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Juguetes por mistdowner

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Notas del capitulo:

Aquí el último capítulo <3 Espero les haya gustado esta pequeña y algo improvisada idea <3 <3 

Nos leemos.

Los meses siguieron su rumbo sin retraso. Las noches juntos pasaron. Cierto día, algo inusual pasó. Había muchos empleados entrando y saliendo con cajas, atareados. Muchos más de los que jamás se vieron en la juguetería. Jack nunca había visto algo así. Comenzó a alarmarse cuando notó como ponían a cada juguete en una caja y se lo llevaban rumbo a un camión que desconocía. Hiccup, al igual que él, observaba todo incrédulo.

-Jack, qué está pasando?- preguntó el castaño, mirando al albino. Suponía que él tendría las repuestas.

-No lo sé.- confesó.- nunca…Nunca había pasado algo como esto.

Siguieron observando los sucesos, tratando de descifrar el misterio que se abría ante ellos. Más y más empleados habían comenzado a vaciar la juguetería. Jack sintió frío correr por su cuerpo. Presentía lo que seguía, pero se negaba a creerlo. Y no quería. No quería separarse de Hiccup. Pronto ambos vieron como el anciano llegaba. Se veía calmado, tal vez algo nostálgico, con la mirada perdida hacia los rincones que poco a poco se vaciaban de juguetes. Miró todo a su alrededor, y suspiró.

-“Pasen, entren…”- dijo. Entonces tanto Jack, como Hiccup, pudieron ver a personas extrañas entrar. Se trataban de una mujer y un hombre, seguidos de una adolescente de quizás, no más de quince años.

-“Papá, lamentamos esto…”- escucharon decir a la mujer. Jack se vio sorprendido.- “Sabía que amabas esta juguetería”

-“Está bien, pequeña. Yo ya he dado felicidad y alegría a los niños. Es hora de retirarse del negocio con unas sonrisa…”- agregó el anciano. En ese momento Jack dio un respingo, alarmando a Hiccup.

-¿J-Jack? ¿Qué sucede?- le preguntó el ojiverde, tratando de acercarse sin éxito. El albino trataba de mantenerse calmado, pero se notaba por ciertos temblores que estaba abatido.

-Hiccup…- mencionó en un tono débil- Creo que… van a separarnos…- soltó sin más. El castaño lo miró consternado, y comenzó a negar.

-No, no. ¿Por qué dices eso? No. Esto…Es… Solo…- poco a poco sus palabras fueron apagándose.

-La juguetería va a cerrar. Es cuestión de tiempo para que nos encuentren y nos empaquen….Y…ni siquiera sé a donde iremos.- afirmó. Por un momento, deseó pellizcarse para despertar de esa pesadilla. No podía ser que todo su mundo se estuviera desarmando en cajas. No podía terminar así. Hiccup permaneció en silencio. Fue como si todo se apagara. Jack suspiró resignado. Sabía que llegaría el momento. Siempre lo supo. Pero no esperaba que fuese a ser tan pronto. Solo volvió en sí cuando escuchó un golpe a su lado. Rápidamente dirigió su mirada hacia el empaque de Hiccup, y se dio cuenta de cómo éste trataba de romperlo. Sabía que era inútil. Aun si pudieran escapar, no podrían bajar lo suficientemente rápido. Eso, sin contar lo que vendría después. ¿A dónde irían? ¿Cómo sobrevivirían? Eran frágiles ante la tempestad del mundo. Pequeñeces al lado de las pruebas que tendrían que afrontar.

-“Puedes, pequeña, ir a coger lo que quieras.”- escuchó decir en un momento al viejo anciano. Hiccup seguía intentando romper la caja. Jack pudo ver como de a poco, el plástico comenzaba a ceder…Hasta que, en un mal movimiento, la caja se balanceó. Jack emitió un grito ahogado, sin posibilidad de reaccionar a tiempo. Se estampó contra aquella irremediable barrera, con todas las intenciones de romperla. Pero no sirvió. Ahí, frente a sus azules ojos, el empaque de Hiccup descendió al vacío.

-¡HICCUP!- gritó. Escuchó un golpe seco, y un quejido. Siguió golpeando el plástico que lo encerraba, pero no conseguía hacer gran cosa.

