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Faded por ALaLaStark

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Notas del fanfic:

Pues nada, esto es lo que me gano por ver casi toda la segunda temporada de "Reign" en un día, leer Canción de Hielo y Fuego, otra vez, y leer los capítulos más tristes de un fanfic llamado "De amor y Traición" (y llorar) otra vez. Tenia esta historia en mi cabeza desde hace tiempo, y realmente quería hacerlo bien. Además, sacar esto de mi cabeza y poder leerlo es una sensación preciosa.

Notas del capitulo:

¡Hola! ¡Finalmente Faded esta aquí! ¡Estoy muy muy muy feliz por esto!

Declaimer: Los personajes de Haikyuu no me pertenecen, todo es propiedad de Furudate~ Y yo sólo hago esto sin fines de lucro porque nadie en su sano juicio me pagaría.

Este capítulo esta beteado por la genial Alyss Vessalius, a quien le estaré eternamente agradecida. Fuy muy divertido trabajar en este capitulo con ella, así que tambien va para ti todo esto, con todo mi amor y gratitud. y Por aguantar todas las imagenes que te mandé~

Parejas principales: KageHina. DaiSuga. En un futuro estas irán aumentando.

Capítulo uno: La sombra de mi luz.


...•••...


Hinata observó el vasto y frondoso bosque que rodeaba el camino por el que transitaba su carruaje. El constante movimiento de las ruedas de madera contra la irregular tierra lo habían mareado los primeros días, pero después de dos semanas experimentándolo a diario finalmente se había acostumbrado a la sensación. Se movió un poco e hizo una mueca, los ropajes de campesino que llevaba eran bastante incómodos y a pesar de que llevaba usándolos una semana, justo después de haber cruzado los límites de donde la Casa del Cielo gobernaba, aún no podía acostumbrarse a la áspera tela sobre su piel.

Otro suspiro se abrió paso entre sus labios. Se moría de aburrimiento, él era una persona con demasiada energía. Necesitaba correr, nadar, jugar, montar a caballo, lo que fuera. Sin embargo, su madre se había mostrado inusualmente estricta: por nada del mundo saldría del carruaje más que para dormir en las posadas que había a lo largo del Camino del Cuervo. Cuando Hinata comenzó a discutirle el poqué de eso, la respuesta fue tan rotunda y convincente que no dio cabida a más desacuerdos:

—En nuestro reino tienes enemigos. Enemigos que quieren que nuestro príncipe se case con otro príncipe y haga nuestra nación más grande. Enemigos que quieren a sus hijos de menor cuna en la cama del próximo rey. Enemigos que te quieren muerto y bien lejos de su objetivo final.

A pesar de eso, durante los primeros tres días Hinata había intentado convencer a su nuevo guardia personal Tanaka, quien había sido enviado desde la guardia personal del rey regente, de que lo dejara montar uno de los caballos del carruaje y cuando éste se negó rotundamente, Hinata volvió a insistir en que al menos lo dejara sentarse a su lado durante el trayecto. El guardia de cabellos extremadamente cortos y mirada letal contra todo pronóstico (y toda orden) lo dejó hacerlo. Pero ahora el Camino del Cuervo se hallaba inundado en el tramo que pasaba por el Valle del Búho, y la única alternativa más segura era regresar tres días sobre sus pasos y entrar al territorio donde gobernaba la casa del Agua para hacer otra semana y media de viaje en dirección al Nido del Rey. Simplemente eso no era una opción, así que Tanaka se vio tomando una de las decisiones más difíciles de toda su vida: o hacía eso y tardaban aún más de lo esperado, arriesgándose a que la furia de Daichi se descargara contra él, o cruzaban por el bosque del Oso, un territorio traicionero donde los bandidos podían o no aparecer pero llegaban a tiempo, arriesgándose a que la ira de Sugawara se desatara sobre él. No sabía a quién de los dos Reyes regentes le tenía más miedo.

Al final, debido a la impaciencia de Hinata y a una pesadilla donde Daichi lo rebajaba a guardia de la ciudadela del Cuervo, decidió seguir por el Bosque del Oso. Con suerte llegarían sin ningún incidente pero aun así, y como medida extra de protección, Hinata se vio obligado a usar el tosco ropaje de campesino que tanto le molestaba.

Un día después los árboles de gruesos troncos y frondosos follajes eran cada vez más y más escasos, los rayos del sol se colaban más a menudo y Hinata volvía a disfrutar el calor de los mismos acariciando su cara.

— ¡Disculpa Tanaka! ¿Cuánto falta para llegar?

—Un día y medio si todo sale bien su alteza.

— ¡Te he dicho que me llames Hinata!

El guardia sólo soltó una risa estridente y sonrió, claro que se lo había dicho y de hecho si lo había llamado así durante la última semana y media, sin embargo ahora estaban cerca del Nido del Cuervo y no quería que por costumbre se le saliera decirle así frente algún noble de la corte.

Hinata volvió a quedarse callado, él también sabía el porqué Tanaka había dejado de llamarlo por su nombre.

«Tu vida va a cambiar Shouyo» «Traerás honor a la familia» «El linaje del pequeño gigante vuelve a la corte de Karasuno» las palabras de su madre y su padre habían estado rondando en su cabeza por las dos semanas y días que su viaje le había tomado hasta ahora. Al principio no les hizo caso, pero conforme la distancia entre el Nido del Cuervo disminuía y la de las Tierras del Sol aumentaba, el peso y la importancia de las mismas se hacía mayor.

Medio día después, unas horas antes del ocaso, Tanaka le preguntó si aguantaría dos horas más de viaje hacia otra posada más segura o si quería descansar ahí. Hinata optó por la primera opción, no porque le preocupara la seguridad de donde iba a dormir, sino más bien porque ya quería llegar a su destino y mientras menos tiempo pasara en el carruaje al día siguiente, mejor sería para sus pobres nervios.

Poco antes de llegar a su destino, esa noche un olor a humo lo hizo despertar de su estado semi adormilado. Con curiosidad asomó su cabeza por la ventana y su cuerpo se quedó paralizado por el horror. Frente a él, pasando a toda velocidad gracias a que Tanaka aceleró el ritmo de los caballos, había otro carruaje en llamas donde los gritos de las personas que habían estado adentro aún hacían eco con una debilidad lastimosa. Hinata quiso bajarse a ayudarlos pero era obvio para cualquiera que ya no había nada que se pudiera hacer. El olor de la carne quemada se coló al interior de su propio carruaje y todo su estómago sufrió espasmos de dolor. Las arcadas no tardaron en llegar, haciéndolo correr hacia la otra ventana para descargar todo lo que había comido, alentado aún más por el vertiginoso movimiento de un carruaje a toda velocidad.

Cuando Tanaka finalmente se detuvo frente a una gran casa de madera a mitad del Camino del Cuervo, una gran sonrisa desbordante de bravuconearía se posó en su labios, su mirada recorrió el lugar en busca de algún pobre desdichado al cual hacerle pelea, pero no encontró a nadie y en lugar de eso, sus pensamientos volvieron a centrarse en el enano que le habían encomendado cuidar y escoltar. Recordaba haberlo escuchado vomitar cuando pasaron por aquel carruaje en llamas, sin embargo en esos momentos estaba tan concentrado en manejar a los caballos lo más lejos de ahí en el menor tiempo posible que lo único que pudo pensar fue un 'sobrevivirá'.

Un sentimiento de preocupación entremezclado con culpabilidad le dejó un amargo sabor de boca conforme se acercaba a la puerta por la que ese pequeño relámpago de cabellos naranjas se bajaba en no más de cinco segundos cada vez que el carruaje hacia alguna parada. El interior de dicho vehículo estaba en un inusual silencio que por unos segundos a Tanaka le puso los nervios de punta. Sin detenerse a pensarlo por más tiempo abrió de un brusco y estridente movimiento aquel pedazo de madera que casi se rompe por la fuerza de la acción.

La escena que contempló a continuación hizo que se le revolviera el estómago; su pequeño protegido estaba tirado entre los dos asientos del interior, las toscas ropas de campesino estaban llenas de una combinación de vómito y sangre y toda su boca estaba roja. Por un momento Tanaka pensó que había muerto al ahogarse con sus propios líquidos, sin embargo su corazón volvió a latir tranquilamente cuando vio una pequeña sonrisa, un parpadeo y una suave respiración provenientes de Hinata.

—Eres un bastardo.

A Tanaka el comentario le causó gracia, y lo demostró soltando estridente risotada mientras se subía al carruaje pare ayudar a Hinata a levantarse.

