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Azul contra rojo por Lizama24

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Notas del fanfic:

Bueno, he aquí la respuesta al desafío. 

No tengo nada qué decir, excepto que se lo dedico a mi lectora favorita. 

Por exigirme acabara lo que inicié, para ti Linda. (Y)

 

Desde siempre había tenido esa apariencia de retraído. Al menos eso era lo que decía la mayoría.

Era algo hasta ilógico: tenía una familia unida, personas que lo consideraban su amigo, sin dejar de lado su buena situación económica. Sus necesidades eran satisfechas desde el punto de vista de cualquiera.

 

Pero Yuu nunca había sido alguien muy expresivo. Adoraba estar sin nadie, cobijado por el silencio y la soledad. Y después se quejaba de sentirse olvidado, solo.

Era difícil de comprender hasta para él mismo. Aunque, seguro era el problema de un simple chico más.

 

No importaba realmente.

 

 

El cielo se teñía de ese azul oscuro intenso, ahí no existía el negro con puntitos de luz, tan solo ese color azul. Las aguas se veían incluso más brillantes por la noche.

 

Se respiraba el aire puro en cualquier punto donde estuviera.

Los sonidos del rededor formaban una agradable melodía, repleta de paz y calma. Podía escuchar infinidad de cosas, que lejos de aturdir, lo relajaban.

Era difícil de describir todo en ese momento; desde lo que habitaba hasta la hoja más pequeña, redonda y marchita que existiera.

 

La primera vez que había estado ahí se sintió en otro planeta, lejos del llamado Tierra. Y es que se le hacía complicado imaginar que un lugar tan lleno de vida y escaso de muerte pudiera estar en aquel globo. 

Y no estaba tan equivocado. Aquel sitio no se situaba en el planeta Tierra, pero tampoco en ningún otro.

 

Se levantó de entre el pasto en el cual se hallaba recostado, casi hundido entre las hierbas y uno que otro insecto. Sacudió su espalda y sus pantalones viendo a aquel chico de cabellos rubios acercándose. Sabía que venía desde hace unos minutos; sus pasos se escuchaban entre las rocas que atravesaban el río a unos cuantos metros de ahí.

 

—Veo que has regresado más pronto de lo esperado —exclamó con una sonrisa, caminando hasta colocarse a un lado del contrario.

 

Yuu era más alto que el opuesto, del cual desconocía su edad, hasta si era humano. Al menos lucía como uno.

Lo único que sabía de él era su nombre: Ruki.

 

—Yo tampoco me creí tan pronto aquí… Debe ser que prefiero estar vagando por estos lugares. Los animales que hablan son realmente divertidos.

 

—Animales… —susurró. Solía repetir las palabras del moreno cada vez que éstas él no las utilizaba. Las conocía, pero no las usaba. Aunque esto era cada vez menos debido a que, para comunicarse con él, debía usar su vocabulario—. Lo son. Más si te cuentan chistes.

 

Se dio la vuelta para caminar en una dirección que el más alto desconocía, sin embargo esto no fue inconveniente para que lo siguiera.

 

El chico vestía una bata larga de color blanco con algunas piedras preciosas que él llamaba “blustons”. Debajo debía llevar alguna camiseta y sus pantaloncillos cortos. Sus cabellos descoloridos caían en su espalda a excepción de los que se peleaban sobre su frente. Raras veces le veía con los ojos delineados y los labios color rojo que alteraba todo el conjunto de colores pálidos.

 

Muy pronto se dio cuenta que pasaba de nuevo bajo aquel túnel. Las piedras que lo formaban eran oscuras, casi grises y con destellos de color dorado y zafiro. Brillaba, vaya que lo hacía. No era necesario cargar una linterna para pasar por ahí. Las rocas estaban húmedas, se sentía el vapor desprenderse de cada grieta. Y lo peor de todo es que no se callaban.

 

El suelo se encontraba formado por mosaicos turquesas, negros y amarillos oscuros. No obstante eso era lo que llamaba menos la atención. Ruki tan solo pisaba cada uno con sus pies descalzos mientras seguía avanzando.

 

—A veces desearía que se callaran —gruñía el moreno mientras se cubría los oídos con las palmas de sus manos.

 

—Si lo hicieran tu planeta debería estar muy triste.

 

—No es tan agradable escuchar risas a cada maldito segundo. —Pudo ver al adverso rolar los ojos con fastidio y verlo de mala manera.

 

 Ruki no terminaba por entender lo amargado que podía llegar a ser con cosas que bien podría ignorar.

 

Mejor se callaría, no quería volver por el túnel de los llantos. Ese lugar ponía los pelos de punta.

 

Conocía ya casi todos los sitios de ahí que al parecer ninguno estaba en vano.

 

Este lugar está muy ligado con tu mundo.

Aquí caen los sueños que fueron abandonados, las cosas jamás creídas. Somos lo que los humanos llaman irreal, lo inalcanzable.

 

Pronto ya se hallaban frente aquella laguna. Ruki se sentó a la orilla de ésta, haciendo presión con sus pies hasta que estuvieron dentro. Cuando eso sucedió, algunas notas lograron escucharse a medida que salpicaba el agua. Sí, notas musicales.

 

Su bata se mojó al menos un poco aunque la hubo recogido. Movía sus piernas dentro de aquellas aguas produciendo más de esa música.

