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Un reencuentro, una promesa. por McAki08

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Desde hacía varias noches que Charles no dormía bien. Le resultaba imposible conciliar el sueño, y no, no era por los pensamientos que otros pudieran tener, hace tiempo había controlado el no meterse en las mentes de los demás, por lo que ya no representaba un problema. Era otra cosa lo que le tenía así, y aunque no quisiera aceptarlo, sabía muy bien que lo que le impedía conciliar el sueño era nada menos que Erik.
Sí, desde que se había ido, desde aquel día en que lo abandonó en Cuba, no sabía absolutamente nada de él. En verdad le dolía no recibir noticias, una llamada siquiera, pero sabía muy bien que aquello jamás llegaría, lo más probable era que no lo volviera a ver. Entonces, ¿por qué hacerse una ilusión de que lo llamaría o que buscaría algún tipo de contacto? Era simple, porque era un imbécil, uno que nunca perdía la esperanza.

Dejó escapar un profundo suspiro mientras se acariciaba la sien con insistencia, mientras su mirada iba hasta el tablero de ajedrez que tenía frente suyo, formándose en sus labios una triste sonrisa. Extendió su brazo para alcanzar la reina de su contrincante, o en todo caso su ex contrincante, dado que hoy en día no tenía a alguien con quien poder pasar horas y horas de juego con estrategias inteligentes, ya que la verdad era que jamás había encontrado un mejor rival de ajedrez que su muy buen amigo Erik. Observó la pieza unos instantes para después apoyar la espalda en el respaldo de la silla, llevando la vista al techo durante un momento para después volver a mirar a la reina que se encontraba ahora sobre sus piernas, las cuales, cabe destacar, no podía mover en absoluto. Sin proponérselo, comenzó a recordar los sucesos de aquel día.

Por mucho que intentara forcejear con Erik para evitar que guiara los misiles en dirección a las flotas de los humanos, no lo lograba. Era más grande, más fuerte, y Charles estaba consciente de que no lo lograría. Pero, ¿qué podía perder? Al menos tenía que intentarlo, sin importar qué tan cansado se sintiera; esos humanos no podían morir de esa forma. Después de todo, sólo estaban acatando órdenes. Por eso intentó levantarse una vez más en cuanto escuchó los disparos que Moira efectuaba en dirección a Erik, también con la finalidad de detenerlo. Pero lo que jamás pensó que pasaría era que una de aquellas balas desviadas por su amigo alcanzaría su espalda baja. De repente, lo único que podía sentir era dolor, un inmenso e insoportable dolor ante el cual volvió a caer sobre la arena, soltando un grito desgarrador. Sólo pasaron unos segundos hasta que se percató de la presencia de Erik a su lado, quien no demoró en retirar la bala de su cuerpo antes de deslizar la mano por su cuello para sostenerlo. ¿Había visto alguna vez a Erik tan molesto como lo estaba ahora? Lo cierto era que no, o bien, no recordaba haber visto esa mirada con anterioridad. En sus ojos se reflejaba una vorágine de sentimientos; miedo, rabia, angustia… culpa.

¾   — Tú. Tú hiciste esto.

Dicho esto, Erik comenzó a estrangular a Moira con las cadenas que adornaban su cuello. La mujer no tenía la culpa, bueno, quizá sí al ser ingenua y haber usado balas con alguien que podía controlar el metal. Por ello, dirigió su mirada hacia donde se encontraba el mayor, frunciendo sus labios un momento antes de hablar.

¾   — No fue ella, Erik. Fuiste tú.

Sólo esas palabras fueron suficientes para que su amigo dejara de asfixiar a la agente MacTaggert, y de inmediato esa mirada se posó en la suya. Sentía aquellos ojos celestes atravesar los propios, y tragó saliva, consciente de que sus palabras le habían causado dolor.

