloso que se sentía al ver el fruto de tanto esfuerzo por parte de todas. Él no saldría junto a ellas, su única presentación será individual.

Terminando la presentación comprendió que hasta el profesor podía percibir los nervios, la ansiedad por enfrentarse a tanta gente desconocida a base de un baile, esperando inconscientemente que por lo mínimo todo parara tras un apagón y evitar las miradas que le seguirían en sus movimientos.

 

 

Transportándonos hacia otra perspectiva y no menos importante, Atsushi sólo veía moverse a esas geikos de un lado a otro mientras esperaba que otra de esas mismas mujeres le robara la atención – como la Cerecita – y poder disfrutar el show. Por otra parte, Himuro estuvo ansiando durante todo el camino poder sacar algún video o fotografía desde que llegó pero, se lo prohibieron por estar adelante, es una lástima que recordará este momento sólo en su mente.  

– A pesar de que pagué bastante por los boletos y una buena cámara. Pensar que no me dejarán grabar ni un poco, duele – su billetera estaba llorando lágrimas de sangre al quedarse sin mucho efectivo. Aunque quisiera plasmar ese momento para siempre en su cámara digital, las reglas de los asientos de adelante eran claras, si se imponía lo sacarían por alterar el orden y sencillamente perdería  su dinero.

– Aquí no es América, Muro-chin –

– Con lo hermosas que son, es un desperdicio… tendré que conformarme con un simple recuerdo no gráfico hasta al final –

– ¿Estás escuchando? Desperdicio es que a pesar de que compre muchas frituras no me dejen comerlas aquí –

–Puedes comértelas en otro momento, por el contrario yo sólo podré sacarme fotos con el teatro – Entre susurros continuaron las conversaciones, Atsushi ya estaba por caerse dormido por lo aburrido que era el baile. Después de su Cerecita,  no encontraba nada con que entretenerse, además de que sufría de hambre.

 

 

 

Con forme avanzaban los minutos disminuían el número de coreografías en grupos, dando comienzo a las presentaciones de teatro y casi a lo último, el turno de Seijuro se acercaba cada vez más. Tomaba uno de dos abanicos con los que contaba, abriéndolo y cerrándolo a cada que podía para relajarse. Inclusive el más capaz podía conseguir ponerse en ese estado, por ello caminaba de un lado a otro con el corazón latiendo en un ritmo acelerado, tratando con todo su empeño por tranquilizar su mente y su cuerpo.  Respiraba profundo y exhalaba, repitiendo el proceso en varias ocasiones.

–Todo estará bien, Sei-chan – Momoi a su lado había finalizado con su turno hace poco – no es la primera vez que haces una presentación – era cierto, aun así la situación era un poco diferente en cuestiones de masa. Él en alguna y rara ocasión pudo dar presentaciones como hokan en una fiesta privada, pero sólo tocando el shamisen y donde sólo asistían no más que una docena de personas de forma aproximada. Además de que sólo bailaba con sus alumnas para indicarles algunos pasos complejos. Sin embargo.

–Estoy vestido de mujer, si alguien lo nota antes de que termine el baile –

–Nadie puede anticipar eso, ni siquiera podrán pensarlo, eres sumamente cautivador con esa apariencia de doncella – ese fue un golpe bajo, para un hombre eso no era para nada un elogio.  

–No digas “doncella”, insultas mi hombría – su voz denotaba lo ofendido que se hallaba, causándole un leve sonrisa a la chica.

–Lo siento no puedo evitarlo; sé que eres muy masculino Sei-chan pero por ahora eres tan bello como una chica –

– […] – callado, no quería admitir que era cierto. El espejo no miente.

–Todo saldrá bien, sólo haz lo de siempre y déjate llevar –

Algunas palabras de aliento por parte de todas las geikos – algunas probablemente por burla – y maikos que se encontraban tras escena, le brindaron la suficiente confianza como para caminar con naturalidad por el escenario y pararse en posición antes de que iniciasen la música. Sintió la pesada carga de atraer las miradas de muchos y muchas quienes se deslumbraban por tan elegante presencia.

Entre tanta multitud, un Atsushi aturdido miraba deslumbrado, remarcar que el desgraciado tenía suerte no podía estar de más; volvió a ver a tan encantadora cerecilla en tan poco lapsus de tiempo que se sintió el hombre más afortunado del mundo. De nuevo, como si en cámara lenta se tratase, verle caminar de pajarillo fue tan gracioso y cautivador. Quizás la música no era de su agrado pero eso era lo de menos, sus ojos le perseguían a cada gesto, cada movimiento lo dejaba maravillado. Seijuro se deslizaba con naturalidad inapelable que enseguida el joven de cabellos morados ya había comenzado a ganar posibles contrincantes.

–Su ropa, pareciera que fue vestida con los restos: el símbolo en la parte de atrás de su cuello y el kimono dice que es geiko, más el peinado y los arreglos de este son de maiko. ¿Qué es realidad? – Himuro comentaba y al igual que su alto compañero miraba danzar a Seijuro. – Bueno, su baile es bueno y muy delicado en muchos aspectos –

No escuchó nada de lo anterior, su atención estaba fija hacia adelante, no sabía si lo que sentía era mucho más que simple atracción pero lo averiguaría, se perdía en cada movimiento. Su cerecita se contoneaba con tiernos giros y se detenía en curiosas poses, la música seguía sus pasos a coro de tradicionales voces. Sacando ambos abanicos para dictar otros movimientos que corría entre lo similar a los anteriores. Aun así, el toque de gracia era su particular manera de coquetear con la mirada a todo su público, ya sea de manera consiente o no, lograba el objetivo de que no le despegaran la vista.

 

 

“De nuevo”

 

 

Fue un instante, Seijuro se asustó al sentir esa mirada más pesada que las otras y tuvo que confirmarlo. Fue fácil reconocerlo; se encontraron, sólo fueron algunos segundos en una nueva pausa a su rutina y de repente algo pasó. Atsushi bendijo su altura que llamó la atención de tan particular bailarín y este quien no le despegaba los ojos. Descaradamente lo tenía en mira e intoxicándose con la intensa atención de ese hombre, se transformó en alguien más. Dedicándole sus movimientos, demostrando al público y a esa persona que él contenía en su interior talento nato.  

–Hermosa~  – Atsushi susurro más para sí mismo. 

–Te pegó duro amigo – Himuro se burló, era extraño ver a ese sujeto tan embobado a algo que no sea comestible – no te culpo, de verdad que es una belleza. Lástima que no podrías ni entablar conversación con ella – Como balde de agua fría le cayó sobre sí.

Maldita sea, era cierto.

Su experiencia con las mujeres era inversamente proporcional a lo que sabía de pasteles, sus posibilidades de siquiera acercase eran casi nulas.  Lo sabía, pero…

–No me rendiré tan fácil, Muro-chin –

–Ya veo, te deseo suerte mucha… no, muchísima suerte – para Himuro sonaba como una broma, hasta que observo la determinación de su amigo.

–Lo haré – Atsushi estaba convencido, no había marcha atrás. Siguiéndole la corriente a esos traviesos ojos sentía la necesidad de rogar por que el tiempo marchara lento. Lo lamentable fue que así como inició así terminó, Seijuro mostraba su última pose ante la multitud cuando el telón bajó por completo, dándole una última sonrisa coqueta a un embobado Atsushi.

 

 

Una vez escondido recobró la conciencia, su rostro igualo al color de sus cabellos, mismo que no se notarían por el exceso de maquillaje. ¿Qué locura ha hecho? Estuvo actuando como una mujer cortejando a un hombre desconocido con la mirada. Él en definitiva no era ese tipo de persona, quería correr al camerino para quitarse todo ese atuendo que confundía su personalidad. Nunca volver a ver a esa persona y que esta no le reconociera por su aspecto de hombre, era lo mejor.

– ¡Eso fue espectacular, Sei-chan! – a un lado del escenario sale su amiga felicitándolo por tan fabuloso acto que seguramente dejó a más de una persona con la boca abierta.

–Quiero quitarme todo esto, ayúdame por favor, Satsuki – su presentación terminó, esa ropa cumplió con su misión, ya no la necesitaba puesta.

– ¡Eh! Pero aún no hemos terminado, queda la sección de fotos del final – se le olvidó un detalle al perecer.

–“¿Este día puede empeorar?” está bien, entonces será luego… – daba un suspiro cansado, por ahora debía esperar y jamás volvería a pasar por lo mismo, no le gustaba sentirse fuera de sí, esa sería la primera y última vez que contaría con esa apariencia.

 

 

 

         […]

 

                                                      

                   

La conmoción en el público comenzaba a disminuir, cada grupo de personas se dispersaba por el rumbo a seguir, de forma oficial el festival había concluido. Con amabilidad un par de geishas (maiko y geiko) despedían cordialmente a las personas sin recibir respuestas, agradeciendo la presencia de estos a la celebración de la primavera un año más.

Precisamente ahí,  a unos cuantos metros de ese lugar, Atsushi entraba en controversia con respecto a lo que sería el primer paso para acercarse a “la joven” que le gustaba. La figura de dicha persona no era la misma a las de esas mujeres que con amabilidad sonreían en la entrada del teatro, lo que hará a continuación puede tomarse como la parte más sencilla de su estrategia: conseguir el nombre del lugar donde la supuesta geiko trabajaba.

A su lado se encontraba Himuro, se burlaba en su interior por el actuar tan extraño de su amigo, aguantando las ganas de soltarse de carcajadas y darle la confianza necesaria. 

–Tú puedes, vamos – un empujón y este se mueve sin vacilar hasta el par de señoritas que sin esperar ser el blanco de Atsushi le miran sorprendidas debido a su gran estatura. 

 

–Esto, todas – sin ni un “buenas tardes.” Atsushi fue tan directo que no se percató de ese detalle, traga seco ante los nervios, por el amor de dios, él nunca había cruzado palabras con una mujer por iniciativa y menos con algún objetivo personal.

– ¿Si? – estas melosas sonrieron por lo apuesto que era el joven que les hablaba.

 – ¿Todas las seño-ñoritas que par-participaron hoy son sus compañeras? – tartamudeando trató de hablar lo más rápido que pudo sin cuatropearse.

– ¡Oh! – respondieron en sincronía con gran sonrisa, hasta que la bella señorita de rosáceos cabellos. Exacto, era Momoi la que continuaría con la conversación – En efecto señor, cada geiko y maiko que participó durante el festival provienen de la misma asociación ¿requiere de algo más? –un pequeño silencio fue lo que aconteció, al parecer Atsushi aun dudaba un poco. ¡Tonto, recuerda que no hay marcha atrás!

–Sí, si no es mucha molestia ¿Podrías darme alguna tarjeta con el nombre y número telefónico del local? – la cara de estupefacción por ambas mujeres fue épico; el que alguien requiera dicha información y la pida de forma personal fuera del local no es algo de todos los días.

Normalmente ellas daban esas tarjetas al final de una presentación para otras personas – que no sea el anfitrión de la fiesta– para que sin temor requieran sus servicios.

– ¡Claro, con mucho gusto! Mei-chan, ¿podrías ir por ellas? –

– ¡Sí, Momoi nee-san! – la joven maiko fue caminando lo más rápido que pudo, va por las tarjetas que sobraron, tratando de no tropezarse de nuevo con sus okobos.

–Por lo que puedo descifrar, la presentación fue un éxito si con tanto esmero viene a preguntar por el servicio – con tal de no hacer sentir incomodo a Atsushi, Momoi opta por dar un poco de publicidad o al  menos algo parecido. 

–Si – mentira, el sólo admiró la presentación completa de una sola persona.

–Me alegro de oír eso – sonríe radiante y el otro asiente.

– Esto – Recuperando su fuerza de voluntad, la mira directo a los ojos – ¿puedo preguntar por el nombre de alguien en particular, sin que tenga que ver por el servicio? – la idea siempre fue esa, querer saber acerca de la cerecita.

–Bueno, mis más sinceras disculpas. No puedo revelar información personal de ninguna de las chicas por seguridad, lo siento – era ética profesional, no contaría con ello si anduviese divulgando datos personales de sus colegas. Sin embargo, su sexto sentido siempre tenía la razón y esa misma le decía que ese sujeto no era un mal tipo, la expresión de total desilusión que le mostró le exprimió el corazón, ese chico cayó ante los suaves movimientos de una geisha. –Aunque puede especificar a quien quiere que le atienda por su apariencia, todas nos reconocemos bastante… sólo debe solicitarlo a través de una llamada a la asociación.  Si ella quiere decir algo de su interés fuera del trabajo es otra cosa. – y con ello regresaba la esperanza.

–Entonces, si quiero a la Cerecita ¿Ella me atenderá, verdad? – Momoi casi se atraganta con su propia saliva, no sabía si reír o preocuparse, era obvio a quién buscaba Atsushi con ese pequeño pero significativo adjetivo; la Cerecita es Seijuro.

– ¿Cerecita? –

– ¡Ah! Siento decirle así pero, a ella le encaja muy bien ese sobrenombre, en particular cuando la vi. Kimono, cabellos, ojos y labios;  todo era de color rojo, aunque una fresa también podría ser – desviando sus ojos hacia el cielo, regresa a su mente la imagen de esa dama danzando en el escenario entre elegantes y perfectos giros junto a abanicos.

 

 

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–Sei-chan – Susurró no muy leve, fue un impulso ante la impresión. Tapando su boca por el inoportuno hablar. Atsushi la mira impresionado, contento y agradecido.

–Sei-chan… si ese es su seudónimo ya no tengo porqué llamarle “Cerecita”. –

– ¡No! “Que tonta, Seijuro me va a matar”  por favor no la molestes. –

–Jamás haría eso, haré las cosas bien – en ese momento regresa la joven Mei con la tarjeta en manos.

–Aquí tiene señor – Mei, inclinándose a unos veinticinco grados le hace entrega de ese pequeño cartoncillo.

–Muchas gracias – repitiendo los movimientos de la maiko, toma la tarjeta. – con su permiso me retiro. – Atsushi da media vuelta y busca regresar con Himuro pero antes.

–Por favor, no acoses a la Cerecita, te lo suplico – estaba asustada a pesar de haberle gustado decir “Cerecita”.

–Ya lo dije, no haría algo que le hiciera daño. No te preocupes. – ese no era el problema, Momoi no podía decirle que esa geisha que le hipnotizó era un hokan, un hombre. Sin hallar la manera de contener la curiosidad de Atsushi le deja ir.  

“Esto es malo, Seijuro en definitiva me clavará las tijeras en el cuello”  Mei-chan, consígueme lápiz y papel, por favor. Comenzaré a redactar mi corto testamento…–  

–Qué cosas tan curiosas dice,  Momoi nee-san – 

 

 

 

 

 

 

Mientras tanto, Seijuro hastiado de todo, regresa a su departamento sin tener la oportunidad de quitarse el vestuario y mucho menos el maquillaje, mañana lo devolvería integro, no hay problema. Fue un día bastante ajetreado, después de las miles de fotografías, bailes y demás cosas que requerían de su presencia y,  participación. El cansancio le estaba haciendo caer directo en su cama, fue un martirio con sólo pensar que tendría que cambiarse antes de arruinar el delicado vestuario.

Con lentitud comenzó a despojarse de toda la ropa, el obi fue lo primero que desató y dejó caer. Continuando con cuidado de no revolver ni un poco cabello artificial de la peluca. Antes de seguir, detuvo a mirarse desnudarse frente al espejo tamaño completo y mirarse de nuevo con el poco atuendo que le quedaba. Era casi irreconocible a su parecer, nadie se percató de su verdadera identidad salvo las personas que le vieron transformándose y quedar impactadas por el cambio. Tocando su rostro pintado y palpando el lienzo del kimono, era tan suave y olía tan bien, muy propio de una dama, se sintió extraño, recordando las pesadas miradas sobre él aún sin saber que este participaría en el escenario.

En algún momento, ya sea consiente o no, su ego se elevaba por saber que su belleza igualaba a la de una mujer. Tuvo la atención que tanto esperaba, sin que hubiese algo de por medio.

