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Juntos otra vez por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Más de los niños, ¿qué les parece?

“Woow, las casas están hechas un desastre después de todos estos años” comentó Shion cuando puso un pie en la casa de Aries. Con todos los viajes que Dohko y él, ahora una pareja oficial, hacían no había puesto un pie en ese lugar desde hace más de un año. “Tendré que ponerme manos a la obra con una escoba…”

“Creo que tenemos que presentarnos primero, los demás…”

“Ah, ni te preocupes” el reparador de armaduras simplemente movió la mano. “Somos los primeros en llegar, te lo aseguro. Esperemos un par de días” dijo colocando las maletas en el piso. “¿Tú qué piensas, Tora?”

“Creo que deberíamos ir de todas formas” el pequeño de trece años observó sus alrededores con aburrimiento. Ni siquiera sabía por qué había tenido que venir… ah, sí, sus padres habían sido llamado al santuario. Y él había tenido que ir con ellos, dejando su cómoda vida nómada que tanto amaba por una casa antigua y tétrica. “Más vale que terminen con esto pronto o…”

“Vamos, Tora, diviértete. Estás en Grecia por primera vez, hasta ahora sólo has visto el oriente” Shion trató de animar a su hijo, que fruncía el ceño muy profundo. “Va a ser tan divertido como la primera vez que viste las cascadas de Rozan…”

“Lo dudo” se cruzó de brazos. “He visto la clase de trajes que usan y todo lo que hacen, es una completa estupidez”

“Vamos, Tora…”

“Es peor de lo que me imaginé… ¡y ni siquiera sé por qué tuve que venir! Podría haberme quedado en el Tibet con los otros lemurianos o en China, después de todo ya soy lo suficientemente grande como para cuidarme solo” siguió balbuceando quejas que sus padres no entendían.

“Parece que ya están aquí los primeros” dijo alguien, acercándose desde la habitación del patriarca. Los tres levantaron la vista y vieron a uno de los gemelos de pelo blanco entrando a la primera casa. “Y han traído con ustedes al pequeño Tora”

“No soy pequeño” se ofendió el niño.

“Sí, claro” Hakurei se acercó a acariciarle la cabeza. La última vez que se habían visto fue hace meses, cuando se pasó por el Tibet por su cumpleaños después de recibir una carta de Shion diciéndole que iba a estar ahí por esas fechas. “Has crecido mucho, ¿Qué cosas has visto antes de venir?”

“No todas las que me habría gustado ver”

“Ah, no seas así, ahora podremos estar más juntos” miró hacia arriba. “Harás muy buenos amigos aquí, te lo aseguro”

“Me muero de las ganas” contestó sarcástico.

“Buenos días, maestro” dijo el joven lemuriano antes de que su hijito pudiera meter la pata como lo hacía siempre que se le acercaban personas. En eso Tora era único, podía llevar hasta a la persona más paciente y amistosa al límite. “Parece animado”

“Claro que sí, ahora los voy a tener a todos muy cerca” comentó feliz el peliblanco. “Es que como ustedes son los únicos que me llaman de vez en cuando me siento un poco solo” se volteó levantando un puño. “Montón de malagradecidos…”

“¿Eh? ¿Es que usted no ha visto a Asmita y a Deuteros en estos años?”

“¡Claro que no! ¡Esos no reciben ni a los mensajeros del santuario!” se cruzó de brazos. “Creo que a duras penas reciben a Aspros una vez al año o algo así, el resto se la pasan de ermitaños en la India…”

“Entonces… ¿no ha visto a Ahimsa desde que era un bebé?”

“No, por desgracia no… todo culpa del malagradecido de Asmita. ¡¿Quién le dijo para que fuera caballero, eh?! ¡¿Y así me lo agradece?!” suspiró. “Bueno, supongo que pronto lo veré de nuevo, esta vez no pueden rehusarse”

“No, por supuesto que no… a propósito, maestro ¿Cuál es la nueva amenaza que los tiene a todos tan preocupados?”

“No lo sé todavía, la diosa se niega a dar explicaciones, pero… Hades solicitó una audiencia urgente con ella hace unos días y se encerraron juntos. Desde entonces… bueno, sólo digamos que el santuario está un poco más lleno de lo que nos habíamos acostumbrado.”

“¿Eh?”

-En otra parte-

“¿Y esto es?” preguntó un pequeño de seis años, mostrándole a alguien una fruta. “Es roja… como la sangre y el Flegetonte”

“Es una manzana, Lit” respondió Kagaho, sintiendo una gota de sudor caer por su nuca. ¿En qué estaba pensando cuando decidió criar a su hijo en el inframundo? Sólo miren a donde habían llegado. Lit decía cosas muy tétricas todo el tiempo, normalmente haciendo comparaciones con cosas que existían sólo ahí abajo. “Se la come. Dentro hay una semilla…”

“¿Semilla? ¿Está viva?”

“Sí, está viva…” el espectro más veloz vio como la fruta lentamente se volvió negra en las manos de su pequeño.

