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Juntos otra vez por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Es realmente interesante” Itia de Libra dijo con un toque de diversión en la voz. Su pupilo estaba un poco aliviado de que pensara así, ya que empezaba a cansarse de que los chiquillos le dieran para el pelo. “Hummmmm, me pregunto qué tan sobreprotectores pueden ser” levantó la calabaza de su diosa hasta su frente “si tienen que elegir entre sus mayores y sus hijos.”

“Elegirán a los pequeños, es un instinto natural” respondió Gateguard, serio como siempre. “Pero eso aún no nos libera del todo. Francisca, Avenir y Aeras estarán ahí… puede que incluso Krest y Zaphiri se queden en los templos.”

“Oh, no, nos estarán esperando en el templo principal” señaló él, sacando un poco de la sustancia gelatinosa del interior de la calabaza. “Nunca se atreverían a dejar a los gemelos con tan poca protección, no sabiendo que estamos acercándonos” lo echó al piso, creando una especie de clon fantasmal de sí mismo. “Felizmente, hay una manera sencilla de distraer a todos los idiotas” volvió a hacerlo. “Ahora tú”

“Es usted un genio, maestro” su estudiante estaba genuinamente asombrado, metiendo su mano dentro de la cosa esa. Era muy asqueroso, pero… útil… Demasiado útil. Era como si Me… como si esa mujer hubiera sabido exactamente lo que iban a necesitar. Y ahora que pensaba en ella, no parecía estar haciendo grandes progresos en su toma del inframundo.

“¿Te pasa algo?”

“Hummmmm, ¿de verdad ganaremos esta guerra?” el pelirrojo se atrevió a preguntar. “Porque si no vamos a hacerlo preferiría no ser lanzado a la piscina de hielo por Hades sin el salvavidas que Lady Atenea nos da.”

“Vamos a ganar, no te preocupes” le restó importancia Itia. “Y aún así esa chica llegara a perder, Hades puede arrojarme incluso al Tártaro… iría con gusto después de haberme follado a Hakurei aunque sea el peor lugar del mundo.”

“Ajá… ehhhh…” ahora estaba muy preocupado por su maestro. “Sabe, hace poco los estudiosos han comenzado a abrir un nuevo campo de la ciencia. Creo que lo llama… la psigia… psicología.”

“¿Y eso qué?”

“Nada, sólo me pareció interesante” comentó él, aunque creía seriamente que su maestro necesitaba a uno de esos psicólogos. Quizás pudiera convencerlo de ir a una sesión o dos con alguno de esos tipos antes de tener que salir por patas cuando el gran jefe el otro mundo supiera lo que habían estado haciendo. “¿Y el príncipe que se supone debemos secuestrar? ¿Su nombre no era… Litierses?”

“Ya nos encargaremos de él después” por alguna razón, Gateguard no estaba seguro de que fueran a hacerlo. Itia se estaba centrando demasiado en los gemelos. Ambos fueron al santuario, tratando de pasar desapercibidos al menos por un momento. “A ver, ¿Dónde demonios estarán esos chiquillos?” un ruido ensordecedor inundó el santuario, proveniente del coliseo. “Ahí están.”

“No suena como ellos” desde las sombras, observaron cómo Zaphiri y Kardia intercambiaban aguijonazos, golpes y hasta algunas palabrotas y juramentos en un enfrentamiento encarnizado. “Maestro, ¿Qué diablos están diciendo? No lo entiendo, ¿es otro idioma?”

“Ni lo entenderás… jamás” Itia respondió. Conocía algunos insultos de la guerra con los espectros, pero esa cantidad y ese vocabulario… diosa, ni Behemotte conocía algunos de esos. “Gateguard, hasta que terminen quiero que te tapes los oídos con ambas manos y enumeres las constelaciones del cielo del norte por su cercanía con el sol.”