-Ow…¿P-pero qué rayos…?- era la voz de una chica. Jack quiso intentar hacer caer su caja también, pero no fue capaz de hacer nada. Pronto escuchó otro grito.- ¡No puede ser! ¡Un Hiccup! ¡Abuelo, abuelo!- y lo vio marcharse. Aquella joven solo lo tomó, y corrió lejos de él. Pudo notar como Hiccup hacía sus últimos esfuerzos por escapar. Y lo perdió de vista. Muy seguramente ahora la joven le comunicaba a su abuelo que deseaba a Hiccup como nuevo juguete. Sonrió amargamente. Por lo menos, él tendría una vida feliz con alguien que lo cuidaría. Se quejó. Nunca había sentido dolor. Era un juguete, cómo sentirlo? Pero ahí estaba, taladrando su pecho, comiendo su ser y acabando con su paz…Rogando porque le devolvieron a su ojiverde. Pasaron minutos. Unas manos enormes lo tomaron.

-“Vaya, que viejo…”- escuchó decir. Su caja fue sacudida para quitarle el polvo que tenía.- “ Tal vez nos den algo por esto…”- mencionó el empleado que lo tenía en manos. Jack pronto vio el mundo moverse a su alrededor. Se despidió del lugar en silencio, recodando cada memorable momento: desde su llegada, sus noches solo, sus pequeños encuentros con otros juguetes…Su primer charla con Hiccup, las noches que pasaron juntos, sus confesiones…Todo se tornó en una bola de sentimientos que aplastó su mente y cuerpo. Lo dejaron en una caja, junto con algunas antigüedades. Pensó que lo mejor, sería dormir hasta llegar a donde fuese que fueran a llevarlo. Allí, en la oscuridad, suspiró, abrazando su soledad de nuevo, tratando de recordar como se sentía no tener a nadie a su lado que tratara de sacarle una sonrisa…No supo cuantos minutos pasaron. Sí, solo tontos minutos nada importantes. Pronto el motor del camión encendió. Pudo sentirlo por todas las vibraciones que terminaron por ocultarlo más en el fondo de su horrible situación.

-“Pero, estaba allí…”- escuchó decir al anciano, entre los murmullos lejanos que podía percibir. En su mente, trató de grabar esas últimas palabras, para memorizar la voz de quién no lo desechó a pesar de ser un estorbo para los niños.

-Dioses, dioses. ¡Tengo que encontrarlo, abuelo!- prosiguió oyendo. La caja donde estaba comenzó a moverse.  Pestañeó asustado. ¿Podría ser? …Unos pasos, y pudo sentir la tensión del camión, indicando movimiento. Suspiró.

-Adiós, Hiccup…- susurró, en plena soledad. En la oscuridad y el miedo.

-¡Esperen, esperen! ¡Aquí debe estar!- aquellos gritos lo aturdían, sin embargo, hasta ese momento no recordaba escuchar algo más esperanzador.- ¡Aquí debe estar Jack Frost!-el aludido se sobresaltó en su caja. No entendía nada de lo que estaba pasando. Pronto notó como alguien rebuscaba dentro de la caja donde se encontraba, quitándole de encima objetos. Sonrió para sus adentros al ver como ella lo tomaba en manos, arrancándolo de la oscuridad. Era aquella chica.- Aquí está.- dijo sonriente, antes de abrazarlo. Ahora no podía estar más confundido y aliviado. La chica simplemente echó a correr de nuevo hacia la tienda.- ¡Abuelo, abuelo, lo encontré!

Todo pasó tan rápido… Y lento. Era algo complicado. Veía a la joven sonreír de oreja a oreja, caminando de un lado a otro, sin dejar de mirarlo como si fuera la pieza de arte más bella en el mundo. De vez en cuando le hablaba. ¡Si, a él! Nunca había estado en situación semejante.

-Vas a ver, cómo te estuve buscando. ¿Tienes idea de lo raro que eres? Pero al fin te tengo, así que no hay problema. ¡Espera a que te muestre al resto!- siendo sincero, no la entendía mucho, pero era inevitable no sonreírle. Era muy lindo de su parte, sí. Pero…¿Dónde estaba Hiccup? Quería verlo. Quería saber que estaba bien. Así, pasaron algunos minutos llenos de preguntas y ansias. El anciano se despidió de la chica que lo mantenía sujeto sin quererlo soltarlo, y de sus padres, y se marchó, cerrando por última vez la juguetería. Comenzaba a ser de noche. La joven lo cargó unos minutos, hasta que paró delante de un auto. Abrió, y lo dejó a un costado mientras se abrochaba el cinturón. Entonces lo vio. Allí estaba él, intacto. Bueno. Casi. Su caja estaba algo abollada…

-Jack…- le escuchó decir.