—Lo sé, y es por eso que estamos vivos.

Hinata iba a replicar, pero los labios le dolían demasiado por el golpe que se había dado contra el marco de la puerta gracias al violento traqueteo que el carruaje había experimentado durante la huida.

Porque sí, él entendía perfectamente que el objetivo de aquel carruaje en llamas era él. El prometido del próximo rey de Karasuno.

Desde que la buena nueva de que Hinata sería el próximo Rey Consorte había sido revelada, el afortunado ya había experimentado otros intentos de asesinato que no habían llegado lejos. Sin embargo el último intento (o penúltimo, si también se considera el del carruaje en llamas) había estado a muy poco de tener éxito. Aún podía recordar como recién le había dado un bocado a la deliciosa chuleta de puerco asado con miel y durazno, cuando vio a su catavenenos comenzar a sangrar por los oídos para desmayarse pocos segundos después, dejando esa vida en un segundo. Todo el mundo enloqueció después de eso. El sanador de su padre le había metido los dedos hasta la garganta para hacerlo vomitar, seguido de obligarlo a beber líquidos y más líquidos para para repetir el primer proceso una y otra vez. El peligro pasó gracias a que sólo había degustado aquel manjar una vez, y sin embargo sus últimos días en la corte de las Tierras del Sol fueron tensos, con comidas estrictamente vigiladas y horas solitarias con guardias del ejército pegados a su espalda.

Con unas sacudidas de cabeza alejó esos recuerdos de su mente y se incorporó como pudo. Sus heridas fueron revisadas y sanadas por Tanaka, quien resultó ser bastante ágil con las manos y además contaba con un tacto bastante gentil. Hinata no pudo evitar reír con fuerza por la cara de concentración que el soldado hacía. Al principio Tanaka se molestó porque le estaba complicando su intento por curarle el labio, pero la risa de Hinata era tan contagiosa que ambos terminaron riendo, cubiertos por la noche y observados por las estrellas que relucían en todo su esplendor desde el cielo.

Al día siguiente desayunaron temprano, Hinata finalmente volvió a usar las ropas de seda y algodón a las que estaba acostumbrado, con una gran sonrisa envolvió la suave tela anaranjada de su capa alrededor de su cuello y su pecho, puso sus guantes de cuero en sus manos y la espada que su padre le había regalado en el cinturón. El símbolo del Sol resaltaba en su pecho. Finalmente emprendieron el camino con el alba, en cuanto los primeros rayos de sol se asomaron.

El día era tranquilo, templado y agradable. Perfecto para que los dos futuros esposos más importantes del reino se conocieran.

Durante todo el trayecto Hinata sintió un desagradable y molesto nudo en su estómago; de pronto la importancia de su futuro le metió una cachetada. Se iba a casar, iba a gobernar un reino al que no conocía más allá de las Tierras del Sol y una que otra visita a la Casa del Linaje de la Madre. Tenía 17 años y una vida de responsabilidades por delante, una vida que estaba por comenzar en completa soledad. A pesar de que todo lo que pensaba y lo que sentía sólo lo incitaba a deprimirse y caer en una amarga melancolía, su sonrisa nunca abandonó sus labios y la esperanza siempre brillo en sus ojos. Tenía un presentimiento, uno muy bueno. Creía que se iba a enamorar del Rey, y que gobernarían sabia y justamente con el consejo de los actuales Reyes regentes y el apoyo de los nobles. Honrarían la actual alianza con Nekoma y quién sabe, tal vez hasta resolverían los conflictos territoriales con las naciones de Aoba Jousai y Shiratorizawa. Un mundo de probabilidades se abría frente a él... Sin embargo, no sabía lo difícil que sería hacer todos sus anhelos realidad. Comenzando por el amor del príncipe heredero.


...•••...


— ¡Majestades! ¡Sawamura! ¡Sugawara! ¡Noticias urgentes del Puerto Norte!—la voz del Heraldo sonó agitada por la carrera que seguramente había hecho hasta el dormitorio de ambos cuervos— ¡Un bote de Fukurodani apenas logró llegar a nuestro puerto! A bordo se encontraba el Rey Akaashi y su general de ejércitos, el comandante Konoha. Ahora mismo se dirigen hacia acá. El rey de los búhos está en estado crítico e inconsciente.

La puerta del dormitorio se abrió de golpe, dejando ver a un furioso Daichi que se abrochaba el cordón de los pantalones y llevaba el pecho desnudo.

— ¿Qué demonios? ¡Dame más información que sólo eso!

Detrás de él salió Suga con una larga camisa blanca y sin una prenda inferior, los guardias apartaron la mirada de sus pálidas piernas, ya acostumbrados a verlos de esta manera durante la madrugada, o en este caso, a las primeras horas de luz.

—Al parecer Fukurodani fue víctima de un golpe de estado. Los rumores de que el Rey Akaashi perdió la memoria son ciertos y varios nobles se mostraron inconformes con un gobernante en esa situación. Afortunadamente los rebeldes fueron traicionados por alguien que alcanzó a alertar al castillo y el Rey logró escapar. Es toda la información que tenemos. Sólo nos resta esperar a que ambos lleguen a las puertas del castillo y-

—Suficiente, si no tienes más información llama a Kageyama, Tsukishima y Bokuto a la sala de guerra. También infórmale al sanador Takeda que preparé todo lo necesario para estabilizar a Akaashi—el Heraldo asintió a todas sus palabras— ¡Ahora vete!

Los pasos resonando por el pasillo fue lo único que se escuchó hasta que ambos gobernantes llegaron al amplio salón, cuya mesa central estaba ricamente detallada con un mapa de las cuatro naciones de esa región.

— ¿Por qué hoy Daichi?—el tono de Suga sonó tan preocupado y triste que el mencionado se giró a encararlo para tranquilizarlo.

— ¿A qué te refieres mi ángel?

— ¿Por qué justamente hoy?

—No entiendo Suga, cualquier día en el que estuviéramos, esto hubiera sido una emergencia.

El más bajo frunció el ceño con decepción.

— ¡No! ¡Hoy es el día que llega el heredero de la casa del Sol: Shouyo Hinata! ¡La fiesta de bienvenida es en unas horas!

Los ojos de Daichi se abrieron desmesuradamente por la sorpresa. ¿Cómo lo había olvidado?

—No te preocupes Koushi. Resolveremos esto y haremos sentir a Hinata en casa, ¿te parece?

Suga asintió con convicción, abrió la boca para contestar algo pero sus palabras se vieron interrumpidas por la puerta de aquel salón abriéndose con brusquedad. Kageyama entró arrastrando los pies, en su mejilla derecha aún se podían apreciar las marcas de una almohada y su camisa blanca estaba al revés. Seguido de él, Tsukishima se adentró, hizo una reverencia hacia sus soberanos, y se dirigió a una esquina de la mesa central. Nadie habló durante los dos minutos que Bokuto tardó en llegar corriendo, el guerrero ni siquiera traía su zapato izquierdo y su cabello estaba todo aplastado. Pero sus ojos estaban ampliamente abiertos y parecía más espabilado que cualquiera de los otros en aquella habitación.

—Dejemos de perder el tiempo. Hay una emergencia, Fukurodani fue atacado. Akaashi llegó a nuestro puerto norte y está en estado crítico. Como aliados que somos de su reino, es nuestro deber ayudarlo a regresar al poder. —La boca de Bokuto se abrió de golpe, su cara era la viva imagen de la sorpresa. Incluso dejó de respirar por unos segundos. Aquello no podía ser cierto.

— ¿Akaashi? ¿El rey Akaashi? ¿Soberano de las islas de Fukurodani? ¿Las que están a semanas de viaje en barco de aquí?

Daichi le lanzó una mirada irritada, ¿de cuál otro maldito Akaashi podría estar hablando?

—Gracias por la descripción tan detallada. Me alegra que conozcas la importancia de nuestro socio soberano. Por lo cual serás el encargado de escoltarlo hasta este castillo. ¡Ahora ve y averigua todo lo que puedas!

Bokuto lo miró con asombro y algo de temor, no se dirigió a la puerta y se quedó ahí parado, estático.

—No creo que sea buena idea Daichi—el de cabellos bicolor no se dio cuenta de que tuteó a su Rey— en su última visita de hace año y medio... Akaashi y yo no terminamos muy bien.

— ¿Y eso es razón suficiente? Te di un orden Bokuto Koutaro. Te aprecio, pero eres mi hombre de confianza para estas situaciones. Así que obedece y ve por él.

El cuerpo del búho se tensó notablemente ante cada palabra, sin embargo Suga, como el ángel que era, le dijo las palabras que tranquilizarían el acelerado latido en su pecho.

