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Tres días antes del solsticio de verano por Adriana Sebastiana

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Notas del fanfic:

En primer lugar, tengo que gritarlo a los cuatro vientos.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, KISE-KUN! DANJÔBI OMEDETÔ (/*3*)/

¡Técnicamente es 18 de junio en Japón! Así que me he adelantado un poquito, por dos razones:

1) Me picaban las manos por publicar este One-Shot. Algunas personitas ya sabrán que lo tenía listo desde hace algunos días.

2) Porque no estoy segura si podré actualizar mañana, sábado... así que preferí no echarlo a la suerte.

La canción de la cual me inspiré es Por fin de Pablo Alborán. Sencillo del álbum Terral.

(Amo a Pablo con mi vida, no es de extrañarse que me inspire en sus canciones a menudo).

 

Todos los personajes de Kuroko no Basket son propiedad intelectual de Tadatoshi Fujimaki-sensei.

 Tres días antes del solsticio de verano

 

[Adriana Sebastiana]

 

 

 

Faltaban un par de días para el solsticio de verano, y el ambiente festivo se notaba claramente con cada hora transcurrida. Algunas personas aprovechaban para salir a las afueras de la ciudad y deleitarse de las actividades al aire libre patrocinadas por el Ministerio de Turismo, ya que el fin de semana se prestaba para ello.

 

Hoy era sábado, pero no uno cualquiera para cierto rubio de ojos dorados. ¡Era su jodido cumpleaños! ¡Hoy cumplía sus 18 primaveras! Tenía tantas cosas en mente. Después de todo, por primera vez en mucho tiempo, no tenía entrenamiento como nuevo capitán del Kaijô. ¡Ah! Y ni se diga de esos jodidos exámenes para entrar a la universidad. ¡Podía festejar!

Su alarma sonó a las 7H00 a.m. y se levantó como un resorte de su cama de dos plazas. Se estiró como de costumbre, y caminó sonriente hasta la puerta de baño. Sus hermanas dijeron que vendrían de visita más tarde. ¡Estaba tan emocionado! La familia no había estado junta desde Año Nuevo. Tomó una refrescante ducha y sonrió al espejo un par de veces más. Quizás, este día, cierta personita le felicite. ¡Estaba esperando por ello! Sí, sí, sí… esta vez recibiría una dulce llamada de su parte.

 

—Kurokocchi~ —replicó sin pensarlo, y un ligero rubor se apoderó de sus mejillas.

 

Hace menos de dos meses habían empezado a salir, pero no sentía que su relación hubiese cambiado mucho que se diga. Y tampoco es que esperara        que el peli-celeste lo haga radicalmente de la noche a la mañana. No sería él, después de todo… pero, tampoco creía que el menor pudiera ser tan desconsiderado con su pareja.

 

*Flashback*

 

—Kurokocchi~ —dijo el rubio mientras veía al frente, a la nublada tarde de primavera que cubría la bóveda celeste. —¿Puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto, Kise-kun. —replicó, prestándole suma atención. Se había dado cuenta del cambio de comportamiento del rubio desde hacía tiempo. —¿Es importante? —cuestionó con tacto, y sacudió ligeramente el vaso vacío de malteada de vainilla.

—Ehhh… S-Sí. ¿Te parece si vamos a los recreativos que están cerca de tu casa?

—Como quieras… pero, Kise-kun. Eso queda bastante lejos de tu casa, y está anocheciendo.

—No importa, cogeré el tren y todo listo. No es que viva en el otro extremo de la ciudad. —rio cadenciosamente mientras revolvía sus cabellos rubios. Necesitaba tranquilizarse, Kuroko ya estaba sospechando algo.

 

Caminaron un rato más, compartiendo un silencio por de más incómodo. Ninguno de los dos sabía cómo superarlo, pero para su buena suerte, el lugar estaba a una sola calle de distancia. El semáforo se puso en verde, ambos avanzaron por la línea cebra, y entraron por una de las puertas metálicas.

