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Érase un Diciembre por NekoFace

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Notas del capitulo:

Chicos no se asusten de que haya resurgido desde lo más profundo de mi cama :v

Esta historia la hice porque no me podía quitarla desde hace más de medio año, y aunque debo terminar la otra historia antes de que la borren no podía hacerlo sin hacer esta primero.

ADVERTENCIA: Este fic se encuentra en Wattapd, aunque esa también es mi cuenta (NekoFace07) :p

Cuatro y media de la tarde y aún seguía en la casa de Abel.

Su madre lo iba a matar. Dios le salve de esa mujer enojada. 

-¿Puedes soltarme de una buena vez? Tengo que irme.- Iván le empujó desde su posición, tratando de por lo menos alejar los cabellos castaños de Abel que se escurrían por la tela de su largo polo y le provocaban cosquillas.

-¡No! ¡TIENES que ir conmigo!- se quejó Abel haciendo una mueca de disgusto. Iván se rió de lo infantil que era el castaño.

Intentó tirar otra vez de su chaqueta sin logro alguno. Suspiró por enésima vez y se revolvió los rubios cabellos frustrado. Cada minuto que pasaba sin reportarse ante su madre era minuto perdido.

-¡Vamos! Hace mucho que no salimos. ¡Estas siendo cruel con tu mejor y único amigo!- los ojos marrones del castaños lo miraron suplicante.

-¿Único? Pero si tengo más amigos que tú.- se rió de él y le sacó la lengua. Abel solo lo miró reprochándole su mala broma.

-Puede ser... pero ninguno de ellos te invita al concierto más esperado por los adolescentes del mundo.- le dijo con esa sonrisa salvaje tan característica suya. Aquella misma que le daban ganas de golpearlo cuando sabía que tenía razón.

 

Iván soltó una risotada.

-Querrás decir del barrio.- Abel dejó de abrazarlo tan dramáticamente y se levantó, mirándolo acusadoramente.- Además, ni siquiera has comprado esas entradas.

 

-¿Cómo lo sabes?

-Oye, no es un secreto que todo el salón sepa que tú eres el guitarrista de la banda que se presenta hoy. Eres bueno presumiendo.

-¿¡Ya lo sabias!?- gritó mientras lo sacudía de los hombros.- ¿Cómo rayos te enteras siempre de mis planes? Se suponía que te sorprendería esta noche.- le reprochó, luego se puso a susurrar maldiciones.

-Abel, eres la única persona que cuenta un secreto y luego dice: 'Pero no le cuentes a Iván.- trato de remedar su voz de una manera más tonta.- es su regalo de cumpleaños.'

-Malditos, me dijeron que no dirían nada.-

-Bueno, no importa ahora, igual no podré ir.-

-¡Pero por qué...!

Abel Scott, su tonto mejor amigo, comenzó nuevamente con su drama de diva.

No es que le molestara del todo, pues era divertido tratar de liberarse de él; de todos modos, si se aburría solo tenía que utilizar sus ágiles dedos para comenzar una guerra de cosquillas en las cuales siempre salía victorioso.

Era muy fácil cuando se trataba del chico de cabellos castaños.

-¡AJAJAJAJAJAJA! ¡PARA, PARA! ¡PARA, CARAJO, QUE ME ORINO!- Abel yacía bajo las poderosas cosquillas de Iván, mientras el rubio se partía de risa al ver las caras raras que ponía el moreno.- ¡YAAAAAAAAA! ¡JAJAJAJA!

-¡JAJAJA! ¿Me dejaras irme de tu casa en paz, idiota?

-¡SI, SI, SI, SI! ¡POR SUPUESTO!

-¿Seguro?- se rió de Abel que trataba de arrastrarse por el suelo lejos de él- ¿No me rogaras otra vez cuando te suelte?

-¡JAJAJAJAJA! ¡NO, MALDITA SEA, YA SUÉLTAME! -.

Iván lo soltó y ambos cayeron al suelo, y mientras ambos trataban de recuperar el aire, en especial Abel, el rubio tomó rápidamente su mochila del suelo y corrió a la salida.

El castaño trató de agarrarlo desde el piso pero Iván fue más rápido que él.

-¿¡Y tu regalo!?- escuchó que le gritó Abel.

-¡Me lo das mañana!

Y cerró la puerta tras él.

Bien, se libró. Ahora lo importante. Su casa quedaba a cinco minutos a pie y llevaba dos horas y media de retraso para encontrarse con su madre, a quien había prometido llegar para el almuerzo; eso significaba que llegaría dos horas y treinta y cinco minutos tarde. Ya podía comenzar a rogar para que Sara no lo matara a palazos. 

-¿Mamá?- susurró apenas puso un pie dentro del recibidor.

No obtuvo respuesta y suspiró aliviado. Tal vez debió quedarse dormida en su larga espera por su hijo y aún seguía descansando.

-¿Me llamabas?- escuchó que le susurraban a sus espaldas mientras intentaba cerrar la puerta lo más despacio que pudiera y casi pega un salto en su lugar. Cerró lo más rápido que pudo la puerta y volteó con una sonrisa nerviosa a mirar a su madre.- Por lo menos un mensaje ¿no?

-Es que... se me acabó el saldo.- he ahí su primer intento por salvar su pellejo, señores.