—Al parecer le dio amnesia desde la última vez que estuvo aquí. ¿Y quién mejor que tú para saber hasta qué se remonta su última memoria?—el consorte real se acercó a su guerrero de mayor confianza y le puso una mano en la mejilla—Akaashi es amigo de esta corte y más importante aún, es mi amigo. Tráelo sano y salvo por favor Koutaro.

Bokuto asintió con solemnidad. Era imposible decirle que no a Sugawara. Se giró a hacer una reverencia hacia su Rey y una sonrisa se extendió por sus labios al ver como éste le sonreía.

Su grito de guerra: '¡HEY HEY HEY!' fue lo último que escucharon de él mientras salía por la puerta.

Daichi sólo sacudió la cabeza, un gesto muy común cuando se trataba de Bokuto. Luego se volteó hacia sus dos cuervos y les lanzó una mirada interrogante.

— ¿Planes?—preguntó. Sus discípulos ya sabían a qué se refería.

—Por muy amnésico que un rey esté, no es motivo suficiente para un golpe de estado—murmuró Kageyama con una mano en su mentón, sus ojos estaban fijos en el mapa frente a él, aunque la nación de Fukurodani no estaba dibujada. — Hay algo más.

—Buena observación Tobio—le felicitó Suga— ¿Tú qué opinas, Tsukishima?

— ¿Y si su condición es más grave de lo que nos dicen y era un peligro para su propia nación?

—Estas diciendo que si por azares del destino me caigo del caballo y me quedo sin memoria, ¿harías un golpe de estado contra mí?

—Yo nunca dije eso Kageyama— el rubio le dedicó una mirada de exasperación— en primera, me están educando para ser la mano del rey y tu noble más fiel, estoy aquí aun cuando debería estar en el Círculo de la Luna arreglando el desastre que Akiteru dejó con su partida, y en segunda, creo que deberíamos tener una idea más clara de qué es lo que está pasando antes de mandar tropas, antes de mandar a soldados que mueran estúpidamente, que seguramente es lo que estás planeando.

—Si no actuamos ahora, su pueblo lo aceptará y será cada vez más difícil que recupere el poder. Han pasado semanas.

Kageyama estuvo a punto de añadir una palabrota o algo despectivo, pero se contuvo porque en el fondo las palabras de Tsukishima lo habían conmovido.

—Ambos tienen la razón. En esta situación hay muchos pros y contras—puntualizó Daichi— sin embargo en esta ocasión las palabras de Tsukishima son más sabias. No podemos actuar sin más, porque no sabemos a quién estamos enfrentando ni en qué condiciones está el ejército allá. Tenemos que esperar a que Konoha y Akaashi lleguen y nos expliquen qué ha pasado.

Los cuervos más jóvenes asintieron, uno más conforme que el otro. Suga sonrió y se acercó a Kageyama para darle unas suaves palmadas en el hombro.

—Llegarán en unas cuantas horas. También llegará Hinata hoy, ¿lo recuerdas?

Kageyama asintió, ¿cómo olvidaría que su prometido llegaría ese día? Aquello lo había tenido despierto la mitad de la noche, dejándolo conciliar el sueño durante unas pocas horas antes de que lo hubieran despertado por una emergencia de estado.

— ¿Quieres que le demos un último ensayo al protocolo?

Tobio negó, vomitaría si tenía que practicar eso una vez más. Saldría como tendría que salir y punto.

—Es todo por ahora. Kageyama ve a alistarte, Hinata podría llegar en cualquier momento. Tsukishima, tú haz lo mismo, si no me equivoco uno de los acompañantes de Hinata es de una de las casas protegidas por la Casa de la Luna, probablemente lo conozcas. Así que ver una cara conocida en la corte nunca está de más.

Ambos chicos asintieron y se retiraron sin decir una palabra. Daichi se quedó parado, con la mirada inclinada, los ojos fijos en la mesa y el mapa que tenía pintado sobre ella. Suga lo dejó estar perdido en sus pensamientos por un rato hasta que sol iluminó el salón donde se encontraban, colándose por las ventanas. Eso quería decir que ya eran como las once de la mañana.

—Una moneda por tus pensamientos.

—Mejor que sea un beso.

—Sea.

Ambos se acercaron hacia el otro y buscaron los labios contrarios hasta que quedaron juntos en un suave beso. Los brazos de Daichi se estiraron, y con la yema de sus dedos alcanzó a acariciar las piernas desnudas de su amado. Suga dio un paso hacia atrás por el frío contacto de aquellos grandes y ásperos dedos, luego sonrió y le hizo un ademán con la mano al otro para que hablara.

—Son preocupaciones que estoy seguro de que compartes conmigo. Sé que necesitamos el ejército de las Tierras del Sol bajo nuestro total control para seguir defendiendo las fronteras, y más aún si queremos enviar tropas con Akaashi a recuperar Fukurodani. Sin embargo no quiero que Kageyama se case con alguien a quien no ame. No conocemos de nada a Hinata, y Kageyama sólo lo ha visto una vez en su vida. Ambos eran muy pequeños así que no creo que se recuerden mutuamente. Cuando acepté ser el rey regente hasta que Tobio cumpliera los 18 años, tres meses y nueve días... No pensé que me tocaría elegirle consorte. Pero aquí estamos, Oikawa pidió su mano hace dos meses pero ellos dos se llevan tan mal que la idea de aceptar jamás me cruzó la mente-

—Además de que el amante real de Oikawa, Iwazumi quien también es su mano derecha, entraría en la ecuación—comentó Suga con un poco de rabia.

—Exacto. Nuestro Tobio tiene un temperamento de los mil demonios, pero es una persona fiel. No merece esos desaires. Pero eso también me lleva a Hinata, ¿y si lo engaña? ¿Y si no se aman?

—Nuestras leyes no le dan muchas opciones a los consortes, Daichi. Engañar a un rey es traición y como tal se paga en la horca. Tal vez eso no habría aplicado a Oikawa, pero definitivamente es válido para Hinata.

—Lo dices como si fuera injusto. ¿Acaso has pensado en engañarme Koushi?

—Estás bromeando, ¿verdad?— el aludido le lanzó una mirada herida y Daichi se arrepintió de su comentario— creo que si alguien comete adulterio, el castigo tiene que ser igual para ambos. Sin importar si es un consorte o un heredero por derecho de cuna. Si Hinata no hubiera sido elegido como consorte real, habría gobernado las Tierras del Sol y entonces la horca jamás habría sido una opción para él sin importar si hubiera engañado o no a quien hubiera sido su esposo, o en algún caso extraordinario: esposa.

—Sabes que me gustaría cambiar ese tipo de leyes tontas. Pero es parte de los Inamovibles Decretos de los cinco Reyes.

Suga hizo una mueca y suspiró con pesar, se acercó a Daichi una vez más y lo tomó de la mano para jalarlo a la salida. Se estaba haciendo tarde y no estarían listos cuando Hinata llegara.

—Déjalo querido. Nos estamos metiendo en temas que ya no nos corresponden. Sólo nos queda ver cómo se desarrolla la situación y ayudarlos a conocerse, quién sabe, tal vez se enamoren como nos pasó a nosotros.


...•••...


Hace muchos años, los cuatro reinos del continente Reah convivían en paz y con armonía. Los tiempos eran buenos y justos. La felicidad predominaba en todas las naciones.

El continente estaba dividido en cuatro reinos cuya extensión territorial era igualitaria, razón por la cual las disputas territoriales no existían.

El invierno estaba por caer, así que en apoyo a las dos naciones que ostentaban el norte del continente se organizó la XXXVIII cumbre de la Alianza Invernal, cuyo objetivo era que los países del sur (que eran Aoba Jousai y Shiratorizawa) provean de algunos alimentos y otros suministros a las naciones del norte (Nekoma y Karasuno).

La cumbre tuvo lugar, como todos los años, en la Isla del Rey. Una isla con territorio neutral y un clima tropical y agradable que relajaba a todo aquel que la pisaba.

Esa cumbre también era conocida como El Fatal Encuentro.

El principio del fin tuvo lugar en la cena de bienvenida, donde el protocolo ordenaba juntar a los cuatro gobernantes en un encuentro con tintes de informalidad. Sin embargo en esa ocasión existió otra razón para juntarse y celebrar: el recién matrimonio concretado del Rey de Shiratorizawa.

Sólo el soberano de Aoba Jousai había podido asistir a la ceremonia de unión, así que los Reyes de Nekoma y Karasuno recién conocieron a la afortunada esa fatídica noche.

