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What is love por Daiyamine B

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por tomarse su tiempo para leer esta obra, espero yl les guste.

What is love


 


 


 


Si había algo que Aomine extrañase de su país natal y el puerto donde antes vivía, era nada más y nada menos que una persona.


 


Pero no era el mismo sentimiento de extrañar una comida, o un lugar cuando te vas de viaje, como sabrán es mucho más intenso y doloroso en ocasiones, aunque tampoco era la misma sensación de extrañar a un familiar, eran algo más intenso. Pero esa persona valía todo el dolor que pudiera tener, las noches de desvelo pensando en él, el dinero gastado en ese viaje y sus suspiros. Se preguntarán que clase de persona es ¿no?


 


Él era cálido como un día de primavera, brillante como el sol, terco como una mula, bello como el girasol más radiante, tan mal cocinero como el peor de los peores. Una persona excepcional, ¿cierto? Y eso no era todo. Era su mejor amigo, un chico precioso, con una sonrisa que valía plata, oro y diamantes, daría incluso más por ella si pudiese, porque la verdad su hermosura era indescriptible.


 


Alguna vez estuvieron enamorados, pero la llama del amor se acabó con el paso del tiempo y solo quedo un cariño fraternal. Pero no queriendo aceptar que aquel sentimiento tan puro que había tenido se había desvanecido de repente lo había llevado a tomar la extrema decisión de huir del humilde pueblo en el que había vivido toda su vida. No había tenido noticias de el en vario tiempo, lo extrañaba tanto, pero es que le había dado tanto miedo e ira que aun cuando alguna vez le juro amor eterno a ese muchacho de piel dorada todo se derrumbara como un castillo de arena a merced del mar.


 


Ahí se encontraba el entonces, dispuesto a todo por reconquistarlo y enamorarse de él, porque tenía la seguridad que ambos eran el uno para el otro, aun cuando no lo había visto desde hace 10 años. Algo le decía que tenía volver a su lugar de origen, mejor momento no podría encontrar para ir, pues se encontraba de vacaciones.


 


El viaje lo dejo agotado, pero valía la pena siempre y cuando pudiese volver a ese lugar tan querido para él.


 


Al llegar a la pequeña isla pudo notar que nuevamente no pasaban muchos camiones, pero no le molesto ir caminando, al contrario. Disfruto la brisa fresca y libre de la contaminación de la ciudad en la que estudio y trabajo una década. Saludo a las personas que lo reconocían, en su mayoría amas de casa o trabajadores de campo a los cuales ayudaba cuando era joven. Cada vez que daba un paso sentía un vacío en el pecho, contrario a lo que pensó cuando lo viera, ¿era acaso que solo estaba forzando la situación hasta el punto de quiebre?


 


Cuando menos lo pensó, ya estaba enfrente de la puerta de su hogar, localizada entre muchas otras propiedades de gran tamaño. La que alguna vez había sido su casa estaba justo al lado, se veía más descuidada y vieja de lo que recordaba. Sin pensarlo se quedó parado en la entrada, sin tocar, pero tampoco con la intención de irse. Y sucedió todo lo que más temía.


Se lo encontró frente a frente.


 


De joven él solo tenerlo delante suyo lo hacía enloquecer, de amor, de deseo y ansias. Se le aceleraba el pulso, sus pupilas se dilataban, sus manos sudaban ligeramente y la boca se le secaba como si estuviera en el desierto. Lo curioso es que por más que quería probarle su afecto nunca llegaron más allá de un agarrón de manos y un beso suave como el roce del viento en la piel. Todo por respeto a su persona, y por qué en realidad ambos eran muy inocentes en sus demostraciones de afecto, nunca llegaron a pensar en ir más lejos.


 


Lo que pudo sentir en el momento que lo miro con sus bonitos ojos ámbar no le llegaba ni a las cosquillas, cuando antes sentía avispas en el vientre y la cara arder. Aunque sí que le puso feliz el verlo con una sonrisa coqueta en el rostro, era justo la misma de hace 10 años.


 


- ¡Aomine-cchi! ¡Hace siglos que no te veía! ¡Pasa por favor! -Le mostró esa sonrisa tan bonita que tenía mientras le abría la puerta de su hogar, una vieja casita de madera que se encontraba muy bien cuidada. En el proceso le ofreció té y galletas que preparo esa misma tarde, antes habían sido sus favoritas, ahora ya no lo sabía más. ¿Seguían gustándole?


 


-Hola Kise...Ha pasado mucho tiempo ¿no es así? -Murmuro mientras tomaba una de las galletas de avena con cuidado, pues sabia lo suaves que el rubio las hacía, y no quería ensuciar el piso de madera.


 


El rubio sonrió nostálgico, para luego contestar con un leve asentimiento.


 


-Hacías mucha falta por aquí, nadie pensó que te convertirías en un profesional de la NBA, te felicito-En algún momento de su juventud se plantearon dejar todo de lado, e ir a cumplir su sueño juntos, pero Aomine lo había traicionado cruelmente, se sentía tan culpable.


 


-Gracias-Contesto sin verdadero entusiasmo, pues llevaba un tiempo fuera de los juegos-Oye, ¿y con quien te casaste?-Tomo asiento en el viejo sillón de la esquina, uno tapizado con cuero de color chocolate que siempre había encontrado muy cómodo cuando iba por allí y apunto el anillo en la mano del hombre, el solo se encogió de hombros. Realmente había cosas que nunca cambiaban y otras que al minuto ya se habían transformado.


 


- ¿Si te lo digo prometes no enojarte y conservar una imagen bonita de mí en nuestros días de novios?


 


-No te preocupes, no me voy a enojar-Se rio con un tono arrogante el cual había adquirido en su estadía en otro continente, aunque verdaderamente no le importo mucho que se casara, ya había confirmado nuevamente que lo único que sentía por él era un cariño fraternal al no sentir mucha emoción con su encuentro. La fama cambia a las personas, y él no fue la excepción. Paso de ser un pobre e inocente chico de campo a un playboy con el suficiente dinero para ya no trabajar más en su vida.


 


Y sin embargo ahí estaba, con su ex, su primer novio, sentado después de tanto tiempo en la misma sala de su adolescencia, la misma imagen y el mismo sabor del te desabrido que preparaba el de ojos ámbar. Antes le gustaba, pero ya saben, dicen que el amor es ciego, pero en realidad eso era mentira, el amor no tiene ninguno de los 5 sentidos.


 


- ¿Recuerdas a mi senpai? -Kise se sentó en el otro sofá color crema que era de dos plazas y tomo una pequeña taza de porcelana que contenía te.


 


- ¿El enojón que no me quería? -Alzo una ceja y se rio al ver el puchero que hiso su amigo.


 


- ¡Mo! No es enojón, es solo que carece de paciencia.


 


- ¡Ja!, si como no-Mordisqueo la galleta, dudando sobre si decirle que sabían a nada y que seguro Kasamatsu, el senpai, odiaba su cocina y un día de esos lo iba a envenenar.


 


-Bueno, pues con el me case, fue 4 años después de que te fueras-Ryota hizo cara de asco cuando probo la bebida, que ya se había enfriado para empezar, y a la cual le faltaba azúcar, el moreno solo quiso reír ante la mueca.


 


- ¿Y eres feliz con él?,¿te trata bien? -No dudaba que Kise estuviera enamorado como un idiota del azabache, pues siempre que ellos tenían problemas era por culpa de los celos que la tenía al superior del rubio. Pero le preocupaba enormemente que lo siguiera golpeando como en antaño.


 


-Si...es como mi príncipe azul de cuento de hadas, bueno, exceptuando que es más bajito que yo, pero no importa mucho-Desde que eran niños él le había dicho que le gustaría tener un príncipe azul, y el solía burlarse, pues se suponía que el seria el príncipe, no la princesa, aunque...bueno, ya saben, al final termino siendo la doncella de su relación.


 


Y al verlo ahí, con esa mirada enamorada, supo que él no era la razón por la cual había venido. El no tenía nada que hacer ahí, interfiriendo en la vida de alguien con quien ya había perdido contacto. Ya no era lo mismo, después de todo, sí que las cosas cambian en una década.


 


Platicaron de todo un poco, en su mayoría lo que habían hecho después de que el moreno se fuera. Así es como logro enterarse que él era ahora uno de los pocos pilotos en el puerto, y que solía irse cada ciertos días de la isla en su avioneta. El peliazul en cambio le platico porque había dejado de jugar el mes pasado, todo se debía a una lesión que había sufrido. Aprovecho que por esas fechas se había terminado su contrato para ya no hacer renovación y dejarlo. Además, aún tenía asegurado un puesto como entrenador en uno de los primeros equipos que estuvo, pues antes de ser jugador oficial trabajo en el club de este.