¾   — Enfrentarnos entre nosotros, es lo que ellos quieren. Intenté advertírtelo, Charles… Te quiero a mi lado. Tú y yo somos hermanos. Todos nosotros, juntos. Protegiéndonos entre nosotros. Queremos lo mismo.

¿Hermanos? En cierta forma, aquello le causó gracia, ya que, para él, Erik era mucho más que eso. Pero claro, el mayor no lo sabía y tampoco tenía por qué enterarse, y por eso lo dejó pasar y siguió escuchando lo que decía, apretando sus labios cada vez más, sintiendo sus ojos arder. Sin embargo, no podía llorar, no ahí, no quería mostrarse débil frente a él, no más de lo que ya se sentía en ese momento. Pero ahí estaba aquella lágrima rebelde, deslizándose con lentitud por su mejilla, a la vez que sentía cómo una pena crecía en su pecho, advirtiéndole en su interior que esa sería la última vez que vería a su estimado amigo. Lo aterraba la idea de que fuera así.

¾   — Amigo mío… lo lamento, pero no es cierto.

Fue en ese preciso momento donde Charles sintió que algo dentro de Erik había cambiado. Su mirada… ya no era la misma. Ya no podía ver el brillo que siempre se notaba en sus ojos celestes cuando sin pensarlo sus miradas se encontraban durante alguna conversación, ya no encontraba ese cariño que antes podía transmitirle con sólo una mirada, y eso hizo que su barbilla temblara, así como mordió sin cuidado su labio inferior. No podía apartar su mirada de la contraria, sintiéndose totalmente atraído por esta, hasta que fue su amigo quien dejó de verle, y en cambio llamó a Moira para que se acercara a su lado. Sabía que la mujer le estaba hablando, pero no podía prestarle atención, no la necesaria, ya que en su mente sólo podía pensar en aquel hombre, aquel que ahora se levantaba y hablaba con los demás. No escuchaba en absoluto lo que decía, ya que sólo pensaba en que lo había perdido; había perdido a una importante persona para él, y ya no había nada que pudiera hacer, era demasiado tarde y su amigo, su contrincante de partidas, su secreto amor, su Erik… lo había perdido, para siempre. Él mismo había sido el culpable de que todo terminara así, él había sido el culpable de que sus caminos se separaran y que, ahora, nada fuera como antes.

Una vez que volvió a la realidad, abrió los ojos, llevando una de sus manos hasta sus mejillas, tocando allí para sentir lo húmedas que estas estaban, lo que lo sorprendió por un instante al no haberse percatado de que aquellos recuerdos lo habían hecho llorar.

—    —Erik… ¿qué me has hecho? —murmuró para sí mismo, mientras comenzaba a andar por el estudio, donde siempre se encontraba por las noches, y alzando su vista hacia la pared notó que ya eran las tres de la mañana. Debía dormir, al día siguiente tenía que dar clases, pero por más que tratara no podía, sus propios recuerdos le atormentaban. Se quedó al lado de la ventana que daba hacia su gran e inmenso jardín, sonriendo sin poder evitarlo cuando su vista fue hacia la gigante antena que se encontraba en la distancia, un tanto cubierta por los árboles.

 

¾    ¿Ves eso? Intenta girarlo hacia nosotros.

Erik le observó incrédulo unos momentos para después girarse y hacerle frente a la antena que se encontraba a una extensa distancia, alzando sus manos para intentar moverla hacia ellos. Charles sabía que no podía lograrlo, esto debido a que su amigo no sabía usar sus poderes, ni sabía cómo manejarlos todavía, pero confiaba en que podría hacerlo en un futuro próximo. Incluso si él mismo no creía poder hacerlo, Charles no dudaba de ello.  