“Ahora no lo está” dejó caer los restos de la pobre cosa. Bennu suspiró, nunca se acostumbraría a las excentricidades de su hijo. Había visto a sus sobrinos, hijos de los jueces del infierno en persona… ninguno se parecía a él. Aunque tampoco podía culparlo, no era un semidios por nada.

“Sabes, deberías dejar de hacer eso, Athena-sama se va a enojar si sigues matando todo lo que hay en su santuario”

“No mato personas”

“Lit, escucha, tienes que dejar de hacer eso. Ningún niño va a jugar contigo si…”

“No quiero jugar” se sentó a la sombra del árbol de manzanas, con los brazos cruzados y en una pose bastante extraña para un niño de su edad. “¿Cuándo regresamos a casa? Tanta luz me molesta los ojos”

“Litierses…”

“Detesto el sol” Kagaho cogió a su hijo y lo puso en sus piernas. Era comprensible que el pequeño fuera sensible a la luz, después de todo había vivido mucho tiempo en el inframundo y encima heredó la piel pálida de su padre. Sus ojos rojos por el albinismo tampoco eran de mucha ayuda, el pobre se quemaba fácilmente. Con mucho gusto se hubiera quedado abajo por él, pero… Hades había considerado mejor que su consorte e hijo permanecieran fuera y el espectro obedeció. Si había pedido eso entonces era algo grave. “No sé cómo a Keats le puede gustar tanto”

“Keats ha crecido aquí arriba” contestó Kagaho, pensando en su sobrino mayor. El pobre había heredado más de Albafica que de Minos, el único parecido que tenía con su padre era el pelo blanco.

“A Livius también le gusta”

“Livi no tiene albinismo”

“Vaya nombres que se les ocurren a ustedes tres”

“Tu padre eligió el tuyo, díselo a él… aunque Minos y Suikyo sí que tienen una manera rara de nombrar a sus hijos” lo abrazó. “Vamos, no quiero que te insoles, podemos regresar a nuestra habitación y luego tomar un rico jugo de fresas”

“¿El que parece sangre?”

“Hummm… tú solo camina” le guió hacia la habitación que Athena les había asignado, lejos de las miradas indiscretas. Mientras era conducido el joven sintió una extraña ráfaga fría a sus espaldas. “¿Pasa algo?”

“Nada, sólo creí sentir… no importa, vamos”

-En la casa de Piscis-

“Papá, ya llegamos a casa” dijo Albafica, quitándose el abrigo que había traído desde Suiza. A su lado, Keats observó la casa con ojos nostálgicos. No había estado ahí desde hace años… tal vez desde la navidad después de su treceavo cumpleaños. Ya quería jugar en sus jardines de rosas.

“¡Alba, Keats!” Lugonis salió a recibirlos con los brazos abiertos. El quinceañero abrazó con cariño a su abuelo. Se veían muy seguido, sobre todo porque el mayor le traía muchas veces regalos. Al Piscis mayor le encantaba engreír a su nieto, a pesar de lo mucho que esto le desagradara a sus padres. “Veo que falta alguien”

“Las cosas en el inframundo están bien movidas, últimamente ningún espectro ha salido… y si sale es sólo para cenar y dormir” se lamentó el peliceleste. “¿Tú sabes lo que está pasando ahí abajo? Minos no ha querido decirme…”

“Supongo que creen que es cosa suya, pero de todas maneras… es grave” miró a su alrededor. “Poco después de que Athena y Hades tuvieran esa reunión empezaron a enviarnos en misiones un poco extrañas. Yo mismo acabo de volver, tuve que vérmelas con un montón de fantasmas, más de los que había visto en mi vida…”

“¿Fantasmas?”

“Eso me ha hecho pensar que alguien se está metiendo con las puertas del infierno o al menos el funcionamiento interno de este.”

“¿Ha pasado a mayores en la tierra?”

“No, la situación está controlada de este lado del velo…”

“Abuelo, papi” los interrumpió Keats, que ya se había cambiado a una ropa más cómoda para soportar el inmenso calor de la zona. “¿Puedo ir a explorar? Siempre he querido ver lo que hay en los alrededores…”

“Está bien, pero asegúrate de no tocar a nadie y mantente lejos de la gente. Recuerda que el tío Luko está ocupado y nuestras reservas de lirio están contadas” le contestó Albafica, poniendo una mano en su cabello. “Tampoco te alejes mucho, no conviene que salgas si hay peligro ahí afuera”

“Sí” corrió. Caminó por los bosques donde no había nadie, ya que los aprendices debían estar a esas horas entrenando en el coliseo, cuando se encontró con alguien conocido. “¡Livi-chan!” gritó. El otro adolescente, algo menor pero más alto, se volteó espantado. Buscó desesperadamente un hueco donde meterse, más ya era tarde. “¡Livi-chan!”

