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Vida De Perro por LePuchi

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Notas del capitulo:

¡Hola! Señores y señoritas tras la pantalla.


Sobreviví a la gripa, todo gracias a un té espeso de sabor horrible pero efectivo y como me he recuperado del todo aquí les traigo el nuevo capítulo porque hace como mil años que subí el otro (me siento ligeramente irresponsable).


No se me ocurren más locuras para escribir aquí así que ya no diré nada, váyanse a leer.

Varios días habían transcurrido desde que el descomunal tránsito, provocado por una ristra de percances menores, paralizara la ciudad brindándome aquel encuentro maravillosamente grato. Desde entonces la chica amante, igual que yo, de los libros de McClellan se había cruzado en mi camino un par de veces ya que, al parecer, ambas éramos habituales en esa ruta del transporte. Sin embargo, aunque coincidíamos en el autobús no volvimos a mantener una charla tan larga como la del segundo encuentro debido a que ella abordaba y abandonaba el vehículo antes de mí, también porque no era extraño que a esa hora fuese bastante atestado de personas que nos relegaban a partes distintas dentro del mismo.

Aunque me habría gustado hablar con ella o quizá preguntarle cuál era su nombre sabía que lo más natural era que no le preguntase nada, incluso si la enorme casualidad del día del embotellamiento se repetía; algo poco probable pues la suerte de ese momento había sido ya no sólo enorme sino increíble, tanto que para volver a darse los astros debían alinearse perfectamente y reunirse al menos siete u ocho tipos diferentes de fortuna en un instante preciso y yo no tenía a los dioses de mi lado como para lograr semejante milagro.

Estaba dispuesta a aceptar las sonrisas ocasionales que me dedicaba cuando su mirada y la mía se encontraban por encima del resto de los pasajeros del bus. Era un gesto que tal parecía no me cansaba de ver sin importar las veces que lo presenciara.

— Vas a abrirte el labio si sigues mordisqueándotelo —sentí la tibieza de un dedo al posarse en mi barbilla seguida de un rápido tirón que liberó de entre mis dientes al pobrecillo labio.

— Auch —me llevé la mano a la boca, frotándome el dolorido labio—. No tenías por qué hacer eso tonta, me dolió.

La brusquedad de Victoria me había hecho despegar la mirada del montón de hojas desperdigadas sobre la mesa de mi apartamento.

— ¿Qué estás leyendo? —preguntó antes de morder la galleta que sus dedos extrajeron de un empaque, plateado y alargado, entre sus manos.

— El reporte de un fármaco nuevo que el laboratorio está investigando —le dije frunciendo el ceño—. Pero más importante ¿qué es eso?

— ¿Esto? —agitó el paquete, aguantando un trozo de galleta entre los dientes—. Son galletas, las encontré en la cocina ¿quieres una? —me tendió el paquete—. Pero sólo una o se van a acabar.

— ¿¡Cómo que sólo una!? —exclamé—. ¡Son mis galletas, las compre hace tres días con mi dinero! Además, es el último paquete ¿¡y por qué estás comiéndotelas!?

— Tenía hambre —se encogió de hombros— y en casa sólo hay alcohol.

Suspiré mirando el infantil puchero de la cara de Vic.

— De acuerdo, pero no te las apañes para ti solita, dame unas.

— ¡Bien! —sonrió sacando una galletita y metiéndomela de improviso en la boca, todo antes de sentarse junto mí—. Entonces ¿drogas experimentales?

— Así es —respondí tras tragarme la masa azucarada—. Drogas peligrosas que no van a funcionar como medicamento.

— Yo las veo bien —tomó la botella que contenía el nuevo jarabe contra la tos—. ¿Por qué éstas cosas siempre parecen jerez? Es espeso, pero yo lo veo normal, normal y seguramente con horrible sabor a cereza u otra cosa por el estilo —hice una mueca, nunca me había gustado el excesivo sabor dulzón de los jarabes. Eso sólo lo volvía peor.

— No estoy segura de su sabor —dije y al notar que estaba desenroscando la tapa del frasco agregué—: Yo no haría eso si fuese tú, tiene muchas reacciones adversas.