 


No paso mucho tiempo cuando llego un cansado Kasamatsu. El y Kise no compartían apellido pues lo habían decidido así, además de que al azabache ya le costaba mucho llamarlo con otro nombre y con trabajo Ryota no pronunciaba el dichosos ¨senpai¨.


 


Le ofrecieron un lugar en su casa, en el cuarto de huéspedes lo que durara su estancia. Contrario a lo que se imaginó de la relación de ambos, se trataban con mucho respeto, además de que Yukio había dejado de lado su orgullo y ya no se apenaba con las demostraciones de afecto que su pareja decidía mostrarle. Por lo tanto, al ver esa atmósfera de amor no le dieron ganas de quedarse y estar como un vil intruso en su vida amorosa. Además de que él tenía el dinero suficiente para rentar un cuarto de hotel o quedarse en un hostal del pueblo. Si no ya vería donde quedarse.


 


-Bueno, ya es algo tarde, será mejor que me vaya si quiero alcanzar a llegar al pueblo con luz-Se levantó del cómodo sofá para ver la hora en el reloj cucu que tenía el rubio en la pared. Se percató de que si no se apresuraba no llegaría al pueblo cuando aún estuviera la luz del sol alumbrando, y el alumbrado público a veces fallaba, aunque lo más posible es que ya hubiese arreglado el problema.


 


- ¿Seguro que no quieres quedarte Aomine? No nos molesta para nada, además, es tu primera visita después de tanto tiempo-Hablo el pelinegro desde el sillón reclinable justo al lado de donde estaba Kise.


 


-Kasamatsu-sen...-Entonces el hombre lo fulmino con la mirada- ¡Perdón! Kasamatsu-cchi tiene razón, ¿porque no te quedas?


 


-No, no pasa nada, no deseo incomodarlos, además, puedo alquilar un cuarto, no se preocupen.


 


-Bueno, pero al menos déjanos llevarte al pueblo. Conozco un buen hostal en donde te atenderán de maravilla-Se levantó de su lugar y fue por las llaves de su camioneta.


 


-Está bien-Tomo sus únicas dos maletas y siguió a la pareja.


 


Lo llevaron hasta la entrada del hotel. El camino se le hizo corto con la plática que le hicieron los esposos, pues el ver como el pelinegro se enojaba por la actitud infantil del rubio era muy divertido, además de que el mayor le conto una que otra anécdota divertida sobre el piloto que lo hizo reír a carcajadas. Una vez llegaron se despidió de ambos con una sonría y un hasta pronto. Incluso lo invitaron a que fuera el fin de semana para ir a jugar a una vieja cancha de básquet.


 


Realmente hacían una bonita pareja, pues cuando el salía con Kise nunca lo vio tan feliz como lo era con Kasamatsu. Siempre se peleaban por cosas infantiles y el rubio le regresaba los insultos y los golpes, lo hacía llorar con esa actitud fría que tenía y en más de una ocasión se había burlado de él dejándolo en ridículo en frente de todo el mundo.


 


Antes pensaba que él era la mejor pareja que Ryota pudiese tener, era guapo, atlético y lo conocía de toda la vida. Pero el...él era más que una cara bonita a la cual pudiera presumir. Él era brillante, tal vez no inteligente, pero sí muy astuto, inocente, eufórico, gritón y muy llorón, eso en conjunto lo hacia una persona hermosa, real, con defectos y virtudes.


 


Tal vez alguna vez llegaron a amarse con todo el corazón, pero solo fue eso, un amor que tal vez termino demasiado rápido, pero así rápido como había terminado, seguía siendo uno de los más bonitos que había vivido.


 


Se adentró al hostal y se registró en la recepción. No paso mucho tiempo cuando ya le habían entregado la llave y le indicaron el lugar donde estaba su habitación. El lugar no estaba nada mal. No estaba decorado como los hostales que él había conocido, este tenía una pinta más colorida y estaba lleno de flores frescas en la entrada al lugar y también por dentro. Ciertamente no estaba decorado al estilo oriental, sino más bien al occidental, si no se equivocaba, parecido al latinoamericano.


 


Eran dos edificios, la caseta de llegada y el hostal, que era un edificio muy llamativo, pintado con colores pastel y cálidos. Se parecía mucho a una hacienda, pero descarto la idea. Se adentró en el tercer cuarto de 5 cinco a la derecha, en el segundo piso. Sin más aventó las maletas dentro y se acostó en la cama King size que había dentro, sintiendo como los resortes le daban el soporte adecuado a su hombro lastimado, joder, ese colchón era la gloria, parecía ser ortopédico.


 


Se levantó rápidamente, pues le estaba dando sueño y no quería irse a dormir antes de tomar una ducha, pues el viaje había sido muy largo y se sentía muy sucio, aparte de que la caminata que había hecho de la estación a la casa de Kise lo había hecho sudar. Estaban en julio después de todo.


 


-Ah, después de todo parece que vine en vano...bueno, al menos me alegro verlo de nuevo-Suspiro pesadamente, mientras se ponía desodorante y salía del cuarto de baño, pues le incomodaba un poco el calor que se había acumulado en este aun a pesar de que se había bañado con agua fría.


 


- ¡Mierda! ¡Se me olvido traer toalla! -Se fijó si no había alguna por ahí, pero la encargada de la limpieza no había dejado repuestos. Soltó una maldición decidiendo salir de una vez y secarse con su camiseta sucia.


 


Entonces...se dio cuenta de que no había cerrado la puerta.


 


Soltó un grito para nada masculino, de esos que dan las rubias actrices en las películas de terror, cuando se encontró con un pelirrojo que lo observaba con una sonrisita apenada, como pidiendo disculpas con la mirada, la cual de hecho no apartaba, ni aunque el moreno se encontrara en pelotas.


 


-¡¡¿QUE DEMONIOS HACES EN MI CUARTO?!!


 


-Disculpa, no era mi intención asustarte, trabajo aquí. Tachibana me dijo que se le había olvidado poner toallas limpias, pero veo que ya te las arreglaste sin ellas.


 


El moreno se sonrojo furiosamente al reconocer por fin al hombre.


 


¡¡Era ese maldito bombero!! ¡El que una vez lo había salvado de morir por culpa de una colmena de abejas! Uno pensaría que no se acordaría de ese detalle pues tenía seis años cuando ocurrió todo, pero le debía su vida al tipo, además de que, aunque no quisiera aceptarlo, fue su primer gran amor. Con decir incluso que antes de irse del pueblo le planto semejante beso en la entrada de la estación de bomberos y luego se fue sin decir nada. Pero ahora que se lo encontraba en tal situación no podía sentir más que vergüenza de que lo viera de nuevo de esa forma. Joder, ¿acaso no podía ser más tonto cuando fue adolescente? ¡¿Cómo es que había podido gustarle semejante hombre?! ¡Le llevaba 14 años por dios! Aunque...¡que hombre!


 


- ¡Solo déjalas ahí y vete! ¡Y cierra la maldita puerta!!-Cubrió su intimidad con la camiseta que había decidido usar de toalla mientras sentía la piel de su cutis calentarse rápidamente.


 


-No tienes por qué sentir pena, somos hombres después de todo-El pelirrojo se rasco la nuca mientras cerraba los ojos y le mostraba una sonrisita boba y apenada, como de esas que le daba su senpai cuando hacia una travesura allá en América. Solo le dejo las toallas en la cama y sin más busco retirarse.


 


-¡¡¡NO SALGAS CON ESE TIPO DE ARGUMENTOS, PERVERTIDO!!!-Sin descubrir su intimidad, le lanzo un florero con dirección a la cabeza del tipo, quien solo abrió como platos sus ojos y lo esquivo fácilmente. Eso lo hizo enojar a un más, por lo que termino lanzándole cuanta cosa encontró.


 


-¡¡¡Pero cálmate por favor!!! ¡¡Tampoco tienes que romper las cosas de la habitación, te recuerdo que se cargaran a tu cuenta!!-El hombre cuarentón se cubrió con ambos brazos, intentando que no le pegara ninguna de las cosas que le lanzaba mientras le miraba enojado y sorprendido por su actuar. Estaba preparado para los problemas, pero no para esto.


 


No era porque lo estuviera viendo justo como vino al mundo, tampoco era porque estaba enojado y frustrado por lo de Kise y se estuviese desquitando. No era ninguna de esas razones ni las que se podían imaginar.


 


La razón era que, aunque ya habían pasado 30 años desde que se enamoró de él, su corazón y sus mejillas seguían reaccionando con el solo sentir su mirada encima de suyo. Y lo que lo tenía tan enojado era... ¿porque con Kise no fue así? Habían estado juntos desde siempre, se llevaban relativamente bien, eran de la misma edad y ambos practicaban el mismo deporte y tenían el mismo sueño.


 


¿Entonces por qué seguía tan enamorado de el como la primera vez?