“Pero maestro, estoy intentando…”

“Obedece”

“Sí, señor” el pelirrojo hizo justamente eso mientras el libra lo escuchaba, intentando saber cuando iban a parar. Demonios, ¿Cómo Sage había mantenido ese lugar? Por los aprendices y caballeros que huían despavoridos, no muy bien que digamos. “Terminé”

“Ahora las del sur y nada de escuchar”

-En el templo principal-

“Creo… creo que podemos resolverlo después de todo” Krest terminó de decirle a Aeras, que se arrastraba lentamente hacia la salida del templo tras ser emboscado por el acuariano y forzado a escuchar horas de monólogo acerca de la relación del otro con Zaphiri. “Yo… también lo vi poco antes de que hiciera su absurda jugarreta. No le noté nada diferentes, así que… no tengo nada que reprocharle”

“Sí… supongo” finalmente el Sagitario estuvo libre, echando a correr escaleras abajo mientras su compañero seguía hablando consigo mismo. Alegre, el arquero comenzó a correr con la esperanza de poder usar el campo de tiro privado del templo de Sagitario ahora que Sísifo estaba de misión… solo para colisionar con otro caballero. Estuvo a punto de gritarle, pero este le explicó por qué. Entonces dio media vuelta a regañadientes y se apresuró a sacar a Acuario de su ensimismamiento.

“… en fin, creo que…”

“¡Krest! ¡Kardia y Zaphiri se han montado un campo de batalla en el coliseo!” el cuarto se volvió varios grados más frío en un segundo, mientras el más grande, abominable, antiguo y terrible hombre de las nieves congelaba todo a su alrededor. Aeras dio un paso atrás, sintiendo una ráfaga de aire frío pasar cuando Krest pasó en frente suyo.

“Malditos inmaduros…” lo escuchó decir antes de verlo alejarse por el agujero de salida. El pobre arquero no supo qué hacer, así que simplemente siguió a su compañero al campo de entrenamiento. El aguador hizo su camino hasta el coliseo, dejando hielo a su paso. Alrededor, los demás guerreros comentaban lo aterradora que era esa familia, haciéndole paso con cautela para no ser atrapados por su mal humor.

“Krest…”

“No te atrevas a decirme que los deje estar” entró en el lugar en el cual su amante y su hijo se peleaban con ganas. Los dos estaban a punto de ensartarse con Antares cuando se detuvieron en el aire con una expresión asustada. Todo a su alrededor estaba congelándose conforme aumentaba el mal humor del acuariano.

“Krest…”

“Maestro…”

“¡¿SE PUEDE SABER QUÉ CREEN QUE ESTÁN HACIENDO?!” el grito llegó hasta la cámara del Patriarca, donde Sage tomaba en té con su hermano, Lugonis y Avenir. Este último se paró inmediatamente, dispuesto a defender a quien sea que estuviera en problemas, pero un brazo estirado lo detuvo. Miró a Hakurei, que lo había detenido.

“Hay líos en los que es mejor que no te metas, créeme” el peliblanco mayor estaba muy serio, lo que hizo que el ariano lo obedeciera. Le sirvió un poco más de té, que el otro sorbió con lentitud. “Ese en particular es muy complicado.”

“Oí lo que pasó” comentó el carnero, moviendo un poco la cabeza. Normalmente no era tan juicioso o moralista, pero las acciones de la persona en cuestión habían afectado gravemente a un niño, así que no podía decir nada bueno de ellas. “Hum… no puedo decirle a Krest que tiene que perdonar a ese… Zaphire…”

“Zaphiri, pero casi lo tienes” Sage bajó su taza. “Uno pensaría que tenía más cabeza que esto, pero… supongo que era mucho pedir” emitió un gruñido. “Malditos escorpios, siempre tan arrojados y cabezotas… creo que deberíamos dejarlos donde Krest los ha puesto.”

“Todavía los necesitamos para hacerle frente a esa deidad cuyo nombre Hades se niega a mencionar” su gemelo le recordó. “La que trajo de vuelta a la vida a nuestros acosadores fantasmales” rodó los ojos. “¿Ya sabes quién es?”

