De muchas maneras, más de las que me gustaría aceptar, me considero alguien superior a los demás; soy una de las mentes más brillantes del planeta (podría decir del universo mismo), he descubierto realidades y universos nuevos, tengo una familia única y, juntos, hemos detenido a las mayores amenazas que nuestro universo puede otorgar.
Sin embargo, hay un aspecto de mi vida que nunca me ha llenado de orgullo, ese error de cálculo que ha echado a perder la ecuación de mi felicidad, el irresponsable hermano de mi amada esposa, Johnny.
Jonathan Lowell Spencer Storm, desde que lo conocí en nuestro fallido intento de incursionar en el estudio de la energía cósmica, ha sido un dolor de cabeza. Aunque su labor dentro del equipo ha sido prácticamente intachable, han sido varias las ocasiones en las que nos ha metido en más problemas que soluciones.
Ni qué decir de su incesante necesidad de probar su valía y heroísmo ante los habitantes de esta ciudad, que frecuentemente tienen que sobrellevar los daños colaterales de sus juegos de adolescente (aunque biológicamente ha dejado de serlo).
A lo que quiero llegar es a lo siguiente, Los Cuatro Fantásticos podríamos ser los héroes más poderosos del planeta si no tuviéramos la necesidad de soportar a una versión más idiota (y un tanto menos prepotente) de Stark.
Y, quiero dejar claro, que no hablo de expulsar a Johnny del equipo, cosa que Susan nunca permitiría; me gustaría que él pudiera madurar, ser un mejor héroe…
─ ¿Entiendes a lo que me refiero?
─ Te entiendo perfectamente, Richards. Lo que no me queda claro aún es, ¿por qué has venido a decirme todo esto? Se suponía que teníamos asuntos más importantes por discutir, como la creciente desconfianza del Capitán por las ausencias de Stark en los Vengadores.
─ Porque tú eres el único con sentido común en éste grupo de pseudo fascistas que desean mantener la paz, Beast. – Mr. Fantastic y Beast se encuentran sentados en una sala de reuniones, poco iluminada.
─ Me halagas, Reed, pero no sé cómo podría ayudar al joven Storm.
─ Tú eres mi único nexo con la escuela de Xavier, es sabido que es experto en guiar a futuras promesas. – Beast lo observa, ahora son claras las intenciones de su colega.
─ Si tienes en mente lo que creo que tienes, tú y yo sabemos que es absurdo. Tu cuñado no es un mutante, el Profesor no aceptará.
─ Estás en lo cierto, no aceptará un estudiante, pero quizá encuentre satisfactoria la idea de una pequeña colaboración entre alguno de sus estudiantes y un famoso y querido héroe neoyorquino. – el peludo rostro del Dr. McCoy refleja algo de molestia por las insinuaciones de Richards – Sé que la situación de los mutantes ha mejorado en los últimos años, pero me parece que Xavier no desaprovecharía la oportunidad de catapultar la imagen pública de su escuela, abanderando a alguno de sus estudiantes. Es perfecto.
─ No lo sé, Reed. Me parece un tanto desleal.
Richards arquea su ceja y sonríe. ─ Escucha, medítalo con tiempo y propónselo a Charles, le parecerá buena idea, todos salimos ganando.
─ ¿Sabe Susan de todo esto?
─ ¿Saber qué? – una silueta entra desde una puerta mecanizada.
─ Stark, que puntual. - A Reed no le parece pertinente que los demás miembros se enteren de sus planes con su cuñado, mucho menos el más entrometido de ellos.
─ Vamos, ¿de qué hablaban? ¿Acaso no confías en un viejo compañero de laboratorio? – Tony se sienta frente a él, con su clásica sonrisa.
─ ¿No te puedo mentir, verdad?
─ Me parece que no.
Reed suspira y mira al vengador a los ojos. ─ Le pedía a Hank consejos para un regalo para Sue.
─ ¡Es cierto! Pronto es su aniversario, ¿verdad?
─ Sí, y he estado demasiado ocupado con el mantenimiento al edificio Baxter. – Beast no hace gesto alguno, era más que obvio para él que la conversación decantaría en una mentira que, dadas las cualidades de todos los miembros, nadie creería… del todo.
─ ¡Casanova! – se levanta un poco de su asiento a darle un pequeño golpe en el hombro – Debiste venir conmigo desde el principio. No te ofendas, Hank, pero tú eres muy anticuado. – el mutante se cruza de hombros, siguiendo la corriente - ¿Sabías que el peludo de nuestro amigo aún escribe poemas a las damas?
─ Qué puedo decir, es parte de mi personalidad.
─ Olvida lo que sea que te haya dicho, Reed, tu y yo haremos que Sue se derrita a nuestros pies… - pronto la mirada furiosa de Richards hace que Tony corrija su promesa – Digo, a tus pies.
─ Está bien, sólo omite planes que tengan que ver con tecnología, ¿quieres?
─ Claro, claro… Ya debe estar harta de todos tus juguetes, ¿no?