 


Su corazón le dio la respuesta, sintiendo ese calor y emoción del amor que hace tiempo no sentía por nadie. Y ahí estaba, amando a Kagami Taiga, su bombero favorito, de la forma más inocente posible, de la manera en la que un niño ama a su héroe.


 


 


 


...


 


 


 


No tenía realmente muchas ganas ya de pasar la noche en el hostal, pero no le quedo de otra, ya que debía pagar los destrozos que hizo en la habitación que le dieron. En total había roto 2 floreros con sus respectivos arreglos florales, un espejo, una silla, la ventana y había estropeado el suelo de madera finísimo que tenían, además de que el maldito empleado incompetente, Kagami, había salido herido en su berrinche. Solo había sido un pequeño rasguño en su brazo derecho, no entendía el por qué hacían un escándalo por solo una cortadita, un rasguño que había ocupado solo 5 puntadas, pero nada más. ¡Por dios, que no se iba a morir!


 


El hombre pudo haberlo denunciado por agresión física, pero no lo hizo, aunque la recepcionista y las personas que se encontraban en el cuarto de al lado intentaron llamar a la policía. Pero al entrar a la escena solo consiguieron enojarlo y avergonzarlo aún más, pues lo vieron completamente desnudo, incluso la esposa del tipo de al lado se sonrojo furiosamente e indignada le grito a su esposo que hiciera algo. ¡¿Pero el que culpa tenia de que la vieja esa fuera una chismosa?! Aparte, estaba más que seguro que le gusto lo que vio, ¿si no porque se sonrojo?


 


Ahora estaba con el gerente del hotel en su oficina, era un hombre algo amargado y de lentes que respondía al nombre de Hyuuga. Sabía que el estudio con el ex-bombero, pues el mismo se lo había dicho una vez en una de sus tantas visitas a la estación cuando era aún un niño. Se sentó mientras soltaba un montón de maldiciones y amenazas como ¨Yo debería ser el que demandara, él fue el que entro e irrumpió en mi privacidad sin permiso¨


 


-Bueno, como ya sabes Aomine, no podemos dejar pasar esto tan fácilmente, aun cuando el idiota de Kagami haya tenido parte de la culpa-Se froto el entrecejo algo molesto, mientras que Daiki hizo un puchero, algo muy infantil considerando que ya tenía 28 años. Pero estaba muy inconforme con su situación, él era la única víctima aquí.


 


-¡¡Pero Hyuuga-san!! ¡Yo solo quería pasarle las toallas! ¡Él fue el que me ataco como si fuera una mujer!


 


- ¡No porque a ti te valga que te vean todo Bakagami significa que con los demás sea igual!


 


-Tch, ya pues, ya me callo-El azabache suspiro y se giró de nuevo para con el moreno.


 


- ¿Ya me puedo ir? -Pregunto el más joven, con su típico tono aburrido, y arrastrando un poco las palabras. Eso hizo enojar al gerente, y sabía que estaba enojado porque se le frunció mas la frente, resaltando aún más sus arrugas. Ahora ya iba comprendiendo el por qué el pequeño mechón de canas en su pelo.


 


- ¡¿Quieres irte mocoso?! Pues déjame decirte que no, TODAVÍA NO PUEDES, ¿Y SABES POR QUE?


 


El ex-jugador chasqueo la lengua y negó, queriendo hacerse el desentendido, aunque eso solo provoco la ira de Junpei, que ya sentía que le daba de nuevo la gastritis de la cual ya creía por fin haberse curado. Sabía que su esposa se enojaría si se enteraba que le había dado otra ulcera estomacal por la culpa del trabajo.


 


-Pues no te puedes ir porque has dañado el mobiliario, tendrás que pagarnos lo que dañaste y mi ida al hospital-El pelirrojo se señaló el brazo derecho, con una mirada indignada y molesta. ¡Ja!, el debería ser el indignado, mira que reclamarle luego de que lo habían tratado de nudista y psicótico la noche anterior, y eso era poco. Una señora le había visto en su máximo esplendor y eso no era para nada grato, ¡ah! ¡Pero ahí solo importaba la tonta cortadita en el brazo del viejo ese! Aun que debía admitir que era cierto que los hombres eran como el vino.


Mientras más años pasaran, más buenos se ponían.


 


Algo sonrojado aparto esos pensamientos, para luego sacar su cartera. Siempre le dolía a la hora de desembolsar, pues, aunque tuviera todos los billetes del mundo y una mansión por hogar, nunca olvidaría su vida pobre en ese lugar. Toda su juventud se la paso culpando a sus padres de su situación económica, no fue hasta el funeral de su padre que comprendió lo duro que trabajaba, cuando sostuvo su callosa mano ya sin vida y contemplo por sí mismo las arrugas producidas por el cansancio.


 


Él también había trabajado duro, lo probaban sus múltiples fracturas en las manos, su piel áspera y algo más quemada por el sol y unas que otras canas que ya no se podían disimular. Ojalá fuera como Kagami, él era un hombre tan bello, que permanecía con esa aura refrescante y brillante.


 


-No, no hablo de dinero en efectivo, hablo de que me pagaras con trabajo físico-El pelirrojo se cruzó de brazos mientras ponía una sonrisa perversa. El no reacciono precisamente bien ante la obvia provocación. El peliazul al inicio malinterpreto sus palabras, mirándolo escandalizado. Hasta que el pelirrojo le grito indignado que no era lo que él pensaba, con las mejillas rojas por la pena.


 


Joder, ese hombre era tan bonito, aunque tan mandón.


 


- ¡¿Ah?! ¡No estés jugando conmigo! ¡Yo tengo cosas que hacer sabes! ¡No voy andar de esclavo haciendo trabajos forzados! -Ósea, el hombre podía estar bien bueno y sabía de antemano que era un amor de persona cuando te portaba bien con el, pero no por eso se le perdonaba todo.


 


-Pues, es eso o que llamemos a la policía, ¿sería una vergüenza no lo crees? Evítanos la pena-El tono arrogante y dominante que uso no le gusto para nada. Pero tampoco había jarrones ahí que lanzarle, así que se tuvo que conformar con mirarlo feo y pronunciar lleno de ira su nombre.


 


-Aish, bueno, si no queda de otra-El empleado inútil rió macabramente, ya estaba planeando su venganza.


 


Realmente esas serian unas largas, largas, pero muy largas vacaciones.


 


 


 


...


 


 


 


Desde pequeño había pensado que los bomberos eran geniales. Eran valientes, fuertes, se ganaban el corazón de la gente y tenían un trabajo peligroso, pero dejaba una gran satisfacción cuando se salvaba a alguien o lo sacaban de apuros. Eso creía de los bomberos, eso creía de su primer amor, pero ahora ya más grande y con más capacidad de razonamiento que en su adolescencia, se daba cuenta de que él era un maldito.


 


Se despertaba desde temprano, además de que seguía estando en la misma habitación que le asignaron, por lo que al no tener vidrio al principio lo habían atacado hordas de molestos mosquitos, dejando la piel de sus brazos y piernas con ronchas y marcas oscuras. Lo tenía trabajando a la luz del sol de verano desde las 7 de la mañana hasta las 3 de la tarde, que era a la hora en que acompañaba a las mucamas a comer, para luego terminar la jornada lavando los trastes y cumpliendo los caprichos de los clientes. Ayudo a preparar la comida, que de hecho estaba hecha en un horno tradicional. Casi todo era artesanal y los platos principales eran mariscos, ¿pero que se podía esperar de una zona costera?


 


Por lo general sus tareas eran limpiar baños y habitaciones del tercer piso de 5, aunque no lo pareciera, se hospedaban muchas personas ahí. Aunque para su pesar su condena se había extendido, pues su primer trabajo, que había sido colocar el vidrio nuevo para la ventana que rompió, se le cayó rompiéndolo otra vez. Kagami se había puesto furioso y le había gritado un montón de cosas, él no se disculpó, pues nunca lo hacía y no iba a empezar a hacerlo solo porque él se lo pidiera. Muy en contra termino pagando lo que rompió, aunque claro que seguiría trabajando para el hostal. Finalmente pudo colocarlo y pegarlo adecuadamente, aunque sí que le costó un gran dolor de espalda y hombro. Su doctor dijo que cero esfuerzos si quería volver a jugar bien, pero no le quedaba de otra.


 


Así había estado por alrededor de una semana y cacho. Pero no todo era tan malo, pues cuando daban las 8 su trabajo terminaba y se podía ir a donde le diese la gana. Siempre buscaba consuelo en el recepcionista y pareja del maldito ogro capataz, su viejo amigo de la infancia del vecindario, Kuroko Tetsuya, que era siete años mayor que el.


