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Pied Piper of Hamelin por BombayLove

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Notas del capitulo:

Ryo está cada vez más cerca de Tadayoshi, al mismo tiempo que Shingo, ya inmerso en su trabajo de detective debe descubrirse a sí mismo y a sus amigos para resolver un caso de hace veinte años.

Andantino: velocidad de ejecución de una composición musical semejante al andante, pero un poco más acelerado.

Escuchó el sonido de su despertador a una distancia distinta a la cual estaba acostumbrado a oír. Giró su cuerpo refunfuñando para terminar chocándose contra la pared. Se sentó de un salto, frotándose la nariz y miró a ambos lados, pero no halló a Ryo en ningún lado. Se lanzó hasta el lado contrario de la cama y apagó el despertador. Del mismo modo, rápidamente, salió de la habitación y saltó de a dos los escalones que lo separaban de la planta baja, para oír el portazo dado, seguramente, por su hermana, saliendo de la casa. Ya acostumbrado a aquel desplante a la hora del desayuno, del almuerzo y de la cena, llegó corriendo al comedor, donde vio a Ryo y a su madre acomodando las cosas sobre la mesa para desayunar.

—Buen día —lo saludó el morocho.

—Ryo-chan —mencionó su nombre Tadayoshi, con la respiración agitada.

—Hijo, ¿estás bien? —le preguntó su madre, ante lo cual el aludido asintió con la cabeza. Al darse cuenta que el muchacho estaba bien, la mujer volvió sobre sus pasos hacia la cocina. Ryo la siguió con la mirada y se volvió hacia Tadayoshi.

—¿Pensaste que me había ido? —le preguntó en voz baja, con una sonrisa.

—Eh… No. No, no —respondió el aludido, nervioso.

—No te preocupes —le dijo el mayor, palmeando su espalda suavemente—. Nunca me iría sin ti —le dijo, al oído, segundos antes de que su madre llegara de la cocina.

—¿Les parece si desayunamos? Ah. ¿Todavía no te cambiaste, Tacchan? —le preguntó la mujer.

—No, es que…

—Ve, rápido. Te esperamos para empezar.

—E… Está bien —dijo Tadayoshi, volviendo sobre sus pasos escaleras arriba.

—Nishikido-kun, ¿crees que mi hijo está bien? —le preguntó la mujer, sentándose sobre una de las sillas en torno a la mesa donde estaba el desayuno.

—Claro que lo está, Ohkura-san —respondió el aludido, sentándose rápidamente a su lado—. Sólo dele un poco más de tiempo. ¿Qué fue lo que los médicos le dijeron?

—Dijeron que tenía alguna especie de amnesia. Que iría recordando poco a poco, pero…

—¿Le dijeron algo acerca de cómo lo encontraron? —ante su pregunta, la mujer lo miró —.  Ohkura me comentó algo.

—No, no me dijeron nada. Simplemente…, que lo habían encontrado.

—Ya veo —dijo Ryo.

El sonido del teléfono cortó el tenso ambiente que se había generado. La madre de Tadayoshi se levantó y atendió la llamada.

—Buenos días. Ah, sí. Espere un momento, por favor —le dijo a la persona al otro lado de la línea—. Nishikido-kun, tienes una llamada —le dijo, tapando el auricular del teléfono con una mano y mirando al aludido, en el preciso instante en que Tadayoshi entraba al comedor.

—Gracias —le dijo el morocho, corriendo hacia el teléfono—. Habla Nishikido… ¿En serio? ¡Genial! Entonces, voy para allá —dijo, cortando la llamada—. Ohkura-san, debo irme. ¿No le molestará quedarse sola?

—Por supuesto que no, pero, ¿vas a irte sin desayunar?

—No es la primera vez que salgo sin desayunar nada. No se preocupe. Ohkura, nos vemos luego —le dijo a Tadayoshi, posando su mano sobre uno de sus hombros. El aludido lo miró y asintió con la cabeza.

Su madre le hablaba, pero él no pudo despegar la vista de Ryo hasta que cruzó por la ventana y ya no pudo seguirlo.

 

Camino a la secundaria, recordó las palabras de Ryuhei y se sonrió. Acarició sus labios como si quisiera recordar los escasos besos que había intercambiado con Ryo. Meció la cabeza de un lado a otro al oír la risa que se escapó de sus labios.

Ese hombre le había devuelto la vida que había creído perdida cuando volvió a su hogar. Extrañamente para sus compañeros, saludó a todos y a cada uno cuando ingresó al salón de clases. Varios de ellos volvieron a acercársele mientras se dirigían al vestuario a cambiarse para la hora de gimnasia. Si tenían que armar equipo de fútbol, de repente todos querían tenerlo de compañero.

