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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Drama drama! :D Disfrutenlo, es para todos ustedes, adoro leer sus comentarios y tomarlos en consideración, alegran mi vida.

El paso de los meses había sido por demás tenso, pero cuándo los niños comenzaron a dormir más y Will estaba de mucho mejor humor incluso las largas vacaciones de Mischa no fueron problema para el Omega. Estaba acostumbrado a maniobrar por la vida con sus hijos cerca, habían comenzado a darles de comer con biberón y ellos podían sostenerlo e incluso arrebatarle objetos a sus padres en medio de una rabieta si no se los daban de inmediato.

Will se había cortado un poco el cabello cuándo decidieron que les gustaba jalar de él, por ahí de su tercer mes cuándo descubrieron que tenían dedos. Pero continuaban descubriendo el mundo y llevándose a la boca todo lo que tocaban, juguetes, el control remoto, el celular, las llaves de la casa, las costuras de su ropa, incluso las manos y pies de sus hermanos.  Era una batalla constante entre dejarlos conocer el mundo y evitar que se intoxicaran con lo que pudieran encontrar en la cama, en el nido de Will (Dónde tomaban una siesta cada tarde) o en su propia cuna.

Will pasaba gran parte del día en casa con ellos, era casi imposible salir con tres niños él solo, pero no se sentía en absoluto solitario. Sus cachorritos ya tenían 5 meses y parecían necesitar toda la atención que Will les daba con gusto. Les hablaba todo el tiempo, más que nada para entretenerse, pero había leído que aquello era bueno para su desarrollo social. Bill viajaba desde Florida un fin de semana de cada mes para visitar a sus nietos, pero parecía insuficiente con lo mucho que crecían cada vez que los veía.

 También se habían vuelto un poquito más huraños. Ya no le sonreían a todo el mundo, especialmente Abigail. Si alguien poco familiar, como Jack, los visitaba lo miraban recelosos o incluso lloraban, pero mostraban una actitud mucho más amigable y feliz con su abuelo Bill, Alana o Beverly.  Parecían leer muy bien a la gente y sus hermosas sonrisas, con el nacimiento de sus dientes de leche, ya no eran gratuitas.

Hannibal también había procurado reducir sus horas de trabajo, salía temprano dos días a la semana, almorzaba con Will y pasaba la tarde con él y los niños. Will amaba a sus hijos, pero Hannibal no se quedaba atrás, era un completo desastre cuándo se trataba de su Omega o de sus cachorritos. No le importaban los jalones de cabello, sus tendencias cleptómanas, sus balbuceos intangibles, les contaba toda clase de cosas. Algunas no parecían del todo adecuadas para niños, pero ellos siempre se reían.

Al igual que a Will el aroma de su Alfa debía parecerles reconfortante, y solía calmarlos incluso cuándo Will no podía. Se acurrucaba con ellos en  la cama o en algún lugar de la casa en dónde les diera el sol y podían echarse siestas de hasta 3 horas los 4 juntos. Will a veces salía, de compras o simplemente huyendo de estar todo el día en casa, y regresaba para encontrarlos perdidos en el mismo lugar en que los había dejado.

Aún no gateaban, pero se levantaban, boca abajo, sobre sus bracitos y la ropa les quedaba chica cada vez con más frecuencia. Abigail parecía ser la que menos ropa dejaba atrás, Will no estaba seguro si ella crecía menos por ser niña, por ser la más pequeña desde el nacimiento o porque sus dos hermanos eran Alfa.

No tenía idea si Abbie sería Omega o Beta, esperaba que fuera lo segundo, para facilitarle la vida, pero Alexander y Viktor no dejaban ninguna duda con el diminuto nudo que ambos mostraban. Si Abigail era la favorita de Will ellos sin duda eran el orgullo de su padre. Will no tenía especial preferencia por cachorros Alfa, estaban sanos y eso era lo único importante, pero lo hacía feliz saber que había satisfecho a su Alfa con dos herederos Alfa para su linaje, cosa que para los más conservadores parecía ser muy importante.

Abigail se removió entre sus dedos sobre la camita en la que Will la estaba cambiando. Mischa no estaba en casa y Hannibal y Bill, que visitaba a los cachorros esa semana, estaban en la sala de abajo, debatiendo sobre si deberían aprender a pescar o a disparar primero. Will no quería que estuvieran cerca de un arma, o de un gran cuerpo de agua. Pero no iba a meterse en un acalorado debate entre su esposo y su padre.