 

—Hoy parecen tranquilas, al igual que tú. —Sonrió, volteando a ver al moreno cuando estuvo a su lado.

 

—Siempre que duermo estoy tranquilo. Es la única forma de relajarme. —Tomó una de las pequeñas piedritas asegurándose de que no tuviera vida, no quería le pasara eso de nuevo. La arrojó, pudiendo escuchar cada rebote como si fueran las teclas de un piano.

 

—Aun sigues pensando que somos tu sueño, ¿no es así? —Sonrió con cierta pesadez, imitando la acción ajena pero logrando que esa piedra llegara aún más lejos que la contraria.

 

—Eso o aceptaré que estoy loco. Aunque esa opción es cada vez menos descabellada cuando vengo.

 

— ¿Tan irreal soy?

 

—Tú mismo lo dijiste. Eres lo que los humanos creen fantasía.

 

—No eres igual a ellos.

 

El más bajo se puso de pie, haciéndole pensar que estaba por irse. Pensó en disculparse hasta que vio cómo cayó en un brinco en aquella laguna pudiendo oír la parte de lo que podría ser una canción. Las gotas salpicaron por todos lados, tiñendo de forma momentánea las piedras de un azul muy claro así como a sus propias piernas.

 

Entre las aguas y la corriente, Ruki podía escuchar miles de orquestas, conciertos y canciones del mundo humano. Pero no importaba cuánto lo intentara el moreno, él nunca podría hacerlo.

 

Al poco tiempo ambos ya estaban sumergidos en las profundidades, viendo algunos peces nadar por todos lados, incluso saludarlos.

Los cabellos de ambos parecían medusas y la vestimenta de Ruki se levantaba cada vez que nadaba allí dentro.

 

Yuu tuvo que salir al ya no poder respirar, quitándose los cabellos del rostro y apreciando la silueta del opuesto bajo el agua. Sonrió. Era la primera vez que la laguna no lo hacía percibir cosas desagradables y esta vez tan solo eran melodías pausadas pues no siempre las gotas rebotaban.

 

 

 

Salió de su habitación sin ser consciente de qué hora era. Sus pasos fueron tranquilos y silenciosos mientras avanzaba por ese pasillo. La luz que entraba por las cortinas era escasa por lo que apenas debía estar amaneciendo.

 

En ese momento, mientras se asomaba por la ventanilla, pudo recordar por lo que la noche anterior había terminado yendo a dormir más temprano de lo habitual.

Su madre había estado histérica con la noticia de un supuesto ataque terrorista a apenas unas cuadras de ahí. Disparos, patrullas y caos se habían escuchado toda la tarde. Por su parte, su padre había llegado mucho antes de lo normal.

 

Su hermano mayor era el único que parecía tranquilo, eso pasa todo el tiempo. Cuando estuve en el extranjero había asesinatos así a cada momento. Era la cena de cada día. ¿Cuál es el alboroto?

 

Era triste el pensar que cosas como esas ya no podían sensibilizar, ya eran tan normales como mirar el reloj y saber la hora.

 

Pero era cierto, todo cada vez era más común. Ya nadie se escandalizaba al saber que alguien de tu propia ciudad estaba ocupándose de violar a las jóvenes. De saber que de tan solo el cruzar por una calle era suficiente como para condenarte a una muerte hasta atroz por un loco paranoico.

 

La vida estaba cada vez más rota.

 

La oscuridad seguía quedándose como el miedo de los niños. Al resto les asustaba el rojo, ese que salía en el fuego, en la sangre, que veían en medio de su pánico. En las explosiones de cada guerra.

 

Ese color parecía poner todo hecho un desastre.

Representando el dolor y la constante agonía. No era muerte, la vida era cada vez peor.

 

La vida estaba cada vez más roja.

 

Y no es como si no pudiera ignorar todo tal y como lo hacía el resto, sin embargo no era su fuerte. Las ideas se apilaban en su cabeza molestando como abejas zumbando. Era mucha responsabilidad para una sola mente.

 

Se alejó lentamente de la ventana para terminar de nuevo en medio de esa habitación. Tuvo la intención de volver a su cama y dormir, aunque estaba seguro que no volvería a ese sueño. No por esa noche.

 “Aun sigues pensando que somos tu sueño, ¿no es así?”

 

¿Cómo no iba a pensarlo?

¿Qué era entonces sino un sueño? La idea de que todo eso fuera real lo confundía, mas no le daba miedo. Era todo mucho más tranquilo en ese sitio.

Se sentía cada vez más vivo cuando se hallaba bajo aquel cielo desconocido, rodeado de todos esos seres “extraños”.

 

Terminó sentado en una de las sillas del comedor, viendo fijamente el reloj frente a él.

 

Su madre pareció también perder el sueño pues le hizo compañía al poco tiempo. Charlaron, le hizo preguntas y después sonrió con suma tranquilidad. Se le veía relajada, aun con sueño. Ahora no estaba nerviosa como apenas hace unas horas.

 

Yuu se mantuvo ahí hasta que amaneció y tuvo que ir a clases.

 

 

Hubo un tiempo en que los pensamientos eran nobles. No se conocía sobre el poder que se podía conseguir si se le arrebataba al ajeno. No se sabía sobre el odio, la amargura y el placer por el dolor propio o de alguien más.

