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SEGUNDAS OPORTUNIDADES por AliceDConcordia

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaa 

Aquí un nuevo capítulo, gracias a quienes han leído mi historia y a las personas que me hicieron llegar sus comentarios, en fin aquí tienen la continuación, la historia avanza lento pero bueno espero que lo disfruten.

 

Despertó muy cansada, le costó abrir los ojos, era como si le hubieran amarrado un par de ladrillos a los párpados, al fin logró abrirlos y se incorporó en la cama, realmente estaba adolorida, hasta el último músculo de su cuerpo sentía dolor, se detuvo a respirar para reunir fuerzas y levantarse, vaya habían frustado su intento de acabar con todo.

***

Un frasco de somníferos salió volando cuando rompió el espejo del baño, puso una silla trabando la puerta de su habitación, su madre ha había ido por la llave y su hermano amenazaba con tirar la puerta, entre lágrimas tomó el frasco en sus manos, lo examinó por unos segundos, ahí estaba la solución a sus problemas, el analgésico para el dolor de su alma, se encerró en el baño y comenzó a tomar una tras otra de las píldoras, le bastaba recordar a Julie para retomar valor y acabar con su vida, no pensaba en el dolor a su familia, su hermano, su padre, su madre, nada importaba, ella seguía tomando una, tras otra, tras otra...

***

Abrió los ojos, necesitaba pensar que hacer ahora, miro a su alrededor y por primera vez se dio cuenta que no estaba en su habitación, tampoco era un hospital, era como un cuarto de hotel, de un hotel muy simple, una cama, un closet, una puerta que seguramente sería el baño, un buró junto a su cama y un escritorio vacío, reparó en unas maletas frente al closet, sus maletas, ¿dónde demonios estaba?

Salió de la habitación, había un largo pasillo, otras puertas, posiblemente más habitaciones, apresuró el paso hasta que encontró unas escaleras, el dolor era lo de menos, ahora bajaba casi corriendo las mismas, en el vestíbulo la vio una mujer de unos 40 años, estaba detrás de un mueble en la recepción.

-Hola Dani, despertaste- le habló con una sonrisa mientras se dirigía hacia ella.

-No se me acerque- decía poniendo sus manos frente a ella, no la conocía aunque ella parecía hacerlo muy bien.

-Tranquila Danielle, nadie va a lastimarte-

-¡maldicion que no se acerque!- gritó- ¡¿dónde estoy?! ¡¿Cómo llegue aquí?!- algunas personas salieron al encuentro cuando escucharon los gritos, entre ellos algunos con uniforme de enfermeros.- Quiero ver a mis padres- dijo, la mujer le pidió se calmara mientras hacía una seña a una persona que por su posición Danielle no podía ver.

-Ellos ya vienen, ahora porque no bajas y te explicaré todo-

-No- dijo sin más, cuando de pronto vio a su familia asomar a la escalera- ¡Papá!- dijo echando a correr, el hombre la recibió con un afectuoso abrazo, besando su cabeza mientras su madre acarició su cabello- ¡mami!- dijo abrazando a su mamá, al abrazo se le unió su hermano. - ¿qué hago aquí? ¿Por qué no estoy en casa?-

-ven cariño, te explicaremos- la guiaron de regreso al cuarto donde había despertado.

- ¿cómo te sientes?- preguntó su madre al entrar a la habitación, llevándola a la cama- ¡ay cielo! Sentí que la vida se me iba cuando te encontramos en la tina del baño, inconsciente, casi sin signos vitales-

-te llevamos inmediatamente al médico, Dios sabe que hubiera pasado si tardamos un poco mas- explicó su padre.

-¡me moriría de tristeza! No podría soportar perder a mi princesa- decía su madre abrazándola.

-Bueno eso no pasará- la mujer que había visto abajo ahora estaba en la habitación- Hola Danielle, soy la señora Miller, encargada de esta institución, donde te vamos a ayudar-

-¿ayudarme?..no, yo quiero ir a casa- dijo molesta.

-Mira, este lugar, es para ayudar a las personas, para que dejen de destruirse y lastimar a otras personas, la vida es hermosa y aquí les ayudamos a ver eso- le hablaban con una sonrisa.

-Yo no necesito ayuda, yo necesito estar en mi casa, no soy alcohólica ni nada de eso-

-Trataste de quitarte la vida, llevas tiempo deprimida, no solo las adicciones necesitan ayuda- decía la mujer- tu familia no sabe cómo ayudarte porque no les permites conocer tus problemas, tus sentimientos, aquí nadie va a juzgarte, te ayudaremos a superar cada obstáculo, para que seas esa muchacha alegre y les regreses la felicidad a tus padres-

-Esta bien si, cometí un estupido error, lo siento- decía con un aire de enojo, ella no estaba loca ni era una maldita adicta, no necesitaba estar en una clínica de ese tipo- ¿me puedo ir?-

-No hija- habló su padre- vas a quedarte aquí, vas a reponerte, nosotros te amamos pero no sabemos cómo y no nos dejas ayudarte, estas mal y eso lo entendemos, sólo tú sabes que tanto te duele la pérdida de aquella joven, pero queremos verte bien, ayudarte, así que te quedarás aquí- se acercó a ella dándole un beso en la frente, su madre se despidió de ella pidiéndole que se esforzará para estar juntos otra vez

-¡Evan!- se dirigió a su hermano- haz algo, no me pueden dejar aquí. Yo estoy bien diles que no lo hagan- él sólo la abrazo y con una mirada dijo que nada podia hacer, los tres salieron de la habitación, Danielle iba tras ellos pero un enfermero le impidió el paso.