–Esa persona no soy yo – no debía importarle, se lo repetía constantemente, sabe que se vistió de esa forma por una emergencia. Pero en una parte muy profunda se su ser pensaba que quizás habían más opciones y no era necesario sufrir ese cambio. – El cansancio me está afectando – decidió que era mejor alejarse de ese refractor, fue directo al baño para quitarse el maquillaje y darse una merecida ducha. Al finalizar se movió hacia otro lado de su habitación y quedó con su figura masculina hundida en la oscuridad de la noche que recelosa guardaba el secreto de su travestismo temporal. Dormir es su única salvación por ahora.

Al recostar su cansado cuerpo, como si fuese un flashback retoma todo lo que ocurrió durante aquel  día, pero principalmente a ese hombre alto que le miraba como si de una deidad se tratase.

Inusuales ojos amatistas, no sabía si tener miedo a que ese sujeto le tomara algo serio o sencillamente pasarlo por alto y olvidar, tenía todo el derecho, el problema era que no salía de su cabeza. ¿Acaso fue hechizado? No lo sabía, no quería sentirlo importante, ese tipo se fijó en la apariencia de una mujer que no existe. Probablemente eso fue un golpe a su orgullo pero era la realidad; él es hombre, jamás podría permitirle serle atractivo a alguien que cayó ante unos ojos delineados y labios pintados, esa persona no podría aceptar la misma realidad.

–“Es una lástima, parecía alguien interesante para conversar”

 

 

 

[…]

 

 

 

En la cocina de un hotel justo en la preparación del almuerzo, Atsushi papaloteaba por toda la cocina, ha tenido una llamada de atención pero sigue en el mismo estado.  Entre sus manos había trastes a medio lavar, que desde que llegó no había terminado. Sus compañeros le miraban algo preocupados, esa actitud era extraña; puede que Atsushi no fuese el más vivo en sus horas de trabajo pero siempre se mantenía activo al menos durante las situaciones que lo ameritaban como lo sería su empleo.

El motivo de su desconcentración radicaba en que el paradero de la cerecita seguía hábil, consecutivamente ha paseado por algunos días en el distrito Gion donde de forma casual te encontrarías con varias geishas caminando con naturalidad, no obstante, la persona que busca con desesperación no la encontrado por ningún lado, pareciese que la tierra la hubiese tragado.

Lo irónico era que incluso vio caminar muy campante a la mujer de rosada cabellera que muy amablemente mando a buscar la tarjeta de su asociación, no trató de hablarle de nuevo. Su último recurso sería solicitar los servicios de una geisha. No quería conversar con la Cerecita obligada por su trabajo, pero no por ello se rendiría tan rápido, ansiaba encontrarla por la calle y entablar una amena conversación, conocerla e invitarle algo dulce. Sin embargo, luego de eso ha pasado cinco días.

–Murasakibara-san ¿Se encuentra bien? – esa voz le hace vacilar, la persona que le pregunta es un hombre más joven que él, sino mal recuerda su nombre: Izuki Shun. Recientemente contratado para lavar los trastes, justo ahora Atsushi estaba invadiendo parte del trabajo de ese chicho.

– ¿Ah? Si… – en realidad no le estaba prestando atención.

–Déjeme encargarme de los platos, aún hay pedidos – reconoció que su rol no encajaba entre la espuma con olor a detergente de limón, desalojó el espacio invadido y fue directo hacia la parte de la cocina que le correspondía a comenzar con lo que en verdad debía hacer: repostería.

Por lo menos tenía los preparativos como para iniciar con los postres que se colocarán en las vitrinas. No le quedaba mucho tiempo y en efecto tendría problemas por no contar con la cabeza en el trabajo. Bien, entre más lo pensara no acabaría, a cocinar se ha dicho.

 

 

Por un milagro pudo terminar ajustándose a los pedidos retrasados sin que le quisieran arrancar la cabeza, por suerte tuvo gente paciente que esperaba el postre. Tenía crema de pastel hasta en el cabello por la rapidez con la que tuvo que hacer los comunes pasteles de fresa. Buscó una silla para respirar tras la estampida y vio que alguien en particular avanzaba hacia él.

Que flojera.

–Buen trabajo, por esta vez te salvaste Murasakibara-kun, sin embargo, si vuelve a pasar lo mismo y lo arruinas,  tu empleo no será lo único que volará ¿Quedamos claro? –

–Sí, lo siento Masako-san – su jefa, Masako Araki. No podía ponerle un diminutivo a su nombre ni mucho menos agregarle el “chin”, esa mujer es el chef y demonio en turno que le reprimía su conducta. Aunque era molesto debía aceptar que se lo merecía, una inclinación era lo mínimo que mostraría por sus errores – No volverá a ocurrir –

–Eso espero Murasakibara-kun –

–Se lo aseguro chef – La mujer se veía cabreada mientras se aleja, dejándolo entre cuchicheos del personal, no lo considera como humillación, la razón de que está un poco molesto es por los comentarios fuera de lugar que escuchaba claramente por parte de sus compañeros con más experiencia. Por lo menos su turno terminará antes de lo esperado.

En el casillero deja por obligación el uniforme de cocina, la típica casaca blanca de botones,  desatando la coleta que le ayudaba a que su cabello largo no le estorbara, toma la maleta donde carga desde llaves, dinero, entre más cosas y se retira.

Terminó más agotado de lo que creía, ansiaba ver de nuevo a la Cerecita, pero no tenía muchas energías para volver a caminar sin rumbo entre las calles de Gion. Su método  de búsqueda fallaba en su cometido. Tal vez tenía que llamar a esa asociación aun sin quererlo, la paciencia se le agotaba y la desesperación de volver a verla le estaba ganando. Lo increíble fue que a pesar de su cuerpo cansado, su mente fue capaz de hacerlo moverse y sentarse frente a una tienda de dangos.

Por dónde debía caminar primero, no sin antes comer una orden de dulces dangos.

 

 

 

[…]

 

 

 

 

Suave sonido del shamisen, las clases de danza continuaban en la escuela Karyukai, jóvenes maikos se movían con suavidad junto a sus abanicos, Akashi caminaba entre las señoritas para verles bailar desde un punto de vista catedrático, a cualquier error podría escucharse un “tac” por el leve pero firme golpecito en las manos con un abanico ajeno al no hacerlo bien.

– ¡Auch! Akashi-Sensei es muy estricto – murmuro una de las chicas para sí misma mientras se acariciaba la zona lastimada. 

–Si soy suave no aprenderán, una vez más – la Oka-san quien sentada con su fino porte frente a varias señoritas, sólo sonreía por lo bien que el joven maestro enseñaba, orgullosa de este por ser la principal maestra de Seijuro. Las estudiantes siempre esperaban ansiosas por su turno, mostrarle sus avances a su maestro era un honor  con el fin de recibir un alago de él, lo cual era muy difícil. 

– ¡Sei-chan! ¡Oh! Oka-san siento interrumpir – Momoi invade el salón, pero al ver quien estaba ahí especialmente por Seijuro, se inclina considerando su extraña falta de delicadeza.

–Momo-chan, recuerda tus lecciones. Akashi-kun está ocupado, espéralo aquí a mi lado – aquella mujer podría considerársele una gran maestra, sabia y que por generaciones vio crecer de forma profesional a muchas maikos, por tanto contaba con la admiración y respeto de las demás One-san de nueva generación, además de ser la cabecilla de Seijuro para dedicarse a ser instructor.

–Sí, con su permiso – se sienta sobre sus rodillas como dicta la etiqueta japonesa junto a la mujer mayor.

–Mantén el silencio, Momo-chan – dice con seriedad, reprendiéndola de su anterior acción.         

Un par de lecciones y la clase finalizaría por ese día, por mientras sólo era cuestión de tener calma hasta que concluyera. Cuando llegó el momento todo mundo comienza a tomar rumbos distintos, incluso Seijuro tenía planeado ir a comprar algo dulce, no sabía el porqué del antojo y no le interesaba, sólo quería comer algo empalagoso.

–Tan esplendido como siempre, Akashi-kun. No esperaba menos del mejor hokan a mi mando – Oka-san siempre tuvo un favoritismo hacia el excelente estudiante que fue Seijuro en sus tiempos y a este no le afectaba en nada serlo incluso a la fecha.

–No Oka-sama, fue todo gracias a usted, sin mencionar que es un honor que hoy supervisara los ensayos –

–Me sonrojas Akashi-kun, gracias. ¿Cómo ha estado todo? Escuché que el Miyako Odori de este año fue dirigido por ti, lamentablemente no pude ir a verlo, por eso quería saber si todo fue bien directamente de ti – la gran maestra ya era una geiko retirada a causa de una enfermedad terminal. Usualmente, estas no saldrían de su disposición como geishas de forma tan sencilla, el estado de salud de la mujer le obligó a dejarlo, por tanto en esa ocasión sólo había pasado a visitar.

El comentario de la gran Oka-san provocó que diera un ligero brinco, ese día seguía fresco en su memoria, inclusive era imposible olvidarlo, más cuando  recordaba a ese anónimo joven alto. Tras ellos, justo a la vista de Seijuro, Momoi se atragantaba las ganas de reír porque sencillamente sabía todo lo que le había ocurrido con respecto a su apariencia. Ah~ que ganas de degollarle con un buen afilado par de tijeras. Bien, dejando sus sádicos pensamientos retomó la pacífica charla con Oka-san.

– Uhm, como se esperaba, el espectáculo fue bien recibido por el público – una sonrisa resplandeciente aparentemente real.

–Me alegra oír eso, la próxima vez asistiré sin falta –

–Lo espero con ansias, Oka-sama –

–Así será Akashi-kun. Bueno tengo que irme, he tenido mucho tiempo de paseo, las enfermeras pasaran por mí muy pronto, espero volver a vernos – media vuelta – a ti también Momo-chan… recuerda tus lecciones si eres una One-san… adiós y que tengan buen día – les despidió con un gesto amable.

–Que tenga buena partida – una inclinación de noventa grados como se solía despedirse de un maestro, aun sin que la adulta fémina lo detectara y se retira de la pequeña habitación, dejando a la geiko y el hokan en la pose antes dicha.

–Tienes a esa mujer enamorada de ti “tan considerado como siempre, Sei-chan. Esa mujer está muriéndose y tú no preguntaste por su salud”

–No seas grosera, ella es Oka-sama, por tanto nos trata como si fuéramos sus hijos – 

–Era una broma “me pregunto si la relacionas con verdadera madre” eres tan serio Sei-chan... – tratando de bajarle el enojo al pelirrojo, opta por cambiar de tema – en todo caso, yo ya terminé con la clase de shamisen y tú los de kyomai  ¿te parece ir a dar un paseo? Escuche que abrieron una nueva tienda de dangos ¡vayamos a probarlo! – 

– No creo que ahora sea… ¿Dijiste dangos? – recuerda su antojo, de verdad que es raro querer probar lo dulce de un dango acompañado de un té verde o al menos para sus preferencias.

– ¡Sí! Apenas ayer me contó Mei-chan que son muy ricos –

– Está bien, vamos – imaginen la cara de Momoi al escuchar a Seijuro aceptar su propuesta de salida, consternada.  – ¿qué pasa? –

– ¿Quién eres tú y qué le hiciste a Sei-chan? –

–Satsuki… de verdad –  

Dejando sus bromas, tan energética como siempre logró sacar a su amigo. Era feliz conversando con él, aunque nunca pudo alcanzar su grado de lenguaje tipo anciano, podía llevar una interacción normal. Todo estaba en calma mientras ambos iban rumbo a la pequeña y dicha tienda, como un día cualquiera entre esos dos. Una vez cerca del puesto de dangos, Momoi se respingó, no cabía duda de lo que sus ojos veían. ¡No! Que peor momento en que ese chico apareciera, pudo reconocer al instante la silueta de ese gigante sentado frente a la tienda, no sabría cómo llamarlo pero influenciaba problemas, su cabeza rodaría por los escalones del santuario si no le advierte a Seijuro ¿por qué no lo hizo antes? Rayos.

– ¿Te sientes bien, Satsuki? –

–No, digo ¡sí!  Entremos rápido – colocándose tras Seijuro lo empuja hasta entrar a la tienda lo más rápido que podía, evitando a cualquier costo que ese sujeto reconociera al pelirrojo y viceversa.

– ¡Oye! No seas tan brusca, puedo entrar por mi cuenta –

Esa voz, Atsushi abre los ojos, en qué momento fue consumido por el deseo de dormir, bueno eso era lo de menos, el problema fue encontrarse con su reciente orden de dangos caídos al suelo, prácticamente arruinados. ¿Acaso todo el día pasaría de mal en peor? ¡Se acabó! Regresaría a casa. Al intentar levantarse entro en shock;  maldito destino, en verdad maldito. Justo cuando tiraba la toalla ese tono rojo le roba la atención al pasar a su lado, un poco menos llamativo debido al color verde oscuro y gris de su kimono de hombre.

 

¡Hombre!

 

Volteando vio a una pareja, Atsushi lo supo en un instante, esa mujer es la misma que con la que habló al final del Miyako Odori, vestida con otro kimono, claro. Pero era obvio que era ella por ser la única con el cabello rosa y a su lado iba ese joven.

 

 

 

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Adorable, no. Ciertamente hermoso pero su rostro no es infantil, más bien desprendía sensualidad hasta en su forma de pararse y sonreír por cortesía. Qué le ocurría, nunca le ha atraído ni siquiera agradado el color rojo, era muy llamativo para su gusto en particular, sin embargo, a esas personas que les quedaban como anillo al dedo le parecían muy atrayentes. Se sonrojó, Atsushi se acaba de sonrojar, si por acechar le ocurrió aquello optó por dejar de hacerlo y por puro instinto se escondió o al menos lo intentó, su altura no ayuda en esas ocasiones. ¿En qué rayos piensa? le atrae el hombre, no la mujer.

– ¡Bienvenidos! – un anciano salió para atender a Seijuro y a Momoi.

Oji-san, nos da una orden de dangos, lo más pronto que pueda por favor –

– ¡Si, a la orden! – tras la respuesta, Momoi está desesperada, quiere irse pronto y hablar con el pelirrojo.

– ¿Cuál es tu problema? No llevamos nada de prisa – Por otro lado, Seijuro estaba hasta un poco extrañado por la extraña forma de ser por parte de Momoi, es decir, siempre es algo inquieta pero se estaba propasando un poco. Aunque por suerte para esta, él no parecía darse cuenta de la presencia su admirador.

– ¡Cierto! Lo siento es que de repente me dio mucha hambre ha ha ha– una risa que figuraba mentira por donde lo oyeses, sospechoso. Giró su mirar en a su alrededor para cerciorarse de que no había nada raro, por suerte al menos no dentro.

– Bien, aquí tiene ojou-san, ¡gracias por su compra!– tras pagar y sin responder más que una pequeña inclinación, comienzan a salir del local, ahora Seijuro buscaría señales por fuera.

–Vamos, más rápido Se…– se calla la boca antes de meter la pata, si le habla por su forma afectiva de amigos, Atsushi se dará cuenta de su verdadera identidad.

–Podemos comer aquí, está desocupado – La mujer voltea para cerciorarse de ello, efectivamente, el asiento está libre sin más rastro que los dangos en suelo, al parecer Atsushi había huido. – Mira, es una lástima. Alguien tuvo un accidente, eso enojaría a cualquiera con mucha hambre ¿no crees, Satsuki? –

–Verá que si ha ha ha… – un súper suspiro de alivio y de dejó caer en el banco. – “por poco”

– Ahora me dirás qué es lo que está ocurriendo – era obvio que se diera cuenta, quizás pudiese actuar bien en el escenario pero tan de repente le era imposible  – te escucho – le pide un espacio. Momoi sabe que no se rendirá porque lo conoce, sin excusas tuvo que hablar con él de lo sucedido en su ausencia, Seijuro era quien debió pararse fuera del templo para despedir al público, obviamente no saldría con esa forma de vestir justo cuando finalizara.