—¿A ti qué te pasa loquita? — Le preguntó a la niña que se removía, haciéndole difícil volverla a vestir luego de un cambio de pañal. — Abbie, no. Quita.

La niña se rio pero siguió moviendo los piecitos, haciendo imposible para Will volver a ponerle sus mallitas. La miró con desaprobación pero ella estaba muy divertida con sus pies. Estaban a principios de Octubre, las tardes muy frías cómo para que su hija estuviera por ahí con las piernas desnudas. Atrapo un piecito y la mordió suavemente, con un ronroneo que la dejo muy quieta.

—Eso es, deja que papi te vista y luego puedes jugar con tus pies. Eso es.

Limpia y fresca Abigail atrapó una pequeña mordedera que Will jugaba frente a su cara y la masticó suavemente, babeándose el pecho y dejando escapar risitas.

—Oh, no Abbie, tu ropa. Espera cariño. —La cargó contra su hombro mientras iba a su habitación en busca de un babero, la recostó sobre el cambiador y le quitó la mordedera para poder atárselo alrededor del cuello. La niña respondió con un llanto improvisado de pura molestia.

—Abbie, no seas berrinchuda, ya casi termino. — Le devolvió el juguete pero la niña no lo quiso, arrojándoselo en el rostro. — ¡Abigail! Bien, si no lo quieres lo dejaremos aquí.

Se agachó, su hija de nuevo entre sus brazos a recoger el juguete y bajaron a la cocina, podía oír a Hannibal hablando en lo que debía ser su natal Lituano, probablemente con su tío, mientras su padre veía un partido de americano. Lavó el juguete de Abbie que de pronto decidió que lo quería con todas sus fuerzas.

—Te dije, pero tenías que lanzarlo, ten.

—Will, mi tío Robertas quiere venir para Halloween.

—Oh… — La cara de Will debió expresar el desagrado que sentía de saber que Lady Murasaki estaría en el mismo país que el de nuevo.

—No, cariño, mi tío viene por negocios, estará aquí unos días, pensaba invitarlo a cenar antes del 31, dice que nos tiene un regalo de aniversario.

— ¿De aniversario? Pero sí falta casi un mes.

—No tiene muchas posibilidades de venir. ¿Te parece bien?

—Sí claro. —Sonrió, bastante orgulloso de que Hannibal consultara con él. Sintió un poder pequeño pero regocijante. Mientras Hannibal subía para seguir hablando Will se sentó junto a su papá frente al televisor.

—Mi nena hermosa. Ven aquí. —Will sonrió dándole a Abigail a cambio de su hermano Alex, que lo miró un segundo antes de volver a su ocupada tarea de lamerse los dedos, acurrucado sobre un torso diferente.

—Papá… Papá no la dejes lamer eso. — Dijo Will mientras la niña se metía a la boca una cadena de la que colgaban las gafas de su abuelo.

—Está limpia, sus primos lo hacen todo el tiempo.

—No me digas, más razón para que ella no lo haga, Abbie.

—Will, es un bebé, relájate. No va a morirse mientras le des de comer y le cambies el pañal.

—Me sorprende seguir con vida si eso era todo lo que hacías.

—Tu madre era la que se preocupaba de ponerte a Mozart y esas cosas…

El silencio fue pesado luego de eso, y no se rompió hasta que Hannibal volvió, besando a su esposo con cariño hasta hacer a Bill volver la vista al partido.

—¿Me perdí de algo?

—No, realmente no. ¿Tu tío?

—Se quedará con nosotros del 25 al 31.

—Vale, le daré una buena limpiada a la habitación de huéspedes antes de eso.

—Gracias. Bill ¿Te nos unirás para Halloween?

—No lo sé, son días ocupados para la policía, muchos bromistas que cubren las casas de papel higiénico y huevos podridos, necesito todos los oficiales en las calles y eso me incluye a mí.

—Pero vendrás para Navidad ¿verdad? — Preguntó Will de inmediato.

—Creo que me las puedo arreglar. —Dijo alzándose de hombros, Will asintió, acurrucándose de nuevo contra Hannibal.

—Nos daría mucho gusto tener más familia aquí para Navidad, Mischa y yo solíamos celebrarla a solas cada año.

Will sonrió aún más, está sería su segunda Navidad con Hannibal. La primera la habían pasado un mes luego de casarse, en aquella isla que parecía ajena al frío y la celebración. Ahora tenían a sus cachorros y lo pasarían en casa como una familia. No podía esperar a poner el árbol de navidad con toda la gente que amaba, incluido su padre. Bill lo observo un momento y habló solo cuándo hubo desviado la mirada.