 

—Bien, ¿qué es lo que tienes que decirme, Kise-kun?

Sus ojos celestes eran más claros que nunca, parecían un par de gemas preciosas, dos lagos apacibles y puros. Kise se detuvo de golpe, solo sus acelerados latidos demostraban cuán vivo estaba en esos instantes que parecían eternos.

—Kise-kun. —repitió, con una pizca de preocupación en la voz. ¿A dónde se había ido ese muchacho extravagante que conocía?

El rubio tragó duro, y colocó una de sus manos sobre el hombro derecho de Kuroko.

—Kurokocchi… —Se perdió nuevamente en esas joyas, y se acercó lentamente hasta sentir la respiración ajena. Las luces de los altos postes se encendieron de par en par, así como los focos coloridos bajo los árboles que los rodeaban. No podía creer que el tiempo pasara tan rápido, o que el menor no se haya marchado todavía. Se acercó todavía más, y acarició esos labios rosados con los suyos.

—Kise-kun… —exclamó con un hilo de voz. Nervioso, extrañado por sus propias acciones. —¿Qué…?

—¿Quieres salir conmigo, Kurokocchi? —soltó de un tirón, sin despegarse de ese ser tan preciado, sin querer abrir los ojos y, por tanto, ignorando el sonrojo que adornaba esa nívea piel de porcelana.

Kuroko no dijo nada, y pasó sus delgados brazos por la espalda del rubio, reconfortándole. Apoyó su cabeza en su pecho, y le apretó con fuerza. Kise solo sonrió y correspondió al abrazo. ¿Eso era un sí?

 

***

 

—¡Kya! ¡Kya! ¡Kya! —chilló, antes de terminar de vestirse. Se había puesto un poco del perfume que le había hecho llegar Akashi por su cumpleaños. ¡Qué buen servicio de correo!

 

Sí, así fue como empezaron a salir.

¿Besos? Casi nunca, solo después de que le invitaba un delicioso batido de vainilla.

¿Abrazos? Un par de veces a la semana, pero siempre tenía que insistir un buen rato antes de que Kurokocchi se dejara abrazar.

¿Palabras de amor? ¡Já! Ni jodiendo, jamás, jamás en la vida. Unir a “Kuroko Tetsuya” con “palabras de amor” en una sola frase era imposible, una completa blasfemia al orden natural de las cosas.

¿Algo más? Pues no, no, ni jodiendo.

Kuroko era muy frío con el pobre Kise.

Ni siquiera se lo dijeron a los demás, y eso que el rubio se moría de ganas por apartarlo solo para él. Estaba consciente de las miraditas de Akashi, o las vulgaridades sexuales de Aomine. ¡Ah! Y no se diga del “mejor amigo” de su novio. ¡Aish! ¡Eso era lo peor! Kuroko siempre le metía en sus conversaciones, o de plano, les veía juntos en Seirin, el Maji o cualquier otro lugar. ¡Aish! Y para rematar al tigre de Seirin no le molestaba hacer mal tercio.

 

—Kurokocchi~ —replicó sin muchas ganas, recordando lo mal que era tratado por el menor. Bajó las escaleras hasta la cocina, y esperó a que su madre le deseara un Feliz Cumpleaños, junto con un desayuno americano con la forma de una carita sonriente.

 

 

Ya eran más de las tres de la tarde, y no había recibido ni una llamada de Kuroko. ¡Ni siquiera un puto mensaje de texto! ¿Tan desconsiderado era? ¿O estaría tan ocupado que no pudo desearle un Feliz Cumpleaños?

Sus hermanas estaban en la sala conversando con sus padres, mientras revisaban los cientos de fotografías de su infancia. Las risas eran sonoras desde el interior, pero no quería participar de eso, no con el ánimo que se cargaba.

 

*Prrr prrr prrr*

*Prrr prrr prrr*

—¡Un mensaje! Por fin, Kurokocchi me envió un mensaje… —se detuvo en seco al ver el remitente. —¿Midorimacchi?