¾   — Sabes, creo que la verdadera concentración reside en alguna parte entre la ira y la serenidad. Te importaría, si yo… —Movió sus dedos, pidiendo su permiso antes de meterse en la mente de su amigo, siendo un movimiento de cabeza la respuesta del más alto. Sin pensarlo más llevó sus dedos mayor e índice hasta su sien a fin de indagar dentro de sus pensamientos. No tardó mucho en dar con lo que buscaba, el recuerdo más importante y preciado que poseía. Este era, al parecer, la celebración de un cumpleaños del pequeño Erik, quien se encontraba junto a su madre. Podía notar con claridad la felicidad que reinaba en aquel ambiente, y el amor que madre e hijo se transmitían. No pudo evitar sentirse conmovido, y una lágrima rodó por su mejilla sin pena y sin intentar ocultarlo, quitando luego el rastro con su pulgar. Abrió los ojos para ver a su acompañante, percatándose del camino que había recorrido la lágrima en el rostro de Erik.

¾   — ¿Qué acabas de hacerme?

¾   — Accedí al rincón más brillante de tu sistema de recuerdos. Es un recuerdo muy hermoso, Erik, gracias.

¾   — No sabía que aún lo tenía.

¾   — Hay mucho más en ti de lo que crees. No sólo dolor e ira. Hay bondad también, la sentí. Y cuando puedas acceder a todo eso… poseerás un poder que nadie podrá igualar. Ni siquiera yo —Le dedicó una leve sonrisa, y dio una palmada en su espalda a modo de animarlo. Deseaba que el mayor se superara a sí mismo, que fuera capaz de ser aún más fuerte de lo que ya era, y sabía y confiaba completamente en que sería así, tal como había dicho, porque sabía que Erik podría lograr todo lo que se pudiera proponer—. Así que vamos, inténtalo de nuevo.

Ante esas palabras, Erik volvió a alzar su mano en dirección a la antena, intentando una vez más girar ésta en su dirección. Lo diferente en esta ocasión eran los sentimientos que invadían su interior. Las palabras de su amigo, y el recuerdo de aquel cumpleaños, de su madre, de la felicidad que había sentido en ese momento en especial, todo eso llevó su mente a un estado que él mismo desconocía. Poco a poco, ambos percibieron cómo la antena comenzaba a moverse, girando en la dirección que marcaban las manos del mayor. De inmediato, una gran sonrisa se adueñó de su expresión, iluminando su rostro por completo. Charles amaba ver aquella enorme sonrisa, e inevitablemente él también sonrió, dando unas palmadas a Erik a modo de felicitación, aun cuando deseaba con todas sus fuerzas felicitarle de otro modo. No podía, claro, no donde todos podían verlos, además… ¿hace cuánto que llevaba ocultando sus sentimientos? Hacía ya muchísimo. Es cierto que eran cercanos, y su cariño era más que fraternal, pero no podía llegar y confesarse. ¿Qué pasaba si lo rechazaba? No quería perderlo, no a él…

Una cortante y fría risa salió de sus labios al momento en que se desvaneció aquel recuerdo, negando para sí mismo. ¿No quería perderlo si se le confesaba? Pues vaya, no se había confesado, pero de todas formas lo había perdido, ya no le tenía a su lado y jamás lo volvería a tener. Había perdido todo tipo de oportunidad con él y eso le dolía, le dolía porque era un estúpido, un cobarde que no se había atrevido a confesarle a quien probablemente era el amor de su vida, que le amaba, le amaba con una pasión que jamás logró pensar que podría sentir. Durante un tiempo aceptó que quizá sólo le quería como lo hacía con Raven, un amor de hermano, pero no, no era así, la manera en cómo miraba a Raven era muy diferente a como lo hacía con Erik, y lo sabía muy bien. Aun así, ya era tarde para lamentarse, su dolor no haría que el mayor volviera a su lado, debía aceptarlo y seguir con su vida, tal como él lo había hecho. Con ese pensamiento en mente, se limpió con su pulgar las últimas lágrimas que se habían deslizado por sus mejillas, y decidió que ya era hora de irse a dormir, de una u otra forma lo lograría. Dirigió su silla hasta la salida de aquel estudio para ir hasta su habitación, la cual estaba cerca, deseando poder estar ya en su cómoda cama para así acabar el pésimo día que estaba teniendo.

