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Mi ultimo deseo por KRYazmin

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Las nubes grises cubriendo el cielo, el aire fresco y un leve olor a tierra mojada; Un día era perfecto. Sin embargo, las clases se me hacían eternas y me impedían disfrutar del bello día así que solo quedaba algo que hacer, saltarme las clases.

Casi al final del plantel donde estudiaba había un pequeño jardín y antes de llegar a él había un aula vacía, así que me metí en ese salón que tenía una pequeña ventana que daba justo al jardín, abrí la ventana para poder sentir el aire fresco y respirar ese aroma que me fascinaba.

De un momento a otro quede sumido en mis pensamientos, algo normal como la inmortalidad del cangrejo, entonces cuando regrese a la realidad me di cuenta de que un chico de cabellos claros estaba entre las rosas del jardín, al parecer al intentar tomar una se espino y comenzó a quejarse. Salí del aula para acercarme al chico.

—Deberías tener más cuidado, las rosas serán hermosas, pero sus espinas son muy peligrosas. –El chico me volteo a ver y su expresión no sabría cómo explicarla fue como una combinación de asombro, preocupación y al final una tierna sonrisa. Aquel chico era bello, para ser un chico tenía unas facciones muy finas, su cabello castaño claro y revuelto llamaba la atención, sus ojos miel resaltaban junto con sus finos labios. Maldición si fuera chica me lanzaría por ella.

—Soy cuidadoso, pero esta vez creo que me distraje un segundo. –comentó con cierta timidez.

—Bien, pues no te distraigas o si no eso pasara de nuevo. –Le dije señalando su dedo lastimado. – ¿Cómo te llamas?

—Sí, me llamo Carlos. –Contesto con la voz titubeante. Quizá lo pongo nervioso, pensé.

—Yo me llamo Julián, mucho gusto Carlos. –Dije con una sonrisa que buscaba mejorar el ambiente.

Quién diría que ese encuentro cambiaria mi mundo. Es lo que pienso ahora cada vez que mi mente vaga hacia ese recuerdo, uno de los mejores que tengo.

Después de ese día comencé a pasar más tiempo con Carlos. Los recesos y las clases que sabía me eran fácil de pasar me las saltaba para ir a aquel bello jardín para pasar el tiempo con Carlos y platicar de cosas triviales y a veces un poco más profundas como el sentido de la vida. Él era un chico muy interesante sabía muchas cosas y el estar a su lado no me aburría me hacía sentir cómodo y relajado.

— ¿Qué harías si llegara a morir? –Me pregunto un día, atino a decir que llevábamos 2 semanas de conocernos.

— ¿Por qué esa repentina pregunta? –Pregunté extrañado.

—No lo sé, solo quería saber qué piensas acerca de ese asunto. –Me contestó encogiéndose de hombros como restándole importancia.

—Bueno en realidad esa pregunta es algo difícil de contestar puesto que tiene muchas respuestas, más sin embargo, una acertada no la hay, puedo contestar que te seguiré, pero esa sería la peor respuesta de todas y hasta te molestaría, puedo contestar que lloraría por ti y lo más probable es que me digas que no quieres eso, pero si respondo que no llorare aunque sea lo mejor sé que te pondrá algo triste ya que sonara como si no me importara, algo que no es así pues me importas mucho, así que supongo que lo mejor sería preguntarte ¿Qué querrías tu que yo hiciera?

—Mejor ya no hablemos de eso. –contestó con la mirada en el horizonte. –Ya  llegara el momento en que decidamos que hacer cuando alguien muera. –Dijo y volteo a mírame con una sonrisa melancólica y yo solo asentí.

Los días seguían pasando el tiempo que pasaba con Carlos aumentaba y como eran las últimas semanas de clases muchos maestros nos dejaban salir durante su clase así que pasaba ese tiempo con él. Muchas veces le pedí que nos regresáramos juntos a casa o que saliéramos un fin de semana, pero siempre me rechazaba y simplemente decía que no podía. Aquello me extrañaba, pero nunca pregunte.

Esa semana al comenzar durante la última clase del día —que me salte— note algo en Carlos. Parecía preocupado, mantenía su mirada agachada y en el momento que noto mi mirada solo me mostro una sonrisa totalmente fingida y yo al ver su expresión sin pensarlo lo abrace fuerte, él me pregunto que me ocurría, no conteste, entonces se aferró a mí y escuche unos leves sollozos.

Los siguientes días hasta el viernes las cosas pasaron normalmente, ninguno de los dos menciono algo sobre lo ocurrido el lunes, pero pronto descubriría porque Carlos se había comportado de esa manera.

Entonces llego el viernes, el día en que todo dio un giro que nadie podría advertir.