Se quedó gritando y pataleando que ella no tenía que estar ahí, entre dos hombres la llevaron a la cama donde la señora Miller tuvo que aplicarle un sedante, aún con débiles gritos repetía que ella no tenía que estar ahí, se quedó dormida, la señora la contempló unos instantes, uno de los problemas más grandes era la depresión y la falta de razones para seguir viviendo, pero ella ayudaría a aquella jovencita, aún le faltaba mucho por vivir.

Una vez más despertó en aquella maldita habitación, se sentó en la cama, afuera apenas estaba poniéndose el sol, le habían dejado una tarjeta en el buró: Baja a la recepción en cuanto despiertes.

Soltó un suspiro de derrota, ahora tendría que permanecer ahí con esos locos y adictos, era lo último que le faltaba, escuchó una risita detrás de la puerta entre abierta, molesta por sentirse espiada exigió que dieran la cara, a su encuentro salió una joven de unos quince años, su cabello rubio peinado en dos coletas con moños rosas, entre sus brazos llevaba un oso de peluche algo viejo, miró a Danielle como una niña de cinco años que acababa de ser reñida por comportarse mal.

-lo siento- dijo en tono infantil- ¿te gustó?- preguntó la niña.

-¿qué cosa?- cuestionó Danielle, la joven miró en el buró, había una hoja doblada por la mitad, la morena la abrió dejando caer un poco de diamantina al suelo, era un dibujo de una mariposa, coloreada con varios colores y decorada con aquel polvillo brillante.-¿tu lo hiciste?- la rubia le respondió con una sonrisa- es lindo- dijo sin más.

-La señora Miller te espera abajo- dijo partiendo a toda prisa, Danielle supuso que era seguramente alguna interna o algo, debía de tener algún tipo de retraso. Bajo al encuentro con la mujer, junto al vestíbulo había una sala bastante grande, había ahí muchas peronas, viendo televisión, jugando cartas, conversando o en el balcón, ninguno reparó en ella, sólo la señora mayor que se acercaba a ella.

-Danielle, la cena se servirá pronto, después tendrás un pequeño recorrido por el lugar y podrás retirarte a ordenar tu habitación, mañana te integraras a las actividades como los demás, ahora un poco sobre el reglamento-

La señora comenzó a recitar las reglas de aquel citio, ninguna le incomodaba a ella, no tenían inconveniente en abstenerse de las drogas, el alcohol y el tabaco, no podía salir del territorio que ocupaba la propiedad, no estaban permitidos los teléfonos celulares, la única regla para ella era que ser revisaría su habitación cada noche para evitar tratara de matarse otra vez.

-¿quién es la chica rubia en mi cuarto?- dijo interrumpido a la señora

-Ohh Emily, la encontramos cuando niña vagando por ahí, la acogimos y bueno aquí sigue, esta enferma y el mundo no la ha tratado bien, así que aquí está, ayuda de vez en cuando y nos ayuda a los mismos internos, ahora espera en la sala y convive con ellos, mañana en las sesiones te presentarás formalmente- sin más la dejó a unos pasos de los sala, ella caminó sin prestar atención a nadie, solamente salió al balcón y ocupó una silla, varias de las gentes que estaban ahí la siguieron con la mirada pero ella simplemente no les prestó atención.

No pasó mucho tiempo cuando una mujer les anuncio que la cena estaba servida, ella no se movió, no tenía ánimos de comer, no tenía ánimo de nada, estar en ese lugar como si de verdad estuviera enferma, ello no lo estaba, sólo estaba triste, muy triste ¿era tan difícil de comprender?

-hace diez minutos te llamaron para comer- le dijo la señora Miller

-No tengo hambre- dijo en un tono arisco, que ahora no haya intentado escapar no significaba que aceptara aquella situación.

-Matarte de hambre es bastante tardado ¿sabes?, cada noche sin que lo sepas de inyectare un suero para que no mueras-

Aquella mujer creía que con cada paso que daba buscaría quitarse la vida, eso la hacia enfurecer aún más, fastidiada se puso de pie y fue hasta la pequeña cafetería, todos los internos ocupaban las mesas más cercanas, así podían conversar, ella tomó su charola y se fue al rincón del casino, azotó la charola en la mesa y únicamente bebió el cartón de leche en su bandeja, sentía las miradas de los demás.

