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Pied Piper of Hamelin por BombayLove

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Notas del capitulo:

Sinopsis: Tras perder a Ryo, Tadayoshi va a pedir ayuda a cada uno de sus amigos, pero Ryuhei, el primero al cual acude, se rehúsa terminantemente a volver a involucrarse con su viejo grupo de amigos. Al mismo tiempo, Shingo y Subaru se enteran que Ryo fue apresado y, junto a You, traman un plan para rescatarlo.
Shota se entera que Ryuhei no movió un dedo para ayudar a Tadayoshi y lo increpa, pero a veces hasta las paredes tienen oídos y hay que cuidar de lo que se habla.

 

Esperó a que el automóvil se fuera del lugar para cruzar el portón. Sabía que debía ir por Shota, pero lo que menos había recordado agarrar cuando salió de su hogar fue el teléfono celular. Si sabía de alguien que seguro tenía su número, y ese era Ryuhei.

Se encontró con su esposa cuando entró al orfanato. Le dedicó una reverencia. La capucha de su buzo le impedía ver su rostro, por lo que lamentablemente, debió cruzar un par de palabras con ella para que lo reconociera antes de seguir por su camino.

—Vengo a ver a Maru-chan.

—Ryuhei está en la oficina.

—Gracias.

Su voz le sonaba extraña. El mundo entero le parecía extraño sin Ryo. ¿Cómo mierda se pasaba de sentir que tocaba el cielo con las manos a arrastrarse en el más bajo de los infiernos? Ni siquiera cuando estaba encerrado en la mansión había tenido esa sensación de miseria. Todo porque Ryo no estaba a su lado.

—Ohkura —llamó su atención Ryuhei al verlo entrar a la oficina. Mientras cerraba la puerta a su paso, Tadayoshi dejó caer el bolso al suelo. Ryuhei miró las manchas de sangre ya secas en el bolso color añil—. ¿Qué pasó?

—Se llevaron a Ryo —respondió el aludido, lanzándole la placa que había sustraído de uno de los sujetos que habían secuestrado al mayor.

—Y…

—Tienes que ayudarme, Maru.

—Lo siento, Ohkura, pero…

—¿Acaso olvidaste cómo nos cuidábamos las espaldas cuando estábamos en lo de J?

—Pero ya no estamos ahí, Ohkura. Ahora tenemos gente a la cual proteger.

El aludido lanzó una carcajada y señaló la puerta con el dedo.

—¿Te refieres a ellos?

—Sí, a nuestra familia.

—¿Tienes idea quién fue el que nos delató?

—Lo siento, Ohkura, pero… yo estaré al margen de todo esto.

El menor agarró la placa y la lanzó contra el suelo. El objetivo había sido Ryuhei pero éste se levantó de la silla en el preciso momento en que Tadayoshi iba a atacarlo.

—Esa familia que estás protegiendo, Maru, son los primeros que te van a traicionar.

Sin poder ser capaz de encontrar un apoyo, Tadayoshi salió igual de encolerizado como entró y no reparó en la presencia de la esposa de Ryuhei al lado de la puerta de la oficina cuando salió.

 

Si podía decirse que Subaru poseía una capacidad bastante poco común, esa era la de captar información importante de lo que sucedía a su alrededor. Y justamente en el comedor, se estaba gestando algo bastante relevante.

—¿Se enteraron lo que sucedió? —oyó mencionar a un grupo de oficiales que se sentaban en una de las mesas detrás suyo—. Tanaka encontró a uno de los sujetos del caso J.

—¿En serio? Pero, ¿no era un club súper secreto?

—Escuché que mataron a Sato…

—Sí… Parece que peleó feo con uno de ellos.

—Entonces, ¿había otro con él?

—Parece que sí.

—Shibutani-kun —Erika llamó su atención—, acompáñame a la sala de reuniones, por favor.