 


No comprendía como ambos podían ser pareja, pues Tetsu siempre había sido alguien muy frio y serio, además de que era muy correcto. Mientras que Taiga era algo así como... ¡WAA! ¡BOOM! ¡BANG! así era el ex-bombero para el al inicio, aunque también tenía su faceta cruel cuando se enojaba y podía ser muy empalagoso con Tetsu y presumido, no conocía la modestia, aunque para ser franco el tampoco. Si no estaba el enano para molestarlo se iba a la casa de Kise-Kasamatsu y pasaba el rato hablando con la pareja, realmente sus charlas eran muy divertidas e interesantes.


 


Ya estaba a punto de irse, hasta que Kagami le grito antes de cruzar el arco de madera de la entrada que se tenía que quedar un poco más, para que le ayudara con unos costales que tenían que llevar del auto de Hyuuga al cobertizo, que estaba casi al otro lado de la propiedad.


 


"Es que acaso el muy idiota no puede llevarlos en el auto?, ¿no tienen un diablo para llevarlo?"


 


Maldijo a todo el mundo y con el ceño fruncido se llevó el primer costal de cemento de 6. Kagami no le ayudo más que a posicionarlo en su espalda, que al instante en que sintió el peso se resintió, pero no emitió sonido alguno que delatara su dolor. Kuroko observo todo desde las afueras del lobby y negó con la cabeza al ver lo cruel que era su pareja con el pobre del moreno. Podía haber dejado pasar la agresión y simplemente dejarle que le pagara por el daño y que se fuera tranquilo.


 


Pero no, su novio siempre tenía que andar vengándose de la gente, rebajándolos porque podía, porque su orgullo y ego no le permitía olvidar las humillaciones o daños que le hacia la gente. Se acercó para hacerle ver la realidad a Taiga de que su trato con el peliazul, del que alguna vez fue amigo cercano, no era del todo correcto.


 


-Kagami-kun, ¿no crees que te estás pasando un poco con tu castigo esta vez? ¿Por qué no dejas que te pague y se vaya? Ya ha hecho mucho las últimas dos semanas-Podía tener una expresión de lo más tranquila, pero su tono de voz denotaba molestia.


 


-No Kuroko, si no seguirá actuando de esa forma, ¿haciendo berrinches a esta edad, ¿qué es? ¿Un niño? Creí que con los años que se fue ya habría madurado un poco.


 


-Esta es una de las cosas que menos me agradan de ti Kagami-kun, siempre crees que tienes la razón. ¡Sabes...yo no creo poder estar más con una persona así! -El pelirrojo le miro impresionado, pues pocas eran las veces en las que Kuroko le había elevado la voz, y sabía que solo lo hacía cuando estaba verdaderamente molesto.


 


-¡!-Se quedó callado, recapacitando si de verdad su venganza y necesidad de restaurar su ego herido era tan grande como para perder su estable y bonita relación con el peliceleste. Obviamente la respuesta era un no.


 


-Está bien...tu ganas, le diré que ya se puede ir.


 


-No es cosa de ganar Taiga, es cosa de superar y admitir tus errores-Kuroko le dio una bonita sonrisa al ver que al fin había podido hacer que el pelirrojo tomara conciencia. Alzo el brazo y acaricio con dulzura a su pareja.


 


-Aish, bueno, acompáñame, vamos a decirle.


 


Justo el moreno ya iba en el penúltimo costal, se encontraba cansado y muy adolorido. Tal vez Momoi, su manager, había tenido razón y debió dejar que el terapeuta de su equipo le diera masajes, terapias, y unas pastillas para el dolor, porque en ese momento sentía que se le partía la espalda a causa del peso. No fue hasta que su espalda trono dolorosamente y sintió una llamarada de dolor recorrerle la mitad del cuerpo, que soltó un llanto silencioso. Se fue agachando poco a poco, sin dejar que sus facciones de vieran, no le gustaba que le vieran llorar, eso nunca.


 


Justo llegaron a su lado Kagami y Kuroko, que lo vieron preocupados al observarlo sentarse de poco a poco en el suelo, sin levantar la vista hacia ellos aun cuando estaban a solo unos pasos.


 


-Aomine-kun, ¿te encuentras bien? -Se acercó un poco, pero el peliazul agacho un poco más la cabeza para que no le vieran en ese estado.


 


Sin muchas ganas el moreno asintió, no quería quedar en ridículo frente a ellos, menos frente a su primer amor. Sintió tanta envidia de Kuroko en ese momento, él podía estar al lado de ese bello hombre, mientras el recibía el desprecio y los malos tratos. ¿Dónde había quedado ese gentil hombre de su niñez y adolescencia?, ¿dónde? Otra lagrima rodó por su mejilla.


 


El pelirrojo que hasta ahora había estado callado noto el ligero temblor del cuerpo del hombre y la mueca de dolor que tenía, además de la triste lagrima que se le deslizaba por la morena piel. Sin más se acercó a él y su pareja. Había sido un completo idiota.


 


-Kuroko, quítate-Le saco el costal de la espalda y con delicadeza le levanto la camisa blanca que traía Aomine para ver su espalda. La cual se encontraba a diferencia de la demás piel, ligeramente enrojecida e hinchada. Frunció el ceño y lo miro con preocupación. Le bajo de nuevo la camisa y presiono delicadamente su hombro. El peliazul siseo de dolor y gimoteo ante la presión, ya no aguantando su hombro.


 


-Amor, trae la camioneta, lo voy a llevar a urgencias-En cuanto lo escucho, el más bajito se fue corriendo a la entrada del hotel, donde estaba su auto-Hey, Aomine, ¿puedes pararte? - Otra vez asintió, pues sabía que de solo intentar hablar la voz se le quebraría y no quería que Kagami conservara esa imagen de el en su mente. Se sintió tan inútil, no podía ni con unos pequeños sacos de cemento.


 


-Lo siento tanto, te exigí demasiado, él tenía razón. Joder, no sabes cómo lo siento-El peliazul levanto la vista con dificultad y vio a ese hermoso hombre mirarlo con preocupación y culpabilidad.


 


-No es tu culpa, yo debí contarte que tenía una lesión-Murmuro apenas, haciendo que él se sintiera aún más miserable. Debía empezar a cambiar esa actitud suya, pues solo le había traído problemas a Daiki. Él siempre había sido tan egoísta y o vio que les causaba daño a las personas con su actitud.


 


-No tienes que disculparte, pude haberte dejado pagar todo lo de la habitación-Pronto llego Kuroko en el auto, y el pito para hacerle saber que ya se podían ir-Vamos te ayudo a levantarte.


 


-Lamento pedirte esto, ¿pero podrías cargarme? Me duele mucho si intento enderezarme-Le miro resignado, pues su orgullo no le iba a ayudar en esa situación. El pelirrojo sin más lo cargo en sus fuertes brazos sin mucho esfuerzo y lo dejo en la parte de atrás del auto. Le pido a su pareja las llaves y lo despidió con un beso corto. Pues, aunque el peliceleste los quisiera acompañar no podía, pues tenía la responsabilidad de recibir a los clientes que llegaran.


 


El camino estuvo acompañado por un silencio tenso, pues, aunque Aomine quisiera hablar le dolía mucho como para pensar en otra cosa. Además de que en años no hablaba casualmente con el pelirrojo, mientras que este pensaba en lo arrepentido que estaba de haber tratado así al pobre del moreno. Sentía que había lastimado a un pequeño niño, porque para él todavía seguía siendo ese niño al cual salvo, ese que antes le miraba con admiración y cariño.


 


No sabía si el moreno recordara claramente todo lo que vivieron cuando él era más joven. Pues el sí que recordaba la despedida que le dio el peliazul hace diez años, ¿y cómo no hacerlo cuando técnicamente lo había dejado mudo e impactado con ese beso? Sacudió la cabeza para sacarse el recuerdo de encima, ahora estaba con Kuroko, y aun cuando fueran solo pensamientos, no quería engañarlo. Aunque para que mentía...si siempre se había sentido atraído hacia Daiki, ese bello muchacho de piel morena que le visitaba en la estación. Aun ahora abarcaba una parte importante de sus pensamientos y corazón.


 


Cuando llegaron al hospital del lugar, que no estaba realmente lejos, lo cargo de nuevo y lo llevo adentro, ya en urgencias lo pasaron a otra sala y los atendió un médico general. Como no había familiares presentes y la verdad no era una herida realmente muy grave le dejaron pasar con él. Ya dentro el doctor riño a Daiki por hacer trabajos pesados aun conociendo su condición y no haber ido a terapias de rehabilitación. Finalmente les dijo algo que estrujo el corazón del ex-jugador.


 


-Lamento informarte hijo, que ya no podrás volver a realizar trabajos pesados ni actividades muy exigentes.


 


-¡¡Pero doctor, yo soy jugador profesional de basket!! Bueno...ahora me encontraba tomando un descanso, ¿pero no será posible hacer algo? -La angustia se le notaba en el rostro, tenía una expresión de sufrimiento que casi hace llorar al pelirrojo. Como podía haberle hecho tanto mal al moreno, simplemente por su necesidad de autoridad.


