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Converse High por Naga

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11

La noche estaba aburrida y sin sentido. Sus compañeros de habitación debían estar realmente cansados, porque no hablaban ni trataban de iniciar ningún tipo de interacción. Las luces estaban a baja intensidad, el silencio era roto por el videojuego que tenía entretenido a V en la televisión; J-Hope ya estaba metido en la cama, sin embargo, JiMin podía decir que no estaba dormido porque podía ver sus ojos medio abiertos gracias a la luz que desprendía la pantalla de su móvil, seguramente estaba viendo cómo jugaba TaeHyung, esperando a que el sueño lo venciera.

 

El día había sido agotador, como siempre, pero JiMin aun no tenía ganas de dormir. Ya se había puesto el pijama y estaba tumbado en su cama, viendo una película desde su móvil, la cual no le estaba atrapando y estaba empezando a aburrirle.

La película seguía en marcha en la pantalla de su teléfono, pero JiMin había dejado de mirarla y había clavado su vista en la espalda de TaeHyung, que estaba inusualmente callado y concentrado en su juego. JiMin pensó en molestarlo. Tal vez si saltaba silenciosamente sobre su espalda le daría tal susto que lo matarían en su juego, y así tal vez pudieran hacer algo juntos.

 

Pero JiMin no llegó a ponerse en marcha, pues tres ligeros golpes sonaron en la puerta. HoSeok fue quien contestó con un perezoso «adelante», y la puerta se abrió, despacio, el hueco suficiente para que apareciera la cabeza de NamJoon.

La mirada del líder fue primero a la cama individual donde yacía el agotado J-Hope, quien le dio las buenas noches con una sonrisa cansada. Después miró a TaeHyung, que ni si quiera parecía ser consciente de que había alguien más en la habitación. Y por último, encontró a JiMin en la penumbra de la cama de abajo de la litera.

Al verlo allí, el corazón de JiMin empezó a latir desesperado. Hacía mucho tiempo que RapMon no iba a buscarlo y temía que el líder no hubiera llamado a su puerta para llamarlo a él, si no por algún otro motivo que no lo incluyera, como desearle suerte a TaeHyung en la grabación del drama del día siguiente, o querer tratar con HoSeok algún tema referente al rap.

JiMin no quería ilusionarse para evitar el duro golpe de la realidad y la decepción, pero nada más ver a NamJoon allí parado ya estaba deseando su llamada desesperadamente.

 

— ¿JiMin está dormido? — preguntó NamJoon a HoSeok, con voz muy suave, como si temiese despertarlo en caso de que la respuesta fuese afirmativa.

 

— Creo que no — respondió HoSeok, mirando en su dirección.

 

— Estoy despierto — JiMin se incorporó un poco para sentarse al borde de la cama y dejarse ver.

 

NamJoon dio un paso hacia el interior de la habitación, abriendo un poco más la puerta, dejándose ver. Estaba vestido como para salir a la calle, su pelo revuelto en todas direcciones, su cara lavada de todo maquillaje, sus ojos más afilados de lo que solían parecer cuando lo llevaba, marcadas ojeras bajo sus parpados hinchados mostraban en todo su esplendor lo agotado que estaba.

JiMin quería creer que estaba allí, buscándolo de nuevo, pidiendo su consuelo, rogando porque lo acogiera entre sus brazos y le diera el gran abrazo que había rechazado durante esos días en los que había estado deprimido y que había sentido vergüenza de pedir cuando se había ido recuperando.

 

Parecía un poco indeciso, pero aun así, NamJoon no apartó ni un instante los ojos de él. Después de lo que pareció una eternidad, cuando en realidad habían sido unos segundos, el líder al fin abrió la boca para expresar lo que le había llevado a la habitación de aquellos tres revoltosos a los que parecían haber dado un potente calmante de lo tranquilos que estaban.

 

— Me gustaría hablar un rato contigo, JiMin... ¿Quieres venir a dar una vuelta? — preguntó finalmente. NamJoon no debía ser consciente en absoluto de la expresión de perro apaleado que estaba poniendo cuando hizo su petición, como si temiera que JiMin fuera a negarse.

 

Y a decir verdad, se sintió tentado.

«Estoy cansado, hyung», «¿No puede esperar?», o «No me apetece».

Se merecía un poco un rechazo así, después de todo lo que JiMin había tenido que esforzarse para que acudiera a él de una vez por todas, porque era NamJoon quien lo necesitaba a él. Pero sería un completo embustero si dijera que JiMin no necesitaba a NamJoon.

No tenía corazón para negarse a esa petición. No después de todo el tiempo que había pasado sin esas charlas en las que NamJoon buscaba su apoyo y su consuelo. No tras todo lo que había hecho para llamar su atención.

 

— Claro que sí — aseguró, poniéndose de pie — Pero tengo que cambiarme de ropa... ¿Me esperas?

 

— Tranquilo... Estaré en la azotea.

 

NamJoon se marchó, cerrando la puerta detrás de él. En cuanto se escuchó el «click» del seguro, JiMin se movió como una tempestad, saltando por encima de la cama de HoSeok, haciendo que el bailarín principal soltase una exclamación de miedo y sorpresa, cuando JiMin ya estaba brincando en el suelo, directo al armario.

 

— Podrías disimular al menos... — se quejó HoSeok, haciendo reír a JiMin, quien rebuscaba en su armario algo apropiado que ponerse.

 

HoSeok lo observaba vestirse con una expresión indescifrable, y con sus palabras, TaeHyung pareció desconectarse del videojuego por un momento para mirar a sus dos compañeros de habitación con confusión.

 

— ¿Te vas, Jimminie? — preguntó, al ver que JiMin se colocaba sus mejores pantalones vaqueros de un tirón.

 

— Le ha llamado NamJoon... — explicó HoSeok, apoyando la cabeza en un brazo.

 

— Aaah...

 

TaeHyung comprendió, pues era algo que habían hecho a menudo, aunque hacía tiempo que no sucedía. Él también se quedó mirando cómo terminaba de vestirse JiMin, poniéndose una camiseta con el corte de las mangas tan ancho que podían verse sus costados.

 

— Que guapo te estás poniendo — comentó TaeHyung, mirando con atención, igual que HoSeok, cómo JiMin se acicalaba delante del espejo, peinando sus esponjosos cabellos con los dedos.

 

Sabía que los chicos estaban intentando que lo negara, que dijera algo en su defensa, y que el silencio de JiMin sólo hacía que sacaran sus propias conclusiones. JiMin estaba tan extasiado que era incapaz de contradecir nada de lo que sus compañeros pudieran pensar, seguramente porque estaban bastante cercanos a la realidad.

JiMin ya no podía ocultar más sus intensos deseos por llamar la atención de NamJoon, y el susodicho parecía ser el único en no darse cuenta. O tal vez eso fuese a cambiar esa noche.

 

A penas se despidió de los chicos y salió cómo un rayo de la habitación, deteniéndose en la entrada para calzarse con las únicas converse rojas del estante de los zapatos.

No sabía qué esperar de NamJoon, pero JiMin se encontraba esperando algo. Seguramente esperaba que lo tocara, que lo tocara mucho, por todas partes; que lo abrazara; que lo besara. Las rodillas de JiMin temblaban sólo de pensar en besos, y pensaba mucho en besos últimamente.

Antes simplemente se lo había prohibido. Cada vez que se imaginaba los labios de NamJoon sobre los suyos, se había sentido culpable y sucio por tener esos pensamientos incorrectos y depravados. Ahora que esa fantasía parecía más bien una posibilidad, JiMin se permitía soñar despierto con aquello sin ninguna censura.

Tal vez esa noche sería la primera vez que JiMin dijera en voz alta su gran secreto, ese que no se había permitido demostrar hasta que le vio las orejas al lobo cuando otra persona le había arrebatado las atenciones de NamJoon. Era hora de que NamJoon supiera que JiMin se pondría Converse altas de color rojo durante toda su vida si con ello conseguía que el líder lo mirara sólo a él.

