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Emergence por Karasu_Seiko VI II I

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Notas del fanfic:

Autor: hyacinthdreams

Publicación original: Emergence

Fecha: Enero 4, 2012

-Twoshot-

Opinión personal: A primera vista parece un AU escolar, pero juro que no lo es. Es un canon —más o menos— de los inicios de la banda. 
La verdad es que no me convencía mucho la narración, además de que los nombres se repiten una cantidad tremenda de veces y es medio tedioso estar arreglando eso... A final de cuentas me agradó la historia, así que sería genial que le dieran una oportunidad.

Notas del capitulo:

Hola, gente. Según yo nada más iba a subir fics para el DIK, pero bueh, no me pude resistir. 

Originalmente ésto debería ser un twoshot, pero por falta de tiempo y para actualizar más pronto lo subiré en un total de cuatro capítulos. 

Y... pues nada. Amo el Aoita y la idea de un Uruha celoso porque le quitan a su amiguito (?)

Emergencia — Lo íntegro es mejor que la suma de sus partes

 

0.Viaje en el tiempo narrativo

Uruha y Aoi tienen una dinámica peculiar. Se respetan entre ellos, y aprenden el uno del otro. Por alguna razón, les gusta beber juntos. Aun así permanecen distantes, sobre todo por parte de Uruha. Tienen una relación de a ratos.

Para poder comprender apropiadamente la razón de lo anterior, primero necesitamos regresar a cierto día. Específicamente, necesitamos regresar al ocho de mayo de 1997, un jueves. Es el día en que Uruha —o Kouyou, debería decir— está robando una revista.

Es el chico larguirucho que viste un uniforme escolar y arrastra los pies alrededor del kiosco azul oscuro. ¿Puedes verlo? Su corbata está derecha y va bien fajado. Luce bastante propio. Y eso es porque sabe cómo disimular ante los vendedores sospechosos. Lo ha aprendido bien porque todavía está en esa etapa de la adolescencia en la que cree que robar es genial. Claramente no sabe que esa revista que tiene en la mira podría complicar su vida de forma irreparable. Es sólo que de verdad la quiere. Porque es joven y curioso, y porque puede.

 

1.El desbarajuste de la revista

Kouyou toma la revista con un movimiento de dominio puro, y la esconde en el revestimiento roto de su mochila. Va directo a su casa para el almuerzo, pero no puede hojearla ahí, porque su hogar está atestado de gente. Con los preparativos de la boda en pleno apogeo, no hay privacidad en su propia vivienda, ni siquiera en el baño. Además, quiere mostrarle la revista a Akira. No sólo porque es de gran interés para ambos, sino porque es un trofeo que puede restregar en la cara incrédula de su amigo.

Se reúnen a las afueras del parque, justo donde comienza la pendiente de la colina. Kouyou pasa a través de los árboles, apretando la mochila contra él como si la revista pudiera, de alguna forma, saltar y salir volando de regreso al kiosco. El robo viene acompañado de sensaciones como esa. Es por ello que a Kouyou le gusta.

Salta por encima de una pequeña cerca y encuentra al otro chico sentado en el pasto, recargado en los restos del muro que solía rodear al parque. Akira no dice una palabra, ni siquiera muestra esa sonrisilla boba suya, pero Kouyou sabe que está igual de emocionado que él. Se deja caer a su lado y saca la revista del confín más seguro de su mochila. Sigue envuelta en un plástico lustroso.

—La tienes —dice Akira, con el más pequeño tono de sorpresa.

—Por supuesto que la tengo. Deja de dudar sobre la destreza de mis manos.

Kouyou rasga el plástico, y ambos miran: chicas con chicos, chicas con chicas, chicas con las piernas abiertas, chicas haciendo cosas que lucen ligeramente dolorosas y maravillosas.

Los dos son jóvenes y se abruman fácilmente, un hecho que olvidan por la emoción de poder verlo todo.