-Hola…- le respondió él, con su típica sonrisa de lado.

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Cuando llegaron a destino, Jack no podía dejar de buscar la mirada de Hiccup, y viceversa. Ninguno sabía que era lo que iba a pasar. La chica los tomó a ambos, antes de bajar del auto y entrar en una casa. A ambos muñecos le faltaron ojos para admirar el lugar. Nunca antes habían estado en una, pero suponían que tenían suerte de vivir en una tan agradable, a partir de ese momento. La chica se despidió de sus padres, y corrió escaleras arriba con ambos. Abrió una puerta, y lo que siguió, dejó sin aliento a ambos muñecos: dragones, posters, libros… Y sobre todo, sus propios rostros por todos lados. El lugar parecía hecho para ellos. Hiccup alzó la mirada. Por algún motivo, reconocía a la perfección a aquellos reptiles que colgaban del techo. Hasta sabría nombrarlos, si alguien le preguntara. Por otro lado, Jack contuvo un grito al reconocerse en un poster, cargando su cayado. Oh, por la Luna. ¿Cuántas imágenes había de él en ese sitio?

-No puedo creer que justo los haya encontrado a ambos. – dijo la joven, para pasar a dejarlos sobre la cama.- Muy bien. Quitemos esto.- mencionó, para pasar a liberar primeramente a Hiccup. Quitó con cuidado el plástico, retirando todo aquello que alguna vez lo aprisionó. Una vez libre, la joven lo examinó minuciosamente, sin ganas de perderse el más mínimo detalle. – Muy bien. Ahora tú.- siguió hablando. Y entonces liberó a Jack. Así, dejó a ambos sobre la cama, sonriente a más no poder. Se paró, sacó su celular, y les tomó una foto, dejándolos cegados por la luz del flash. Se escuchó un grito en la lejanía que alertó a la chica.- ¡Ya voy!- respondió esta. Los miró por última vez, y salió por la puerta, corriendo.

Solos, Hiccup no tardó en incorporarse. No podía creer nada de lo que estaba ocurriendo. Igualmente, Jack se levantó, aun con el presentimiento erróneo de que estaba soñando.

-Jack…Somos… - murmuró Hiccup. Jack comenzó a reír divertido. Claro, no le duró mucho la risa, cuando de pronto sintió el peso del castaño encima. Lo estaba abrazando.

-¡Espera, espera! ¿Q-qué haremos si ella vuelve…?- trató de calmarlo. Pero no servía del nada. El ojiverde no se veía con intenciones de alejarse de él, en lo más mínimo. Así, Jack cedió, sonriente, y le devolvió el abrazo. Ambos comenzaron a calmarse de a poco. Después de tanto miedo y tensión, un solo abrazo parecía el remedio perfecto para dar rienda suelta a sus sentimientos.

-Creí que no volvería a verte…- susurró el castaño en su oído. Jack se tensó, acomodándose aun más para abrazarlo.

-No te librarías de mi tan fácilmente…- Le contestó. Hiccup largo una leve risa, antes de separarse. Ahí, a solo centímetros, se miraron profundamente, como solo ellos sabían hacerlo.

-No vuelvas a irte.- le habló, ahora con un tono de voz más pesado, que bastó para erizar la nuca de Jack. Éste negó.

-No…- habló apenas. Divisó sus labios. La promesa que se habían hecho, llegó como una flecha a sus pensamientos.- Hiccup…

-¿Sí?

-¿Podemos…Besarnos?- le preguntó. El castaño sonrió por la pregunta.

-No sé besar…- le respondió.

-Eso no me importa.- afirmó Jack.- Solo hagámoslo. –ni bien terminó de decir esto, vio como el castaño comenzaba a cerrar los ojos, para después acercarse lentamente a él. Era incluso mejor de lo que alguna vez se lo imagino. Jadeó. El aire que tenía dentro debía salir, para calmar algo de los nervios que sentía. Pronto sus respiraciones se mezclaron…

-¡Sí, sí, buenas noches!- escucharon ambos. Alarmados, abrieron los ojos y se separaron a duras penas. Justo a tiempo, dado que su actual dueña entraba sin retraso nuevamente a su habitación.- Bien, ya. ¿Dónde los pondré?- comentó. Sin más, tomó a Hiccup, lo miró sonriente, le acarició un poco el cabello. – A ti te tengo un lugar mega especial.- le confió. Así, caminó unos cuantos pasos más allá, donde descansaba una figura negra de lo que parecía ser…¿Un dragón? Acomodó al castaño al lado del reptil, se dio media vuelta y volvió a buscar a Jack. Cuando tuvo al muñeco en manos, se dio media vuelta y lo puso en otra repisa, al lado de una muñeca pelirroja con el cabello abundante y rizado.