—Will y yo no hemos pasado una Navidad juntos en años. Se volvió muy independiente y muy tosco, así que claro que estaba orgulloso.

—¡Papá!

—Pero mírate ahora… Casado, con 3 cachorritos, planeando cenas de Navidad y pensando en invitar a tu viejo… Tal vez no era lo que había planeado para ti, pero eres feliz… cielos estar con ustedes es tan incómodo cómo con cualquier pareja de Alfa – Omega, siento que me quema la piel y me arden los ojos…

—¡Papá! —Alexander se sorprendió por su tono de voz y comenzó a llorar, Will lo miró con la expresión teñida de culpa mientras lo arrullaba. — Sh, perdón cariño, no pasa nada…

—Ven aquí, mazasis, papá te llevará a tomar una siesta. — Dijo cargando al niño y a su hermana.

—¿Quieres que suba a Vik?

—No, volveré por él.

Hannibal subió y volvió un momento después por su hijo faltante y un beso más de su esposo antes de desaparecer escaleras arriba.

—¿Mazasis?

—Es algo como, pequeño, en lituano. — Explicó Will, vigilando la escalera por si Hannibal había olvidado algo.

—Oh, entiendo. Es como eso que te dice…

— ¿Mylimasis? Sí, algo así. Pero Mylimasis significa, amado, o cariño o cosas así… Oye papá, tengo que pedirte un favor.

—¿A mí? Supongo… Digo mientras no quieras dinero.

—Papá, por dios, me case con un hombre con título nobiliario claro que no quiero dinero. — Reclamó Will. — Quiero que mañana me ayudes a distraer a Hannibal mientras voy yo sólo al centro comercial.

—¿Por qué?

—Bueno… —Will se sonrojó esta vez. — Nuestro primer aniversario es el mes que viene y… le compré un regalo, pero no quiero que lo vea hasta que ese día llegue.

— ¿Quiero saber que le compraste?

—Es un libro…

—Oh, bueno… si claro, pero no creo que yo pueda impedir que tu Alfa haga lo que se le dé la gana, Will, verás eso hacen los Alfa.

—Ah, pero Hannibal es muy educado, hagan algo juntos cómo… Enséñale tu receta de pescado frito.

—¿A Hannibal? Al hombre que me preparó un postre con 12 ingredientes de los que jamás había oído. Claro.

—Vamos, no te dirá que no, te respeta y te aprecia, por favor. Sólo iré al centro comercial, recogeré el paquete y volveré.

—Vale, vale… haremos papas fritas también.

—Eso quiero verlo.

Hannibal no sería tan grosero como para negarse a aprender algo que su suegro se ofreciera a enseñarle, Will había comprado los ingredientes pensando en hacerlo justo así, inventaría una excusa para salir, manejaría 30 minutos al centro comercial, envolvería el regalo y volvería a casa a encontrar a Hannibal friendo pescado cubierto de harina en sus elegantes ollas. No podía esperar

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La cosa fue tan sencilla como Will esperaba. A mediodía, cuando les preguntó que querían comer, Bill se ofreció a enseñarle el “plato favorito de Will cuando era niño”. Ese había sido un movimiento astuto, a Will le gustaba ese pescado, pero no recordaba que fuera su favorito. De cualquier forma Hannibal parecía encantado de aprender a cocinar algo que significara tanto para su esposo, así que aceptó de inmediato, incluso cuando supo que se trataba de una fritura a base de harina, huevo, algunas hierbas y chile que Bill freía en aceite vegetal.

Will, con Abigail dormida en un rebozo alrededor de su cuerpo, los miraba divertido desde la barra de la cocina. Bill echaba en un tazón de metal harina, sal, pimienta y la mezcla secreta de los Graham (Que Hannibal heredaría cuándo cumpliera 3 años de casado con Will).

—Ahora, cuándo el aceite se caliente meteremos el pescado en la  mezcla de leche y huevo antes de empanizarlo en la mezcla.

—Bill, no estoy seguro de la calidad nutricional de tu receta. —Expresó Hannibal contrariado, retrocedió un par de pasos antes de pisar algo que se quebró con un fuerte crack.

—¡wow!

—Hanni ¿Estás bien?