“Tengo una idea, pero no voy a decirla en voz alta” el patriarca sonrió un poco. “Aunque comprendo por qué el señor del inframundo tampoco está muy entusiasmado con su presencia. Su origen es un tanto… perturbador” se rio por lo bajo un poco. “Y también un poco gracioso… vergonzoso para él, quizás…”

“¿Qué podría avergonzar al gran señor del infierno?” comentó Lugonis, tomando lo último de su taza. Últimamente las cosas se estaban poniendo un poco difíciles en su templo, con Albafica y Keats peleando a cada momento, por lo que tomó el hábito de ir al templo principal cada mañana a tomar el té para relajarse antes de volver a ese lugar lleno de tensión. “No concibo nada que pueda hacerlo.”

“Líos familiares, ¿Qué más?” el antiguo caballero de cáncer siguió con su expresión divertida, observando el líquido en su taza. “Como los que te están aguando la vida a ti… o los que causaron la congelación de nuestro coliseo” tomó un largo sorbo. “Hummm, tendrá que arreglar eso después.”

“No le debe tomar mucho tiempo” respondió alguien que entró de improviso. Lit, quien Lugonis estaba seguro, seguía en la casa de Piscis, se acercó con su espada en el hombro. “Están tramando algo. Los espíritus del inframundo me lo advirtieron… y justo en el peor momento” puso la espada en el piso. “Los otros están muy distraídos por cosas sumamente infantiles.”

“¿Infantiles? Los sentimientos son humanos”

“Los sentimientos sí, creer que un primer amor es verdadero no tanto” respondió él con frialdad… y mucha razón, dejando a los alumnos callados. “Y Keats está siendo muy infantil, al igual que los otros.”

“¿Y tú qué sabes?” el pisciano no estaba precisamente dispuesto a escucharlo tras tanto tiempo de convivencia con el lúgubre y extrañísimo niño, al que se notaba que no era del todo humano.

“Tengo la habilidad de ver dentro de las personas, dentro de su alma” Lit siguió, emitiendo por primera vez en su presencia una emoción: la preocupación. “No me malentiendan, me preocupo mucho por mi familia, incluído Keats. Los dos, Livius y yo…” suspiró. “Livi y yo hemos hablado con él, pero no hay manera de hacerle entender.”

“¿Hacerle entender qué?” Lugonis estaba a punto de saltar sobre él para arrancarle las palabras de la garganta. El otro, por su parte, estaba muy tranquilo, al menos externamente. Por dentro estaba debatiendo si decirles o no, porque esto podía poner en peligro el santuario.

“Por favor, traten de mantener la calma. Esto podría ser aprovechado por los fantasmas para poder hacerse con el control del santuario” Sage asintió. “Esos aprendices no tienen intensiones puras para con Keats y sus amigos” el cuarto se quedó en silencio. “Me temo que… están jugando con ellos.”

“Yo lo mato…”

“Claro que no, eso déjalo a Albafica” el patriarca se encargó de detener a su hermano y a Lugonis, que lo miraron con un poco de desagrado. “Litierses tiene razón, una oportunidad como esta puede ser aprovechada por Itia y Gateguard.”

“Considerando su reacción…” Avenir ayudó a sujetar a Hakurei, que le fulminó con la mirada. “deben haber fraguado un plan que incluya revelar las acciones deshonestas de esos aprendices para distraernos” Lugonis rechinó los dientes y el lemuriano mayor se mordió el labio. “Me temo que tendremos que hacerle caso al pequeño Lit, porque cuando los chicos se pongan como unos energúmenos, el santuario estará enteramente en nuestras manos.”

“Demonios…”

“Esto no sale de esta habitación, ¿entendido?” todos asintieron, los dos implicados aún sintiéndose bastante enojados. “Creo que deberíamos trazar un plan para… ¿Qué demonios es ese ruido?” todos afinaron el oído. De verdad, Sage tenía razón. Sonaba como si alguien estuviera subiendo una gran piedra por las escaleras de mármol del santuario. Bajaron a toda prisa hasta la puerta de Libra. “¿Pero qué…?”

“¿No habrán visto a Dohko por aquí, verdad?” Krest preguntó con un deje de culpabilidad, con Aeras detrás, tratando de empujar un gran pedazo de hielo que contenía a Kardia y a Zaphiri, congelados en una pose de pelea con una expresión de terror. “Creo que me pasé y ahora necesito las armas de Libra.”