Una vez que Charles se adentró en la oscuridad del dormitorio fue a prender la luz de su velador, y después se inclinó hacia adelante para quitarse los zapatos, pasando enseguida a la cama que se encontraba a su lado, donde tuvo que apoyar sus manos para levantarse con toda la fuerza que tenía. Logró por fin acomodarse allí, respirando un tanto agitado ante esa acción que repetía cada noche. Subió sus piernas con cuidado a la cama, llevando su vista hasta una de las esquinas de la habitación, percatándose que era allí donde había dejado su pijama—. ¡Maldición! —Se quejó en voz alta, dando un golpe a la colcha de su cama. La verdad era que detestaba con toda su alma el ser inválido ahora, a pesar de que sabía que las piernas no limitaban a las personas, y que la razón por la cual se estaba molestando ahora era completamente absurda y estúpida, pero simplemente esa noche no era la suya, cada vez era peor.

Suspiró frustrado y se dejó caer en la cama, estirando la mano a un lado para así apagar la luz y quedar otra vez en compañía de la oscuridad y la luna, la cual podía apreciar por el ventanal que se encontraba junto a su cama. Extendió una de sus manos hacia la ventana, queriendo y deseando poder alcanzar aquella radiante luna.

¾   — Por más que estires tu mano a la luna jamás la alcanzarás, mi amigo.

Fue esa voz la que hizo que todo pensamiento se detuviera, que su respiración fuera más cortada, como si el aire no pudiera llegar a sus pulmones. Su mirada buscó a su alrededor para fijarse en la esquina de dónde provenía dicha voz, dado que no podía creer que fuera de esa persona; era imposible que fuera él, ¿cierto? Abrió la boca con desesperación para que pudiera entrar aire suficiente a sus pulmones al no haberlo hecho en un tiempo bastante largo, y sintió los ojos arder cuando comenzó a distinguir que algo se movía en la oscuridad, algo que se acercaba hasta donde él estaba.

¾   — Erik… —Sólo su nombre pudo pronunciar cuando lo vio parado a los pies de la cama, no podía creer que estuviera ahí, era como un sueño hecho realidad.

¾   — ¿Qué pasa, Charles? Parece que has visto a un fantasma —Comentó con gracia mientras avanzaba hasta quedar a su lado, sentándose en uno de los costados de la cama, sin dejar de observarle en ningún momento.

Charles había permanecido callado, observando casi sin pestañear al mayor, hasta que se decidió por extender su mano ahora hacia el rostro ajeno, comenzando a deslizar con lentitud la yema de sus dedos por cada parte de su cara. Una cálida sonrisa fue formándose en sus labios, al tiempo en que una traicionera lágrima se deslizaba por su mejilla. Llevó su mano hasta la nuca de Erik para así atraerlo hacia él, deseando sentir los brazos contrarios rodear su cuerpo, que la calidez ajena le invadiera por completo y lo llevara a una tranquilidad absoluta, que nadie más podía lograr. Escondió su rostro en la curvatura de su cuello y hombro, respirando profundamente para así sentir aquel aroma tan característico de él, el cual lo transportaba al pasado.

¾   — Oh, Erik… no imaginas cuánto te he extrañado, cuánto he deseado y soñado con que este momento ocurriera. Poder verte, abrazarte una vez más. Esto es tan… irreal, que me da miedo que sólo sea un sueño, un engaño de mi mente.

¾   — Shh… Tranquilo, Charles. Aquí estoy, soy real. También te extrañaba, demasiado a decir verdad. En serio lo digo —Llevó sus manos hasta los hombros del ojiazul para así poder verle mejor, poder apreciar aquel rostro que desde el incidente en Cuba jamás había podido sacar de su cabeza. Una de sus manos fue hasta la mejilla del menor, acariciando con cariño esa zona, y acercó su rostro al opuesto para apoyar la frente contra la suya, manteniéndose así un largo rato—. No podía… no podía dejar las cosas como estaban, Charles. Yo… yo realmente lo lamento, por mi culpa estás… inválido.