El aludido asintió con la cabeza. Camino al gran salón, se percató del nerviosismo y una risita risueña por parte de la mujer, la cual no comprendió sino hasta llegar a la puerta del mismo y ver cómo felicitaban a Tanaka.

—¿Qué sucedió?

—Encontraron a uno de los sujetos del caso que Tanaka tiene a cargo —le respondió Erika.

—Tengo entendido que yo también estoy a cargo de ese caso —dijo Shingo—. ¿Por qué no se me ha dado aviso?

El grupo de no más de diez personas en la entrada de la sala de reuniones miró a Shingo.

—Murakami-san ya ha sido bastante elogiado por Higashiyama-san —dijo Tanaka—. Al menos por una vez deje que yo me lleve todos los laureles —Subaru estaba por decir algo, pero Shingo lo evitó—. ¿Les parece si vamos entrando? —una vez dentro del salón, las luces se apagaron y Tanaka dio inicio a su conferencia—. Como bien ya muchos saben, hemos dado con uno de los fugitivos del caso de secuestro que hemos venido siguiendo hace ya varios años. Pronto estaremos en condiciones de verificar si el sujeto en cuestión ha sido privado de su libertad. Por eso, estamos a la espera de un agente para realizarle un examen de ADN para cotejar con las muestras que tenemos de secuestros de aquella época.

—Yo puedo realizar el examen —dijo Erika, llamando su atención.

—Bueno… Si Toda-san se siente capacitada para hacerlo, que así sea.

—Me he enfrentado a tipos peores que estos —reconoció la aludida. Shingo se la quedó mirando, él conocía muy bien la verdadera razón detrás de aquella petición.

—¿Quién es el reo? —preguntó Shingo.

—Responde al nombre de Ryo —respondió Tanaka. En medio de la oscuridad, Shingo cerró los ojos con fuerza. Que hubieran capturado a Ryo sólo significaba más problemas.

—¿Ha dicho algo? —preguntó Noriyuki.

—Sólo incoherencias.

—¿Podría interrogarlo? —preguntó Subaru.

Shingo lo miró con una expresión de sorpresa en el rostro. A diferencia suya, no estaba seguro si Ryo hablaría demás si algunos de sus antiguos compañeros aparecían frente a él, pero aparentemente Subaru pensaba algo muy diferente.

—Seguro.

—Tengo entendido que hubo bajas —preguntó Noriyuki.

—Sólo una. Pero aún no podemos establecer con quién se enfrentó.

—Tanaka-san, tengo una consulta —dijo Subaru levantando la mano.

—Dígame, Shibutani-san.

—Oí que el oficial en cuestión no dio tiempo a defenderse.

Tanaka frunció el ceño. Noriyuki miró a Subaru y luego volvió su mirada al sujeto frente a la pantalla.

—¿Eso es cierto, Tanaka-kun?

—A… Así parece ser…

—Eso quiere decir que no se defendió…

De mala gana, Tanaka pasó una diapositiva donde podía apreciarse a un irreconocible Sato.

—No sabemos con qué fue golpeado, pero, puede apreciarse que fue atacado con saña.

Noriyuki se puso de pie, dándole punto final a la reunión.

—Shibutani-kun, entrevístate con el reo. Erika, cuando salga, tomas las muestras necesarias. Nosotros estaremos mirando la entrevista, no te preocupes.

 

Un par de golpes sobre la puerta lo sacaron de su ensimismamiento.

—Pase —ordenó You.

—Yokoyama sensei… lo buscan…

—Que pase —suspiró You, ateniéndose a todas las posibles personas que podrían ser capaces de presentarse frente a él. La enfermera se hizo a un lado para dejar entrar al invitado—. Ahora, ¿qué…? Ohkura…

—¿Me ayudas? —le preguntó en referencia al brazo derecho que llevaba mal vendado con una remera.

—¡¿Qué sucedió?! —exclamó You, acercándose a él rápidamente y cerrando la puerta.