 

JiMin dejó el apartamento y subió las escaleras hacia la azotea de dos en dos, incapaz de contener la emoción y las energías de las que se había llenado.

Al abrir la puerta de la azotea, se encontró que estaba oscura y tenuemente iluminada por las farolas de la calle. No había ni rastro de Rap Monster, JiMin miraba en todas direcciones, buscándolo, esperando a que su visión se acostumbrara a la penumbra, pero aun así, no era capaz de verlo.

Avanzó un poco más, asustado. No le gustaba la oscuridad, la soledad y el silencio que había allí arriba, y de repente, sintió miedo. Sintió miedo de haberse equivocado en el punto de encuentro y que NamJoon se cansase de esperarlo mientras lo buscaba. Sintió miedo de que la puerta de la azotea se hubiera cerrado y se quedase encerrado allí, solo, a oscuras, sin su móvil para poder llamar a sus compañeros para que subieran a rescatarlo. Sintió miedo de que NamJoon lo hubiera engañado y lo hubiese ido a buscar para abandonarlo allí conscientemente.

 

— JiMin.

 

La voz profunda llamando su nombre desde su espalda lo asustó hasta el punto de hacerle soltar un grito de pánico nada masculino. JiMin se había puesto tan tenso en sólo unos segundos que escuchar su nombre venir de la nada le había dado tal susto que por poco le provocó un ataque al corazón.

Se giró lentamente para ver que NamJoon estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en una de las salidas de ventilación. Su sonrisa suave tranquilizó los salvajes latidos del corazón de JiMin que el susto había provocado. JiMin suspiró, y relajando los hombros, se acercó a su líder a pequeños pasos.

 

— Perdona, no pretendía asustarte — se excusó NamJoon a la vez que JiMin se sentaba a su lado. Por un momento, JiMin sintió la mirada de NamJoon sobre sus pies enfundados en Converse, pero esa sensación sólo duró un segundo, pues cuando se atrevió a girar la cabeza para verle a los ojos, él tenía su rostro vuelto al cielo, mirando la noche despejada — Pensé que podíamos mirar las estrellas, pero cuando subí y me senté, me di cuenta de no se ve casi nada...

 

Hacía mucho calor para ser media noche, no corría ni una pizca de aire y no había ni una sola nube. Sin embargo, apenas se veían dos o tres puntos brillantes en el cielo, la intensidad luminosa de la metrópolis de Seúl hacía prácticamente imposible que la luz de las estrellas llegara adecuadamente a sus ojos.

A JiMin no le importaba, porque el brillo de la estrella que estaba sentada a su lado habría eclipsado el de todas las demás.

 

— No importa... — aseguró JiMin, alegre de nuevo, estirando los brazos hacia arriba y poniéndose cómodo — Se está muy bien aquí de todas maneras... Podemos estar a nuestras anchas sin que nadie nos moleste por un rato...

 

— Es cierto... Hace tiempo que no tenemos ni un minuto de paz...

 

Se hizo un cómodo silencio entre ellos. JiMin estaba acostumbrado a que NamJoon lo llamara aunque no tuviera ganas de hablar. JiMin entendía que a veces sólo necesitaba una presencia que calmara su ansiedad y su tristeza, cosa que JiMin conseguía con su aura tranquila y gentil.

Un poco nervioso, JiMin reunió el valor para ladear la cabeza y mirar a NamJoon con disimulo mientras él tenía la vista clavada en el oscuro cielo. JiMin había creído que NamJoon sonreía pacíficamente, pero se sorprendió al comprobar que estaba serio y que se podía intuir una arruguita en su ceño que indicaba que no estaba tan calmado como aparentaba.

 

Con esa valentía que se había asentado en su estómago, JiMin se atrevió a mover su mano lentamente sobre la de NamJoon, entrelazando sus dedos con timidez. Sintió la sorprendida mirada de NamJoon cernirse sobre él en cuanto sintió el contacto, pero JiMin ya había apartado la suya, clavándola en el suelo. Debía tener las regordetas mejillas completamente rojas ya que las sentía arder, y agradecía intensamente la oscuridad para que NamJoon no pudiera verlas.

 

 — También hace tiempo que no me llamabas, NamJoon-hyung... — murmuró JiMin, con voz trémula y la cabeza gacha por la vergüenza — Estaba preocupado por ti...

 

— JiMin... — NamJoon suspiró, tenso. Se soltó del agarre de JiMin, y JiMin pensó que había conseguido enfadarlo. Pero en vez de eso, NamJoon dio la vuelta a su mano y sostuvo la de JiMin en un agarre firme y efusivo — No era mi intención... Te prometo que no lo estaba haciendo a propósito... Sé que os he tenido muy preocupados... A ti... A Jin... A Suga... Ahora soy consciente de que no sabíais qué hacer conmigo, y ahora que lo veo todo con claridad de nuevo puedo decir que estaba fuera de control... Estaba confundido y dando palos de ciego...

 

Aunque estuviera bastante avergonzado para mirarlo, JiMin sintió cómo el cuerpo de NamJoon se movía ligeramente, disponiéndose de forma que pudiera estar frente a JiMin. El menor se atrevió a levantar un poco la mirada para ver que NamJoon estaba un poco inclinado hacia adelante, sosteniendo la mano de JiMin entre la suya, con fuerza. JiMin lo miró a la cara, y pudo ver el rostro compungido de NamJoon, sus ojos atravesándole hasta el alma. Todo su lenguaje corporal expresaba arrepentimiento, sinceridad y mucho afecto dirigido únicamente a JiMin.

JiMin no podía quedarse indiferente ante eso, y pese a la vergüenza, él también lo encaró, invitándole a que siguiera hablando, que se desahogara y soltara todo el sufrimiento que había estado acumulando durante el último mes.

 

— La chica del aeropuerto... — JiMin hizo una mueca al escuchar hablar de la chica. No quería ni oír hablar de ella, los celos le corroían sólo de recordarla. Había sido su culpa que todo se truncara durante ese tiempo. — No sé que me pasó... Estaba estresado, me sentía un poco solo y frustrado... Y ella era tan guapa... Tan... No sé... — NamJoon se mordió el labio, como si hubiera algo que quisiera decir, pero se lo prohibía — Cuando me miró, sentí que me volvía loco, y nos tuvimos que ir tan rápido... Se me juntó todo un poco y no me la podía quitar de la cabeza. Me obsesioné...

 

— Todos nos hemos sentido así alguna vez, hyung... — mencionó JiMin, con un nudo en la garganta al escuchar cómo NamJoon hablaba de esa chica a la que ni si quiera conocía, cuando tenía a JiMin bebiendo los vientos por él a sólo un palmo de distancia. Dolía, pero JiMin consideraba a NamJoon mucho más importante que sus propios sentimientos en ese mismo instante — No podemos controlar cuando nos enamoramos...

 

— No, no era amor... YoonGi tenía razón... No puedes enamorarte de alguien con quien ni si quiera has hablado una vez. — NamJoon agachó la cabeza, avergonzado, frotando su pulgar en círculos en el dorso de la mano de JiMin — Era una distracción, una fantasía, una vía de escape de la realidad...Me evadí tanto que me olvidé de todo y me centré en mi propio mundo de estupidez... Os descuidé a todos... Ignoré mis deberes de líder... Actué como un mocoso, un niñato egoísta...

 

Conforme iba hablando, admitiendo sus propios errores, sus fallos, sus imperfecciones, su voz se iba rompiendo, cediendo al llanto poco a poco.

Esa imperfección era la que tanto amaba JiMin, pero a NamJoon le causaba tanto pesar que no era capaz de verse a sí mismo como JiMin lo veía. Por eso, él siempre se había esforzado por potenciar esas deficiencias, hacerlas ver como algo positivo, para que NamJoon comprendiera que nada era tan malo como él lo pintaba.