– No quiero que me mates ¡no todo fue mi culpa! –

“¿Culpa?”  No te haré nada –

– ¡Prométeme que no te molestaras! – sin más opciones, lo promete asintiendo previamente.

–Lo prometo –

– Bien – satisfecha con eso, comienza con su relato – verás… al final del Miyako Odori… – duda un poco, se encuentra contra la pared y suelta un pesado suspiro, ya no queda razones para ocultarlo – un chico  muy alto – respingo – y de cabello morado se acercó a mí para preguntar  si todas las geikos y maikos que se presentaron eran parte de nuestra asociación y le dije que sí. No podía negarme, pensé que era una buena oportunidad para conseguir un nuevo cliente, ya que no es pregunta muy “común”. Envié a Mei-chan por las tarjetas, no sospeché de él en ningún segundo y el muy descarado me persuadió para saber de “la Cerecita” como él la llama ¿entiendes? – Seijuro se quedó sin habla, ese sobrenombre era obvio y posiblemente conocía también a la persona (aun no por nombre) que le bautizo con ello. – fue tan extraño, nadie más se acercó a preguntar… sólo él. Incluso pensé que podría ser un acosador o algo así, pero nadie ha llamado pidiendo por “la Cerecita”. – a partir de ahí dejó de escucharla – ¡Ah! También se me soltó decirle que te conozco como “Sei-chan” ¡lo siento! – Ve las reacciones de Seijuro, no habla y presiente que las cosas no son tan sencillas – Sei-chan ¿pasó algo? – no responde y Momoi se preocupa – ¡Oi! Sei-chan – para él todo regresa, nunca podría olvidarlo, no cuando ese hombre lo miraba con tanta intensidad, no era lujuria era... Espera ¿qué era?

–Sí, no te preocupes… si no se ha acercado no creo que ocasione problemas, mejor vámonos – se levanta sin probar ninguno de los dulces que pidieron y camina rumbo a la escuela Karyukai por sus cosas, se iría directo a su casa.

–Sei-chan – nota las expresiones algo nostálgicas de Akashi, está preocupada, sin embargo no queda más que seguirlo.

Mientras, sin escuchar nada de lo anterior más no muy lejos de ahí, Murasakibara se sentía el ser humano más sucio del planeta; contra la voluntad de Seijuro, le había tomado una foto desde lejos. Lo hizo por puro impulso y ahora no quería borrarlo. 

“¿Acaso será?” – pesaba mientras paseaba sus dedos por la pantalla de móvil. El parecido extraordinario sólo le dejaba dos opciones,  eran parientes o son la misma persona. Las cosas que le ocurrían eran tan locas–“estoy seguro que no quieres conocerme, pero no me quiero rendir… si eres la puerta hacia la cerecita, te seguiré” – Saliendo de su escondite camina hacia otro local de dulces cerca de ahí.

– ¡Bienvenido! – esta vez era una señora quien atendía el puesto. Su otra fuente de información era este tipo de personas, quienes seguramente interactuaban con las geikos y maikos debido a su negocio–

Oba-san  deme uno de esos por favor – dijo apuntando un la típica barra de dulce que frecuentaba comer.

– ¡Enseguida! – justo antes de que la mujer mayor fuera por la golosina.

–Disculpe Oba-san.  ¿Usted sabe de alguna geiko o maiko que tenga cabello rojo? –

Ara~ ara~ ¿cabello rojo? – La mujer luce confundida por la pregunta y trata de recordar, qué jovencita tiene esa peculiaridad, esta le da la espalda para buscar el dulce y sigue pensando – En realidad no o al menos ninguna chica, la única persona que he visto con esa característica es un Sensei de Karyukai  y es hombre. –

“Entonces así son las cosas” Ya veo – la misma respuesta de siempre, se negaba a creerlo sin embargo, al verlo con sus propios ojos lo aceptó.

–Que inesperado, es la primera vez que me preguntan por una chica, que chico tan atrevido… ¿De casualidad te enamoraste?  – la mujer mayor lo dijo con tal seguridad que podría asustar, pareciera que a esta le gustase mucho meterse en relaciones de jóvenes como mediador.

– ¿Eh? “Enamorado, es la primera vez que lo pienso” estoy interesado ¿es lo mismo? – Amor, nunca le había pasado esa palabra por la cabeza, si quiera alguna referencia hacia ello.

– ¿Sólo interesado? Que un chico ande buscando a una persona en especial no me es símbolo de que sólo está interesado. Bueno, los tiempos cambian… supongo – esa mujer le sonríe tras darle el dulce –Joven, creo que tienes que entender tus sentimientos antes de andar buscando a esa persona. Aunque sinceramente no creo que sea buena idea que sigas buscando a esa jovencita, mucho menos si es geiko o maiko –. 

– ¿A qué se refiere Oba-san? –

– Porque lo he visto, ese tipo de amoríos sólo deja dolor y resentimientos. Lo mejor será que te rindas,  esas mujeres no son alguien con las que puedas tener un futuro –

                  

 

 

 

[…]

 

 

 

 

Perdiendo su mirar en el cielo sólo se dejaba fundir entre las posibilidades de solucionar su situación.  Consecutivamente pensaba en que la mejor opción era no asistir por un tiempo a dar clases y evitar volver a encontrarse con su admirador, lo peor que le podría ocurrir es que intentara contratar sus servicios de aparente geiko debido a la incógnita de su verdadero nombre  o eso creía, Momoi ya le advirtió y sufrió un bloqueo mental que no le dejó asimilar bien el hecho de que Atsushi sabía parte de su verdadero nombre.

Imposible, no lo dejaría pasar. Aunque lo más probable es que fuese obligado por la asociación con tal de cumplir con la expectativa del cliente, lo único que no predecía es que si lo mandarían de hokan o de ¿geiko?

¡No, nunca! Él se juró que no volvería a vestir de esa forma, defendería su masculinidad aguantando sus deseos de entablar conversación con ese sujeto aunque sea por una vez; es decir, ese hombre no sabe quién es, podría hacerlo sin preocupaciones ni sospechas.

–“No creo que sea una buena idea si lo quiero evitar, además no conozco que tan persuasivo pueda ser, si actúo mal me llevaría la soga al cuello” – debatía de forma mental, asumía que parte era su culpa al jugar con fuego aún si fuese sin malas intenciones; por ello no puede simplemente  pasar por alto.

– ¿Tanto miedo le tienes, Sei-chan? – Él no le tenía miedo, temía dejarse llevar por la influencia de la mujer que creó. Momoi ha estado apoyándolo con su situación, aunque por el contrario a sus problemas ella insistía en que por lo menos le rompiera el corazón a ese chico, ya que, desde la perspectiva de esa mujer, si Seijuro le declara su verdadero sexo este caería en desilusión y se alejaría por su cuenta. – Debes decírselo para que te deje en paz, parecía un buen chico por eso no hay que dejar que siga ilusionándose con una geiko que no existe –

– ¡Lo sé! – Sin querer alzó la voz debido a su desesperación, la mirada de susto por parte de Momoi le fue una carga más sobre sus hombros – lo siento –

–No te disculpes, debí ser menos entrometida – susurro apenada, ese no era el problema, ambos siempre se han apoyado. Seijuro no quería lastimarla, lo mejor por ahora era que el mismo reflexionara por su cuenta con respecto a lo que hará.

–Saldré a caminar,  necesito refrescar mi mente – caminó a lado de la chica deteniéndose antes de salir del pequeño cuarto de la escuela – Satsuki, lo siento – desliza la puerta saliendo de inmediato y se va rumbo a la puerta principal.

–Sei-chan, tonto – le dejaría salirse con la suya solo porque le preocupa que este no se tranquilice.

 

 

Saliendo sólo opta por caminar sin destino aparente, necesita decidir ¿desde cuándo se volvió tan complicado? Siempre fue alguien que podía mantener la calma en las peores situaciones y no dudaba en actuar de la mejor manera, no negaría que ahora se siente acorralado y eso no era lo diferente, entonces, qué es esta sensación; necesita  alejar al admirador y al mismo tiempo quiere acercársele.

Debate interno, que problemático.

Entre el lapso de su paseo, el anochecer amenaza no estar muy lejos, dulce brillo entre rojizo y naranja que le da una cálida bienvenida, las calles no están tan concurridas como en otras ocasiones, era extraño. Bueno, en la noche será otra historia. Su caminata no fue muy larga en realidad, quería ir a un lugar tranquilo para sentarse y fumar un rato, como lo esperaba, no tuvo éxito. La ciudad era muy estricta con respecto a fumar por las calles. Tuvo que alejarse un poco más hasta que al fin lo encontró,  no era exactamente una zona para fumar sino más bien una piedra con forma de “vidrio de reloj” llena de cenizas y cigarrillos a medio gastar. Era una locura encontrarse con eso, no había nadie cerca aunque infortunadamente no podía relajarse en algún banco, que lástima.

Al parecer cometerá un pequeño delito. Hace mucho ayeres que no tiende al antojo de fumar; busca entre las largas mangas de su kimono un hermoso kiseru (pipa japonesa) de simple metal negro y dorado. Insertando un poco de tabaco en la cazoleta lo enciende, su figura refleja que es alguien con muchos  modales como era de esperarse; hasta para poner la boquilla del kiseru en su boca es delicado, cuando el fuego se apagara  las cenizas serán depositadas en el extraño cenicero.

“En qué momento todo se volvió tan confuso, me expuse por trabajo y ahora no puedo salir, que tontería… lo peor es que las ansias de todo me obligan a fumar en un lugar ilegal” – Vagos pensamientos, es tarde para suponer él hubiera. Por el momento, disfrutaría el sabor del tabaco en su boca; inhalando, exhalando y el humo se deslizará entre sus labios y cazoleta.

Disfrutó como nunca su estadía en ese adorable lugar: silencioso y tranquilo, se podría decir que si te concentras lo suficiente lograrías escuchar el sonido del río que cruza no muy lejos de ahí. Perfecto para relajarse como Dios manda, lástima que esa tranquilidad no le duró ni diez minutos. 

– Buenas tardes. ¿Puedo acompañarlo? – no era necesario preguntar.

Esa voz no la reconocía, sin mucha importancia levanta la cabeza para figurar la enorme silueta que tiene a su lado. Así es, su gran sorpresa tuvo que mantenerse en secreto, lo mejor fue rendirse, al parecer las cosas debían ser así. Conocerse no es una simple coincidencia después de todo. Inhaló por el kiseru y exhaló humo nuevamente para mantener la calma,  estaba con su vestimenta normal, aquella que denotaba su verdadera identidad, no debía temerle sólo por encontrárselo de frente.

– Sí, adelante – ese tono de voz, serio pero su suavidad hacía no asustarle, aquí fue la primera vez en la que Atsushi sintió que tendría que comportarse más cortés, le dio un buen saludo y pidió el espacio con la amabilidad que nunca demostraba; la apariencia de Seijuro le obligaba a actuar de esa forma, como un impulso.

El señorito que estaba ahora a su lado era una importante pista hacia saber la identidad de esa geiko, aquel debía saber quién era la famosa cerecita. Atsushi sacó un rollito de papel de una caja de marca conocida de cigarrillos y la tendió en su boca. Seijuro sólo volteo para verle poner el cigarro en los labios y se arrepintió al exponerse a su vergüenza, el alto joven le pilló mientras sus ojos se paseaban a su persona. 

–Es la primera vez, que veo a alguien fumando de un kiseru – lo primero era deshacerse del incómodo silencio. El pelirrojo no esperaba entablar una conversación tan pronto y este ya había dado el primer paso, al parecer era alguien que siempre va al punto, le agrada.

– ¿Oh, es extraño? – el siempre daría una sonrisa aun si fuese un desconocido, era parte de su educación: si la situación lo amerita, sonríe. Con Atsushi ese no era el caso, le dio ese cálido gesto para influenciar confianza, sólo eso. 

–Para nada, más bien sería inusual –  dijo curvando levemente los labios en forma de una pequeña sonrisa, forzándose a soportar el olor a tabaco que nunca fue de su agrado.  

–Ya veo, no es común cuando no lo vez – esa frase sorprendió a Atsushi. Seijuro lo dijo con un tenue doble sentido, a pesar de que su acompañante no tuviera ni un poco de índice de razón.

La palabra “inusual” le hizo sentir un estrago en su pecho, estaban hablando de formas de fumar ¿verdad? Y aun así sintió algo calmarse por dentro, supo que no debía darle tanta importancia al hecho que tuvo que vestirse de mujer ese día, no fue por gusto. Habiendo tantas personas que lo hacen porque lo consideran común a sus aficiones, qué forma tan insensible de discriminarlos con la repulsión de sus pensamientos. Él había pasado por lo mismo, su pasado… lo entendió, lo único que le molestaba en realidad era que le llamasen afeminado como en sus días de colegio, días oscuros que no quiere recordar. Acoso y falta de respeto por parte de sus compañeros, incluso maestros. Sin la ayuda,  siquiera el apoyo de nadie, principalmente de su padre, triunfó por su cuenta.

– ¡Ah! No lo decía con motivos de ofenderte – el silencio después de decir aquello le asustó, pensando que le había regado sin querer.

–No, está bien… estoy seguro que es así – por el contrario, Seijuro le agradecía con su falta de palabras.

–Discúlpame por hablar de más ¡ah! Antes que nada déjame presentarme, soy Murasakibara Atsushi, es un placer conocerlo – escuchar su apellido fue tan poco predecible, era tan obvio que no se lo esperaba. Sin darse cuenta dio una leve risa, de verdad era divertido. – ¿dije algo raro? – por otro lado, Atsushi estaba deslumbrado por los sonidos provenientes de esos labios, ya que su rostro denotaba que no era alguien con el que puedas sacarle ni un gesto, le sorprendió.

–No, es sólo que se parecen… tu apellido pre-describe tu físico, tu cabello, incluso el color de tus ojos…  parece un chiste – le tuteo y seguía risueño, en realidad lo que dijo no era tan divertido pero se sentía realizado por ver tan lindos gestos por parte de Seijuro. – Morado, nos parecemos un poco en ese aspecto –

– ¿Nos parecemos? –  eso no lo vio venir.

–Sí, mucho gusto Murasakibara-san… mi nombre es Akashi Seijuro, un gusto – era cierto.

–Rojo, ciertamente– eso fue tierno, mostrando las similitudes por su propia cuenta fue una acción inesperada, aún más que su sonrisa  – es como un capricho del destino o algo así – qué ocurría entre ambos, eran desconocidos pero la conversación comenzaba a fluir con tal naturalidad que ya no había vuelta de hoja por ambas partes. Ahora es demasiado tarde como para dar marcha atrás, después de esa interacción entre los dos, será difícil hacerse el tonto.

Se olvidaron hasta del tiempo, si los vieran nunca pesarían que se acaban de conocer. Seijuro dejó de sentirse incomodo consigo mismo, con Atsushi no eran tan necesario usar la etiqueta con la que debería hablar con un cliente o inclusive personas en el mismo ámbito de trabajo. Fue muy relajante.

Mientras que Atsushi olvidó el verdadero motivo por el cual se le acerco a ese pelirrojo, por cierto pareciera que ese color lo perseguiría por un buen tiempo. Los ojos de Seijuro le incitaban a que se dejara llevar porque eran parecidos a los de ella, el tono es el mismo.  No podía hablar de los gestos debido a que la geiko que le hipnotizó sólo le hizo ver una coqueta sonrisa, nada más. Aquel adorable hombre se movía diferente, no era altanero y mucho menos coqueto, aun así no perdía su natural elegancia, incluso era bello.

– Entonces trabajas en un hotel ¿cuál es tu labor ahí? –

– Mi trabajo está en la cocina, soy el repostero. –

– No me imaginaría que te gustasen tanto los dulces, tu apariencia engaña… –

–Me lo han dicho muchas veces, en una ocasión […] – el sonido del celular de Seijuro arruinó el ambiente, ambos se miran apenados. – Contesta, no hay problema – no es como si tuviera otro remedio, si le demostraba su molestia perjudicaría al pelirrojo.

