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Olympian way por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste

“¿Vas a estar ahí todo el día?” preguntó Kiyoshi, cansado de que el daimon, dios o lo que fuera recién nacido lo estuviera observando… ¡todo el condenado día! O sea, no era suficiente tortura con que al regresar de las galeras sus amos lo hayan puesto en los campos más alejados de palacio, donde trabajaría hasta la muerte con tan poca comida que la esperanza de vida era de sólo unos días, sino que ese parlanchín había decidido pegarse a él. “¿No deberías volver al océano con tu familia?”

“Ammmm, no” respondió, interrumpiendo lo que fuera que estaba diciendo para contestarle. “La verdad es que las cosas entre mis padres no están tan bien y mi mamá… nii-san está bien, es muy majo, pero él… sólo digamos que le estoy dando algo de espacio”

“¿De verdad? Más bien parece que estás corriendo por tu vida”

“No” dijo el joven, sonriendo un poco. “No va a hacerme daño”

“Trató de desaparecerte en el pensamiento, creo que eso cuenta como hacerte daño” comentó el mayor, furioso. Lo último que quería hacer al trabajar era hablar de padres. Desde que supo un poco más de los suyos estaba confundido. “En fin, es tu problema y solucionarías el mío, aunque dudo que te…”

“Me aceptará… tarde o temprano lo hará” Etsu continuó, convencido de eso. “Veo la verdad de cada individuo y en el fondo es una buena persona”

“Trató de evitar que existieras…”

“Tiene prejuicios, pero en el fondo… muy, muy en el fondo, es una buena persona. Aceptó a Kagami, me aceptará” comenzó a contar con los dedos, nervioso. Le dio un vistazo al otro, que había aprovechado la momentánea falta de conversación de ese loro para sacar otra patata… una muy pequeña y reseca patata. “Está muy arrepentido, Kiyoshi”

“¿Eh?”

“Obito, tu madre, está sumamente arrepentido por todo lo que te ha causado. También quiere recuperarte… y tu papá también” le puso una mano en el hombro. “Los dos quieren que vuelvas a casa”

“No me hubieran alejado en primer lugar”

“Tenían que…”

“No me vengas con eso. De haber querido criarme ellos mismos hubieran encontrado la manera de mantenerme ahí arriba o darme nuevos poderes para que me quedara, no me hubieran entregado a Itachi y enviado aquí, a ser…”

“La profecía tenía que cumplirse, ellos tuvieron que aceptarlo”

“La profecía… la dichosa profecía de la que me habló un daimon de que terminaría salvando al mundo… no sé si debo creerla o…”

“Oh, créela, es verdadera” Etsu comenzó a mover sus pies. “Y yo también participaré, aunque no sé cómo lo haremos… la cosa es que debo guiarte hasta que lo logres. Después de eso nos reuniremos con nuestras familias y estaremos bien…”

“¿Y tú cómo sabes todo eso? ¿Incluso lo que sienten las demás personas?” dejó por completo de moverse, captando la atención de uno de los guardias.

“Sí, muchas veces… dentro de la cabeza de mamá” confesó el chico, frunciendo el ceño. “Pude sentir las verdaderas naturalezas de los dioses ahí reunidos. Asura, por ejemplo, es muy conciliador, no quiere que su hermano acabe mal… Mamá es… muy prejuicioso, pero sólo porque teme que los que quiere pueden salir heridos y desea evitárselos. Obito es puro arrepentimiento. Kakashi… también está arrepentido por algo y piensa que tal vez debió hacer las cosas mejor…”

“Parece que ya los conoces a todos”

“No a todos, todavía me falta conocer a algunos” Kiyoshi se estaba interesando más en la conversación cuando un latigazo le cayó en la espalda. Recordó que tenía que trabajar como el resto de esclavos para poder surtir la mesa real y al resto del pueblo, que moría de hambre por la sequía que ya duraba muchos años. “¿Estás bien?”

“Sí, he recibido muchos” movió sus manos. “Eres muy parlanchín, casi haces que olvide que tengo que…”

“¿Puedo ayudar de alguna manera?”