De a poco, los minutos fueron fluyendo con el ritmo de fondo de una canción que la chica había puesto. No pasó mucho antes de que el tiempo se convirtiera en horas, las cuales la joven utilizó para terminar algunos deberes, comer y vestirse para dormir. Hecho todo eso, las luces fueron extinguiéndose, como así  también la música, dejando el paso libre para que tanto Jack como Hiccup comenzaran a reanimarse en sus sitios.

-¡Hey! Hola.- le habló de repente la muñeca que descansaba a su lado, con una notable sonrisa en los labios. Jack la miró algo desconcertado en medio de la noche, para luego sonreírle por el simpático saludo.

-Hola.- le contestó. Escuchó una leve risa de parte de la pelirroja.

-¡Se tardaron mucho en aparecer!- le mencionó ésta.

-¿Cómo?

-Ah, pero que tonta soy. ¿Dónde están mis modales? Mi nombre es Mérida. Mérida Dunbroch. ¡Un gusto!- se explicó y presentó la chica. Jack, hasta ese momento, ya había caído rendido al hecho de que esa chica le agradaba mucho. No se parecía en nada a las otras muñecas con las cuales había charlado, siempre tan refinadas y algo tímidas.

-Jack, Jack Frost.- contestó simplemente. La pelirroja se paró en el lugar, invitándolo a imitarla. Así lo hizo, y una vez estuvieron de pie, pudieron notar un pequeño movimiento en la estantería de arriba. Jack miró dudoso a la pelirroja.

-¿Quiénes están arriba?- cuestionó. Mérida se apresuró a responder.

-Punzie, Elsa y Anna.- contestó.- deben estar planeando como bajar a saludar.- continuó.- ¡Todas estamos muy felices de tenerlos aquí!

-¿Felices? Espera, espera. ¿Cuánto tiempo…?- comenzó a hablar Jack, haciendo que Mérida suspirara, tratando de encontrar el mejor modo de explicarlo.

-Nuestra dueña siempre quiso juntarnos.- comentó. Jack sintió algo dentro suyo removerse. “Juntarnos…” ¿Eso lo incluía? ¿Alguien había estado esperando por él todo ese tiempo? – Al parecer, nos quiere y admira mucho.- prosiguió, haciendo un pequeño ademán con la cabeza para demostrar un poster bastante grande de ella que descansaba pegado a una pared, iluminado por la luz de la luna apenas. – Y quería tenernos a todos juntos. Pero tu y Hiccup nunca aparecían. Eso frustraba a nuestra dueña.- terminó por decir la pelirroja.

-Así que…¿Hiccup y yo siempre fuimos buscados?

-¡Totalmente! Deberías haberla escuchado aquellos meses y años quejarse de no encontrarlos en ninguna juguetería. Al parecer eres único, eh?- bromeó Mérida, empujando un poco a Jack, el cual respondió con una sonrisa mientras se rascaba la nuca. Todo lo que la chica le decía le parecía tan increíble…Debería decirle a Hicc…¡Hiccup! Por un momento había olvidado que se encontraba a solo unos metros. Lo buscó con la mirada, pero al tratar de ubicar su figura en la oscuridad, no la encontró. Enarcó una ceja. Ya estaba por llamarle la atención a la pelirroja, cuando una “soga” apareció delante de sus ojos, proveniente de la estantería de arriba.- ¡Al fin!  Toma, y agárrate.- le ordenó la chica. Jack no dudó en hacerle caso, dándose cuenta sobre la marcha que en realidad, la soga no era tal cosa más que pelo. Aquello… No sabía como tomarlo. Al cabo de unos segundos, el cabello fue siendo jalado hacia arriba, llevándolos a ambos.

-¡Ahí están, ahí están! ¿Puedes creerlo, Elsa? ¡Al fin!- escuchó decir, antes de poder llegar a destino. Cuando estaba por terminar de escalar por propia cuenta el último tramo, notó una mano que le era extendida. Alzó la vista, y se encontró con los verdes ojos de Hiccup, observándole con cariño mientras esperaba por ser correspondido. No dudó en tomar su mano. Mérida, por su lado, fue ayudada por una chica rubia que aún no conocía.

