Mejórate pronto.
Es lo único que la tarjeta decía, no había firma alguna, fecha o grandes dibujos que la decoraran. Era una simple hoja de papel color rojo con letras en negro remarcadas por dos tipos distintos de tinta, como si tuviese miedo de mostrarse.
—No muerdo—le comunico al chico que está sentado debajo de un árbol—No muy fuerte.
Sus dulces mejillas se tiñen de un color intenso adorable, sus manos luchan una contra otra por la ansiedad del momento. Sus rizos rebotan sobre su frente cuando trata de decidir si lo mejor es mirarme o encontrar más interesante sus pies.
—Hay una parte de mí que nunca conocerás—por fin atraigo su atención—Sin esperanza te daré todo pero no renunciare a ti.
Sus ojos se abren por la sorpresa, en lo personal no me gusta ese tipo de música más sin embargo le queda perfecta a su personalidad desmedida y rebelde. Ahora busca en mi persona cualquier signo que le diga que es mentira o que me daré media vuelta para hablarle a los demás y burlarnos en coro del extraño Holmes. Nada de eso sucede, nada de eso quiero. Lo único que deseo es estar a su lado sin importar el costo. Me tiene atrapado en una vorágine de sentimientos desde que piso el aula por primera vez.
—No te defraudare—continuo antes de que los nervios ganen la partida—No te dejare caer si el momento llega alguna vez.
Su cuerpo se mueve, ¿Cuantas veces eh soñado con tenerlo solo para mí? Poder venerarlo hasta que los dioses sientan vergüenza y envidia, marcarlo con mi nombre a base de caricias y besos. Su estatura rebasa la mía y su piel es tan blanca como la porcelana más fina. Su rostro me muestra una sonrisa que inunda sus ojos y me deja sin aire.
—Sin esperanza te amare eternamente.
No necesito de más, creo que me dará un ataque, hare el ridículo convulsionándome frente a él. Probablemente me tome entre sus brazos y sus labios traten de darme el aire que mis pulmones no pueden tomar por si solos.
No parece tan mala idea.
Sin embargo nada de eso pasa, tomas sus cosas que están en el pasto, con su mochila al hombro me toma de la mano y caminamos hacia la siguiente clase con los dedos entrelazados. Puedo volar, a su lado puedo hasta enfrentarme a los piratas más temidos de la antigüedad, a los guerreros aztecas águila y leopardo…
—No pienses tanto—me dice sonriendo antes de entrar al aula—eso déjamelo a mí.
Sus labios tocan mi hombro lastimado, ese que me dejo fuera de la escuela una semana y que con terapia he podido volver a clase pero no a los partidos de rugby. Los colores suben a mi rostro y el corazón quiere salir a cantar las más hermosas melodías para su ahora nuevo dueño. Abre la puerta para dejarme pasar primero y sin que me dirija me siento en la banca más apartada del aula, la que da las vistas más hermosas al jardín.
La clase comienza, el profesor se sorprende un poco por mi nueva posición pero no comenta nada. Siento como Sherlock toma mis dedos de la mano izquierda para juguetear con ellos. No quiero concentrarme en clase y tomo un par de apuntes innecesarios que después no importaran, no si el cerebro Holmes puede darme tutorías.
"Te costaran muy caras Watson"
"¿Habrá manera de pagarlas con otros métodos?"
"Podemos llegar a un acuerdo"
— ¿Recaditos en clase señores?
Definitivamente estoy loco por Sherlock Holmes.