— Creía que todos tenían alguna clase de reacción así.

— Todos tienen contraindicaciones; que no se tomen durante el embarazo o si se es menor de doce años, ya sabes esas cosas.

— ¿Qué hay de malo con está?

— Si te lo bebes te dará una taquicardia de campeonato.

— Suena peligroso —dejó la botellita en la mesa.

— Algo —revolví de nuevo los papeles—. A propósito de todo esto ¿qué haces aquí?

— Vine a buscar comida, ya te lo había dicho.

— ¿Alex?

— Alex está trabajando. Fue a una junta especial o eso entendí, tiene las manos llenas desde que aprobaron la construcción de nuevas casas al sur de la ciudad.

— ¿Y tu trabajo?

— Blanck puede arreglárselas sin mí en el despacho por un par de días.

— Me cuesta creer que aun con todas las tonterías vandálicas que hicimos de adolescentes seas abogada hoy día.

— La mejor que ésta ciudad haya visto antes o después.

— Deme galletas señorita abogada suprema.

Esta vez en lugar de sacar ella una me ofreció el paquete entero.

— Ya estás otra vez mordiéndote el labio —me regañó—. ¿Qué te pasa? Es síndrome de abstinencia porque el Varano está cerrado y no puedes ir como acostumbras ¿verdad? —me dio palmaditas en el muslo—. Tranquila, Alan estará preparando la fiesta así que relájate, mañana podrás ir a comer tarta de manzana. Podremos ir todos.

— No apostaría por ello Vic, tengo que terminar el informe y la presentación del laboratorio para mañana y revisar los exámenes de los alumnos al terminar.

— ¡Ah no! No salgas con eso, le prometiste a Alan que irías y nos invitaste a nosotros, no puedes retractarte —me arrebató los folios de las manos y se sentó a horcajadas sobre mis piernas quedando de frente a mí—. Para de una vez de morderte el maldito labio y ponle máxima a todos.

— Eso no sería ser buena maestra —agarré las hojas otra vez—. Bájate de mí.

— No quiero —se cruzó de brazos—. Si no quieres poner máxima, repruébales.

— ¡Eso menos!

— Oh vamos, no me dirás ahora que te desagrada reprobar alumnos.

— Yo no dije eso —sonreí—. Al contrario, es muy divertido hacerlo, pero sólo a quienes de verdad se lo merecen. ¿Vas a quedarte allí todo el día?

— Regálame un besito y me quitaré.

— ¿Hablas en serio? —enarqué una ceja, Vic asintió—. No voy a voy a besarte Vitoria.

— ¿Por qué no? —reclamó indignada.

— Porque no, bájate, tengo que terminar esto.

— ¡Qué desgracia la mía! Antes no tenía que rogarte por un beso —fingió sollozar—. ¿Es que ya no me amas? ¿Acaso he perdido mi belleza de antaño?

— Dramática —me reí—. No has perdido nada —me incliné para darle un beso corto—. Ya está, ahora quítate de encima.

— ¡Hey! ¡No! —me jaló la mejilla.

— ¿No qué?

— Así no era —puso otro puchero, parecido al de las galletas sólo que con más indignación que suplica—. Tenía que ser aquí —señaló sus labios—, no acá —apuntó su frente.

— Jamás dijiste el lugar específico del beso.

— ¡Estaba implícito!

— Debió ser clara señorita abogada suprema.

— ¡Pero no es justo! —se enojó—. Antes lo hacías.

— Tú lo has dicho: antes. Antes era diferente, antes estaba soltera —le sonreí ladeando la cabeza—. Además no pienso arriesgarme a que tu hermano intente matarme como cuando teníamos quince años. Es mi amigo y tú eres su hermana–novia. Bájate ya.

Resopló con molestia, pero se levantó y caminó hasta el sofá en donde se dejó caer y encendió el televisor para mirar las caricaturas. El sonido de los programas no me dejaba concentrarme del todo así que luego de un rato me uní al maratón de dibujos animados llevando una caja de cereales como ofrenda de paz para Victoria.

— Sabes que no dejaré de acosarte ¿verdad? —preguntó cuándo le ofrecí la caja de los cereales.

