Pov Draco
Potter se levantó y se fue del salón.
Inmediatamente quise levantarme y seguirlo, pero eso hubiera sido muy extraño. ¿Qué tenía Potter que no me dejaba en paz? No podía dejar de pensar en él y ni siquiera habíamos hablado. Ni una vez.
Pero… había algo en él, su cabello azabache, sus ojos verdes, su piel clara… su mirada perdida y su manera nerviosa de comportarse…
-¿Ya lograste incomodar al chico de los lentes? –preguntó Zabini, que estaba sentado junto a mí –eso fue rápido; hace unas semanas decías que no lo vigilabas, luego tuve que arrastrarte a mitad del recreo para que no lo siguieras y ahora esto, ¿debería esperar el gran anuncio para el viernes?
-Cállate –dije –yo no lo incomodé, no lo vigilo, y esa vez que me arrastraste estaba viendo a… Astoria, sí, Astoria Greengrass.
-Ajá –fue lo único que mi mejor amigo dijo.
Se escuchó unos toques en la puerta y Pansy entró, sentándose a mi otro lado.
-¡Ya quiero que acaben las clases! –exclamó –espera… ¿dónde está tu noviecito?
-Que no es mi novio –dije molesto.
-Draco –dijo alargando las vocales –sabemos que tu sexualidad es algo dudable…
-Ya les dije que me gusta Astoria.
-Y también dices que no eres rubio oxigenado ¿cuál es tu punto? –repuso Zabini.
-Creo que los odio –resoplé cansado de mis amigos.
La cosa es que Pansy, Zabini y yo nos conocíamos desde antes de aprender a leer, y siempre habíamos estado juntos: ellos eran las personas que más me entendían y eso a veces podía ser una gran molestia.
La clase de historia era todo un premio.
Zabini se puso a molestar a Nott, Pansy sacó un manga de temática… gay, y yo me quedé viendo por la ventana, esperando ver a un chico de lentes y cabello oscuro.
¿Qué estaba haciendo con mi vida?
Pov Harry
Salí del salón, feliz de poder alejarme de toda esa gente y miradas incómodas.
Cuando me hube parado en el pasto con la mochila en el hombro, me di cuenta de un pequeño inconveniente ¿Qué iba a hacer ahora?
No podía volver a casa, mi padrino se preocuparía; no tenía ningún lugar al cual ir que no implicara estar con gente desconocida… ni siquiera podía volver a clase, eso sería vergonzoso.
Estaba a punto de dirigirme a un parque cercano cuando una voz chillona me llamó.
-¡Harry Potter! –volteé y vi a la psicóloga de la escuela.
-¿Profesora Umbridge?
-Por favor sígame a mi despacho.
Perfecto, lo que me faltaba.
Seguí a la profesora hasta el salón. Un cuarto completamente rosa lleno de cosas de gatos. Con un fuerte aroma a incienso barato. Sentí unas repentinas ganas de vomitar.
-Toma asiento, por favor –hice como me lo pidió -¿Cuál es tu problema?
-Mi… ¿problema?
-Sí; según lo que dicen los profesores no logras integrarte, no hablas con más de dos personas y ahora te saltas clases. Una conducta no muy adecuada para un alumno de preparatoria.
-No… no es lo que parece –dije.
-¿Y tus padres están enterados de tus actos? Porque me encantaría hablar con ellos…
-Mis padres fallecieron -podía sentir las lágrimas arder en mis ojos.
-¡Esplendido! ¿Esa es tu excusa? ¿Estás pasado por la etapa de rebeldía que sigue a la perdida de algún ser querido? –no sabía que decir -¿Quién cuida de ti?
-Mi padrino… y su amigo.
-¿Traumado y con influencias homosexuales en casa? No me extraña que tengas tantos problemas.
-Profesora, solo son amigos… y no estoy traumado.
-Yo creo que sí, y no te culpo. No te preocupes, ven a verme cada lunes después de clases, podremos hacer de ti un buen joven.
-Yo… no sé si es buena idea.
-¿Qué? ¡Claro que es buena idea! –dijo juntando sus manos –Se nota que eres una persona triste y deprimida. Solitaria y que no vale mucho. Un peón más en un tablero de ajedrez, ¿no?
Estaba conmocionado. Asentí ligeramente y empecé a llorar.
-Tampoco es normal que comiences a llorar de la nada. Querido, insisto en que vengas a verme, lo necesitas. Ahora, tengo una pregunta más, ¿le cuentas a tu padrino acerca de todos tus… problemas?
Negué con la cabeza.
-Bien, porque recuerda que nadie quiere cargar con los problemas de otra persona. Sólo serías una molestia. Ahora bien, te puedes retirar.
Me levanté y lentamente me dirigí a la puerta.
Salí y me di cuenta de que las clases habían acabado y ya no quedaban alumnos.
Caminé lentamente hacia la salida de la escuela cuando choqué con un gran hombre.
-Lo… lo lamento, señor –dije –no lo vi.
Para mi sorpresa el hombre lanzó una estruendosa carcajada.
-¿No me viste? Bueno, eso no suele pasar –dijo señalando a su gran cuerpo –Puedes llamarme Rubeus Hagrid… o sólo Hagrid, si lo prefieres.
-Gracias –dije un poco cohibido.
-¿Estás bien, muchacho? –preguntó con una expresión de preocupación.
-Sí –dije –mi nombre es Harry Potter.
-Bien, Harry, si algún día quieres pasar a saludar, normalmente estoy allá –dijo señalando a una pequeña caseta en el extremo del patio –Alguien tiene que encargarse de cuidar los terrenos de la escuela.
--Está bien, gracias –dije.
Me despedí de Hagrid y un poco más tranquilo me encaminé a mi casa.
-¿Cómo que te saltaste la clase? ¿Sin ninguna razón? ¿Sabes que eso está mal? –en cuanto entré a mi casa mi celular comenzó a vibrar. Era Hermione.
-Perdón –dije mientras subía las escaleras –sólo… me sentí cansado.
-¿Y sabes lo cansado que es tener que escuchar a Ron quejarse de que su único y mejor amigo lo abandonó? ¡No se callaba?
-Perdón, Hermione.
-¿Y sabes cuántos apuntes te perdiste? ¿O lo atrasado que vas a estar?
-Sólo fue una clase…
-Una clase de 55 minutos; 55 minutos de aprendizaje que te perdiste.
-Lo sé –resoplé. Hubo un silencio un poco tenso hasta que la chica decidió romperlo.
-Aun así… estaba muy preocupada por ti. De la nada no sabíamos dónde te habías metido. Y no te preocupes por los trabajos, yo te puedo ayudar con eso.
-Gracias –dije débilmente –Hermione, tengo que colgar, nos vemos mañana.
-Ok, bye.
-Bye.
Entré a mi cuarto y me miré al espejo.
Las palabras de la profesora Umbridge seguían resonando en mi cabeza.
No aprobaba la autolesión pero nunca había sentido tanta tentación de tomar una navaja. Para experimentar.