¾   — Mi amigo… no tienes por qué disculparte, sé que tú jamás hubieras deseado hacer eso, sólo fue un accidente, así que no te preocupes.

¿Por qué sentía que en cualquier momento su corazón saldría de su pecho? Latía a una velocidad impresionante ante la cercanía presente entre ambos, además de que estar observando de manera embobada los finos labios de su amigo no ayudaba en nada. Estaba seguro de que en cualquier momento serían descubiertos sus más grandes deseos, y fue aquel temor el que hizo que se apartara, alejando su cuerpo del opuesto para volver a apoyar la espalda en el respaldo de la cama, permitiéndose mantener cierta distancia y apartando la vista en cuanto se percató que aquellos celestes ojos no dejaban de verle, pues notaba que en ellos se reflejaba cierto… temor.

¾   — ¿Charles...? ¿Por qué te alejas? —Murmuró en voz muy baja, acercándose una vez más hasta el contrario. Le gustaba sentirle cerca, pero sin embargo, Charles volvió a alejarse o eso intentó. El menor sentía el corazón aún más acelerado, tenía miedo de que lo escuchara, realmente temía que supiera la verdad de lo que le sucedía—. Dime qué ocurre… Estás actuando extraño.

¾   — ¿Yo? Oh, no, no pasa nada… s-sólo es tu imaginación.  ¿Has venido solamente para disculparte, Erik? —Mierda, eso había sonado más cortante de lo que hubiera querido, sus nervios estaban traicionándolo.

Lehnsherr le observó extrañado y dolido ante su reacción, para después pasar al enojo ante su última pregunta. ¿Es que acaso Charles no quería verle? Ese pensamiento hizo que se levantara molesto de la cama ajena, frunciendo el ceño con notorio enfado.

¾   — ¿Por qué? ¿Ya estoy siendo una molestia para ti? Si quieres que me vaya sólo dilo, Charles.

¾   — ¿Qué? Yo no he dicho eso, no pongas palabras en mi boca.

¾   — Puede que no lo hayas dicho, pero eso es lo que interpreto con la actitud que estás mostrando. Me acerco y te alejas, ni siquiera eres capaz de sostener la mirada, ¿qué mierda es lo que pasa? Si estoy equivocado en lo que digo entonces por favor explícame —“No puedo, Erik… no puedo”,esas serían las palabras que Charles hizo que se escucharan en la mente de su amigo, no atreviéndose siquiera a hablar en voz alta. El miedo estaba tomando total control, haciendo que actuara como un auténtico idiota—. ¿Qué dices? ¿Qué es lo que no puedes decirme? No me jodas, Charles. Sólo vine aquí para poder arreglar las cosas, que estuviéramos mejor, y tú sólo te alejas, no permites que me acerque a ti. Creo… creo que fue un error que viniera hasta aquí, lo mejor sería que me vaya.

En cuanto pronunció aquello se dio media vuelta, disponiéndose a salir de aquel cuarto lo antes posible, debido a que la distancia que imponía el de ojos azules en verdad le dolía, él había regresado porque quería hablar y no quería que todo quedara mal entre ellos, Charles era muy importante como para perderlo, y por eso estaba ahí. Sin embargo, parecía que su querido amigo no pensaba de la misma forma, dado que lo único que hacía era alejarlo. Cuando estaba cerca de la puerta, sintió su cuerpo por completo inmóvil, no podía mover ningún músculo y se quedó allí, estático. “No te vayas, por favor, Erik. Quédate”. La voz del castaño había sonado en su mente, justo antes de que recobrase el control de su cuerpo, por lo que se giró sobre sus talones para observar al otro, que parecía estar de lo más entretenido mirando sus manos y sólo alzó la vista segundos después, percatándose de que estaba siendo observado por el ojiceleste.