—Sí, cariño… pero me temó que esto no. —Levantó del suelo un perrito de juguete que habían comprado unas semanas antes, si bien casi todo el perro era de tela su cuello, que se unía a una especie de canastita que formaba su cuerpo, era de plástico suave y se había quebrado dejando al perro descabezado.  El animalito venía con un par de objetos que a Viktor simplemente le encantaba morder.

—Oh no, a Alex le encanta ese perro.

—Estoy seguro que no es tan grave… —Dijo Hannibal, sin embargo fue directo a la basura con él. Will lo miró sorprendido.

—Hanni es su favorito…

— Está roto Will, tendrá que buscar un nuevo juguete favorito.

—No puedes ser tan cruel con tu primogénito, tú fuiste quien lo rompió.

—¿Cómo demonios llegó al suelo?

—Yo que sé, escucha, ustedes terminen esto y yo iré al centro comercial a ver si tienen uno parecido.

—Will, no puedes ir tú sólo.

—Vale, me llevaré a Abbie. —Dijo sonriéndole a su hija que parecía despertar de su siesta. — Seguro puedes hacerte cargo de freír pescado y de sus hermanos.

—Eso no fue lo que quise decir, espérame e iré contigo cuándo terminemos esto.

—Hanni, sólo iré a comprar un perro, tal vez algo de cerveza para el almuerzo… un frapuccino.

—Will…—Hannibal parecía dudoso, pero su vista pasaba por las manos enharinadas de su suegro. Will lo miró con ojitos suplicantes mientras le tomaba del brazo.

—No te preocupes Hanni, ni sabrás que me fui.

—Está bien… —Accedió finalmente. —Pero avísame cuando estés ahí… y cuando vengas de vuelta.

—Vale, te amo. Ya vuelvo, Papá.

Todo sería rápido, entrar y salir. Ese perrito había estado a punto de romperse de cualquier forma, así que había ordenado uno nuevo en la juguetería del centro comercial, pasaría a esa y a la tienda de antigüedades del segundo piso, recogería sus compras y se iría de vuelta a casa.

El camino fue tranquilo, Abigail permaneció dormida en su sillita en la parte trasera de la camioneta todo el tiempo. Camioneta que Will no quería pero terminó por aceptar cuándo Hannibal le dejó en claro que no podía llevarse 3 niños en metro y mucho menos en un sedán, por más bonito que fuera. Esta camioneta podía incluso expandirse hasta 9 asientos, podrían tener 6 hijos más y Will podría llevarlos a todos ahí.

No le gustaba la idea de ser Omega de camioneta, pero sí la de llenarla de sus preciosos cachorritos con Hannibal. Se estacionó tan cerca de la entrada como pudo y tomó el bolso de Abigail, que era claramente de diseñador porque Will nunca había visto una pañalera tan bonita, y metió ahí su cartera, su celular y sus llaves antes de acomodarla nuevamente contra su pecho en un cangurito. Abigail tenía puesto un vestidito con perros y mallitas, pero Will no había querido ponerle zapatos, así que tenía un par de diminutos calcetines que parecían zapatillas. Le beso la matita de pelo rubio cenizo antes de subir al centro comercial.

Algo no estaba bien. Will había estudiado por años y había sido policía por casi 4 años antes de casarse, sabía bien cuando su instinto le daba una advertencia. Pero no pudo encontrar nada qué indicara peligro, así que siguió con su día. Compro el perrito, un vestido nuevo para Abbie, un par de camisitas para sus niños y una especie de mariposa de tela que Abigail se negó a soltar incluso para que su papi pudiera pagarla.

Sólo traía un bebé, así que metió sus compras, menos el perro, en su mismo bolso y recogió el paquete. Hannibal seguro adoraría  el detalle, Will había charlado con algunas personas y luego de un mes y algo de dinero, había logrado comprarle a Hannibal un libro de cocina italiano de 1438. Le sorprendía que no fuera mucho más caro. Aquello definitivamente haría a Hannibal feliz, y quería que fuera el regalo perfecto para su primer aniversario de bodas. Era vital que Hannibal no supiera nada de él.

Cuándo término pasó por una cafetería cuyo local, largo pero abierto, lleno de mesitas, ocupaba el centro del área común de la plaza. Pidió un frapuccino para llevar, el azúcar sonaba realmente bien ahora, y se dedicó a darle besitos a su hija mientras esperaba.

—¿Qué edad tiene? — Will se dio la vuelta, la pregunta venía de un pequeño Omega detrás de él en la fila. Parecía tener unos 4 meses de embarazo y miraba a Abbie con expresión soñadora. Will sonrió amablemente.