“Más bien necesitas un picahielo” dijo el pobre Sagitario, harto del acuariano. “Y ni creas que voy a ayudarte a limpiar todo lo del santuario, porque la respuesta siempre va a ser no.”

“¿Qué está…? ¡Diosa!” Dohko salió en ese mismo momento, usando su armadura. Rápidamente los hizo entrar en su templo, cogiendo la espada de Libra para sacar a los escorpiones de su prisión. Unos minutos después, los dos estaban temblando bajo gruesas mantas, con una taza de café en las manos. Los dos de vez en cuando le echaban unas miradas de fastidio a Krest por haber interrumpido su pelea.

“Ya dije que lo siento, ¿pueden dejar de ser tan dramáticos?” decía el aguatero, igual de fastidiado. Esos dos habían estado tan ensimismados en resolver sus propios problemas que no se habían dado cuenta de que espantaban a los demás y eso lo enojaba… aunque también le aliviaba que estuvieran trabajando en su relación. Le daba esperanzas de que pudieran ser finalmente una familia.

“Nos congelaste” Zaphiri dijo con algo de resentimiento, mientras Kardia estornudaba. Dégel, que había llegado hace poco, mantenía a su bicho estrechado contra su pecho. Esto sacaba un poco de quicio a Krest. Él apenas había tenido la oportunidad de conocer a su hijo y ¿tenía que aceptar que estuviera con otro? Hubiera respondido que nunca en la vida, más Serafina y Krest II ya existían y esos dos eran casi inseparables, así que no podía hacer nada para romper la relación. Demonios, lo único que podía hacer era presionar, o en el peor de los casos acorralar, a Zaphiri para conseguir otro hijo.

“Como Dégel cuando fuimos a Atlantis” siguió el peliazul y de repente todo el mundo en el cuarto se puso pálido. Si algo no sabía el caballero que más tiempo llevaba en la orden, era lo que había pasado mientras evitaban que Poseidón despertara. El mismo peliverde parecía a punto de soltarlo para darse a la fuga.

“¿Qué?” de repente el aguador mayor estaba mirando alrededor, mientras todos los demás rehuían sus ojos. “¿Qué pasó en la Atlántida? ¿Qué demonios tiene que ver con la congelación instantánea?” su alumno tembló un poco. “¿Dégel? ¿Qué diablos pasó?”

“Bueno…” el peliverde paseó la vista, tratando de conseguir la ayuda de los presentes. Ninguno se prestó a hacerlo. “Emmmmmmm…”

“Estoy esperaaaaaaannnndoooo…” Unos segundos más tarde, el Cid, que iba subiendo para ver a Sage, tuvo que esquivar a toda prisa a dos figuras que corrían escaleras abajo, lanzándose ataques congelantes. El espadachín observó el lugar por donde las dos manchas desaparecieron, intentando comprender lo que estaba pasando. Kardia apareció en ese momento con una manta, negando con la cabeza y tratando de seguir los manchones con la vista.

“Se lo tomó mejor de lo que creí” comentó el escorpión, encogiéndose de hombros. Sólo con esas palabras el caprino entendió lo que estaba sucediendo.

“Veo que ya se enteró de lo que pasó en la Atlántida” el peliazul asintió y él le respondió con el mismo gesto antes de avanzar, suspirando. A pesar de haber muerto antes de que eso sucediera, sus compañeros lo habían puesto al tanto de lo que sucedió en la guerra. Shion en particular, a quién Aldebarán hizo hablar con un par de vasos de cerveza, los puso al tanto de lo sucedido hasta el final. Y lo que sucedió con Dégel y Kardia… tenía que admitir que pasar el resto de la eternidad congelado con el amor de tu vida sonaba romántico, pero dudaba que a Krest le hiciera gracia. A ningún padre se la haría. “Avísame cuando terminen de jugar a las carreras.”

-Más tarde-

“Vete, no quiero hablar contigo en este momento” Zaphiri gruñó cuando escuchó a alguien entrar en su cuarto de la casa de Escorpio. Krest cruzó los brazos, ligeramente disgustado. “¿Ya te has ido?”