─ Caballeros… - el mutante toma la palabra, un tanto aburrido de la espera – si me permiten cambiar el tema de la conversación, ¿cuánto tiempo tendremos que aplazar el motivo de esta reunión?
─ Supongo que hasta que Strange, el mudo y el niño pez se dignen a venir…
. . .
Horas después de la reunión, el Dr. Hank McCoy (Beast) se encuentra pensativo en su despacho dentro de la Mansión Xavier. Después de analizar la propuesta de Mr. Fantastic, se siente más convencido de que, lejos de ser una idea perfecta, es bastante digna de ser llevada a cabo.
Decidido, camina por el pasillo que lleva hacia la oficina de su amigo, y líder. Antes de siquiera poder tocar la puerta, resbala y entra súbitamente a la habitación.
─ ¿Estás bien, Hank? – Charles se acerca en su silla, mientras algunos de sus estudiantes no pueden evitar reír.
─ Sí, todo bien, no sé cómo… - voltean la mirada y observan que la entrada al despacho ha sido cubierta de hielo, inmediatamente se miran el uno al otro y arquean sus cejas.
Bobby, ¿podrías venir a mi oficina? – el telépata usa sus poderes para encontrar a su problemático estudiante.
─ ¿Me llamo, profesor? – con toda la inocencia que puede aparentar, entra un chico que intenta calmar su risa.
─ Sí, ¿puedes explicarme por qué has creado una pista de hielo en el pasillo?
─ ¡Yo no fui, profesor! Si no me cree, mire. – señala el pasillo, libre de cualquier cristal de hielo.
─ Robert…
Pillado, el joven mutante frunce los labios y suspira. - ¿Qué será ahora, lavar los baños o cortar el césped?
─ Creo que serías de más ayuda apoyando al profesor Summers con los nuevos estudiantes.
Los ojos azules de Bobby se abren de inmediato, o está muy animado con la idea del director. - ¡¿Qué?! ¡No! Haré lo que sea, ayudaré en la cocina, o lavaré los laboratorios; incluso, prefiero servir de conejillo de indias para las clases de la señorita Frost. Pero, por lo que más quiera, no me obligue a ayudar al profe Scott.
─ Me temo que está decidido. Si no me equivoco, debe encontrarse en el área de gimnasios, ve y alcánzalo, no eres el único que está ayudándole.
Voltea la vista y sale arrastrando sus piernas, las cuales desearía que se le rompieran en el camino. – Créame, lo sé…
─ Tiene que ver con la señorita Pryde, ¿verdad?
─ Me temo que sí, amigo.
─ Oh, la juventud y sus desdichas. – ambos sonríen nostálgicos, pero tardan poco en volver a la realidad. Charles le pide a sus estudiantes que los dejen solos.
─ Y bien, ¿qué has venido a decirme? – Charles toma su taza con café.
─ ¿No lo sabes?
─ Sabes que no uso mis poderes en las personas, es bastante descortés.
─ Lo sé, por eso confío en ti. – el peludo científico se recarga sobre el sillón y cruza sus piernas – El Dr. Richards me ha propuesto un trato; al principio creí que era un tanto desleal, pero creo que amerita que lo escuches.
Durante varios minutos, Charles escucha los pormenores del trato. Es bien sabido que el experimentado telépata es uno de los hombres más sabios sobre la Tierra, y no tarda mucho en reconocer el potencial de esta oportunidad.
─ Me parece que has hecho bien en informarme, amigo.
─ ¿Lo crees?
─ Siempre es bueno atacar el odio hacia los mutantes desde un flanco que no considere una lucha.
─ Pero, no sé si sea conveniente dejar que Richards piense que tiene alguna influencia sobre los X- Men.
─ Lo que Richards crea no es problema nuestro, no hace daño creerse superior, mientras no ejerza su poder, el cual no existe. Dejemos que las cosas ocurran y saquemos el mayor provecho que podamos, confío en que él tiene una moral lo suficientemente sólida.
─ Bien, así será. – guardan una pequeña pausa para sorber un poco de café – Sabes, sobre el o la candidata al puesto de embajador de la comunidad mutante, estuve pensando en el joven Piotr, Colossus.
─ Excelente idea, aunque…
─ ¿Qué sucede?
─ Yo pienso que hay un candidato aún más idóneo para el puesto.
─ ¿Lo crees?
─ Si, es alguien con un potencial tan grande como el del joven Storm y, además, me parece que sería la solución idónea a sus problemas de comportamiento.
─ Bueno, me intrigas, ¿de quién estás hablando, Charles?
. . .
Mientras tanto, en el Salón de la Justicia… digo, en el gimnasio de la escuela, se encuentra reunido un pequeño grupo de estudiantes recién admitidos, bastante jóvenes. Scott Summers (Cíclope), termina de darles la bienvenida y se dispone a iniciar el recorrido que les mostrará a los chicos su nuevo hogar, pero…
─ Profesor Summers. – tímidamente, y desganado, el recién castigado rubio se presenta ante su, autodenominada, sentencia de muerte.