 

Por un momento, NamJoon fue incapaz de seguir hablando, su propia vergüenza le ahogaba. Con la mano libre se cubrió los ojos y se los limpió, frotándoselos con fuerza con los dedos, apartando los indicios de humedad.

 

— NamJoon... —  a JiMin se le rompía el corazón de verlo así. Intentó acariciarle el rostro, atraerlo hacia él, abrazarlo, reconfortarlo... pero NamJoon no se lo permitió. Lo apartó con delicadeza, sorbiéndose la nariz, a penas levantando la mirada con una sonrisa avergonzada.

 

— No me consueles, por favor... — le suplicó — No importa lo que haya hecho, JiMin, tú siempre me perdonas todo con esa facilidad... como si no tuviera importancia... como si realmente no te hubiera molestado... Pero soy consciente de que te hago daño, que sufres por mi culpa, y soy yo el que no se puede perdonar... Y ésta vez no me merezco tu consuelo... No me lo merezco...

 

— No hagas eso, hyung... — JiMin veía con pesar cómo NamJoon se fustigaba a sí mismo, torturándose por cosas que JiMin ni si quiera pensaba — No digas que no lo mereces, porque no es verdad... No has hecho nada malo...

 

— ¡Claro que sí! Después de lo que YoonGi dijo lo vi claramente... Desestabilicé al grupo... os descuidé, fui irresponsable... mis fallos os perjudican a todos... Lo siento de verdad, JiMin... Siento haber actuado así. — JiMin veía con rabia cómo se estaba compadeciendo de sí mismo y empezaba a sentir ganas de golpearlo para que parara. Nunca le había gustado que se martirizara de esa manera, pero, lo que no esperaba era que NamJoon todavía pudiera sorprenderlo — No estaba deprimido. No del todo... — admitió. JiMin supo que se refería a las semanas posteriores a su encontronazo con Suga en la sala de producción — Estaba muy avergonzado... Me sentía muy culpable por cómo me había comportado, no sabía cómo actuar, no me había perdonado del todo y no podía comportarme con vosotros como si no hubiera pasado nada. Sé que intentabas animarme con todas tus fuerzas y que hiciste de todo por alegrarme, pero seguía pensando que no me lo merecía... Sabía lo que eso te estaba haciendo daño a ti y aun así, seguía negándome a aceptar tu consuelo, JiMin...

 

— ¿Y por qué sigues sin aceptarlo ahora? — JiMin se sorprendió pronunciando esas palabras. Ni si quiera había pensado en decirlo en voz alta cuando ya estaba saliendo de su boca. Sintió su tono, serio y un poco duro; su rostro relajado y un poco inexpresivo, pero su mirada intensa, clavada en NamJoon, que levanto al instante sus ojos aguados, encontrándose sus miradas.

 

JiMin observo, en silencio e impasible, cómo la voluntad de NamJoon se quebraba, todo su ser se rompía y estallaba a llorar. El mayor se tumbó en el suelo de la azotea, caliente después de todo el día pegándole el sol, y escondió la cara en el tierno muslo de JiMin, llorando como un niño pequeño, pidiendo perdón una y otra vez, mientras JiMin le acariciaba la cabeza y le cantaba en susurros el estribillo de «Hold me tight».

Era un poco irónico que en la letra de la canción, pedía que le abrazara, y sin embargo, siempre era JiMin quien le abrazaba a NamJoon. Pero también pedía por su confianza. JiMin sabía que NamJoon confiaba en él, solamente en él. Sólo a JiMin le mostraba esas lágrimas, desconsoladas y culpables, arrepentidas por haberse equivocado.

 

NamJoon muchas veces ignoraba a JiMin, le contestaba de mala manera, le apartaba de su camino sin querer... Le hería cuando intentaba llamar su atención y ni si quiera lo miraba. Le hacía miserable cuando JiMin hablaba y hablaba y NamJoon no le escuchaba ni una sola palabra. Pero JiMin no podía estar mucho tiempo enfadado con él, no cuando sabía que todo eso lo hacía sin querer. No cuando las cosas buenas superaban las malas.

Como cuando NamJoon le cogía de la mano para reconfortarlo cuando se sentía inseguro, sin importar quien estaba delante, si había cámaras o si se encontraban delante de la multitud en el escenario. O como cuando le pedía hacer algo que NamJoon realmente no quería hacer, pero cedía de todas maneras por complacerlo. O como cuando intentaba explicarle un paso de baile y NamJoon se dejaba enseñar, pero era incapaz de hacerlo como él. O como cuando NamJoon no podía parar de reír con adoración cuando JiMin actuaba de forma linda sólo para él.

Todo eso era más importante para JiMin que cualquier error que NamJoon pudiera cometer.

 

Cuando subió allí, JiMin no esperaba que su noche terminara con NamJoon medio dormido en su regazo después de haber vertido como un millón de lágrimas, un montón de culpabilidad y todas sus energías pidiéndole perdón, pero el resultado había sido igualmente satisfactorio al saber que su hyung despertaría por la mañana a tope de autoestima y energía, después de que todo su dolor fuera drenado por la presencia de JiMin.

 

Pero no todo fue drama para JiMin aquella noche, pues consiguió escuchar unas palabras que NamJoon pronunció medio dormido en el suelo:

 

— Me encantas cuando llevas Converse, JiMin.

 

 

 

12

Después de escuchar esa confesión, aunque fueran los delirios de un adormilado NamJoon, JiMin no podía simplemente dejar de usar las Converse, no importaba cuánto sus compañeros se metieran con él.

JungKook le hacía algún que otro comentario picante al oído siempre referente a Rap Monster, SeokJin seguía mirándolo con reprobación, HoSeok comentaba cada mañana que era tan obvio que no entendía cómo NamJoon no podía verlo, y YoonGi simplemente se encogía de hombros y decía que si eso le hacía feliz, él no tenía por qué quejarse.

TaeHyung parecía ser el único que no tenía nada que decir ni juzgar al respecto y JiMin creía que su mejor amigo lo apoyaba en su silencio.

 

Sin embargo, JiMin pronto entendió que lo de TaeHyung no era comprensión, si no completa ignorancia y que si no decía nada era porque no se estaba enterando de lo que pasaba. O si se estaba enterando, pero, como siempre, a su manera.

 

Por lo general, los chicos nunca hacían sus comentarios evidenciando las intenciones de JiMin al llevar sus Converse en presencia de los demás miembros, y mucho menos delante de NamJoon. Ellos simplemente aprovechaban momentos a solas o en los que los demás no estaban prestando atención para dejar caer sus comentarios jocosos y sus advertencias.

JiMin suponía que Jin y Suga lo habían hablado entre ellos, puede que incluyendo a J-Hope también, pero ninguno de ellos había ido con el cuento a NamJoon, respetando el espacio y el tiempo de JiMin, dejando que las cosas fluyeran a su ritmo. JiMin no podía estar más agradecido a sus hyungs, que se preocupaban por él; y aunque de vez en cuando se burlaban de su secreto a voces, habían dejado que JiMin bailase a su propio son, dando los pasos al momento adecuado. No lo había dicho en voz alta, pero todos ellos parecían ser conscientes de los sentimientos de JiMin, y a parte de Jin, no habían intentado detenerlo. Lo habían aceptado con una facilidad pasmosa, y aunque no animaban a JiMin a seguir adelante, habían seguido tratándolo de la misma manera, como si sentir algo por otro miembro del grupo no cambiase nada de nada entre ellos.

 

Pero JiMin supo que todo cambiaría.

Precisamente Jin y Suga estaban muy tranquilos con la situación porque JiMin no iba pregonando su amor como una colegiala enamorada, ya que nunca lo había admitido en voz alta a ninguno de ellos, por mucho que lo picasen; y porque no creían que JiMin tuviera el valor de confesarlos a NamJoon. Y mientras eso no sucediera, NamJoon nunca lo sabría.