—5 meses. Dile hola Abigail. —Dijo meciéndola suavemente, Abbie miró al hombre un segundo antes de meterse la mariposa de nuevo en la boca. —Discúlpala, le están saliendo los dientes y no está muy contenta con eso.

—Es muy hermosa. ¿Es tu primer cachorro?

—Mis primeros 3. —Dijo con un suspiro, el Omega abrió la boca con admiración.

—Wow, tu Alfa debe estar muy feliz.

—Oh, sí, creo que si por el fuera yo hubiera tenido sextillizos.

—Cielos…

—Tu cuánto tienes… ¿unos 4 meses?

—Cinco, pero es sólo un cachorrito

—Disfrútalo — Dijo Will sonriéndole, El Omega respondió la sonrisa cuándo sucedió. En algún lugar de la plaza algo hizo boom. Will instintivamente cubrió a Abigail con su cuerpo mientras se replegaba contra un muro, lejos de las paredes y cosas que pudieran caer. — Ven aquí… TU…

Su nuevo amigo se acercó de inmediato, asustado. Will le tomó del brazo para evitar que corriera. A su alrededor había pánico, hubo dos explosiones más y la gente empezó a correr despavorida por todas partes. Will se asomó sobre el muro y vio que todos corrían hacía las salidas, empujados por un grupo de unos 20 sujetos con armas y pasamontañas. Perfecto, el único día que salía con su hija.

—Escúchame, me llamó Will, y quiero que estés calmado, si corres te pondrás a ti y a tu bebé en riesgo. —El Omega asintió asustado, sentándose en el suelo. — ¿Nombre?

—Andrew…

—Vale, Andrew, tranquilo. No entres en pánico, y no grites.

Afuera los hombres sacaban a todos los que podían, cerraban las tiendas  y expulsaban a los empleados. Will contó un par de disparos, probablemente algún  guardia de seguridad que intentaba proteger a los civiles que corrían despavoridos hacia las puertas huyendo del humo blanco que comenzaba a llenar algunas secciones apenas visibles para Will. No habían disparado una sola bala antes de eso, así que aquello no era una masacre. Bien, eso era bueno. No estaban robando ni saqueando. Jalaban a algunas personas, las reunían. Uno entró a la cafetería, Will lo miró, tranquilo mientras el hombre examinaba el lugar.

—Limpio, los pondremos aquí. — Dijo el hombre por la radio. Les apuntó con una escopeta y Will aferro a Andrew aún más fuerte para evitar que gritara o hiciera algo estúpido. — Si se mueven les vuelo la cabeza. Los quiero callados-

—Vale, nos quedaremos aquí.

El local pronto estuvo lleno de aquellos a quienes había separado. Unas 30 personas, entre adultos y niños. Mientras Will los observaba se dio cuenta de que todos eran Omegas, hombres y mujeres, con niños pequeños o en distinto estado de embarazo. Un par simplemente parecían estar casados. Los empujaron al área dónde estaban Will y Andrew, contándolos. Los hombres se separaron luego de eso, dejándolos en el local con el sujeto de la escopeta.

—Muy bien, perras, escúchenme, nadie tiene que morir, pero si hacen algo estúpido voy a dispararles en la maldita cabeza. Van a quedarse aquí, luciendo lindos y asustados como buenos Omega, mientras sus Alfa nos dan el rescate que queremos. Si se mueven, si gritan, mierda, sí me hacen enojar les vuelo los sesos ¿quedo claro? Bien.

Bueno, esto no estaba nada bien. Los revisó uno por uno, quitándoles celulares y cualquier dispositivo electrónico para meterlos en uno de los cajones del mostrador. También sus billeteras.  Luego movieron las sillas y mesas del local para sentarlos a todos en el centro dónde pudiera verlos sin moverse del específico lugar que había tomado frente a la puerta que llevaba a la trastienda.

Mientras los otros Omega lloraban o charlaban tratando de calmarse los unos a los otros Will hizo un gran esfuerzo por entender su plan. Era un secuestro masivo, simple como eso, no les pidieron dinero ni les robaron las joyas o relojes caros que casi todos traían, después de todo los Alfa suelen ser personas muy exitosas que cubrían a sus parejas con regalos costosos. Justo eso era lo que les interesaba, asumió Will, ya que habían juntado un grupo de Omegas, vinculados, vulnerables y que tendrían furiosos Alfas ricos que pagarían lo que fuera por verlos salir sanos y salvos, incluyendo el suyo. Esos cabrones podrían pedir un millón de dólares por cabeza y les darían los 35 en cosa de horas.