 


-Eso debiste considerar cuando estabas cargando esos sacos, lo lamento, pero tu hombro está muy dañado, me temo que incluso necesitaras una operación, solo que tu hombro ya no dará el 100% de su capacidad, si no un 60 o 75%-Negó con la cabeza y salió del lugar para decirle a la enfermera que le trajera unas pastillas y preguntarle si había espacio para cirugías en lo que quedaba del mes.


 


- ¿Que voy a hacer ahora? no soy más que un inútil-El mayor lo abrazo con delicadeza, no queriendo dañarle más el hombro o provocarle dolor. Este se dejó abrazar mientras soltaba uno que otro sollozo. ¿Cómo es que había perdido todo su esfuerzo, su trabajo en solo unos días? ¿A dónde se habían ido los entrenamientos intensivos, las horas de trabajo duro para pagar cuentas, las horas en el gimnasio, el sudor y las lágrimas de victoria? No lo sabía en ese momento. Solo estaba seguro de que los brazos del pelirrojo al menos eran igual de cálidos y reconfortantes que en el pasado.


 


Kagami se tomó la libertad de mecerlo entre sus brazos y arrullarlo como si de nuevo fuese un chiquillo. Le acaricio la espalda y lo reconforto con palabras suaves de disculpas. Le dijo que todo estaría bien y que no era un inútil, solo estaba pasando por un momento de debilidad como todo el mundo los tiene.


 


Aomine realmente quería creer en sus palabras.


 


 


 


...


 


 


 


Kagami le dijo que ya estaba libre de la deuda del hostal, que ya había hecho suficiente y el debería ser el que le recompensara por su lesión. Y aunque él se negó durante mucho tiempo al final acepto que le pagase la cirugía de hombro, la cual programaron dos días después de que fue ingresado al hospital. Su cirugía transcurrió sin ningún problema al igual que su recuperación. En más de una ocasión Kuroko fue a visitarlo. Kagami técnicamente vivía ahí en su habitación.


 


Eso no le molestaba para nada, al contrario, había podido charlar con el pelirrojo muy amenamente y sin interrupciones. Fue entonces que se dio cuenta que seguía siendo un hombre muy honesto y algo vergonzoso cuando de su vida privada se tratase. Simplemente quedo maravillado con su personalidad, otra vez.


 


En alguna de esas charlas que tuvieron sacaron el tema de su partida, el no entro mucho en detalles, pues ya casi ni recordaba porque lo había hecho en un principio. A lo mejor fue porque el amor que sentía por el antes bombero nunca seria correspondido, y eso...le había dolido más que el dejar a Kise.


 


De hecho, la pareja se enteró de su accidente y fue a visitarlo unas cuantas veces, el rubio no se guardó sus insultos y amenazas para el pelirrojo, pues nunca le había agradado mucho. Él había sido alguna vez el sensei por el cual sentía celos, aunque ya no los sentía más, pero seguía sin gustarle del todo. Kagami también se había enojado, pero no paso de unos cuantos insultos y un zape en la cabeza por parte de su amigo Kasamatsu.


 


 


 


...


 


 


 


-Me sorprende que te hayas recuperado tan rápido...de verdad-Murmuro el pelirrojo que veía como Aomine tomaba su maleta de artículos personales con el brazo bueno. El sin más se la quitó, pues ahora de solo ver que Aomine cargara la cosa más ligera le entraba pánico e inmediatamente la cargaba él. Si no le había dado de comer en la boca fue porque el moreno se negó fervientemente a tal cosa.


 


-Ya me he lesionado otras veces el hombro, pero tenía que regresar rápido a la temporada, por lo que me autoimpuse dietas y cierto horario de sueño-El pelirrojo soltó un "¡Ah!" que le pareció adorable al moreno- ¿Me podrías devolver la bolsa? Tampoco estoy lisiado o algo por el estilo.


 


- ¡No! No quiero que te vuelvas a lesionar y menos por mi culpa.


 


-Si sigues así el único lesionado vas a ser tu por cargar tantas cosas-Le dedico una sonrisa burlona y camino hacia la salida del cuarto para despedirse de las enfermeras y el doctor. Kagami le siguió por detrás en todo momento.


 


Todo el personal se despidió de ambos, algunas enfermeras se rieron y les recomendaron a ambos que ya no fuesen tan peleoneros, pues mira que recibir semejante navajazo en el brazo por parte de Aomine alias el Brayan, y que luego este llegara con tal lesión en el hombro no era normal. Ellos apartaron la mirada de las señoras incómodos.


 


Luego de eso partieron con rumbo al hostal, en el cual el peliazul ya había decidido quedarse el resto de las vacaciones, además de que ya empezaba a llevarse muy bien con Kagami otra vez, justo como en los viejos tiempos. Se instaló de nuevo en la habitación y se quedó descansando un buen rato, hasta que sonó su celular. Como no podía moverse mucho realmente, pues si bien solo era su el hombro el que lo habían operado eso afectaba y limitaba mucho sus movimientos.


 


Llamo a recepción para que Kuroko fuese a buscar su celular, aunque en cambio por la puerta apareció un preocupado muy pelirrojo.


 


-Oí que llamaste a recepción, ¿necesitas algo?


 


-No...bueno, quería saber si puedes buscar mi celular, es que no se en que parte de la habitación lo deje y sonó hace un rato, puede ser algo importante.


 


-Ok, no te preocupes, ya lo busco por ti. ¿Podrías pasarme tu numero para llamarte y que sea más rápido encontrarlo? -Le pregunto ya con el celular en mano listo para marcar.


 


-Claro-Su corazón se aceleró un poco con eso. ¡Su crush de la infancia le estaba pidiendo su bendito número de celular!, ¡que alguien los sostenga que se desmaya!


 


-Es 4567991.


 


-Listo.


 


El celular sonó cercas del cuarto de baño, estaba oculto por un mueble, cerca del enchufe. Taiga se agacho para recogerlo, y el solo aprovecho para verle el trasero a ese hombre, joder, pasaban los años y seguía siendo tan precioso. Quien fuera Kuroko para agarrar esas grandes y redondas nalgas. Si físicamente amaba algo del ex-bombero aparte de sus ojos color fuego era definitivamente su retaguardia.


 


-Toma, aquí esa-Rápidamente se limpió el hilito de baba que le escurría por la comisura de los labios cuando el otro se volvió hacia él.


 


-Claro, gracias.


 


-No es nada-El pelirrojo le sonrió mostrándole todos los blancos dientes, demonios, para ser casi un anciano tenia bonita dentadura-Bueno, si necesitas otra cosa puedes llamarme al número que se registró con toda confianza, nos vemos en la cena-Y así sin más salió del cuarto.


 


Suspiro con ilusión, para luego darse cuenta de que tenía pensamientos pecaminosos de la pareja de su amigo, joder, ¿qué clase de persona era él? Definitivamente no era un robanovios, por lo que despejo esos pensamientos de su cabeza y se encontró con al menos 11 llamadas perdidas de su manager y amiga pelirrosa. No se esperó y marco inmediatamente, pues sabía que si lo llamaba tantas veces no podía ser por algo insignificante.


 


- ¿Que paso Satsuki?


 


-¡¡Dai-chan!! ¡Al fin me contestas! Tengo algo importante que contarte.


 


-Perdona por no contestar, pero es que me operaron hace poco, acabo de salir del hospital, a decir verdad. ¿Qué es lo que tenías que contarme?


 


-¡¡¡Agh!!! Demonios, ya olvídalo, ¿por qué no te cuidaste mejor?


 


-¿Qué es lo que me ibas a decir Satsuki?-Si sonaba tan frustrada no podía ser por nada.


 


-Ah, ya nada, es que te querían pedir que participaras en un último partido el próximo mes, pues se supone que ya para entonces ibas a estar curado, pero ya veo que será imposible.


 


-Y lo será para siempre.


 


- ¿Por qué dices eso? ¿Qué diagnostico te dieron? -Al menos tenia gente que se preocupara por el.


 


-Mi hombro ya no podrá volver a su 100% lo más que me dijo el doctor fue 75% y sin muchos esfuerzos.


 


-Mierda...como lo siento Daiki.


 


-Ja ja ja, se te salió lo corriente Sat, bueno, no importa mucho realmente, ya en mis planes estaba el retirarme.


 


-Pero no dejar de jugar... ¿o sí?


 


-No.


 


Y ahí en su boca murió cualquier palabra.


 


Siguió platicando con su amiga de sus fallidos planes de regresar con Kise, de su estadía y lo bien que lo trataban algunas de las personas. También de las diferencias que había tenido al inicio con el empleado del hostal a causa de la invasión de su privacidad. Siendo reñido en el proceso, pues la pelirrosa nunca había visto correcto el uso de la violencia como forma de resolver un conflicto, pero ¿quién podría dialogar cuando acaba de ver a su ex casado con el que en su juventud le provocaba celos y que luego su primer amor lo viese desnudo? ¿Quien? Se despidió de ella poco tiempo después sin muchos ánimos y le deseo un buen día.