Piel desnuda y ruborizada, labios desmesurados… La clase de material destinado a provocar que sus corazones se aceleren y envíen torrentes de sangre hacia abajo.

Akira ya tiene una mano a medio camino de sus pantalones para cuando Kouyou decide que no puede contenerse hasta estar solo. Sin duda fue algo así como un impulso provocado por el momento.

—¿Tienes pañuelos? —pregunta, tratando de nivelar su respiración.

Akira balbucea algo y hurga dentro de su mochila. Se limpian. No se miran a los ojos cuando parten del parque por caminos separados. No hablan durante tres días después de lo ocurrido, y luego todo regresa a la normalidad. Un acuerdo silencioso. Nunca pasó. Y no lo vuelven a mencionar.

No hasta ese día en la biblioteca. Akira se encuentra buscando referencias adicionales para su ensayo de historia. Kouyou merodea por ahí, intentando encontrar algo interesante. De todas formas, ya ha decidido que no escribirá su ensayo.

Akira encuentra dos libros y decide llevárselos. De camino hacia el mostrador, Kouyou nota un fragmento de color brillante muy escondido en el fondo. Se inmoviliza. Al parecer, también ahí tienen esa clase de revistas.

Tan pronto como su amigo termina con los libros, Kouyou lo arrastra a la sección prohibida antes de que alguien pueda verlos.

—¿Estás loco? —susurra Akira—. ¡Nos echarán de aquí!   

Kouyou mira a su alrededor. El pasillo está desierto a esa hora del día. —Vamos, no hay nadie —dice, y procede a tomar una de las revistas. Está vieja. Se pregunta cuál es el punto de mantener ese tipo de revista en una biblioteca. No es como si alguien fuera a masturbarse en el medio de un pasillo.

Introduce la revista dentro de su mochila y encamina a Akira lejos de las estanterías.

—¿A dónde vamos?

—Silencio —ordena Kouyou mientras se apresuran hacia los baños.

—Kou, estás demente —continúa murmurando Akira—. Si nos atrapan, llamarán a nuestros padres. Todos se enterarán.

—No me importa —responde para después empujar al otro dentro del cubículo que se encuentra más alejado de la puerta.

Para cuando Kouyou abre la revista, Akira no se queja más. Las páginas son finas y están arrugadas, la clase de papel que se usaba diez años atrás. Algunos de los ángulos son diferentes. Pero el contenido es el mismo. El efecto es el mismo. Sólo que esta vez no están sentados en el pasto, donde tenían tanto espacio como quisieran.  

El lugar de ahora es estrecho y húmedo, y la temperatura no hace más que aumentar. Mientras Kouyou se desabrocha los pantalones, la revista se resbala de su agarre y cae al suelo.

Akira le dedica una mirada intranquila, pero hay rubor en sus mejillas y una de sus manos está aferrada violentamente al dobladillo de su chaqueta. Kouyou no sabe por qué, pero se acerca al otro para desabrochar sus pantalones y tirarlos hacia abajo como si quisiera decirle que no hay necesidad de reprimirse.

Y Akira no se contiene.

Hay espacio suficiente entre ellos para que no tengan que tocarse. Pero Akira se inclina hacia el otro y mete la mano en su ropa interior. La espalda de Kouyuou golpea las baldosas frías detrás de él mientras Akira termina por deshacerse de la ropa de ambos y, unos cuantos resoplidos inciertos después, se están restregando el uno contra el otro. Y es muchísimo mejor que cuando lo hacen por sí solos. Hay algo revelador en la unión de la piel, el sudor y las respiraciones rítmicas. 

 

El camino a casa es largo, y esta vez van en la misma dirección. No pueden ignorarse. Han sido amigos por tanto tiempo que Kouyou no puede darse por vencido en tratar de romper el silencio denso. Fue incómodo la primera vez; es incómodo ahora. Esta es la clase de cosas que pueden destruir una amistad, y él no dejará que la de ellos se destruya. Intenta decidir si hablar sobre el próximo álbum de su banda favorita, o sobre el hecho de que ha decidido comprar una guitarra, pero Akira habla en su lugar.