Incluso JiMin estaba de acuerdo a esas alturas en que NamJoon no tenía por qué enterarse de aquello, porque JiMin podía seguir soportando aquel amor unilateral mientras NamJoon siguiera tratándolo como lo había tratado siempre.

 

Fue una calurosa noche de principios de agosto que todo se desbarató.

Habían estado trabajando juntos en canciones nuevas, y siempre que se reunían los siete para hablar de temas de canciones y letras, todo era caótico, ruidoso y tenso. A veces fluían en sincronía, pero a menudo había tiranteces debido a la diferencia de experiencia y opinión.

Habían llegado a casa cansados y un poco molestos los unos con los otros, pero Jin sabía perfectamente qué podía arreglar a sus niños un día en el que habían trabajado duro y tenían sus cabezas a punto de estallar.

 

— ¿A quién le apetece pizza?

 

De repente, los callados y disgustados muchachos se convirtieron en cachorros hambrientos que se reunían en torno a la estrecha mesa del comedor, con el panfleto de la pizzería a domicilio y el teléfono en la mano.

Cada uno tenían gustos diferentes, y demasiado buen saque, por lo que era habitual que pidieran una pizza familiar de un sabor diferente cada uno, que al final, siempre acababan compartiendo entre todos alrededor de una amena conversación que conseguía que se les pasasen los cabreos tontos.

 

Los repartidores a menudo tenían problemas para encontrar la casa, por no hablar del enorme pedido que hacían los chicos Bangtan, que debían cargar con siete pizzas en las pequeñas cajonetas de sus motocicletas. Pero a cambio siempre recibían una generosa propina por parte de YoonGi.

 

La primera porción siempre era comida en absoluto silencio, roto únicamente por algún «¡mmm!», «¡wow!» o «¡yah!» de SeokJin, para quien la comida era el mayor placer de su vida. Y cuando el hambre había sido aplacada, continuaban con la segunda porción, iniciando conversaciones mundanas con los carrillos llenos de masa, los labios brillantes por la grasa y finos hilillos de queso derretido prendidos en las comisuras de sus bocas.

 

Como eran tantos y tan hiperactivos, era muy difícil que hubiera una única conversación en la mesa. Eso sólo se daba en programas de televisión y de radio. En casa, había dos, o puede que tres, conversaciones al mismo tiempo alrededor de una comida. JiMin, HoSeok y TaeHyung eran los principales charlatanes y cualquiera de ellos iniciaba el tema, luego, dependiendo de la ocasión, se separaban en minigrupos para seguir hablando sin molestarse los unos a los otros. Volvían a un tema en común y luego se disgregaban una vez más. Así eran las dinámicas en la mesa.

Cuando había pizza de por medio, los temas eran animados y optimistas, más de lo usual. Las noches de pizza eran las preferidas de JiMin, porque las carcajadas estaban aseguradas.

 

— Hobi-hyung ¿viste lo que me sucedió el otro día? — preguntó JiMin, dando toquecitos en el brazo de su compañero bailarín, sentado en frente de él.

 

— ¿Cuándo casi te caes en el programa en directo? — J-Hope lo recordaba. Dejó la porción de pizza sobre la caja antes de empezar a reírse a mandíbula batiente, dando golpes en la mesa con el puño, llamando la atención de sus compañeros, curiosos por saber qué le había hecho reír tanto y tan escandalosamente.

 

Podía ser un poco masoquista sacar ese tema a colación, pues en el momento JiMin había pasado mucha vergüenza. Habían estado interpretando «Crow Tit» en directo en un programa para la televisión nacional y por un fallo de cálculo tonto, JiMin casi se había caído de boca en el escenario, pero parecía haber pasado desapercibido en cámara y para todo el mundo menos J-Hope, que era experto en fallos coreográficos, pues había sido el único en darse cuenta.

 

— ¿Eh? ¿Cómo que casi te caíste? ¡Yo no lo vi! — exclamó NamJoon, curioso y sorprendido, porque lo normal era que esas cosas les sucedieran a Jin o a él, no a JiMin.

 

— Es que fue en la parte de YoonGi, que estáis vosotros dos en el centro. Yo ni si quiera estaba en plano porque la cámara estaba con vosotros, pero fue muy vergonzoso. Iba a salir para unirme pero las suelas no deslizaban bien en ese suelo y se me quedó el pie pegado.

 

— Éste fue JiMin — HoSeok se levantó y escenificó con exageración el tropiezo de JiMin, agitando los brazos en círculos como si fuera a echar a volar mientras daba saltitos a la pata coja.

 

Explotó un coro de risas, incluida la de JiMin, pues no sentía que se estuvieran riendo de él, si no con él, y además, HoSeok había sido muy divertido imitándolo. Además estaban las risas contagiosas de SeokJin y TaeHyung, que hacían difícil la tarea de calmarse.

 

— Te lo mereces, por utilizar zapatillas poco apropiadas para bailar — lo regañó JungKook con condescendencia cuando las risotadas se fueron calmando, pellizcando suavemente la planta del pie de JiMin.

 

— Eso te pasa por ir provocando — se unió TaeHyung al sermón, mofándose un poco inconscientemente — Si no fueses por ahí intentando seducir a NamJoonie-hyung con tus converse rojas no te tropezarías.

 

Se hizo un silencio sepulcral, roto únicamente por las risas solitarias de TaeHyung, el golpe que dio sobre la mesa la porción de pizza que JiMin estaba a punto de comer al caerse de su mano, y las toses de NamJoon atragantándose con el refresco que estaba bebiendo.

 

— ¡TAE! — gritó Jin, anonadado, mirando al insensato que había tenido la idea de decir aquello en voz alta.

 

— ¿Qué...? — consiguió articular JiMin, sin aliento, casi desmayado. Sentía que toda la sangre había abandonado su cuerpo y le había hecho empalidecer — ¿Qué dices, Tae...?

 

— ¿Qué pasa? — preguntó TaeHyung, confuso, sin entender por qué todos sus compañeros lo miraban pasmados — Lo sabíais todos, ¿no? Hasta NamJoon lo sabía...

 

TaeHyung señaló al líder, e inconscientemente, JiMin dirigió su mirada hacia él pese a que en aquellos momentos no quería ni verlo. NamJoon estaba rojo hasta sus orejas, se cubría la boca con la mano y miraba a JiMin fijamente.

JiMin empezó a reír nerviosamente, avergonzado,   deseando que en ese momento se abriera la tierra y lo tragase. Pero nada ni nadie iba a salvarlo en esos momentos. La humillación era demasiado grande y JiMin no podía soportarla.

 

— Qué tonterías dices, TaeHyung... — Con una enorme sonrisa forzada y espasmos de risa histérica, JiMin le quitó importancia a lo que acababa de suceder. Sintió la mirada de todos los miembros sobre él, desde sorprendidos a preocupados, esperando que reaccionase. Pero JiMin no podía reaccionar. Estaba bloqueado, como si la impresión hubiera sido demasiado fuerte y estuviera en estado de shock — Voy a limpiar éste desastre, RapMon-hyung ha llenado toda la mesa de cola... — riendo sin ganas, JiMin se puso de pie y se dirigió a la cocina.

 

Cuando salió del comedor, rápidamente pudo escuchar los murmullos enfadados de sus compañeros, y algunos golpes que volaron directamente sobre TaeHyung.

 

— ¿No has podido mantener la boca cerrada, Tae? — escuchó decir perfectamente a Jin, pese a que había intentado susurrar, pero estaba tan enfadado que no podía controlarlo.

 

— No lo he hecho con mala intención — se quejó el chico, viendo que la ira de todos sus compañeros iba dirigida hacia él por el comentario que él había dicho inocentemente — Creía que lo sabíais todos...

 

A medida que JiMin avanzaba por el pasillo y se dirigía a la cocina, JiMin notaba el pánico apoderarse de él. Le costaba respirar y tuvo que agarrarse a la encimera para no caerse, porque le estaba entrando el pánico al darse cuenta de lo que acababa de pasar.