“La respuesta a eso es obvia, ¿no crees?” se adelantó hasta sentarse en la cama en la que estaba recostado boca abajo el otro. Este levantó un poco la cabeza, sin humor para lo que de seguro el acuariano quería. El ojiverde lo entendía y, aunque la pose se le hacía insinuante, tampoco estaba muy excitado. Parecía que ese futuro segundo hijo tendría que esperar todavía un par de meses.

“¿A qué has venido?”

“Hummmm… supongo que a disculparme” el aguador se revolvió un poco. “Nunca me paré a considerar tus sentimientos… o que quizás no tenías precisamente la culpa de lo que pasó con Kardia… bueno, sí que tuviste la culpa, pero… creo que tú me entiendes” se miraron en silencio “Deberíamos darnos otra oportunidad.”

“¿Lo dices después de todas las cosas que me hiciste hace unos días?” refunfuñó el escorpión, levantando su uña roja. No había disfrutado mucho de estar atado a la cama de Krest, de hecho, estaba entre las experiencias menos satisfactorias de su vida… a diferencia de lo que era su relación anteriormente. Además… había otra cosa que le molestaba bastante. “Y ¿Qué pasó con Garnet?”

“¿Garnet?” dijo con confusión hasta que se acordó. Tragó un poco, rehuyendo la mirada penetrante del escorpio. “¿Garnet de Vouivre?” quiso confirmar, ganándose sólo otra de esas. “Quienquiera que te haya contado que pasó algo entre ella y yo…”

“¿Acaso no fue así?”

“Quizás… un par de cosas” Krest admitió, aunque hubiera querido mentir. En fin, mentir no habría servido más que para empeorar las cosas. Había besado a la mujer en cuestión un par de veces, pero jamás fue más allá de eso. La cosa era que… ella era una buena compañía, habladora y bastante alegre cuando no se comportaba como sirena. Le fue muy fácil abrirse con ella, especialmente porque la noble había pasado por algo parecido a él con la muerte de su esposo. El caso era que sólo habían hablado como amigos, bebido como amigos… se besaron estando un poco borrachos la primera vez, luego un par más y terminaron arrepintiéndose un par de horas más tarde, cuando la cordura regresó a ellos. “Sólo un par de besos.”

“¿De verdad?” levantó una ceja. No le creía ni una palabra, sobre todo después de escuchar la descripción de la famosa líder de los Jewels. “Porque me cuesta mucho creer que no te hayas ido encima de una mujer hermosa”

“Ahhh, créelo, ni ella ni yo estábamos interesados en una relación. Es sólo que… ella era viuda y yo me consideraba como tal desde que moriste” el rojo subió a las mejillas del Zaphiri. “Hablamos, bebimos… un par de besos sin consecuencias fue lo único que pasó.” De repente un pensamiento cruzó la mente del aguatero. “¿Qué? ¿Estás celoso?”

“¡NO!” Krest sonrió ladinamente. Su amante se veía tan adorable cuando estaba celoso. Esto también le daba esperanza de alguna vez reparar la relación que una vez tuvieron. No pudo decir más porque Aeras apareció en ese momento.

“Qué bien que los encuentro” resopló, cansado y nervioso. Estaba a punto de oscurecer, los fantasmas seguro iban a atacarlos y los actuales dorados estaban fuera, tratando con unos adolescentes en lugar de proteger el santuario. “Vuelve al templo de Acuario, Krest, Dégel te ha dejado la armadura ahí” dejó en el piso la caja de la de escorpio. “Vístete, Zaphiri. Hoy somos los guardianes de los doce templos.”

Notas finales:

Bueno, estamos alcanzando los capítulos finales. Espero que les gusten tanto como los anteriores. Por cierto, alguien mencionó algo sobre el nombre de Lit en los reviews. Lo que pasa con ese nombre es que me pareció adecuado para él, después de todo es griego y significa "Segador de Hombres". Una referencia más que clara a la muerte, ¿no lo creen? Review!!!!!

 


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