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Viviendo con el Instinto por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Un poco de fluff luego del drama, es un regalito para mis lectores :D

—Recuérdame porqué estoy haciendo esto. —Murmuró Will, lo que más deseaba era irse a dormir, pero entre sus hijos que insistían en moverse, y su esposo, ya había perdido la esperanza.

—Es probable que se calmen con la estimulación adecuada.

Will suspiró pero no se opuso cuando Hannibal rodeó su vientre con un par de audífonos y le dio Play a la música clásica que había en su celular. Se quedó ahí, con los labios recargados sobre la piel, sosteniendo los audífonos firmemente mientras la música sonaba.

— ¿Mozart?

—Dicen que estimula el desarrollo cerebral de los niños y es uno de mis favoritos. —Confesó el mayor, Will le sonrió y echó la cabeza para atrás sobre las almohadas, relajándose.

Había estado muy molesto casi una semana, pero no tenía sentido enojarse con Hannibal, era su Alfa después de todo. Y realmente parecía arrepentido. Will nunca pensó irse realmente, no tenía intención alguna de echar por la borda otra relación, y además era realmente feliz con Hannibal, lo amaba más cada día. Ahora que había paz de nuevo en su vida Will se volvía a sentir cómodo en su casa, tanto que invitó a Hannibal a su nido por primera vez y se acurrucaron ahí, entre cojines y mantas, hasta quedarse dormidos.  Eso sólo demostraba cuanto se esforzaba Hannibal por ser flexible, pues no creía que el suelo fuera el lugar adecuado para su Omega, mucho menos durante un embarazo de alto riesgo.

 Cuando fueron a su siguiente cita médica Will descubrió también que había ganado un poco de peso, pero se negó a conocer el sexo de sus hijos. Estaba agotado. Si hacer un bebé era difícil esperaba muchos malditos regalos del día del padre cuando fueran mayores, tres era un total suplicio.

Pasaba casi todo el día en cama o sentado en alguna parte de la casa, leyendo, viendo televisión, charlando con Mischa… el aburrimiento era tan grande que finalmente aprendió a tejer. Era bastante bueno, comprendía la lógica detrás del asunto y era bueno siguiendo patrones, así que a lo largo de otra semana ya había tejido calcetines y una bonita cobija. Ahora le faltaban otras dos. La sola idea lo había obligado a soltar las agujas e irse a la cama, dónde estaban ahora.

— ¿Mejor?

—Supongo que se mueven un poco menos, Hanni… Sólo quisiera dormir.

—Es normal que estés cansado, Will. Lamento no poder ayudarte.

—Ven aquí…— Y lo hizo, Will enredo sus delgados brazos alrededor de Hannibal, besándole los labios y enterrando los dedos en su cabello, arrancándole un gemido gutural al Alfa.

—Will, no podemos…

—Lo sé, lo sé… —Murmuró decepcionado. Se besaron un par de segundos más antes de que Hannibal volviera a acurrucarse con la mejilla contra su vientre. Por primera vez en días estaban bien, estaban en paz y sentían completa felicidad. Will tenía que hacerlo. — Hannibal. Háblame de ella.

—Honestamente Will, saber que jamás la toque mientras compartían techo debería ser suficiente.

—Pero no lo es, dímelo por favor…

—Bien…— Hannibal parecía avergonzado, aquello era tan inusual, Will tatuó en su memoria la expresión contrariada de su rostro.

—Cuando mis padres murieron yo era un muchacho, tenía unos 18 años y Mischa tal vez 8. No teníamos a nadie y si bien tenía la edad para cuidar de ella mi tío Robert nos ofreció su casa y su apoyo de inmediato. Eran días muy complicados, ninguno de los dos sabíamos cómo lidiar con el concepto de ser huérfanos, y si bien quería estudiar, fui algo rebelde y me tomé un año para hacer tonterías para liberar la frustración que sentía, en esos días trataba de superar mi dolor entregándome a toda clase de placeres que hoy en día encuentro ridículos.

—No tienes que disculparte por ser joven, Hannibal.

—Oh, me temo que sí. Murasaki era la joven esposa de mi tío, no tenían más que un par de años de casados, era una Alfa que nos cuidaba a mí y a Mischa como si fuéramos sus propios hijos, siempre pendiente de nuestra salud, de nuestros pasatiempos, de darnos algún tipo de sostén emocional. Nos enseñó japonés, nos compartía toda clase de cosas sobre su cultura y entonces me di cuenta de que me sentía atraído.

—Pero era tu tía.

—No pensaba racionalmente. Además, era un muchacho, jamás pensé que ella correspondería los sentimientos que yo creía tener por ella. Me conformaba con mirarla de lejos y comencé a portarme bien nuevamente sólo para recibir su atención y sus cumplidos. — Hannibal suspiró. — En algún momento llegó Navidad, y nosotros no queríamos celebrar sin nuestros padres. Estaba afectado, los extrañaba y sentía mucha rabia, no recuerdo cómo, sólo recuerdo nieve, enojo y luego un beso. Y todo se salió de control desde ahí.