 


En soledad se preguntó si algún día podría volver a jugar como antes.


 


 


 


...


 


 


 


Los últimos días habían sido algo tensos en el hostal, pues debido a la atención que le brindaba Kagami últimamente Kuroko había terminado por ponerse celoso, y estaba en todo su derecho de sentirse así. El pelirrojo ahora solo hablaba de Aomine en sus conversaciones y se la pasaba con el, si no era arrastrando al moreno de un lado al otro con él, era por que hablaban mucho por celular cuando iban a hacer encargos en el pueblo. Dejando al peliceleste totalmente fuera de esas charlas. Al sentirse desplazado le puso un ultimátum a su novio.


 


Dejaba de prestarle tanta atención o lo terminaba.


 


Y él no era precisamente de los hombres que les gustaba que le ordenarán, así que ya sabrán cual fue el resultado. Ahora Kagami Taiga estaba soltero. Kuroko había ido llorando a pedir disculpas luego de darse cuenta de su error, pero finalmente el pelirrojo le dijo que había sido lo mejor, pues no veía al menor muy contento con él. Eso le dolió mucho, pero paso poco tiempo para que lo superara. Al día siguiente no parecía haber pasado nada.


 


Realmente los dos eran muy maduros en cuanto a relaciones se tratará, pues por más que Tetsuya amará a Taiga no podía andar muriéndose por él. Tenía su vida, sus actividades y amistades que lo apoyaban, no tenía por qué estar triste, además de que ser dependiente del cariño o presencia de una persona no era realmente su estilo. El otro opinaba lo mismo, además de que el solía superar las cosas muy rápido.


 


Ahora incluso estaban preparando entre ambos la fiesta de cumpleaños del su ex. Si, Aomine se había ofrecido a ayudarle, pues antes que ser pareja de Kagami, fueron amigos, así que eso no le impediría darle un regalo o detalle como todos los años.


 


-Solo nos falta hacer la decoración-Murmuro Tetsu mientras veía la lista de las cosas que necesitaban.


 


- ¿Y el pastel?


 


-De eso ya se encarga Mitobe-san.


 


-Ya veo...Tetsu-Agacho la cabeza y dio una vuelta en la silla giratoria de recepción. La férula le molestaba un poco.


 


- ¿Mmm?


 


-Lo lamento...


 


- ¿Por qué?


 


-Por mi culpa...tú y Kagami.


 


-No es por tu culpa, yo ya sabía que Kagami-kun no sería mi pareja de toda la vida, siempre decía estar amándome locamente, pero nunca me escuchaba, él se podría decir es un alma libre.


 


-Tienes razón-Sonrió suavemente y se recargo con cuidado en el respaldo de la silla.


 


Kagami era como un tigre de bengala salvaje, era majestuoso, todos lo querrían tener como su posesión, pero él no estaba hecho para estar atado ni encerrado, él era libre. Era una lástima que hubiese personas que no se sentían seguras si no tenían paseando con correa a la quien amaban.


 


 


 


...


 


 


 


Habían celebrado amenamente el cumpleaños número 42 del pelirrojo, le hizo una que otra broma sobre su edad, de que ya estaba teniendo la crisis de los cuarenta usando esas chaquetas de cuero que de vez en cuando se ponía, además de que Kuroko le había dicho que tenía planes de comprase una moto. El encontró ese momento perfecto para burlarse de sus penas y desgracias, también insinuando que era solo un simple empleado y nunca tendría la moto de sus sueños, hasta que todos callaron y lo miraron confundidos.


 


¿Acaso se había perdido de algo?


 


-Aomine... ¿Kagami no te dijo que él es el dueño del hostal? -Pregunto Hyuuga mientras alzaba su pequeña hija en brazos, la nena apenas tenía ocho.


 


Luego se quedó un momento callado hasta que llegaron las malditas carcajadas de Kagami (a quien engañaba, su risa era angelical) y lo empezó a fastidiar de que no era el único con dinero y esas cosas. Él estaba de verdad muy enojado, pero no pudo refutar muchos de sus argumentos. Había sido timado.


 


¿Timado?


 


Si, timado.


 


¿Embarajiñado?


 


¡¡¡Ya deja mi cerebro maldito Bob!!!


 


Después de la fiesta se la habían pasado muy tranquilos, incluso lo había invitado acampar junto con él a la playa después de cenar, solo ellos dos. Aomine había preparado todo para ir junto a su amor platónico a pasar bien el rato, ilusionado por poder ver las estrellas con tan grata compañía. Kuroko lo había ayudado un poco a conseguir las cosas necesarias, y aunque él también quiso unirse prefirió guardar distancias, no quería incomodar a ambos con su actitud de ex posesivo o algo por el estilo.


 


Le dio la sorpresa a Kagami cuando ya la fiesta había terminado. Le mostró la sencilla tienda de campaña y una pequeña maleta donde llevaba todo lo necesario para su pequeña noche de campamento. El pelirrojo le había sonreído con esos labios tan bonitos que tenía y le había dicho que le parecía perfecto, que ya sabía a donde podían ir. Fue por su camioneta e invito a Aomine a dar un pequeño paseo por el pueblo en lo que daban las 6 de la tarde. Incluso fueron a comer helado.


 


Luego de eso se dirigieron a una parte un poco apartada de la playa, donde podrían pasar la noche tranquilos y sin inconvenientes. Entre los dos pusieron la casa de campaña, aunque les costó más de un insulto y pequeños golpes hacerlo, pero bueno, si no había bullying no era amistad, ese era su lema.


 


Cuando terminaron de acomodar todo y prepara un pequeño bocadillo ya eran las ocho de la noche. El cielo estaba más hermoso de lo que el recordaba, realmente las noches en ese bonito pueblo pesquero.


 


Al peliazul se le ocurrió la brillante idea de atacar al pelirrojo con cosquillas, pues este era muy sensible en la parte del torso. El solo pudo reírse a carcajadas y en pequeños intervalos de tiempo rogaba y negociaba por una tregua, mientras que el moreno sonreía al ver esa faceta de hace tanto tiempo. Su risa era ronca, pero suave, era tan bonita, digna de un hombre tan guapo como él.


 


Le parecía tan romántico el ambiente que sin pensarlo mucho, como si fuera un adolescente otra vez lo miro, le dio una sonrisa tan brillante, de esas que le nacían de corazón. Y le dedico las palabras más hermosas que le podía decir a una persona.


 


-Te amo-Se había tardado 22 años en decir lo que sentía, pero creía que ese momento era el indicado.


 


-Daiki...-Eso fue lo único que salió de sus labios.


 


Taiga se quedó estático y sin saber que decir. Él siempre lo había visto como su hermano menor, o al menos así había sido antes de ese apasionado beso que le dio hace 10 años. Lo miro con esa sonrisa dulce y tierna, justo como las que le regalaba de niño. Daiki, su niño, se había vuelto un hombre tan hermoso ante sus ojos y ante esa confesión quedo sin saber qué hacer. Si lo tocaba sentiría que estaba profanando una de las maravillas del mundo, pero no sentía que fuese malo hacerlo tampoco.


 


¿Podía ser malo el profesar todo el cariño que le tenía en un beso?


 


No creía que un tacto tan puro y lleno de sentimiento pudiese lastimar a alguien. Por lo que sin cuestionarse más cosas se acercó a sus suaves labios con lentitud y lo beso lento, y muchas veces, tenía tantas ganas de hacerlo desde que lo vio llegar al hotel...Aunque se había sentido muy molesto al ver que el dulce y travieso niño de antes había sido remplazado por un hombre enojón y flojo. Aunque ahora que habían pasado tiempo juntos nuevamente descubrió aspectos del moreno que lo habían dejado encantado, un ejemplo era su competitividad y necesidad de libertad que compartía con él.


 


Le acaricio con delicadeza, pensando en el Aomine de 6 años, en el de 18 años, y el que estaba entre sus brazos, sucumbiendo ante su tierno toque, ese joven con hermosura etérea, de piel suave y de ojos con bonito color. Se sintió afortunado de haber tenido el cariño de ese joven desde que era un infante. No podía sentirse más querido en ese momento.


 


Aomine se fue acostando poco a poco en la arena, atrayendo con su brazo bueno a Kagami sin romper el beso. Le acaricio la espalda con dulzura y se aferró a su camisa. Con las mejillas arreboladas por la vergüenza ambos se apartaron, Taiga le dedico una sonrisa tímida y Daiki le miro fascinado. Se siguieron besando otro rato más, sin prisa, con amor e inocencia en su toque.