–Discúlpame. – vertiendo las cenizas del kiseru, no supo dónde asentarlo para no estorbarle. Atsushi se toma la molestia de sostenerlo entre sus manos y Seijuro le agradece con el movimiento de sus labios diciéndole “gracias”. Toma ese pequeño aparato y tras una leve inclinación para Atsushi, da media vuelta para contestar de inmediato un poco molesto – bueno, Akashi al habla – en un rato no se escuchaba más que el cuchicheo de la conversación por teléfono, Atsushi le mira preocupado por el rostro de completa desilusión con la que Seijuro colgaba la llamada. – Es del trabajo, al parecer debo irme, lo siento mucho Murasakibara-san. – sin querer le dio información un poco innecesaria para un aparente desconocido, lo extraño fue que simplemente le nació decirlo.

–No, lo entiendo. Trabajo es trabajo, no tienes por qué preocuparte Aka-chin – la muleta con la que siempre bautiza a las personas que conoce se le salió sin querer, ambos se miraron sorprendidos y Atsushi se sonrojó por ello. – ¡Ah! Lo siento –

–Está bien, puedes llamarme así si gustas, por cierto gracias por sostener el kiseru –  se acercó para tomar su pertenencia de sus manos. Mientras que Atsushi sentía que esa ingenua respuesta le hizo sentir una indescriptible vergüenza consumiéndole sin saber por dónde escapar. Estuvo nervioso por la proximidad de Seijuro,  al menos hasta que recordó, abriendo sorprendido los ojos fue cuando lo volvió a notar. Se le había olvidado, pero gracias a la cercanía de su acompañante y por haberlo ayudado a regresar al suelo se le hizo más fácil percatarse de nuevo, hundido en su olfato pudo descifrarlo. Seijuro desprendía el olor del tabaco que fumó hace rato, no tiene nada en contra a ese olor ahora, pero…

– Es la primera vez que me llaman con ese sufijo ¡hum!–  algo entró por fuerza a su boca mientras hablaba.

–Aka-chin debería oler más a dulces, no a tabaco – esa cajetilla sólo fue su material de ayuda para crear una finta y Seijuro no se dio cuenta hasta ahora, en aquel lugar para fumar Atsushi no encendió ningún cigarro; la verdad del contenido de la cajetilla son cigarros de chocolate agrio. Por lo tanto eso pasó, Atsushi metió uno de los rollitos que sacó de la cajita en la pequeña boca de Seijuro.

Lo siguiente ocurrió por puro impulso, Atsushi quien mirándolo tan cerca, no soportó la tentación de comprobar la calidez de la persona frente a sus ojos, pasó lo que más temía, un suave contacto sin intenciones ocultas; la gran mano de Atsushi se movió con lentitud hacia la mejilla de un aturdido y paralizado Seijuro. En efecto, era tan deliciosamente cálido a pesar del comienzo de la fría noche. 

Se dio cuenta de la metita de pata, deshizo el contacto y le miró de frente avergonzado, ahora es oficial, tal vez debería comenzar a pensar en cómo saber controlar sus formas tan improvisadas de hacer las cosas. Oh, sabiendo que es su culpa, regresó el incómodo silencio para quedarse sin forma de desconcentrar los aparentes malos entendidos. Por el contrario, uno sorprendido por dejarse llevar por su instinto y el otro anonado por ello, esto no iba a ser fácil.

Entraban mil dudas con respecto a las acciones de ambos, Seijuro no se alejaba ni escupía el cigarro de chocolate y Atsushi no se arrepentiría de tocar levemente los suaves labios de…

 

 

 

¿Estaría bien cambiar a la cerecita por este cerecito?

 

 

 

 

No como un remplazo, esta persona no se puede comparar con la otra, Seijuro era más real, no una ilusión.

–Qué extraña forma de incitar el dejar de fumar, Murasakibara-san… muy innovador quiero decir “rápido, notará tu nerviosismo” – se alejó, dispuesto a irse sin siquiera despedirse. Escuchó el sonido del kiseru caer y antes de pensarlo sintió una enorme mano que lo detuvo de la muñeca.

– Esto ¿podemos vernos otra vez?  “no te vayas tan pronto, quiero volver a verte”– por detenerlo soltó el kiseru. Estaba al descubierto, no había razones o hechos que dictasen lo contrario. No quiere lastimarlo, pero no lo dejará ir hasta que le responda.

–Debo irme… “huye, rápido”– el estremecer de su cuerpo le dio una advertencia de correr, pero el contacto tan cálido le impedía zafarse, incluso forzarle a que lo soltara porque sencillamente no quería alejarse tan pronto.

–Por favor… “un poco más, quédate”– insiste.

– […] “¡corre, huye!”– entra en un poco en pánico, su rostro arde.

–Por favor  “déjame verte de nuevo”– repite.

– Uhm  “corre”– nunca supo si fue la adrenalina del momento pero afirma y cuando siente menos presión en su muñeca, huye. Estúpido cuerpo que reacciona de forma tan patética a su tacto, estúpido cuerpo que no dejaba de temblar, no corrió en el transcurso de su camino por lo mismo,  un paso al correr y estaría boca abajo en ese mismo instante debido al par de guetas con las comúnmente anda. Su mente era un desastre, después de mucho tiempo llegó el momento en que de verdad no sabía qué hacer.

Mientras tanto Atsushi, a pesar de su arrepentimiento de haberlo dejado partir, le dejó ser mientras miraba esa pequeña espalda alejándose de su persona, no había nada qué hacer; ya lo había asustado demasiado, ya no quería provocarle más problemas. Recogió el hermoso kiresu, espera no haberlo estropeado, debe devolvérselo. Se arrincona contra la pared y mira por donde Seijuro partió, su cerecito se fue al oscurecer, observa sus manos recordando la textura de su piel, incluso el suave color que tenía, se sentirá la peor persona del mundo si cuando se rencuentre con Seijuro este tenga marcas de sus dedos.

“¿Qué me has hecho? Todo se vuelve tan confuso”

 

 

 

 

[…]

 

 

 

 

Al día siguiente, recordar le oprimía el pecho, desde que ingresó a la preparación de ser hokan ha estado rodeado de mujeres: ellas con excepciones son amables, no eran bruscas ni mucho menos enormes, podía controlarlo. En la escuela media estuvo rodeado de hombres, sin embargo, ellos eran toscos y nunca fueron amables con él, aun así no fue problema. Todo estaba en un punto medio. 

Ahora viene él. No puede controlarlo, no es un punto medio, le habla suave y es amable. Al final toda esa experiencia fue tan intensa para él quien no está acostumbrado a mantener ese tipo de contacto físico con otra persona. Nunca olvidará lo aliviado que se sintió cuando pudo estar lo suficientemente lejos de lo que sería su admirador indirecto. 

No fue su intención irse tan desesperado del lado de Atsushi, no contaba con que esa persona le cayera mejor de lo que se imaginaba y eso aumentaba la dificultad de su situación, él de verdad quería volver a verlo después de todo. Conversar con él fue tan tranquilo, este nunca le pregunto nada en específico sin embargo,  lograron formar un pequeño vínculo, lo malo es que no sabía si era buena idea volver a tratarlo ya que aparentemente ese interés podría convertirse en algo que amenazaría su  ahora calmada vida.

Recordaba como todo ese ambiente terminó arruinándose con esa llamada telefónica, donde su única intervención sería que al llegar a Karyukai, fuese la de recibir a los clientes del negocio de lado por conveniencia de la misma a falta de personal, fuera de eso no contaba con otros pendientes.

Ahora, el tiempo transcurría y seguía sentado en el mismo sitio de su departamento. Por primera vez en muchos años no tenía ánimos de ir a cumplir con sus obligaciones, quedarse todo el día a reflexionar era una buena opción ante las agitadas  situaciones que le comenzaban a ocurrir. Hundido entre sus pensamientos sólo pudo percibir la vibración de su celular puesto en el centro de la mesa, no quiso acercase para ver quién era, lo más seguro es que fuese de nuevo Momoi preguntando por su ausencia, aquello no podría evitarse. Incluso le llamarían sin realmente ser conocidos por lo mismo, es parte del trabajo.

Fue la quinta llamada consecutiva, al finalizar esperaría la siguiente para al menos comunicar que había caído enfermo a pesar de ser mentira. Su celular no volvió a sonar sino más bien su teléfono, ni lento ni perezoso fue hasta ese aparato para devolver la llamada.

– Bueno, Akashi al […] –

¡Sei-chan, al fin contestas! ¿Sabes lo preocupada que estaba? ¿Dónde estás? ¿Estás enfermo? ¿Te ocurrió algo?– tras cortar su hablar un bombardeo de preguntas acompañadas por una eufórica voz que le reventaba los tímpanos desde el otro lado del teléfono.

–Tranquilízate primero –

¡¿Cómo que me tranquilice?!  Ayer estabas muy raro, te fuiste y no pude volver a verte… yo – pudo escuchar con claridad los hipidos de parte de la mujer que le regañaba como si de una hermana se tratase,  sonriendo de ladino no podía culparla, lo que menos deseaba era causar problemas.

–Estoy bien, lamento el retraso –

No sólo me debes una disculpa a mí, tus alumnas están angustiadas porque tú nunca faltas – es verdad, lo que hacía en esa escuela no sólo era trabajo, era su vocación, por ello siempre realizaba las cosas como se debían.

–Sí, estaré en media hora – su departamento no estaba muy lejos de ahí por si tienen duda, con treinta minutos le era más que suficiente para llegar sin apurarse.

Te esperamos, Akashi-Sensei – lo dijo en un tono de burla y cortó la llamada sin dejarle contestar algo más.

Ciertamente tenía cosas por las que pensar  pero no dejaría que las emociones le ganasen. El mundo sigue girando, no se detendría por sus problemas, debe ir a presentarse al único lugar culpable de todos los revoltijos de sentimientos, no hay más opciones. En el trascurso de ese día pudo llevar a cabo su rol de profesor perfectamente, sin complicaciones, incluso decidió no volver a ese punto de reunión con Atsushi, la principal razón de que su mente se volviera un desastre.

Tras eso comenzó una cuenta: uno, dos, tres, una semana, dos semanas, un mes… de esa misma forma los días transcurrieron como si nada, el tan respetado maestro siempre buscaba la manera de mantenerse ocupado o más bien buscado una excusa para no ir al encuentro con Atsushi, le dolía pero…

A quién trataba de engañar, se hacía daño a sí mismo, era por el bien de Atsushi. Con eso como objetivo evadió su encuentro muchas veces.

 

 

 

 

[…]

 

 

 

 

Esperó por mucho tiempo de pie cerca de ese cenicero mientras jugaba con el kiseru entre sus manos, ansiando el regreso del pequeño pelirrojo y verle de nuevo junto a sus sofisticadas ropas. Prácticamente desde que salió del trabajo se vino directamente a este sitio. Exacto, esperaba a un hombre que lo más probable ahuyentó por tomarle desprevenido de la cara y mirarle extraño, pero no quería rendirse.

Por supuesto, tuvo su debate por si dejarse llevar por el par de rubís que le atraparon en instantes o perseguir a la coqueta cereza, es decir, el contacto con el señorito al que le regaló un chocolate era único, encantador en todo sentido y no le apenaba decirlo, fue cautivado por su manera de hablar, de sonreír, su elocuencia, elegancia, su contacto.  Va de nuevo, se perdía entre las ilusiones del día anterior como si de un ciclo se tratase.

Pensar en que el dueño de sus alocadas acciones es un tierno hombre es lo que menos le importaba, quería volver a sentirse como en ese ayer, sin preocupaciones mientras platicaba sus inquietudes con una persona que le brindaba confianza, era lo mejor.  

Maldita dependencia, no le gustaba sentirse tan vulnerable ante nadie, pero estaba seguro que Seijuro no sería capaz de burlarse de sus inquietudes sino más bien le brindaría su apoyo; pudo sentirlo tras conversar unos momentos con él. Sin embargo, al parecer iba a ser nuevamente plantado ahí.

Aún recuerda el dolor de la primera vez, la tristeza, pero no se sentía humillado, el en verdad quería  verlo de nuevo. Buscando entre su bolsillo encontró una pequeña tarjeta, no quería recurrir a eso, su última carta deberá ser jugada con mucha cautela; la dirección no quedaba muy lejos de ahí aun yendo caminando. Lo supo desde hace un par de semanas de investigación por esa zona, el lugar de trabajo de Akashi es el mismo al de la cereza, era mucha coincidencia. Entrar en esa residencia como un cliente, lo veía como trampa, no quería aprovecharse. Por eso lo esperaba, porque no sintió malicia en cerecito.  

Ni-chan ¿de nuevo esperando a la famosa “Cerecita”? – el anciano que vende dangos le habla, últimamente se ha vuelto cliente frecuente de varios puestos de dulces o postres japoneses del distrito. Su presencia ya no era una novedad después de un par de meses. Los residentes y dueños de los puestos, restaurantes, etcétera. Lo reconocían y sabían que Atsushi esperaba por alguien a quien el bautiza como “Cerecita”. Él no puso oposición a ello, ya que el que todos pensaran que su persona especial era mujer no le interesaba, no obstante, si con ello protegía a Seijuro de los ataques de  gente extraña, lo deja pasar.

–Uhm – asiente, no es como si negarse haría una diferencia en evitar conversaciones principalmente con gente anciana. 

–De nuevo, mejor búscate otra chico… hay muchas por aquí, si es que prefieres mujeres mayores – lo mejor era no contestarles, ese tipo de burlas siempre las recibía desde hace un tiempo, nunca supo si de verdad lo decían con motivos de ofender,  porque siempre un anciano diferente  venía por día a decírselo y rotaban turnos,  como si lo estuviesen cuidando o algo. – Al parecer nunca harás caso… Toma, es de parte de Matsuda-san, la señora donde compras dulces… es un poco de té, estoy seguro que te calentará o es qué acaso no tienes frío – a pesar de ser primavera, el fresco aún se percibía por las noches, quizás le haría caso a ese señor.

–Uhm – nunca responde concretamente en realidad, simples sonidos salían de su boca indicando que aceptaba. Está cansado por haber esperado por mucho tiempo, no tiene muchos ánimos de moverse pero el frio se le cuela por los huesos. Coge el pequeño vaso con el liquito caliente dentro de este, que bien se sentía entre sus manos y aún más pasando por su garganta.   

–Sí que te dio duro ni-chan… ¿estás seguro que no sólo es obsesión?  –

–No, es más que eso… “su existencia es perfecta, no es algo tan carnal, quiero verle de nuevo y escuchar su voz, sé que puedo encontrarme con esa persona si quisiera porque sé dónde trabaja pero no quiero forzarle a verme… estoy seguro que vendrá por su cuenta, lo peor que me puede ocurrir ahora es que me tenga miedo y no me quede más que rendirme” –

–Si tú lo dices – el anciano se rindió a darle algún tipo de sermón debido a que las acciones de Atsushi no son muy sanas, lo único que sabía era que esperaba a la tal “Cerecita” con quien había quedado sin saber la fecha u hora exacta. Simplemente llegaba y esperaba por horas, justo después de que todos los puestos se cerraran se iba. – Pobre chico –

 

A partir de aquí el rumor de que un joven rechazado iba al distrito Gion en espera de una hermosa geiko cuyo apodo resuena, corría por todos lados. Se veía a jóvenes mujeres que curiosas iban a confirmar si esa muestra de amor era cierto, admirándose por el tipo de sujeto quien se enganchó a una coqueta mujer de maquillaje extravagante. Como en todo, siempre hubo personas que miraban a Atsushi como alguien admirable con respecto a la tenacidad su amor, para otros sólo era un tonto obsesionado que se arrastra por una mujer; probablemente era ambas.