Dicen que cuando la recién ascendida al trono de las Águilas puso sus ojos en el apuesto rey de Nekoma se enamoró de él con la velocidad de un parpadeo.

«Amor a primera vista» explicó ella tiempo después. Pero es bien sabido que aquel sentimiento no podía estar más lejos de la realidad pues su amado rey de Nekoma, de aquella nación que no colindaba para nada con Shiratorizawa, estaba felizmente comprometido con una noble de su propio reino.

Sin embargo ella, carcomida por el deseo y su obsesión por aquel hombre prohibido, creyó que al ser reina su importancia superaría la de aquella insignificante muchacha a quien ya consideraba su competencia. No cabía duda de que había enloquecido, pues le fue imposible recordar que ella era una reina consorte, no una reina por derecho de cuna.

Durante los cinco días que duró la cumbre ella puso en marcha su juego de seducción, aunque los resultados fueron nulos.

La última noche, antes de que todos zarparan de regreso a sus respectivos territorios, ella se armó de valor y fue a buscar al dueño de sus latidos, no obstante el rey de Aoba Jousai, quien disfrutaba de dar caminatas nocturnas, la siguió pues para él y para el rey de Karasuno las insinuaciones de aquella mujer hacia el gato no habían pasado desapercibidas. No le sorprendió que ella se estuviera dirigiendo a la parte del castillo que le correspondía al rey de Nekoma.

Poco se sabe de esa noche, el rey de Aoba Jousai nunca soltó los detalles suficientes sobre lo que escuchó, pero es bien sabido que la recién nombrada reina se declaró y su amor fue rechazado.

Sin embargo el rey de Aoba Jousai, como el buen amigo que era, corrió a decírselo al rey de Shiratorizawa. Muchas muertes se habrían evitado sin tan sólo hubiera callado.

Hinata interrumpió sus reminiscencias cronológicas en cuanto sus ojos contemplaron la silueta de un enorme castillo contra la luz del sol. Probablemente aún les faltaba media hora de viaje para llegar a las murallas, pero de pronto todo se sintió tan real y cercano, ya no había marcha atrás.

El castillo era precioso, justo a la orilla del lago más grande de todo el país, rodeado por la ciudadela del Cuervo.

Sus grandes torres eran como centinelas de la más grande, cuyo lugar era el centro del castillo; sus muros de piedra parecían los más fuertes y sólidos que alguna vez hubiera visto. El color era entre caoba y café, un color natural del material con el que estaba construido y la bandera con el emblema del cuervo ondeaba desde los cuatro puntos cardinales.

Durante los últimos minutos de viaje su corazón latió indomable en su pecho. Sentía como le faltaba un poco de aire, y como su estómago se contraía en un retortijón doloroso. Ambas sensaciones sólo se incrementaron conforme los metros entre él y su destino disminuían. Cuando el carruaje finalmente llegó a las puertas de metal y escuchó a Tanaka gritar una tanda de maldiciones y unas pocas estupideces a los guardias, quienes eran sus hermanos de armas, Hinata pensaba que se iba a desmayar en cualquier momento.

El carruaje volvió a avanzar con una lentitud insufrible y cuando finalmente se detuvo, el corazón del futuro rey consorte también lo hizo, para luego comenzar a latir a una velocidad vertiginosa. Ni siquiera esperó a que aquel guardia que lo había cuidado durante todo el camino le abriera la puerta, él mismo lo hizo y bajo de un salto de aquel carruaje. Aún no habían anunciado su llegada así que si tenía algo de suerte alcanzaría a correr al baño y regresar sin que nadie se diera cuenta, y dudaba mucho que Tanaka lo acusara. Nada podía fallar.

Con la excepción de que realmente todo podía fallar.

Detrás de la puerta principal hacia el interior del palacio se encontraba Kageyama respirando con lentitud, intentando controlar sus nervios. Detrás de él había toda una comitiva: los dos Reyes regentes, Tsukishima el heredero de la casa de la Luna y futura mano del rey, un séquito de guardias, varios pajes, una costurera y demás sirvientes que estaban acomodados por rangos y relevancia en la corte. Los acompañantes de Hinata aún no llegaban, pero no tardarían en hacerlo.

Ambos, Hinata y Kageyama, abrieron la puerta al mismo tiempo; uno avanzó hacia adentro y el otro hacia afuera. El choque fue inevitable. Hinata iba con la fuerza suficiente para tumbarlos a ambos al suelo, y eso fue lo que sucedió.

Todo se quedó en silencio al ver como ambos nobles caían y se quedaban tirados intentando entender que había pasado, sólo una risita burlona por parte de Tsukishima rompió aquella calma y eso fue lo que hizo a ambos reaccionar.

— ¿Qué te pasa Boke? ¿Estás idiota o qué?

Daichi abrió los ojos con terror y Suga elevó sus manos hasta su boca.

— ¿Yo? ¿Qué nunca has escuchado que tiene preferencia el que va entrando y no el que va saliendo?—respondió Hinata con un tono de furia que congeló a todos.

¿Acababa de contradecir a su futuro rey y esposo?

Kageyama frunció el ceño con coraje y se dispuso a ponerse de pie.

— ¡Se suponía que debías esperar afuera!

—P-pues no tenía ganas.

El príncipe heredero ya estaba de pie, así que se paró frente a Hinata con toda su altura y al ver como el más pequeño se encogía aún más en el suelo, lo tomó de la capa, por la parte del cuello, para ponerlo de pie y poder gritarle a la cara.

— ¡Hay un maldito protocolo Hinata Boke!

El aludido no se sorprendió de que el más alto supiera su nombre, así que le contestó con la misma confianza.

— ¡Tú debías haber esperado más para salir, Bakageyama!

Eso dejó boquiabiertos a todos los presentes, incluso al dueño de esas palabras.

Kageyama tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando finalmente lo hizo uno de sus puños se echó hacia atrás para tomar impulso y...

Las dos manos de Daichi de pronto estaban sobre aquel puño, ya listo para insertarse en la bonita cara de Hinata, deteniéndolo; él cabello de Sugawara estaba muy cerca de su propia cara, pues el rey consorte se había interpuesto entre su cuerpo y el otro y sus manos estaban aferradas a la suya, a la que en esos momentos sostenía a Hinata con fuerza, e intentaba liberarlo de su agarre.

Un poco de sentido común entró en su cabeza y su furia fue remplazada por el arrepentimiento. Hinata por su parte no podía creer lo mal que había ido todo. Nadie sabía qué hacer ni cómo reaccionar, y la sonrisa insolente de Tsukishima tampoco ayudaba mucho. Suga fue quien finalmente tomó las riendas de la situación y agarró a Hinata por la muñeca para sacarlo prácticamente arrastrando de ahí en dirección al interior del castillo.

Todo el séquito que estaría al servicio de Hinata los siguió y al final frente a la puerta sólo quedaron Daichi, Kageyama, Tsukishima, algunos nombres de casas menores, un bardo y los dos guardias que debían haberse encargado de abrir la puerta, pero que por azares del destino no lo hicieron.

—Eso no pudo haber salido peor.

—Cállate Kei— le ordenaron dos voces al mismo tiempo.


Suga aún no había soltado la muñeca de Hinata, y eso estaba comenzando a molestar al pequeño. No podía concentrarse en el rápido tour que se le estaba dando pues pasaban casi volando por las habitaciones (el comedor del desayuno, el comedor de la comida, el salón de banquetes principal y el salón de banquetes secundario. La sala del trono, la sala de tomar el té, la sala de juegos, etc.) del castillo enorme.

Cuando llegaron a su habitación, Hinata se sintió aliviado pues al fin tenía un lugar para él en el que podría estar sin causar inconvenientes.

—Gracias su majestad Sugawara.

—Oh, solo llámame Suga. Somos familia, o lo seremos pronto.

Hinata asintió y comenzó a explorar la habitación con su mirada; era grande y las ventanas daban al lago, había una chimenea a unos cinco metros de la cama y también un gran escritorio de cedro, el cual justo ahora estaba rodeado de unas diez personas que los miraban con atención. Hinata fijó su mirada en ellos con curiosidad, pues no sabía qué asuntos tenían ellos ahí, en algún momento del recorrido había olvidado que los habían estado siguiendo.

Suga notó el punto de su interés y se aclaró un poco la garganta para llamar la atención de todos los presentes.

—Bueno, quería hablar contigo un poco sobre tu... Entrada tan única al castillo, pero primero te presentaré a tu personal para que podamos prescindir de ellos.

— ¿M-mi personal?