— ¿Estuvieron juntos mucho tiempo? —Preguntó Will, Hannibal lucía tan culpable, expresión extraña en él, que no podía ni sentirse enojado, dentro uno de sus bebés pateó, provocando una fugaz sonrisa en sus padres.

—No creo que “juntos” sea adecuado. No teníamos citas, no nos conocíamos como personas, sólo como familiares, yo creía estar enamorado de ella cuando no sabía nada sobre el amor, me limitaba a hacer las cosas perfectamente, como creía que a ella le gustarían. Su satisfacción me traía felicidad, y había tan poca en mi vida, Will, que me conformaba con aquello.

— ¿Cómo terminó?

—Eventualmente me di cuenta de que lo que hacía no estaba bien. Deje de ir a su habitación cuando me lo pedía y a actuar con más independencia, a entender mejor lo que constituía mi identidad sin mis padres, sin ella. Entré a la universidad, estudié tanto como podía para llevarme a mi hermana de ahí. Ellos regresaron a Europa, pero Mischa y yo nos quedamos aquí hasta ahora.

—Vaya… —Resopló Will. — ¿Y tú tío nunca supo nada?

—Si lo sabía nunca me dijo nada, y se lo agradezco profundamente, es una humillación que merecía pero nunca tuve que pasar.

—Esto es horrible, Hannibal, es un secreto terrible. — Murmuró Will finalmente.

—Ya no es un secreto para ti. Lamento lo que mi confusión y mi deseo por ignorar el pasado te causo, Will, jamás fue mi intención lastimarte.

—Lo sé, sólo sucedió… Mientras no tenga que volver a verla nunca estaré bien.

Guardaron un silencio incómodo antes de finalmente irse a dormir. La música pareció calmar un poco a los trillizos, pero eso no evitó que Will tuviera un muy vívido sueño sobre un Hannibal muy joven y confundido y su tía. Despertó incapaz de decirle a su esposo lo que había soñado.

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La habitación de los niños estaba pintada de un suave color miel, las cunitas eran de color blanco y las cortinas de las ventanas estaban decoradas con bonitos bordados de animales y flores.  Los amigos de Hannibal les habían enviado toda clase de bonita ropa y juguetes que ahora llenaban las repisas y los armarios, esa guardería estaba incompleta, pero lo único que le faltaba eran los niños que tendrían que ocuparla. Will sonrió satisfecho cuando cerró la puerta tras de sí luego de pasar un último día preparándolo todo para la llegada de sus hijos.

Jerard insistía en que en el estado de Will, incluso ganando peso en las últimas semanas, podían esperar a sus hijos alrededor de la última mitad de su séptimo mes. Eso claro que lo tenía preocupado, pero el médico le aseguraba que todo saldría bien y que los niños que nacían a esa edad rara vez tenían problemas.

Que agradable era vivir sólo los 3 de nuevo. Sin preocuparse de que alguien lo apuñalara mientras dormía o se duchaba. Regresó a su habitación, dónde Hannibal leía una revista de Psicología, y se sentó a su lado, soltándose el cabello y recargándose contra las suaves almohadas antes de hablar.

— Hanni, tengo hambre.

—Will, cenamos hace unas horas.

—Quiero brownies.

—Will, son las 11 de la noche, no es hora de comer brownies.

—Bien…— Murmuró enfadado, Hannibal lo miró exasperado.

—Estás haciendo berrinche.

—No es cierto…—Tenía las mejillas infladas, y las suavizó cuando dijo esto, pero sus cejas continuaron fruncidas. A su lado su Alfa gruño.

—Está bien, cariño, iré a comprarte brownies…

— ¿En serio? —Le besó la mejilla mientras lo miraba ponerse los zapatos. — ¡Gracias, Hanni!

—Sí, sí… pero cuando nazcan voy a dejar de consentirte así… —Will asintió con la cabeza, pero ambos sabían que eso no iba a suceder. Hannibal le beso la frente y salió de la habitación, se encontró con Mischa, en piyama con una taza de té en las manos.

— ¿A dónde vas?

—Will quiere brownies.

—Oh… prueba en Lou’s, y compra helado de vainilla. — Dijo la rubia como si nada.

— ¿Helado? Mischa no…

—No es para mí, es para Will, hazme caso.

—No necesito tu ayuda para consentir a ese… gordito hasta la putrefacción, Mischa.

—Lo sé, pero si igual vas a salir tan tarde a comprar brownies, lo menos que puedes hacer es traerle todo el combo. Hay tres cachorritos ahí, Hannibal.

—Y luego habrá tres cachorritos afuera y yo seguiré comprando pan a la mitad de la noche. —Murmuró divertido, poniéndose el abrigo.

—Oh, lo dices sólo porque vas a dejarlo embarazado de inmediato ¿no es cierto? Pobre Will.

—Adiós, Mischa.

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—Lo siento, señor, ya le dije que no tenemos más.

