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Miradas ruidosas, sonrisas silenciosas. por Luluu

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Pov Harry

 

 

 

No podía dejar de sonreír.

Ese era el efecto que Draco tenía en mí.

 

 

¿Traumado y con influencias homosexuales en casa? No me extraña que tengas tantos problemas.

 

Recordaba perfectamente las palabras de la profesora Umbridge. Esas y todas las de nuestras siguientes pláticas.

 

Por primera vez, sentía una indignación cegadora.

¿Qué quería hacerles a las personas homosexuales?

¿Quemarlas en la hoguera? ¡Era el siglo XXI!

 

Si estaba traumado era por razones completamente diferentes. Y ni siquiera estaba traumado, estaba dolido.

 

Más importante, todos tenemos problemas, pero por alguna razones sentía que Umbridge tenía algo personal en contra mía.

 

 

 

-Potter –escuché la voz de la profesora; tan dulce que era imposible confundirlo por un tono de voz honesto –no olvides nuestra plática de hoy. Te estaré esperando en el despacho.

 

Fruncí el ceño, no tenía ganas de verla hoy. Ni nunca.

-¿Algún problema, señor Potter? –preguntó la profesora McGonagall, quien se encontraba pasando por ahí.

-No, ninguno, profesora –la mujer alzó una ceja y me estudió con la mirada.

-Bien, -respondió sin apartar la mirada -si no se apura llegará tarde a su siguiente clase.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-¿Te llevo a tu casa? –me preguntó Draco al final del día.

-Hoy no, tengo que ir con Umbridge –respondí sombríamente.

-No me gusta que vayas con ella –confesó el chico –siempre que vas, regresas estresado.

-No tengo opción, Draco –el chico tomó mi mano y le dio un apretón.

-¿Y si te quedas con Hagrid?

-Entonces la profesora llamará a mi casa, y no quiero que Sirius tenga que lidiar con ella –el chico me miró con desaprobación.

-Tú tampoco deberías lidiar con ella.

-Lo sé, prometo hablar con el director o algo, pero ahorita tengo que ir con ella.

 

Draco soltó mi mano y bufó. Me despedí de él. 

 

 

 

 

 

Antes de ir al despacho de la profesora, fui a ver a Hagrid.

Toqué tres veces, antes de abrir la puerta de su caseta.

 

-Hola, Harry, no esperaba verte hoy. ¿Quieres una taza de té?

-En realidad, solo vengo a pedirte un consejo rápido.

-¿Cuál es el problema, Harry? –preguntó sentándose en un banco de madera.

-¿Conoces a la profesora Umbridge?

-Claro que sí, -puso un gesto de indignación –la mujer intentó hacer que me despidieran.

-¿Qué? –me alarmé.

-Fue a hablar con el director, pero él no la escuchó. Siempre ha dicho que me confiaría su vida, pero hasta ese momento creía que solo era otra muestra de amabilidad de Dumbledore –explicó -¿Por qué preguntas?

 

 

No podía contarle más, no si la profesora quería que despidieran a Hagrid.

 

Sabía que si le contaba lo mal que me dejaban las pláticas con Umbridge, el hombre iría inmediatamente a hablar con Dumbledore, o me encerraría en su caseta, alejándome de todo lo que me hiciera sentir mal y alimentándome con dulces duros y té.

Hagrid se preocupaba mucho. Tenía demasiado amor que dar y no hablaba con casi nadie en la escuela. Ni siquiera sabía si tenía familia cercana.

 

 

Le di un abrazo.

-¿Seguro que todo está bien, Harry? –preguntó correspondiendo el abrazo.

-Todo bien, Hagrid.

 

 

 

 

 

 

 

 

-¿Cuál es tu relación con Draco Malfoy? –preguntó Umbridge después de unos cinco minutos.

-Draco es mi... amigo –respondí nervioso.

-¿En serio? Porque Vincent Crabbe asegura haberlos visto tomados de la mano en la plaza.

-Lo que haga fuera de la escuela no le incumbe –respondí sintiendo repentina valentía.

-¿Quién te crees para responderle así a un profesor, Potter? –preguntó la mujer.

-¿Quién se cree usted para decirme que puedo o no hacer?

-Soy una profesora. Soy tu superior.