Ese pequeño momento es el que muchos no creerían.

Puedes hablarles de aliens, de Dioses y ángeles, y te creerán. Pero si les hablas de la bondad más de miles te pedirán pruebas.

 

Es así como se creó este lugar…

 

— ¿El reino de… la bondad? —cuestionó luego de recordar esas palabras y verse de nuevo en ese sitio conformado por varias paredes de color blanco, pareciendo un laberinto que se extendía a todos sitios excepto hacia atrás.

 

— ¿Sigues buscándole un nombre? No lo tiene. No tiene por qué tenerlo. —Sujetaba una canasta en sus brazos mientras se acercaba a cada uno de los árboles y cortaba los frutos igual de plateados que las paredes.

 

—La mayoría de las cosas aquí tienen nombre…

 

—No. —interrumpió—. Tú se los pusiste. Menos mal no me lo pusiste a mí.

 

— ¿Soy tan malo con los nombres? —Sonrió con gracia, yendo hasta él y cortando los frutos que el más bajo no alcanzaba. La canasta estaba casi llena —. Te hubiera puesto… Yuu ll.

 

—Mejor dime por qué estás aquí de nuevo. —Caminó lejos de él para ir al siguiente árbol que sabía exactamente dónde se localizaba.

 

— ¿Por qué la bondad es blanca? Si la maldad no es negra.

 

— ¿A qué te refieres con eso? —Enarcó una ceja, negando con total desacuerdo y deteniendo sus pasos para voltear a verlo —. No puedes definir algo con un color. Es absurdo. Los colores son simplemente creados por el reflejo luz. Nada más.

 

—Todo lo malo es de color rojo. Incluso el lugar ese que me mostraste la otra vez y dijiste era la única, era de color rojo. Sin embargo… En ti se ve bien. —dijo como referencia a ese labial sobre los labios ajenos.

 

Ruki tan sólo roló los ojos; el mayor decía cosas tontas más a menudo con relación a él. Al menos agradecía se callara con respecto a “aquel” sitio. Se lo había mostrado por mero capricho: ahí iban todas las “especies” que habían terminado enloquecidas por exceso de malos pensamientos y sucesos humanos. Pues aunque Yuu no lo sabía, y no pensaba decírselo, muchos de ellos se colaban entre la multitud humana para realizar su trabajo.

 

Cada ser ahí desempeñaba un papel intentando encontrar el balance entre un mundo y el otro.

 

Terminaron de juntar los frutos y salieron de aquel sitio sin un rumbo específico.

 

A veces iban a las colinas, otras a las lagunas y algunas otra veces (muy pocas) lo dejaba ir a donde vivía.

Esa vez fue una de las que ocurrían poco.

 

Vivía en una pequeña casa sobre una montaña repleta de árboles enormes, más enormes que cualquiera del planeta Tierra.  Parecía hecha de madera —pero era un material que Yuu no conocía aunque lo tocara mil veces.— y con dibujos de seres que el moreno nunca había visto, tallados en la fachada.

 

Entraron a aquel lugar yendo a donde había una pequeña mesita. Ruki se retiró la bata que traía encima dejando a la vista una camiseta y unos pantalones, ambos de color café. Tomó uno de esos frutos parecidos a peras, según Yuu, y lo mordió.

 

El adverso tan sólo se dedicó a observar cada una de sus acciones. Su atención se centraba en ese sujeto como si intentara descifrarlo y poco a poco fue perdiéndose en cada una de sus facciones, de esos rasgos y gestos. Mientras creaba hipótesis en su cabeza sobre su origen.

 

¿Qué tal si era hijo de un Dios poderoso? O si era un humano abandonado ahí por una pareja que había llegado igual que él, y con el tiempo había aprendido a manejar todo ese mundo.

Podía hacerse muchas historias en la cabeza aunque sabía que Ruki nunca le afirmaría ninguna.

 

—Despierta —exclamó lanzando uno de los frutos a su rostro y sonriendo con diversión ante el susto que le había dado.

 

Enojado, Yuu le regresó aquel golpe, o más bien lo intentó pues su puntería no era la mejor.

Se escuchó la risa del rubio y pronto se originó una batalla de lanzarse cada fruta de la canasta uno contra el otro, entre risas y retos para terminar comiéndolas al final.

 

Con el pasar de los días, Yuu volvía ahí cada vez con más frecuencia. Se había olvidado por un momento de que para él era un simple sueño; uno de los mejores. Quizá porque de esa forma lo disfrutaba aún más. Era mejor el creer que era partícipe de un lugar increíble y extravagante.

 

Visitaba en su casa a Ruki ahora seguido y había conseguido saber un poco más de él. Descubrió de su gusto por los pintores humanos. Le contó su agrado por los libros de terror aunque confesó se le hacía graciosa la imaginación tan extraña de ellos al crear los llamados “monstruos”. “Al menos dos me han recordado a algunos de mis vecinos.”

 

Y más temprano que tarde, Yuu había creado un gusto por el contrario. Un gusto que no había sentido antes, ni siquiera por alguno de sus amigos.

Aquel hombre se había apoderado de su mente no solo cuando estaba dormido.