—Tenía que poner una excusa para la mancha de sangre en el bolso. No te preocupes, aparentemente no toqué ningún nervio o vena importante —reconoció el menor con una ligera sonrisa.

—¿Qué pasó? —le preguntó You una vez ambos estuvieron sentados sobre la camilla.

—Se llevaron a Ryo-chan. No pude evitarlo.

—¿Y la sangre del bolso?

—Eso fue de uno de los hijos de puta que se lo llevaron —respondió señalando el objeto con un movimiento de cabeza—. Fui a hablar con Maru, pero no sirvió de nada.

—Dijo que no iba a meterse.

—Así es.

—Debiste haber venido conmigo —le dijo, mientras le inyectaba algo.

—Lo siento. En ese momento pensé que Yasu podría ayudarme a encontrarlo, pero…

—Creo saber dónde está Ryo.

—¡¿Qué?! ¿En serio?

—Cálmate. Un poco más y casi se te rompe la aguja adentro —se sonrió You.

—¿Dónde está?

—No lo sé. Dije que creo saber dónde está. Ahora acuéstate sobre la camilla. Necesito sacarte los vidrios que tienes ahí. Por Dios, Ohkura, realmente tuviste suerte de no haberte desgarrado algún nervio.

—¿Qué me diste? —le preguntó el menor, somnoliento.

—Un sedante. Estás nervioso y en ese estado no me ayudas.

Tadayoshi se sonrió, sintiendo que sus párpados le pesaban.

 

Erika tomó aire y abrió la puerta que la separaba del criminal al cual debía enfrentar. Frente suyo estaba Tanaka, su padre y dos oficiales más. Fue Subaru quien entró a la sala de interrogatorios. Ryo estaba silbando y así siguió hasta que Subaru se sentó frente a él.

—Ryo, ¿no? —el aludido, sin dejar de silbar, lo miró con los ojos abiertos como platos. Sin embargo, se limitó a asentir con la cabeza y volver su mirada hacia una de las paredes—. ¿No vas a hablarme? —el aludido negó con la cabeza sin dejar de silbar.

—Tú ya estás hablando.

—Entonces, ¿debo formular preguntas que tenga por respuesta sí o no? —Ryo asintió—. Muy bien. ¿Hace mucho tiempo que no ves a tu familia? —Ryo hizo una seña con la cabeza—. ¿Más o menos? —el aludido asintió—. ¿Puedes recordar algo de tu familia? —el silbido cesó, pero a los pocos segundos, volvió; y Ryo negó con la cabeza—. ¿Mataste a una persona en el camino hacia aquí? —Ryo lo miró con el ceño fruncido. Volvió a negar con la cabeza—. ¿Sabes quién lo hizo? —Ryo miró a Subaru durante unos segundos, pero lo negó. Subaru suspiró y le extendió las fotografías de Sato que habían sido exhibidas con anterioridad—. ¿Lo conoces? —Ryo negó, luego de examinar las fotografías con sumo cuidado.

—Tampoco sé quién pudo haberlo hecho. Antes de que me lo pregunte.

—Muy bien. Creo que eso es todo. Nos vemos más tarde, Nishikido-kun.

—Oficial —lo despidió el muchacho con un movimiento de cabeza.

Subaru salió de la sala y entró a la contigua donde Erika y compañía lo esperaban.

—Decidí terminar con el interrogatorio no sea cosa que el reo volviera a cerrarse.

—Me parece correcto —reconoció Noriyuki.

—Es mi turno —dijo Erika, cargándose al hombro un maletín que previamente le había entregado el personal médico de la jefatura.

—No entiendo el afán de Toda-san por ser ella quien le tome las muestras al reo —dejó escapar Subaru cuando la aludida se fue.

—Mi hija es muy misteriosa, Shibutani-kun —reconoció Noriyuki con una sonrisa.