 

TaeHyung acababa de decir en voz alta delante de todos que JiMin iba provocando y seduciendo a NamJoon.

No se suponía que eso debiera cambiar demasiado la situación. Todos lo sabían a esas alturas, todos excepto el propio NamJoon. Si JiMin fingía que nadie había dicho nada, que esa cena no había sucedido, todos le seguirían la corriente. Pero la vergüenza era demasiado grande. Se sentía humillado y expuesto.

Se dio cuenta que otra persona revelando sus más íntimos sentimientos se sentía muy parecido a que le bajasen a uno los pantalones en medio del patio del colegio. Y NamJoon había tenido que verlo...

 

JiMin se veía incapaz de enfrentar a sus compañeros en ese momento. No podía volver al salón y tener que terminar la cena mirando sus caras. Sería demasiado para su pequeño corazón, el cual estaba petrificado, luchando por no romperse mientras JiMin hacía todo lo posible por mantener el factor NamJoon alejado de su cabeza.

 

En silencio, salió de la cocina, dejando la luz encendida, para que todos pensasen que seguía allí. Se deslizó por el pasillo, dirigiéndose a la entrada. Cogió sus Converse rojas del estante donde docenas de pares de zapatos se acumulaban y salió del apartamento sin hacer ningún ruido, cerrando la puerta tan despacio que nadie advirtió su huída.

 

Con sus zapatos en la mano para no perder tiempo, corrió escaleras abajo, salió del bloque y voló calle abajo, sin detenerse, para no dar una sola oportunidad a alguien para que lo atrapase.

 

 

 

13

JiMin había perdido la noción del tiempo.

Había corrido tanto que su cuerpo debía estar agotado, pero no era así. Necesitaba desahogarse, hacer algo que le obligara a no pensar y no se le ocurría nada mejor que bailar. JiMin bailaba cuando estaba contento, cuando estaba triste, cuando tenía sueño y cuando estaba cargado de energía. Todo lo que JiMin sabía hacer era bailar. Y en momentos como aquel, en los que se sentía perdido o angustiado, bailar era la mejor medicina.

 

Cuando salió del dormitorio no había sabido a donde ir. Vestía con ropas sencillas, no llevaba la cartera y lo único que tenía en los bolsillos era su móvil y un paquete de chicles. No llevaba dinero para comprar una mascarilla o una gorra para ocultar su rostro ni para coger el metro, de forma que solo se detuvo para ponerse las zapatillas y seguir corriendo con la cabeza gacha, intentando que nadie lo reconociese.

 

Si hizo un buen trabajo en ser reconocido o no, JiMin no lo supo, pues no se detuvo hasta que llegó al edificio de la compañía y se refugió en una de las sala de baile. Había llegado allí como un autómata, a penas recordaba que los guardias de seguridad de la entrada lo detuvieran para comprobar su identidad, o haber tomado el ascensor, lo único que sabía era que le ardían los pulmones y que su móvil no había parado de vibrar en su bolsillo izquierdo.

 

JiMin lo dejó, olvidado, en una esquina, ignorando la pantalla que se iluminaba con decenas de llamadas perdidas de seis números de teléfono distintos, porque cuando puso la música y empezó a bailar, se olvidó de todos ellos.

 

Si pasaron minutos u horas, JiMin dejó de prestarles atención al tiempo para saberlo. Tan sólo bailaba libremente canción tras canción. Algunas con coreografías que se sabía de memoria, otras, JiMin improvisaba, sacaba los recuerdos de su paso por la escuela de danza contemporánea y se veía a sí mismo reflejado en el espejo de la sala de ensayo, siendo JiMin, no JiMin de BTS, si no solo Jimin, Park JiMin.

Porque aunque no lo pareciera, ese Park JiMin también se enfadaba. Sentía y padecía, como cualquier ser humano, y aquella noche le habían hecho demasiado daño.

TaeHyung, ese idiota de Kim TaeHyung, con su gran e inocente bocota, que decía las cosas sin pensar, sin filtro, inconsciente de que podía herir más de esa manera que empuñando un cuchillo. Pero TaeHyung era así… Demasiado cándido, demasiado inconsciente del efecto que tenía en la gente, para bien y para mal. Y JiMin lo quería muchísimo, habían compartido montones de momentos juntos y no tenía ni un solo mal recuerdo con él. No podía culparlo de que aquello hubiera sucedido.

El único que tenía la culpa había sido JiMin, por avaricioso, por no conformarse con la amistad que tenía con NamJoon, por no considerar suficiente ser el único en el que el líder confiaba para aplacar su estrés. No, JiMin había querido más, había querido toda su atención, ser el objeto de deseo, ser el centro de sus miradas, así como ansiaba estar siempre en centro del escenario.

Ahora NamJoon lo sabía, y lo había mirado con esa expresión que se le había quedado clavada, con los ojos fijos en JiMin, asustado, seguro que asqueado.

De solo recordarlo, JiMin sintió dolor en su pecho, un sentimiento tan intenso que lo hizo tambalearse en medio de un paso y caer desastrosamente al suelo sobre su costado.

 

JiMin exclamó de dolor, golpeó el suelo de parqué con el puño y apoyó la frente en el piso, gruñendo entre dientes de pura frustración. Tenía las esquinas de sus ojos húmedas, pero no quería llorar, no por NamJoon. No quería llorar mientras se preguntaba por qué NamJoon no podía mirarlo como había mirado a la chica del aeropuerto.

 

— ¡JIMIN!

 

JiMin escuchó un estrepito, unos pasos fuertes corriendo hacia él y acto seguido, un golpe y el peso de alguien más a su lado sobre la tarima de madera de la sala de baile. En esos momentos, JiMin no quería ver a nadie, pero cuando levantó la cabeza y miró a su lado, vio el rostro de la última persona que deseaba tener delante.

NamJoon había corrido hacia él como un bólido al ver que caía y se golpeaba contra el suelo. Su cara era de completa preocupación y devoción, sus ojos buscaban cualquier daño a la vista que JiMin pudiera tener.

 

— ¿Qué haces aquí? — preguntó JiMin, dejando de lado todo respeto que debiera tener hacia su mayor. No estaba de humor para sutilezas y para fingir ser el dulce JiMin de siempre. Sólo quería que NamJoon se marchara y lo dejara tranquilo.

 

— ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? — inquirió NamJoon, ignorando la violencia en la voz de JiMin.

 

JiMin sorbió por la nariz y suspiró. NamJoon siempre había estado más que dispuesto a conceder todos los deseos de JiMin, pero en esta ocasión parecía haberse cansado de ser el genio de la lámpara particular de JiMin. Necesitaba hacerse a la idea de que eso se había acabado ahora que sus sentimientos habían sido expuestos, ahora que la amistad ya no le arropaba como excusa para sus verdaderas intenciones. JiMin necesitaba empezar a resignarse, a aceptar que iba a perder los afectos de su líder.

 

— Sólo he resbalado, hyung… — le explicó, algo más controlado, consiguiendo que su voz sonase normal, sin estar tan impregnada de rabia y dolor — Todo es culpa de éstas estúpidas Converse…

 

Si JiMin hubiera levantado la mirada, habría visto el rostro compungido y culpable de NamJoon justo antes de desviar sus ojos hacia las Converse rojas que JiMin había estado usando sin descanso durante las últimas semanas, sólo para complacerle a él. Sólo para tener un poquito de su atención.

 

El silencio aplastó a JiMin, que seguía tendido en el suelo sin intención de moverse, tratando de evitar con todas sus fuerzas fijar la mirada en NamJoon. Pero lo hizo cuando sintió el movimiento del líder, interesado por ver si trataba de marcharse de una vez, después de haber verificado que JiMin no estaba herido, ni muerto en una zanja tras su cobarde huida del apartamento. Pero no. NamJoon no se levantó, ni se marchó, sino que se sentó al lado de sus piernas después de haber estado todo el rato en cuclillas.