—Bueno, bueno, hagan silencio —en medio del campo de fútbol, Tadayoshi se quedó estático al reconocer aquella voz—. Kamiyama está de licencia, y yo seré su reemplazo. Me presento: mi nombre es Nishikido Ryo —Tadayoshi hubiera sido capaz de tirársele encima en ese mismo instante, pero estaba tan perplejo que no sabía muy bien cómo reaccionar. Al ver la expresión en su rostro, Ryo no pudo evitar sonreír—. Armen dos equipos y jueguen un poco —agregó.

El juego iba bastante bien, pero la mirada para nada furtiva de Ryo estaba incomodando a Tadayoshi, quien a media hora de partido, pidió sentarse.

—¿Me quieres explicar qué rayos haces aquí? —le dijo a Ryo una vez se sentó al lado suyo.

—Es una coartada.

— Sí, claro.

Ryo sonrió. Despegó su vista de Tadayoshi para dirigirla más allá de los muros alrededor de la escuela. Al hacerlo, cruzó miradas con un hombre que no se inmutó en lo absoluto pero que a la legua se notaba que estaba mirando al par.

  

El lugar estaba igual que la última vez que lo recordaba. Sus zapatos seguían haciendo el mismo sonido a medida que avanzaba sobre la alfombra que se extendía como un laberinto en cada uno de los pisos. Eso hasta lo hacía regresar en el tiempo.

—…No, todavía es muy pronto para eso. Esperemos un poco más.

—Murakami-san.

Una voz familiar lo obligó a girar su cabeza y sonreírle a la persona que se le presentó y a quien hacía mucho tiempo que no veía.

—Te llamo luego —dijo antes de cortar la llamada—. Higashiyama-san, tanto tiempo.

—Lo mismo digo. He recibido gran cantidad de reportes y palabras más que buenas respecto a tu rendimiento en tierras extranjeras.

—Bueno, no fue muy diferente de lo que hacía aquí.

—Definitivamente serás mi reemplazo cuando me haya llegado mi hora.

—Por favor, no diga eso o la señorita que viene caminando como fiera enjaulada detrás suyo va a mandarme a una mejor vida.

—¿De qué hablaban? —preguntó la aludida de cabello azabache hasta la altura de los codos que se acercó a ambos.

—Erika, ¿esa es la forma de dirigirte a tu superior después de todo este tiempo?

A diferencia de las palabras del hombre, Erika siguió con el ceño fruncido mientras miraba a Shingo.

—Bienvenido.

—Gracias, es un placer que nos volvamos a encontrar.

—Ahjá… Te fue bien en Estados Unidos.

—Sí, así fue. Pero ignora las palabras de tu padre, por favor. No está en mis planes ocupar su lugar cuando decida abandonarnos.

—¿Eso quieres decir que me cedes su lugar? —le preguntó.

—Bueno, bueno. Es muy pronto para decidir eso, ¿no lo creen?

—Noriyuki-san, la reunión está por comenzar —advirtió un hombre de traje.

—Ah, gracias. ¿Me acompañan? Es una situación con la que me gustaría contar su presencia.

Erika y Shingo asintieron y siguieron los pasos del hombre hasta una enorme sala de reuniones. Apenas se sentaron, las luces se apagaron y un proyector iluminó la habitación con un cuadro de relaciones. Shingo reconoció a varias de las personas que estaban allí. Tragó saliva en seco. Agradeció internamente que las luces estuvieran apagadas y nadie pudiera ver su reacción.

—Desde hace varios años que estamos detrás de este grupo de maleantes —dijo Tanaka, la mano derecha de Noriyuki desde que Shingo fingió seguir sus labores desde el extranjero—. Y poco a poco nos estamos acercando a ellos.

—Tanaka-kun, ¿podrías explicarle a Murakami-san de qué se trata todo esto? —le pidió Noriyuki.

—Ah, lo siento. Generalmente, los que estamos aquí somos conocedores de este caso —Shingo forzó una media sonrisa. Era más que claro que Erika no era la única persona a la que no le gustaba para nada su regreso a tierras asiáticas—. Esta reunión es acerca de un caso de homicidios que han estado sucediendo desde hace más de veinte años —claro que Shingo sabía de qué se trataba, pero debía mostrarse ignorante al respecto—. El hombre que podemos ver en la primera fotografía tiene por alias Mr. J, es la cabeza de la organización.

—Tengo entendido que la banda fue desbaratada, ¿no es así? —preguntó Erika.

—Así es. Logramos rescatar a algunos de ellos, pero ninguno ha dicho nada en el momento del cuestionario.

Hiroyuki le extendió a Shingo un archivo.

—Ahí están los interrogatorios que les hicimos a los chicos que rescatamos.

—¿Ninguno dijo nada? —repreguntó Shingo.

—¿Alguna inquietud, Murakami-san? —resopló Tanaka al darse cuenta de la silenciosa charla entre Shingo y Noriyuki.

