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Colors through the dark por Tony Trinket

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Notas del fanfic:

Hace tiempo que no publico una historia propia sin que sea un oneshot ¡Que nervios!

Esto salió de la idea de que en la mayoría de las historias es siempre Near a quien le sucede algo y Mello es quien debe salvarlo, cuidarlo y protegerlo.

Bueno, quería invertir un poco los roles...

 

Notas del capitulo:

Esto es solo el prologo c:

 

Los ojos de Mello estaban dilatados mientras miraba pasar las calles a través de la camioneta que conducía. No prestaba real atención a lo que veía, se encontraba ensimismado en sus propios pensamientos, lo cual sería considerado peligroso por el inminente riesgo de chocar contra algo o alguien, pero para él, que ya se había resignado a morir en cuanto había secuestrado Takada, no importaba realmente.

La mujer, en cuestión, se encontraba encerrada en la parte posterior del automóvil; desnuda, solo cubierta con una manta, sin la menor posibilidad de escapatoria o salvación. Por suerte el rubio había dejado de lado lo moralmente correcto y la había obligado a quitarse el sostén, pudiendo así localizar el pedazo de papel entre uno de los breteles. El pedazo de Death Note que podría haberlo matado.

No que ahora no pudiese morir, Mello estaba seguro de que tenía las horas contadas, si no es que los minutos. Pero al menos se sentía satisfecho de no haber caído en una trampa como esa. Cuanto más tarde pudiese morir, mejor. Cuanto más pudiese respirar, oler, saborear, sentir y ver… mejor, mucho mejor.

El sonido proveniente del transmisor de la camioneta le hizo regresar la mirada hacia abajo: allí se veía la imagen de un típico noticiero japonés.

Matt había muerto.

Cerró los ojos por un segundo, tratando de no desviarse del camino con la camioneta.

-Lo lamento, Matt. Te mataron por mi culpa -susurró por lo bajo, sintió escocer un poco sus ojos. Matt, su amigo de toda la vida, muerto. Se preguntó cuántas vidas más tendría que ver expirar por ese bastardo de Kira: Beyond, L y ahora Matt.

Como un flash vino el pensamiento de que él sería el siguiente. Recordó la razón.

Vistazos de mechones blancos, manos pálidas, cuerpo escuálido y ojos grises cruzaron por su mente como si lo estuviese viendo frente a él. Sería estúpido negar a esas alturas que no lo hacía por él, por la persona a quien juraba odiar, su peor rival. Near.

Nate.

Ese estúpido albino que trataba de aparentar calma y control todo el tiempo. Ese pedazo de algodón que podría estar muerto pronto si no fuese por lo que él estaba haciendo en esos momentos.

Si tan solo las cosas hubiesen sido distintas, Nathan.

No tenía un lugar especifico al que llevar a Takada, podría mantenerla cautiva en algún lugar junto con los de la mafia, para que ellos la vigilaran. Pero no tendría sentido, ya que si su plan funcionaba correctamente, ella estaría muerta en un rato. Y probablemente él también.

Entonces lo sintió, como ese sexto sentido que se activa para avisar que algo se avecina pero que no puedes hacer nada. Fue calor, proveniente de todos sus costados. Temió que fuese el aviso de un ataque al corazón, pero lo que recibió fue un estallido. No dentro suyo, sino en el exterior, bajo suyo, a su lado.

El fondo de la camioneta explotó, lo que hizo que desviara el camino de esta, chocando contra la construcción abandonada de una iglesia, perdió el control sobre el vehículo y sobre sí mismo también. El fuego comenzaba a aproximarse a él, Takada estaba muerta, y si no se apresuraba a moverse pronto la camioneta explotaría y también moriría él.

Abrió la puerta lo más veloz que pudo, sudando cada poro de su piel, se preguntó por qué siempre acababa jugando con fuego. Literalmente.

Salió rápidamente del vehículo, sintiendo el tiempo correr como en un reloj de arena. Pensándolo bien, toda su vida había sido siempre un reloj de arena, empezando con los granos contenidos en la cima.

Near lo dejó en el segundo puesto de sucesión. Un grano cayó.

L murió. Otro grano.

Él renuncia a puesto. Con eso, miles de granos cayendo como piezas de dominó, una tras otra, haciendo imposible parar el proceso. Irremediable.

Ahora el último granito caía, ese grano que se había estado balanceado sobre un cristal en espera de una última vibración.

Un zumbido lo movió. La camioneta explotó. El último grano cayó.

Trató de esconderse tras una columna, pero no llegó, y la onda expansiva de la explosión lo tiró hacia atrás. Su cabeza golpeó contra una columna. Sintió calor en el cuerpo, lagrimas en los ojos, todo lo que pudo ver fue la llamarada roja y anaranjada antes de que todo se oscureciera.

Todo se volvió negro.

Eternamente.

 

Estaban tocando su cabeza, su frente y su cuerpo. Pinchazos por todos lados, telas envolviéndolo, ¿así se sentiría ser momificado? No entendía que pasaba, solo sentía su cuerpo muy pesado, su cabeza a punto de estallar.

Una caricia en su mejilla, como el soplar del viento revolviendo los arboles, casi imperceptible si no los agita. Un beso sumido en la oscuridad.

 

No estaba seguro de si había despertado. Creía que seguía en estado de semiinconsciencia, porque podía escuchar voces y sonidos, también sentir, pero no veía nada. Trató de abrir los ojos, notando que estos ya estaban completamente abiertos, sintió el aire golpear en ellos y como ardían, se sintió pestañear también, pero todo continuaba oscuro cuando los abrió por segunda vez. Y a la tercera, y a la cuarta.

-No… -susurró-. No, no, no… -pasó sus manos frente su cara, tocándola y sintiendo las cicatrices ya conocidas allí. Tenía algunas ampollas en la mano, lo supo por cómo le ardieron al tocar. Subió un poco las manos y en su frente sintió la textura levemente suave de una venda, la tanteó con los dedos y continuó el recorrido de esta, notando que estaba envuelta alrededor de toda su cabeza, dejando solo la parte de arriba de su cabeza libre. Palpó con la yema de los dedos, rogando para que no fuese cierto, su pelo pinchaba, estaba parado en punta.

Ya no era largo, había sido rapado.

Pero eso no era nada, definitivamente nada. Fue cuando luego de cinco minutos, con los ojos tan abiertos que hasta comenzaron a escocer, siguió sin poder ver ni siquiera la silueta de su mano o de lo que lo rodeaba.

Es cuando dejó salir todas las lágrimas y un grito de terror escapó de su garganta.

Es cuando dejó de negar lo que ya sabía: estaba ciego.

Notas finales:

¡Espero que les guste! Esto es solo un pequeño adelanto de la historia, que comenzaré a publicar en lo más brevemente posible.

¡Saludos!


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