¾   — No me iré si me dices qué es lo que está pasando aquí. Quiero que me expliques por qué tienes esta actitud tan extraña conmigo. Por favor, Charles —A medida que hablaba, se iba acercando de nuevo hacia él, pero esta vez prefirió mantener distancia, sentándose en una de las esquinas de la cama y observando al castaño desde allí.

¾   — … De acuerdo, lo diré. Es probable que te parezca una estupidez la razón de que me esté comportando así contigo, de hecho, es una tontería. Pero por más que lo pienso y me convenzo de ello, no lo puedo evitar —Un suspiro se escapó de entre sus labios, mirando sus manos una vez más—. Sabes que te quiero y aprecio demasiado, ¿verdad? De seguro lo sabes, lo he demostrado, no sólo con palabras… eso es lo que creo. El problema es que, ¿nunca llegaste a pensar si nuestra forma de actuar era la de una amistad realmente? Quizá no lo pensaste, o sí, no lo sé, pero por más que medite no me convence. Yo con ningún otro amigo tengo la cercanía que me permito contigo, el abrazar, dar caricias, prestar atención a cada una de las acciones que haces… Puede que lo haga con Raven, porque es como mi hermana, y eso me llevó a pensar que era probable verte a ti como un hermano también, pero tiempo después tuve que descartar esa idea… ¿Sabes por qué? —Preguntó alzando la vista para buscar la mirada del mayor, la cual se mostraba curiosa y expectante, negando él con su cabeza a la pregunta hecha—. Porque con nadie más he sentido estas ansias que tengo de besar tus labios, de despertar cada mañana de mi vida a tu lado, de desear… que me toques, que me mires con otros ojos y no con la mirada que uno le da a un amigo…. Erik, me gustas, me gustas más de lo que tú puedes llegar a pensar. Es por esto que tenía miedo, tengo miedo en todo caso, de confesarme… porque temía que me vieras raro o que incluso pudieras llegar a alejarte de mí y no quería eso. Pero desapareciste ese día en Cuba, por lo cual no pude confesarte nada… no te confesé nada, pero aun así te fuiste de mi lado… aun así te perdí…

Las palabras ya no siguieron oyéndose debido a que su voz comenzó a temblar y unas traicioneras lágrimas escaparon de sus ojos, deslizándose por sus costados mientras que mantenía la cabeza gacha en todo momento. No se atrevía a observarlo, tenía miedo de encontrar en su mirada algún indicio de extrañeza, decepción, asco.

¾   — Charles Francis Xavier… eres un idiota.

Dicho eso, se acercó hasta donde el otro estaba, y apoyando una mano al costado de su cuerpo, acercó su rostro hasta el contrario para así depositar un beso tan cálido como tímido sobre sus labios; el primer beso que ambos tenían y que el ojiazul jamás podría olvidar. Una vez que se separó de él le observó con sorpresa, sin poder creer lo que acababa de suceder, y ladeó su rostro hacia un lado, abriendo la boca para decir algo, pero no pudo pronunciar nada.

¾   — Lo sé, de seguro debes estar preguntándote “¿Qué fue eso?” pero la verdad es que… deseaba hacerlo desde hace bastante, pero no sabía cuál sería tu respuesta. Y como ahora me estás diciendo todo esto, me dije “¿por qué no?” —Se rió ante sus palabras, haciendo sonreír a Charles al verlo así, feliz, con aquel brillo tan particular en sus ojos.

¾   — Entonces, tú… ¿también sientes algo por mí?

¾   — Claro, pensé que era lo suficientemente obvio… No creo haber enviado malas señales, ¿o sí? —Aquellas palabras hicieron pensar al más bajo, frunciendo el ceño mientras miraba un punto fijo, pensando en los momentos que habían compartido. Recordó las miradas que el mayor le dedicaba, aquellos roces intencionales, incluso la protección que siempre le brindaba, entre muchas cosas que jamás quiso ver. Terminó por reírse, negando un par de veces con la cabeza—. ¿Qué pasa? ¿Por qué ríes?

