Bajo Ruinas. por Milusa

Mi madre no había vuelto para ese entonces.
Estaba sentado en un modesto restaurante, el aroma del lugar era exquisito y más cuando yo tenía hambre y para el colmo, no me había dejado dinero.

Pero todo eso se me fue cuando…
 
Un hombre de mediana edad  entró a la sala y ¡en verdad es que era muy bello! Radiaba seguridad, algo atrayente para un chico De tan solo 17 años.
 
Mi madre estaba buscando unos papeles en el negocio de al lado, pero ahora mismo no la echaba de menos, no con la gran vista qué tenía de ese grandioso hombre.
 
Podía ver su fuerza con tan sólo contemplar sus manos agarrando esa delicada copa.
 
—Sí agarra así una copa... Ah, ¿Acaso era un Dios del Olimpo? Pues lo parecía y me daban unas locas ganas de adorarlo.
 
«Venga, no seas tan obvio».
 
Me reclame a mi mismo al verlo tan descaradamente.
Mis hormonas me estaban pasando una mala jugada, era la primera vez que mi cuerpo me pedía tener contacto con cualquier otro ser, ¿Eso era la pubertad? Qué horrible era.
 
Pero lo que vino a continuación, me marcaría para toda la vida.
 
                                              
                                                . . .
 
Un agudo sonido entró por mis tímpanos, haciendo que agarrase el mantel de la mesa la cual estaba tambaleándose suavemente.
 
— ¿Qué coño? 
 
Exclamé, mientras intentaba mirar  por encima del polvo qué enterraba el lugar.
 
— ¿Estas bien? 
 
Preguntó una señora, mientras se agarraba de la misma mesa.
 
—Sí... ¿Qué coño pasó? 
 
Pregunté intentando recuperar el aliento de la reciente sorpresa.
 
Cuando la señora me iba a responder, algo grande rompiéndose sonó.
 
Era el piso, el maldito piso.
 
—Estamos muertos.
 
Susurré para ser tragado a lo más profundo de la oscuridad.
 
                       

                                          . . .

La muerte no era tan agresiva como muchos la describían, era una oscuridad total, solo esperaba ver al tan aclamado ‘Satán’, pero algo, algo me obligó a no pensar en la muerte…

—Tú, Aquí, aquí.
 
Escuché una profunda voz y unas suaves y tersas manos tocarme el rostro.
 
¿Acaso eso era el infierno? Pues qué delicia.
 
Pero no, cuando abrí los ojos un dolor de cabeza me atacó repentinamente y Me hizo saber qué estaba en el maldito mundo.

 
—Maldición.
 
No contuve mí vocabulario y extrañamente recibí una reprimenda de esa voz.
 
—Muy joven para decir esas necedades, ¿eh?
 
Y ahí estaba, al hombre que había estado acosando en el restaurante, muy cerca de mí,  hablándome, con un poco de polvo en sus mejillas que yo mataba por quitar con mis temblorosos dedos, Ni en el borde de la muerte podía evitar ser tan apasionado en lo que me gusta.
 
Pero debía ver donde estaba, pues lo único que recordaba era el crujir del piso.
 
— ¿Dónde estamos? 
 
Pregunté incorporándome mientras miraba la estructura donde nos encontrábamos 10 personas.
 
—No lo sabemos todavía...
 
Respondió una mujer rubia, con voz temblorosa, para luego un hombre de unos 30 años responder secamente.
 
—Pero sé qué lo qué más te gustaría saber es... Qué estamos atrapados.