—Usted también lo es, señor —dijo Subaru.

 

—¡¿Es que no pueden dejarme…?! —exclamaba Ryo, pero al ver a Erika, interrumpió su frase—. Hola, hola, pero, ¿qué tenemos aquí? No sabía que había princesas en la policía —al ver de refilón el contenido del maletín que Erika llevaba, trató de bajarse los pantalones.

—¿Qué haces? —le preguntó la mujer entrando en pánico.

—¿No vas a sacarme una muestra? —repreguntó el aludido con una sonrisa pícara.

—No hace falta que hagas eso —respondió Erika colocándose unos guantes de látex.

—Oh, lo siento —dijo el aludido volviendo a sentarse—. ¿Hace mucho que trabajas aquí?

—Un tiempo. De vez en cuando viajo al extranjero para especializarme.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Tanaka en la habitación contigua.

—Entablar una conversación, ¿qué más? —le respondió Subaru.

—Al extranjero —reiteró Ryo silbando luego.

—¿Y tú? ¿Has viajado al extranjero? Abre la boca.

—No, no he viajado —respondió el aludido antes de hacer caso a las palabras de Erika y tratar de ver cómo un hisopo le hacía cosquillas sobre la lengua—. He estado mi vida entera confinado a paredes más lindas que estas.

—¿Confinado?

—Fui libre por un momento. Hice el amor con mi amante y en la mejor parte tus hombres me agarraron y me separaron de él. ¡Una clásica historia de amor! ¿Puedo decirte algo más?

—Dime —respondió Erika, guardando la muestra de Ryo en el maletín.

—Nunca te enamores del malo.

—¿Lo dices por ti?

—No. En este caso, yo soy el bueno —Erika frunció el ceño mientras Ryo cruzaba las piernas por sobre la mesa—. Si yo he matado a cien hombres, cariño, mi amante ha matado a doscientos —Erika salió de la habitación. Habría tratado de no mantener contacto visual con él, pero al momento de hacerlo, no pudo evitar que una sensación de agobio la envolviera. Su campana de salida fue su vista nublada. Esto generó una melodiosa risa de parte de Ryo—. ¡Oye! ¡No era para que te pongas a llorar! ¡Ey!

Al mismo tiempo que Erika salía de la sala de interrogatorios, lo hicieron Noriyuki, Subaru y Tanaka.

—¿Qué sucede, hija?

—Papá, no hay duda. Él es Ryo. Mi primo no está muerto. ¡No está muerto!

El hombre consoló a su hija entre sus brazos. Con una seña, les pidió a sus subordinados que lo dejaran solo. Subaru, con pasos rápidos se dirigió a la oficina de Shingo.

—¿Qué sucedió?

—Ryo es primo de Erika.

—Me enteré ayer —suspiró el aludido—. ¿Algo más?

—Él está aquí.

—¿Qué…? —Shingo volvió a suspirar—. Tenemos que ir a hablar con Yoko —dejando su exquisito café a un lado, escribió algo en un pequeño papel—. Toma, esta es la dirección de Yasu. Ve a verlo y explícale todo lo que viniste a decirme a mí.

—Hina, creo que Ohkura mató a ese tipo —Shingo lo miró.

—Le sacaron al novio, ¿qué pretendías que hiciera?

—Ryo no lo sabe, pero lo sospecha. No me lo dijo, pero me lo dio a entender.

—Ya veo. ¿Te dijo algo más?

—No, sólo eso.

El débil sonido de un teléfono celular alertó a ambos.

—Es Yoko —le dijo Shingo a Subaru—. Voy para allá —dijo, atendiendo la llamada.

 

El edificio era normal. Estaba en el centro de la ciudad, lo cual ocasionaba que el sensible sentido auditivo que había adoptado en sus años en la mansión, rindiera su fruto, para mal. Se sintió aliviado cuando abordó el ascensor y bajó en el cuarto piso. Golpeó dos veces la puerta cuyo número Shingo le había escrito en un papel.