La última hora había terminado y algo que no había pasado antes sucedió; Carlos fue a buscarme al salón. Cuando lo salude el mostro una sonrisa y me entrego una rosa blanca con una carta, yo lo mire extrañado y antes de que pudiera preguntarle algo me dijo que la leyera cuando llegara a mi casa, simplemente asentí y seguí mi camino. Al llegar a mi casa abrí la carta para darme cuenta de muchas cosas, entre ellas que aquella carta era una carta de amor, una declaración, al llegar a ese punto me puse muy feliz pues a decir verdad había llegado a enamorarme de él, pero al continuar leyendo también me di cuenta de que me había enamorado de la persona equivocada.

La carta decía muchas cosas, pero lo que más se marcó en mí, fue lo último que decía en ella.

“Ahora sé que esto sonara extraño y tal vez no me vayas a creer, pero yo morí hace un mes en un accidente de tráfico, sin embargo, antes de que mi alma fuera recogida pedí un deseo al ángel que venía por mí, le pedí poder declararte mis sentimientos regalándote la rosa blanca que ahora tienes contigo, sé que fue egoísta de mi parte el pedir aquel deseo y realmente no pensé en conocerte, pero agradezco el poder haberlo hecho, pues me di cuenta de que mis sentimientos no estaban equivocados, eres la mejor persona que he conocido. Te amo Julián.”

Después de leer aquello recordé que el primer día que vi a Carlos, por un momento, pude ver a una persona vestida de negro y con unas alas que adornaban su espalda, como había sido solo por un instante lo pase por alto pensando que había sido solo mi imaginación, pero no, no había sido eso aquella persona era el ángel que cumplió el deseo de Carlos.

Salí corriendo de mi casa directo al plantel donde estudiaba, al llegar salte las rejas y me dirigí sin más al jardín, pero ya no estaba, él ya no estaba, solo pude encontrar a aquel ángel, que me miraba sin expresión alguna en su rostro, me acerque a él.

— ¡¿Por qué?! ¿Por qué me dejaste conocerlo? –comencé a gritar y reclamarle a aquel ángel que no tenía la culpa de nada.

—Era su deseo y ante un alma tan decidida y con sentimientos tan puros no pude negarme. –contestó aun sin expresión en su rostro. Yo por mi parte me rompía cada vez más.

—Era su deseo ¡Pero no era el mío! Dime, ¿qué hago ahora? ¿Qué hago con mis sentimientos? –Continúe gritando, yo sabía que no debía reclamarle a él, pero necesitaba culpar a alguien. Estaba roto, mis lágrimas caían sin parar y el nudo en mi garganta dolía demasiado.

— ¿Leíste la carta? –preguntó.

—Claro que lo hice el me lo pidió. –conteste aun con la voz quebrada.

—Entonces debes entenderlo, su último deseo era expresarte sus sentimientos y ¿aun así dices que eso no es lo que tú quieres? ¿Despreciaras los sentimientos de Carlos? Él solo quería eso, quería entregarte aquella rosa que planto y cuido por todo este tiempo y obtuvo más de lo que pidió. Él llego a conocerte más allá de lo que imagino. –Me dijo con un tono serio, entonces comencé a llorar con más fuerza, llore como nunca había llorado. Deseaba no haberlo conocido, pero a la vez agradecía el haberlo conocido. –No digas que no deseabas conocerlo, él te amaba y sé que lo hará en su siguiente vida si llega a conocerte de nuevo, así que, por favor búscalo nuevamente yo me encargare de que su alma renazca cerca de ti, pero tú tendrás que buscarlo –Le mire un tanto confundido, pero asentí con firmeza.

16 años después.

Caminaba hacia mi trabajo, los días se volvían cada vez más tediosos, cansados y eso sin mencionar que comenzaba a sufrir migraña, todo eso solo porque estamos a punto de conseguir un contrato con la empresa de publicidad más reconocida del país. Mientras en mi cabeza repasaba todo lo que tenía que decir durante la junta tropecé con alguien.

—Lo siento mucho –Dijo una voz un tanto dulce, mientras recogía los papeles que se me habían caído.

—No te preocupes, fue mi culpa estaba distraído –Levante la mirada para verle y me di cuenta de que era un chico de cabellos rojizos y una mirada color miel. El chico me regalo una tierna sonrisa al tiempo que me extendía mis documentos. –Muchas gracias –Dije casi en un susurro pues aún me encontraba en shock, aquella sonrisa y aquella mirada eran inconfundibles para mí, mi corazón latía demasiado rápido, mi respiración se agito y me di cuenta… Era él, debía ser él.

—Carlos –Susurre.

— ¿Qué? –El chico me miro confundido, entonces una lágrima salió de su ojo derecho y rodo por su mejilla y sin pensarlo lo abrace, aferrándome a él.

—No llores, todo está bien ahora, talvez no lo vayas a entender, pero tengo que decirlo, espere tanto por ti me alegra tanto haberte encontrado –Entonces me abrazo de la misma manera, como si no me fuera a soltar nunca.


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