— Lo sé —asentí, hundiéndome en el sillón a su lado.

— Algún día de éstos conseguiré volver a sonsacarte un beso menos fraterno —dijo, en un tono amenazante y decidido. Aquello era una promesa.

— Deberías dejarlo ya Vic.

— Lo dejaré cuando encuentres una mujer que valga la pena.

— Ya tengo una —suspiré con pesar—. Eres una testaruda.

— Soy Radosta, lo llevamos en la sangre. Ya deberías saber que no me rendiré.

— Buena suerte con ello, pero ¿te importaría dejarlo por hoy? Quiero ver las caricaturas.

Estuvo de acuerdo.

 

Ocho en punto de la mañana del viernes estaba ya fuera de la sala de juntas de Gnasa Lab; había conseguido terminar el informe y la revisión de los exámenes gracias a una buena noche de largo desvelo, las leves ojeras bajo mis ojos eran prueba de ello. Crucé las puertas tras sacudir la cabeza para espabilar, dentro había una mesa alargada de brillante madera oscura y sentados alrededor habían varios hombres vestidos con pulcros trajes.

Me puse al frente de la sala para pasar las siguientes horas explicando a los jefazos la razón por la que no podíamos producir en masa el medicamento al que habíamos hecho pruebas durante varios meses con los mismos resultados infructuosos cada vez. Eran tozudos y se negaban a perder los fondos que habían invertido al elaborarlo, así que fue realmente difícil hacerles entrar en razón y solamente lo conseguimos cuando mencionamos la palabra mágica: demanda.

Resolvieron que la opción más rentable era evitar escándalos y desechar el horrible medicamento en lugar de enfrentar las posibles quejas si en verdad resultaba tan dañino como lo describíamos.

— Tener tantos millones en sus bolsillos les ha atrofiado las neuronas a esos tipos —refunfuñó Jared mi compañero de investigación.

— Aceptaron parar la producción —le recordé.

— ¡Sólo cuando entendieron que perderían menos dinero! —gritó indignado golpeando con la mano la superficie blanca, impoluta y cuidadosamente desinfectada de la mesa de trabajo.

— No seas tan intenso, fue una victoria, al fin y al cabo.

— Supongo —concedió.

— ¿Tenemos pendientes?

— No, no por hoy —revisó el cronograma sujeto por una tachuela al enorme trozo de corcho donde fijábamos nuestras ideas, cosas por hacer, formulas kilométricas de compuestos orgánicos, un calendario y una etiqueta de cerveza que a saber de dónde saliera o como había terminado allí.

— Entonces me voy ya —anuncié.

— ¿Grandes planes para hoy? —preguntó poniéndose la bata blanca.

— Nada demasiado grande, sólo una fiesta.

— Suena excitante… —murmuró sin demasiado interés.

Jared era un tipo realmente raro, no simpatizaba con nadie porque el resto de los compañeros no eran en absoluto agradables con él debido a que usualmente se mostraba apático, aislado, casi asocial. Él no me consideraba su amiga, tampoco yo le consideraba como tal, sin embargo, era buen trabajador y como no me metía con sus maneras teníamos excelente relación de compañeros.

— Nos vemos el lunes —me despedí.

— Sí, sí —dijo haciendo aspavientos con su mano, mayormente concentrado en la muestra que veía a través del microscopio.

Llegué a casa antes del atardecer, había sido un día movidito, me senté en el sofá y me quedé dormida casi sin darme apenas cuenta. Al despertar el anochecer ya despuntaba entre los edificios de Gliky, me levanté de un salto con las energías renovadas y salí para llamar a la puerta de los pelirrojos Radosta, nadie respondió ni salió a mi encuentro.

Quizá se habían adelantado al Varano, pensé. Entré de nuevo al apartamento y me dirigí a mi habitación.

Deslicé la puerta del armario repasando mi guardarropa con la mirada, algunos momentos después mi atuendo quedó reemplazado por: un par de vaqueros oscuros, una ceñida blusa blanca sin estampados bajo un suéter verde oscuro de cremallera, con parches ovalados de color café en los codos. No iba a llevarme el premio al atuendo más elegante de la noche pero resultaba cómodo y más me valía ir así por si a alguno de los Radosta se le pasaban las copas.