 

Feliz Cumpleaños.

Oha Asa da buena fortuna a los de signo Géminis.

Tu Lucky Item de hoy es un colgante de teléfono de edición limitada.

[No te escribo porque me importes, solo vi mis notificaciones de Facebook y me pareció buena idea].

 

—¿Eh? Pero si Midorimacchi no tiene Facebook. —replicó para sus adentros.

 

*Prrr prrr prrr*

*Prrr prrr prrr*

—¡Esta vez sí es Kurokocchi! —dijo sonriente, pero nuevamente se decepcionó al darse cuenta que no era él. —¿Aominecchi?

 

¡Ya estás más viejo, idiota!

Espero que puedas comprarme buenas revistas para mi cumpleaños. Aprovecha tu mayoría de edad para algo bueno, como Mari-chan por ejemplo.

Ten una buena tarde, “pestañitas”.

 

—Hasta Aomine me deseó un buen día… a su manera. —refunfuñaba antes de escabullirse por el almacén del patio trasero. Era un buen lugar para pensar, y deprimirse.

 

A lo largo del día había recibido llamadas de un montón de personas, desde conocidos modelos, hasta de sus antiguos senpais del Kaijô. Incluso Nijimura, que estaba por ahí, perdido en algún lugar del Planeta Conitos se las había arreglado para mandarle un mensaje alentador. Akashi ya había hecho lo suyo con un par de días de anticipación, y Murasakibara le había mandado la foto de una torta apetitosa, que sería su regalo para la próxima vez que visitara Akita.

¡Todos, todos menos Kuroko!

¿Ya podía dedicarse a llorar?

¿Y si le había pasado algo malo?

 

Sin darse cuenta, ya estaba con el móvil pegado a su oreja derecha, esperando a que la persona al otro lado de la línea le contestara.

—Hola, habla Kur…

—¡Kurokocchi! ¿Estás bien?

—¿Kise-kun?

—¿Estás bien? —repitió, preocupado.

—Estoy bien… —respondió con prudencia.

—¡Es un alivio! Estaba tan preocupado, me alegra tanto que te encuentres bien. —respiró, pero una duda se instauró en su pecho. —Entonces, ¿por qué no me llamaste?

—Lo siento, Kise-kun. Es solo… que no podía.

—¿A qué te refieres?

—Estaba con Kagami-kun, recorriendo varias agencias turísticas por el solsticio de verano. Te iba a llamar más temprano, pero no tenía batería. Pude encender mi teléfono hace diez minutos.

—Oh… ya… veo…

—Kise-kun…

—…

—¿Quieres que salgamos esta noche?

—¿Eh? —preguntó extrañado.

—Te espero en el parque de Shibuya a las seis. Y una cosa más, Kise-kun. —soltó algo de aire, desconcertando al rubio. —Feliz Cumpleaños.

Kise intentó decirle algo, pero no pudo. Se había quedado en shock. ¿Qué había sido aquello?

Revisó su teléfono. Apenas habían pasado unos minutos desde las tres y media. Sonrió, y corrió hasta su habitación. Necesitaba cambiar su outfit de inmediato. ¡Tenía una cita con Kurokocchi! Se sentía tan idiota, un idiota enamorado. No se podía creer lo fácil que era perdonarle las cosas. ¡Agh! Es que Kurokocchi era tan diabólicamente tierno y apapachable. ¡Un delicioso algodón de azúcar celeste!

Buscó ese pequeño colgante de batido de vainilla que le había regalado Kuroko en Navidad, y se lo puso a su móvil. No es que confiara en los designios de Oha Asa, pero nunca estaba de más prevenir cualquier eventualidad.

Bajó dónde se encontraba su familia reunida, no sin antes alistar su ropa, y un baño de burbujas para dejar su piel tersa y fragante para su noviecito.

 

 

—Buenas noches, Kise-kun. —saludó monótonamente el muchacho de cabellera celeste.

—¡Kurokocchi~! —le abrazó apenas le vio.

