Una fuerte jaqueca lo despertó. Se encontraba atado a una silla encerrado en una elegante habitación. Luchó con todas sus fuerzas para zafarse de los amarres pero fue inútil, las cuerdas hacían demasiada presión que en cualquier momento comenzarían a córtale la circulación en las manos y pies. Se alertó por unos momentos y se recrimino fuertemente por haber bajado la guardia. Debía serenarse y pensar en la mejor manera de salir de la situación.
-Al fin despiertas mi bello ángel – No hacía falta mencionar que se trataba de Marik, se acercó hasta el pequeño y le meció suave y tiernamente los cabellos tricolores – Empezaba a creer que me excedí con la dosis de somnífero – Se posiciono enfrente de él y se inclinó hasta quedar a la altura de su rostro -¿Qué hace un serafín en el infierno? Este no es un lugar bonito para ti – Se acercó a su oído y le susurro – Yo puedo sacarte de tu miseria, no creo que quieras pasar así toda tu vida.
A pesar de que sólo lo contemplo durante unos instantes al entregarle la carta, ahora podía notar que Marik tenía un gran cambio en su semblante; su cabello ya no era lacio, estaba erizado y su mirada daba miedo. Entonces Yugi recordó la descripción “Trastorno de la personalidad”. Cargaba un aura pesada y violenta.
-Es imposible, la única manera de librarse de esto es… – Se supone que no debía mencionar nada sobre su situación e inmediatamente guardo silencio.
-Shh – Marik llevó su dedo índice a los labios de Yugi – Yo lo sé pequeño, solamente asesinándote podrás salir de este vil negocio – Yugi evitó su mirada, no necesitaba que le recordaran como era viable su “renuncia” – Hay alguien que puede hacer ese trabajo y quizá dentro de poco tendré que enviarle algo, así que en cuanto tenga listo el paquete, pediré que seas específicamente tú quien se lo entregue.
-¿Por qué no lo hace ahora? En la posición en la que me encuentro no debería suponer ningún inconveniente – Yugi en verdad seguía presa del pánico y aun así tenía el coraje para incitar a Marik a asesinarlo.
Una risa escalofriante y maniática resonó en la habitación.
-No me gusta mancharme las manos de sangre inocente, mi especialidad son otras cosas dulzura. Además, si no te resistes, podría fungir como tu benefactor. Si necesitaras dinero te daría cuanto quisieras, inclusive podría salvarte de tu triste destino sin necesidad de hacerte ni un rasguño ¿Qué dices encanto?
Dicho eso último, acunó entre sus manos el rostro impávido del pequeño para plantarle un violento beso, al cual Yugi no opuso resistencia a pesar del dolor causado por las fuertes mordidas en su lengua y labios, buscaba una mínima oportunidad de escapar. No dejaría que profanaran de ese modo su inocencia.
Por supuesto que no creía ninguna palabra de Marik sin embargo, esperó que creyera que en verdad era demasiado ingenuo; para su suerte - ignorando la fuerza que poseía Yugi - Marik aflojó las ataduras. Acción que aprovecho Yugi para romperlas, alejarse lo más posible y correr hasta la puerta más cercana. Sus acciones se vieron detenidas por Marik, quien se abalanzo sobre el pequeño, quedando ambos en el suelo e iniciando un forcejeo. Poco a poco el pánico y la desesperación crecían alentando los movimientos y pensamientos del pequeño hasta que al fin entre golpes y lesiones, asestó un certero golpe a la entrepierna de Marik, tiempo que uso para salir de la habitación bloqueando la puerta por fuera.
Antes de salir de la ostentosa casa, regreso a la sala en donde estuvo esperando y hurgó entre todos los artilugios raros en busca de uno en específico que logro hallar; el cetro del milenio.
¿Acaso aquel psicópata era miembro de aquella familia guarda tumbas? ¿Tomarlo o no? ¿Qué debía hacer? Toda su vida se fue por la borda tratando de conseguir uno de esos artilugios, claro que no pensaba adquirir el original, sin embargo tampoco era sencillo conseguir una réplica.
Se alejó discretamente de aquella zona ignorando que había sido observado por un par de deslumbrantes ojos azul claro durante su estancia en la casa, regreso a la sede, recibió su paga y volvió a su apartamento.
CONTINUARA