—Lo que pasó antes…

—No hay necesidad de hablar de eso —Kouyou le resta importancia con un ademán.

—Pero…

—¿Te gustó? —interrumpe el otro, mirándolo con firmeza.

—Sí, pero…

—¿Y te arrepientes?

—No.

—Entonces no hay nada de qué hablar —concluye Kouyou y se gira para mirar por la ventana. Por supuesto que hay mucho de qué hablar. Uno no simplemente masturba a su mejor amigo sin que surjan algunas preguntas.

Pero no ahora. Justo ahora, Kouyou tiene otros problemas en la cabeza.

»—Y pues la boda es en tres semanas —habla de nuevo sólo para decir algo, para romper el silencio que se ha vuelto a formar. Está mirando a la oscuridad precipitándose al otro lado de la ventana, la cual se interrumpe sólo por una luz ocasional dentro del túnel. Siempre se ha preguntado por qué los trenes tienen ventanas si los túneles son oscuros y todas las estaciones se van anunciando.            

—¿Quieres quedarte conmigo? —pregunta Akira—. Sabes que puedes venir cuando quieras.

Kouyou se recarga en su asiento y coloca su cabeza junto al hombro de Akira. Su panorama cambia del vacío oscuro al cuello ligeramente arrugado del uniforme de su amigo. —Sé que puedo —responde—, pero si desaparezco de repente, se preguntarán por qué. No se supone que desaparezca en un momento como éste.

Akira se queda mirando sus manos. Siempre se le ha dificultado hablar sobre familia, ya fuera la suya o la del otro. Pero Kouyou no tiene nadie más con quién discutir sobre eso. Unako se fue hace mucho, y ahora Karin también lo está dejando.

—Tal vez puedas convencerlos de que necesitas alejarte de los pasteles, la costura y toda esa mierda. Eres un chico. Lo entenderán.

Kouyou sonríe. La insistencia de Akira es tan extraña que decide tomarle la palabra. —Haré lo mejor que pueda —dice, y se sienta derecho.

El tren se detiene en la estación de Akira. Antes de bajar, ambos comparten una mirada. Fugaz, pero significativa. No pueden hablar de ello ahora, pero Kouyou sabe, al igual que Akira, que algo pasará cuando se queden juntos.

***

En casa, Karin se está quejando sobre ciertas cosas, como que el encaje de su vestido no es del color correcto, así que ni siquiera nota cuando Kouyou entra y se sienta frente a la televisión. Y eso duele. Karin siempre ha sido la persona con la que Kouyou podía hablar libremente. Se compartían sus miedos más profundos. Cuando él tenía cinco, y Karin diez, Unako era la que se iba a casar. Kouyou recuerda cómo Karin lloró y lloró el día en que Unako dejó la casa. Ambos hicieron una promesa ese día: ninguno de los dos dejaría al otro, al menos no hasta que hubiesen terminado la escuela y estuvieran listos para enfrentarse al mundo.

Pero ahora Karin se va, y ni siquiera se da cuenta de que está rompiendo una promesa. Se supone que Kouyou era el más pequeño; si alguien tuviera el derecho de olvidar, debería ser él, no su hermana.

Kouyou las mira de tanto en tanto, sin saber cómo pedirle permiso a su madre para ir a casa de Akira. Se queda pensando en qué preguntar, así que finge ver un programa de juegos mientras mamá tranquiliza a Karin.

Entonces Unako sale de la cocina y se acerca cargando un plato de dango. Kouyou toma una brocheta y la observa caminar de un lado a otro guardando revistas, papeles y bolígrafos. Han pasado diez años, y él ya la ha perdonado. La perdonó desde hace mucho, pero aún recuerda cómo se sintió el día en que se marchó. 

Por alguna razón, esto le da el empujón que necesita.

—Mamá, Akira me invitó a quedarme en su casa. ¿Puedo ir? —pregunta finalmente, con la boca llena de comida.