—Se supone que yo te iba a esperar, Kise-kun. —replicó, sin deshacerse del abrazo, a pesar de que le molestaban las curiosas miradas de los transeúntes. Por hoy le daría gusto. Solo por hoy.

—Feliz Cumpleaños, Kise-kun. —se acercó un poco más, acurrucándose en su pecho.

—Me haces muy feliz, Kurokocchi.

—Lamento no haberte llamado antes… —se disculpó sinceramente.

—Olvídalo… estás aquí, es lo que importa. Te tengo entre mis brazos.

Kuroko se sonrojó de golpe, y le apartó bruscamente. Kise estaba confundido, pero no dijo nada al percatarse del color tan peculiar que cubrían sus mejillas.

¡Ah! Ver a Kurokocchi sonrojado era de los placeres más grandes de la vida.

—¿Puedo tomarte de la mano? —le susurró sobre la piel de su cuello desnudo.

—Ni se te ocurra… hay mucha gente.

—¿Eh? Pero es mi cumpleaños, y no me trajiste regalo…

—Kise-kun… eso… —esquivó la mirada ambarina que le regalaba su novio, y finalmente aceptó la demanda anterior. Kise, obviamente, se había percatado de ese cambio de actitud. ¡Estaba ocultando algo! Y se moría de ganas por descubrir qué era. —Cuando regresemos, podemos.

—Podemos, ¿qué?  —replicó con sorna, fastidiando al menor.

—¡Podemos tomarnos de las manos! —le miró, e hizo un puchero.

 

Tras esa pequeña escenita, se dirigieron a un restaurante italiano que conocía Kuroko. Era muy agradable, y adivinen qué vendían. ¡Sí, pizzas! Deliciosas pizzas.

—¿Eh, Kurokocchi? —se quejó Kise después de entrar al establecimiento familiar. Digo familiar, porque la mayoría de comensales eran padres de familia con sus hijos pequeños. —Dijiste que era un restaurante italiano gourmet.

—Es eso mismo, Kise-kun. —levantó un pulgar, y se sentó en una mesa para dos. —Es un restaurante de pizzas gourmet. Puedes ponerle cualquier ingrediente.

—Me engañaste, eso no es gourmet.

—¿Te engañé? No lo creo, Kise-kun. Y mejor, toma asiento pronto, o sino, nunca vendrán a tomarnos la orden.

—Ni siquiera es un restaurante italiano. —refunfuñó mientras se acomodaba frente a Kuroko. —Solo es una pizzería.

—Pero qué dices, claro que es un restaurante italiano. ¿De dónde crees que son las pizzas? Pues no son de Japón, ¿sabes?

—O sea, es cierto, pero… ¡Tch! Kurokocchi, eres diabólico. —«Y yo que quería comer Carpaccio de ternera, o un Papardelle de mejillones».

—No te quejes tanto y disfruta. Te aseguro que será la mejor pizza que comas en tu miserable vida. —nuevamente, levantó el pulgar en alto, y un par de brillitos locos salieron de sus ojos.

«Miserable estaba de más, Kurokocchi» pensó el rubio a su vez.

 

Luego de una larga cena, y animada conversación sobre baloncesto y exámenes de ingreso a la universidad, decidieron marcharse del lugar. Claro, no sin antes agradecer los alimentos al tan amable Giovanni Ambrosetti, dueño del lugar.

—Grazie, Giovanni! —dijo Kuroko con una media sonrisa.

—Prego! Prego, Tetsuya! Buonanotte, ragazzi… —se despidió con un cálido apretón de manos de ambos chicos.

 

A un par de cuadras de distancia, Kise, notablemente extrañado, intentó averiguar al respecto.

—¿Hablas italiano?

—¿Y tú no? —replicó a su vez, con el semblante tranquilo, e incluso sonriente. En lo que respecta a él, cabe aclarar.

—¡Por supuesto que no! —se quejó, al sentirse burlado por su excompañero de equipo.

—Yo tampoco… —rio sutilmente. —Solo aprendí un par de palabras por el señor Ambrosetti. Es muy amable.