─ ¿Estoy soñando o qué? El gran Bobby Drake nos engalana con su presencia, ¿no se suponía que odiabas todas estas tediosas cosas de ancianos?
Bobby lo mira retador, mientras se hace a la idea de lo larga que va a ser su semana. – Ya sabe, es de sabios cambiar de opinión.
─ Muy bien, chico sabio, ayuda a Kitty con las pertenencias de los chicos nuevos, se encuentra en la recepción.
«Genial»
. . .
El día de Bobby va de mal en peor, ruega por ser golpeado en los pasillos, hasta molestar al pedante Remy suena a una buena idea. Pero no, se encuentra cada vez más cerca de su muerte, el último día de su corta vida.
─ ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Acaso no fui clara contigo?! – una fúrica chica de cabello castaño se encuentra frente a él.
─ Ya te dije que lo sentía, Kitty, no fue mi intención retrasarme esa noche.
─ ¡¿Retrasarte?! ¡¿Llamas tenerme esperando dos horas frente al cine, y mandarme un mensaje diciendo que te quedaste dormido, retrasarte?!
─ Yo… no fue mi culpa, Anna no terminaba pronto la tarea de literatura y…
─ Espera un segundo, ¡¿Anna?! Eres un cerdo, Robert. Mejor vete de aquí, antes de que saque lo que sea que tienes por corazón desde tu frío pecho.
Bastante hastiado, Bobby rasca enérgicamente su cabello rubio. – No puedo, Xavier me ordenó que ayudara a Summers, y él me ordenó que te ayudará a ti con las maletas de los mocosos nuevos.
Kitty tiene que controlar su respiración, antes de que haga algo de lo cual otros puedan arrepentirse. – Bien, pero no quiero digas ni una sola palabra mientras esté yo, ¿oíste?
─ Lo que digas. - “mujeres”.
. . .
En un ambiente tenso y bastante agresivo, los jóvenes mutantes subían una a una las maletas de los nuevos estudiantes. Cuando subían su quinta carga, el Dr. McCoy los interrumpió para solicitar su presencia en el despacho de Xavier, retirándose poco después.
─ Estás en problemas, genio. – el chico guarda un áspero silencio - ¿Qué? ¿Te quedaste helado?
─ Muy graciosa, ¿aprendiste esas frases en la película qué vimos? Oh, cierto, ¡nunca llegué!
Bobby sale corriendo hacia la oficina, evitando la furia de su peligrosa ex. - ¡Eso, huye, cobarde! – acomoda su largo cabello y continúa subiendo las maletas – Algún día encontraré a un chico que valga la pena, si no es en éste mundo, será en otro…
. . .
─ ¿Me llamó de nuevo, profesor? – se asoma con cautela.
─ Así es Robert, tengo que hablar contigo seriamente.
Las rodillas del joven rubio tiemblan, temiendo lo peor. - ¡Si es por lo que le pasó al tercer piso la semana pasada, juro que fue idea de Kitty! ¡Expúlsela a ella, pero a mí…!
Charlas comienza a reír por la desbordada ingenuidad de su estudiante. – No, no, relájate, Robert. No pienso expulsarte.
─ ¿De verdad?
─ Sí, no tengas cuidad. – la calma vuelve al corazón de Bobby. – Quiero informarte que te he elegido para representar a la escuela, y a toda nuestra gente, frente a la comunidad de héroes de la ciudad.
─ ¡¿Qué?!
─ Verás, Bobby. – interrumpe Beast – El profesor piensa que eres el candidato idóneo para entablar una relación bilateral entre los famosos héroes neoyorquinos y nosotros, los mutantes. Lo cual, como sabes, sería una gran oportunidad de impulsar nuestra causa de tolerancia y respeto, frente al público común.
─ O sea, ¡¿ustedes quieren que yo sea parte de los Vengadores?! – no puede creer ni sus propias palabras, al fin cree cumplido su sueño de trabajar en las grandes ligas.
─ No, no hablamos de algo tan apresurado. Creemos que lo mejor es que comiences con héroes más cercanos a la gente, más aceptados por el núcleo familiar.
─ Profesor, me hago viejo con tanta vuelta, ¿a quienes conoceré?
─ Creo que habla de mí, niño. – Bobby voltea hasta la fuente de la voz, el marco de la entrada a la oficina, se sorprende bastante al ver un rostro bastante famoso.
─ ¡¿Johnny Storm?! – “genial”.
─ Robert, te presento a tu nuevo compañero, y tutor.
Bobby no sabe cómo lidiar con la emoción que tiene en éste momento, esto es lo que había estado esperando. ¿Quién mejor para ayudarlo a patear traseros criminales que el gran Johnny Storm? ¿Qué sería mejor que salir por la calle al lado de la famosa Antorcha Humana, el más cool de los Cuatro Fantásticos?
Pronto descubrirá que jugar con fuego, es más divertido y peligroso de lo que la gente piensa.