Cubrí mis pies con unas Converse naranjas… mirándolo detenidamente noté que tenía un montón de esos. Las clásicas blancas y negras por supuesto, pero también allí alineadas había rojas, naranjas, amarillas, verdes, azules, incluso un par de tono purpura, como un jodido arco iris formado únicamente por ese tipo de calzado. Me pregunté cuándo había empezado a acumular tantos pares, no lo sabía.

Salí del edificio con la mochila al hombro, marchando hacia el Varano.

— Dioses ¿volví en el tiempo un día o qué? —se burló Alan cuando entré al bar y me acerqué a la barra que, por cierto, estaba llena—. Creía que no vendrías porque no es jueves.

— Déjalo ya Al, maldito seas —miré a mí alrededor. El lugar estaba repleto a pesar de no ser tan tarde, ni Javier, ni Vic ni Alex se veían por el lugar.

— Eres la primera de la pandilla —Urena dejó a uno de sus empleados sirviendo los tragos para poder él salir de detrás de la barra—. Lamento que no halla sitio aquí ¿te importaría sentarte a una mesa por hoy?

Le dije que no y caminamos rumbo a una mesa al fondo. Era la primera ocasión que ocupaba una mesa en el Varano.

— Puedo echar a uno si lo prefieres —hizo un gesto con la cabeza, apuntando a la barra.

— No seas tonto, claro que no —arrojé la mochila sobre una de las sillas puestas alrededor mesa—. Sobreviviré a la temible experiencia, además hoy no seré sólo yo.

— Hablando de eso, es raro que no hayan llegado los pelirrojos todavía —dijo—. Pensé que llegarían juntos o algo.

— Igual yo, me extraña ser la primera.

— Les avisaré que estás aquí cuando lleguen, por cierto, hoy no puedo servirte lo de siempre.

— ¿Por qué no?

— Es una fiesta Sara, tienes que salir de la rutina un poco.

— Me gusta mi rutina —me miró entrecerrando los ojos—. De acuerdo, de acuerdo, tú ganas. Pero sólo por hoy.

— ¡Excelente! ¿Qué voy a servirte?

— Sorpréndeme, compañero.

— Lo intentaré —se fue sonriente a la barra y más tardó en irse que en volver junto a mí.

— ¿Qué es? —pregunté mirando desdeñosamente el contenido naranja del vaso que me ofrecía.

— Un destornillador —le di un trago—. ¿Qué tal?

— Está bueno —no me agradaba la idea de beber alcohol pero con Alan y los pelirrojos seguro que no iba a salvarme, mejor me hacía a la idea.

— Cuando lleguen los mellizos y tú amigo sexy te los mandaré —le agradecí—. Yo vendré luego a verlos, diviértete.

— Lo haré —bebí otro trago del destornillador.

Una vez me quedé sola pensé en sacar el libro que llevaba en la mochila, pero la luz del Varano estaba ligeramente más baja que de costumbre, tampoco me pareció buena idea ponerme a leer en medio de una fiesta y seguro que Alan vendía a darme lata si lo hiciera, así que para matar el tiempo en lo que llegaban mis amigos me puse a observar a la gente que entraba. La música era buena, no muy escandalosa todavía pero sí bastante pegajosa, las bebidas embriagantes pasaban de mano en mano como moneda de cambio, en definitiva Alan no bromeaba el otro día, casi parecía estar media ciudad ahí dentro y continuaban llegando más cada segundo.

El vaso de vodka naranja que Alan me había llevado estaba por la mitad cuando mi atención se centró en una mujer de cabello intensamente negro, vete tú a saber porque mi vista cayó en ella precisamente de entre toda la maraña de cuerpos, pero así fue. Vestía una holgada blusa gris sin mangas, unos ajustados pantalones negros y botas de igual color, parecía que buscaba a alguien.

Cruzamos miradas un segundo, vaciló antes de moveré de nuevo y por un momento pensé que el vodka me estaba jugando malas pasadas porque avanzaba directamente hacia mí.