-Anna, cálmate, por favor. Despertarás a…

-¡Pero es genial! ¡Tanto tiempo esperando por ellos! ¡Y aquí están! ¡Chimuelo, no es genial?!- siguió la chica. Jack no pudo evitar sonreír de lado por el ego que crecía en su pecho. Tuvo que contener la sorpresa al notar como aquella lagartija enorme y negra emitía unos pequeños ruidos de alegría.

-Chicas, les presento a Jack Frost. Es un tipo agradable.- habló Mérida, una vez terminó de arreglar su maltrecho vestido. Elsa, a quién Jack ya conocía por haberla visto de a montones en su antigua juguetería, fue la primera en saludarle con una pequeña reverencia. Anna, por su lado, lo tomó de las manos energética, exclamando cuantas palabras atropelladas llenas de alegría podía. El albino pudo escuchar como Hiccup bufaba por lo bajo al notar como Anna, en un movimiento inesperado, lo abrazaba de sorpresa. No se extrañaba que Hiccup se pusiera de ese modo, después de todo, siquiera con él había compartido un abrazo tan efusivo y llevo de cariño. Cuando todo aquello terminó, pasó a conocer a la chica rubia.

-Mi nombre es Rapunzel.-  mencionó la chica, mirándolo con una sonrisa imborrable.- Estamos taaan felices de tenerlos aquí, en serio.- siguió esta.  Cuando estaba a punto de saludarla, sintió una gran lengua pasar por su rostro. Jack se quejó inmediatamente, solo pudiendo atinar a escuchar la risa de Hiccup por la acción. La reunión de apoco se tornó en una gran suma de experiencias, chistes y cuentos. Las chicas se encargaron de enseñarles a los chicos ciertas costumbres y horarios que tenía la chica que los había comprado. Así, se enteraron de varios detalles de sí mismo que ni conocían. Por ejemplo, Jack aprendió que tenía compañeros “guardianes”. Aquello no le sonaba extraño ni ajeno, puesto que “algo” dentro suyo le recordaba esa realidad… En el caso de Hiccup, fue informado de su gran amistad que guardaba con aquel dragón llamado Toothless. También supo de la existencia de algunos de sus amigos vikingos, que por desgracia no se encontraban en la habitación. Era tanta la información, que los chicos no pudieron hacer más que sentirse algo mareados. Al ver este hecho, las chicas rieron alegres por la torpe situación, y los dejaron en paz un rato, en la repisa de abajo, donde hace solo horas, Hiccup y Toothless habían descansado solos. El gran dragón bajó de la misma manera en la que había subido: mediante la pared, escalando como un adiestrado animal montañés. Mientras que Hiccup y Jack se limitaron a usar el cabello de Rapunzel para bajar. Una vez solos, se sumieron en silencio mientras se sentaban a observar la luna. Tenían suerte, pues esa era una de las pocas repisas que tenían acceso a tal vista del panorama nocturno. Jack suspiró, llamando la atención de Hiccup.

-Día largo, eh?- habló Hiccup. Jack asintió levemente. Por suerte, allí, iluminados, podían apreciarse el uno al otro muy bien. Lentamente el castaño se atrevió a posar su mano encima de la de Jack, presionándola cálidamente. Jack alargó una sonrisa calmada y satisfecha.

-No puedo creer que todo esto haya tenido un final feliz.- habló.

-Pero lo tuvo.- le siguió Hiccup, alegre, mientras observaba la luna llenar el cuarto con su luz.

-Sí, es…Genial- continuó Jack.

-¿Sucede algo?- preguntó el ojiverde, al notar el leve tono de preocupación que mantenía Jack en sus palabras. El albino se encogió un poco de hombros ante la pregunta.

-No lo sé. Solo…Uh… - balbuceó Jack. En realidad, no quería hablar sobre aquello. Cuando Rapunzel lo mencionó, trató de no darle importancia. Después de todo, vamos, no era algo tan factible. Además, Hiccup le había dicho que él le gustaba, no? Se sintió torpe al saber tan poco del castaño y su vida…

-¿Es por lo que hablamos arriba?- Jack maldijo que Hiccup fuera tan intuitivo. Asintió levemente, y sintió como Hiccup se acercaba más hacia él, poniéndolo nervioso.- No es importante.- habló

- Te equivocas, sí lo es- le corrigió con un tanto de desgano.- ¿Qué…Qué tal si el día de mañana …?