Karin está comparando un montón de encaje que tiene en su regazo con una fotografía dentro de una revista para novias. Ni siquiera levanta la mirada.

—¿Terminaste tu tarea?

—La haremos juntos. De todas formas es viernes.

—¿Qué hay de ayudarnos un poco aquí?

—Ya sé, mamá, pero quiero despejarme un poco. ¿Puedo ir a jugar con Akira por un día?

Con esto, Karin por fin levanta la vista, pero sólo por un momento. Kouyou se da cuenta, pero concluye que sus asuntos son más importantes que ponerle atención a él.

—Déjalo ir —dice Unako. Ahora está esponjando los cojines del sofá—. No podemos tenerlo aquí encerrado entre tanto satén y merengue, ¿no crees?

Kouyou le sonríe, y antes de que su madre siquiera responda, ya sabe que ha conseguido su permiso.

***

Después de apagar las luces, el Nintendo de Akira y acomodarse bajo las sábanas del futón, Kouyou siente que algo parecido al pánico se instala en su estómago. No está seguro de cuál sentimiento es, pero ahí está y le molesta.

Nunca ha sido bueno en esto. Cuando era un niño, no sabía reconocer si tenía hambre o sed y su familia la pasaba mal tratando de averiguarlo. Una vez creyó que estaba experimentando las mariposas esas de las que todos hablaban, pero resultó que se había intoxicado. También tenía reacciones inusuales a la combinación de emociones; cuando estaba furioso y triste al mismo tiempo, comenzaba a reír.

Ahora está tendido en la oscuridad, observando el techo y tratando de descifrar qué le ocurre. Después de unos cinco minutos, identifica el sentimiento como una amalgama de ansiedad y anhelo. Y no sabe si el anhelo se debe a que su hermana mayor, la que había sido su mejor amiga durante su infancia, ya lo ha relegado en su vida, o si se debe a lo que pasó en el mediodía.

Se da la vuelta para recostarse sobre su costado y encuentra que Akira sigue despierto, mirándolo.

—Quieres que… —susurra el otro.

Kouyou asiente, y no hay nada más por decir.

Él se acerca, Akira extiende una mano y pronto ya no hay rastro de su ropa. Están abrazados y tratan de no gemir muy alto. Kouyou piensa que es un tanto extraño que no haya besos ni ninguna de esas cosas íntimas de las que todo mundo habla, y aun así es lo más cerca que alguna vez se ha sentido de otra persona.

El cansancio los hace quedarse dormidos. Pero una vez que el sol ilumina el lugar, despiertan con los brazos aún entrelazados y con un olor a humedad impregnando el ambiente, es cuando las preguntas deben ser respondidas.

Akira está recostado boca abajo, presionando sus dedos sobre la almohada. —¿Entonces qué pasa? ¿Somos… —Levanta la mirada, dejando la pregunta en el aire.

Kouyou se encoge de hombros. —¿Somos qué? ¿Noviecitos? —se burla, y siente muy bien reír. Porque tiene la impresión de que no ha reído en semanas—. ¿No puede quedarse en que es algo que hacemos porque sí?

—Supongo. Una vez escuché a Nagawara decir que lo hizo con Kacchi y otro chico. Algo así como una cosa en grupo.

—También he escuchado algo parecido. Los tipos a veces lo hacen. No creo que sea la gran cosa —Kouyou encoge sus rodillas y se queda mirando sus pies—. Aunque yo no lo haría con otras personas…

Akira asiente, y entonces aparece el más leve indicio de una sonrisa en la comisura de sus labios. —Sí, yo tampoco.

 

2.Una fractura diminuta

Para cuando Karin está casada, Kouyou y Akira ya han cumplido los dieciséis años y llevan arrastrando al menos una docena de sus encuentros lascivos. Lo hicieron en los baños, en la habitación de cada uno, en salones de clases vacíos e incluso detrás de unas gradas. Siempre es lo mismo: un contacto presuroso, sólo por compañía y desahogo. Se convirtió en un acuerdo implícito que llegar a hacer algo más significaría cruzar una línea.