—Quisiera saber a qué te refieres con que no dijeron nada.

—Exactamente eso. Fue como si se hubieran puesto de acuerdo en no decir absolutamente nada.

—A muchos se les diagnóstico amnesia postraumática —dijo Erika—. En sus constantes chequeos no ha habido cambio alguno.

—Vaya. Este Mr. J es algo… ¿Y bien, Tanaka-kun? ¿Qué es eso nuevo que tienes?

La respuesta del aludido fue una imagen borrosa de Ryo y consecuentes cámaras de seguridad con la misma mala calidad.

—Este sujeto ha aparecido en la vida de uno de estos muchachos. Aún no sabemos su nombre, pero tenemos hombres siguiéndolo. Lo que sea que se traiga entre manos, vamos a saberlo aún antes que él.

—Eso quiere decir que no tienes nada nuevo —dejó salir Shingo, mientras sus manos hojeaban el archivo que Noriyuki le había entregado—. Muy bien —dijo mientras se levantaba de su asiento—, iré a echarle una hojeada a esto. Si me disculpan.

Tanaka se quedó mirando a Shingo que, sin importarle que la reunión seguía, optó por salir de la sala de reuniones.

—Murakami-kun —la voz de su superior detuvo su andar—, estás dentro, ¿cierto?

—¿Un caso que lleva veinte años sin resolver? Por supuesto que sí —con pasos seguros, Shingo llegó a su oficina. Se lanzó sobre su silla y agarró su teléfono celular—. ¿Yoko? ¿Puedes ir a buscar a Ohkura a la escuela?

—“¿Qué pasó?

—Se dieron cuenta que Ryo está revoloteando.

—“Está bien”, suspiró el aludido.

—¿Estabas ocupado? Lo siento…

—“No, está bien. Puedo volver a cancelar otras diez consultas por la causa.

—¿Cómo está Subaru?

—“Adaptándose.

—El período de abstinencia lo tiene mal, ¿cierto?

—“Es como un fumador: lo está reemplazando por la comida.

—Algo es algo.

—“Y está irritable…

—Yoko, lo necesitamos cuanto antes.

—“¿Sucedió algo más aparte de Ryo?

—No. Lo de siempre. Oye, no sabía que los chicos no dijeron nada al respecto.

—“Ay, Hina. A veces pienso que realmente estabas en Estados Unidos…

—¿Acaso tú…?

—“Oh, lo siento. Tengo que irme. Hablamos luego.

Shingo sonrió. Aunque era una persona misteriosa, sabía que You siempre estaba detrás de todo.

 

Cuando Tadayoshi fue a dejar sus zapatos, encontró una pequeña nota en su casillero en la que Ryo le decía que sería imposible regresar a casa con él, y que tuviera mucho cuidado de hablar con extraños. El aludido sonrió y salió del establecimiento. A lo lejos, en la acera de enfrente, divisó a You. Sintió que si él estaba ahí, algo grave estaba ocurriendo. Llegó a su lado cuando el semáforo se lo permitió.

—¿Y Ryo?

—Va a quedarse un rato más. Fuiste tú, ¿no es así?

El aludido le sonrió.

—Creo que me salió mal el chiste.

—¿Qué sucedió?

—Encontraron a Ryo.

—¿Qué?

El rostro de desesperación de Tadayoshi lo obligó a palmear su espalda.

—No te preocupes. Ya veremos que hacemos. Realmente necesito que Ryo esté contigo. Es más maleable de esta forma.

—Tienes miedo que hable demás con mi madre, ¿no?

—¿No le dijo todavía que está saliendo contigo?

—Aún no. Creo que no —reconoció el aludido con una sonrisa—. ¿Vas a acompañarme hasta casa?

—No. Sólo hasta la esquina. Tengo cosas que hacer y una reunión con Hina —reconoció You luego de chequear su reloj de muñeca.

—Gracias por la visita.

—No será la última vez que nos veamos después de todo.

—Es irónico, ¿no crees? Que en vez de separarnos cuando están a punto de descubrirlo todo, estemos más juntos que nunca.

En la mirada del muchacho, You vislumbró una oscuridad que hacía mucho tiempo no veía. Volvió a palmear su espalda para volverlo a tierra.

—No te pierdas. Cualquier cosa que te suceda, recuerda que Ryo está a tu lado.

—No sabes las veces que pensé en matarme. Pero al contrario de lo que fui, ahora soy un cobarde, y aunque mi hermana día a día me haga sentir que estoy muerto, con mi madre sucede todo lo contrario. Y no sé si deba agradecerte que hayas traído a Ryo-chan a mi casa.

—A veces las cosas no son como parecen, Ohkura. Sólo ten un poco de paciencia con él, ¿sí?

—Lo intentaré.