—¿Vienes seguido, Kurokocchi? —Había tantos aspectos de su vida que aún no conocía, pero que quería hacerlo cuanto antes.

—Sí, la comida es buena. Y dime, ¿te gustó?

—Por supuesto. —sonrió auténticamente. —Fue la mejor pizza del mundo.

—Te lo dije.

—Gracias por invitarme, Kurokocchi.

—Era lo menos que podía hacer por mi novio en su cumpleaños. —soltó sin más, sin siquiera regresar a ver la carita de perro que había puesto Kise al escuchar esas palabras de su boca.

—Kurokocchi, eres tan lindo~ —se acercó peligrosamente al más bajo, pero éste, ágilmente, evadió los brazos del rubio. ¡De la que se había salvado!

—Por favor, Kise-kun… no te pongas tan intenso. —se quejó, y le tomó de la mano, como había prometido.

—Quieres matarme, ¿verdad? —apretó el enlace, y se dejó llevar. —¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa. —le guiñó el ojo, y Kise, como era de esperarse, soltó brillitos arcoíris por todos lados.

Era definitivo, Kuroko Tetsuya, ese niñato con cara de palo, quería darle un ataque al corazón. ¿Es que un OVNI le había abducido y le había extraído el cerebro para hacer experimentos y conquistar el mundo? ¡Jajaja! Eso era imposible, no, para nada… ¿o sí? Ya no estaba seguro…

 

Kuroko le guió hasta una linda cafetería.

—Siempre es bueno comer algo dulce el día de tu cumpleaños.

—Kurokocchi~ —Mentiría si no dijera que estaba a punto de llorar.

 

Comieron una pequeña tartaleta de vainilla con fresas, alegando que no era saludable embutirse con un enorme pastel a esas horas de la noche, después de todo, el reloj de ambos marcaba las 22H00…

 

*Ring Ring*

*Ring Ring*

—Hola, madre… —respondió Kuroko a la llamada de su móvil. Kise se quedó a su lado, atento a la conversación que mantenía su adorado con su futura suegra. —¡Oh, sí! Lo entiendo, no tienes por qué preocuparte…. Sí, no hay problema. No estaré solo, dormiré en la casa de Kagami-kun. Cuídate mucho, madre. Adiós.

—¿Kagami-kun? —cuestionó, notablemente decepcionado.

—Sí, tengo las llaves de su casa.

 

A Kise le daban ganas de mandarle a perseguir changos, o cualquier cosa parecida. ¿Qué era eso de “dormiré en la casa de Kagami-kun”? Después de toda esa hermosa noche que pasaron juntos, el idiota de su novio se iba a dormir a la casa de otro tipo. ¡Agh!

—¿Quieres acompañarme? Supongo que Kagami-kun dejó algo para ti.

—Como quieras.

—¿Estás celoso?

—No, para nada. —dijo el rubio sin mirarle de nuevo, adelantándose a los pasos del de ojos celestes.

—¡Pff! —soltó una carcajada, pero calló de inmediato.

Kise se dedicó a ignorarle. No le causaba nada de gracia.

 

Tras veinte largos minutos llegaron al departamento del tigre. Las luces estaban apagadas, y no parecía haber nadie en casa. Kuroko sacó las llaves de su bolsillo, y abrió la puerta.

—Supongo que son muy cercanos para que te dé una copia de sus llaves. —dijo sin más, sin querer entrar.

—No te enojes, Kise-kun.

—No estoy enojado. —dijo con molestia. ¡Claro que lo estaba! Y Kuroko lo sabía, pero le resultaba divertido.

—No es una copia, son sus llaves. Las originales. —se explicó. —Kagami-kun no vendrá hasta el domingo por la noche.

—¿Eh?

—¿Recuerdas que te dije que estuve todo el día buscando agencias de viaje? —Kise asintió, ahora que se lo recordaba, en efecto, había mencionado algo sobre el solsticio de verano. —Pues, salió con Alex-san y Himuro-kun antes del mediodía. Dijo que me encargue de su departamento, porque no confía en los vecinos. A veces, se comporta como todo un paranoico.