-¿Conozco a Astrid?- finalizó Hiccup, mucho más cerca de él, casi susurrándole al oído. Jack se removió, inquieto no solo por la acción del chico, sino también por sus palabras.

-Es tu prometida.- susurró, sin saber porqué, tan bajito que solo el castaño pudo escucharlo.- ¿Y si la ves y yo ya no te gusto?- preguntó.- Yo no me enojaría, sabes. Después de todo, literalmente, están hechos para estar juntos y…- siguió hablando, tratando de plasmar en torpes palabras lo que quería comunicar, con aquel sentimiento agrio dentro suyo. No quería, realmente, que Hiccup se enamorara de Astrid. Pero ya tenía el presentimiento de que podría llegar a suceder, y de ser el caso, realmente sería doloroso.- No quisiera…Interponerme y…- continuó. Pero no pudo seguir, puesto que Hiccup comenzaba a rozar su piel con sus cálidos labios, haciéndolo temblar. – Hiccup esto no es…- trató de quejarse, pero las intenciones no le duraron mucho. Aunque no le gustara aceptarlo, cuando la presencia del ojiverde lo inundaba, su interior se mecía obediente a sus gestos, casi como hipnotizado a todas las acciones del chico. De a poco, los leves roces entre su piel y los labios de Hiccup se convirtieron en pequeños besos intermitentes, dejados sobre su mejilla. Jack perfectamente pudo percibir la mano de Hiccup obligándolo a girar la cabeza en su dirección. Estaban muy cerca. Quizás, más de lo que alguna vez lo habían estado, en mucho sentidos. Sus corazones parecían sincronizados, latiendo desesperados por consumirse en un gesto inocente como lo era un beso. Jack suspiró relajado, mientras Hiccup cerraba los ojos paulatinamente. El contacto fue dulce, tierno e incluso más íntimo de lo que se esperaron. Sus labios se acariciaron suaves en una danza tímida pero decidida, explorando las texturas mientras se unían y alejaban, volviendo a necesitarse al segundo. Se separaron calmados ambos, de a poco, casi embrujados por la magia que habían sentido por tan simple acto. Se miraron. La luna pronto debía esconderse detrás de las montañas, dejándolos solos de nuevo a merced del sol. Lo sabían, pero aún así desearon quedarse el uno al lado del otro un tiempo más. El albino recostó su cabeza en el hombro del castaño, y éste último se afirmó en la cabeza del ojiazul.

-Jack, quiero que lo sepas.- habló en un tono calmado y pegajoso el vikingo. Jack asintió ligeramente.- No podría querer a otra persona como te quiero a ti.- mencionó. Jack cerró los ojos unos segundos por la declaración, alargando su sonrisa incluso más de lo que hubiera deseado.

-Lo sé, lo sé. Soy insuperable.- mencionó como chiste, alejándose de Hiccup. En el momento preciso en el cual el castaño giró la cabeza para tratar de verlo, Jack aprovechó para asaltar sus labios torpemente, provocando que ambos cayeran de espaldas sobre la superficie de la repisa. – Hey, Hiccup.- mencionó Jack aprisionando a Hiccup entre sus brazos y la repisa. El castaño sonrió de lado por la acción.

-¿Sí?- le contestó, sintiendo como sus piernas se enredaba con las del albino.

-Te amo.- le soltó sin más, dejando sin  palabras al vikingo. No solo por sus sorpresivas palabras, sino también por el hecho de que nuevamente, pasó a robar sus besos dulcemente. Hiccup no tuvo que responder. Todo lo que debía decir se comunicó con sus acciones: las leves caricias sobre la ropa, las torpes danzas dulces de besos, y los suspiros que compartían estando juntos, provocando que sus corazones latieran como locos. Habían olvidado, por unos instantes, que el mundo existía. Ahora al fin podían estar juntos, compartir las noches tan juntos como alguna vez lo desearon, viendo la luna, su fiel confidente, arroparlos para dar inicio a sus muestras de cariño y afecto. Al pensar en esto, Hiccup sonrió. Las noches de ahora en adelante, siempre resultarían ser sus favoritas. 

Notas finales:

Nos leemos pronto en otras obras <3 <3 

Un gusto escribir para ustedes <3 <3 <3 


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