 

Pero para él era imposible que no sucediera eso: era la persona con quien más hablaba aparte de su familia. Su carácter y su apariencia llamaban su atención en todo sentido ya fuera por lo misterioso o porque sabía que nunca conocería a alguien más interesante que aquel. Se olvidaba de que incluso no sabía lo que era. No necesitaba saberlo. Ruki era solo Ruki y para él bastaba bien.

 

Volvió su rostro a la superficie al ya no poder estar bajo el agua, viendo cómo el de cabellos claros también salía y le brindaba una agraciada sonrisa. “Mortal” le escuchó decir en medio de una risa mientras iba a la orilla y salía por completo del agua.

 

En ese momento pudo apreciar cómo la luz de la luna bañaba esa figura como ni siquiera el agua había podido hacerlo. Dándole la justa majestuosidad ante tan esplendoroso ser. Y se sintió idiota, al recordar que ahí no existía ninguna luna. Tan sólo la luz de quién sabe qué.

 

Le siguió hasta poder estar de nuevo en tierra, recostándose a lado de él, que ya lo hacía. Sus párpados se encontraban cerrados y sus labios entreabiertos. Tenía sus extremidades estiradas, relajándose.

 

Por un momento le dio curiosidad por algo que hasta ese momento no había pensado.

¿Cómo sería dar un beso?

Pero era imposible no pensarlo. Esos labios a simple vista se veían suaves como las hojas de los árboles de ese lugar. Sí, la comparación no era romántica sino realista.

 

Se inclinó, en completo silencio, sobre aquel cuerpo. Su respiración logró chocar con la piel ajena al igual que sus mojados cabellos, lo que hizo que el contrario abriera sus ojos con disgusto.

No dijeron nada. Uno inspeccionaba al otro mientras éste parecía importarle poco lo que pensaba.

 

 —Estás demasiado cerca. —pronunció intentando arrastrarse hasta poder apartarse de él. Se sentó y se sacudió sus propios cabellos para que dejaran de gotear —. ¿Qué querías hacer?

 

—Besarte. —dijo sin titubeos no tardando en escuchar la risa ajena.

 

—Cada vez estás más loco. —Fue lo único que dijo, mientras se recogía los cabellos para que le dejaran de molestar. Sus manos atrajeron sus piernas hasta lograr abrazarlas contra su cuerpo.

 

— ¿Tú también fuiste algo olvidado por los humanos?

 

Aquella pregunta le hizo fruncir el entrecejo al rubio, soltando un bufido y negando de cierta forma ofendido. Yuu no sabía por qué pero a Ruki siempre le molestaba cuando lo relacionaba con los humanos.

 

—Yo no tengo nada que ver con ustedes. Simplemente estoy aquí para cuidar todo lo que no cuidan, malditos irresponsables.

 

— ¿Y por qué solo tú? ¿No te sientes solo al estar aquí sin otro de… Tu especie?—Se arrepintió de sus propias palabras aunque el opuesto tan sólo volvió a bufar con una sonrisa —. Es cierto… Tú no distingues eso. Pero bueno, nunca te he visto convivir mucho con nadie que viva aquí.

 

—Lo hago. Pero cuando tú estás debo cuidar no hagas destrozos. Por eso me quedo contigo… además, no siempre vienes. Y debo atender a los invitados de forma cordial.

 

Se levantó acercándose a pasos lentos hasta el moreno y ponerse de rodillas. Aunque era más alto que él, Yuu siempre le había parecido menor y no dudaba lo fuera. De hecho lo aseguraba. Aunque desconocía cómo transcurría el tiempo a diferencia de allí.

 

 Aquellos oscuros ojos siempre estaban curiosos por saber más y más de ese sitio. Y aún cuando sonara triste, no parecía interesado por su hogar. Eso era algo que le preocupaba al más bajo.

 

—Quiero quedarme contigo.

 

Aquello le hizo enarcar sus cejas justo antes de ser tomado por la nuca y obligado a juntar sus labios en un corto beso, extraño para él y seguramente también para el moreno. Un beso en el que no dio seña ni por asomo de corresponder.

 

No hubo momento de responderle. Luego de eso Yuu ya se había marchado.

 

 

 

Le observaba con cierta curiosidad como si tan sólo con su mirada pudiera leer lo que ocurría en su mente. Sentía un extraño interés por esa presencia al otro lado de la mesa de la cafetería. Interés que nunca antes había sentido.

No era normal su comportamiento desde hace días: más distante… Mucho más callado.

 

— ¿Qué sucede? —cuestionó al fin a aquel chico de cabellos oscuros que se entretenía en cada mordisco de su sándwich.

 

— ¿Hm? —Yuu salió de sus pensamientos ante su pregunta, negando de inmediato a su amigo castaño que no dejaba de acosarlo con preguntas cansadas desde hace días.

 

No ocurría nada.

Solamente aquella realidad la sentía menos.

Y esa fantasía la vivía más.

 

La ciudad iba siguiendo su curso entre protestas, guerras y palabras que nunca fueron escuchadas. Y que nunca lo serían.

 Yuu cada vez estaba menos conectado con el exterior y se podría decir que más con su mente. Habían dejado de preocuparle varias cosas, al igual de cuando su madre se alteraba. Siempre es así.

 

Pues empezaba a darse cuenta que no podría cambiarlas. No era su papel.

 

Se interesaba más por lo que había en ese sitio desconocido, en cómo se encontraría Ruki y si el cielo seguía tan azul como siempre.