—¡Pasa!

Subaru entró y se quedó asombrado con la impresionante cantidad de cables que iban de un lado al otro del departamento y que, sin embargo, dejaban un pequeño camino que lo dirigía a su encuentro con el dueño de aquella estridente voz.

—¿Qué rayos es esto?

—Hina me dijo que venías. ¿Cerraste la puerta?

—Con doble llave.

—Gracioso —le dijo, mirándolo fugazmente antes de volver a sus labores sobre el teclado—. ¿Qué sucedió?

—Ryo fue apresado y Ohkura está desaparecido.

El sonido que Shota hacia sobre el teclado, cesó. Se giró apenas y miró a Subaru.

—¿Qué tengo que hacer?

 

—Yokoyama sensei

—Lo está esperando.

Shingo se sonrió ante la reacción de la enfermera. ¿Había ido tantas veces a visitar a su viejo amigo que ya no necesitaba ninguna excusa?

—Gracias —le dijo el detective a la muchacha antes de ingresar al consultorio, donde encontró a You sentado en su usual sillón—. ¿Te enteraste de las nuevas?

—Ilumíname un poco.

—Tenemos a Ryo.

—¿Ryo-chan? —de detrás de una cortina apareció Tadayoshi, ocasionando que You suspirara sonoramente—. ¿Dónde está? ¡Hina, dime dónde está!

—Cálmate —le pidió You, inyectándole algo por medio de una intravenosa—. Ayúdame a llevarlo a la camilla, Hina.

Shingo ayudó a su amigo a acostar el cuerpo de Tadayoshi que a los pocos segundos estaba diciendo sólo incoherencias, y luego volvieron al sector de la habitación donde el médico tenía su escritorio.

—¿Hace cuánto que lo estás dopando?

—Desde que llegó.

—¿Te diste cuenta del bolso que estaba al lado de la camilla?

—Él mató a un oficial, ¿cierto?

—Sí…

—Pero creo que todavía podemos encausarlo.

—¿Cómo?

—Sólo él puede rescatar a Ryo.

—Lo sé. Le pedí a Subaru que fuera por Yasu. Supongo que él sabrá qué hacer.

—Algo me dice que Yasu estuvo preparando todo desde el momento en que fue liberado.

—¿Vas a mantenerlo dormido hasta que todo esté listo?

—¿Tengo otra alternativa?

—La verdad que no.

 

—Shu-chan.

—Toda-chan, ¿cómo estás?

—¿Puedes hacerme un favor? —preguntó la mujer asomándose sobre el mostrador para ver algo más allá del mismo.

—Dime, pero no te cuelgues así —le pidió el hombre al otro lado.

—¿Recuerdas las muestras que te traje ayer?

—Sí, envié los resultados a Tanaka-kun.

—¿Todavía los tienes?

—Sabes que los descartamos luego de una semana.

—Perfecto. Quiero que lo compares con esto —le dijo, entregándole un hisopo que ella tenía dentro de una bolsa herméticamente cerrada en el bolsillo de su saco.

—¿Para cuándo lo quieres?

—Lo más pronto posible.

—Cuando lo tenga, te aviso —le sonrió el hombre.

 

No sabía qué hora era, sí sabía que era de noche porque podía ver la luz de la luna asomarse por la pequeña ventana. De repente, las luces de la habitación donde estaba comenzaron a titilar. Él las miró y por arte de magia se apagaron. Oyó un insulto al otro lado del espejo. Se sonrió. Creía que los hombres de la ley eran respetados y no insultaban o cometían las atrocidades que ellos hacían. Oyó quejidos al otro lado de la puerta. Creyó oír el inconfundible sonido de la muerte, pero lo atribuyó a su imaginación. Sobrevino el silencio, al menos hasta que una explosión hizo volar la puerta de la sala de interrogatorios. Trató de volver en sí, pero no lo hizo sino hasta que la luz de una pequeña linterna le perforó la retina.