“Poniéndote a trabajar sería una buena manera” el guardia también iba a pegarle a él, pero el látigo lo atravesó como si se tratara de un fantasma. “¿Qué…?”

“Lo siento, soy una deidad de los pensamientos, estoy prácticamente hecho de ellos” el menor se encogió de hombros. “Los mortales no pueden golpearme aunque lo intentaran con sus más poderosas armas.”

“Entonces ¿podrías decirme a qué dios tenemos que honrar por esta sequía del demonio?” estalló el guardia, aunque no era muy recomendable, considerando quién era. “¿Por qué se nos está castigando con esta hambruna…?”

“Ah, ¡lo sé! ¡A Hashirama!” respondió muy alegre para estar hablando de algo tan deprimente. “sé lo que piensan, es un dios demasiado amable para estar haciendo esto… y lo es, le duele hacer esto, pero tiene una razón de más peso…”

“Ahhhhh, Etsu, ¿podrías decirme de qué se supone que hablas?” el mayor se adelantó hacia él. Todo el mundo estaba mirando a la extraña criatura ahora, incluso los guardias, y no era una opción fingir que no existía y que era una especie de alucinación.

“Bueno… es una tema delicado para…”

“No me importa” se cruzó de brazos el joven, recordando la profecía. “Si tenemos que actuar según lo que un estúpido sapo oráculo dijo, tengo que saber lo que está pasando. Dime, ¿Por qué estamos en una hambruna casi sin fin?”

“Ehhhhh, Hashirama es una buena persona… la mayoría del tiempo. Sólo que ahora está enojado y no precisamente con la humanidad, sino con Mito y los demás dioses… con Mito en especial… ¿mencioné ya que está sumamente cabreado con Mito?” empezó a jugar con los dedos. “Bueno…. Lo que pasa es que ella le robó algo de suma importancia para él y se enfureció bastante. Eso… bueno… eso causa esta hambruna. La Tierra será yerma hasta que lo devuelva”

“¿Y si está enojado con ella por qué la estamos pagando nosotros?” preguntó. Con cada palabra que profería ese chiquillo se enfadaba aún más. Por culpa del egoísmo de los dioses, ellos estaban sufriendo tanto… ¡Es que no podían mantener sus pleitos entre ellos!

“Porque… hummmm… está presionando a los otros dioses… haciendo que los mortales no puedan sacrificarles y mueran” se encogió de hombros. “Particularmente, creo que está equivocado, pero no soy quién para juzgarlo, Mito le jugó muy chueco y…”

“Hum…” asintió. Ahora entendía lo que quería decir la profecía con miles de bocas hambrientas hasta que él hiciera algo. Tenía que ir a la casa de una diosa chiflada y robarle lo que sea que ella le había robado a un dios demasiado centrado en sí mismo para que esa maldita sequía se acabara. Bien, entendido. Ahora sólo tenía que pensar en una manera de deshacerse de los guardias y…

“La batalla se acerca” el menor señaló el horizonte. Kiyoshi frunció el ceño aún más, desde que la hambruna comenzó habían muchas pequeñas escaramuzas, nada parecido a una guerra o a una batalla, por los recursos.

“Vienen por las papas” tiró la que sostenía al suelo. “¿Cómo sabes?”

“Porque siento la presencia de mi padre, el daimon de los caídos en la batalla” se paró y comenzó a correr. Los esclavos cogieron sus canastos y corrieron a refugiarse, escondiendo a toda prisa un poco de alimento en sus ropas y rezando porque los guardias no los registraran cuando entraran al refugio. Kiyoshi, por su parte, siguió a su nuevo compañero. “¡Está cerca!”

“¡¿Por qué quieres hablar con él?!” preguntó a voz de cuello. “¡Si más no recuerdo, el tipo es la razón por la que tu madre entró en pánico y trató de disolverte!”

“Más o menos” al llegar al lugar de la pelea vieron a conjuntos muy pequeños de hombres mal equipados darse de golpes con lo que parecían palos de madera, como cavernícolas. Casi les dieron pena. Y encima del campo, en un carruaje tirado por grifos, viéndose muy aburrido, estaba un daimon de intensa mirada roja.