JiMin dio un respingo, y casi tembló, cuando las manos de NamJoon cogieron delicadamente su pierna por debajo del gemelo, y con gentileza lo levantaba para apoyarla sobre las piernas cruzadas de NamJoon para mantenerla en alto.

No daba crédito, observando en silencio cómo NamJoon, con un cuidado que rara vez podía verse en sus destructivas manos, tiraba de los cordones de las Converse de JiMin para deshacer la lazada, aflojaba los cruces y sacaba con mucha lentitud la zapatilla y el calcetín, dejando su pie desnudo.

JiMin no tuvo tiempo de sentirse avergonzado o alarmado por que su pie estuviera sudado o pudiera oler debido al calor, porque antes de que pudiera protestar, NamJoon ya lo tenía entre sus manos y había empezado a masajearlo, moviendo su tobillo con mucho cuidado, a la izquierda, a la derecha, en círculos…

El bailarín suspiró y se tragó un jadeo, pues los fuertes dedos de NamJoon apretaban puntos en la planta de su pie que mandaban una placentera reacción a varios puntos de su cuerpo.

 

— Dime si te duele — pidió dulcemente NamJoon, con la voz muy baja, casi en un susurro — Sería un golpe muy duro para los chicos si te lesionaras esta noche… después de lo que ha pasado…

 

JiMin tiró de su pie, haciendo que se escapara del contacto de NamJoon. El masaje era muy placentero, pero lo que acababa  de escuchar lo había molestado demasiado como para dejarlo pasar. NamJoon lo miró, sorprendido por su reacción, pero al ver el ceño fruncido del menor, comprendió que las palabras que había usado no habían sido las más adecuadas. Sin embargo, en lugar de rendirse, NamJoon agarró el otro pie de JiMin, y con el mismo cuidadoso proceso, lo despojó de su zapatilla y empezó a masajearlo con la misma atención.

 

— Estábamos muy preocupados, JiMin… Hobi fue a buscarte al ver que tardabas y cuando nos dimos cuenta que no estabas, casi nos volvemos locos… — le explicó NamJoon, trasmitiendo con el tono de su voz el miedo que había pasado en esos momentos de incertidumbre — TaeHyung se siente muy culpable… — hizo una pequeña pausa — En realidad, todos nos sentimos un poco responsables de haberte herido…

 

— Realmente no quiero hablar de esto ahora, hyung — le interrumpió JiMin, cortante y poco colaborativo.

 

— Pues no hables, escucha… — le pidió — JiMin, yo…

 

Pero JiMin tampoco quería escuchar. Infantil, se cubrió las orejas con las manos y empezó a tararear en voz alta, para impedir que las palabras de NamJoon llegaran a sus oídos. En esos momentos no quería saber nada. No sabía qué podía estar queriéndole decir NamJoon, y por ese motivo, era incapaz de asumir la intensidad de los daños que pudiera provocarle. No estaba preparado para eso.

 

NamJoon no parecía realmente molesto por la actitud inmadura de JiMin, pero aun así, intento obligarlo a que destapara sus oídos. JiMin se resistía, y aunque NamJoon consiguiera apartarle, JiMin regresaba sus manos sobre su cabeza y seguía cantando para ahogar cualquier palabra.

El líder a menudo demostraba tener poca paciencia, y con aquel comportamiento pueril lo demostró, gruñéndole a JiMin después de varios intentos, molesto por no conseguir hacerse escuchar. Y fue precisamente que se le agotó la paciencia para luchar con él que encontró la manera de hacerse escuchar, tomando el rostro de JiMin entre sus grandes y huesudas manos para atraerle y acallar su estúpida canción con sus propios labios.

 

JiMin habría chillado de no tener la boca ocupada.

 

En primera instancia, NamJoon había mantenido sus bocas juntas, esperando a que JiMin se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, que fuera consciente de que estaba besándolo. Y JiMin fue muy consciente de ello, quedándose paralizado y con los ojos muy abiertos, conteniendo la respiración, y dejando caer sus manos para poder sostenerse. Aunque algo le decía que, de haberse caído, NamJoon lo habría seguido al suelo.

Esperó a que JiMin se adaptara para empezar a mover sus labios. Por mucho que hubiera fantaseado sobre ello, no estaba preparado para eso, porque la realidad era mucho más increíble que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

NamJoon poseía su boca como si hubiese deseado aquello mucho más que JiMin.

Al darse cuenta que el menor ya no tenía ninguna opción de resistirse, dejó de apretar su rostro para deslizar sus manos hacia abajo. JiMin sintió su terso toque bajando por su cuello y depositar una mano en su nuca, la otra presionando su cintura con deseo, como si temiese que en cualquier momento se le escapase.

JiMin cerró los ojos y se dejó llevar, abriendo la boca para suspirar, momento que NamJoon aprovechó para invadirlo con su lengua, tornando el beso ansioso y demandante. El menor rodeó los hombros de NamJoon con sus brazos, instándole a que continuara, que no se detuviera. Que no acabara nunca.

 

— Yo lo sabía, JiMin — y el beso terminó abruptamente, cuando NamJoon se separó para decir aquellas palabras que en aquel momento no tenían ningún sentido para JiMin.

 

— ¿El qué...? — preguntó el menor, atontado, incapaz de recuperar el hilo de sus pensamientos, relamiéndose los labios y con los ojos clavados en los de NamJoon, tirando un poco de él, porque lo último que quería JiMin era conversar.

 

— Sabía que estabas usando Converse por mi... — y JiMin entendió que NamJoon estaba continuando con lo que había intentado decirle antes. Temió que ese beso hubiera sido sólo una distracción y no significara para NamJoon lo que había significado para él. — No desde el principio, pero me lo imaginaba... Creía que sólo lo hacías para animarme, que no tenía que hacerme ilusiones... Pero cuando seguiste usándolas después de la otra noche en la azotea... Realmente pensé que debía significar... algo más...

 

Las mejillas de JiMin se sonrojaron, de repente interesado en lo que su hyung estaba diciendo. ¿Había dicho «hacerse ilusiones»?

 

— ¿Q-querías que... significara... algo más? — preguntó JiMin, con timidez, jugueteando con sus dedos, que seguían enredados en el cabello de la nuca de NamJoon.

 

NamJoon rió ligeramente, recreándose en los nervios de JiMin, acarició su mejilla con el dedo pulgar e hizo un amago de volver a besarlo que el menor se creyó y le dejó, literalmente, con la miel en los labios.

JiMin soltó un desesperado suspiro, queriendo de una vez, tanto el beso como la respuesta a su pregunta.

 

— Todos creíais que yo era el único que no lo sabía... — se regocijó NamJoon con humor — Pero erais vosotros los que no teníais ni idea de que el mayor secreto lo guardaba yo...

 

Si lo que intentaba era intrigar a JiMin, lo estaba consiguiendo. JiMin se consideraba el mayor guardador de secretos de BTS y era un poco ofensivo que hubiera un secreto que él no conociera.

JiMin se cansó de que NamJoon estuviese tratando de poner distancia entre ellos. Lo estaba provocando y luego lo dejaba con las ganas, como si se estuviera vengando de que JiMin lo hubiera estado haciendo durante semanas paseándose por ahí con las converse altas que tanto lo seducían.

JiMin aun temía que la situación se truncase, que se estuviera haciendo una idea equivocada de lo que sucedía y de lo que NamJoon quería decirle, pero ese beso no podía haber servido sólo para hacerle callar, eso no lo hacía una persona que estaba a punto de rechazar tus sentimientos. Fue por eso que JiMin reunió el valor para deshacerse de la distancia, alzándose para poder sentarse en el hueco que hacían sus piernas cruzadas, él con sus patas abiertas, enfrentando a NamJoon, abrazándolo con sus cuatro extremidades.