 

Se podría decir que se convertía en uno más de esos adultos y dejaba de ser un inmaduro que solo buscaba revelarse.

Aquello debía estar bien para todos.

 

Lo preocupante era que cada vez que iba a dormir tenía sueños normales sin llegar a verse de nuevo en aquel lugar, planeta o lo que fuera.

No lo conseguía por más ganas que tuviera en aparecer de nuevo entre el pasto y los arbustos que hacían ruidos de insectos.

 

Shiroyama se pensó varias veces que los sueños habían acabado. Que ya estaba solo en su realidad no aceptada.

Estaba eso muy lejos de tranquilizarlo.

 

Y sintió miedo. Él no estaba preparado para eso.

 

Comenzó a resguardarse entre sus cobijas luego de recibir las buenas noches de parte de su madre. La cual era la única que solía preguntarle por su diferente comportamiento.

 

 Su madre era la persona más cercana para él. Más de una vez había pensado en contarle sobre sus “sueños” pero creía que eso no haría más que preocuparle. Le haría pensar que su hijo estaba loco.

 

El silencio en aquella ciudad causaba más miedo que el alboroto mismo. Pues no se sabía de qué cuidarse.

 

Mientras observaba el techo de su cuarto, oscuro, con las cobijas hasta los hombros y oyendo solo el pasar del segundero, se puso a divagar sobre su vida… Lejos de lo que había pensado por tanto tiempo.

 

A medida que pensaba en su día a día de la escuela a casa y viceversa, se dio cuenta de que no había estado en un río desde hace mucho. En que no había recorrido una colina desde que tuvieron un día de campo.

 

Hace tanto que no peleaba en forma de broma con sus hermanos, pues estos ya eran “bastante” mayores para jugar con él.

 

Que Ruki no había estado ahí para atacarlo con bromas y regaños.

 

Hasta sintió que no había pertenecido a ningún lugar de sus recuerdos.

Entre muchas cosas más que no se asemejan en nada entre un lugar y el otro. Ahora seguramente Ruki ya tendría que cubrirse los oídos al pasar por el túnel donde solo se escuchaban llantos. Y eso que ya estaba muy acostumbrado.

 

Volvió a recordar cómo había aparecido ahí por primera vez:

había estado encerrado durante horas luego de haber asistido al funeral de uno de sus amigos. El único que aún permanecía con constancia en su cabeza. Su único amigo que atesoraba quizá porque ya no estaba.

 

Era de las pocas veces que se había sentido triste, solo y con unas terribles ganas de dormir hasta no saber nada. Las lágrimas no salían pero era como si una pieza irremplazable se hubiera quebrado de repente. Así dolía.

 

Según él había terminado dormido de repente, transportándose a un sueño donde todo era nuevo para él. Hasta el aire pesaba menos.

 

Caminó sin rumbo fijo, confirmándose que eso era solo un sueño desde el principio. Pero por alguna razón se sentía todo tan diferente que le causó consuelo.

 

Caminó en busca de respuestas sobre dónde se encontraba como si eso tuviera importancia. Creyó que en cualquier momento se encontraría con su amigo, jugarían y luego lloraría al despertar. Pero no fue así.

 

Ese sueño no parecía tener ese fin.

 

Había terminado bajo un árbol de varios kilómetros de altura, distrayéndose con aquel hombre que se ubicaba dormido bajo el tronco con todos los cabellos rubios alborotados.

 

No había sido una primera impresión muy memorable. Y sin duda tuvo curiosidad por él.

 

Se quedó a su lado mientras echaba un vistazo alrededor. Había pequeñas lucecitas que parecían luciérnagas y pudo ver una enorme montaña flotando en dirección al sol.

 

 

Ruki lo había echado en un principio alegando que se estaba metiendo en cosas ajenas. Su cara demostraba la confusión de encontrarse con alguien pisando esas tierras. Era normal reaccionara a la defensiva y quisiera expulsarlo. Aunque hacer eso era desconocido de hacer hasta para el más bajo.

 

Luego de eso sólo podía llegar de vez en cuando sin saber si era cuando se sentía más solo o innecesario. O tan solo era un día al azar.

A veces pasaba más o a veces pasaba menos.

 

Poco a poco, y aún envuelto en cobijas para intentar dormir, se fue desesperando. Se frustraba al no poder ir de nuevo a aquel lugar y tampoco conciliar el sueño.

 

Sentía esa ansiedad apoderarse con lentitud de él. Algo estaba muy mal en ese momento.

Se levantó de la cama y salió de su cuarto a pasos silenciosos. Tan solo quería distraerse.

 

Más pronto que tarde se encontró detrás de uno de los sofás pudiendo ver a aquel joven de cabellos claros sentado sobre éste, parecía trenzar algo y en efecto lo hacía. Dejó aquellas acciones cuando pudo sentirlo a sus espaldas.

Yuu temblaba de solo poder ver sus cabellos y su nuca ¿por qué se encontraba ahí, fuera de su cabeza?

 

Por un momento quiso correr aterrorizado de vuelta a su habitación y encerrarse, pero fue demasiado tarde, Ruki ya se encontraba de frente. Estaban separados por el sillón solamente.