— ¿Quieren callarse? Intento pensar. —Murmuró Will.

— ¿Qué quieres que hagamos, van a matarnos o algo? —Gimió una mujer a su lado. Will giró los ojos exasperado.

—Quieren dinero, eso es todo, no van a hacerles daño a no ser que hagan algo estúpido, pero no puedo pensar si se la pasan llorando, cálmense, sólo harán las cosas peores para todos.

No hubo silencio total pero si un poco más del que había hasta ese momento.

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El pescado estaba listo para freírse igual que las papas, Hannibal quería esperar a Will para comenzar, y así que mientras el aceite se calentaba se sentó junto a su suegro, fingiendo interés en el partido que este miraba, Hannibal no era apasionado de ningún deporte que fuera televisado con frecuencia, pero su interés en ser cortés y de quedar siempre bien con el padre de su Omega lo había arrastrado a sentarse a su lado, fingiendo que entendía lo que sucedía.

Fue cuando sucedió, la imagen cambio para mostrar un noticiero local, Hannibal trató de no parecer irritado, pero parecía algo serio, un secuestro en un centro comercial. Su corazón se paralizó por un segundo, le arrancó el control a Bill y subió el volumen.  Todo parecía un zumbido incómodo. Un grupo de Betas y Alfas de segunda que habían encerrado a un puñado de Omegas en una cafetería en el mismo centro comercial al que Will había insistido en ir por su cuenta, lejos de su Alfa, y ahora él y su hija estaban ahí, lo sabía porque los secuestradores habían lanzado un paquete de identificaciones con sus víctimas dónde demandaban un millón de dólares por su liberación.

Sintió la ira abrirse paso sobre todo lo demás, sobre el miedo y la angustia por su esposo. Les arrancaría la cabeza si se les ocurría ponerle un dedo encima a Will.

—¡Al auto! — Gruño a su suegro, que no esperó nada más. A Mischa le dijo con más suavidad. — Quédate aquí y cuida a los niños….

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Habían pasado 3 horas desde que estaban ahí. Will tenía un plan. La policía se negaba a negociar con terroristas, y si bien había muchos Alfa afuera, prácticamente lanzándoles millones de dólares a las personas que los sostenían, la policía no cedería, querían encontrar la forma de someterlos sin dañar a los rehenes y sin dejar que huyeran con 30 millones.

Will imaginó que afuera habría fuego en el aire, los Alfa son violentos por naturaleza, pero  nada encendía más la furia de un Alfa que saber que su pareja estaba en peligro. Suspiró mirando a su hija dormir. Le besó la carita mientras pensaba en su próximo paso. Había mucho silencio ahora, expectativa. Algunos de sus compañeros estaban irritados, incómodos o hambrientos. Will había regalado un par de pañales, todos temían por sus hijos.

Dejo a Abigail sobre una improvisada camita que había armado en un sillón, envuelta en su chaqueta. Sólo un bebé podría dormir en esa situación. Les habían dado agua y un montón de vasos de la cafetería. Se levantó y se sirvió un poco de agua, el sujeto de la escopeta lo miraba intensamente, su compañero parecía nervioso. Si pudiera separarlos. 

Había observado por el tiempo suficiente, tenía un plan. Podía salir muy mal, o podía salir perfecto, pero todo dependía de ese imbécil con el arma que se acercó a él y le tomó del brazo con fuerza excesiva. Will intentó soltarse pero el tipo lo presionó contra la barra. Era un Alfa, mucho más grande y fuerte que Will, pero su aroma no era en absoluto imponente. Sintió una gruesa mano rodearle la cintura y sintió repulsión, ¿qué ese aroma a advertencia que emite un Omega marcado para dejarle a otros saber que tenía dueño no era suficiente para espantarlo? Era un aroma fuerte, peligroso. No, parecía encantarle.

—Eres jodidamente precioso… —Murmuró en su oído, Will no dijo nada. — Sí, tu Alfa tiene tanta suerte, eh…

—Déjame ir…

—No, creo que no lo haré. — Dijo relamiéndose los labios. Una mujer detrás de ellos soltó un sollozo aterrado, todos sabían lo que sucedería cuando el tipo comenzó a besarle el cuello y endureció su agarre a pesar de sus protestas. Will le dio una patada en la entrepierna, un golpe en la espalda e intentó alejarse, pero el tipo estaba furico ahora, y lo golpeó fuertemente en el rostro. Cayó al suelo y apenas atinó a quitarse cuando intentó golpearlo con la culata del arma.