-Dumbledore es el director, él es ssuperior.

-Ser gay está mal, es un pecado y tú, sucio inmundo, verás que –su voz iba subiendo en tono. La profesora se puso en pie y alzó su mano.

 

 

Antes de que pudiera hacer otro movimiento, la puerta se abrió.

-Dolores –era la voz de McGonagall.

 

La mujer estaba en la puerta, agarrando fuertemente la manija.

-Dumbledore la espera en su oficina –le dijo la profesora –Potter, si hicieras favor de acompañarme, la clase terminó.

 

 

Caminé hacia la mujer.

Me detuve y volteé a ver a Umbridge.

-Draco es mi novio –dije antes de darme la vuelta y salir junto a McGonagall.

 

 

 

 

 

McGonagall me llevó a su oficina.

 

-Toma asiento, Potter.

-¿Estoy en problemas? –pregunté sintiéndome más seguro después de haberle dicho lo último a Umbridge.

 

La mirada de la profesora Minerva no era severa, era más bien curiosa.

 

-Claro que no, me gustaría que me explicaras lo que paso en el despacho de Dolores Umbridge.

 

Le conté de todas las pláticas que habíamos tenido desde principio de año.

 

 

Cuando terminé, ambos permanecimos en silencio.

-¿En serio le contestaste de esa manera?–me preguntó.

-Eh... sí –ahora me daba cuenta de que posiblemente le había faltado el respeto a un profesor.

-¿Una galleta, Potter? –preguntó pasándome un pequeño frasco.

-¿Me está ofreciendo un premio, profesora? –pregunté confuso.

-Sí, son de chispas de chocolate.

 

Tomé una y di un mordisco. Estaba deliciosa; tomé otra galleta.

 

-Ahora bien, la profesora Umbridge no volverá a pisar terreno de este colegio, en lo que a mí respecta, y la nueva psicóloga escolar será... -checó unos papeles –Sybill Trelawney. No estoy muy de acuerdo con la decisión del director, pero sé que no se repetirá lo mismo que con Umbridge, eso te lo aseguro.

-Profesora, ¿cree que pueda dejar de...

-Claro que sí, Potter, no estás obligado a seguir yendo a hablar con la psicóloga escolar, solo quiero que sepas que si necesitas algo, siempre puedes venir a hablar conmigo.

-Gracias, profesora.

 

Minerva podía ser una mujer severa y estricta, y una profesora intimidante, pero amaba al colegio y a sus alumnos.

 

 

-Habiendo dicho eso, tus evaluaciones en clase superan las expectativas, pero tus calificciones de exámenes son insatisfactorias, ¿gustas explicar el por qué?

-Los exámenes me ponen nervioso –la tranquilidad de la mujer era contagiosa –y eso no me permite concentrarme completamente en los exámenes.

-Ya veo, ¿te parecería bien que te ayude a prepararte para los siguientes exámenes?

-¿Usted me ayudaría?

-Claro que sí, Potter. Un buen plan de estudio puede ayudarte a controlar tus nervios. Confío en que puedes llegar a ser un alumno excelente.

-Muchas gracias, profesora –dijo sintiendo una ola de calor recorrer mi cuerpo.

-No hay de qué –le restó importancia –ahora ve y no hagas esperar más a Draco.

-¿Draco?

-Sí, ¿quién creías que me aviso que estabas con Umbridge? –dijo –y parece ser que logré llegar en el momento justo.

-Sí, profesora –respondí perdido en mis pensamientos.

 

 

 

 

 

 

 

Cuando vi a Draco esperándome en la entrada, aceleré el paso.

-Sigues aquí –dije sonriendo.

-Claro que sí. Si te dejara volver solo y algo te pasara, Sirius me mataría.

-Remus no lo dejaría.

-Harry, tu padrino encontraría la forma –ambos comenzamos a reír.

 

-Draco... tú le avisaste a McGonagall –el rubio se sonrojó.

-Eh... por supuesto que sí. Sé que no me contabas todo lo que ese sapo te hacía o decía, pero no te iba a seguir dejando ir con ella –sus ojos grises evitaban los míos.

 

 

Abracé al chico.

Draco acarició mi cabello.

-Gracias –susurré. 

 

Notas finales:

Gracias por leer!


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