 

—Hola. —Lo escuchó decir y tuvo miedo de que sus padres o su hermana fueran a oírlo. Agradecía la ausencia de su hermano quien era de sueño más ligero.

 

— ¿Qué haces aquí? —Apenas y pudo pronunciar. Su pulso estaba acelerado y le faltaba el aire. Sentía se desmayaría.

 

No era para menos. Todo ese tiempo creyó haber estado soñando todo y ahora estaba aquel frente suyo estando despierto. Y creía de forma fiel no estar loco.

 

Lo peor es que su presencia no daba un ambiente tranquilo, al contrario, ahora estaba más ansioso y despierto.

 

No estaba para nada vinculado ese momento con las veces que había imaginado si Ruki podría estar en su día a día. Sin necesidad de ir a dormir.

 

—Continuabas insistiendo con entrar y era imposible dejarte hacerlo. Las cosas ahí no están nada bien.

 

Yuu pudo ver esa mirada entre preocupación y confusión que alguna vez le había dedicado a él. Ruki no parecía intranquilo pero era cierto que no se veía tan sereno y alegre como siempre. No estaba esa aura de despreocupación.

 

— ¿Cómo sabes quería entrar?, ¿Y qué está sucediendo?

 

—Yo soy quien lo permite. Hay una conexión de aquí a aquí. —dijo mientras daba un golpecito en la frente ajena y luego en la suya —. Solo es un desequilibrio. Lo que pasa aquí afecta mi mundo. ¿Recuerdas? Todos piensan que todo siempre está igual… pero hay momentos en que ocurren tantas cosas que no puedo controlar tantos sueños y esperanzas rotas. Podré con tiempo. Aunque… Tú ya no puedes seguir yendo.

 

— ¿Qué? —Aquello no se lo había tomado bien. ¿Cómo podía hacerlo? Siendo que siempre había creído que él controlaba hasta a Ruki—. Debes estar de broma…

 

El más bajo observó hacia la ventana de la sala donde estaban. Podía observar una enorme bola de color plateado. Sintió curiosidad por si aquello tan bello también podría ser destruido por ellos.

 

Pronto sintió las manos del adverso zarandearlo por los hombros haciéndole volver su vista a él, con el ceño fruncido.

 

—Escucha… Tú has pasado mucho tiempo ahí. ¿Bien? No puedes estar apareciendo y desapareciendo de un lugar a otro. Y tampoco está bien que dejes de preocuparte por éste mundo… —Se le veía enfadado, molesto. Y era algo que Yuu no comprendía. No creyó estar haciendo algo malo.

 

— ¡Qué más da! Nada aquí me importa y me siento bien estando allá.

 

—Si todos fueran tan egoístas como tú, mi hogar colapsaría. —Estaba ansioso de irse de vuelta, no podía estar tanto tiempo solo aquel “planeta” —. Yuu, me agradas. Ni siquiera creí eso fuera posible… Pero debes ver que no estás donde debes estar. Nosotros nunca seremos la vida que te corresponde.

 

El más alto tenía una cara que para Ruki daba pena. Se fue acercando hasta él, rodeando el sofá. Sus mejillas fueron cubiertas por aquellas manos y poco a poco fue sintiendo de nuevo esos labios arrebatarle el aliento.

 

Esta vez no se reprimió a corresponder, sus labios se movían al mismo ritmo. Le provocó escalofríos y que las ganas de echarlo disminuyeran aún más.

 

—Te quiero… —susurró y Yuu pudo oír un “Yo también” de parte del más bajo. Quizá por simple lástima o algo así. Hasta consuelo podría ser.

 

Por su parte él hablaba en serio. Le quería de una forma distinta a la que había querido. De una forma inocente y con ilusión.

Una ilusión que seguro terminaría siendo apilada por Ruki en alguna montaña de corazones rotos.

 

Lo rodeó con sus brazos sintiendo esa figura entre ellos. Podía oírlo respirar y quizá era el acto más humano que encontraría en él.

 

—Déjame ir una última vez.

 

 

 

 

Se encontró de nuevo en ese lugar. Le costaba resignarse a no volver a ser cobijado por aquel cielo tan precioso.

 

Podía notarse un disturbio de sonidos de los que habitaban ahí. Verlos volar y correr de un lado a otro era bastante extraño. Pues estaba acostumbrado a que estuvieran mayormente en su sitio.

 

Caminó con lentitud como si eso hiciera que se quedara más tiempo. Por primera vez sujetaba la mano de Ruki mientras lo hacía. Por querencia de ambos. Sus dedos entrelazados, manteniéndolos juntos.

 

El adverso no le dirigía la mirada, quería pensar que le costaba tanto como a él.

 

No tenía planeado ir a un lugar. Y es que no podría decidirse entre uno de tantos.

 

Al final terminó encontrándose en lo que Ruki decía era el centro de todo aquello. Un espacio delimitado por un círculo de pasto verde y muy bien podado, rodeado de árboles. Se podía apreciar desde ahí a todos los seres de viento volando, así como algunos entre las ramas.

 

Parecían encerrados por una burbuja indestructible. Podría jurar que el cielo estaba pintado por un solo azul que se iba difuminando de izquierda a derecha. Y que alrededor de ellos se encontraban estrellas revoloteando de un lado a otro.