Y para cuando Kouyou finalmente consigue identificar de forma correcta un sentimiento que ha estado albergando por una chica de último año, ya es otoño y la escuela ha comenzado de nuevo.

Es así como se produce una fractura diminuta en su amistad.

Akira está rasgueando su nueva guitarra eléctrica y Kouyou se sienta en su escritorio, sintiéndose abatido. No es como si quisiera detenerse, pero siente que no será justo para Rika si continúa enrollándose con su mejor amigo.

—Invité a Rika a salir —dice, tratando de superar los sonidos terribles saliendo del amplificador.

—Ya era hora. No parabas de suspirar cada que la veías —responde Akira, y parece que lo dice en serio.

—Tocas horrible. Tal vez podrías adaptarte mejor a un instrumento más simple —sugiere Kouyou.

—¿Batería?

—¿Qué tal bajo?

Akira sonríe. —Podría funcionar. El bajo sólo tiene cuatro cuerdas. Soy capaz de manejar cuatro cuerdas… creo —Entonces su cabeza cae para mirar a la guitarra—. ¿Pero qué carajo se supone que haga con ésto? Tal vez tú podrías comprármela. ¿Qué dices?

Kouyou le lanza una mirada de indiferencia. —Yo ya tengo una, gracias.

—Bueno, al menos lo intenté —Akira finalmente deja la guitarra a un lado—. Tal vez le pregunte a Kacchi. Escuché que también tiene intenciones de formar una banda.

—Genial —contesta Kouyou, mirando cómo el otro se mueve por el cuarto, arrastrando su amplificador y guardando su mochila. Por alguna razón, tiene la vaga sensación de que Akira no se tomará bien lo que está a punto de decirle—. Escucha, ya que voy a empezar a salir con Rika y todo eso… pensé que ya no deberíamos… tú sabes.

Y como lo esperaba, Akira luce sorprendido y decepcionado después de escucharlo, pero sólo por un segundo; entonces procede a tratar de disimularlo.

—Seguro, es entendible —dice, pero su voz suena afectada.

En realidad Kouyou no quiere dejar de hacerlo, pero tampoco quiere guardar un secreto como ese de una potencial novia con la que ni siquiera ha comenzado a salir.

Éste es el punto en donde la fractura emerge y, aunque a primera instancia no lo notan, carcome un fragmento de la relación que han construido hasta ahora, además de que rehúye una primera capa de ilusión, esa en donde ambos pretenden que no tienen ningún problema.

 

La primera cita real de Kouyou transcurre bien y, para la siguiente semana, él y Rika ya son una pareja oficial.

La verdadera sorpresa llega cuando Akira le dice que ha invitado a Kacchi a salir, además de que se lo dice con un nerviosismo que se traduce en la forma en la que aprieta sus manos, como si Kouyou no fuera a estar de acuerdo. Y aunque sí lo aprueba, la fractura se acrecienta. 

Kouyou y Rika permanecen juntos por poco más de año y medio, y en ese lapso aprende los altibajos de estar enamorado.

Llega un punto en el que Rika está tan estresada por la universidad que ya ni siquiera tiene tiempo para él, y es cuando Kouyou se da cuenta de que la separación es inminente.

Es la tarde anterior a los exámenes de ingreso de Rika, y Kouyou está caminando a casa cuando una sensación de pánico lo invade y trata de analizarlo. Después de un rato, se da cuenta de que no hay nada que analizar. Esta vez, lo que parece ser pánico, en verdad resulta serlo.

Y mientras deambula por las calles, nubarrones oscuros se van aglomerando sobre la ciudad. Esto no augura nada bueno para Kouyou. Está de camino a su hogar, pero no quiere estar allí cuando la tormenta comience y definitivamente no puede ir a casa de Rika, no ahora que parece haberse convertido en algo insignificante para ella.