—Sí, sí. Cuando tú y Tobio se casen ellos pasarán a ser llamados la Libea de la Reina(1). Sin embargo ahora mismo son mis sirvientes los que ostentan tal título.

Hinata asintió como señal de que lo entendía, aunque realmente no lo hacía; para él era un nombre, un título más, mientas que para aquellos de bajo linaje era todo un honor.

—Bien, él es Nishinoya Yuu y es tu guardia personal. Siempre lo encontraras afuera de tu puerta y si tienes alguna emergencia él es quien está calificado para socorrerte— Noya dio un paso al frente e hizo una reverencia. Hinata sonrió cuando lo vio y se dio cuenta de que tenían aproximadamente la misma estatura, además de que su cabello se veía genial— Gracias Noya, bueno, después tenemos a Chikara Ennoshita— el aludido dio un paso al frente y repitió la misma reverencia que Nishinoya— tu escriba personal, el escribirá y enviará tus cartas, es de suma confianza y ha jurado lealtad a ti y al reino—Hinata juraría que escuchó un tono filoso en esas palabras— cuando lo requieras puedes mandar a buscarlo con cualquier guardia. Estará a tu disposición. El Heraldo que te corresponde es el mismo que yo uso, aunque aún falta al menos un año para que realmente lo necesites.

Hinata asintió y guardó esa información en su cabeza. Guardia y escriba, eso sonaba genial. Ser el prometido del príncipe heredero no estaba nada mal.

—Entrenador Ukai por favor pase al frente— pidió Suga con su habitual voz dulce— él es el entrenador del ejército. Tendrás clases cuatro veces a la semana de espada, arquería, lanza, etc. Y una de esas horas la compartirás con Kageyama para que aprendan a combatir juntos y en armonía— ambos hicieron una mueca al recordar las desastrosas primeras impresiones— aunque si prefieres no pelear también es fácil-

— ¡Pelearé! ¡Aun si eso significa mi muerte! ¡Pelearé por una causa justa!

Suga sonrió y asintió en acuerdo con esas valientes palabras, realmente no había esperado que Hinata declinara las clases, pero era su obligación proponerlo como posible opción.

—Bueno, tienes a tus dos mucamas, que se asegurarán de que tu habitación esté limpia y a tu gusto. —Ambas muchachas hicieron una reverencia— y también tienes a una costurera personal. Ella es Hitoka Yachi —la mencionada tropezó un poco pero logró avanzar al frente y hacer una rápida reverencia— aquí en la corte vestimos de manera moderna y de manera tradicional. Yachi es muy competente para cualquier estilo así que confío en que te gustará la ropa que le órdenes. De hecho, tu banquete de bienvenida es al estilo tradicional y podrás encontrar la ropa adecuada sobre tu cama.

Hinata no alcanzaba a ver el bulto de telas al que Suga se refería, y aunque se moría de ganas por saber cómo era aquel ropaje tradicional supo que debía aguardar a que su rey terminara para poder acercarse a curiosear.

—También hay cocineros, y sus respectivos asistentes. Tenemos un sacerdote y le rezamos a los dioses cada mañana antes de desayunar, sin embargo si necesitas más tiempo de oración tenemos un jardín interior y es nuestro santuario, Noya te puede llevar ahí en cualquier momento del día. Y tenemos a nuestro sanador, el maestre Takeda, sin embargo ahora mismo está ocupado. Tiene un discípulo, quien también tiene los dones del sexto sentido, su nombre es Asahi; no sé si crees en eso o no, pero de igual manera siempre estará a tu disposición.

— ¿El sexto sentido?

—Es un vidente.

Hinata abrió los ojos con asombro. ¡Eso era increíble! Definitivamente tenía que hablar con él.

Sugawara hizo una señal para que todo el personal se retirara y finalmente se quedó a solas con Hinata. Al principio no supo cómo comenzar a hablar con él; como la persona empática que era no quería poner al recién llegado en una situación incómoda, sin embargo tener esa conversación era necesario, así que la inició lo mejor que pudo.

—Como bien sabrás yo también llegué un día al castillo desde la Casa del Linaje de la Reina Madre.

— ¿El Seno del Rey?

Suga asintió y continuó.

—También fui un desconocido en esta corte y también me enfrenté a un compromiso con una persona a la que ni siquiera conocía. Todo porque yo había sido el afortunado heredero y único varón de mi rama familiar— Hinata asintió, las Tierras del sol y las tierras del Seno del Rey eran vecinas, de hecho había estado ahí en varias ocasiones— desde la Plaga del Castigo, nobles como tú y yo hemos pagado el precio por tener hermanas pequeñas. No es que me queje, pero me hubiera gustado que al menos tú hubieras podido elegir tu propio destino-

—Lo hice— interrumpió Hinata— y no me arrepentiré.

Suga sonrió en un gesto maternal y se acercó hasta quedar a pocos pasos de su nuevo protegido, se sentía tan identificado con Hinata que no pudo evitar ese sentimiento de querer protegerlo.

—Quiero que seas feliz Shouyo—lo tuteó y al ver que el menor no reclamaba, continuó— y también quiero que Tobio sea feliz. Quiero que sean felices juntos, porque el matrimonio es para toda la vida y un error de cualquiera podría desestabilizar a esta nación. No hay nación más fuerte que aquella donde sus gobernantes trabajan juntos. Y ahora mismo hay tantos problemas e inconvenientes...

Hinata le dio una mirada entre incrédula y preocupada. Él sólo estaba enterado de las guerrillas en las fronteras de las Tierras del Sol con la nación de Aoba Jousai. Suga captó su mirada y lo pensó por un segundo antes de decidirse a contarle.

—Aún nos estamos recuperando de la Peste y demás enfermedades que hubo en la Plaga del Castigo, las luchas en las fronteras se vuelve cada vez más y más sangrienta, los Reyes de Aoba Jousai y Shiratorizawa comienzan a desvalorar nuestra regencia, hay un conflicto en el Círculo de la Luna, el número de mujeres estériles aún es mayor al de las mujeres fértiles y eso está creando odio entre ambos 'bandos'.

— ¿Por eso las mujeres fértiles están siendo enviadas a la casa del Linaje de la Madre?

Suga asintió, pero decidió no darle demasiados detalles, así que continuó hablando.

—Fukurodani sufrió un golpe de estado y su Rey, Akaashi, viene en condiciones críticas hacia acá justo ahora...—Hinata apretó los labios ante esa noticia para que ningún comentario se le saliera, Suga suspiró y siguió hablando, pues se sentía bien poder desahogarse un poco de todas las preocupaciones que cargaba sobre su espalda— y ahora hay que sumarle las personas que no están felices por tu compromiso con Tobio. El Camino del Cuervo está inundado, en el territorio del Valle del Búho y su contraparte por la que haces el mismo tiempo hacia aquí es sumamente insegura...

El pequeño cuervo se tensó ligeramente, sabía que si decía algo relativo a ese camino podría meter a Tanaka en muchos problemas, así que por una vez en su vida prefirió callar.

—Todo saldrá bien, Suga. Sólo hay que ser positivos y siempre esperar lo mejor. El sol siempre sale, y si no: siempre nos queda el arco iris.

Suga asintió en total acuerdo y luego su semblante se ensombreció.

—Discúlpame por desviarme del tema, de lo que quería hablar en un principio era de aquella entrada y de cómo comenzó tu relación con Tobio.

Hinata hizo una mueca y luego se enderezó en su lugar, listo para recibir un regaño que nunca llegó.

—Y-yo sólo quería ir al baño y ¡él salió demasiado pronto!

—Demasiado tarde diría yo—comentó el de cabellos claros, y ante la mirada desconcertada de su nuevo protegido prosiguió a explicarse— las trompetas nos anunciaron tu llegada en cuanto cruzaste las murallas, pero él estaba tan nervioso por volver a verte que ordenó a los guardias que él mismo abriría la puerta y saldría a tu encuentro como el protocolo lo marcaba. Sin embargo dudó demasiado y tú entraste y bueno, ¡menudo desastre! ¿No crees?

El más pequeño asintió en acuerdo.

—Lo siento mucho, m-me disculparé con él si es necesario— murmuró Hinata con un tono tembloroso. Sabía que lo había arruinado.

—Ahora sólo debe tranquilizarse, dale un poco de espacio. Él es... Él tiene una actitud un poco difícil, pero me doy cuenta de que eres un chico alegre y eso es bueno, porque desde la muerte de sus padres él no ha tenido mucha felicidad en su vida.

Hinata asintió una vez más y volvió a sonreír de oreja a oreja con su habitual alegría, el poder ser de utilidad para algo siempre lo ponía de excelente humor.