—¿Quién carajo…?

—Sostén esto con la boca.

—¿Ohkura?

—¡Rápido! No tenemos mucho tiempo —el aludido abrió la boca y sostuvo la linterna que antes estaba en manos de Tadayoshi—. Extiende tus brazos, y no parpadees—Ryo no pudo evitar abrir los ojos como platos al ver la silueta de Tadayoshi levantando un matafuego para estrellarlo contra las esposas que le impedían mover sus manos. A causa del impacto, la linterna cayó de la boca de Ryo pero afortunadamente Tadayoshi pudo liberarlo al primer intento—. Sígueme —le pidió, agarrándole la mano y arrastrándolo a la salida. Tadayoshi siguió caminando con pasos sigilosos pero rápidos hacia un sector desconocido para él. Oyó el sonido de una puerta trabándose en el preciso instante en que la luz volvió.

—¡Mierda! —exclamó Ryo, cerrando los ojos con fuerza—. ¿Por qué no avisas que van a volver a prender la luz?

—Shhh. Ponte esto —le dijo el menor, lanzándole un traje dentro de una bolsa de tintorería.

—¿Qué es esto?

—Un traje. Póntelo y cállate.

—¿No hay beso de reencuentro? —preguntó el mayor frunciendo luego los labios.

—Cuando salgamos de aquí —Ryo revoleó los ojos e hizo caso al pedido de Tadayoshi—.También, esto.

—¿Peluca y lentes? ¿Esto es en serio?

—O te apuras, o nos atrapan. Rápido, rápido —luego de que Ryo se colocó una peluca castaña e hizo uso de los lentes que su pareja le había dado, el menor asomó la cabeza abriendo apenas el cubículo del baño para chequear que no hubiera moros por la costa. Le hizo señas a Ryo para que lo siguiera—. Ahora mantente lo más cerca de mí y saldremos rápido de aquí. Toma —agregó, entregándole un barbijo.

—¿En serio?

—Rápido —reiteró el aludido, con una sonrisa.

Apenas salieron del baño, presenciaron una horda de personas corriendo de un lado al otro del lugar. Sin que nadie reparara en su presencia, abordaron el ascensor y salieron por la puerta de entrada, sin embargo, no fue sino hasta llegar al consultorio de You que Ryo se sintió aliviado. Lanzándose a la camilla, se desanudó la corbata y se quitó la peluca.

—Eso sí que fue intenso.

—Bienvenido —le dijo You, corriendo la cortina.

—Gracias, Yoko.

—Deberías agradecérselo a Yasu, él tuvo la idea.

—Ahora entiendo la peluca y todo eso.

—Fue complicado encontrar a una persona con tu misma altura y contextura física, pero todo actor tiene una reputación qué mantener.

—¿Y Maru?

—No me hables de Maru —le suplicó Tadayoshi.

—¿Qué sucedió?

—Digamos que no quiso cooperar —respondió You por el menor.

—Dice que quiere proteger a su familia, sí, claro.

—Ohkura, ¿qué hora es? —le preguntó el médico.

—Dame esa maldita pastilla.

—¿Qué le das? —le preguntó Ryo sin moverse siquiera un ápice de la camilla donde estaba acostado.

—Calmantes. Y las dosis van a aumentar cada vez más si no haces que se calme.

—Está bien, está bien —suspiró Ryo, sentándose de un salto y apoyando sus manos sobre los hombros de Tadayoshi—. Ven aquí, tigre.

 

—¿Estás seguro de entrar solo? —le preguntó Subaru a Shota frente al orfanato donde estaba Ryuhei.

—Sí. Este idiota me va a oír.

—Me alegra que tu coraje te permita hacer estas cosas.

—No es efectivamente coraje, sino rabia. Yoko me llamó y me comentó que Ohkura le pidió ayuda para dar con Ryo, pero a Maru pareció no importarle.