— ¿Qué mierda haces? ¡No los lastimes, no nos darán un centavo si le haces algo! — Gritó su amigo, arrancándole el arma y empujándolo. — Vete de aquí, vete con Jude y Lee en la puerta dos.

—¿Qué? Jódete…

—Vete de aquí o le diré al jefe que tú le dejaste el rostro así. — Murmuró señalando a Will. Este no sentía dolor pero por la forma en que Andrew lo miraba debía tener un buen golpe en el rostro. Bueno, ahora el sujeto peligroso no estaba más. Lo miró salir a regañadientes y lentamente todo regresó a la calma.

—Andrew… tengo un plan, necesito que cuides a Abbie por mí.

—Will, por favor, no…

—Shh.

Will caminó rumbo a la barra de nuevo, mojando un trapito en agua y presionándolo contra su rostro. El hombre que quedaba, un sujeto castaño, beta. Lo siguió a cada movimiento. Le ofreció una bebida fría del refrigerador tras la barra. Will la tomó al tiempo que entraba la primera voz.

—Puerta 1, libre.

Cada hora, el equipo que cuidaba de cada puerta daba el estatus de la situación, así supieron de la policía en primer lugar. Había 6 puertas en total, entre las 4 entradas principales y las 2 que subían del estacionamiento.  Al final el sujeto siempre decía:

—El nido está seguro.

Sólo necesitaba escuchar eso. Agito la lata y la abrió, lanzándosela a los ojos al tipo, este retrocedió, limpiándose el rostro confundido y Will le quitó el arma, venga que había sido un buen policía. Lo golpeó en la cabeza con ella antes de mirarlo desplomarse entre los gritos de los otros Omega.

— ¿Qué son estúpidos? Cállense, sabrán que sucedió algo.

— ¿Qué mierda haces? —Gimió un Omega rubio. — Va a despertar y van a matarnos.

—Nadie va a matarnos, ahora tenemos un arma. —Dijo maniobrándola entre sus manos, hizo tronar el cargador y la sostuvo firmemente.

—No sé qué tipo de Omega eres, pero nosotros no sabemos disparar un arma. — Dijo otra mujer angustiada.

—Sé lo que hago. —Alguien al fondo susurró un “lo dudo” — Necesito que se calmen. Mi nombre es Will, y antes de casarme era policía. Así que tenemos una oportunidad. Pero necesito su ayuda. Primero, tenemos que atarlo. Por si despierta… amordazarlo no estaría mal.

—Oh, yo tengo esto. — Dijo una chica sacando bridas para cables de una bolsa de compras. — ¿Sirve?

—Perfecto, ustedes dos. —Señaló a un chico embarazado a su lado. — Atenle las manos y los pies. Usen lo que sea para taparle la boca y empújenlo detrás de la barra.

Los aludidos asintieron y se pusieron a trabajar.

—¿Qué crees que va a pasar cuándo lo llamen?

—No lo harán, se comunican entre sí cada hora, eso nos da 53 minutos antes de que sospechen algo, eso si la policía no cede en sus demandas, pero no lo harán, si no han entrado es porque temen una lluvia de balas con nosotros aquí.

Cuando el sujeto estuvo detrás de la barra Will se inclinó, revisó a su bebé y les habló firmemente.

—Escúchenme bien, no tenemos tiempo para repetir. Estos tipos tiene poca gente, tienen 2 sujetos en cada puerta, tres en una. Tienen suficiente gente para vigilar cada entrada, pero no los túneles de la trastienda. Eso vamos a usar para salir.

— ¿Túneles?

—Los centros comerciales tienen túneles detrás, enormes pasillos por los que se mueve la mercancía, eso nos llevará a una salida dónde llegan los camiones de carga. Saldremos por ahí. Cerraron la puerta de cada tienda para evitar ese punto de entrada, pero dejaron abierto este local.

— ¿Cómo sabremos a dónde ir? Debe haber cientos de esos “túneles”.

—Hay un mapa en el cuarto de empleados…Cielos, todos ustedes son tan Omega… —Cualquiera lo sabría luego de trabajar un tiempo ahí. Tenías que poder mover lo que llegara. No que alguno de ellos además de Will hubiera trabajado en su vida. — No tengo tiempo para esto… En fila, ahora, y afuera. Ya, ya.