— Hola —no le llevó mucho tiempo llegar hasta mi mesa así que cuando la tuve enfrente no supe que decirle—. Disculpa que te moleste, mi nombre es Helena —asentí sin saber a donde quería llegar— éste lugar está jodidamente lleno —se rió mirando en derredor, volví a asentir—. Comprendo si dices que no pero ¿te importa si mi amiga y yo nos sentamos aquí un rato? No hay más sitio —se encogió de hombros—, si esperas a alguien prometo que nos iremos cuando llegue. ¿Qué me dices?

— Por mí no hay problema, empiezo a creer que mis amigos no llegarán y quizá deba irme ya —miré el reloj de mi muñeca, pasaban de las nueve.

— ¡Oh no! Ahora me siento mal, no era mi intención ahuyentarte.

— Para nada —sonreí—. Es que soy bastante aburrida y las fiestas no me van mucho, vine porque un par de amigos vendrían también, pero parece que me dejaron plantada.

— No pareces una persona aburrida, te apuesto lo que quieras a que Andy es mucho más aburrida que tú —Helena soltó una carcajada—. ¡Tengo una idea! ¿Por qué no te quedas un rato con nosotras?

— ¿No sería raro? Acabo de conocerte y no quisiera incomodarles.

— Vamos, vamos, quien incomoda somos nosotras. Tu llegaste a la mesa primero, tienes más derecho.

— No sé…

— ¡Anda! Al menos hagámonos compañía mientras esperamos a nuestros impuntuales amigos.

— Creía que tu amiga ya estaba aquí —enarqué una ceja.

— Sí, lo está —asintió—. Debe estar charlando con Alan, el dueño, y sí se ponen a hablar de sus cosas raras se tardará un montón en venir para acá.

— De acuerdo —me encogí de hombros.

— ¿Qué tomas?

— Destornillador

— ¿Destornillador? —levantó una de sus oscuras cejas.

— Yo no lo elegí —me excusé—. Fue elección del barman.

— Claro —dijo—. Hagamos algo, ya que me permitiste sentarme a tu mesa deja que te invite otro trago.

— No hace falta —moví la cabeza de un lado a otro negando.

— Insisto.

— ¿Sueles ir por ahí invitando bebidas a las personas?

— Para nada, eres la primera —sonrió, parecía divertirse mucho con la conversación.

— ¿De verdad estás esperando a tu amiga o es una de esas tácticas usuales de ligoteo?

— Quien sabe, un poco de ambas quizá.

¡¡Valla mujeres más extrañas me estaba topando últimamente!!

— Tengo otra idea.

— Ilumíname.

— Como pareces renuente a aceptar el trago vamos a hacer un trueque.

— ¿Qué clase de trueque?

— Yo te invito otro Destornillador y tú me invitas otra Cubalibre ¿te parece bien?

— Suena justo.

— Iré por ellos, aguarda aquí —se levantó—. Por cierto ¿cómo te llamas?

— Sara.

— Un placer, tú llámame Lena, vuelvo enseguida.

Observé a Lena dirigirse con uno de los atareados camareros cerca de la barra, el Varano estaba cada vez más repleto de personas; si mis tres amigos tardaban mucho más en aparecerse pronto no quedaría lugar para ellos y la fiesta parecía prometer una velada de lo más interesante, sobre todo con la divertida presencia de Helena.

Bajé la mirada hasta mis manos, la dorada argolla del dedo anular izquierdo parecía mirarme acusadoramente como diciendo: «¡Eh tú, perra! ¿Qué diablos crees que haces aceptando tragos de mujeres desconocidas?» Su brillantez me resultó chocante y por un momento tuve el irrefrenable impulso de sacármelo, de arrancármelo del dedo. Lo deslicé apenas un poco, sin sacarlo del todo.

¿Es que diablos estás pensando Sara?, me pregunté, no hubo respuesta.

Notas finales:

¡Hola, de nuevo!


Como siempre, espero que lo hayan disfrutado y que también les haya gustado.


Ya que el siguiente cap está casi listo (me falta pensar bien el título XD), yo espero volver prontito con la continuación.


Gracias a todos por leer, si gustan dejarme un review se los agradeceré infinitamente.


Si se portan mal invítenme. 


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