—Bueno, por algo será.

—¿Tú confías en las personas?

El aludido se rascó la nuca dedicándole una rápida mirada al cielo.

—Hace mucho que les he perdido la confianza. Pero, Maru no es como yo. Él es una persona bondadosa. ¿Estás celoso?

—No son celos. Me da rabia que haya olvidado todo lo que pasamos juntos, cómo nos cuidábamos las espaldas.

—Como te dije, Maru tiene un corazón bondadoso —reiteró, palmeándole la espalda—. ¿Quieres que te espere?

—No, ve con los demás.

—Ok.

Shota cruzó la calle y el portón que lo separaba del orfanato. Subió hasta donde supo que estaría Ryuhei, y no se equivocó.

—Sho-chan…

—¿Qué carajo fue eso de no querer ayudar a Ohkura? ¿Qué carajo te está pasando?

—Estaría pensando que Yoko es el único que puede llegar a comprender mi situación… Sho-chan, tengo una familia que proteger. Traté de explicárselo a Ohkura, pero…

—¿Sabes que se llevaron a Ryo de su casa? ¿Sabes que su propia hermana lo delató? ¿Quién dice que esta familia que quieres proteger no te termine entregando a ti también?

—Pero lo rescataron, ¿o no? ¿A Ryo-chan?

—Por supuesto que lo hicimos, pero no gracias a ti.

—Me alegro. De veras, me alegro mucho. ¿Quieres algo para tomar? —le preguntó, levantándose de la silla donde estaba sentado. Shota se acercó a él y le propinó un golpe que lo hizo caer al suelo.

—¿Por qué actúas así? ¿Qué te impide tendernos una mano? ¿Por qué no vuelves a ser el Ryuhei de antes?

—¡Está muerto! —exclamó el aludido desde el suelo—. Ese Ryuhei está muerto, Sho-chan. Está muerto desde el día que nos encontraron…

—Lo sé. Lo que no entiendo es por qué —Ryuhei lo miró con una expresión de desesperación—. Puedes hacer las dos cosas a la vez, Maru. Siempre te subestimaste, pero la realidad es que puedes hacer las dos cosas a la vez.

—¿Qué dos cosas?

—Proteger a tu familia… y estar con las verdaderas personas que te aman. A Ohkura sólo su madre lo estima después de todo lo sucedido. Su hermana lo ignoraba. Aquí sólo los niños te aman. ¿Y esa mujer?

—¿Te refieres a mi esposa? —le preguntó Ryuhei con una sonrisa.

—Pensé que nosotros te importábamos —sollozó Shota. Su oyente se puso de pie y lo abrazó con ternura.

—Claro que me importan. Pero, Yasu, estoy a punto de ser padre, no quiero echarlo todo a perder —entre sus brazos, Shota gimoteó. Ryuhei se separó de él para poder sostener su rostro y secar las lágrimas que se escapaban de sus ojos—. Además, ustedes son lo bastante fuertes como para poder valerse por sí mismos. Sé que son capaces de hacerlo. Sé que tú puedes hacerlo —Ryuhei susurró la última frase antes de acercarse a los labios del más bajo, pero Shota se alejó de él y puso distancia con ambas manos.

—No te atrevas a tocarme —le pidió—. Yo te quería, Maru. Pero, ahora, ya no sé qué pensar.

Shota salió de la oficina. Al igual que había ocurrido anteriormente con Tadayoshi, él tampoco reparó en el llanto desgarrador que la esposa de Ryuhei mantenía como un nudo en su garganta. Saliendo de su escondite, la mujer entró a la oficina.

—Ahora, ¿qué? —preguntó Ryuhei al oír el sonido de la puerta abriéndose. Se sorprendió al ver el rostro desfigurado de su esposa.

Notas finales:

¡Gracias por leer~! ^3^♥


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