—Mire, usted no entiende. —Murmuró Hannibal irritado, el pobre empleado de la pastelería temblaba ante el Alfa enojado. Era la cuarta pastelería que visitaba y no encontraba los estúpidos brownies por ninguna parte. — Tengo un Omega en casa, con seis meses de embarazo de trillizos, si no regreso con brownies no va a estar feliz.  De hombre a hombre, deme lo que tenga, no importa si es la pieza más vieja…

—En serio lo siento, señor, pero están agotados… Sí quiere podemos venderle la harina para que los haga en casa.

— ¿Me está sugiriendo que me ponga a hornear a las 11 de la noche en un martes?

—También puede… volver mañana, señor.

— ¡Bien! — Will no iba a dejarlo en paz, no iba a esperar hasta la mañana, ya había llamado para explicarle la situación y la decepción en su voz le golpeo de lleno en el orgullo de Alfa. Iba a darle todo lo que quisiera, incluso un ridículo postre a la mitad de la noche. Gruño y dejó un billete en el mostrador. — Deme su ridícula harina…

No podía ser difícil, después de todo era un buen cocinero. Claro que antes tuvo que comprar leche, huevos y azúcar glass, lo que hacía por su esposo. Cuando regresó a casa Will casi corrió hasta él, detesto verlo tan decepcionado cuando lo vio con las manos vacías.

— ¿Hanni?

—No encontré Brownies, así que voy a hacerlos. —Dijo sacando la caja de harina, Will lo miró curioso. — ¿Quieres ayudarme?

— ¡Sí!

Hannibal le sonrió, se besaron un momento antes de ir a la cocina. Hannibal se puso el mandil blanco que usaba para cocinar y sacó uno azul del cajón para Will. Este intento atarlo, pero su creciente barriga le dificultaba mucho el proceso. Hannibal dejó salir una risita divertida y se paró detrás de él, haciendo un precario nudito con lo que quedaba detrás para atarlo, Will estaba realmente grande. Lo rodeo con sus brazos, besándole el cuello y acariciando su vientre.

—Hanni, brownies…

—Lo sé, lo sé. Te amo. —Susurró besándolo una última vez. Will le sonrió de vuelta, más que encantado con la atención. — Bien, trae el batidor de globo y yo sacaré la leche, los huevos y la mantequilla.

Cocinar no siempre era divertido para Will, pero no siempre lo hacía con su Alfa. Les tomó casi una hora, entre risas meter finalmente la masa al horno, Hannibal quiso evitarlo pero Will estaba lamiendo la palita que había usado para empujar la masa al molde. Ronroneaba cómodamente mientras lo hacía, llenándose las mejillas de chocolate. El pecho de Hannibal respondió a ese ronroneo con un suave gruñido de satisfacción, limpiándole la mejilla con un trapito húmedo y luego robándole un beso íntimo, probando el sabor de la masa de sus labios. Will lo rodeó con sus delgados brazos mientras lo mantenía cerca.

—No puedo creer que no podemos subir a hacerlo ahora mismo. —Murmuró decepcionado, Hannibal se rio.

—Nada me gustaría más, Will, pero debemos obedecer las órdenes del doctor, además, se quemarían los brownies.

—Pero ya me está dando sueño… —Admitió el Omega, estirándose perezosamente. El cronometro sonó con un ruidoso “Bip” cuando llegó al final y Hannibal sacó la bandeja con un grueso trapo de cocina, dejándolo sobre la rejilla para enfriarse mientras Will disfrutaba el aroma a chocolate que inundaba la habitación.

—Huelen bien ¿eh?

—Sí, muy bien — Concedió Will, intentó meter los dedos para probarlo pero su esposo lo impidió.

—Está caliente, cariño.

—Pero tengo hambre…

—Lo sé, pero necesito que seas paciente. —Will hizo un puchero, pero Hannibal no cedería esta vez. Esperaron unos minutos antes de rociar el azúcar encima y servir un pedazo en un pequeño plato. Will casi le saltó encima, y cerró los ojos dejando salir un gemido de satisfacción cuando se metió la primera mordida a la boca.

—Mmm esto es increíble… Hanni pruébalo.

—Es un poco tarde para mí, Will…

—No, Hannibal, en serio. Anda, yo te daré. —Se acercó con el tenedor nuevamente lleno y Hannibal abrió la boca resignado, las cosas dulces no eran muy su estilo. — ¿Rico?

—Sí, Will, sabe muy bien. Dejaremos el resto para mañana ¿bien?

—Sí. —Dijo metiéndose las últimas migajas a la boca llena y sonriendo. Hannibal devolvió la sonrisa, limpiándole el chocolate de los labios y besándole la nariz. — Gracias… No tenías que hacerlo, pero eso no te impidió ponerte a hornear a la mitad de la noche cosas que no te gusta comer…

—Haría lo que sea por hacerte feliz, incluso cuando actuó como un tonto, eres lo más valioso que tengo.

—Oh, Hannibal, eres un cursi —Will desvió el rostro, avergonzado, mientras Hannibal lo ayudaba a subir las escaleras hasta su habitación. — Te amo.

—Te amo, Will.


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