—Entonces, ¿pensabas dormir solo? —soltó un poco de aire, estaba realmente aliviado. Su mente ya había maquinado cientos de cosas desagradables.

La puerta se cerró tras de sí. Ambos estaban dentro de la casa del tigre, solo con las luces del exterior iluminándoles.

—No precisamente… —dijo a media voz, con la mirada baja.

—¿Pensabas traer a Nigou?

—No…

—¿Entonces?

—A veces Kise-kun es un idiota.

—¡Es que no te explicas bien, Kurokocchi! Si no es con Nigou, no sé con quién más vas a dormir, no soy un adivino. —le miró, y lo comprendió de inmediato. ¿Era eso lo que quería decir? ¿Lo había captado bien? —No me digas que… pensabas… que yo… y tú…

—Si no quieres, no hay problema… yo, bueno… —se sonrojó todavía más, pero agradecía a la falta de luz que ocultaba el temblorcillo de su cuerpo.

—Kurokocchi~ —se acercó, y delineó los delgados cabellos de Kuroko. Siempre tan sedosos.

—Yo… —habló, y se detuvo de golpe. Quería huir, pero necesitaba continuar… necesitaba decirle todo lo que tenía en el interior. ¡Ya se había estado preparando para ello desde el primero de junio, no se podía echar para atrás a estas alturas! —¡Yo! —repitió con convicción, mirando fijamente los ojos de Kise, perdiéndose en el proceso, dificultando aún más las cosas, pero obligándole a liberarse con él. —Me siento extraño cuando estoy contigo… me da miedo. Es como si me estuviera quemando. —respiró nuevamente —Nunca pensé que sentiría eso… no sé de qué se trata, pero es fuerte. No me deja pensar con normalidad. Quiero verte todos los días, quiero tocarte, quiero que me mires… Siento… siento cosas…

—Kurokocchi, estás temblando. —susurró el mayor y besó la frente de su amado.

—Vivo con cosquillas por dentro. Me encuentro pensando en ti desde hace mucho tiempo, y sin darme cuenta…

—¿Sin darte cuenta? —le motivó para que continuara. Comprendía perfectamente lo que Kuroko quería decir, y lo difícil que le resultaba hacerlo, pero quería escucharlo de sus labios antes de que ponga otra barrera que los separe.

—… y sin darme cuenta, empiezo a sospechar que… que… que te quiero. —Escondió su sonrojado rostro entre sus manos, y se rehusó a que el otro le mirara. ¡Eso había sido más complicado de lo que se imaginó!

Kise se aferró a su tembloroso cuerpo, y besó nuevamente su frente. Se sentía tan dichoso. Nunca imaginó que se lo diría así, tan dulcemente. Kuroko siempre soltaba las cosas como si fuesen bombas, o simples tonterías. Pero esta vez fue tan diferente… ¡NO pudo haberlo hecho de mejor manera!

—Yo también te quiero, y no te imaginas cuánto. —repuso con los labios pegados a su suave cabellera. —Me has hecho una mejor persona, Kurokocchi. —sonrió, y le apretó todavía más contra su cuerpo. —Y no quiero acelerar nada. —trató de reconfortarle.

—¿Eh? —se quejó Kuroko. —¿Qué?

—No es necesario que te fuerces a ti mismo para hacer “eso”.

—Y lo que me costó decirte todas esas cosas. Yo te quiero, Kise-kun —habló con seguridad. —Pero también quiero que lo hagamos, ya. Estoy que me muero por dentro, me da tanto calor.

¡Ok! El Kuroko Tetsuya que conocía había regresado con su franqueza innata.

—Kurokocchi…

—Tienes que hacerte responsable, Kise-kun. —replicó, y le besó con ansias contenidas.