 

— ¿Qué se supone que debo hacer? —escuchó decir al rubio. Por primera vez aquel era quien preguntaba algo —. He estado cuidando esto por años. Miles de años. Y nunca había estado alguien aquí para verlo. Ni siquiera sé cómo llegaste aquí ni para qué. No me dieron instrucciones de nada.

 

— ¿Quién debió hacerlo?—cuestionó en un vago intento de conocer algo más antes de marcharse.

 

—Nadie. Siempre es así. Pero me gusta imaginar hay alguien por ahí cuidándome. Como ese al que ustedes llaman “Dios”. Son afortunados.

 

Pudo oír la risa del opuesto. No era una risa agradable sin duda. Su mirada se posó sobre aquel hombre que se hallaba abrazando sus piernas y viendo los distintos “animales” pasar lejos de la burbuja.

 

— ¿Afortunados? Aún cuando nosotros tenemos ese Dios y ustedes no. Creo que estamos más jodidos. —Dejó caer su frente contra sus rodillas escuchando después el pasto ser aplastado por tal vez los movimientos de Ruki.

 

—No pongan la culpa en alguien que ni siquiera conocen. Ustedes son los causantes de sus desgracias. Y de las mías.

 

—No me pidas esté agradecido entonces. No con alguien que no conozco.

 

Ambos guardaron silencio. Ninguno tenía ganas de ponerse a debatir sobre la existencia o no de un Dios. A Yuu no le importaba, y a Ruki le era indiferente en ese instante.

 

 

— ¿Y qué debo hacer yo? Ahora que ya no soy bienvenido.

 

—No naciste aquí. Te has obsesionado en estos días.

 

—No se trata solo de todo este tiempo. Por largos días tú habías tenido mi atención en todo momento. —Soltó un cansado suspiro sin saber si eso le importaba al contrario—. Era la forma perfecta de escapar de mi asqueroso día a día. ¿Sabes? Era genial olvidarse de todo mientras te sumerges en un enorme río.

 

—Tu vida no debe ser tan mala como crees…

 

—Todos dicen eso. Y nadie sabe que es imposible no sentirse solo cuando todo lo que sucede es tan vacío y tan desolado. Y tú, Ruki, no permitías eso. —Se separó de sus rodillas pudiendo ver aquel rostro, aquellos ojos que de igual forma le miraban. No podía aceptar que esas pupilas no volvieran a posarse en las suyas.

 

Con cierta prisa deshizo su postura y se abalanzó sobre su cuerpo. Se sentía un niño temeroso, que rogaba por no irse de un parque de diversiones. Empezaba a sentirse ansioso, aferrándose a su cuerpo con fuerza.

 

—Yuu, no exageres, Yuu.

 

Le escuchaba decir el moreno enmedio de su desesperación.  Para él no había forma de “no exagerar”.

 

Luego de estar varios minutos así al fin decidió separarse. A Ruki le comían las prisas de volver a su trabajo pero por otra parte quería que el tiempo fuera más despacio.

 

El amanecer estaba por empezar. Yuu nunca lo había visto ahí. Pero en ese momento no era algo muy llamativo.

 

Soñaba cómo todo aquello se caía a pedazos pero todo estaba en su lugar, en orden y tan pacífico como siempre. Era él quien se estaba cayendo.

 

Por sus ojos vino ese recuerdo de hace dos años, cuando apenas iba a cumplir 16 años y era la primera vez que se encontraba ahí. Sí, habían pasado dos años en los cuales se refugiaba en eso que era “inexistente”. Y ahora no podía simplemente irse como llegó: sin saber nada.

 

Estuvo varios minutos viendo cómo la luz del sol (o lo que fuera) empezaba a asomarse entre las ramas y las hojas de los árboles, perturbando las partículas que estaban suspendidas. Era de día y seguramente también en su mundo.

 

—No tengo algo qué decirte. Solo que deseo tengas suerte… y que te olvides de todo esto.

 

—Eso no hará las cosas mejores.

 

—Lo sé. Pero es preferible a que sigas insistiendo con volver. Debes entender que yo no dejaré que lo hagas. ¿Por qué el gusto? —No era una pregunta verdadera, ni siquiera quería la respondiera. Poco después se dio cuenta que el moreno estaba interesado en hacerlo—. Tienes que pensar en un futuro por delante...

 

— ¿Por qué? —interrumpió—. Todo este tiempo he soñado con poder hablar con alguien, de contarle cómo me siento y lo que pienso sin que crea que es ridículo. Alguien que no sea falso ni tenga intención de mentirme; en quien pueda confiar sin pensarlo. Pero sé que si lo encontrara dependería de él, y si lo pierdo, moriría. Y le temo a morir. Suena tonto. Sin embargo, ¿a quién no le da miedo morir? —Hizo una sonrisa, arrancando la hierba del suelo algo que al adverso no le hacía gracia—. A los suicidas, seguramente.

 

— ¿Qué tiene que ver todo eso con estar aquí?—Su voz era dudosa, pues que le estuviera contando eso no era algo que lo esperara.

 

—Ruki, me asusta el pensar que estoy solo en todo momento. En que no podré encontrar algo que me tenga feliz toda la vida. Me aterran los fracasos y soy tan miedoso que no llego siquiera a rozarlos. Quiero a alguien y al mismo tiempo quiero ser alguien. —Sus manos desquitaban sus palabras al tirar del corto pasto llegando a dejar un desbalance en el suelo.