Suga parecía estar a punto de añadir algo, pero de pronto el sonido de unas trompetas tocando una corta melodía los dejó a ambos parados en su lugar, el rey regente estaba helado del horror y Hinata sólo estaba confundido por lo inesperado de aquel conjunto de notas musicales.

—Me debo ir Hinata; tu banquete será a las 7 en punto así que dispones de una buena cantidad de tiempo. Si necesitas algo sólo pídelo y si es urgente podrás encontrarnos a Daichi y a mí en la enfermería—lo miró fijamente antes de recalcar sus palabras— sólo si es urgente.

—Sea.


..•••...


La puerta del castillo se abrió de un sonoro golpe, dejando paso a una camilla y al séquito de guardias que la cargaban. Todos se dirigían a paso veloz hacia la enfermería. Detrás de ese grupo se encontraban Bokuto, jefe del ejército de Karasuno y heredero de la casa del Búho, y Akinori Konoha, mano del rey del ahora destronado Akaashi Keiji. Ambos tenían el semblante sombrío, pues la salud del último mencionado era delicada. Al parecer una flecha se había encajado en su costado cuando ambos huían y aunque Konoha había logrado retirarla con éxito la infección fue inevitable. La carne herida aún se podía salvar, pero las fiebres lo habían estado consumiendo la última semana. Y si a eso le sumaban su amnesia... El panorama no era bueno.

Cuando la camilla con el herido llegó a la enfermería, Daichi, Suga, Kageyama y Tsukishima ya estaban ahí. Los dos menores estaban arrinconados en una esquina, observando y aprendiendo como los discípulos que eran.

El maestre Takeda rápidamente puso manos a la obra y comenzó a sanar a Akaashi de todas las maneras que le fue posible. La herida de flecha se encontraba en el lado derecho del abdomen, cerca de los tres lunares en forma de constelación que Akaashi tenía, recordó Bokuto. La cremosa piel estaba roja e hinchada, y cuando el sanador le hecho líquido y la presionó con un trapo para limpiarla una buena cantidad de pus salió. A la mayoría se le revolvió el estómago, pero a Bokuto no le importó en lo más mínimo pues en su mente sólo existía lugar para la preocupación.

— ¿Estará bien?—preguntó Suga con la voz temblorosa.

—Lo estará—Takeda asintió y le sonrió tranquilizadoramente a su rey— sólo tengo que limpiar la herida, esterilizarla, tratar su fiebre y re hidratarlo. Pero vivirá.

Los dos Reyes regentes asintieron evidentemente más calmados antes de que Daichi se girara hacia Konoha y le pidiera que lo acompañara a la sala del trono, donde podrían hablar con tranquilidad. El aludido aceptó y poco a poco la enfermería se fue vaciando hasta que sólo quedó Bokuto ahí.

— ¿Aún estás preocupado Koutaro?

—No, sólo quiero estar aquí hasta que despierte.

—Sea. Sólo mantente en silencio y no toques los frascos.

Bokuto asintió y se retiró a la esquina donde Kageyama y Tsukishima habían estado minutos atrás; desde ahí observó todo el procedimiento, atento a cualquier señal de que Akaashi fuera a despertar.


...•••...


Hinata había salido a explorar un poco pues era bien sabido que él no podía estar mucho tiempo en un lugar sin aburrirse. Ahora mismo se encontraba en la sala del trono, los mosaicos del piso resonaban contra sus pies, los colores cálidos de la habitación lo hacían sentir en casa, no sabía dónde fijar su mirada pues todo era tan llamativo; admiró las anchas columnas ricamente detalladas con ornamentos que sostenían un segundo piso a las orillas de toda la sala, a excepción de la pared norte; ahí era donde subiendo una tarima con ocho escalones dos tronos descansaban, enmarcados por largas cortinas rojas que caían desde el alto techo de mármol.

Estaba por acercarse a contemplarlos mejor cuando escuchó el eco de varios pasos acercándose hacia esa habitación; una oleada de pánico lo invadió y lo único que pudo hacer fue esconderse detrás de una de aquellas enormes sillas que hacían de trono. Su cuerpo era pequeño así que no le costó demasiado ocultar su presencia.

El grupo que antes había estado en la enfermería ahora llegó a la sala del trono, todos estaban serios y nadie dijo nada cuando Daichi ordenó cerrar las puertas. Los guardias estuvieron a punto de comentarle sobre la presencia del pequeño recién llegado, pero la mirada de Daichi no los dejó, así que obedecieron apresuradamente pensando que dejar al futuro rey consorte encerrado ahí tampoco estaría tan mal.

—Comienza a hablar Konoha—ordenó suavemente Suga.

—Un golpe de estado, tan simple y sencillo como eso.

Kageyama resopló y Tsukishima enarcó una ceja.

— ¿Razones? —inquirió Daichi.

—Akaashi tiene amnesia. Un golpe en la cabeza al caer del caballo dos semanas después de que volvimos de su estancia aquí en Karasuno. No fue un golpe mortal pero si lo dejó en cama por varios días y cuando despertó no recordaba nada... Su último recuerdo creo que se remonta a casi cuatro años atrás y aunque dice que a veces tiene retazos de recuerdos el doctor dice que es definitiva.

— ¿Eso es todo?—interrumpió Kageyama incrédulo.

—Hay más su majestad. Claramente olvidó que estaba comprometido y se negó a casarse sin amor, a pesar de que ya lo había aceptado cuando nos vimos en la obligación de regresar a Fukurodani hace un año y medio aproximadamente. Los hombres que habían logrado volverse sus favoritos perdieron todo su favor y eso no le gustó a nadie, así que poco a poco fueron tejiendo una red de ardides y mentiras. Al final a base de dinero y putas lograron poner a sus ejércitos en contra del rey.

— ¿Y qué hay de TU propio ejército?—preguntó Tsukishima con sarcasmo.

Konoha le dedicó una mirada irritada antes de continuar.

—Uno de sus seguidores los traicionó y alcanzó a advertirnos del asedio al palacio. Akaashi sabía que nuestro ejército estaba regado alrededor del país y que cuando llegaran sería muy tarde para defender el castillo, así que decidió huir en medio de la noche. Sin embargo un arquero del enemigo se dio cuenta y alertó a los suyos. No pasaron ni cinco segundos antes de que una lluvia de flechas estuviera sobre nosotros, sólo una nos alcanzó y fue la que hirió a Akaashi.

Todos asintieron en señal de entendimiento mientras pensaban seriamente en una infinidad de estrategias para recuperar a Fukurodani, era algo complicado pues con las disputas en los territorios al sur el mandar un gran ejército no era una buena opción.

—Creo que esto hay que hablarlo con el rey de Nekoma, porque Fukurodani también tiene tratados con ellos—habló el rey regente con convicción— Estoy seguro de que Kuroo nos apoyará si le solicitamos hombres y armas.

—Si enviamos una carta ahora ¿cuánto tardará en estar aquí? Este asunto es algo urgente. Mientras más tiempo pase el nuevo rey en el poder más-

Suga levantó una mano interrumpiendo a Konoha con elegancia.

— ¿No lo sabes? El próximo consorte real está aquí—Hinata se tensó al pensarse descubierto— y uno de sus acompañantes en nuestra corte será Kenma, protegido y mejor amigo de Kuroo. Así que en estos momentos ellos vienen hacia acá, pueden llegar entre hoy y mañana—tanto Akinori como Hinata suspiraron aliviados, ambos por diferentes razones—sin embargo...

—Sin embargo—continuó Daichi— sabes tan bien como yo que el rey de Fukurodani no será oficialmente rey hasta que al menos tres naciones del continente Reah lo reconozcan en la Isla del Rey. No tengo idea de si Aoba y Shiratorizawa votarán a favor, pero por ahora esa es nuestra primera opción.

—Esperar a la próxima reunión de los cinco Reyes y votar en contra del nuevo soberano—aclaró Tsukishima.

—Y si por alguna razón hay tres naciones a favor...—Kageyama le dio una mirada fija mientras hablaba— iremos a la guerra.

Hinata, quien hasta ese momento se había mantenido sobre la punta de sus pies y al borde de las orillas del trono se tropezó y cayó estrepitosamente, logrando que la mirada de todos los presentes se posaran en él. El cuerpo se le congeló y lo único que pudo desear fue que la tierra se lo tragara y lo escupiera al otro lado del mundo.

El salón se quedó en silencio unos segundos antes de que Akinori desenvainara su espada y corriera hacia Hinata creyéndolo un espía.

— ¡NOOOOOO!