 


-Quítate la camisa-El pelirrojo rio suavemente al ver la desesperación con la que el moreno le dijo esa frase, ya incluso tenía su mano al costado de esta para sacársela en cualquier momento.


 


-Ok, ya me la quito-Se la fue sacando lentamente, revelando la piel llena de cicatrices por las quemaduras que obtuvo en su trabajo de bombero. Se sintió un poco cohibido debido a las marcas en su piel, pero inmediatamente el peliazul llevo sus manos a su torso, justo en su cintura, tocando con curiosidad.


 


-Tienes una piel dorada muy bonita...siempre quise saber cómo se vería tu cuerpo desnudo-Soltó en un murmullo, el espectáculo que tenía ante sus ojos era inigualable, realmente maravilloso.


 


-Gracias... tu piel también es muy bella. Me encanta ese tono, representa todo tu trabajo duro-Las demás personas nunca opinaron eso de él, siempre solían discriminarlo por su tono más cálido, pero ahí estaba el recibiendo esos elogios y cumplidos de parte de su primer amor. Era tan feliz.


 


-Vamos...sácate la ropa tú también-Sin más se sacaron toda prenda de encima y el pelirrojo le ayudo con la férula, la cual ya no ocupaba tanto, quedando completamente como vinieron al mundo. Kagami era un hombre realmente sensual, sus músculos estaban muy marcados a comparación de los suyos y tenía un bonito tono de piel a pesar de las cicatrices que resaltaban además del vello en su pecho, algunas canas se vislumbraban por su cabello, pero lejos de parecer desagradable las encontraba interesante. Con el tiempo ya le habían empezado a salir arrugas, pero eso solo hacía ver más masculino, tan sexy y maduro.


 


Aomine era más esbelto y no tenía mucho musculo más que en los brazos, pero eso no lo hacía menos precioso. No se le vislumbraban muchas canas y apenas tenía alguna que otra arruga en el entrecejo, se le hizo un detalle muy tierno a su acompañante. Él tenía un tierno hoyuelo en la mejilla, se veía precioso cuando sonreía. El tono de su piel era singular, exótico, realmente lo adoraba, además de sus ojos, esos ojos azules le hacían que su cordura fuera inexistente


.


Se tocaron por todas partes, queriendo explorar los desconocidos cuerpos y comprobar las texturas de ambos, el pelo de ambos era sedoso, la barbilla del pelirrojo estaba rasposa y le irritaba un poco por donde pasaba por la escasa barba. Los anchos hombros eran suaves a momentos y ásperos a otros por las cicatrices. El moreno todavía tenía una férula.


 


No paso mucho para que ambos llegaran a esa parte prohibida de la anatomía humana, donde empezaba todo lo carnal y también lo divino. Dándose mutuo placer con el contacto con las manos callosas culminaron en el primer orgasmo de la noche. Aomine gimoteo de placer, corriéndosele un pequeño hilo de saliva por los labios, Kagami jadeo extasiado, disfrutando como nunca la experiencia.


 


En silencio pasaron al que sería el último paso para completar su unión y convertirse en un solo ser. Le miro los ojos azules como pidiendo permiso, el moreno se lo concedió, aun con un poco de incomodidad ante lo que se aproximaba. Pues sabía que dolía, ¿y cómo no iba a saberlo si su primera vez él había sido el activo? Por su inexperiencia le había dolido a su pareja, pero al menos se sentía más seguro de que fuese ese hombre el que obtuviese su virginidad anal.


 


- ¿Estás seguro?, la verdad es que no me molesta cambiar de rol-Murmuro cerca de su oído, recargándose en él un poco, aunque no lo suficiente como para incomodarlo.


 


-Lo estoy, no hay nadie más a quien le pudiese conceder el honor de darme por detrás-Dijo dramáticamente para luego sonreír travieso.


 


-Ja ja ja, eres un mata pasiones Daiki-Le acaricio la mejilla y el peliazul se restregó contra su palma, le encantaba su tacto.


 


-Y tu un bruto sin remedio-Entrecerró un poco los ojos mientras otra sonrisa surcaba su rostro, el pelirrojo resoplo molesto por el insulto.


 


-Uy, pues perdón-Se levantó y le volteo la cara ligeramente indignado, solo se molestó más cuando escucho que su acompañante había soltado una risita divertida.


 


-Ya, no te enojes, mejor ven acá-Le hecho ambos brazos al cuello y lo jalo con él. Otra vez Kagami había quedado arriba suyo, y ya dejando de lado las bromas se miraron con deseo, el mayor entendió el mensaje y froto el miembro de su pareja con la palma de su mano al mismo tiempo que le besaba el cuello dejando marcas rojizas por donde pasaban sus labios.


 


Aomine estrujaba el cabello del pelirrojo y le decía palabras eróticas al oído, le arañaba la espalda de vez en cuando, a propósito, quería dejar marcas en esa piel, que supieran que era suyo, que había sido de el esa noche. Por eso mismo no se opuso a las marcas, chupetones y mordidas, eran un recuerdo de lo bonito que era tener intimidad con ese hombre, era como crear la música más bella.


 


-Chúpalos-Puso enfrente de esos rellenos labios sus dedos índices, corazón y anular. El moreno obedeció sin decir nada, pero no se le veía sumiso ni pasivo en la acción, era algo inexplicable, era como dar y recibir. Tenían una mirada fiera y fuerte, intensa como la luz del sol y la luna junto a las otras estrellas. Eran iguales en ese momento, no había edad, no había color, pero a la vez eran una obra de arte en su máximo esplendor.


 


Taiga introdujo un dedo a su entrada, él se removió incomodo, pero tampoco se apartó. Así fue el mismo proceso con el segundo, aunque la sensación fue diferente, era más extraño y se sentía terriblemente bien. El tercer dedo acabo con su razonamiento y se sintió tan correcto.


 


-Ya puedes meterlo-Murmuro con apenas un sonrojo visible en su rostro. Su amante le sonrió y asintió, el casi se dio la vuelta, pero ese fuerte brazo lo detuvo.


 


-Quiero ver tu rostro-Avergonzado giro el rostro hacia la casa de campaña que ya estaba algo abandonada, pero se dejó hacer. Le paso un solo brazo por el torso mientras que con él lo enganchaba por el cuello, jalándolo para que le diera otro de esos besos bruscos y dulces.


 


Se adentró a ese paraíso del moreno, lo tomo en brazos y lo sostuvo por la espalda baja, procurando no hacerle daño con sus movimientos. Movió poco a poco la pelvis, adentrándose con ternura, era tan bello que no quería hacerle daño.


 


- ¿Ya está dentro? -Pregunto con la voz un poco agitada y respiración irregular. El sonrojo seguía presente.


 


-No, falta poco-Le dio un besito tronado en la frente que lo hizo reír. Le masajeo las nalgas para relajarlo, estaba realmente muy tenso. Pronto comenzó a notar que ya sus músculos se estaban relajando y no estaba tieso, podía moldear su posición y figura como le apeteciera, eso le murmuro al oído el moreno.


 


Cuando logro estar por completo dentro lo fue poco a poco sentando sobre él, haciendo la penetración más profunda, el rostro de Aomine expresaba por su boca lo bien que se sentía, al igual que sus ojos llorosos. Kagami sintió la vista repentinamente nublada, estaba tan estrecho.


 


La luz de la luna, los astros y las estrellas les alumbraba en el acto. No había activo ni pasivo, solo dos personas, iguales, amándose y entregándose todo por esa noche. Esa sensación les gustaba, estar rodeados de la naturaleza y del otro, era una emoción indescriptible, compleja y a la vez tan sencilla.


 


No había gritos, ni jadeos ni llanto en el acto, no porque no fuese bueno, no porque no fuese emocionante, excitante o placentero. Simplemente porque no era solo sexo, era amor, era el más grande y dulce amor, como un diamante en bruto. Culminaron el acto con apenas un te amo dicho al mismo tiempo. Se corrió primero el pelirrojo y al último el peliazul.


 


Se bañaron en el mar y con las pocas fuerzas de ambos juguetearon en el agua como si fueran jovenes nuevamente.


 


Daiki deseo poder amar así a Taiga de nuevo y viceversa, porque en el momento del orgasmo vio a su héroe de veinte años, con mirada inocente e ingenua, el otro vio a su muchacho de piel color arena, con esa energía y sin ese toque de arrogancia. Ambos con sus personalidades en su estado más puro, la esencia más concentrada, ellos dos eran uno solo cuando amaban.


 


Ellos juntos eran más.


 


 


 


...


 


 


 


El amor se acaba a veces.


 


Podía parecer triste y lo era, pero no tanto como para sufrir por tanto tiempo. Aun ese día seguía encontrándolo en su día a día, en lo que habían construido.