“Oh, vamos, para qué me molesto” comentó Izuna, muy aburrido. “Así nada va a caer, ni siquiera el más tonto de los tontos…”

“Ehmmmm… ¿Ese no es…?”

“Disculpen, ¿pueden verme?” el daimon los miró sorprendido, hasta notar el aura que salía de uno de ellos. “Oh, perdón, claro que pueden verme, es sólo que últimamente no se ven muchos dioses en este lugar, creo que son lo suficientemente listos como para…”

“Hola… padre”

“¿Qué? Niño, creo que me estás confundiendo con alguien…”

“No, soy Etsu, el hijo de Tobirama… tuyo y de Tobirama” trató de explicarse. “Bueno, es que soy una deidad de los pensamientos y…”

“Sí, ya veo… me había preguntado dónde habían quedado las consecuencias de esos cinco minutos en el cielo con ese idiota salado. Bienvenido a este mundo o como sea. ¿Disfrutaste el fondo marino?”

“Yo…”

“Yo tampoco lo haría, por cierto, es demasiado mojado ahí abajo” hizo un gesto de desdén. “Es más bonito que ese hoyo donde me crie, pero demasiado húmedo y muchas otras cosas, tanto que nadie podría vivir a gusto ahí” arrugó la nariz. “Lo único que podría hacerlo interesante son las profundidades”

“¿Las profundidades?” preguntó Kiyoshi. Aún no entendía por qué tenían que hablar con Izuna, pero la mención del reino marino y lo interesante que había en él hizo que se pusiera atento. “¿Qué podría haber de bueno debajo del mar?”

“No es precisamente debajo del mar, en la parte superficial donde vive Tobirama, sino que en la parte realmente profunda, al fondo” el otro clarificó. “Ahí hay un laberinto de corrientes que puede llevarte a cualquier parte de este mundo, incluso a otros planos como los reinos de los dioses y…”

“Espera, ¿hay una manera terrenal de llegar a los reinos de los dioses?”

“No es para mortales, pero sí. ¿Por qué, muchachito? ¿Quieres ir a alguna parte?” sonrió de una manera muy burlona. “Te aconsejaría que no lo intentaras. Aún si pudieras burlar a todos los monstruos de Kisame, que viven a las puertas, hay demasiados peligros antes de llegar al pasadizo… eso si elijes el correcto”

“¿Elegir el correcto?”

“Sólo hay un pasadizo correcto y si eliges el equivocado, entonces tendrás que hacerle frente a muchos problemas… y en la mayoría de casos no hay segundas oportunidades. Además, el laberinto es engañoso, te tentará a otra ruta, por eso los dioses o los daimones no los utilizamos a menos que sean la única opción.”

“La última opción…”

“Si no hay ninguna otra pregunta tonta…”

“Espera” Etsu se puso en su camino. Izuna, que no iba a atropellar a su propio hijo, se detuvo. “¿De verdad podemos llegar a cualquier parte con esos pasadizos? ¿Incluso al abismo o a la isla del Amor?”

“Sí, a todas partes”

“Ya veo… gracias” dejó irse a Izuna, que continuó viendo la batalla desde arriba, como si no hubiese pasado nada. “Vamos, Itachi y Kisame nos dejarán pasar”

“No… ¿no vas a decirle nada? Casi parece que no te reconoció y lo que le acabas de decir…”

“Le voy a dar tiempo, es lo único que puedo hacer. En el fondo no es tan malo, eso lo sé, y… si les doy tiempo a los dos quiero creer que podemos ser una familia” Etsu apretó los puños. “ahora vamos, todos esperan para comer”

“Sí… supongo que tengo que ir” y se fueron.