Su imagen se expandió por las redes sociales, donde en su mayoría mujeres jóvenes, admiraban esa determinación, mandando mensajes de odio hacia la cruel “mujer”  que osaba dejar plantado al maravilloso Atsushi y de aliento como esperando a que este las leyera, que ingenuas, lo último que él hace es revisar su celular. Pero eso no impide que se escuche los rumores malos…

 

 

– ¡Qué envidia~! – Era un pequeño evento en la tienda del Karyukai y esto una plática de jóvenes maikos un poco recién ingresadas a la escuela. – Si mi ex novio de escuela media me hubiese hecho algo como él, lo hubiera dejado pasar sin dudarlo –

– ¿Verdad? Es injusto que Mura-san busque a quien no se lo merece –

–Escuché que esa mujer en realidad trabaja en el distrito rojo y que por eso el apodo de “Cerecita”  es sólo una burla –  

– ¡¿Eh, en serio?! Mura-san, pobrecito~  – Siempre ese tipo de conversaciones podía oírse, nunca se supo su verdadero nombre, en línea se referían a él como “Mura-san” por el color murasaki entrelazado a su característico cabello.

Es aquí cuando oyes lo que no debes, Seijuro sintió algo frío recorrerle por todo el cuerpo, se quedó parado en ese sitio. Después de tanto tiempo sin haberse enterado de nada, pasar por ahí y escuchar “Mura-san”, es obvio quien se le vino a la mente. Qué estaba ocurriendo con todos, en serio nunca escucho nada porque nunca volvió a aventurarse por ese rumbo sin preocuparse de encontrarse con Atsushi, lo evitó por completo. La culpa le hacía sucumbir eso es claro, pero no podía acercársele como si nada, mucho menos ahora después de todo lo que ha pasado. 

– Señoritas, aún estamos en hora de trabajo –

– ¡Enseguida, Akashi-Sensei! –  asustadas por la llamada de atención, caminaron lo más rápido que pudieron para volver a su puesto.

 

 

 

“Murasakibara-san, esperando por la geiko… estoy harto, ¿Por qué tienes que seguirla buscando?”

 

 

 

– ¿Podemos vernos otra vez?  –

 

 

 

Oh, no era un buen momento para recordar eso, aquello sólo fue una confusión, una torpe confusión debe recalcar. Atsushi no lo esperaría por tanto tiempo, está seguro que ese gigante sólo se la pasa buscando a esa geiko.  Es la primera vez que sentía envidia de sí mismo, es algo estúpido, irracional, sin sentido. Él no puede dejarse afectar por la presión que le comienza a dominar en su pecho; se resiste pero no puede detenerse.

 

 

–Por favor –

 

 

 

Un fuerte latido.

 

– ¿Qué es esto? – Toca su níveo rostro, está húmedo, al tratar de resistirse una lagrima se desliza por sus mejillas. Tiene que ir, pero no quiere acercársele como Akashi Seijuro, le dañaría su imagen, debe acabar antes que nada con el rumor de “Mura-san”. Se limpia los ojos antes de que comiencen a enrojecer, da un gran suspiro y mira el cielo estrellado; la primavera está cerca de terminar y el frío permanece.

– ¡Sei-chan! Entra o pescaras un […] – esta señorita viene caminado rápido, mira a su amigo con su mente perdida en algún  punto  – ¿Sei-chan?–

– Satsuki. ¿Conoces el rumor “Mura-san”?–  un respingo y no sabe si debe mirarle de frente.

– Sí, desde hace una semana – Todo el mundo lo sabía.

– Ya veo, en ese caso, ayúdame con algo por favor – se escucha el ruidoso suspiro de Momoi, puede sentir hacia dónde va todo, sonríe. Lo apoyaría como siempre.

– Siento que necesitaras un kimono muy lindo ¿no? Espérame mientras voy por todo, te veo en tu casa – No volteó para ver partir a la geiko, se quedó analizando la locura que estaba a punto de hacer. Y pensar que se juró tantas veces que no volvería a vestirse de esa manera pero debe hacerlo, Atsushi merece conocer a la “Cerecita”, debe entender que no pueden estar juntos.

 

 

 

Ahora se estaba arrepintiendo pero ya no había vuelta atrás, Momoi no lo acompañó después de haberle arreglado. El imponente hokan travestido de geiko caminaba y de la misma manera iba capturando miradas al tintineo del cascabel de los adornos de cabello, el color del kimono en esta ocasión no era rojo, sino más bien negro. Sin embargo, eso no dejaba de ser impedimento para llamar la atención.

Había más personas a lo usual y eso no era buena señal, caminó un poco más acelerado. Entre más avanzaba, podía sentir como extrañamente era perseguido por mucha gente, eso sí era para asustarse. Quiso moverse con más velocidad y soltarse de esa incomodidad tras de él, pero era imposible con esos zapatos. Al parecer su presencia no podía ser escondida, la situación se complicaba por la reciente  popular de Atsushi.

Es imposible, no queda de otra, sigue el camino ya antes establecido y deja de forzarse a moverse veloz; incluso personas que estaban dentro de las tiendas de comida salieron al ver la multitud persiguiéndole.

– ¡Mira! Estoy seguro que es “Cerecita”… que bellísima –

Pudo escucharlo claramente, que vergüenza. Si descubrieran que en realidad es un chico – muy bello, cabe destacar – el que está debajo de toda esa ropa y maquillaje, no pensarían lo mismo. Además ese apodo, cuando escuchó a Momoi decirle ese sobrenombre quedó rojo por lo mismo, es obvio que fue Atsushi quien lo pensó.

 

Hablando de él, pudo verlo dormitándose en cuclillas junto al cenicero, cuánto tiempo ha estado en ese sitio, por cuántos días ha estado yendo ese tonto. Los metiches estaban por todos lados, es súper incomodo, no hay otra alternativa: debe acercársele, mirarle, rechazarle e irse. Esa es la secuencia.

Pudo acercársele, punto a su favor; pudo mirarle de frente sin que este le mirara en realidad, eso es medio punto. Ahí se deshizo todo, pudo ver claramente lo demacrado que estaba, incluso un poco de barba resaltaba de su rostro. De verdad, que es un tonto. Le dieron una ganas de irse a su departamento por lo mal que le hacía sentir. Atsushi fue muy dulce con él aun vistiendo como hombre y cómo le agradece, lo deja a su deriva mientras este se descuida por completo.

– Hasta que al fin apareces – eso no sonó nada amigable. Volteando vio parte de la multitud molesta con él. – Te ha esperado como Hachiko y tú nunca apareciste –  esa era un maiko, no la reconocía. – ¿No piensas en despertarlo?  –

Claro que puede hablarle pero, no debía hablar, si lo hacía todo mundo le reconocería como hombre. Hacerse pasar por una persona muda fue una buena idea en esos momentos. Iba a tocarlo y algo le detuvo, fue el temblar de su cuerpo; se puso nervioso, si Atsushi reaccionaba igual que esas mujeres que le veían con rencor, se desmoronaría. 

Retrocedió. 

– ¡Ni-chan, la cerecita está aquí! –

Cuando giró vio a ese anciano que gritó desde el puesto de dangos. No, no estaba listo aun, deténganse. Debía huir antes de que lo viera y lo hubiera logrado si ese sujeto de un poco más de dos metros no le hubiera sujetado de nuevo por las muñecas.

 

 

 

–Al fin, viniste… Aka-chin –

 

 

 

 

Eso dio una señal de alerta, ya lo sabía, ese desgraciado lo había descubierto como si nada.  Trata de zafarse, quiere aventarle las guetas y salir corriendo de ahí. Aunque eso no será nada sencillo.

–Suéltame “no debí compadecerme de ti” – le susurro.  Atsushi aprovecho esa cercanía creada para capturar su cintura.

–No te dejaré huir de nuevo – y antes de que alguien pudiese intervenir, ya que a la vista de cualquiera ese hombre podía lastimar a esa indefensa “chica”. Atsushi logra sujetarlo y cargarlo como un costal de papas. – ¡Te tengo! – eso estaba muy mal, pero nadie intervino mientras veían como Atsushi se llevaba a Seijuro mientras este pataleaba. – Chicos, gracias ~ – la bulla se escuchó por todo el camino, ya que gracias a San Internet, muchas personas conocían a ese sujeto y la historia que le conllevaba a su (aparente) triste historia de amor. Aplausos, silbidos y Atsushi caminaba rápido con su tierno premio en hombro.

 

Las sombras comenzaron a cubrirles minutos antes de acercarse a un pequeño santuario. El abucheo se tranquilizó cuando Atsushi llegó hasta un lugar recóndito, todo estaría oscuro de no ser por la luz de luna y las tenues luces de los locales cerrados. Mientras tanto Seijuro, con el kimono y demás intacto, quizás un poco arrugado a lo mucho, la peluca amenazaba con caérsele al estar mucho tiempo de cabeza, dejó de moverse por todo el camino al percatarse que sólo sería malgastar su energía, estaba perdido, ese sujeto seguramente lo extorsionaría con la excusa de revelar la verdadera identidad de la supuesta geiko “Cerecita”.

Para complicar la situación, será algo que probablemente le obligaría a cambiar de prefectura, es seguro que las personas que sólo quieren hacer daño en internet buscarían su dirección sólo para acosarle. Él ya está harto de soportar a ese tipo de gente.    

–Bájame ahora – el tono adolorido de esa voz hizo a Atsushi ceder.

–Está bien – este se lo temía, cuando lo dejó en suelo pudo ver ese rostro mostrando su enojo, fue una nueva expresión para él. Como se esperaba, aun con ese gesto se veía adorable, no puede negarlo.

–Lo sabías todo – Seijuro estaba molesto, todo era un teatro para hacerle sentirse mal, que frustración, al parecer el único que se preocupaba era él – Lamento haberte engañado con esta ropa pero no fue mi intención, estoy seguro que el mas frustrado eres tú, es normal... Soy un hombre, no una mujer –

– […] –  como se esperaba, Seijuro habla para dar la explicación y lograr escapar, sin embargo, muy por el contrario, no recibe respuesta alguna de Atsushi.

–Por favor te pido tu silencio con respecto a esto, no volveré aparecer en tu vida y por igual aléjate de la mía – se lo dijo sin rodeos, por dentro estaba a punto de quebrarse, necesita su respuesta rápida y Atsushi no coopera en lo absoluto. 

–Me niego… – aquella respuesta podía esperarla, en verdad debe estar ofendido. Lo que no anticipó fue que ese tipo se le acercara, haciéndolo retroceder – no me rendiré tan fácil sólo porque no me quieres tener cerca –

“¿No le es suficiente mi humillación?”  No me interesa, no voy a ceder ante […] – de  nuevo le obliga a retroceder – ¡Oye, detente! – siguieron en eso hasta que la espalda de Seijuro golpeo contra una pared – es suficiente, deja de intimidarme o llamaré a la […] – fue obligado a callar por un kabedon.

–No me obligues a querer atacarte Aka-chin – pudo sentir la presión recorrerle y atravesarle, esos ojos amatistas le veían con una intensidad indescriptible. Su ser entero le decía que debía arreglárselas para irse.  

–“¿Qué?” –  es la primera vez que alguien le hace algo como así y le habla de esa manera, descifrar el significado de esas palabras fue rotundamente sencillo y eso era un problema.

– Por favor, quiero que me escuches – su silencio le cedió la palabra. – Haber,  por dónde debería comenzar – baboso, claro que por el inicio. Ansiaba tanto poder tocarle sin tener miedo a que sus instintos le ganasen, era muy difícil si tenía acorralado ese pequeño cuerpo contra la pared en un lugar donde no había nadie y a oscuras. ¿Es una prueba divina? – Antes que nada, no pienso molestarte sólo por saber que eres hombre, no negaré que me sorprendió pero he tenido mucho tiempo para pensar, más de lo que crees… yo de verdad ansío poder ser cercano a ti. Por eso, por favor ¡déjame enamorarte! – Oh, silencio incómodo.

– ¿Disculpa? –

–Que me dejes enamorarte, prometo que lo haré como se debe hacer “aunque no tenga mucha idea de cómo hacerlo”

–Qué tontería, no puedes simplemente acercarte a mí para decirme aquello, yo soy hombre, tu igual y no soy homosexual –

–Yo tampoco, pero si es con Aka-chin no me importaría serlo –

–Que excusa tan poco pensada –

–No me importa, yo quiero enamorarte… –

–Que insistente, escucha. No soy mujer y esto tampoco es parte de mí, parecerá una broma pero me vestí de esta forma porque una situación de trabajo me forzó a hacerlo… tú sólo te fijaste en mí por esta apariencia, esta imagen no es verdadera. –  

–No subestimes mis sentimientos – lo dejó callado y con sonrojo cubierto – por supuesto que también pensé en ello al inicio – le toma suavemente de las mejillas sorprendiendo al afectado, el maquillaje le manchará las manos, al menos le ayudó a destapar el color de esa piel por su cercanía – en muchos momentos quise rendirme mientras te esperaba, mucha gente entre burlas me decían que no valía la pena esperarte, que te olvidara y buscara a alguien más, pero entonces… miraba el kiseru que olvidaste y recordaba, una y otra vez la forma en que te conocí con tu apariencia de hombre y me di cuenta que no era así. Que lo que en realidad me capturó era algo independientemente distinto a todo lo que llevas puesto ahora… – movió sus manos quitándole aún más la parte del color blanco de sus cachetes – quizás fueron tus ojos lo que me hipnotizaron en realidad, no lo sé… justo después de esa sensación de paz dentro de mí al conversar contigo, pude percatarme de que ya estaba a tus pies sin importar quién fueras en realidad y no quiero que no me evites –

–Estas confundido –

–No es así, si de algo puedo estar completamente seguro es que mis sentimientos no son un juego,  quiero hacerte tantas cosas que no puedo dejarlas solo en la mente: quiero abrazarte, quiero besarte, quiero tocarte… –  al intentar alejarse su cintura fue nuevamente capturada  y mientras veía el rostro de Atsushi hacia arriba la peluca cayó, las manos de su pretendiente sujetaron su cabeza e incluso le quito malla que necesitaba para la ponerse el cabello artificial, dejando al descubierto el verdadero.

– Deten […] – invadiendo el espacio personal de Seijuro, pudo acercarse lo suficiente como para hacer que sus labios se tocasen. Abriendo sus ojos en toda su extensión, sus lágrimas salieron por puro impulso. Maldito, su primer beso ha sido robado, inclusive si fue un pequeño roce, algo se encendió.

 

 

 

 

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El flavor, exacto.

Esa sensación que la lengua te hace sentir, que tu olfato te hace percibir, en donde simultáneamente te incita al acto de acercar a la boca, morder, masticar y degustar. Tan dulce como un caramelo de cereza, Atsushi tuvo que sujetarle con más fuerza si no quería que el pequeño pelirrojo huyese y con la otra mano apretó la cabeza de este para hacer más íntimo el contacto. Que cuerpo tan confortable, se amoldaba perfectamente entre sus brazos y pecho. Ansiaba poder intoxicarlo dentro de su boca, seducirle con lo caliente que se sentía, pero si quería tener éxito en darle confianza, no volvería a asustarlo. 

Separándose un poco de su rostro sin dejar de mantener el contacto, lo abrazó, no quería ceder.

Además, la falta de resistencia le daba una pequeña esperanza.

Que tranquilidad, lo detecto desde que se pudieron conocer de verdad, ese hombre le brindaba paz.

– Lo siento, no debí precipitarme –

– Está bien, suéltame – pudo librar sus manos, logrando empujarlo un poco en señal de que necesita de regreso su espacio. Lo único que recibió fue apretón aún más intenso. A Seijuro, esa posición le daba vergüenza, percibía el aliento de Atsushi golpeándole suavemente el cuello, incluso siente como este aspiraba su aroma. Dulce calidez protegiéndole del frío de la noche, que persona tan vergonzosa.