 

— Cuéntame tu secreto, hyung, por favor... — pidió JiMin, recuperando un poco de ese humor encantador, olvidando que hasta hacia poco rato estaba arrancándose el dolor a tiras.

 

NamJoon sonrió, mostrando dos hoyuelos en sus mejillas. Parecía más que satisfecho con la actitud curiosa y atrevida, superando por fin sus inseguridades. NamJoon aparentaba haber decidido que debía hacer lo mismo.

Besó la barbilla de JiMin, la parte que estaba más cercana a sus labios, y se inclinó hacia adelante en actitud confidente, pegándose a su oído, para poder contarle su secreto en un susurro.

 

— Llevas más tiempo gustándome tú a mí que yo a ti...

 

— ¡Mentira! — exclamó JiMin, incrédulo, pero no enfadado, mirando a NamJoon con las cejas alzadas, como si estuviera tratando de tomarle el pelo, pero NamJoon sonreía, apacible y tranquilo, sabiendo que estaba siendo sincero — ¡Me estás engañando, hyung! — JiMin hizo un puchero, deseando que NamJoon le confirmara que no era una mentira, que realmente, había estado teniendo una oportunidad con él todo ese tiempo.

 

— Es verdad — contestó, resuelto, abrazando la cintura de JiMin — ¿Te acuerdas? Cuando estuvimos en L.A. viendo los fuegos artificiales... Te dije...

 

— ¡No, hyung! ¡Eso no era una confesión!

 

— ¡No me has dejado terminar! — rió NamJoon, apretando un poco de más a JiMin, dejándolo sin aire un instante — Cuando estuvimos viendo los fuegos artificiales, yo rapeaba, y tu cantabas... Estabas tan guapo y parecías tan feliz... Fue la primera vez que pensé en besarte...

 

JiMin se quedó en silencio.

De eso habían pasado dos años. No podía creerse que NamJoon hubiera estado guardando sentimientos por él durante tanto tiempo. JiMin ni si quiera recordaba cuando había empezado a penar de esa forma en NamJoon, sólo sabía que lo había aceptado tan rápido como había venido y lo hizo parte de si mismo.

 

— Todo este tiempo... has estado... — JiMin estaba demasiado alucinado como para encontrar palabras.

 

— No podía decírtelo. El grupo va primero y si te lo decía, podría crear una brecha entre nosotros que habría destruido el grupo... Sólo tenía que callarme y buscar distracciones. Con la chica del aeropuerto creí que por fin podría olvidarme de ti, me obcequé... Y luego tu empezaste a usar Converse, y... — NamJoon suspiró profundamente entre una risa nerviosa, apretando los muslos de JiMin entre sus manos — La primera mañana... casi no pude controlarme...

 

— Pero tú nunca me miraste como la mirabas a ella... — se quejó JiMin, cerrando un poco más su agarre — La chica del aeropuerto... Eras como un zombi...

 

— Sí que lo hacía, JiMin — contestó NamJoon rápidamente, sin dudar, con la sonrisa de alguien que sabía demasiado — ¿No te fijaste en ella? Era como verte a ti en femenino... Me quedé en shock porque pensé que así podrías ser tú si fueras una chica... Y encima vestía de la forma en que me gusta... Creía que si no podía tenerte a ti, tal vez pudiera encontrar una forma de conocerla a ella... — NamJoon se encogió de hombros, como si hubiese sido un tonto por pensar aquello — Pero un remplazo no iba a poder ser mejor que tu nunca... Yo siempre te estuve mirando... Cuando no podías verme, te miraba, para que no te dieras cuenta...

 

Y JiMin comprendió. Comprendió que había intentado con todas sus fuerzas ganarse las miradas de NamJoon, cuando realmente, él ya era el centro de su mundo.

Cuando NamJoon aceptaba hacer todo lo que le pedía, sólo para ser el dueño de sus risas y su afecto. Cuando NamJoon se alejaba al intentar medir sus alturas, sólo para reprimir el impulso de besarlo por la cercanía. Cuando NamJoon le tomaba la mano en el escenario, sólo para hacerle saber que también podía apoyarse en él. Cuando NamJoon había mirado a otra persona, con la intención de dejar de obsesionarse con JiMin, pero aun así, no había podido dejarlo ir. Todo habían sido señales que JiMin no había sabido ver, mientras que NamJoon había captado perfectamente las suyas con sus burdos intentos de llamar la atención.

 

— Dios, hyung... Soy idiota... — lloriqueó JiMin, escondiéndose en el hombro de NamJoon, tratando de ocultar su vergüenza — Todo este tiempo he estado haciendo el ridículo...

 

— No digas eso... — JiMin sabía que NamJoon sonreía, aunque no pudiera verlo, mientras acariciaba su pelo en un gesto paternal que JiMin no lo había visto tener con ninguno de los demás — De verdad me gustaba mucho verte así vestido... No hay nadie a quién le queden mejor las Converse... Y también he descubierto que me gusta mucho quitártelas... — susurró, seductor, aprovechando que tenía su oído al alcance.

 

— ¡Hyung...! — se quejó JiMin, aun más avergonzado por eso.

 

Con un puchero y sintiendo las mejillas arder, JiMin se irguió peinando un poco con los dedos su suave y esponjoso cabello, tratando de apartarlo de su cara. Cuando miró a los ojos a NamJoon, pudo verlo sonriendo, devoción y cariño en su mirada, como si JiMin fuera lo más precioso que había visto en su vida. No era la mirada hambrienta que le había dado a la chica del aeropuerto, era mucho mejor, porque no era sólo una atracción física. Esa mirada decía que el corazón de NamJoon pertenecía por completo a JiMin, y eso era mucho más valioso que cualquier deseo carnal.

 

— Hyung, cómo vuelvas a perder la cabeza por cualquiera que lleve unas Converse altas que no sea yo, por mucho que se me parezca, me aseguraré que te tragues las mías — lo amenazó tiernamente, ganándose una risa de NamJoon que acalló cuando se inclinó para besarlo.

 

Decían que el primer beso era el más especial, y JiMin no podía estar más en desacuerdo.

Su segundo beso con NamJoon fue aun mejor que el primero. Le hizo ver las estrellas y derretirse como el helado entre sus brazos, porque sabía que los dos lo deseaban, no había dudas porque ya se lo habían dicho todo. Fue perfecto porque JiMin sabía que era especial para NamJoon, porque sabía que su lugar no podría ser reemplazado por cualquiera. Porque por fin lo tenía sólo para él y no tenía que compartirlo con los demás miembros, ni sus fans.

 

— Te amo, hyung... — murmuró, sin pensar, entre beso y beso, provocando que NamJoon se encendiese tanto que lo tumbó con cuidado en el suelo y se recostó sobre él, haciendo que sus cuerpos quedaran en completo contacto, pese a que NamJoon no apoyaba todo su peso en él.

 

JiMin se excitó casi de inmediato, era inevitable sintiendo la lengua del mayor en su boca, sus manos acariciándolo en lugares que nadie más había tocado de esa forma, su cuerpo presionándolo contra el suelo... Su avidez compensaba su inexperiencia, pues los dos habían entrado en aquel mundo demasiado jóvenes y no habían tenido tiempo de experimentar.

 

JiMin recordó que estaban en la sala de baile y que en cualquier momento podrían ser vistos de esa guisa, pero no podía ni pensar en detener a NamJoon cuando éste metió la mano debajo de su camiseta y comenzó a acariciar sus abdominales de esa manera que enviaba pequeñas corrientes eléctricas por su cuerpo y lo hacía jadear dentro del beso.

El menor rompió el beso y gimió un poco demasiado fuerte cuando sintió una anómala vibración demasiado cerca de su entrepierna. A decir verdad, los dos se asustaron y miraron confusos hacia abajo entre sus cuerpos. NamJoon tardó un segundo de más en darse cuenta de que había sido su teléfono, guardado en el bolsillo de su pantalón lo que los había interrumpido con la constante vibración que significaba una llamada entrante.