 

No soy nada. Y aquello tampoco lo es.

 

Le hubiera gustado decirle a Ruki que él era esa persona que tanto quería. Con la cual hablar sin que se fijara en sus calificaciones de la escuela, en cómo vestía, en si su cabello estaba ordenado o el costo de su teléfono celular. Ese alguien que parecía más interesado en conocer que en ir juzgando mentalmente.

 

Alguien que no había tenido un lavado de cerebro que lo hacía funcionar preocupándose más por lo que se ve que por lo que se siente.

 

Alguien no común.

 

—Me voy ya. —espetó viéndolo con seriedad y estirando su mano en su dirección la cual fue tomada por el opuesto con cierta duda —. Espero que recuerdes que tú eres de lo único que no quiero olvidarme.

 

Ruki se quedó con la mano tendida, viendo el vació que hace unos segundos era ocupado por el moreno. Sus ojos se quedaron quietos, sin parpadear hasta que se fruncieron al igual que sus labios. Sus labios rojos, que perturban el resto de su apariencia.

 

 

¿Acaso él podía llorar? Ni siquiera le dio tiempo para responder.

 

 

 

 

Terminó de dar los últimos detalles al cuadro que pintaba. Tan solo eran necesarias algunas sombras para que quedara totalmente a su gusto.

 

Aquel hombre en su pintura tenía los cabellos largos, hasta los hombros, sus labios teñidos de carmín y unos ojos más claros que los suyos. Se hallaba bajo un árbol, acariciando lo que parecía ser un gato con alas.

 

Escuchó decir a su compañera un par de cumplidos antes de desaparecer de esa habitación.

 

Habían pasado años desde la última vez que le había visto, y tal como le había dicho: no iba a olvidarse de él. Aún soñaba con ese hombre pero ya eran tan solo sueños.

 

Se dedicaba a la pintura en su tiempo libre para sentirse admirado por aquel que seguro seguía viéndolo desde lo más alto de un árbol viejo.

 

En en ese momento trabajaba en una empresa que a su vez ayudaba a varias fundaciones. Yuu no podía arreglar el mundo, pero al menos intentaba ayudar cuanto podía. Ayudar a quien fuera posible.

 

Habían pasado años en los cuales Yuu había aprendido un poco más de la vida, del mundo en el que vivía. De que algunas personas eran agradables y que después de todo no era tan malo acercarse.

Tenía ahora un gusto por ese mundo. Era bello. Sí que lo era.

 

Había mucho por aprender y mucho más que ver. No había sido fácil convencerse de que no todos le echaban un vistazo a su envase antes de comunicarse con él.

 

Existían almas vagando, deseosas de ser reconocidas solamente ellas y no lo que todos esperaban. Tenían sueños, esperanzas y deseos rotos que intentaban componer con tuercas y tornillos. Yuu era uno de ellos.

 

Y que iban de acá para allá en un intento de levantar lo que todos habían derrumbado.

No era fácil, pero no estarían vivos para siempre como para ayudar al final de todo a que pudiera la Tierra mantenerse en pie.

 

Queremos algo menos rojo, y un poco más como ese sitio. ¿Sería bueno un poco de azul?

 

Ruki diría algo como “Patético” pero eso es porque él no es un simple mortal.

 

Dio un último vistazo al cuadro, asegurándose nada estuviera “fuera de lugar”. Formó una sonrisa, satisfecho con su obra. Tenía que aceptarlo: era bueno en eso.

 

—Es en verdad bonito.

 

—Gracias. —pronunció sin prestar mucha atención hasta que tuvo el interés de voltear ante el timbre de voz conocido.

 

Pero no había nadie. Tan sólo una pequeña canasta de membrillo repleta de frutos color plata.

 

Su mirada y su cuerpo se giraron en distintas direcciones, sin ser demasiado rápido. Le buscaba, como creyendo que estaba escondido en algún sitio. Sin duda eso sería ridículo.

 

Terminó soltando un suspiro, sintiendo su corazón latir más de prisa. Con una sonrisa se inclinó hasta poder tomar esa canasta.

 

— ¿Dónde quieres que coma esto sin ser visto raro, tonto? —bufó, para nada molesto. Debía ser solo un sueño.

 

 

“— Espero que recuerdes que tú eres lo único de lo que no quiero olvidarme.”

 

“—… Ni yo de ti.” 

Notas finales:

Hace mucho no escribía, se siente bien volver a ello.

Espero les haya gustado, y no estaba muy segura si se tenía que explicar la conexión del título con la historia pero aquí va:

 

Yuu ve el azul como un color que representa la tranquilidad y la felicidad, prefiriendo evitar el rojo (que para él es el caos y el desastre). En ese "mundo" encuentra lo que siempre quiso; la calma y sentirse bien, ignorando que todo fuera de su "mente" estaba hecho un desastre, tal y como ahora, o siempre.

 

Es más bien como una pelea interna en él, conectada con dos mundos que le ofrecen cosas distintas. Además de que en uno de ellos se encuentra la persona que tanto tiempo quiso, pero que nunca podría estar junto a él en donde vive. 

 

Y creo eso es todo, no se explicar muy bien... pero creo en la historia se entiende. 

 

¡Gracias por leer! Y suerte al resto de las participantes. 


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