-¿quieres un chocolate?- le dijo emily, sentándose frente a ella, esa niña era un encanto con ella no podría nunca ser grosera, aceptó de buena gana el dulce y lo comió junto a ella, de verdad tenía hambre, aquella barra de dulce le supo a gloria, pero no deseaba comer, no iba a ceder tan fácilmente.

La rubia y la señora Miller se encargaron de darle un recorrido por todo el lugar, así sabría dónde estaba todo, prácticamente no había nada interesante, pero tampoco para morir de aburrimiento, la señora Miller le hablaba entusiasmada de las actividades que tenían día a día para apoyar a los internos, aunque a ella le valían un cacahuate.

Se quedó sola al fin, aún era temprano y decidió revisar sus maletas, había bastante ropa, ¿acaso se quedaría ahí toda la vida? Había también artículos para su limpieza personal, un cepillo de dientes uno para el cabello, su afeitadora, desodorante, shampoo..."Afeitadora" se repitió a si misma, una delgada lámina de acero destello en la obscuridad, un destello que al final le reveló la imagen de Julie sonriendo.... Tomó la navaja en sus manos, aquello era más difícil que simplemente tomar pastillas, se trataba de herirse, causarse daño, pero ¿acaso eso importaba? No.

-No....- escuchó una pequeña voz, Emily estaba en la puerta de su cuarto, abrazaba a su oso mientras miraba asustada a Danielle- por favor.... no hagas eso...-

Danielle miró sus ojos de niña, inocentes, miraban con terror la navaja en sus manos, algo en esa mirada dulce y compasiva la hizo despertar.

-No...iba a guardarlo- dijo simplemente, Emily le regalo una sonrisa y se fue corriendo.

Cuando se quedó sola se reprochó por lo que acababa de pasar, apenas llevaba ahí un par de horas y ya esa niña había logrado evitar una vez más que acabará con su vida, frustrada tomó nuevamente la navaja en sus manos y sin pensarlo dos veces atravesó sus muñecas, la herida fue profunda, esta vez no dejaría que le arrebataran de la muerte, ahora sería seguro, no iban a detenerla una vez más.

La sangre corría por sus manos, manchaba el piso, las energías se le iban de apoco, no había dolor, ni remordimiento. Venían a su mente los últimos momentos con Julie, la llamada de reproche que le hizo momentos antes del accidente, como la vio en aquella cama, en la camilla, en el ataúd. Su familia estuvo con ella en todo momento pero aún así se sentía sola, vacía, muerta.

Escuchó unos pasos correr por el pasillo, pero sus párpados ya se estaban cerrando, estaba funcionando, la vida se le iba y ahora nadie podría impedirlo, lo último que vio fue a la señora Miller y a los enfermeros entrar.

No sentía absolutamente nada, ni frío, ni calor, no dolor, estaba muriendo, sonrió feliz, ahora podría estar con su amada, sin que nadie lo impidiera, se vio de repente en una habitación blanca, no no era una habitación, era un universo en blanco, la nada, podía caminar y seguía vacío, posiblemente esa era la transferencia del mundo de los vivos al de los muertos.

-Dan....- escuchó la voz que tanto había anhelado oír otra vez- Dani...- le dijo nuevamente.

-¡Julie! ¿Donde estas?- decía buscándola en aquel espacio vacío.

-Dani regresa- le decía la voz.

-¡No! No tengo nada allá, quiero estar contigo- le hablaba a la nada, buscando a su amada.

-Te equivocas Dani....regresa....no le hagas daño a más personas...-

La voz comenzaba a alejarse, Danielle corría desesperada, no quería perderla, no otra vez. La luz se volvió oscuridad, la oscuridad comenzaba a disiparse al momento en que ella abría los ojos, alguien apretaba su mano y lloraba, tristemente se dio cuenta que no había podido salirse con la suya, esta viva.

-¡Danielle!- era la voz de su padre, el llanto paró, su madre se incorporó y se abrazo de ella, dando gracias a los dioses que le habían regresado a su hija. La chica no se inmutó, era como si no le importara que su madre se preocupara por ella, que se alegrarán de tenerla entre los vivos.

***

En otro punto de la ciudad una jovencita de 17 años alistaba sus libros para la universidad, hablaba alegremente con su madre sobre las actividades que tenía planeadas para después de la escuela. Amy era una chica alegre y llena de energía que gustaba de ayudar al prójimo, tenía en casa unos 9 perros y 6 gatos que había rescatado de la calle, los fines de semana ayudaba en el asilo de ancianos y los miércoles leía para los niños en el orfanato.

-Ya tengo algo en que ocuparme los martes mamá-

-deberías descansar un poco, esta bien que ayudes a otros pero si te enfermas o desgastas ya no podrás hacerlo-

Aunque su madre tenía razón ella se sentía bien en apoyar a otros, todos necesitaban de vez en cuanto sentirse amados, sentir que no estaban solos, y si ella podía apoyar aunque fuese un poco a las personas con gusto lo haría.

Notas finales:

Y eso es todo por ahora la historia de Dani se va desarrollando poco a poco, se vienen cosas interesantes.

Gracias por leer 

Saludos


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