¾   — Porque he sido un idiota, tal como dijiste.

Volvió a alzar la cabeza y miró al mayor, acercándose para depositar otro beso sobre sus labios, siendo este más pasional que el primero. Ladeó el rostro hacia un lado para que sus bocas se juntaran a la perfección, introduciendo su lengua en la cavidad bucal ajena para comenzar de ese modo una pequeña batalla de quién tenía el mando allí, mientras deslizaba una de sus manos tras su nuca, enredando los dedos con los cabellos opuestos. Pasados los minutos, el aire comenzó a escasear, lo cual hizo que se separaran. Quedaron entonces con ambas frentes apoyadas, mirándose el uno al otro, sonriendo ambos como enamorados. No era necesario decir aquella palabra, ya que ambos lo sabían más que bien con sólo encontrar sus miradas, que estaban profundamente enamorados el uno del otro.

Luego de haber aclarado ambos los sentimientos que tenían por el otro, el mayor había pasado a recostarse a su lado mientras rodeaba el cuerpo de su castaño, apoyando su mentón sobre la cabeza contraria mientras su vista se perdía en el panorama ofrecido por la ventana del cuarto. Recién entonces se percató de que estaba comenzando a amanecer, lo cual hizo que frunciera el ceño, las horas pasaban tan rápido cuando estaba con el menor que terminaba por molestarse. Debía regresar y encontrarse con sus compañeros, él era el líder y por ello no podía darse el lujo de llegar tarde. Sin embargo, le dolía dejar a Charles, en especial luego de aquella noche en donde se habían expresado todo lo que sentían el uno por el otro, donde la luna había sido testigo de las caricias y besos que ambos se daban, simplemente todo había sido perfecto.

Se levantó con cuidado, dejando a Charles recostado sobre la cómoda almohada, apartándose con cuidado a fin de no despertarlo, ya que parecía estar descansando tan bien, tan tranquilo. Por eso, una vez que se levantó se inclinó para dejar otro pequeño y casto beso sobre sus labios, y luego comenzó a caminar hacia la ventana. No podía salir por la puerta dado que alguien podría verle y eso era lo que menos quería.

¾   — Erik… ¿A dónde vas? —La voz de Charles hizo que se detuviera justo cuando iba a salir de allí, dirigiendo la mirada hacia atrás para poder observarle y percatándose entonces de la mirada que el menor le dedicaba, una mezcla entre sorpresa y dolor.

¾   — Charles, debo irme. Yo no pertenezco aquí, hay gente esperándome, no puedo abandonarlos.

¾   — ¿Y a mí sí puedes abandonarme? De acuerdo, vete —Dijo aquello con indiferencia, sabiendo que estaba actuando como un crío frente al más alto, pero es que no podía evitarlo en ese momento; él no era así, no sabía por qué estaba actuando tan extraño en su presencia.

¾   — ¡No! No es así, Charles —Se acercó pronto hasta donde el otro estaba, tomando su rostro con ambas manos para que le mirara y apoyando su frente contra la opuesta, sin desviar en ningún momento su mirada de la contraria—. No me es fácil dejarte aquí otra vez, créeme, pero… tenemos ideologías tan diferentes, queremos cosas muy distintas. Yo no haré que dejes las tuyas para que vengas conmigo y sé que tú no me obligarás a que deje las mías para que esté contigo. No eres así de egoísta.

¾   — Pero…. ¿Qué pasará con nosotros? ¿Con todo lo que conversarnos? ¿Todo quedará en nada? —Cerró sus ojos una vez hubo pronunciado aquello, no quería llorar frente a Erik, no quería que viera lo mal que le hacía sentir toda esa situación. Sin embargo, el contrario ya sabía cómo se sentía, lo conocía muy bien, y por ello fue que se sentó a su lado y estrechó su cuerpo contra el propio, acariciando sus cabellos con cuidado.