Tenían que alejarse de ahí antes de que sospecharan algo, si algo sucedía tenían que estar más cerca de la policía que de esos tipos. Will casi quiso golpearlos por tomar sus pertenencias antes de salir. ¿Qué parte de emergencia no comprendían? Mierda, Andrew incluso se llevó las cosas de Will. Con un demonio. Bueno, tendría que confiar en que cuidara de Abigail, Will no podía disparar una escopeta con su hija en el pecho. Los miró alejarse mientras se quedaba atrás, vigilando la puerta al fondo del local para darles algo de ventaja. El mapa estaba pegado en la pared. Izquierda, Izquierda, derecha y afuera. Sencillo, hasta para esos Omega consentidos. Sintió un nudo en la garganta. Si lo encontraban ahí… no volvería a ver a sus cachorros, no volvería a ver a su esposo. Pensó en lo mucho que deseaba abrazar a Hannibal en ese momento.

-¡TÚ!

Will escuchó el grito y maldijo. El mismo Alfa de antes había regresado, probablemente para ocupar su puesto anterior. Will disparó a unos centímetros de su cabeza y el sujeto soltó una blasfemia. Los disparos atraerían a más gente. Ya no tenían más tiempo o ventajas. Cerró la puerta de golpe y recargo contra ella una silla que había metido antes, no duraría mucho, pero se trabaría lo suficiente para permitirle huir. Echó a correr por el pasillo, muros de color gris y focos de luz blanca dándole un aspecto abandonado, podía oler humedad. Corrió hasta alcanzar la primera bifurcación y corrió a la izquierda.

Escuchó pasos a los lejos, sin duda la puerta había cedido. Aceleró todo lo que pudo, los pasos eran cada vez más fuertes. Izquierda de nuevo. Podría tratar de meterse en una de las tiendas, pero sería perder valiosos segundos, estaba cerca de la salida.  A juzgar por los pasos unos tres de ellos debían estarlo siguiendo. Podría matar a uno de ellos, tal vez herirlos gravemente a los tres con un arma de ese calibre disparada a corta distancia, eso asumiendo que ellos no tuvieran un arma y tuvieran que acercarse a él, ni ellos serían tan idiotas. Giró a la derecha y se estrelló de frente contra un hombre. Soltó un chillido pero respiró aliviado cuándo le quitaron el arma de las manos.

—Señor, tiene que evacuar ahora. —El policía estaba cubierto y armado de pies a cabeza, detrás de él otro 6 miraban a Will con impaciencia. Asintió con la cabeza antes de dejarles el arma y salir corriendo por dónde ellos le indicaban. Así que los tontos si habían ido a buscar a la policía. La luz del sol le golpeó el rostro y rápidamente otro par de manos lo movieron lejos de la puerta. En una ambulancia le revisaron el rostro y le pusieron algo de ungüento antes de despacharlo junto con el resto de los Omega, algunos tenían mantas cubriéndolos y los médicos examinaban a los que estaban en más avanzado estado. Andrew se acercó, sonriendo nervioso y Will casi le arrancó a su hija, abrazándola cariñosamente, dejando que su calor bajará el ritmo desbocado de su corazón.

No vio a dónde fue su nuevo amigo, probablemente su Alfa lo habría encontrado. No había pensado lo que eso significaba para él hasta que sintió un apretón fuerte y sintió el aroma tranquilizador de su Alfa a su alrededor.

—Por todos los cielos, Will…. Estaba tan preocupado…

—Hanni… —Por primera vez en horas Will se sintió relajar, sus piernas casi cedieron cuando su dueño dejó ir la tensión de su cuerpo, sonriéndole justo antes de que Hannibal presionara sus labios en un beso, beso que sólo rompió para besar a su hija que se removía inquieta entre ellos. Miró entonces a Will y fue cuando este recordó que tenía un ojo hinchado y probablemente morado por un golpe.

—Hanni, es sólo un rasguño, cariño.

—Espera que salgan. — Susurró Hannibal, Will jamás había escuchado ese tinte de peligro en su voz. — Voy a asegurarme de que se pudran en la cárcel.

—Hanni, estamos bien… —Hannibal estaba furioso, Will miró alrededor y descubrió que todos los Alfa parecían estar igual. Posesivamente aferrados a su pareja, pero con el rostro desencajado por la sed de venganza. Will sintió más miedo de ellos del que había sentido todo el día.


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