Mi vida siempre había sido normal, padres cariñosos, pocos pero buenos amigos, un trabajo estable, pero nunca me sentí conforme con nada, siempre tenía la sensación de que algo me faltaba, en ese entonces no lo sabía, ahora sí.
-Park Jimin, mucho gusto- se presento dulcemente un chico frente a la puerta de mi departamento.
-¿Y tu quien eres?- fruncí el ceño a la vez que extendía mi mano para no lucir maleducado.
-Tu nuevo vecino del frente- seguía tan sonriente que casi me desagradaba.
-Min Yoongi- dije a la vez que abría la puerta de mi hogar y me adentraba en el.
Jimin no pidió permiso para entrar a mi vida, hizo lo que quiso y cual huracán se encargo de hacer un desastre, un muy buen desastre en mi vida.
-Hyuuuuung- tocaba la puerta insistentemente. Me levante de mala gana del sofá. Era mi día libre y lo único que quería era descansar.
-¿Qué quieres mocoso?- abrí la puerta con el seño fruncido. Ni siquiera me dio tiempo de pestañear cuando ya estaba dentro de mi casa, acomodándose.
-Traje comida y películas, ven, rápido- palmeo el puesto a su lado. Rodee los ojos y me acerque fingiendo enfado.
-¿Cuándo te aburrirás de fastidiar mis domingos libres?
-Uhm…-lo medito unos segundos- cuando aceptes salir conmigo- sonrió sonrojado.
Nuestra relación, si es que así podía llamarse, avanzo rápidamente, pero siempre bajo mis términos.
Si había algo que odiaba con mi vida eran las muestras de afecto, cosa totalmente parte de Jimin.
-Hyung ¿Por qué no tomas mi mano?- pregunto cabizbajo mientras caminábamos por la calle.
-No me gustan esas idioteces Jimin, lo sabes- respondí severo.
-Pero somos novios…-pare en seco.
-¿Disculpa? Que yo sepa las condiciones eran no afecto y no ataduras a la hora de definir lo que sea que tengamos.
-Lo siento Yoongi, siento pedir más de lo que me puedes dar- intentó sonreír.
Si pudiera definirme en tan solo una palabra sería “cabrón” y aun así no sería suficiente. Nunca fui capaz de retribuir una pizca de todo el amor que Jimin me dio, así como tampoco sería capaz de olvidar su mirada llena dolor esa noche.
Sentía sus labios recorrer mi pecho con ternura. Acaricie su espalda baja casi cerrando los ojos por el sueño.
-Te amo Yoongi- recostó su cabeza en mi pecho y su mano en mi abdomen. En ese momento no pude evitar ponerme helado, rígido, ahogado. Me levante con brusquedad y comencé a buscar mi ropa por el suelo.
-¿Qué pasa? ¿Qué haces?- se sentó en la cama, extrañado.
-Me voy- comencé a vestirme rápidamente.
-Yoongi…-se levanto de la cama rápidamente para seguirme a la puerta.- Espera ¿hice algo mal?- tomo mi brazo para retenerme. No me di vuelta, pero supe inmediatamente que estaba llorando.- No importa si no me amas, esperare a que lo hagas ¿sí? –su agarre se hacía cada vez más fuerte.
-Jimin, basta- soné enojado.
-Yoong…-no lo deje terminar cuando me deshice del agarre de manera brusca. Jale mi brazo fuertemente, tanto que lo hice caer al suelo.
-Yo no te amo Jimin, entiende eso. Todo esto que acabamos de hacer solo fue sexo, siempre tienes que arruinar todo- le grite enfurecido y fue ahí, en ese instante cuando por primera vez me sentí fatal. Su cabeza gacha y sus mejillas llenas de lágrimas, su cuerpo temblando levemente, sus sollozos que cada vez se hacían más fuertes. Antes de que me volviera a mirar salí casi corriendo a mi departamento.
Cuando me decidí a pedir disculpas, explicarme y ser por primera vez sincero ya era demasiado tarde. Jimin se había ido. En ese entonces quizás me sentí un poco mal, pero con el paso de los meses comencé a sentir su ausencia lentamente. Comencé a extrañar esos fines de semana juntos, sus sonrisas, sus chistes, sus caricias, nosotros…haciendo el amor. Fue en ese punto que admití mis sentimientos, que admití lo maldito que había sido con él, lo mucho que lo había humillado e ignorado. Me di cuenta que lo amaba y que él era eso que tanto había buscado y cuando lo tuve lo deje ir…
Dicen que los años hacen lo suyo y poco a poco curan las heridas, unas que yo mismo me ocasioné, estaba casi seguro de ello hasta que después de casi dos años lo volví a ver, una calle nos separaba, pero ahí estaba.
Se veía incluso más precioso que antes, su cabello nuevamente oscuro, su sonrisa radiante, se veía lleno de vida. Sentí unas ganas enormes de acercarme, pedirle perdón o simplemente decirle algo. Hubiese sido así de no haber visto a aquel hombre tomando su mano, sonriéndole con amor y besando sus labios sin ataduras.
Antes de darme la vuelta, nuestras miradas se encontraron, su sonrisa desapareció y por unos leves segundos percibí esa mirada y esa cara llena de congoja de nuestro último encuentro. Me congele por unos segundos, pero luego solo pude sonreírle, quizás con la leve esperanza de que me volviese a sonreír como solía hacerlo, pero ya sabía que no sería así.
El camino a casa se me hizo diez veces más largo que de costumbre y creo que hasta el cielo se estaba sintiendo como yo en mi interior. Levante mi mirada al cielo para sentí las gotas de la lluvia, pero no, no había lluvia, no habían nubes, solo era yo, por primera vez sintiéndome más solo que nunca. De mis ojos caían lágrimas y mientras más pasaba mis mangas para quitarlas, volvían a caer con más insistencia.
Al llegar a mi departamento solo me limite a llorar en silencio, sintiéndome una mierda, deseando haber hecho las cosas bien. Yo pude haber sido quien tomase su mano con cariño, quien besase sus labios con amor, quien le hiciese sentir la persona más importante en mi vida. Pero en vez de eso solo lo trate como una cosa desechable.
Si pudiese volver a hablar con él, solo podría desearle lo mejor, alguien que lo aprecie, que lo mime, alguien que lo ame como yo no lo hice cuando tuve la oportunidad.