 

Kise no se hizo esperar más, y se aferró nuevamente a su joven amante, acariciando su cuello, sus manos, su rostro y todo lo que podía sobre la ropa. Eso sí, no dejó de atender los labios contrarios con un beso ardiente.

 

—Kise-kun… —jadeó Kuroko al sentir las manos cálidas de Kise sobre sus glúteos. —Vamos… a la habitación…

Kise no dijo nada, y obedeció. Cargó al peli-celeste con cuidado y lo depositó en la amplia cama del tigre. Se arrancó la parte superior de su vestimenta y se apoyó sobre él. Respirando ese mismo airecillo embriagante que les encantaba. Sus miradas se conectaron de nuevo, y sus labios derrocharon miel como nunca antes.

No había vuelta atrás…

No había nada de qué arrepentirse…

—Kurokocchi… Kurokocchi..

 

.

.

.

 

Domingo 19 de junio.

[21H46]

 

—¡Uff! ¡Ya llegué a casa, Kuroko! —alzó la voz el tigre, saludando a su amigo, que seguramente, le estaría esperando en el interior.

—Bienvenido, Kagami-kun… Himuro-kun, y Alex-san. —replicó Kuroko poniéndose de pie para recibirlos.

—¡Kya! Eres tan lindo como siempre~ ¿De verdad eres chico? —le abrazó la rubia, pero le soltó de inmediato al darse cuenta de la presencia de otra persona. —Hola, ¿qué hace este sujeto aquí?

—¡Oh! Es Kise Ryôta del Kaijô. —se adelantó Himuro, refrescando la memoria de su mentora.

—Buenas noches~ —saludó el muchacho rubio con una radiante sonrisa.

—Feliz Cumpleaños atrasado, Kise. —añadió el tigre antes de entrar a su habitación.

—Gracias…

—Oi, Kuroko… ¿por qué mi cama no tiene sábanas?

—Las lavé, Kagami-kun. —respondió el menor sin inmutarse. Claro que las había lavado después de hacer “eso”. —Seguramente ya están secas.

—Kuroko, te dije que no importaba, no tienes que ser tan formal. Podías dormir en mi cama sin problemas, somos amigos. —se quejó, pero no armó mucho alboroto.

—Es que Kise-kun durmió conmigo anoche.

—¡¿Ku-kurokocchi?! —replicó alarmado, soltando la mano de cartas que tenía. Estaba jugando con Kuroko antes de que ellos llegaran.

—¿Eh? ¿Y eso cómo así? ¿Hicieron una pijamada? ¡Tch! —Kagami volvió a la sala y se encontró con los rostros sonrojados de sus compañeros de viaje. Estaban riendo por lo bajo, ellos entendieron la indirecta de Kuroko a la perfección. —¿Por qué te ríes, bro?

—Kuroko, ¿te divertiste en la pijamada? —soltó con picardía el actual capitán de Yôsen. Kise estaba retorciéndose en su lugar. ¡Qué incómodo!

—Por supuesto, Himuro-kun. —respondió con un inusual brillito en los ojos, provocándole una carcajada a él y a su bella mentora.

—¡No entiendo nada, Tatsuya! ¿Qué? ¿Qué tiene de divertida una pijamada?

—Ya lo sabrás, Taiga. Ya lo sabrás…—soltó Alex con picardía, y volvió a reír junto a Himuro.

—Oi, y tú, Kise… ¿tienes fiebre? —le dijo el tigre, notablemente preocupado. El rubio tenía cara de sufrido. —Estás muy rojo.

 

Kuroko se hizo el desentendido.

Alex y Himuro siguieron riendo como desquiciados.

Kagami no podía comprender a sus amigos.

Y el pobre cumpleañero, se moría de la vergüenza.

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leerme!

Espero que me dejen reviews, sino... ya nada... T_T

Al principio pensaba basarme de la canción Pasos de cero, (ya saben, algo más ricolino) pero me dije... no, Por fin llega más al kokoro. ¡Y he ahí el resultado!

Besos y abrazos.

Cuídense mucho, y nos leeremos de nuevo.

 


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