 

Desde la superficie podía oírse la melodía de una canción infantil. Shingo y You se miraron y sonrieron. Cuando llegaron a la húmeda celda donde estaba encerrado Subaru, lo encontraron apilando naipes.

—¡Hola! —exclamó el morocho.

—Hola, supongo —dijo Shingo mientras suspiraba.

—¿Dormiste bien? —le preguntó You, tras verificar si el contenido del suero seguía su curso con normalidad.

—¡Para nada! —exclamó Subaru—. ¡¿Se nota?!

—O te calmas o te pongo a dormir —lo amenazó el médico. El aludido le dedicó una media sonrisa y volvió a sus quehaceres.

—¿Cuánto más falta? —bufó Shingo en voz baja.

—No creo que más de una semana. ¿Por qué el apuro?

—Te lo comenté por teléfono, ¿o no?

—Estás igual de nervioso que Ohkura. Trata de calmarte un poco tú también, ¿quieres?

—¿Ohkura está nervioso? —Shingo bufó—. Lo único que nos faltaba.

—No por nada Ryo está a su lado. ¿No te tenías que ir? —le preguntó después de un rato, al darse cuenta que la mirada de su acompañante seguía cada uno de sus pasos—. Lo que está a punto de ocurrir no va a gustarte.

—Espero que eso que le estés por poner lo haga dormir.

—No exactamente. Digamos que estamos reemplazando una cosa por otra.

Shingo levantó ambas manos mientras se dirigía a las escaleras.

—¡Genial! ¡En vez de desintoxicarlo, lo intoxicas cada vez más!

—¡Cuando veas los resultados no vas a poder creerlo, Hina! —exclamó You, divertido, a la persona que ya estaba escaleras arriba.

—Qué suerte que traje un paraguas —musitó Shingo para sí, abriendo el objeto que tenía entre sus manos.

—¿Murakami-san? —La voz de Noriyuki lo alertó y al mismo tiempo llamó poderosamente su atención. El escondite donde estaban Subaru y You estaba oculto, y bajo tierra. Además, tenía control por sobre el circuito cerrado de cámaras del cementerio, por lo cual si alguien se acercaba, estarían debidamente advertidos—. ¿Vienes a visitar a un familiar? —el aludido asintió con la cabeza—. Ya veo —agregó el hombre, con una media sonrisa—. He venido con Erika, ¿podrías acompañarla luego a su vehículo?

—Ah, usted…

—No te preocupes. Mi automóvil no está lejos. Pero ella seguramente va a quedarse un poco más —agregó solemnemente a la figura que estaba unos cuantos metros lejos de ambos.

—Está bien.

—¿Leíste el archivo?

—Estoy en eso.

—Muy bien. Me gustaría contar con tu opinión y participación al respecto. Murakami-san, es imprescindible encontrarlos a todos.

Shingo asintió con la cabeza. Esperó a que se alejara de él para acercarse a Erika. La mujer se giró al darse cuenta que la lluvia no estaba mojando su cuerpo.

—¿Mi papá te dijo que me cuidaras las espaldas?

—No. Sólo andaba por aquí.

—Vaya… Este es el último lugar donde se me hubiera ocurrido buscarte —dijo Erika, arrodillándose en el suelo—. Él era mi primo —agregó, mientras sacaba la maleza que cubría el nombre que estaba grabado en aquella fría piedra.

—¿Cómo falleció?

—En un accidente. Su cuerpo quedó irreconocible, pero ha sido establecido que fue él —Shingo tragó en seco cuando sus ojos advirtieron el nombre del fallecido—. Yo no me creo esa mierda. Esa es la razón por la cual entré a la policía. ¡Felicitaciones! Al fin lo sabes.

—¿Por qué piensas que el que no está ahí no es tu primo?

—Lo siento —respondió la aludida, incorporándose luego—. ¿Nunca te ha pasado? Claro que no. Sino no te hubieras ido de la forma en que te fuiste.

—Creo que ya hablamos respecto a esto, ¿cierto?

—Ya no entiendo nada —musitó Erika—. Lo único que sé es que si damos con ese J, podremos encontrar a mi primo.

—¿Higashiyama-san lo sabe?

—No. Él diría que estoy loca. No pienso enfrentarlo hasta tener las pruebas necesarias, o hasta que lo tenga frente a él. ¿Vas a ayudarme?

—Mira, lo único que me importa es darle un cierre a este caso, así que, supongo que sí, te ayudaré.

—Vaya. Hasta el tiempo está a nuestro favor.

Cuando Shingo bajó su paraguas encontró un brillante sol pasando por sobre las gruesas gotas de lluvia que todavía parecían quedar en el aire. A lo lejos, creyó divisar un arcoíris.

Al bajar su mirada se cruzó con la de You quien recién había salido de visitar a Subaru.

Notas finales:

¡Gracias por leer~! ^3^♥ *chu*


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