¾   — Lo de nosotros… tendrá que esperar. Te prometo que nos seguiremos viendo, vendré a visitarte alguna noche, quizá no sea muy frecuente, pero lo haré, te lo prometo… Aunque… necesito hacerte una pregunta antes… —Se apartó del cuerpo contrario para poder verlo, llevando una de sus manos a su mejilla, acunando su rostro en la palma de su mano mientras lo veía con cariño—. ¿Esperarías por mí? ¿Esperarías a este idiota?

¾   — Sabes que esa pregunta es innecesaria, Erik… Te esperaría, lo sabes. Esperaré el tiempo que sea necesario para estar juntos.

Y fueron esas palabras las que hicieron que Erik no pensara más y se abalanzara sobre el menor, deslizando una mano a su nuca mientras la otra sujetaba su baja espalda. Acercó su boca a la opuesta para fundirlas en un profundo beso, sintiendo la suavidad de aquellos rojizos labios, los mismos que desde hace mucho le parecían por completo perfectos. Mordió su labio inferior sin poder contenerse, y logró con aquella acción que el menor entreabriera los labios dejando escapar así un suspiro, aprovechando ese momento para deslizar su lengua en el interior de su boca, encontrándose con su nueva compañera, con la cual batallaba para saber quién tenía el mando allí. Su mano comenzó a jalar los cabellos contrarios con ligereza, juntando lo más que pudiera sus pechos y sintiendo cómo sus respiraciones se estaban haciendo más y más apresuradas, profundas. Comenzó a sentir esa necesidad de respirar nuevamente, siendo el aire escaso ya en sus pulmones y fue esa la razón para separarse del castaño, observándole exaltado y a la vez excitado, con una ladina sonrisa posada sobre sus labios.

¾   — Volveré. Te lo prometo, sólo te pido que confíes en mí… Además, tengo que volver, porque hoy dejaremos algo pendiente, con el dolor de mi alma, porque si de mí dependiera ya lo cobraría, pero es muy tarde. Debo irme, Charles.

¾   — Confiaré en ti, Erik. Quiero que nos volvamos a ver… al igual que quiero que cobres eso que quedará pendiente —Mordió su labio inferior estando sus pómulos con un ligero tono rojizo, lo cual le hacía ver totalmente irresistible ante los ojos del mayor.

¾   — Joder, Charles… me lo estás haciendo difícil si me miras de esa forma y te muerdes el labio —Suspiró negando con su cabeza, soltando una risa para después acercarse hasta el otro y depositar un pequeño beso sobre su frente. Se levantó de donde se encontraba para dirigirse otra vez hacia la ventana, girándose para observarle una última vez con una sonrisa ladeada—. Hasta pronto, mi querido amigo.

¾   — Adiós, Erik.

Fue en ese momento donde Erik desapareció tras saltar por la ventana. Tal vez, hubiese debido sentirse solo y triste de nuevo, pero no podía, no luego de lo que habían hablado, dado que confiaba en sus palabras.
Erik volvería, y Charles estaría esperándolo, ya fueran días, semanas, meses o años, él esperaría.

 

 

                                            

Notas finales:

¡Buenas! He traído este One-shot porque simplemente esta idea vino a mi mente. La escribí y quedo esto medio dramático...por un momento pensé en hacerlos sufrir con el final pero no, ¿para qué ser tan crueles? Hahaha.

Los recuerdos son sacados de la película X-men: First Class por lo tanto los diálogos también y es que esa película, fue demasiado shipeo para mi cuerpo (?) hahaha. 

Agradezco a mi editora H, eres un jodido amor al corregir mis desastres y... no odies a Charles, solo merece amor ese hombre.

 

Espero que haya sido de su agrado y sean bienvenidos los comentarios, ya sean negativos o positivos, si quisieran leer algo de ellos dos solo me lo pueden comentar, lo tomaré en cuenta.

 

¡Nos vemos!


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