“Ahhhh, Keats, hola, al tiempo” sintió un tic en el ojo. Él y Lit eran las únicas personas ante las que el mayor se mostraba así de alegre… y pesado. Con todos los demás era tímido y parecía perder la voz. Tal vez eso se debía a que eran primos… que pesadilla. “Yo… tengo que ir a otro sitio, así que nos…”

“Cuanto tiempo sin verte” lo abrazó antes de que pudiera terminar la frase, agravando su tic. ¿Es que ese tonto no entendía el concepto de veneno? Al menos él era resistente por todas las veces que el idiota le había envenenado accidentalmente. “¡No sabía que estabas aquí! ¿También está Lit? ¡Me muero de ganas por verlo!”

“Sí, bueno… el inframundo tiene problemas ahora y nos dejaron aquí con el tío Kagaho” explicó él, peleando por soltarse. “Ahora si me disculpas iba a ir…”

“Vamos los dos, quiero saludar” OH, Hades. Lit iba a matarlo. Cuando llegaron al lugar, el más joven estaba tomando el té con su madre, justo se había llevado la taza a la boca… “¡Hola, Lit!” escupió toda la bebida y lo miró. Su desagradable sorpresa no podía ser escondida. “¿Eh? ¿No te alegras de verme?”

“Al contrario” dijo Kagaho, palmeando la espalda de su pequeño. “Saltó de felicidad. Ahora tendrá a sus dos primitos con quién jugar”

“Mamá…”

“Tío…”

“Anda, ve con ellos. Si te empieza a molestar el sol se regresan aquí” lo empujó el espectro más veloz. Ambos sintieron que los estaban arrojando a una piscina de tiburones, de muy venenosos tiburones. “Que se diviertan”

“¿A qué jugamos primero?” ellos se miraron, ESO era el infierno.

-En la escalera-

“Alguien está de mal humor” se burló un peliazul cargando las maletas mientras su compañero de lentes sudaba la gota gorda. “La última vez que estuvimos aquí no estabas así, ¿Qué te pasa?”

“Me sentiré mejor cuando lleguemos a la casa de Acuario y active el termostato, gracias” contestó Dégel, también cargando el equipaje. “¿Están bien ustedes dos?” de repente notó que sólo uno de sus hijos estaba ahí. “Krest ¿Dónde está tu hermana?”

“Se fue corriendo a otra parte tan pronto llegamos… dejándome todo su pesado equipaje” contestó el chico, que cargaba demasiadas maletas para su estatura. “¿Estás seguro de que tienes libros ahí? Porque me niego a pasar una temporada sin leer…”

“No me los pude llevar todos cuando nos mudamos, descuida. Mi biblioteca está abierta si quieres revisarla” contestó el padre. “Ahora apresurémonos, que siento que me derrito”

“De verdad necesitas volver a aclimatarte” se burló Kardia, tomando más maletas de su novio e hijo. “Sefi nos puede alcanzar después…” de repente, al pasar por la casa de Leo, sintió un escalofrío. “Algo malo va a pasar”

“Kardia, la nueva guerra ya está prácticamente…”

“No, algo malo va a pasar en esta casa, lo presiento”

“Lo que yo creo es que algo malo va a pasar en la casa de Acuario si esa niña no regresa pronto y sin haberle roto nada a nadie”

“Vamos, ella sabe defenderse sola”

“Eso me temo”

-En el coliseo-

“Bueno, bueno, veamos que tenemos aquí” una amazona  con el cabello azul y actitud retadora avanzó, mirando a su alrededor. Muchos hombres le salieron al encuentro con la intención de invitarla a salir… pero ella les dio una golpiza, asustando de sobremanera a los demás. “Perdedores, hum”

“¡Sefi!” otra amazona le salió al encuentro. Sonrió detrás de la máscara, conocía a esa chica. “¡Al tiempo, Sefi!”

“¿Cómo estás, Jimena?” preguntó. Ellas dos se conocían desde hace un tiempo, incluso intercambiaban cartas. Se conocieron una vez que Ilias invitó a su familia a pasar Pacuas con él en Blue Graad cuando García era pequeño. Por su parte, Unity invitó a su mejor amigo, que había aparecido con un renuente Kardia al remolque (todavía no sabía cómo había hecho el cubo de hielo para convencerlo de eso). Fue una de las más interesantes vacaciones de las dos, sobre todo por las guerras frías entre los invitados: Kardia y Unity, Ilias y el Cid, Regulus y García… parecía que las dos eran las únicas que se lo estaban pasando bien.

“Bien, ¿y tú? ¿Tu hermano sigue tan insoportable como siempre?”

“Claro, qué esperabas, es su especialidad”

“Qué bueno que yo no tengo hermanos, entre tu experiencia con Krest y la del pequeño García con Regulus, creo que sería una auténtica pesadilla”

“No lo creas, a veces puede ser mejor…” se sentaron a conversar en las gradas, felices de haberse vuelto a ver.

Notas finales:

¿Qué quieren que pase ahora? Review!!!!


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