-En el fondo-

“¿Quieren usar el pasadizo?” preguntó el tiburón cuando recibió la visita del hijo de ese hazmerreir de Tobirama y el primo favorito de Itachi. Los dos le estaban pidiendo que les ayudara a cruzar los pasadizos de las profundidades. “¿Saben que es muy peligroso, verdad? Demasiado para dos…”

“Sabemos que es peligroso, pero es la única…”

“No es la única” comentó Itachi, sacando una de sus muchas cuchillas de una bolsa. “Sólo la más peligrosa”

“Y por la que no esperarían que nos acercáramos”

“Hum… yo seguiría aconsejándoles que entraran por la isla de Chipre, pero… está bien” el daimon se levantó y les hizo un gesto para que lo siguieran. Después de un suspiro, el dios también lo hizo. Los guiaron hasta un lugar donde no brillaba la luz, encaramados a la mano de Kisame, porque la corriente era demasiado fuerte para ellos.

“¡No podré retenerlos por mucho!” les avisó el de piel azul cuando llegaron al centro de todas esas corrientes. “¡Tienen que elegir cual de todas van a usar ya!”

“¡No sé!” de todas partes venían cosas que llamaban su atención. Frutos embriagadores como ninguno que hubiera podido probar, exóticos aromas de flores, perfumes de incienso y el más embriagador de todos… uvas recién cortadas. Sus favoritas. “Donde todos pierden el control y danzan las adoradoras del vino…”

“¡Céntrate! ¡Ya tendrás tiempo para verlo, cientos de años! ¡Si no podemos hacerlo ahora, no tendremos otra oportunidad!” Etsu le recordó.

“Yo… ¿Qué es ese aroma?” una corriente llamó mucho si atención. “Huele a uva, a canela, a vino, inciensos de los templos…”

“¿Sí? Porque a mí me huele a peces y a agua salada… ¡Esa es! ¡La que huele como lo que te gusta, la que da a la isla del amor y a la diosa de cabellos rojos como los hilos que atan los corazones! ¡Tenemos que ir por esa!”

“Muy bien… ¡allá van!” Kisame los lanzó y ellos aterrizaron en la corriente, siendo brutalmente succionados por ella y llevados de una manera muy dolorosa. “¿Crees que volveremos a verlos con vida?”

“Yo creo que sí” contestó Itachi, sujetándose fuertemente del brazo de su novio para salir. “Tenemos que tener fe”

-En otra parte-

“Ya no lo sé, Konan, los gritos de los mortales… ya no puedo soportarlo” lloraba Nagato en el regazo de su mujer. “Están sufriendo por mi culpa, todo esto es mi culpa… ¡y no sé cómo lo puedo solucionar! ¡No soy capaz de hacerle frente a mi madre!”

“Ya, ya, shhhhh. Encontrarás una solución, sé que lo harás” la muchacha de pelo azul pasaba una mano por sus cabellos rojos, tratando de calmarlo. La verdad, ella tampoco sabía qué hacer. Sabía de primera mano lo terrible que podía ser su suegra, ella misma lo había experimentado cuando trataba de probarse a sí misma digna del dios del amor. Por eso sentía pena por su marido y por los mortales, a los cuales esa diosa condenaba por su ego. “Sé que te redimirás”

“No puedo presentarme ante los otros dioses así, cualquiera me destruiría” lloriqueó aun más. “Ya no puedo ni salir… ¡El amor está condenado!”

“Sólo si tú lo permites…”

“Konan…” de repente un sonido muy extraño atrajo la atención del varón. “¿Qué fue eso?”

“No sé”

“Voy a investigar” cogió su arco y sus flechas, que ya se estaban llenando de polvo. “Regresaré dentro de poco, lo prometo”

“Cuídate…”

“Lo haré” salió volando de su casa hasta el lugar de donde provenía el sonido. Se encontró con un montón de adornos de los que tanto adoraba su madre y nubecitas rosas tirados por el suelo o agujereados. Los culpables de la destrucción parecían ser dos adolescentes, uno divino y otro mortal, que se quitaban pedazos de cosas rosadas de la cabeza. “¿Quiénes son ustedes?”

“Soy Kiyoshi y este es Etsu” dijo el mayor, señalándose primero y luego a su amigo. “Hemos venido a acabar con la hambruna”

 

Notas finales:

¿Cómo quieren que rescaten a Madara? ¿qué debería hacer? Review!!!


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