 


Se preguntarán porque se acabó el amor ¿no?, pues...simplemente se distanciaron y lo mejor para olvidar suele ser eso. Era una lástima que eso les hubiese pasado a ellos, pero ahora recordaba las lágrimas que había soltado en honor a su fallecido amor por su pelirrojo, porque el pelirrojo de esa época había sido suyo, pero a la vez no.


 


No había terminado funcionando después de un tiempo, todo había sido por culpa de sus responsabilidades de adultos, era algo lamentable, pero era la verdad y nada más que la verdad. Le habían surgido pendientes en América que no pudo dejar de lado, como entrevistas y cancelaciones de contratos, todo el proceso para dejar su tiempo libre y hacer los tramites había sido de dos años, los mismos que estuvo de pareja con ese hombre.


 


Todo al principio habían sido sonrisas, besos, abrazos y mucha felicidad, pero luego surgieron las diferencias, las malas manías de ambos y esa necesidad de acaparar el tiempo o cuerpo del otro. Pasaron días, semanas y meses que luego dieron lugar a los años. Las caricias más bellas que se habían brindado antes llegaron al punto de ser solo roces cotidianos para demostrar que tal vez aun había una chispa.


 


Pero la gota que derramo el brazo fue cuando él le pidió a Taiga dejar su hotel, aún recuerda las palabras que le dijo, y aunque le dolieron, sabía que tenía toda la razón.


 


"Amor, sabes que antes que pareja, somos dos personas, mayores e independientes el uno del otro, que estemos juntos no nos impide tomar decisiones, y aunque está bien tomarnos en cuenta para lo que haremos, no me puedes pedir que deje lo mío por lo tuyo...no puedes.


 


¡Pero!


 


No Daiki, entiéndeme, no puedes pedirme que deje mi trabajo, mi esfuerzo de lado, por todo lo que luche desde joven. Me partí la espalda tratando de hacer todo esto realidad, lo lamento, pero esta vez ya no puedo seguirte."


 


Le había tocado el cuello con sus manos, las que antes eran cálidas, ahora el recuerdo de esa temperatura era distante.


 


"Cariño, sabes que te aprecio, y creo que eres alguien maravilloso, pero no voy a dejar mi vida por ti.


 


¡¿Y yo que?! ¡¡¡Tu arruinaste mi gran sueño!!! Me quitaste el basket y nunca te lo reclame.


 


¿Ves lo que estás diciendo? Me juraste que ya me habías perdonado, pero no es verdad. La vida es contradictoria Daiki, y aunque te amo tanto como mi vida no puedo dejarla tampoco. Lo siento tanto.


 


Tú ya no me amas como antes ¿verdad?


 


Pues...no, ¿y tú?


 


Yo tampoco, me has hecho daño, no tanto como el amor que me has dado, pero me has hecho daño.


 


Digo lo mismo."


 


Esa misma noche había partido del departamento que ambos compartían y se había ido a recorrer las pocas calles del pueblito pesquero. Eran apenas las 2:00 am y sentía que ya había pasado media eternidad desde las 9:30 pm. Se encontró a Kuroko por ahí, caminando solitario después de su otro trabajo como barman. No pensó mucho cuando vergonzosamente se lanzó a sus pies implorando perdón, no solo por haberle causado celos, si no por haber sido el detonante de la ruptura de la bonita relación que tenía con el pelirrojo.


 


"Levanta el rostro Aomine-kun, no tienes por qué pedirme perdón.


 


¡¡Es que tú siempre has tenido la razón!!, él no le pertenece a nadie y aun así quise acapararlo, que egoísta soy!


 


Ay mi amigo, a veces las relaciones humanas pueden ser tan crueles."


 


Lo que quedo de la noche se la paso en los brazos menudos de su amigo peliceleste, que le consoló con palabras de aliento y consuelo. Lo escucho en silencio y le dio consejo cuando termino el relato en lágrimas. Le conto todo lo que había vivido con Kagami Taiga, y aunque al aun enamorado Tetsuya le dolió, sabía que era el único al que podía recurrir el moreno.


 


Después de esa noche entre los brazos de las dos personas que tal vez mejor lo comprendían, paso por la casa de Kise para platicar un rato y pedirles de favor que lo llevaran, además de despedirse con las maletas ya en mano. En la madrugada había amado a Taiga una última vez, pues fue por sus cosas a su departamento. Empaco con su ayuda todas sus pertenencias, para luego darle un desayuno de despedida, también le pidió de favor que lo despidiese de sus amigos en el hostal.


 


Kasamatsu lo llevo al pequeño aeropuerto y el rubio fue su piloto ese día, lo llevo a sur-corea y lo dejo en una pista autorizada, se despidieron con un gran abrazo fraternal y un beso en la mejilla, porque también los amigos se dan besos.


 


Satsuki fue a recogerlo al lugar indicado y él se despidió de ese amor, el que le tenía a ese bombero, el que le tenía a su héroe de la niñez, dejándolo atrás junto a todos esos momentos en el puerto y el bonito hostal.


 


Aun ahora, ya pasado un año, se preguntaba si un poco más de esfuerzo hubiera reparado su relación y hecho renacer el amor. Un poco de esfuerzo no lo hubiese matado, pero llego a la conclusión que ese tipo de cosas no se pueden forzar, eran dejadas al azar, o tal vez solo era cosa del destino.


 


Había aprendido algo con su experiencia, y es que Kagami y el habían hecho el amor muchas veces, sabían cómo hacerlo y no dudaron en crear esos bellos momentos juntos. Pero no sabían cómo enamorarse sin terminar perdiendo sus sentimientos.


 


Era triste, pero era su realidad.


 


 


 


Fin.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Extra: (Tell me) what is love


 


 


Se encontraba solo en su apartamento, era de día, pero la luz del sol no atravesaba las cortinas ni la gruesa capa de nubes de lluvia. Se suponía que ese día era su aniversario con el pelirrojo, el mismo que su cumpleaños, pero en vez de emocionarse como antes, solo pensaba con molestia que ya tenía 31, se estaba poniendo cada vez más viejo a su parecer. Ojalá pudiese volver a sus días de adolescencia, cuando aún tenía sus padres con él.


 


Lavaba los trastes sin mucho entusiasmo, la vida después de retirarse era muy aburrida, planeaba conseguir empleo pronto, no importaba cual fuese, o si no estudiar la carrera universitaria que nunca pudo tener por más que su padre se esforzó por ahorrar, se lo debía al viejo.


 


Escucho la puerta ser tocada y se preguntó quién podría ser, pues él vivía en un complejo de apartamentos algo privado, pues como antes solía ser una celebridad no podía estar sin seguridad. No paso mucho para que empezaran a tocar el timbre. Lo más probable es que fuese Satsuki a proponerle algún tipo de trabajo o entrevista. Se secó las manos con la pequeña toalla que estaba cercas del fregadero y fue a abrir la puerta, seguro la pobre de su amiga se estaba congelando afuera. Era curioso porque en esa época hacía calor, pero en ese momento estaba inusualmente frio, justo como en ese pueblo pesquero en las noches.


 


-Que quieres ahora Sat-suki.


 


-Lamento interrumpir así, pero ella fue la que me dio la dirección y un pase...-En sus brazos sostenía un gran ramo de rosas rojas, azares y narcisos blancos, así como también una pequeña maleta que llevaba toda su documentación. ¿Qué podía significar eso?


 


- ¿Qué haces aquí? -El pobre estaba empapado, y aunque quería dejarlo pasar primero debía saber sus motivos para encontrarse en su casa precisamente en su aniversario con un maldito y bello ramo de flores.


 


-La verdad es que lo estuve pensando todo este tiempo, y...me di cuenta que tú eres más especial que todo lo material que pudiese tener, Daiki, ¿podrías volver a amarme como antes? -Se arrodillo frente a él con expresión nerviosa y con las manos temblando le extendió una cajita de terciopelo azul. Con torpeza la abrió y revelo el contenido.


 


Era un anillo de oro blanco con un precioso zafiro. Los ojos se le llenaron de lágrimas por el pelirrojo una vez más, pero no eran de placer ni de dolor.


 


Eran de felicidad.


 


-¡¡¡Claro que si Bakagami!!!-Se lanzó a sus brazos sin dudarlo, porque, así como se acaba el amor, también puede nacer de nuevo, por que donde hubo fuego, cenizas quedan. Pero en el lugar de ellos todavía quedaba un poco de amor.


 


Amor: Sentimiento de intensa atracción emocional y sexual hacia una persona con la que se desea compartir una vida en común. Esa era la definición del diccionario.


 


 


Pero para ese par amor eran ellos dos juntos, eran risas, besos, abrazos, pero también lo eran eldolor,errores, tristeza y perdón. Era el conjuntode todos sus recuerdos y emociones.


 
Notas finales:

Muchisimas gracias por leer, si han encontrado un error en el texto o cualquier cosa haganmelo saber por favor. Los quiero!!


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