–Un poco… un poco más “huele muy bien… quiero morderlo, por favor cuerpo, muévete o desperdiciaras tu oportunidad”–   

–Es suficiente, sólo vine para pedirte que me dejaras en tranquilo e insistes mucho. Necesito ir a quitarme esta ropa, así que es mejor que me vaya –

–Eso sonó a una invitación –

–No distorsiones mis palabras – al librarse por fin del contacto, se inclinaba a recoger la peluca y le pedía la malla para ponérsela, no andaría con esa ropa sin esa parte tan importante del vestuario, una vez listo. Atsushi sólo veía la nueva transformación mientras sonreía, se acercó a su oído.

–Déjame acompañarte –

 

 

 

“No me susurres con esa voz tan penetrante, harás que ceda ante todo lo que me pidas”

 

 

 

–No es necesario, yo también soy hombre –

–Por favor, no quiero dejarte sólo con ese atuendo, podrías ser hombre pero aún es peligroso… lo he visto  –  se puso serio – lobos que destrozan a su presa y sólo dejan sus huesos tirados –

– ¿Qué dices? –

–En una ocasión vi a una chica, estaba llorando con ropa destrozada… era obvio que era una maiko por ser tan joven y también lo que le había ocurrido –

–¡[…]! –

– Eh estado caminando muy seguido por aquí, este distrito es peligroso – le soltó para mirarlo, sus ojos reflejaban la impotencia – si por ahora tu vistes de esa forma, no quiero dejarte solo, aun siendo hombre es difícil defenderse con toda esa ropa encima – la ropa, los zapatos también era un impedimento. Era cierto, el distrito es peligroso por las confusiones de personas no informadas en nada con respecto a las geishas. Atacándolas y desprendiéndoles de su orgullo, sin contar los yakuzas que rondan de vez en cuando. Obviamente, aquello conlleva su atuendo, sin contar lo bien que se veía, era un punto de ataque. – Estos últimos días eh soportado callar ante las adulaciones de tu imagen, porque aunque no lo parezca, causaste mucha conmoción durante el festival de primavera. No te dejaré solo – De nuevo esa aura depredadora le envuelve, causándole estragos suficientes como para no contestarle.

Esta persona le intimida, hace las cosas por instinto y se acerca sin preguntar, es la primera vez que alguien quiere ser cercano a él. Desde hace mucho tiempo, las personas que se le conocían  nunca tuvieron esa tenacidad para forzar un camino hacia su corazón. Luego llega él y como si nada invade su espacio, le mira de esa forma tan intensa, le abraza, le besa y no toma en cuenta del latir de su desbocado corazón.  Es injusto, si no fuera por el maquillaje ese sujeto vería lo totalmente rojo que estaba, él puede creer que no logra ponerlo en ese estado, se equivoca pero no lo sabe.

Gracias noche que ocultas el brillar de sus ojos o caería ante el encanto.  

–Está bien,  por favor detente  – lo siguiente que se escuchó fue la risita triunfante de Atsushi, le está aceptando a incluirse en su vida.

– ¡¿En serio?! En ese caso, vamos~ Aka-chin –  El  modo serio de Atsushi no duró mucho, con sólo pensar que daría un gran paso como para conocer la casa de su cerecito, es suficiente para hacerlo tan feliz, tanto que algunas florecillas se elevan al brillo de su alegría. Le tomó de la mano para avanzar  hacia la casa de Seijuro, por supuesto, aquello no pasó desapercibido, no obstante, le dejó hacerlo.

–Sólo hay un problema –

– ¿Cuál? –

–Por tu culpa todo mundo nos reconocerá si vamos por el camino habitual –

–Eso no es problema, de esa forma todo mundo verá que al fin te encontré y pensaran dos veces antes de intentar algo – le jaló para caminar –  además, debo presumir mi hermosa compañía –

– Tu de verdad – Atsushi, a pesar de su gran estatura daba la apariencia de un niño emocionado por un dulce, Seijuro sentía que estaba siendo muy permisivo con él pero le dejó ser. De todas maneras, a él también le gustaría presumir a todas las que van tras de Atsushi, cómo ese apuesto hombre le acompaña con una tierna sonrisa en rostro.  

– Entonces vamos – Ese lugar era vistoso por lo tradicional, tenía una gran tranquilidad como se esperaba en todo caso.  Es normal, estaban alejados de todo y es que a pesar de que ciertamente, el distrito Gion no tenía mucho entretenimiento juvenil, aunque eso no disminuía la cantidad de extranjeros que rondaban por ahí. Por lo que siempre se encuentra qué hacer por esa zona.

Antes de que decidiesen qué rumbo tomar, Seijuro escucha el sonido del taiko no muy distante desde ese punto, había un pequeño matsuri no muy lejos de ahí.

–Al parecer no ha terminado. Qué te parece si primero pasamos festival –

Sin dejarle protestar, prácticamente le llevaba de las manos, sus piernas largas aumentaban la velocidad a la que normalmente optaba seguir. Todo en Atsushi le parecía extraño, ese enorme hombre con actitud de niño iba feliz llevándole sujetado. Está bien.

 

Un paso más, un paso menos. Sin importar por donde caminasen la multitud reconocía a esa pareja y se escuchaba el “click” de alguna cámara. Aun delante de tantas personas, Seijuro se siguió dejándose llevar de las manos. Qué vergüenza, todos le miran y aún no han llegado al pequeño evento.

–Aka-chin, cambié de opinión… mejor vamos directo a tu casa – prácticamente se comían a Seijuro con la mirada, no podía soportarlo más.

– No, yo iré a mi casa, tú eres libre de ir al matsuri, estoy seguro que la variedad de comida te encantará – Este tipo era adorable, su ceño fruncido le hacía querer molestarlo un poco.

– ¡No! Prefiero ir contigo – como siempre tan insistente.

–Qué raro eres, queriendo a acompañarme en vez de […] –

 

 

– Seijuro –

 

 

Sin terminar de hablar, volteo ligeramente el rostro hacia a un lado. Lo vio y sin suerte le reconoció.

Esa voz, jamás la olvidaría mientras repetía una y otra vez los mismos insultos denigrantes. La sangre llama, en ese preciso momento se toparon con la persona que menos se esperaban, misma que se acercaba a su persona con un poco de dificultad. Iba sólo. Qué tipo broma pesada le estaban jugando, todo parecía una burla por parte del Dios que reside en el pequeño santuario que pasaron.

– Eres Seijuro ¿verdad? –   

Su padre, hace siete años aproximadamente que no lo ve y sin ninguna dificultad le reconoció enseguida, los ojos de ese hombre le veían desconcertado, no supo si sentir miedo o nervios. Incluso podría ser odio, no obstante siempre descartaba la última opción, ya que a pesar de todo, sabía que odiarlo sería demasiado. Ese hombre que le creció de una forma tan estricta, más nunca fue indiferente con él, siempre al pendiente de sus estudios, siempre buscando la forma de convertirlo en el mejor.      

–Padre – trató de esconder la presión que le recorría, si le descubrió no tenía razones de negarle nada – mucho tiempo sin vernos – hizo una pequeña inclinación a modo de saludo. No quería serle indiferente, si su madre amó a su padre fue por algo, por lo tanto.

–Sí, mucho tiempo – Seijuro aun con las manos entrelazadas aprieta la contraria,  pidiéndole a Atsushi que no se fuera, sorprendiéndole. – Con esa ropa, veo que has logrado lo que querías. Qué curioso, vestido así definitivamente eres la viva imagen de tu madre cuando la conocí  – no supo cómo tomar ese comentario, él lo supo desde la primera vez que se vio en el espejo con esa apariencia. Su madre, la base de querer seguir este camino.

– […] – ese silencio no podía ser positivo para Masaomi, no tras la enorme distancia al que forzó a su hijo trazar.  

–Aunque no me imaginé que realmente de vestirías de mujer para entrar a la asociación de geishas – y decir las peores cosas tras reencontrarse.

–No, te equivocas padre. Soy un hokan completamente; en todo caso, qué le trae por estos rumbos – si le dejaba seguir con lo del travestismo comenzaría las discusiones.  – ¿Acaso busca a una persona en particular? –

–Estuve buscando a la famosa “Cerecita” – Atsushi se tensó al captar todo, si lo que hizo puede ocasionarle problemas a Seijuro, fue un estúpido – al parecer la encontré – esa sonrisa le daba aspecto de un astuto zorro, por lo que adrede o no, fue suficiente para poner en defensa a los dos.

–No veo el motivo de ello –

–Es obvio que no hay más personas con esas características hijo mío. No malinterpretes mis palabras, sólo quería ver la imagen de mi esposa moviéndose, a ti –

–Si vienes a ofenderme por esto, es mejor retirarme, Atsushi vamos – a pesar de ser dejado de lado, Masaomi no puso objeciones, sin embargo, aún tenía algo atorado en su garganta, son palabras. Lo que dijo no era lo que en realidad pensaba decir y su hijo se distanciaba cada vez más.

–Espera un minuto Aka-chin…– le detuvo con voz dulce, el joven de amatista mirar volteo para dirigirle un ligero pensamiento al señor Akashi – No sé lo que pasa aquí pero… podría ser que… ¿Usted quiera disculparse por algo? – nadie dijo nada, para Atsushi la actitud de ese señor (suegro) le recordaba a Seijuro en su modo de defensa de hace unos momentos, escondiendo lo que de verdad quería decir. Al parecer es de familia no ser honestos del todo. – Si me equivoco lo siento, también siento llevarme a su hijo pero yo lo acaparé primero, con su permiso. –

Le dejaron atrás y este no se movió en lo absoluto, tampoco dijo nada mientras veía tanto a Seijuro como Atsushi que iban alejándose de su lado. Mientras que ellos, sin dirigirse la palabra, no por malinterpretaciones o algo por el estilo, sino más que nada por Seijuro quién se le quedó esas palabras en la mente. Su padre disculpándose, por qué ahora después de tanto.

 

 

 

 

[…]

 

 

 

 

El camino a casa de Seijuro no fue tan melosa como en un principio Atsushi esperaba, en parte fue culpa del encuentro de su cerecito con su padre. Por si hay cuestiones, por supuesto que tuvieron la atención de muchas personas, como se esperaba. A paso lento llegaron a su destino sin mayores dificultades.  Ahora ambos están frente a la puerta de la residencia.

–Murasakibara-san, gracias por acompañarme pero ya […] –

–No quiero irme y dejarte así, por favor invítame a pasar – Seijuro no estaba de ánimos para visitas, pero tampoco para objetar, por lo que dejó a Atsushi pasar sin problemas. Este al ingresar observó que ese departamento era muy elegante y espacioso como para tener a una sola persona de residente, al parecer Seijuro ganaba bien como hokan instructor aun sin tener clientes que soliciten su presentación.

–Siéntate en uno de los sillones de la sala mientras me quito todo esto –  Atsushi obedeció aunque ansiaba jugar un poco e ir a la puerta por donde perdió de vista a Seijuro para secretamente observarle mientras se desnudaba. Lamentablemente el humor entre ambos no estaba para hacer sus perversidades. Aguantó la tentación durante todo el tiempo, mientras iba explorando con la vista.

No había más de lo necesario, además de un altar con la foto de una hermosa dama sonriendo. Por curiosidad se acercó, quedando boquiabierto por el parentesco exagerado con Seijuro, deduciendo que era su madre. Tenía el mismo efecto deslumbrante de atención, era preciosa. Luego cayó en cuenta, si esa foto está ahí es porque ella ha muerto.

Se sintió triste y por consiguiente, sin pedir permiso y sentándose de rodillas sobre el cojín, comenzó a dedicarle sus respetos.

–“Mamá Aka-chin, me presento… me llamo Murasakibara Atsushi, por favor déjeme cuidar de… oh rayos, ¡Ah! Disculpe, no puedo decir Aka-chin porque usted también lo es… bueno, sin que él lo sepa… de Seijuro, ayúdeme a que me corresponda, puedo asegurarle que seré el mejor hijo no legítimo del mundo. Por cierto, no se preocupe por su esposo y nuestro Sei-chin, estoy seguro que se reconciliaran antes de lo que se espera.”

– ¿Qué estás haciendo? –  

–Estas de vuelta Aka-chin, solamente estos dando mis respetos a tu mami y… – sonríe – pidiéndole su aprobación – se levanta y se acerca lo suficiente para abrazarlo.

–Contigo de verdad no se puede – se deja apapachar, hace mucho que nadie le trata con tanto cariño además de que lo necesitaba en esos momentos – por otro lado… esto, sobre lo de mi padre. No tenías por qué hablarle –  a Atsushi no le gustaba verle sentir el dolor aun si se veía tierno.

–Lo siento, no fue mi intención, es solo que me dio algo de lástima sabes… definitivamente en cuestión de carácter te puedes comparar un poco con él, es normal si él te crío – Cómo podía decir eso sin conocerle. – Por lo que veo, hubo dificultades. ¿Será por tu profesión? –

–Que persuasivo eres, pero sí, es por eso… en realidad – no quiso seguir hablando, si lo hace será más vulnerable.

–Si quieres hablar te escucharé, como en esa ocasión – el contacto se intensifica con ese abrazo, le hace bajar la guardia y asiente, por lo que para comodidad de ambos, Atsushi aun con Seijuro en brazos, le guío hasta el sillón para acostarse y dejarlo encima de él, boca abajo. Antes de comenzar, Atsushi le proporcionó una serie de mimos, como darle dulces caricias en la espalda y jugar con su húmedo cabello; al parecer Seijuro aprovechó el tiempo para darse un baño y tras un silencio más pequeño.  –Tu mami… –

–Si comenzamos con ella,  falleció de una enfermedad hace mucho tiempo… – comenzaba fuerte, al parecer su amado cerecito cargaba más peso en sus hombros de lo que aparenta – sabes, ella fue la razón e inspiración por la que quise ser hokan en primer lugar. Mi madre en vida fue una gran geisha, muy hábil y popular. Un día, conoció a un cliente del que se enamoró  y a cuestas de la asociación se casó con quien es mi padre, sin contar de que muy joven se embarazó de mí. Él pagó la deuda de mi madre con la gran Oka-sama sin mucha dificultad y le permitió seguir trabajando por un tiempo – demasiada tranquilidad.

– Ser geisha no es nada sencillo, no sólo por la preparación para serlo, sino más bien por el sello de tus labios. Mi madre como mucha de las geishas guardaba secretos que eran un arma de doble filo, muchos hombres importantes y con gran poder político la reconocieron, y sólo para provocarle molestias a los Akashi comenzaron a frecuentar al local y solicitar a mi madre como acompañante. Mi padre comenzó a sentir celos y la obligó a dejar la asociación, ella lo hizo aun con mucho dolor… porque a pesar de que amaba ser geisha, también lo amaba a él, porque amaba a su familia y quería el bienestar de todos. Además, tarde o temprano debía ocurrir por reglas de la misma asociación… cuando me dio a luz todo eso se acabó para ella en definitivo. Pero nunca nos culpó de nada, ni a mi padre, ni a mí… Recuerdo que nos divertíamos mucho parte de mi niñez. Me enseñaba muchas cosas con respecto a su antigua profesión  a espaldas de mi padre – esa voz indicaba lo feliz que fue en su momento, Atsushi sólo escuchaba, la voz quebrante de su Aka-chin.

– A pesar de esforzarse por ser una gran madre y esposa, todos sus esfuerzos se fueron por la borda de un día para otro… todo comenzó como un simple resfriado – su cerecito comienza ese temblar – Tenía seis años, no me dejaron verla de nuevo porque según los doctores su enfermedad podía contagiarme, mera tontería… me cerraron la puerta en la cara mientras la última imagen que vi de ella fue mientras mi padre estaba llorando, sosteniéndole la mano – su corazón se partió, más cuando sintió el apretón de esas pequeñas manos contra su pecho y la humedad en su ropa, no interfirió en su hablar, en silencio le escuchaba. Su dulce cerecito ha pasado por más de lo que su elegante porte demuestra.