El grito de Kageyama fue todo lo que Hinata escuchó mientras cerraba sus ojos para esperar su final.

Quien reaccionó rápido fue Daichi, pues corrió detrás de Akinori y logró sostenerlo de una de las mangas de su camisa de lana antes de que Suga llegara hasta ellos y se lanzara sobre el de Fukurodani. Los tres terminaron en el piso y fueron pasados por Kageyama y Tsukishima, quienes se posicionaron frente a Hinata a modo de escudos humanos.

— ¿Por qué lo defienden? ¡Mátenlo antes de que escape y traiciona a este reino!

— ¡ESO NO ES VERDAD!—gritó Hinata levantándose de un salto, parándose derecho— ¡Daría mi vida por esta nación! ¡Moriría por mis Reyes! ¡Nunca, ni en un millón de años, traicionaría a Karasuno!

Tsukishima resopló con fastidio y Daichi le lanzó una mirada para que se comportara. Suga sonrió un poco y el corazón de Kageyama se aceleró ante esas palabras que se ajustaban tan bien a sus propios sentimientos por su país.

—Creo que no los hemos presentado—intervino Tsukishima con una voz cargada de sarcasmo debido a la situación— Él es Hinata Shouyo, y tal vez no parece tanto debido a su tamaño pero es el prometido de su majestad aquí a mi lado.

Dos pares de ojos se clavaron como dagas sobre el rubio, quien ni se inmutó. Luego Hinata recordó que tenía modales y fue a pararse frente a Konoha, quien a pesar de que ya no tenía los cuerpos de Suga y Daichi sobre él seguía en el piso, pasmado.

Su mente corría a toda velocidad, pensando en si lo juzgarían por traidor debido a lo que había estado a punto de hacer; dos metros más y hubiera matado al futuro rey consorte de Karasuno.

Hinata le sonrió y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. Ninguno de los dos sabía qué decir. Así que como siempre la voz maternal de la razón apareció para salvar el día.

—Olvidaremos esto porque es obvio que no se conocían. Sin embargo, Hinata, necesito una explicación de tu presencia aquí.

—Sólo estaba explorando Suga-san. Dijiste que me mantuviera lejos de la enfermería y así lo hice...

—Si Boke, pero, ¿por qué estabas escondido?

—Yo...—Hinata no supo que responderle a su prometido, ni él mismo sabía por qué lo había hecho.

— ¿Escuchaste todo?—preguntó Daichi.

Hinata asintió.

— ¿Qué opinas? ¿Qué deberíamos hacer?—obviamente su rey lo estaba probando.

—Esperar a la cumbre de los cinco y votar en contra. Pero también deberíamos intentar asegurar más votos en contra. No sé quién es Akaashi, pero si es amigo del reino es mi amigo.

Konoha se quedó estático por la respuesta, no esperaba tal fidelidad de un enano de las Tierras del Sol. Él recordaba aquel territorio como hostil y seco, sobre todo por la contienda en las fronteras.

—Akaashi es el Rey de Fukurodani, ex amant...

Suga vio por donde iban las palabras de Tsukishima y lo interrumpió violentamente.

—Y es un amigo de esta corte. Ahora mismo está recuperándose en la enfermería, pero si despierta pronto tal vez venga al baile un rato a conocerte.

Hinata asintió con ilusión antes de correr hacia una de las columnas para quedar frente a todos, luego se inclinó en una respetuosa reverencia.

—Lamento el inconveniente de mi presencia, sin embargo les juro que nada de esto saldrá de mi boca.

Suga y Daichi asintieron convencidos, Akinori sonrió complacido, Kageyama se quedó quieto, aún deslumbrado por aquella energía y opiniones firmes, y Tsukishima sólo chasqueó los labios con fastidio. Hinata le caía cada vez peor.

— ¿P-Pu-puedo acompañarte de regreso a tu habitación?—preguntó Kageyama con la voz temblorosa y las mejillas sonrojadas, intentando olvidar que estaba a la vista de las tres personas (ahora cuatro con Hinata), más importantes en su vida. Konoha sólo era el extra.

Hinata lo miró con los ojos bien abiertos antes de sonreír de oreja a oreja y asentir con entusiasmo.

Kageyama caminó hacia él y le tendió su brazo para que su prometido entrelazara el propio por la parte del codo, Suga los vio y pensó que se veían algo primitivos pues ese agarre debía ser más suave y elegante pero optó por no decir nada. Y así fue como los vieron salir de la sala del trono en dirección hacia la habitación de Hinata; las escaleras no quedaban lejos pero eran tres pisos hacia arriba.

El recorrido fue silencioso hasta que aproximadamente unos cinco escalones antes de llegar al segundo nivel Hinata habló.

—L-lamento la entrada que hice. Me enteré que arruiné un protocolo para el cual había estado ensayando su majestad... —aunque realmente al que había oído comentarlo fue a Nishinoya— ¡No fue mi intención!

—No me llames 'su majestad'. Nunca. ¿Entendiste?

Hinata asintió y volvió a quedarse callado, sin embargo el silencio no duró mucho pues Tobio fue quien lo rompió esta vez.

—Perdona...—susurró con voz queda— Es sólo que... Esto es complicado. Puedes llamarme Tobio o Kageyama, con el que te sientas más cómodo.

—Tobio...—repitió Hinata, como saboreando el nombre.

Kageyama enrojeció un poco y apartó la mirada hacia una de las ventanas. Desde ahí se veía el Camino del Cuervo que se perdía por el horizonte...

—Lamento que tus acompañantes aún no hayan llegado. El camino del cuervo está inundado y se retrasarán un día o dos...

Hinata juraría que escuchó como algo hacía clic en la cabeza de Kageyama, al darse cuenta de que él si había llegado a tiempo.

— ¡N-no es lo que crees! ¡Cabalgamos sin descanso día y noche!—mintió— Fue exhaustivo pero valió la pena y...

—El carruaje que atacaron en el Bosque del Oso...

— ¡No te enojes con Tanaka!

— ¡Te das cuenta de que por un milagro del destino estás vivo idiota!

Hinata se congeló en su lugar, claro que se había dado cuenta de eso, pero no pensó que su vida le importaría tanto a Kageyama como para que se comportara de ese modo.

— ¡Pero no fue así! ¡Y ahora estoy aquí sano y salvo!

— ¡Por un momento realmente creí tus palabras! Sacrificar tu vida por el reino y morir sólo por Karasuno... Pero estuviste tan cerca de morir por nada. Y en cambio un hombre inocente pereció en tu lugar...—no lo había mirado en todo ese tiempo, pero ahora sus ojos se clavaban como dos cuchillos sobre el pequeño cuerpo frente a él— Su nombre era Nakashima.

— ¿Qué?

—El apellido de la familia que murió por tu culpa era Nakashima, y tenían un hijo dos años mayor que nosotros llamado Takeru. Carga con eso. Porque esas muertes fueron ¡tu culpa!

De un brusco movimiento Kageyama soltó su brazo del de Hinata y comenzó a caminar en dirección opuesta a donde inicialmente se dirigían.

Sabía que había sido rudo, grosero y maleducado. Pero no soportaba la idea de ese idiota fuera por ahí arriesgando la vida como si nada. Había consecuencias y éstas nunca eran buenas. Él realmente había querido enamorarse y vivir una vida feliz al lado del alegre peli naranja de opiniones firmes, risa estridente y piernas delgadas que él recordaba correteando de aquella ocasión en que conoció las Tierras del sol cuando era un niño. Sin embargo ahora se veía forzado a poner un candado sobre su corazón para no sufrir la pérdida de un ser querido más.

Para Hinata, por otro lado, aquellas palabras habían sido como la cachetada mental que necesitaba. Se había estado comportando de manera sumamente egoísta desde que había salido del castillo donde creció toda su infancia, pensando que el mundo era suyo y que él era invencible.

Se estaba comportando como aquella mujer que muchos años atrás causó la destitución de cuatro naciones.


...•••...


El día de Asahi hasta el momento había sido fuera de lo ordinario. Los chillidos del Heraldo gritando las nuevas de que el rey Akaashi estaba en camino al castillo fue lo primero y último que escuchó antes de que una visión lo transportara hasta ese limbo que había entre la vida y la muerte.

Lo que vio lo dejó confundido, eran recortes de imágenes: pétalos blancos, un par de ojos negros como la noche entrecerrándose, un enorme puma negro, la salida del sol tornándose de un rojo carmesí y finalmente la que más temeroso lo dejó, la Corona de Karasuno cayendo de una mano pálida por cuyos dedos escurría un hilo de sangre fresca, sangre que fue a dar a su rostro.