-Pero que coincidencia.- repuso su madre con ese tono suyo tan sarcástico.- ¿Y no pudiste llamar a la casa desde el teléfono de Abel?

-¿Cómo sabías que estaba con Abel?- buena táctica Iván, el cambio de tema repentino.

-¿Cuándo no estas con él?

-Ha.

-¿Y bien? ¿Me vas a responder?

-Mmm... perdón, ma. Se me fue la hora, es todo. Además hubiese llegado antes si Abel no se hubiese puesto a rogarme para salir con él.- relató Iván poniendo sus ojos azules lo más tierno que pudo. Al ver que Sara seguía con el mismo semblante se rindió y cogió una manzana del frutero que vio por ahí.

-Lava eso antes de comerlo.- pero Iván apenas y lo limpió con su polo y la mordió.

-No importa, no me voy a morir por esto.- dijo cuando Sara lo recriminó con la mirada.- Bueno, ¿A dónde quieres ir que me querías en la casa tan temprano?

-Al hospital. Vamos a ver a tu padre.

-¡No puede ser! ¿¡Es grave!?- Sara miró el rostro asustado de su hijo aburrida.

-Eres tan hilarante, Iván. Ese chiste es viejo, cariño. Apréndete otro.- Iván estalló en carcajadas con lo dicho por su madre. Lo cierto es que Fred se ganaba la vida como doctor cirujano en un hospital para niños. Y era un buen doctor, debía presumir.

-¿Se le volvió a olvidar la comida?- su madre asintió mientras metía el taper en un bolso pequeño. El rubio mascó más rápido.- Entonces será papá quien me mate y no tú por haberlo dejado de hambre.

Sara se rió.

-Probablemente.- una vez hubo terminado se lavó las manos y se pasó las manos por el cabello.- Si no te vas a arreglar sal de una vez, no quiero dejar a tu padre mucho más rato sin comer.

El trayecto al hospital no fue tan largo. Al fin y al cabo su pequeña casa quedaba a media hora del Children's Hospital. Pensilvania era bonita a través de las ventanas del bus.

-Busca algo que hacer mientras le doy el almuerzo a tu padre. Y que no te vea o él es capaz de castigarte por dejarlo sin comer.

-Ooook.- y así como cruzó las puertas de vidrio del gran hospital, se dirigió deprisa hacia cualquier otra sala, una de preferencia que tuviese menos llantos y tal vez algún televisor o libro.

Al final decidió salir a los jardines que había en la parte de atrás del hospital; había un cafetín al fondo y estaba rodeado por arbustos con bonitas flores y una rampa para las sillas de ruedas. Habían unas cuantas personas tomando refrescos para aliviar el poco bochorno que había en el ambiente y algunos otros se encontraban jugando con niños en las áreas verdes y planas del lugar. Una pequeñas capilla asomaba una cruz más allá.

 Quiso sentarse en la pequeña plazuela que había en el centro pero declinó cuando vio a una pareja con un bebé en brazos sentados ahí. Lo que menos quería era estar cerca de personas mayores que él. Tal vez si hubiese alguna chica linda por ahí...

-¡Oh!- exclamó cuando vio el pequeño árbol del que una vez se cayó cuando era pequeño y la banca junto a él. Estaba vacía.- Perfecto.

Pero no lo fue durante mucho tiempo. No tuvo ni un par de minutos para él solo cuando otra persona se sentó junto a él.

Examinó al extraño en un segundo cuando apenas volteó a verlo. Alto, casi tanto como él, tal vez dos centímetros más que Iván. Cabello negro como las noches de Pensilvania y piel tan blanca como la de un vampiro. Sostenía un libro con la mano izquierda y llevaba un yeso en el brazo derecho.

-...¿Necesitas ayuda para abrir el libro?- preguntó amable cuando vio que tenía algunas dificultades para encontrar la página tal vez. El joven suspiró y lo volteó a ver.

Sus ojos eran negros. Muy negros.

Apenas y lo miró por encima del hombro y volvió a su tarea de encontrar la página.

-Imbécil.- susurró apenas para sí mismo y trató de buscar una canción en su mp3 para calmar su indignación. ¿Qué derecho tenía a tratarlo así? ¡Si hasta parecía de su edad!

Los minutos pasaron y hasta la batería del mp3 se le acabó. Aburrido y sin saber que más hacer decidió regresar sus pasos hasta la entrada a ver si su madre ya había terminado. Pero antes...

-Disculpa ¿Puedes decirme la hora?- dijo con el dolor de su corazón y la de su orgullo. No tenía de otra, su batería estaba muerta y hasta el celular había dejado en la casa.

Su dignidad estaba en juego, sí. Pero era eso o sufrir ante el enojo de Sara al hacerla esperar tanto, ya que no tenía ni idea de cuánto tiempo ya estaba por ahí tonteando.

-Claro. Son un cuarto para más tarde.- dijo e Iván se quedó sorprendido solo por unos segundos.- No tengo reloj, idiota.- Segundos que bastaron para que el antipático joven  se levantara ágil y se marchara.

-¡Imbécil!

Ups, acaba de voltear.

 

Notas finales:

Ya sé que no es mucho, y no parece tan interesante. Pero debo admitir que esta historia es una de mis favoritas, aunque no sepa como continuar el siguiente capítulo (xD) aun así creo que promete bastante ya que tengo una idea muy linda de como va a ir su final :3

NekoFace out!! ;D


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