 

NamJoon rápidamente se sentó sobre sus rodillas, permaneciendo entre las piernas de JiMin, apresurándose a contestar la llamada.

 

— Suga-hyung, ¡lo encontré! — exclamó nada más llevarse el auricular a la oreja, consiguiendo que su tono sonase normal y alegre, pese a que lo que JiMin veía era que su hyung estaba excitado, demasiado excitado, y que difícilmente podía quitar la mirada de JiMin — Diles a todos que regresen, yo llevaré a JiMin a casa.

 

— ¿Me estaban buscando todos? — preguntó JiMin, después de que NamJoon colgara tras la breve conversación.

 

— Claro. Te dije que estaban muy preocupados por cómo te fuiste. Tae hasta lloró, pensando que te habías fugado y no ibas a volver por su culpa.

 

— Tonto Tae... — murmuró JiMin, sonriente, pensando en todos los problemas que había causado.

 

— Creo que vas a tener muy tranquilito a TaeHyung durante un tiempo, hasta que deje de sentirse culpable... — bromeó NamJoon, poniéndose de pie después de haber guardado su teléfono de nuevo en su bolsillo, y extendiendo una mano hacia JiMin, para ayudarlo a ponerse de pie — Vamos, tenemos que volver al apartamento...

 

JiMin cogió la mano que le tendía. Los dos tenían un pequeño problema entre las piernas del que ocuparse (JiMin esperaba que se ocuparan mutuamente de ello), pero lo cierto era que no era momento ni lugar para hacerlo.

 

— Hyung... Cuando lleguemos al dormitorio... nosotros... — preguntó, con una duda más importante que cómo iban a aliviarse más tarde.

 

— Todos querrán darme una paliza por acapararte — bromeó NamJoon, cogiéndole la otra mano y acercándose para darle un suave beso en la punta de la nariz — Tenemos que disimular... por el grupo... Si nos descubren, tendremos problemas... Pero encontraremos momentos para estar solos. No te preocupes.

 

JiMin sonrió y abrazó la cintura de NamJoon, buscando un último beso, antes de que NamJoon rodeara sus hombros con un brazo para dirigirlo de vuelta a casa.

 

 

 

14

La dinámica del grupo no se vio alterada gracias a un acuerdo tácito de todos los miembros.

No hubo necesidad de que nadie dijera nada. Todos sabían que entre NamJoon y JiMin había algo desde el momento que entraran juntos por la puerta, pero todos fingieron que no pasaba nada, incluida la presunta pareja.

 

Ni si quiera sus compañeros parecían afectados, porque realmente no habían notado ningún cambio. JiMin y NamJoon seguían siendo los mismos de siempre, no hacían ninguna demostración de afecto fuera de lo corriente y seguían relacionándose con todos con total naturalidad.

 

Mas lo cierto era que JiMin aprovechaba cada instante a solas, un encuentro furtivo en el pasillo, un momento a oscuras en el backstage,  o cuando todos sus compañeros se habían ido a dormir, para robarle un beso a NamJoon que él nunca se esperaba.

Pero más que estar a escondidas para tener sólo un santiamén de intimidad, a JiMin lo que más le gustaba era cuando NamJoon encontraba un momento y un lugar para estar ellos dos a solas, donde poder disfrutar de largos besos sin preocupaciones, caricias interminables, y pasión desenfrenada, cosa que raramente tenían oportunidad de realizar.

 

NamJoon aprovechaba cuando se quedaba solo en el estudio de producción a altas horas de la noche, y JiMin aun estaba en la sala de ensayo, practicando algún baile, para llamarlo y que bajara para tener un poco de intimidad.

 

JiMin nunca perdía el tiempo; recogía malamente sus cosas, dejaba plantado a quien fuera si es que estaba compartiendo la practica con alguien más, y bajaba corriendo las escaleras si hacía falta, olvidándose del miedo que le daban los oscuros y vacíos pasillos de BigHit por la noche. Se colaba en el estudio con poco disimulo, y nada más cerrar la puerta, ya estaba dejando su mochila de cualquier manera en el suelo y quitándose alguna prenda de ropa que le sobraba, ya fuera por el calor de la carrera o por la urgencia que tuviera por estar con NamJoon piel con piel en el menor tiempo posible.

 

A NamJoon realmente le gustaba esperarlo sentado en el sofá del estudio, porque eso permitía a JiMin acudir a su lado y sentarse en su regazo. A NamJoon no le importaba que JiMin estuviera sudado por la práctica de baile y JiMin adoraba estar encima, sentirse más alto que NamJoon por un momento, tener el poder de someter al líder, aunque sólo fuera en aquellos momentos privados. Y NamJoon se dejaba de buena gana, porque JiMin meneando esas caderas de bailarina exótica sobre su cuerpo era su perdición y lo llevaban por el camino de perder la cordura. JiMin adoraba hacer que NamJoon perdiera el control y le hiciera el amor, duro, contra el respaldo del sofá.

 

Pero casi nunca tenían tanto tiempo.

 

— Tiene que ser rápido... — le susurraba NamJoon al oído la mayor parte de las veces, cuando lo tenía encima, desesperado ser tocado.

 

Y JiMin se frustraba, porque no lo quería rápido y sucio, y se vengaba con muy mala baba, impidiendo que NamJoon se quitara ni una sola prenda, mientras que él se bajaba los pantalones lo justo y necesario para liberar su erección y comenzar a frotarse con sugerentes movimientos de sus caderas en la tela que cubría el vientre de NamJoon. Y NamJoon sabía que aquello debía ser un castigo, pero lo disfrutaba. Disfrutaba de agarrar las redondas nalgas de JiMin llenando sus manos e imponerle el ritmo en las embestidas, para que el contacto fuera mayor y JiMin disfrutara, sabiendo que después llegaría su turno de satisfacerse, porque JiMin nunca lo dejaba insatisfecho.

JiMin era sexy y desprendía un erotismo natural en esos momentos que casi podían hacer venirse a NamJoon sólo con verlo gozar. JiMin era un pequeño lujurioso que llevaba a NamJoon a la locura con sus cortos y suaves jadeos ansiosos; era ruidoso como un cachorro ansioso y parecía no querer detenerse nunca. NamJoon ni si quiera tenía que hacer nada la mayor parte de las veces, porque JiMin llevaba el control e imponía el ritmo. Era pura energía sexual que devoraba todo a su paso, literalmente, pues NamJoon se había visto en el compromiso alguna vez de tener que tapar un oscuro chupetón en alguna parte de su cuerpo.

JiMin era una pequeña bestia insaciable, y NamJoon nunca tenía suficiente de complacer a su bello monstruo ávido de placer.

 

En BTS había centenares de secretos. Secretos que nunca nadie sabría. Secretos que eran gritados a voces. Secretos que a veces incluso se guardaban entre ellos.

Incluso aquel que guardaba celosamente los secretos de todos sus compañeros era el que más cosas ocultaba. Su mayor secreto era que JiMin y NamJoon eran una lujuriosa pareja de enamorados. El segundo, y que ni si quiera su novio sabia, era que su gran fetiche era ser observado.

Y se lo mostró llenando de espesas cuerdas blancas la camiseta de NamJoon y con un poderoso gemido de placer cuando la puerta del estudio se abrió, dejando a Suga traumatizado al ver cómo su líder y el más tierno del grupo se deleitaban en el placer de sus cuerpos.

 

— ¡NO! ¡HABEIS MANCILLADO MI SANTUARIO! 

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer! C:

Para entender bien el final, hay que haber visto el capítulo 3 de American Hustle Life >.< Constantemente hago referencias a muchas cosas, pero esa es un poco más importante que el resto. Me disculpo por ello y dejo un link a la parte en la que me refiero para que pueda llegar a ser más comprensible.

Para saber más sobre futuros fics, podeis seguirme en tumblr


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