– Tras un par de meses de morir mi madre, todo cambio.  Antes mi padre iba conmigo a visitar su tumba. Luego se alejó, nunca dejó de atenderme pero algo en él estaba roto, pude verlo. Se emborrachaba constantemente mientras lloraba en su estudio. Quizás verme era su mayor tortura, el parentesco con mi madre le lastimaba. Supe que ya no soportaba cuando le dije que quería seguir por este camino y no quiso apoyarme, me quería forzar a seguir al mando de la empresa de la familia. Por primera vez no dejé que eligiera por mí y eso fue suficiente como para correrme de la casa por la supuesta humillación de tener en su casa a… un afeminado. Estuve viviendo en un albergue por un tiempo y sosteniendo la preparatoria con un trabajo a medio tiempo, por lo que cuando tenía los dieciocho años ingresé a la asociación de geishas sin su autorización – después de eso nadie dijo nada, no había algo que decir, lo hecho no podía regresar.

–Aka-chin…–

–No, no digas nada por favor, no quiero escuchar palabras de lástima. Debo verme miserable ahora, sabes será mejor que te fueras de […] –

– ¡No! – Intenta levantarse pero es retenido – Aka-chin te dije que no tomes mis sentimientos tan a la ligera. Estoy triste por ti pero no es lástima, tampoco te dejaré solo mientras lloras. Yo te quiero, por eso…– lo abraza con más fuerza desde su espalda – No me alejes de tu lado. Aka-chin, yo agradezco que me hayas abierto tu corazón –

– Tú… ¿Por qué siempre me atacas con esas palabras? –

–Lamento hacerte sentir avergonzado,  simplemente las frases salen de mi boca cada vez que te veo, no puedo evitarlo…–

– ¿Qué es esa respuesta? –

– Aka-chin, tú me haces sentir esto –

– Que tontería –

 

– ¿Quieres seguir conversando? Te escucharé todo el tiempo que gustes–

–No, es suficiente… me siento agotado –

–Me imagino…– besito en la coronilla – Oye, Aka-chin ¿puedo quedarme a dormir esta noche? –

–Huhm – fue un simple sonido de afirmación antes de sentir el cuerpo de su cerecito moverse pausadamente, se había dormido sobre él, que suerte.

–Buenas noches, Aka-chin –

Podía percibir la respiración del pelirrojo pausándose, cerciorando que efectivamente se había quedado dormido. Atsushi, le dejo acomodarse sobre su pecho, tenue luz de luna que se colaba por la ventana en una habitación un tanto oscura. El brillo de la lámpara que está a su lado le daba un brillo característico a las facciones de Seijuro, denotando su elegancia hasta en su forma de dormir. Se veía tierno con el leve sonrojo e indefenso por lo hinchazón de sus ojos que se formaron a causa del llanto anterior. Con sumo cuidado Atsushi se encargó de darle mejor comodidad al igual que le limpió el rostro.  Verle pasar por múltiples emociones en corto tiempo supo que su cerecito merecía lo mejor,  quizás se lamentó al saber que tener una relación con su persona no era la mejor opción. Sin embargo, sin importar su pasado, le entregará todo el amor posible y sin importar qué, lucharía por enamorarlo.

 

 

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[…]

 

 

Cuando decidió enamorar a Seijuro no fue mentira, durante el transcurso de los días, Atsushi fue sometido a muchas pruebas por parte de las alumnas del Karyukai quienes descubrieron sus intenciones y por tanto, protegerían a su profesor, ya que, lo veían como un hermano mayor, ese lugar era una la segunda familia de su querido cerecito. Por supuesto que lo pasó a pesar de rabietas.

Han transcurrido un par de meses desde la noche en que pescó a Seijuro en el distrito Gion, el bullicio del rumor de que “Cerecita” había huido rompiéndole el corazón su fiel pretendiente, se escuchaban en todas partes; lo que nadie sabía era que en realidad, en ese preciso lugar y exclusivamente para Atsushi – con un ligero descuento – podía disfrutar de la belleza de Seijuro con esos elegantes kimonos rojos gracias a su insistencia y sin preocuparse de nada, las geishas no distribuyen rumores de ningún cliente.

Entre muchas peleas, insistencia y múltiples visitas, Atsushi sentía que logró colarse al corazón de Seijuro a pesar de sus negaciones casi a mediados del primer mes entre coqueteos, pequeñas risas y anécdotas. Lo que no sabía era que en realidad su lugar fue concebido desde aquella noche en donde le refugió entre sus brazos; Seijuro dejó de protegerse contra Atsushi y le dejó pasar por sus oscuros secretos. Ahora sabía que esa persona podía ser de completa confianza, quizás fuese flojo pero, aun sin querer ególatra, cuando se trataba de Seijuro o su trabajo era una persona muy atenta.

Ahora entendía que haberse vestido de mujer quizás no había sido un rotundo error, aun si en su momento lo pensó. Fue el principio para conocer al encantador Atsushi, con eso estaba bien, esa persona que le miraba con tanta devoción y amor, por lo tanto, en algún momento debería decirle que de igual forma, él siente lo mismo... y ese futuro era no muy lejano.

 

 

 

 

Me desplace hacia él por una simple coincidencia. Así fue como lo conocí, como el destino enviándote hacia tu camino, obligándote a no saber su identidad pero si su existir, y aunque en su momento me resistí, ahora que me atrapaste, yo tampoco te dejaré partir.

 

 

 

FIN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"¿Y el lemmon? o más bien lime, aquí está" 

 

 

 

BONUS

 

De un lado a otro, de esa misma forma vez pasar tu vida; antes de que des cuenta el destino buscará mil y un maneras de guiarte por donde ella quiera. A voluntad o por la fuerza, eso a ella no le interesa. Te pondrá tantas pruebas como sea posible, dejando que te equivoques o aciertes porque efectivamente, sabe que debes hacerlo. A qué viene tanto rollo tan alborotado por la mente de ese joven. ¿Acaso la altura le ha hecho comenzar a delirar con un pequeño angelito y un diablo al mismo tiempo? Podía verlo claramente, como si de un juego galge se tratara,con las opciones a escoger en pequeños cuadros frente a sus ojos.

 

Devorarlo.

Esperarlo.

Irte al demonio

 

¿Cuál es la mejor opción?

 

Tanta conmoción se debía a que en su actualidad, sus problemas circulaban por otro tipo situación, el cual se entrelazaba muchísimo con el poderoso autocontrol de Atsushi poseía. No era una broma, Seijuro mantiene su aire de sensualidad en todo lo que hacía, desde las danzas hasta su simple forma de hablar; todo aquello que le encantaba y le hacía flaquear.

A cada momento pasaba horas imaginando miles de situaciones en las cuales destacaban los múltiples pensamientos sucios que tenía sobre un inocente Akashi, sencillamente era muy apetitoso a su vista, ansiaba devorarlo cuando antes. Un ejemplo de ello fue ese preciso día, Atsushi siempre visitaba al encantador Aka-chin tras finalizar su trabajo, aun cuando usualmente buscaba excusas para poder verlo, era símbolo de que volvería a intentar propasarse con el pelirrojo.

Podría decirse que hoy fue su día de suerte, todo comenzó con un beso húmedo a escondidas y ahora, ambos estaban cubiertos por las cuatro paredes de una pequeña habitación, desde hace poco comenzaban a conocerse de una forma completamente distinta a la usual. Por supuesto, aquello no era en el local, ahí no podían llegar tan lejos más que suaves contactos y con el quemar del incienso como límite.   

Esa noche pidió  nuevamente autorización para quedarse en casa de Seijuro, ya que quería interactuar con él sin entrar en facultad de cliente, por lo que aprovechándose de la guardia baja que Seijuro tenía con él en su casa, invade su espacio, reclama sus labios desprevenidos arrancándole besos que cada vez se volvían más intensos, aquel contacto no ha perdido su efecto anestésico en Seijuro, dejándole inmóvil. Atsushi siguió con la tarea de provocarle múltiples sensaciones por todo el cuerpo e incitarle a dejarse caer en la tentación de continuar tocándose.   

Ahí estaban, ambos sobre el sofá, besándose; uno encima del otro entre el meneo de sus caderas por sobre la ropa. Atsushi atrapó a su Aka-chin para ponerlo sobre sus piernas y expandir las de este a cada lado de las suyas, acercándosele  lo suficiente como para hacerle delirar con la fricción de sus destacadas erecciones escondidas tras sus pantalones. Era la primera vez que le dejaban avanzar tanto, estaba tan feliz que sin desaprovechar los momentos de intoxicación – en placer – de Akashi, colaba sus manos por debajo de su camisa. Su piel tan suave, siempre se lo imaginó de esa manera pero esto superaba sus expectativas, su Aka-chin es lampiño. Que encantador.

–Atsushi – la formalidades se acabaron hace mucho, ese tipo relación fue superada desde su tercer beso fogoso – es suficiente, detente… – desde que comenzó a ser dependiente de la compañía de ese hombre, este comenzaba a propasarse con su cuerpo de vez en cuando, le tocaba de forma más sensual y eso encendía los sus nervios.

–Aka-chin, no me hagas esto… déjame tocarte por más tiempo – y como siempre, le consentía demasiado, debía ser severo pero simplemente no podía contra él cuando pone ese rostro de perrito regañado.

–No, la última vez que dijiste eso me dejaste una marca de beso en el cuello –

–Lo siento, te prometo que esta vez lo esconderé mejor –

–Ese no es ¡Ngh! – las grandes manos de Atsushi han bajado por su espalda hasta la parte baja de esta, un poco más y le apretaría su posaderas – No hagas eso –

–Sé que lo disfrutas tanto como yo Aka-chin… déjame hacerte sentir mejor – aun con Akashi en brazo, hizo que este le rodeara las caderas y sujetara bien su cuello, con impulso logra levantarse con su ahora amante.

– ¡Hey! –

– Vamos a un lugar más cómodo – le susurró antes de comenzar a llevarlo a la habitación de Seijuro,  ya no es extraño que sepa el camino hacia esa puerta. Ha visitado esa casa tantas veces que ya se sabe el lugar de cada objeto y sitio. Además, para Atsushi, alzar el peso de Seijuro no era exactamente un problema para su resistencia y fuerza, eso es obvio; incluso antes ha podido levantarlo sin ningún tipo de dificultad. Esa particularidad por parte de él siempre le fue algo molesto para un orgulloso Seijuro, ya que iba indicándole el probable rol que tomaría en esa relación, siempre resistiéndose a ello, ahora díganle a su cuerpo virgen que deje de reaccionar como tal.

Se dejó guiar por esa ruta hasta ingresar a la habitación, la oscuridad en esta era notoria tras detectar la hora, un poco pasadas de las diez de la noche y está recién comenzaría para el disfrute de los dos. Con cuidado pudo recostar a un extrañamente sumiso Seijuro, quiso probar suerte al subirse a la cama y quedarse sobre él sin aplastarlo, que sorpresa la que se llevó al percibir que efectivamente le dejaba seguir. Mirándole de frente y ver las pizcas de miedo por lo rápido que estaba avanzado, sinceramente esas acciones se veían lindas en su Aka-chin al ser comúnmente un poco arisco al menos en ese aspecto.

Tanteo terreno en todo caso, luchando con su lado perverso, estaba encendido desde hace tanto tiempo que trataba de mantener su mente un poco fría y más sin embargo, Seijuro no ayudaba en nada con tan sexis gemidos.  Era un delicioso castigo no querer hacerle lo que tanto quería: tomarlo por la fuerza, aprovechar su altura para someterlo a placer y hacerle tantas cosas para dejarlo pegajoso. Verle perderse en éxtasis y tenerlo por completo a su merced. Dios, esos pensamientos le hacían quedar cada vez más duro. Debía abstenerse de ese tipo de pensamientos o alejaría a su pequeño tesoro.

Con frecuencia tenía esas alucinaciones y luego se arrepentía. Después de robarle besos tan pasionales entraba en controversia, en este punto era el momento del rechazo o  la señal verde.  No sabía si esta ocasión o la siguiente fuese la primera vez que tendrían relaciones sexuales, no obstante, antes que nada le hará el amor como se debe.

– ¿Puedo seguir? – siempre tuvo la necesidad de preguntar antes de actuar sobre ese menudo cuerpo, no quería hacerle daño aun con  el morbo de este negándose que le encendía tanto.

– Atsushi… yo…– Pero si de algo estaba seguro, era que esos tiernos ojos color rojo siempre le ayudaban a hacerle ceder a la bestia que ansiaba devorar hasta los huesos de ese precioso hokan y al mismo tiempo eran una arma que podía volverlo loco de deseo.

–Aun no… ¿verdad? – eso era trampa, para Seijuro el que Atsushi le mirara con esos tiernos gestos era una completa treta, sabe perfectamente a lo que se refiere, no podía negarse y al mismo tiempo no se sentía listo, era muy pronto pero  – Entiendo, no te preocupes… me encargaré de esto por mi cuenta – esa imagen era mucho más dolorosa de percibir, quizás no se han conocido lo suficiente para proseguir con el siguiente nivel. Maldición, no era una chica, ambos son hombres y entiende ese deseo porque él también puede sentirlo por lo caliente que se sentía. Atsushi iba a levantarse para ir al baño a sacar toda la emoción de los juegos previos no sin antes ser retenido por la mano de Seijuro.

–No, yo te ayudaré… –  sonaba tan seguro que por un instante le creyó, que lindura era su cerecito como para sugerirle tal cosa.

–Aka-chin no tienes por qué forzarte… no te preocupes enseguida […] –

–No, soy responsable de… eso, por lo tanto yo […] – un golpe sordo pudo escucharse al ser impactado contra la cama. Fue un tanto agresivo, qué le ocurría.

–Aka-chin no debería decir esas cosas tan a la ligera, si te dejo ayudarme es probable de que te ataque, no soy de piedra Aka-chin – el deseo era algo que simplemente no se podía ocultar, si seguía seduciéndolo de esa forma un tanto inocente, despertará su lado carnívoro.

–Yo tampoco –

– ¿Eh? – qué fue lo que dijo.

– No me dejaste contestarte hace un momento Atsushi, no eres el único que quiere hacer esto. Por eso… – ahí va de nuevo, esa sensualidad inocente. Seijuro no lo sabe pero, es la primera persona que ha logrado domarlo en más de un sentido con un solo beso, le hará volverse loco si aprende a controlarlo con ello.

– No te mientas Aka-chin,  lo siguiente no es tan delicado como las caricias… –  

–Lo sé, que no te engañe mi apariencia, puedo soportar más de lo que crees, aunque debo admitir que por esta vez lo dejaré en tus manos – sonríe antes de pasar sus brazos por su cuello para acercarlo y susurrarle en tono de invitación – nunca he tenido la oportunidad de hacer este tipo de cosas, eres el primero en todo sentido, sé más agradecido, Atsushi – Adiós cordura, créanle que lucho mucho tiempo por soportar tenerle tan cerca y no atacarlo cuando sin querer veía el inicio de su pecho desde su gran kimono sin sentirse culpable. Que le hagan semejante invitación además de declararle que técnicamente sería su primera experiencia sexual hizo perderle la cabeza por un instante.    

–No te arrepientas, Aka-chin –Ahora no había nada que lo detenga, se serviría como siempre ha querido. En instantes, lo primero que hizo fue reclamar sus labios, ha esperado tanto que no sabe si será suave o no. – Intentaré ser amable – por él, daría lo mejor de sí. Quedaron en silencio, sin ningún tipo de contacto más que sus miradas fijas el uno al otro.  Atsushi admiraba lo que estaba a punto de comerse, parecía un sueño. Vulgarmente se le hacía agua la boca, aflorando su egoísmo como la analogía de un niño ansioso por devorarse el pastel sin invitarle a nadie.

–Uhm, cuento contigo – en qué lio se ha metido, ciertamente quería dar el siguiente paso con Atsushi, sin embargo, el miedo del primer encuentro no dejaba de estar presente. Estaba asustado, no lo negaría pero es normal en su situación. Solo espera poder llegar hasta el final sin darle una patada a su querido Atsushi.