Se apresura a la casa de Akira justo a tiempo para escapar de la lluvia.

Cuando éste abre la puerta, Kouyou le dice que su novia va a dejarlo, y hay una mirada de empatía en su cara. Lo deja entrar sin decir palabra.

Kouyou llevaba tiempo sin ir y, aunque el camino hacia la habitación de su amigo se sentía desconocido, el lugar seguía siendo el mismo.

Akira lo abraza con fuerza y de forma reconfortante. Lo sabe. Aunque Kouyou nunca se lo dijo, aunque ni una sola vez expresó el pánico devastador que sintió cuando sus dos hermanas se fueron, Akira lo sabe. Porque sabe todo sobre él. Y también lo sabe porque tuvo que soportar la partida de su padre, lo cual fue más grave. Y a pesar de que a alguien como él, los problemas de Kouyou con sus hermanas podrían haber parecido triviales, Akira no hizo más que mostrar apoyo.

No hablan en absoluto; no por un buen rato.

—¿Estás seguro? —pregunta Akira, después de separarse del otro y alentarlo a sentarse en la cama.

—Sólo es cuestión de tiempo. Y aunque no lo haga ahora, pronto se irá a la universidad. Yo ni siquiera estoy seguro de si terminaré la escuela.

—¿Pero quieres quedarte con ella?

—No sé. Probablemente no. Es sólo que…

Un estruendo lejano los interrumpe, y Kouyou sube sus piernas a la cama, las abraza y luego cierra los ojos. Sabe lo que es un trueno. Sabe lo que es un rayo. Pero eso no ayuda.

»—¿Puedo quedarme aquí? —pregunta, y se estremece mientras otro estruendo los alcanza, esta vez más cerca.

—Seguro. Llamaré a tu casa —dice Akira. Kouyou logra escucharlo hablar con su madre. Ella sabe sobre su miedo. No se lo toma en serio, pero sabe que igual lo dejará quedarse. También sabe que no quiere tomárselo en serio porque fue ella quien lo causó.

La tormenta persiste durante toda la tarde, y se prolonga hasta la noche. Akira pone algo de música para que Kouyou no pueda escuchar los truenos, pero aún puede ver los destellos de los relámpagos. La ventana no tiene cortinas y las persianas están rotas. Puede sentir la habitación alumbrarse periódicamente incluso cuando cierra los ojos, pero a medida que pasa el tiempo, la música lo alivia e intenta pretender que la luz proviene de otra cosa.

En algún momento, Akira jala las mantas que están debajo de Kouyou, se mete a la cama a su lado y después los cubre a ambos. Kouyou abre los ojos para agradecerle. La habitación está oscura y todo lo que se puede ver es el brillo de sus ojos.

Un rayo los ilumina de nuevo.

Akira lo besa.

En algún otro momento, Kouyou habría puesto en duda la situación. Pero ahora sólo corresponde el contacto, y luego se separan. Antes de dormirse, pasa sus últimos minutos despierto con el rostro pegado al pecho de Akira, y se siente bien. Es la única persona con la que se permitiría ser tan vulnerable.  

 

Dos días después, Rika termina con él. Kouyou ni siquiera se toma la molestia de entristecerse. En lugar de eso, comienza a pasar una cantidad excesiva de tiempo en casa de su amigo. Hacen música juntos. Akira comienza a utilizar una bandita sobre su nariz. Dejan de ir a la escuela y también al club de fútbol. Reúnen miembros para una banda. La banda se separa. Dejan Hiratsuka para ir a por las posibilidades interminables que les ofrece Tokyo.

Nunca hacen mención del beso, porque hasta donde Kouyou sabe, fue sólo una manera hermosa de desvanecer su temor. Nada más. Y está seguro de que Akira así lo cree también. 

Notas finales:

En el capi siguiente irán apareciento los demás personajes. Y espero hayan disfrutado del Reituha porque no habrá más >:D

Gracias por leer~

@KarasuSeiko


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