Cuando abrió los ojos, con el corazón tan acelerado que sus latidos rivalizaban con las alas del colibrí que tenía enjaulado en una esquina de su recámara, su cuerpo estaba entumecido y el sol se colaba por la ventana norte de su habitación. No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero esperaba que nada de importancia hubiera pasado en ese periodo.

Una vez que estuvo presentable para la llegada del pequeño (nunca lo había visto, pero algo le decía que pequeño era una palabra adecuada) prometido de Kageyama entonces salió de sus aposentos en busca de Sugawara para hablarle de premonición incompleta que había visto y la cual le preocupaba, pues no era coincidencia que la hubiera tenido el mismo día de la llegada de aquel de las Tierras del Sol. De hecho, la llegada de Akaashi ese mismo día tampoco podía ser coincidencia. El destino tenía algo grande entre manos.

Sin embargo su soberano de cabellos grisáceos estaba muy ocupado esa mañana y lo siguió estando durante el resto del día; Asahi tampoco quería arriesgarse a interrumpirlo pues su visión estaba incompleta y no sabía muy bien lo que le iba a decir, bien podía haber visto como una pantera negra se comía a un ladrón, arruinando su intento por robar una de las reliquias de Karasuno, lo cual era poco probable pues en Karasuno no existían animales tan exóticos. Aunque honestamente no tenía un buen presentimiento.

Poco antes de la hora del té se dirigió a la enfermería pues se había enterado de que Sugawara estaba ahí, sin embargo cuando llegó, los únicos presentes en aquella habitación eran Bokuto, Takeda y un incontinente Akaashi.

Asahi apenas tuvo tiempo de sostenerse contra una pared en cuanto sintió el vértigo de una nueva visión llevándoselo a la inconsciencia.

Esta vez fue más confuso aún: flechas volando, el mar y luego una tormenta. Risas, muchas risas. ¿Una pelota de caucho? Los mismos ojos negros y una sonrisa torcida en dirección a la luna. Akaashi y Bokuto entrelazando sus manos mientras el de cabellos en pico cerraba sus ojos y daba su último aliento...

Abrió los ojos de golpe y se incorporó violentamente. Suga, debía localizar a Suga y a Bokuto, debía advertirles. Debía salvarlos.

Unas fuertes manos lo sostuvieron por los hombros y lo empujaron hasta recostarlo nuevamente. La voz del profesor Takeda se escuchaba lejana.

— ¿Qué viste? ¡Asahi! ¿Qué fue lo que viste?

El aludido volteó hacia la voz aún aturdido, sentía la boca seca y cuando la abrió para hablar ningún sonido salió. Las manos de Bokuto aún lo presionaban contra la cama y así poco a poco logró recuperar la calma.

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que seguía en la enfermería, recostado en una de las camillas. Akaashi aún estaba inconsciente en una.

—Asahi—volvió a llamarlo Takeda y esta vez su voz sonó más clara— ¿qué viste?

—Fue todo muy confuso—contestó Azumane, luego giró un poco su cara para poder mirar a Bokuto a la cara— vi tu muerte.

El mejor espadachín de las cuatro naciones se sobresaltó e hizo una mueca, sin embargo no encontró las palabras para esa situación y quien terminó hablando fue el sanador.

— ¿Qué? ¿Estás seguro? ¿Completamente seguro?

—Lo estoy—Asahi asintió y le dedico una mirada de tristeza y algo de lástima al de cabellos grises y negros— Akaashi será la causa de tu muerte.

— ¡No te atrevas a decir eso!—la voz de Bokuto fue estridente y no se hizo esperar esta vez. Su agarre sobre Asahi se hizo más fuerte— ¡Nunca vuelvas a repetirlo!

—Lo siento mucho.

Ninguno de los presentes supo si lo decía por la fatídica profecía o por sus palabras tan crueles, pero en ese momento la conciencia decidió regresar a Akaashi, quien con los labios secos y el cuerpo adolorido profirió un quejido que se ahogó entre un ataque de tos.

Bokuto y Takeda corrieron hacia él y fue en ese momento cuando Asahi decidió salir de ahí para buscar a Sugawara y hablarle de la profecía que había tenido en cuanto vio al rey de Fukurodani a escasa distancia de Bokuto.

Su cuerpo se recuperaba rápidamente de sus episodios cada vez que tenía visiones, así que no le fue difícil bajar las escaleras a trote. Iba llegando al segundo piso cuando los vio: Hinata y Kageyama discutiendo a viva voz. Alcanzó a detenerse cuando volvió a sentir un vuelco en el estómago por tercera vez en aquel día y se deslizó contra la pared mientras la inconsciencia lo llamaba para revelarle lo más importante que vería en toda su vida.

Esta vez las imágenes fueron claras. Un gato maullándole a la luna. Una lluvia de estrellas y el eclipse de un sol volviéndose más rojo que la sangre. La Corona de Karasuno cayendo entre un mar de espinas. Barcos por el horizonte. Una enfermedad, muchas muertes. El destino estaba enojado. Noya, su sonrisa y su mano extendida hacia él. Una pantera negra siendo acariciada por una mano de piel pálida. Nieve, fuego, agua. Una espada con sangre. Dolor, pasión, gloria y victoria. El llanto de un bebé y su madre cantando. Una mano pálida y fría, con un hilo de sangre que escurría y cuyas gotas iban a parar a su cara. Amor y traición...

La conciencia le dio una cachetada y lo regresó a la realidad, no se había desmayado por mucho tiempo. Tembloroso se levantó y corrió hacia la sala del trono en busca de sus soberanos, porque esto ya no era sólo para Sugawara, ahora Daichi (quien no creía en las profecías) igual tendría que escucharlo.

Cuando llegó a aquel gran salón su corazón dio un vuelco de alivio al ver que a quienes buscaba si se encontraban ahí. No disminuyó su velocidad, al contrario, los últimos metros los recorrió a grandes zancadas y se arrodilló, derrapándose por el piso.

— ¡Mátalo!

Ambos soberanos se quedaron pasmados y al final fue Daichi quien habló.

— ¿Estás bien Asahi?

—Esa unión traerá dolor al reino, a la familia. Karasuno caerá. Karasuno caerá a manos de Hinata. ¡Todos moriremos!

— ¡No hables de Shouyo así! ¿Por qué dices semejantes barbaridades? ¿Tuviste una visión?

—Suga-san, su majestad. Escúcheme, mátelo. Por el bien del reino, por el bien de todos.

Daichi se acercó hasta él y le dio un puñetazo en el rostro, que lo mandó al piso con la cara entumecida y los ojos llorosos.

— ¿Te das cuenta de lo que dices?

Asahi respiró profundo, dándose cuenta de que había entrado en un ataque de pánico, nada de lo que había dicho era mentira y eso sólo lograba asustarlo más, sin embargo...

—Tuve una visión—murmuró en voz baja y levantó la cara con una mirada arrepentida en el rostro— la llegada de Hinata aquí junto con la de Akaashi sólo han despertado a los dioses y ahora estamos en la mira. Vi destrucción, dolor, muerte y traición. Vi un sol sangrante que lo quema todo. Si la relación de Hinata y Kageyama no funciona, sus acciones nos llevarán a nuestro final, y llevarán a Karasuno a la destrucción y el olvido.

Suga contuvo el aliento y Daichi le lanzó una mirada preocupada, él no creía en esas tonterías del sexto sentido y demás, pero Asahi había llegado tan alterado, tan asustado.

—S-sin embargo... Creo que hay más. Una época de gloria, el auge de Karasuno y la paz si ambos logran congeniar—gran parte de las imágenes volvían a su mente mientras las interpretaba—. Juntos, ellos serán invencibles.


...•••...

Notas finales:

1) Nombre especial para los sirvientes leales y al mando de la reina (o rey) consorte.


 

Esta historia tiene Mapas, emblemas, escudos, frases, etc. Y un plus de imagenes, porque se que mi narracion no es la mejor, así que para que puedan imaginar este mundo como esta en mi cabeza~ las publicaré (imagen + escena que insporaron) No se imaginan cuanto tiempo gasté en internet buscando cosas de la era medieval XD

Podran encontrar todo esto de lo que les hablo en mi pagina en Facebook (sólo si les interesa ver todo el contenido gráfico que conseguí) buscandome con el nombre que tengo aqui: A. LaLa .

Sería todo de mi parte por ahora. Seria increíble que me dejaran su opinión, por que siempre quiero mejorar.

Y espero que se animen a seguir esta historia conmigo.

¡Nos leemos!


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