Lo siguiente que sintió fue su boca siendo invadida lo suficientemente fuerte como para no darle tiempo de respirar, era un beso muy brusco el que le hacía ver lo desesperado que Atsushi estaba por su cuerpo. Está bien, le dejará a su cuerpo disfrutar de su sexualidad. Al menos eso pensaba hasta que el toque de Atsushi entre su entrepierna le hizo darse cuenta de su verdadera situación. Esa mano era grande, se desliza hasta sus nalgas y le pellizco descaradamente devolviéndole a su realidad.

– Atsu […] – le dejó respirar por un instante antes de volver atacarle. Oh, asfixiante calor que le envuelve tal anaconda sin dejarle ventaja de escapar, sus mejillas se incendian y su cuerpo comienza a hormiguear. La contracción entre ambos incrementaba esa dulce calidez y es que aun la ropa estorbaba. Quitársela fue una idea fugaz y sin darse cuenta, ese hombre de ojos amatistas disponía a concebirlo, muy al contrario de los demandantes besos, esa mano viajó de su parte trasera hasta la parte baja de su espalda y levantaba su camisa, acariciándole la piel que esta celosamente escondía. Esa camisa era un reto en estos momentos, si fuera por Atsushi lo tomaría aun con tan sólo bajarle los pantalones, aunque no por ello lo haría. Se deleitó con el tacto de esa suave espalda y la dejó solamente con un fin, desabrochar los botones de la sucia dicha  hasta dejar expuestos sus tiernos pezones.

“Son rosaditos~” – obvio, aquello no lo diría en voz alta. Se despegó de ese cuerpo sólo con el fin de quitarse la polera, desde ese punto la imagen erótica que desprendía su Aka-chin era desbordante: pómulos rojos, sus ojos medio cerrados, la ropa a medio quitar y el deseo de su mirar.

Tan delicioso.

Al mismo tiempo, Seijuro vio ese acto de sensualidad tan excitante que se sonrojó un poco más. Quién diría que la fisionomía de ese cuerpo se oculta muy bien bajó las holgadas ropas, el deseo de tocar despertó antes de lo esperado pero, ese hombre se le adelantó. Regresando a la misma posición con un cambio, los besos húmedos se dirigieron hacia otro lado.

– ¡Ngh! – su cuello, en el primer contacto que tuvo de Atsushi en esa zona detectó lo erógeno que resultaba ser, antes nunca se hubiese imaginado que fuera tan sensible en esa parte de su cuerpo. Fue un escalofriante y viscoso placer al ser la combinación de lengua y dientes, no hay problema con ello. Ahora, Atsushi cambia de lugar consecutivamente pasando primero por su hombro, seguir con un dulce beso en su clavícula. Maldito calor, su temperatura subía al sentir la respiración de Atsushi acariciándole por los lugares antes dichos, haciéndole perder la razón por un instante.

Itadakimasu

– ¿Eh? – fue todo lo que pudo pronunciar antes de sentir la presión sobre  sus pezones, las manos de Atsushi eran lo suficientemente grandes como para tomar un poco más de la mitad del grosor de su tórax, alcanzando sus botoncitos con los pulgares. En qué momento sus manos se colaron por la ropa abierta, inmovilizándole.  Sin dejarle cuestionar, Seijuro siente su pecho arder, la viscosidad que antes le perteneció a su cuello ahora estaba succionando y lamiendo en al menos un pezón.  Buscaba con desesperación alejarlo, la vergüenza consumía su ser, ese lugar no fue hecho para ser lamido de forma tan descarada. – Atsushi… “mi pecho se siente extraño”

–No te preocupes Aka-chin, te haré sentir mejor “sabe tan dulce, justo como imaginaba” –  esa voz retumba en sus tímpanos,  Atsushi estaba haciendo lo que quiere nuevamente. – Tan dulce – diciendo cosas como esa, dónde debe esconderse si le está deteniendo mientras en su rostro demuestra su disfrute. La textura, el olor… su sabor, todo en su pequeño amante le estaba volviéndolo loco. La adicción era tan gratificante que no sabía si dejarse caer en ella.

Por ahora,  cegado por el deseo, juega a su placer con el par de montoncitos de Seijuro. Percibe las sensaciones de este por medio de su lenguaje corporal mientras tiembla e intenta alejarle; es normal después de todo.

Sin dejarle descansar, dejo su mano bajar hasta el vientre de Seijuro. 

“¿Aquí también tendrá ese color rojo?” – Finalmente posarla sobre la erección, esa delgada línea entre la razón y el deseo estaba a punto de romperse tras sentir la calidez que emanaba esa parte de él. – te tocaré directamente Aka-chin –

– ¡[…]! – contuvo la voz lo más que pudo, el juego previo de hace unos momentos ha dejado su miembro húmedo, el simple contacto de la mano de Atsushi sobre la proveniente erección le hace estar a punto de venirse, es lo peor. No quiere que todo termine tan pronto. – No, no lo toques – siempre le dice “no” en todo este tiempo, ese “no” que conviene, la invitación.

– Estas por venirte, puedo sentirlo… está muy duro y gotea demasiado…–

–Atsushi, no hables de esa forma ¡Ngh! –

–Decirlo de otra forma menos grotesca es imposible Aka-chin… – ese rostro lleno de súplica le ponía, quería ser un poco más franco y atormentarlo por un rato más pero, conociendo a su cerecito eso haría ponerlo histérico. Después de desabrochar el pantalón y jugar con el miembro escondido, esos sonidos comenzaron  – escucha… es tuyo, Aka-chin… que erótico –.  La masturbación fue unilateral hasta este punto, se escucha los sonidos viscosos por tal masaje, Atsushi ardía en deseo, aunque para poder llegar al final debía abstenerse de seguir atormentándolo de esa forma, no por ello no disfrutaba hacerlo.

–Atsushi, es suficiente… suéltame –

–Uhm, aún no hemos terminado… apenas comenzamos – sus energías eran llevadas por el placer que la masturbación, el control que siempre acostumbró tener se le escapaba de las manos, sus pantalones junto con su ropa interior fueron despojados de sus piernas con lentitud mientras era víctima de un ataque hacia su pecho. La verdad es que tuvo que cooperar tantito, levantando sus caderas lo suficiente como para hacer que estas fueran quitadas y lanzadas en algún lugar de su habitación, recibiendo comentarios vergonzosos de Atsushi.  – “Sí, es rojo. No me esperaba que aquí hubiese vello púbico… que masculino~” No sabía que eras tan sensible Aka-chin… estas a punto de explotar –

– Ngh… ¡Ah! – dulce melodía, para Atsushi era el sonido más hermoso que alguna vez haya oído. Si su preciado tesoro estaba disfrutando de sus acciones le hacía tan feliz. – ¡Ah! Ugh… –  y Seijuro luchaba contra ello, sus gemidos le fueron algo sumamente vergonzoso que suplicaba poder acallarlos, poniendo sus manos sobre su boca con tal de que el sonido no sonara tan fuerte, no soportaría que le escuchen, mucho menos Atsushi quien le veía con una mezcla de total devoción y perversión mientras jugaba con su falo.

–No lo retengas… déjame escucharte –

–No, por favor… ya no más – esa persona le estaba suplicando piedad ante los estímulos con ese rostro tan erótico, le daban ganas de molestarlo un poquito.

–Entonces, discúlpame pero no dejaré que puedas soportarlo más – Atsushi lamió sus labios antes que nada. Qué fue lo que dijo, qué no lo dejaría seguir conteniendo su voz. Seijuro no estuvo preparado para una sensación más fuerte que las manos de su gigante mimándole el pene, por lo que sin dejarle pensar con claridad, Atsushi bajó su rostro hasta sus entrepiernas y tras un leve mordisco a la piel expuesta de sus entrepiernas, comenzó a lamer y succionarle su carne viril. Abrumándole en puro placer no pudo quejarse de ello, su voz fue desencadenada mientras buscaba con desesperación alejar al causante de su exquisito sufrimiento.

– ¡Ah! Atsushi… ¡Ah! – Lo único que pudo coger de él fueron sus largos y violáceos cabellos – Atsushi, es suficiente… no puedo – este no paraba, incluso el inútil intento de Seijuro para alejarlo era un total honor, dándole a entender que era el primero en hacerle una felación.

–“Disfrútalo Aka-chin, tú también eres el primer hombre a quien le hago esto” –  lo que más deseaba en ese momento era verlo en éxtasis, él nunca tuvo experiencia con hombres pero desde que entendió que su cerecito era el actual material de desahogo sexual  entre sus noches de onanismo, supo que debía investigar si no quería hacerle daño. Quizás fue muy precipitado al asumir el rol activo, no obstante, sentía que debía hacerlo de todas maneras, no era un profesional pero eso no evitará cumplir con su principal objetivo. Tuvo cuidado de no morderle, evitando juntar sus dientes con tan sensible piel, su lengua y mejillas internas fueron suficiente para hacerle perder la razón.  –“Vente, aun si no puedes seguir después y caes dormido… vente, Aka-chin” –.

 

– ¡Ngh! Aléjate, detente… es suficiente… ¡Ah! “No permitiré que tomes eso”   –Se sentó para tener mejor equilibrio para luchar y aferrarse con más fuerza a la cabeza de Atsushi, mientras que él no se alejaba, debe detenerlo o sino tomaría con su boca el producto de su placer, eso no le causaba nada de gracias a Seijuro; si dejaba salir su esperma en la boca de Atsushi no podría volver a verle a la cara. Se retuvo lo más que pudo, lo alejaba lo más que podía, cuando se sintió cerca de acabar recurrió a su punto estratégico: tomándole de las mejillas y dándole un pequeño beso en su coronilla pudo llamar su atención y mirarle de frente  –Por favor, detente… –esa mirada con los ojos un poco llorosos le hizo volver de golpe, estaba avergonzado mucho a su querido cerecito. Se detuvo abruptamente y le abrazó con desesperación.

–Eres muy injusto Aka-chin – se aleja lo suficiente como para mirarle con un puchero – eso es trampa –

–El único injusto aquí eres tú,  no escuchas cuando te decía que te detuvieras –

–Lo siento, es que Aka-chin es tan lindo que no pude evitarlo – el rostro sonrojado y molesto le parecía tan tierna, pero por ende –No te molestes, si no puedes con esto… cuando avance más te será imposible soportarlo –

–Entonces lo dejaremos hasta aquí –

– ¡Eh! –

–Si no me escuchas ahora, cuando te deje avanzar más no me harás caso en lo absoluto, por eso –

– ¡No! Digo… lo prometo, te escucharé Aka-chin – Seijuro al fin lo tenía dominado sin siquiera saberlo. Lo abraza al mismo tiempo que lo vuelve a recostar – no me castigues así ahora que… no puedo soportarlo, mira – se pegó para hacerle entender, Seijuro supo que no había forma de regresar al sentir ese miembro tieso y exuberante. Parecía una especia de broma, todo en Atsushi era simplemente grande. – Por favor  – no le respondieron, le dejó completamente congelado y ansioso al poner las manos de su adorado en lo que a su potente hombría respecta. – Aka-chin – Tuvo que ser  un poco más rápido sino quería volver a tener la objeción. Subiéndose, dejándole sin escapatoria. Adiós excusas, ya estaba decidido, se entregaría y punto; tocando sus piernas nuevamente las recorre, ahora con otro fin.  – Sólo déjate querer  – desde que supo el motivo de tantas cerraduras en su corazón tenía que ayudarle a sentir confianza, tocó un punto sensible y lo sabía, Seijuro siempre estaba a la defensiva con respecto a dejarse llevar por sus sentimientos por miedo de pasar a ser un ser alguien olvidado. Este le sonríe de una forma tan cálida que le hizo saber que todo estaba bien, de verdad lo estaba, su frio corazón comenzaba a irradiar calor combinado con pasión desde hace tiempo.

– Prométeme que no me ignoraras  –

– Siempre te escucharé  – beso  – siempre…  –

–Espero que estés seguro Atsushi,  si avanzamos más… ten por seguro que él único que no podrá arrepentirse serás tú – esa sonrisa coqueta, pudo reconocerla por completo y sin soportarlo más, se abalanza hacia su cerecito y abrazarlo sin medir su emoción.

– ¡Aka-chin! Te quiero… –

–Uhm, yo igual… te quiero, Atsushi – Al no tener ninguna negación dio por hecho a que estaba autorizado para proseguir. Palabras de confianza, de anhelo y deseo.

La noche recién está comenzando, el “te amo” puede esperar, después de todo no hay prisa por seguir avanzando. Sus cuerpos sudorosos se complementaban entre vergüenzas y besos húmedos. Alcanzando rozar la línea divisora entre la locura y el raciocinio, percibir la tentadora perdición con sus dedos y forzar a abrirla.  Busca entre los bolsillos de su pantalón lo tenía guardado, algo que le será muy útil durante esa noche: un pequeño botecito de lubricante era esencial. Le dio un momento de tregua antes de ponerse a destapar ese botecito, vertiendo el líquido que contenía con la cantidad que consideraba adecuada.

 

 

Respira profundo.

 

No te tenses.

 

Confía en mí, no te haré daño.

 

En un principio fue dulce y extraño. Los dedos moviéndose de un lado a otro buscando algo en específico y en un instante lo sintieron. Ahí era.  Sacando a los responsables del leve brinco que pegó en la cama. Fundiéndose en su cuerpo, asfixiarse con el abrazador calor de su interior, percibir que se moldeaba a la anatomía de su carne. Imaginar que sería imposible que entrase, estuvo equivocado.

Dolía, Atsushi fue un mentiroso, prometiendo que no le haría daño y por el contrario, le dolió como los mil demonios. Agradecía que no se moviera tras completar la invasión, que los besos y caricias anestesiasen lo cruda de su realidad, no buscó más sitio para sujetarse que la espalda de su amado de ojos amatistas.

Lento, suave y firme.

Sonidos eróticos en base a los fluidos y no supo qué hacer cuando Atsushi tocó de nuevo su punto dulce, la que electricidad le recorría no buscaba cómo detenerla y tuvo miedo, su cuerpo entumecido fue movido con más fuerza en cada embestida,  con el fin de llegar más profundo y rozar con frecuencia esa zona. Deténganlo, se volverá loco. Es mucho placer recorriéndole. Por favor, que alguien lo detenga. Ruega al cielo que alguien proteja su cuerpo fuera de control, Atsushi le ve asombrado pero no se detiene y sigue dándole, quiere intoxicarlo, volverlo dependiente del deseo de su carne y no puede más.

Deténganle… 

Demasiado tarde. Algo se vació en él, pegajoso y caliente. No era la loción, fue el semen de Atsushi que no buscaba salida al estar tan lleno.

 

 

 

Fui muy brusco, lo siento. No lo volveré a hacer.

 

 

 

Seijuro estando en trance deslizo sus manos hasta donde la abundancia salía y unto entre sus dedos el blanquecino líquido, llevándoselo hasta su boca, lamiendo los restos. Sonriendo se dirige hacia su atacante quien le miraba sorprendido por su actos y con malicia tomó el miembro de Atsushi entre sus manos, intentando volverlo a despertar.

 

 

 

Atsushi, házmelo otra vez.

 

 

 

Atsushi, ahora él no te dejará salir. Le hiciste probar el deseo carnal y con una vez no fue suficiente.

 

FINx2

(Ahora sí)

 

 

 

 

Notas finales:

Dudas, preguntas, aclaraciones y traumas. Pueden hacérmelo saber por un review, si ven algún error ortográfico o de coherencia de verdad lo siento bastante, aunque lo chequé como siete veces puede que haya sido lo suficiente he he.

Dejando eso de lado, estoy muy contenta de participar en el mes MuraAka y muchas gracias por leer, en serio agradezco bastante que te hayas tomado el tiempo para leerlo.  Bye, bye. (^o^)/  

 

 

 

 

 

 

 

PD. Si tienes tumblr, sígueme y yo te sigo. Soy beyi-chan y hago dibujos (MuraAka y lo que se me ocurra). Gracias por tu atención y nuevamente, bye bye.  


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